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FRATERNIDAD EN
MISIÓN EN UN MUNDO QUE CAMBIA [Revisión de las estructuras de la
Orden Franciscana] |
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Los Hermanos reunidos en Guadalajara, México, con ocasión del Consejo plenario de la Orden, hemos analizado nuestra vocación de Hermanos Menores en un mundo que cambia. Las palabras de nuestra Regla y vida: «Y dondequiera que estén y se encuentren unos con otros los hermanos, condúzcanse mutuamente con familiaridad entre sí» (Rb 6,7) nos han guiado a una nueva dimensión: la de una Fraternidad universal que se reconoce en la gran misión de anunciar el Evangelio a todos los hombres y de ser signo visible del Reino de Dios. Hemos comprendido con claridad progresiva el don único de nuestra vocación como discípulos de la enseñanza y del ejemplo de nuestro Señor Jesucristo (cf. Rnb 1,1) al modo de Francisco. Guiados por divina inspiración (cf. Rnb 2,1) en un mundo sediento de paz pero lacerado por divisiones, queremos anunciar lo que somos verdaderamente: Hermanos Menores, hermanos más pequeños, instrumentos de paz y de reconciliación. Ser Hermano Menor significa convertirse en un ser humano «fraterno»; ser hermano significa elegir entrar en relación entre nosotros y con nuestros hermanos y hermanas del mundo. Ser Hermano Menor significa convertirse, con los otros Hermanos, en una Fraternidad universal-en-misión. Os presentamos, Hermanos del mundo entero, el camino que hemos recorrido y el trabajo que hemos realizado en estos días del Consejo plenario: la revisión de nuestras estructuras, a fin de que sirvan a la vocación, a la vida, a la misión y a la identidad de todo Hermano Menor. Contexto de nuestra reflexión A partir del Concilio Vaticano II, especialmente en los últimos quince años, el mundo y nuestra Orden han experimentado una transformación asombrosa. Formamos parte de un mundo nuevo caracterizado por la multiplicidad de pueblos, razas, grupos étnicos y religiones. Somos más conscientes que nunca de ser miembros de una sola familia humana, difundida por toda la tierra. Nuestra experiencia específica ha sido que, no obstante las esperanzas y las promesas del proceso de globalización, del incremento de los intercambios culturales y de los esfuerzos por lograr la unidad, en nuestro mundo se da, de diferentes modos, un aumento de la violencia, de la rivalidad y de la conflictividad entre los miembros de la única familia humana. Somos también plenamente conscientes de la necesidad cada vez más urgente de implicar a personas de todas las naciones, sean cuales fueren sus raíces políticas, económicas, espirituales y religiosas, en pensar y en actuar mediante el diálogo, la buena voluntad, la confianza recíproca y la colaboración. En el Consejo plenario hemos visto en nuestros rostros la benevolencia y la alegría que brotan cuando Hermanos de países y continentes tan diversos y de lenguas y tradiciones distintas «se conducen mutuamente con familiaridad». El «dondequiera que se encuentren los hermanos» se extiende ahora dinámicamente «hasta los confines de la tierra» (He 1,8), abarca no sólo nuestros orígenes europeos, sino también América, África, Asia y Oceanía. Se ha ensanchado el espacio de nuestra «tienda» nacional, racial, étnica y provincial y hemos compartido la misma mesa, hemos trabajado en la misma tarea, elevando nuestras manos y nuestros corazones a Dios en la oración. Hemos compartido el pan eucarístico, entregado para que «seamos uno» (Jn 17,6-26; Rnb 22,52). El «seguir las huellas de nuestro Señor Jesucristo» (1 P 2,21) ha sido asumido verdaderamente en su dimensión universal. Ser Hermanos en una Fraternidad contemplativa-en-misión significa dar testimonio visible del Dios que es creador, redentor y santificador de todo. Nuestra verdadera identidad de Hermanos Menores es el sendero de nuestro testimonio contemporáneo. Es evidente que así como el mundo se ha vuelto más consciente de su fragilidad y de su unidad, también nosotros hemos tomado mayor conciencia de nuestra propia fragilidad y unidad. Nos reconocemos como una Orden universal que está perdiendo fuerza en algunas áreas, pero que está creciendo en número y misión en nuevos territorios y entre nuevos pueblos, religiones y situaciones. En algunas partes de nuestra Orden hay Hermanos que sufren intentando sostener instituciones y compromisos con cada vez menos recursos, mientras que en otras partes hay Fraternidades que crecen, con Hermanos que combaten distintos tipos de pobreza de recursos materiales y de