
FRANCISCO DE ASÍS:
EL SANTO JUGLAR DE DIOS
Personajes:
El joven Francisco
El Hermano Francisco
Pedro Bernardón
Doña Pica
Hermano León
Hermano Pedro
Hermano Gil
Hermano Juan
Pobre mendigo
Bernardo el trovador
Leproso
Don Guido el obispo
Papa Inocencio III
Santa Clara
Compañera de Santa Clara
Campesino
Lobo
Oveja
Golondrinas
Sol
Luna
Estrellas
Viento
Aire
Agua
Fuego
Tierra
PRIMER ACTO
NACIMIENTO Y PRIMERA JUVENTUD DE FRANCISCO

Aparece solo en la escena el hermano León.
HERMANO
LEÓN
Paz y Bien en esta casa,
buenas tardes nos dé Dios.
Voy a contarles la historia
de un juglar que un día mudó
en túnica su rica capa,
sus cantos en oración.
Mas, antes de dar comienzo
a esta hermosa narración,
yo me presento ante ustedes:
soy el hermano León.
Aparecen en la escena Pedro
Bernardón y Doña Pica con un bebé en brazos.
Hace muchísimos
años,
en Asís un día nació
un niñito hijo de Pica
y de Pedro Bernardón.
Su padre, gran comerciante
y muy rico vendedor,
amasaba su riqueza
con una gran ambición.
Su madre, muy bondadosa,
al nacer, Juan le llamó,
pero su padre este nombre
por Francisco le cambió
pues de Francia eran las telas
que él vendía con tesón.
Pica deja el bebé tras el
escenario y trae de la mano al joven Francisco vestido de juglar.
Poco a poco fue creciendo,
a leer y a escribir aprendió,
pero enseguida su padre,
cuando fue un poco mayor,
en su tienda y sus negocios
a Francisco dedicó.
Resultó ser ingenioso
y ser un gran vendedor,
y su padre orgulloso
vio en él a un sucesor.
Pero si el padre era avaro,
el hijo despilfarrador,
alegre y desenfadado,
bullicioso y gastador,
si bien ya en aquel tiempo
con un muy gran corazón.
Se retiran los padres y Francisco se
queda solo frente a la mesa del mostrador de la tienda. Entra un mendigo con un
platillo y dos monedas.
Una tarde de verano,
apostado en el mostrador,
entró de pronto en la tienda
un mendigo que gimió:
MENDIGO
Déme usted una limosnita,
déme, por amor de Dios,
soy pobre y menesteroso,
déme, mi buen vendedor.
HERMANO
LEÓN
Y Francisco le miraba,
pero apenas si lo vio
y siguió con su faena
sin prestarle la atención.
Cuando el pobre ya se iba
sintió una voz interior
que le decía: "Francisco,
Francisco, soy tu Señor,
en mi nombre te ha pedido,
¡dále al menos un doblón!"
Francisco sale corriendo tras el pobre
que se aleja y le extiende la mano con una bolsa llena de monedas.
FRANCISCO
Hermano, hermano, aguarda,
espérame, por favor,
aquí tienes esta bolsa
y te ruego tu perdón
por no haber visto tu mano
implorando compasión.
El mendigo sale de la escena y va
entrando en ella Bernardo el trovador.
HERMANO
LEÓN
Y Francisco se fue abriendo
de bolsa y de corazón
a este mundo de los pobres
que veía alrededor.
Pero a la vez, como joven,
disfrutaba con pasión
de chanzas y correrías
y de amigos con ardor.
FRANCISCO
Yo soy el juglar Francisco,
el canto es mi afición,
en farándulas y fiestas
y en las noches de rondón.
BERNARDO
Yo soy su amigo Bernardo
y mi oficio es trovador,
compongo preciosos versos
y romanzas del amor.
Francisco coge un vaso en la mano y le da
otro a Bernardo.
FRANCISCO
Vamos Bernardo, ¿te
vienes?
¡A beber invito yo!
BERNARDO
¡Esto está hecho, mi
amigo!
¡Entonces que sean dos!
Pero ¿y esa capa nueva
que reluce más que el sol?
FRANCISCO
Es de un brocado de seda
que el mes pasado llegó.
¡Va a deslumbrar a las mozas,
mi querido trovador!