personal para la misión. En ambos casos sentimos la llamada a ser hermanos unos de otros y a responder a las preguntas: ¿Cómo afrontamos esta situación? ¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros? ¿Cómo podemos expresar nuestra vocación de Hermanos-en-misión? ¿Cómo revisar las estructuras que hemos heredado, para llegar a ser todos juntos miembros de una única familia universal? ¿Cómo incorporar las nuevas realidades y la identidad global en nuestras formas de gobierno? En esta situación, nos damos cuenta de las grandes tensiones que acompañan toda toma de conciencia de una nueva identidad y todo intento de cambiar las estructuras heredadas de otras épocas. Conocemos bien la dificultad de armonizar la pluralidad y la unidad, de dar valor a la tradición deseando al mismo tiempo desarrollar nuevas formas más adecuadas a la realidad de hoy. En nuestras personas y en nuestras Provincias experimentamos los problemas creados por el conflicto entre un individualismo autónomo y una integración adecuada en una determinada familia. En nuestras instituciones y en nuestros modos de comunicación podemos identificar la tensión entre centralismo y descentralización, entre pertenencia a una Provincia o a una Fraternidad local y pertenencia a una Fraternidad universal. Representamos diversas generaciones y vemos la diversidad entre las tareas pastorales tradicionales y las solicitudes y exigencias del mundo actual, que cambia rápidamente. Estamos preocupados por las dificultades que implica la relación entre la vida concreta de los hombres del mundo actual y las estructuras de la Iglesia y de la Orden. Sabemos que si logramos enfocar bien estas nuevas situaciones y problemáticas, la vitalidad del Evangelio y nuestro mismo carisma nos impulsarán a formas nuevas y más convincentes de encarnar nuestra vocación. La provocación que el mundo de hoy plantea a nuestra experiencia, nos conduce a un sendero especial. Es un sendero en el que se entrecruzan la inculturación y la internacionalidad, la territorialidad y la universalidad, el respeto a nuestras diferencias y la creación de una Fraternidad universal-en-misión. Ante una vitalidad que no puede negarse, necesitamos crear un nuevo lenguaje fraterno e institucional que construya puentes para superar las distancias entre nuestra experiencia y nuestro modo habitual de hacer las cosas. Necesitamos cambiar las estructuras tradicionales de relación y de gobierno en un estilo y en unas estructuras interdependientes e internacionales. Necesitamos unir de un modo nuevo el carisma y la institución. Os presentamos a continuación los principios y las propuestas que hemos elaborado. PERSPECTIVAS FUNDAMENTALES
Al afrontar esta situación y procurar «ensanchar el espacio de nuestra tienda», nos hemos guiado por cuatro perspectivas fundamentales. 1. Proyecto evangélico de una Fraternidad-en-misión «La regla y vida de los hermanos menores es ésta: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo...» (Rb 1,1). Es una frase que escuchamos desde hace siglos. En nuestro contexto contemporáneo entraña -queremos subrayarlo- el reto de «ser personas evangélicas y de actuar como personas evangélicas», dando testimonio «de palabra y de obra», como hizo Aquel que se hizo nuestro Hermano: «¡Oh, cuán santo y cuán amado es tener un tal hermano e hijo agradable, humilde, pacífico, dulce y amable y más que todas las cosas deseable! El cual dio su vida por sus ovejas...» (2CtaF 56). Queremos asumir cada vez más profundamente el seguimiento de Jesús y llevar a cabo, como Hermanos-en-relación, nuestra identidad como Fraternidad contemplativa e itinerante-en-misión. Para que este proyecto evangélico de Fraternidad contemplativa-en-misión sea eficaz hoy en día, se debe encarnar en nuestras mismas personas y en nuestras relaciones. A partir de la reflexión sobre la Palabra de Dios y sobre la comunión en el «cuerpo entregado» por nosotros para que «seamos uno», queremos hacer visible y transparente a todas las personas el modo como nuestro Hermano está junto a nosotros en este momento. Nuestra vida de Hermanos-en-misión debe ser un testimonio profético de fraternidad universal, acogiendo a todos como hermanos y hermanas. Las tensiones antes recordadas, colocadas frente a nuestra identidad evangélica, nos llevan a una «crisis de verdad». Vemos la distancia entre lo que vivimos y lo que estamos llamados a hacer; entre las estructuras de la vida cotidiana y su capacidad de «transparencia»; entre la administración preocupada por las emergencias y el impulso activo hacia el proyecto evangélico; entre las solicitudes locales y las necesidades urgentes de la Orden universal; entre la preocupación por la supervivencia personal y provincial y la visión del Reino al que deben referirse la Provincia y toda la Orden. Respecto a nuestro proyecto central, experimentamos los obstáculos del nacionalismo, del provincialismo, del racismo, del activismo incansable, del miedo a la inestabilidad, del cansancio. Existe un urgente deseo de descubrir criterios y de fijar programas que nos hagan capaces de crear estructuras al servicio de nuestro proyecto evangélico. Experimentamos estas tensiones porque del íntimo de nuestro corazón «brota una fuente de agua viva» que nos empuja a dar testimonio «en Espíritu y verdad» (Jn 4,14.24). El rostro contemporáneo de nuestro proyecto evangélico como Fraternidad-en-misión nos impone una doble tarea: 1) una purificación de las estructuras; 2) programas de formación inicial y permanente que insistan en el valor de una correcta relación con Dios, con los otros, con los Hermanos, con la Provincia, con la Orden, con la sociedad civil y con toda la realidad. 2. Centralidad de la persona-en-relación La estructura base de la Orden es el Hermano concreto movido «por divina inspiración» (Rnb 2,1). Estamos convencidos de que el Espíritu, que es el «vínculo de la perfección» (Col 3,14; CLR 10,7) y la fuente del proyecto evangélico, impulsa al Hermano a ser Hermano-en-relación, persona capaz de poner en juego su propia vocación con los otros, incluso en situaciones de tensión. El Hermano Menor recuerda constantemente la Regla y las Constituciones, que dan forma e identidad a nuestra vida de Fraternidad universal-en-misión. Su vida y su modo de obrar, por tanto, están marcados fundamentalmente no por la autosuficiencia y el aislamiento, sino por palabras y acciones que expresen su identidad verdadera: palabras y acciones de colaboración, de comunión, de solidaridad, de corresponsabilidad, de reciprocidad, de coparticipación, de intercambio, de consulta, de interdependencia, de coparticipación de los recursos, de atención, afecto e interés por el bien del otro. «Aconsejo, amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a mis hermanos que, cuando van por el mundo, no litiguen ni contiendan de palabra ni juzguen a otros, sino sean apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes, hablando a todos decorosamente, como conviene» (Rb 3,10-11). La vocación del Hermano Menor a «seguir las huellas de Jesús», que se hizo nuestro Hermano, nos lleva necesariamente a ser Hermanos-en-misión que evangelizan; nos lleva a crear estructuras de vida que expresan esta misión en todos los niveles de nuestra experiencia: local, provincial y universal. Las relaciones fraternas piden encarnarse en formas espirituales, jurídicas e institucionales. 3. Unidad entre estructura y vida Somos profundamente conscientes de que no debería existir dicotomía entre nuestro carisma y sus expresiones estructurales, institucionales y políticas. Nos ha guiado siempre la perspectiva fundamental de que las estructuras son necesarias, pero deben estar al servicio de la vida. Las estructuras ofrecen a las personas posibilidades reales de cambio, de crecimiento, de apoyo de la unidad entre el ser y el hacer, de envío a evangelizar. Dan forma y expresión concretas a los valores fundamentales y a la realización del proyecto evangélico. Hacen visible nuestro servicio a la misión. Y, puesto que partimos de experiencias y de modelos de gobierno contemporáneos para verificar nuestro modo de actuar, deben surgir del seno de nuestro propio carisma de Fraternidad evangelizadora y contemplativa-en-misión. Tenemos la esperanza de que a medida que purifiquemos nuestras estructuras, éstas podrán encarnar cada vez con más fuerza la luz de una identidad que «brilla como ejemplo ante los hombres» (Mt 5,15-16; 1CtaF 10). 