Desaparecen de la escena Francisco y
Bernardo y entra el hermano Pedro.
HERMANO PEDRO
Y así entre chanzas y
fiestas
sus mocedades pasó,
y en la tienda de su padre
la prosperidad creció;
¡era tal la simpatía
de este joven vendedor!
Mas ¿tal vez no me conocen?
Soy el nuevo narrador,
mi nombre es hermano Pedro,
Paz y Bien estén con vos.
Entra en escena Francisco vestido de
caballero.
Sucedió en aquellos
años
una guerra de traición
entre Perusa y Asís,
y allí marchó con ardor
nuestro querido Francisco,
caballero con honor.
Mas, le prendieron cautivo
por un año, casi dos,
y al liberarle, a su casa
regresó con postración,
enfermo y debilitado
y doblado del dolor.
Su madre le dio cuidados
y buena alimentación
y poco a poco a su cuerpo
retornó presto el vigor.
Mas esos meses de cama
transformaron su interior,
las fiestas no le llamaban,
ni el dinero, ni el fulgor,
sueños de cambiar el mundo
bullían en su interior.
Y se alistó caballero
para luchar con pasión
por las tierras del papado
con gallardía y honor.
Mas tuvo una noche un sueño
y oyó una voz que le habló:
¿Adónde vas tú, Francisco?
FRANCISCO
A servir a mi
señor.
HERMANO PEDRO
Pues al Señor
abandonas
por un vasallo.
FRANCISCO
¡Señor!
¿Y Tú qué quieres que haga?
HERMANO PEDRO
Vuelve a Asís sin
dilación,
allí te mostraré mis planes
a ti, mi buen trovador.
FRANCISCO
Otra vez de vuelta a casa,
mas ya no siento pasión
por acumular riquezas
y disfrutar del calor
de las fiestas y algazaras.
Y los pobres, ¡ay Señor!,
siento en mí una llamada
a entregarme por su amor.
Y a ratos siento el silencio
que se crece en mi interior
y mi alma que se eleva
como incienso en oración
buscando el signo que espero
me mande mi buen Señor.
Mas ¿qué veo a lo lejos?
¡Un leproso! ¡Ay qué horror!
Siempre me dan repugnancia
con sus harapos y hedor.
LEPROSO
Piedad, mi buen caballero,
la enfermedad me llagó,
déme siquiera un mendrugo,
déme por amor de Dios.
HERMANO PEDRO
Y Francisco de repente
sintió fuerte en su interior
una llamada muy clara:
de su caballo bajó
y en su cara y sus manos
de besos él le colmó,
y después una limosna
cuantiosa depositó
en el cuenquito del pobre
que asombrado se quedó.
Como a San Pablo de Tarso
del caballo le tiró
el Señor para mostrarle
el camino de su amor.
SEGUNDO ACTO
LA CONVERSIÓN DE FRANCISCO

HERMANO GIL
Yo me presento ante ustedes
y prosigo este relato.
Paz y Bien en esta casa,
hermano Gil yo me llamo.
El cambio que dio Francisco
tras besar al desahuciado
fue cada vez más patente
y a todos fue preocupando.
Ya no vestía con lujos,
casi, casi con harapos.
A los pobres repartía
a manos llenas ducados.
Buscaba la soledad
se evadía a cada rato
y en oración y silencio
se lo encontraban rezando.
Una tarde en San Damián,
una capilla en el campo,
se arrodilló a los pies
del crucifijo sagrado.
Y oyó al Señor que decía:
"Mi casa se ha derrumbado.
¡Anda, Francisco, repara
éste que es mi templo santo!"
Y a reparar la capilla
se sintió pronto llamado,
y el dinero de la tienda
fue poco a poco menguando
pues Francisco lo empleaba
en arreglar el tejado,
las paredes y los suelos
las ventanas y el sagrario.
Entran en la escena Francisco,
Doña Pica y Pedro Bernardón.
PEDRO
BERNARDÓN
Hijo, ¿se puede saber
qué es lo que te está pasando?
¿No te interesa el negocio?
Estás triste y solitario,
y todos nuestros ahorros
sin más los estás gastando.
FRANCISCO
Los pobres los necesitan
y también el templo santo
del Señor que está cayendo
enterito en mil pedazos.
PEDRO
BERNARDÓN
Pues ya está bien de
dispendios,
¡todo esto se ha acabado!