4. Gestión armoniosa de las tensiones Puesto que somos Hermanos en relación, nuestra vida está marcada por tensiones que se vuelven oportunidades para el crecimiento y el desarrollo. La conciencia de las tensiones, a la vez que revela nuestras incoherencias y causa sufrimiento, indica también que el Espíritu está vivo y nos impulsa a purificar las formas personales, provinciales y nacionales de apropiación, guiándonos con profundidad cada vez mayor al proyecto evangélico fundamental. Durante el Consejo plenario hemos identificado algunas áreas de tensión en todos los niveles de nuestra vida, pero hemos descubierto también que estas tensiones nos indican sendas de verdad hacia el futuro. Estas tensiones, acogidas como parte constitutiva de nuestra experiencia humana de Fraternidad universal-en-misión y afrontadas de manera constructiva, se convierten en lugares donde podemos seguir el camino por el que nos precedió nuestro Hermano Francisco. «Las ovejas del Señor le siguieron en la tribulación y la persecución, en el sonrojo y el hambre, en la debilidad y la tentación, y en todo lo demás; y por ello recibieron del Señor la vida sempiterna» (Adm 6,2). Las tensiones, afrontadas constructivamente mediante el diálogo y el encuentro, componen una armonía formada por notas diversas: mediante la integración positiva de todas nuestras diferencias y de todos nuestros dones nace la sinfonía de una Orden unida. La perseverancia en la dimensión de nuestra relación fraterna es un signo fundamental de nuestra identidad. EXPERIENCIA DE
COMUNIÓN El intercambio de experiencias en el seno de los grupos nos ha mostrado una vez más los modos como las Provincias y las Conferencias pueden abrirse a los valores fundamentales de la reciprocidad como Fraternidad universal-en-misión. El intercambio de personas y de recursos a nivel universal parece posible y es actualmente una realidad. Todos han advertido que las Conferencias, tal como son, constituyen lugares útiles para el intercambio de experiencias, para el apoyo, para el diálogo y la reciprocidad. Son numerosas las experiencias actuales de colaboración entre las Entidades de una misma Conferencia y entre unas Conferencias y otras, y han aumentado el nivel de colaboración mutua. Ha crecido la apertura y la disponibilidad para los proyectos misioneros de la Orden y de cada una de sus Entidades. Hay varios programas de experiencias de inserción de Hermanos jóvenes en Entidades diversas de las suyas. La disponibilidad de recursos materiales y personales para la implantación de la Orden parece en aumento. Los Noviciados y los Centros de Estudio internacionales de Filosofía y de Teología, al igual que los Hermanos investigadores y profesores presentes en las Casas generales de la Orden, son otro signo positivo de comunión y de colaboración. Los congresos internacionales (de formadores, de Centros de Estudio...) son muy útiles y constituyen otro signo del crecimiento del sentido de comunión universal. La colaboración interfranciscana toma cuerpo a varios niveles en muchas Entidades y muestra que la Orden está moviéndose más allá de sus confines, hacia un diálogo y un intercambio cada vez mayores. Todos estos signos de vida y de comunión a nivel local, universal e intermedio de nuestra Fraternidad-en-misión nos han convencido de que en la Orden está emergiendo una nueva vitalidad y de que es necesario desarrollar estructuras que estén al servicio de esta vida. Nuestras propuestas tienen como fin este desarrollo. Todavía queda mucho por hacer, si queremos continuar conservando la unidad entre nuestro carisma y nuestras estructuras, entre nuestro espíritu y sus formas de expresión. Siempre necesitaremos acoger y crear estructuras que, lejos de ser un obstáculo, sirvan al crecimiento de nuestra forma de vida. El camino que hemos emprendido conlleva muchas dificultades en nuestro contexto actual, pues combatimos contra una «crisis de verdad». Al considerar las estructuras de base de nuestra Fraternidad-en-misión hemos recibido una ayuda importante del Ministro general, del Definitorio general y de la Comisión internacional para las estructuras. Hemos recibido un instrumentum laboris (IL) que reflexionaba sobre la revisión y la purificación de nuestras estructuras a distintos niveles. Las propuestas que siguen están divididas en cuatro partes: 1) Nivel local, respecto al Hermano concreto, la Fraternidad local en misión, la Provincia y la Custodia; 2) Nivel universal: Definitorio general y Consejo plenario; 3) Nivel intermedio: las Conferencias, que son actualmente quince; 4) Otras cuestiones y propuestas. Aun cuando a veces las propuestas pueden parecer demasiado «técnicas», han sido presentadas para favorecer la apertura de las estructuras existentes, para revisarlas con el fin de promover las perspectivas fundamentales y las experiencias de comunión y de colaboración que nosotros mismos hemos experimentado. Nuestro deseo es que nos ayuden, en su conjunto, a ser cada vez más profundamente una Fraternidad universal en misión. Parte I.- Nivel Local 1. Para crear una nueva Entidad (Provincia, Custodia) hace falta: -Capacidad para vivir la vocación y la misión de la Orden. -Un número determinado de Fraternidades locales constituidas. -Condiciones para encarnar la vida y la misión de la Orden con los requisitos necesarios para la formación, el gobierno, la colaboración y el mantenimiento económico. 2. Para erigir una nueva Provincia se requiere, una vez hechas las consultas debidas, que estén adscritos a ella al menos 40 Hermanos profesos solemnes, que tenga 6 Guardianías (Casas canónicamente erigidas) y que tenga perspectivas fundadas de incremento y de implantación de la Orden. 3. Puesto que en muchas Provincias de la Orden se ha difundido el Capítulo «abierto», creemos que debe regularse esta modalidad con una legislación apropiada, de manera que sea una de las opciones que puede tomar una Provincia. 4. Se pretende favorecer la creación y la potenciación de Custodias sui iuris, cuando existan las condiciones requeridas y perspectivas fundadas de incremento de la Orden en la región. 5. Para la erección de una Custodia sui iuris se requiere que en el momento de la erección puedan adscribirse a ella al menos 25 Hermanos profesos solemnes y que tenga 4 Guardianías (Casas canónicamente erigidas). 6. La Custodia sui iuris goza de una autonomía análoga a la de una Provincia. Para garantizar el acompañamiento de la Custodia sui iuris, el Ministro general (o su Delegado) procederá cada tres años a la visita preparatoria del Capítulo custodial y proveerá a su presidencia. 7. El Custodio es elegido para tres años. Sólo puede ser reelegido para un segundo y un tercer trienio sucesivos. 8. Se suprime la Viceprovincia. Las Viceprovincias actuales son erigidas Provincias o Custodias sui iuris. 9. Por razones y circunstancias particulares (por ejemplo, la recuperación de la Orden), el Ministro general, tras las debidas consultas y obtenido el consentimiento del Definitorio general, puede erigir una Custodia dependiente del Ministro general o de una Provincia. 10. Para erigir una Custodia dependiente del Ministro general o de una Provincia se requiere que en el momento de la erección haya al menos quince Hermanos profesos solemnes y tres Guardianías. 11. El Ministro general, observadas las normas del derecho, puede admitir candidatos a la Orden en las Custodias dependientes de él y adscribirlos a dichas Custodias. 12. Para favorecer la comunión y la participación, los Custodios de las Custodias dependientes del Ministro general son miembros de derecho del Capítulo general. 13. Después de la aprobación de la nueva vertebración estructural de la Orden, el Definitorio general valorará la situación de las Custodias existentes y establecerá para cada una, después de las consultas debidas, su nueva y exacta condición jurídica (permanecer siendo Custodia y con qué condiciones; o bien, por el contrario, el cambio de su estatuto jurídico). 14. Para la unión o la supresión de Provincias y de Custodias, el Definitorio general, además de tener en cuenta el número de Hermanos y de Casas (Fraternidades), tras consultar a los interesados, valore su capacidad real de desarrollar la vida y la misión de la Orden (vida de fraternidad, formación, evangelización y gobierno). 15. Para la reelección al oficio de Ministro y de Vicario provinciales se requiere la mayoría cualificada en el primer escrutinio. 16. Por razones y circunstancias peculiares (por ejemplo, la recuperación de la Orden), el Ministro general, después de las consultas adecuadas a las Entidades implicadas, puede erigir, con el consentimiento del Definitorio general, una Casa u otra Entidad (por ejemplo, una Fundación) dependiente del Ministro general o de una Provincia o de una Custodia sui iuris, en el territorio de otra Provincia. 17. Por circunstancias especiales, una Entidad puede erigir una Casa o abrir una presencia en territorio de otra Entidad con el consentimiento del Ministro provincial y su Definitorio y el consentimiento del Ministro general y su Definitorio, oído el parecer de la respectiva Conferencia, previa la suscripción de un contrato en el que se estipule la forma de colaboración. 18. Para favorecer la colaboración entre las Entidades y la formación a la vida fraterna de nuestros candidatos, salvo casos particulares, no se realice el Noviciado en una Provincia o en una Custodia si no hay al menos tres Candidatos. En tal caso, es oportuno que la Provincia o la Custodia se asocie a otras Entidades de la Orden. 19. Una Provincia o una Custodia que no ha tenido novicios durante cinco años, aunque tenga una Casa de noviciado canónicamente erigida, no reinicie el Noviciado sin el consentimiento previo del Ministro general. 