En casa voy a encerrarte
para que pienses despacio
qué quieres tú de tu vida.
Y desde ahora, ¡encerrado!
HERMANO GIL
Y pasaron varios días
de este encierro obligado,
mas su madre Doña Pica
de Francisco se ha apiadado
y, aprovechando la ausencia
de su padre, lo ha soltado.
Francisco sale corriendo,
a San Damián ha llegado
y se pone de rodillas
ante el crucificado.
Allí lo encuentra su padre
que al volver se ha indignado
con Doña Pica y su hijo,
Francisco, "el iluminado".
PEDRO
BERNARDÓN
Me has desobedecido
y además dilapidado
la fortuna familiar,
y con ello has deshonrado
el buen nombre de esta casa,
y debes ser expulsado
de tu hogar, y de tu herencia
debes ser desheredado.
Vayamos ante el obispo
Don Guido, ante él vayamos.
Entra en la escena Don Guido el
obispo.
DON GUIDO
¿Qué os trae, buenos
burgueses,
ante mí, de Dios prelado?
PEDRO
BERNARDÓN
Aquí traigo, su
vuecencia,
a mi hijo, el descastado:
los ahorros que teníamos
sin permiso ha gastado.
Francisco toma la palabra y mientras
habla tiende a su padre una bolsa repleta de monedas, y se va quitando la capa
y la túnica hasta quedar en calzones. En ese momento Don Guido le cubre
con un hábito franciscano.
FRANCISCO
Aquí tiene, señor
padre,
en esta bolsa de mano,
todo el dinero que vuestro
yo un día tomé prestado
para auxiliar a los pobres
y a los desheredados.
Mas también mi vestimenta
a vos la debo y por tanto
a vos hoy os la retorno
y con ello hoy proclamo:
Hasta ahora yo os llamaba
padre a vos, más ya no os llamo,
y en su lugar, Padre nuestro
nombraré al que está en lo alto.
Desaparecen Don Guido, Pica y Pedro
Bernardón, y regresa el hermano Gil mientras Francisco se arrodilla
frente al altar de la Porciúncula.
HERMANO GIL
Tras romper con su familia
Francisco siguió buscando
la voluntad que el Señor
le iba a ir mostrando.
Y una mañana muy clara
en la Porciúncula orando
escuchó en el evangelio
un muy divino mandato:
Curad a los enfermos,
a los leprosos limpiadlos,
anunciad el evangelio
a los fieles y paganos.
No os procuréis oro o plata,
y no caminéis con fardos,
sin alforjas, sin bastones.
¡Sed pobres y sed hermanos!
FRANCISCO
He escuchado tu palabra,
¡Por fin yo la he escuchado!
No me quieres albañil
de iglesias ni campanarios.
Que reconstruya tu Iglesia,
ésta tu iglesia de hermanos:
¡esto es lo que tú nos pides
a mí y a mis franciscanos!
TERCER ACTO
EL HERMANO FRANCISCO Y SUS COMPAÑEROS

Aparecen en escena los hermanos
León, Pedro, Gil y Juan con San Francisco y el papa Inocencio
III.
HERMANO JUAN
Yo soy el hermano Juan,
para todos Paz y Bien,
soy hermano franciscano
como ustedes pueden ver.
Tras sentir que su misión
el Señor dio a conocer,
Francisco fue predicando
su palabra por doquier.
Poco a poco al escucharle
otros fuimos en pos de él
y comenzó la familia,
esta familia, a crecer.
Cuando llegamos a doce
a Roma fuimos a ver,
a que aprobara la Orden,
al papa Inocencio III
que nos dio su bendición
y nos dijo "Paz y Bien":
PAPA INOCENCIO
III
Sois una Orden muy rara,
las riquezas no queréis,
ni los grandes monasterios
con criados y con grey.
Tampoco sois de clausura,
aunque a diario recéis,
y ni un abad ni un prior
entre vosotros tenéis.
Proclamar el evangelio
por los caminos habéis,
y auxiliar a los pobres
y a los leprosos también.
Os llamaré mendicantes,
mi aprobación la tenéis,
vuestro ejemplo en nuestra Iglesia
hará un enorme bien.