20. Una Casa con el nombre de Guardianía es una Fraternidad que tiene un número de Hermanos suficiente para su existencia, una vida verdaderamente común y la posibilidad de lograr los objetivos de su misión. 21. Para que una Casa sea Guardianía debe tener adscritos al menos tres Hermanos profesos solemnes que viven habitualmente juntos según las normas de las Constituciones generales. 22. Deben ser Guardianías al menos la sede del Ministro o del Custodio provincial y las Casas de formación (Postulantado, Noviciado, Postnoviciado). 23. Las otras presencias locales (con diversos nombres: loca, hospitia, residentia...) deben estar en conexión con una Guardianía y reguladas por Estatutos particulares (que especifiquen los derechos, deberes y responsabilidades para la vida y la misión de la Orden, en comunión con la Fraternidad provincial). 24. No se permita a ningún hermano vivir solo, salvo a título de excepción y por causas graves y especiales. Parte II.- Nivel Universal
25. Las tareas del Definidor general consisten en ser consejero del Ministro general en cuanto a la vida de la Orden, su delegado para las Provincias y animador de la vida evangélica de la Orden y de las Entidades. Los Definidores son elegidos para toda la Orden. 26. Cada uno de los Definidores generales es elegido sobre la base de su preparación y de su capacidad para la animación y el gobierno, de sus competencias en diversas áreas de la vida de la Orden, de su capacidad de vivir en una Fraternidad internacional y de trabajar en grupo, y de su disponibilidad para las lenguas y para la inculturación. 27. En la elección de los Definidores debe tenerse en cuenta el criterio de la internacionalidad, pues el Gobierno general de la Orden debe reflejar, en cuanto sea posible, la diversidad étnica, cultural y geográfica de la Orden. 28. La duración del oficio de Ministro general, de Vicario general y de Definidor general es de 6 años, con la posibilidad de ser reelegido para otros seis años. 29. Para la reelección del Ministro general, del Vicario y de los Definidores generales se requiere mayoría de dos tercios de los votos en la primera votación. II B - Consejo Plenario de la Orden 30. El Consejo plenario de la Orden es convocado por el Ministro general cuando lo pide el Capítulo general, cuando parece oportuno al Ministro general con el consentimiento del Definitorio general o cuando lo pide la mayoría de las Conferencias. 31. Cada Conferencia envíe dos Delegados al CPO. Parte III.- Nivel
Intermedio 32. Las Conferencias deben ser reestructuradas para adaptarlas a las nuevas situaciones. 33. Para constituir o reestructurar las Conferencias de Ministros provinciales y de Custodios es necesario tener en cuenta la cercanía geográfica, el número de Provincias y de otras Entidades, las lenguas y las culturas. 34. Todas las Provincias, Custodias y demás Entidades deben pertenecer a una Conferencia. 35. La Conferencia es erigida por decreto del Ministro general con el consentimiento de su Definitorio, previa consulta a las Entidades locales, verificadas las condiciones para su funcionamiento efectivo. 36. Las tareas y las facultades de las Conferencias pueden ser, entre otras: -- La organización de las respectivas partes de la Orden y la atención en la participación y en la ayuda que hay que prestar al Ministro general en el gobierno y en la animación de la Orden. -- El juicio sobre la creación, la unión o la supresión de Entidades en el propio territorio y la ayuda para llevarlas a cabo. -- El apoyo de la vida, de la formación y de la misión de los Hermanos en su territorio y las actividades de evangelización misional y de implantación de la Orden en los territorios de misión. -- La ayuda personal y material a las Entidades de la Conferencia y de fuera de la Conferencia en dificultad y en necesidad. -- La facultad de emanar decisiones vinculantes según los Estatutos propios y con la aprobación del Ministro general. 37. Para que la promoción de la coparticipación en el gobierno y la consulta sean eficaces, el Ministro general y su Definitorio están obligados a encontrarse con cada Conferencia o grupo de Conferencias al menos una vez en el sexenio: -- Para tratar los asuntos que afectan a la vida de los Hermanos y al desarrollo de las comunicaciones interprovinciales y de la solidaridad. -- Para promover la coparticipación de los recursos en la Fraternidad universal. -- Para consultar, de manera adecuada, sobre la supresión, la erección y la unión de Entidades. -- Para comunicar los asuntos de importancia para toda la Orden. -- Para facilitar una estructura de diálogo sobre las cuestiones de gobierno y de dirección. -- Para promover el desarrollo de la «capacidad de gobierno» a nivel internacional como preparación a las nuevas elecciones y a la descripción del Definitorio general. 38. El Definitorio general reúnase con los Presidentes de las Conferencias al menos cada dos años. 39. Las Conferencias, en unión con el Ministro general y su Definitorio, deberían fomentar el desarrollo de asociaciones como «zonas de interacción» con la tarea de promover la comunicación y la coparticipación en los intercambios entre las Conferencias y las otras Entidades. 40. Las Conferencias pluriculturales pueden crear Subconferencias para tratar temas específicos. 41. El Consejo plenario recomienda que las Conferencias de un mismo Continente establezcan una organización permanente (por ejemplo, Presidencia y Secretaría, incluyendo a los Definidores generales del Continente) para la animación de proyectos comunes: formación, estudios, evangelización, justicia, paz y salvaguardia de la creación. Que estas Entidades continentales se reúnan periódicamente. Parte IV.- Otras Cuestiones 42. Estudio de las lenguas: a) Que todos los Hermanos estudien al menos una lengua diversa de la propia. b) Las lenguas oficiales pasivas de la Orden sean el inglés, el italiano y el español. c) Los Centros Académicos de la Orden empleen las lenguas oficiales. ORIENTACIONES PARA EL
DEFINITORIO GENERAL a) Modos de elección del Definitorio general 1. Cada uno de los Definidores es elegido siguiendo el mismo procedimiento empleado en el sistema actual para elegir al Ministro general y al Vicario general. Los elegidos son Definidores par la Orden entera. Pl 19; NPl 18; Abs 2 2. Nueve meses antes del Capítulo general, cada Conferencia presentará dos Candidatos para Definidor general de entre sus propios miembros y otros dos de fuera de la Conferencia. La lista completa se hará pública antes del Capítulo general. Pl 16; NPl 20; Abs 3 3. Una vez reestructuradas las Conferencias y definidas las regiones territoriales, donde sea necesario, las Conferencias de una Zona territorial presentarán al menos dos candidatos para Definidor general. El elegido representará esta Zona territorial en el Definitorio general, expresión de las diversidades étnicas, culturales, eclesiales y geográficas de la Orden. Pl 19; NPl 18; Abs 3 b) Número de Definidores generales 1. Teniendo en cuenta los criterios de la internacionalidad, de la competencia y de la relación directa entre el Definitorio general y las Conferencias, se confirma la decisión respecto al número de Definidores que haya que elegir en el Capítulo. Pl 14; NPl 16; Abs 7 2. Teniendo en cuenta la internacionalidad y la representatividad cultural, territorial y eclesial, el número de Definidores generales sea doce: nueve elegidos por el Capítulo general y tres por el Ministro general y su Definitorio después de haber consultado a los Presidentes de las Conferencias. Pl 13; NPl 18; Abs 7 3. Cinco Definidores generales sean elegidos de África, de América del Norte, de América Latina, de Asia-Oceanía y de Europa. Pl 7; NPl 24; Abs 8 4. Cinco Definidores generales sean elegidos de las cinco áreas geográficas (África, América del Norte, América Latina, Asia-Oceanía y Europa). Otros tres Definidores generales sean elegidos de toda la Orden. Pl 22; NPl 12; Abs 6 5. Además del Secretario general, deben ser miembros del Definitorio general con voz consultiva: el Procurador, el Secretario general para la Formación y los Estudios, el Secretario general para la Evangelización y el Ecónomo general. Pl 7; NPl 29; Abs 3 6. Siete Definidores generales sean elegidos de las áreas geográficas (tres de Europa, uno de África, uno de Asia-Oceanía, uno de América del Norte, uno de América Latina) y uno sea elegido por el Ministro general. Pl 13; NPl 10; Abs 13 * * * Las propuestas de los coetus sobre los "Grupos" intermedios y sobre las Casas dependientes del Ministro general no han sido sometidas a votación. Han sido confiadas al Definitorio general. 1.