El papa se retira y aparece santa Clara vestida de
dama junto con otra dama. Al final de la intervención del Hermano Juan,
se despojan de sus trajes y visten el hábito franciscano.
HERMANO JUAN
Así comenzó el
camino,
y poco tiempo después
una noble y bella dama
quiso seguirlo también.
Clara tenía por nombre,
a Francisco quiso ver
y le rogó le acogiera
en su hermandad de bien.
Una noche, de su casa
se escapó hacia las 10
junto a otra compañera
para encontrase con él.
Se arrodillaron solemnes
en la Porciúncula, al pie
de aquel viejo crucifijo,
y se inclinaron con fe.
Con unas largas tijeras
su cabello de mujer
cortó muy presto Francisco
con dulzura y de una vez.
Después les tomó los votos
y les hizo guarecer
en un convento cercano
que les iba a proteger.
Salen las dos mujeres y aparece en la
escena un campesino.
CAMPESINO
Perdonen, buenos hermanos,
¿es que acaso no sabéis
que por la noche este monte
transitarlo no debéis?
Desde hace meses, un lobo
merodea por doquier,
ha matado varios cerdos
e incluso ayer a un buey.
FRANCISCO
¿Un lobo? ¡Si es
creatura
de nuestro Dios Emmanuel!
Presto me voy en su busca.
¡No temáis que volveré!
Se queda solo Francisco en la escena, y
por un lado aparece el lobo que primero aúlla, pero al ver a Francisco
haciendo la señal de la cruz baja mansamente la cabeza
acercándose a él.
FRANCISCO
Ven aquí hermano
lobo,
me debes obedecer,
en nombre de Dios escucha
en su nombre "Paz y Bien".
Dame tu pata derecha,
un trato vamos a hacer,
no volverás a matar
porque podrás ya comer
lo que esos campesinos
muy buenamente te den.
Aparece el campesino con un plato con
comida de la que el lobo come y marchan los dos juntos en
armonía.
Una vez han salido, aparece una ovejita
en el escenario y entran los otros hermanos porque es hora de rezar. Se ponen
todos de rodillas y la oveja también balando mientras ellos
rezan.
HERMANO
LEÓN
Mi buen hermano Francisco,
es la hora de oración,
mas esta oveja ha entrado
en el templo del Señor.
FRANCISCO
Ven conmigo hermana oveja,
símbolo de sencillez,
arrodíllate a mi lado,
pon bien juntitos los pies.
TODOS
¡Señor, haz de
mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
Todos se ponen de pie y se santiguan, y
sale pacífica la oveja por un lado del escenario
FRANCISCO
En el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.
En ese momento, aparece una bandada de
golondrinas que llegan piando y revoloteando alrededor de los monjes. Francisco
se dirige a ellas diciendo:
FRANCISCO
Mis hermanas golondrinas,
el Señor os ha vestido
con unas plumas tan lindas
y os da este aire tan limpio
por el que poder volar
casi, casi al infinito.
Alabad a vuestro Dios,
regaladle vuestro trino,
que de alegría cristiana
llenéis el cielo bendito.
Y las golondrinas comienzan a cantar
trinos preciosos al Creador.
En ese momento aparece en el escenario el
sol brillando con fuerza. Francisco se inclina de rodillas y, mientras va
rezando y nombrándoles, aparecen en escena la luna, las estrellas, el
viento, el aire, el agua, el fuego y la tierra.
FRANCISCO
Altísimo, omnipotente,
buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.
Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.
Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima
voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.
En ese momento, el sol, las estrellas, el
viento, el aire, el agua, el fuego y la tierra se ponen en círculo
cogiéndose de la mano, y aparecen en el escenario uniéndose a
ellos el lobo, la oveja y las golondrinas.
Delante de ellos se ponen los
franciscanos con San Francisco en el medio, mientras el hermano León
explica como moción final el carisma de la Orden.
HERMANO LEÓN
Así fue hermano
Francisco
y todos los franciscanos,
incluso ante un lobo fiero
la paz siempre buscamos;
la sencillez de la oveja,
y la alegría del canto
de las pobres avecillas
que vuelan el cielo raso.
Amamos la naturaleza
que el Señor ha regalado,
pero en ella somos pobres
como los lirios del campo.
|
NOTA
TECNICA: Si desea descarga el libreto de esta obra de teatro en formato
pfd, pulse aquí.
|
|