- «Grupos» intermedios A) a) Institucionalizar los encuentros del Gobierno general con los nuevos Ministros provinciales y Custodios, y con los Visitadores generales. b) Potenciar las reuniones del Gobierno general con los Presidentes de las Conferencias, como una forma de consejo y de participación en la animación y en las decisiones de la Orden. c) Institucionalizar los cursos, los tiempos sabáticos y los congresos para Formadores y Guardianes, a nivel internacional y regional. d) Institucionalizar un curso teórico y práctico para Formadores en el Pontificio Ateneo Antonianum. B) a) Se reconoce el valor de los grupos intermedios ya experimentados. b) Se pide al Definitorio general que continúe buscando formas adecuadas para incrementar la unidad y la comunión en la Orden, sin fijarlas en fórmulas jurídicas. C) a) Continúense los encuentros con los nuevos Ministros provinciales y Custodios. b) Continúense los encuentros con los Visitadores generales. c) Continúese la celebración de congresos internacionales y de encuentros por sectores. d) Todo Definitorio general debe procurar continuamente encontrar los modos más adecuados para incrementar la unidad y la comunión en el seno de la Orden, sin fijarlos en formulaciones jurídicas, sino teniendo más bien en cuenta las experiencias vividas. 2.- Casas dependientes del Ministro general A) a) Que el Definitorio general nombre una comisión para que estudie las diversas posibilidades de administrar las Casas dependientes del Ministro general (por ejemplo, la creación de una Custodia internacional). b) Potenciar el Pontificio Ateneo Antonianum como Centro de Estudios de la Orden buscando nuevas formas de financiación. c) Que el Pontificio Ateneo Antonianum promueva y coordine una relación más estrecha con los Centros de Estudio y los Institutos de Investigación existentes en la Orden. B) a) Recomendamos que las actuales Casas dependientes y unidas al Ministro general y que sirven al bien de toda la Orden sean integradas en una Custodia autónoma. b) Recomendamos la creación de una red de Centros Científicos de la Orden. c) Recomendamos que en cada Capítulo general sea presentado un plan de financiación de los gastos extraordinarios de las Casas que están al servicio de la Orden. C) a) Las Casas dependientes del Ministro general son estructuras preciosas de crecimiento del sentido de la Fraternidad internacional. En particular, el Pontificio Ateneo Antonianum sigue siendo un importante Centro de Estudios a nivel de toda la Orden. La problemática concerniente a estas Casas es muy compleja y desconocida por gran parte de los Consejeros, por lo que se pide que el tema sea estudiado por una comisión. b) Intensifíquense las relaciones entre el Pontificio Ateneo Antonianum y los otros Centros de estudio de nivel local. D) a) Créese una comisión para el estudio de la gestión de las Casas dependientes del Ministro general, para que el Ministro general quede más libre para el servicio a la Fraternidad Universal. Preséntese un informe en el próximo Capítulo general. b) Nos congratulamos por el progreso hecho por el Pontificio Ateneo Antonianum con la colaboración de la comisión para la potenciación del Pontificio Ateneo Antonianum. Pedimos que las relaciones entre los Centros de Estudios de la Orden sean potenciadas mediante la afiliación al Pontificio Ateneo Antonianum o con el intercambio de personal y de recursos. CONCLUSIÓN El mensaje evangélico de Francisco de Asís, como el vino nuevo del que habla el Evangelio, parece destinado a «reventar los odres» de las estructuras en todas las épocas. Parece que Francisco repita a cada generación aquello que dijo antes de morir: «Por mi parte he cumplido lo que me incumbía; que Cristo os enseñe a vosotros lo que debéis hacer» (LM 14,3b). Debemos responder hoy a este reto. No podemos contentarnos con acomodar el dinamismo de la forma de vida o con forzarlo oprimiéndolo en estructuras repetitivas y que se dan por supuesto: correríamos el riesgo de sofocar la fuerza profética de nuestra vocación. Nuestro mundo está cada vez más desestructurado y extraviado. Está a la búsqueda de valores. Por eso, seguirá provocándonos e interpelándonos. Somos testigos de momentos trágicos, de sufrimiento y de oscuridad. El futuro positivo de la humanidad dependerá de la capacidad que tengamos de transmitir a las generaciones de mañana razones de vida y de esperanza (cf. GS 31) y de ser instrumentos de paz, «pontífices» (constructores de puentes), generadores de medios y de modos de comunión. El Pobrecillo de Asís supo responder a las expectativas de su tiempo actualizando el Evangelio y dando testimonio de él, proponiéndolo con inmediatez como un valor revolucionario que hace soñar también al hombre de hoy; supo transmitir todo esto a su generación creando estructuras relacionales nuevas y suscitando una atracción entusiasta. ¿Cómo podemos responder nosotros hoy? Participando en el sufrimiento de los dolores de parto de un mundo nuevo. Los dolores de parto son signo de que ha llegado el momento del nacimiento de una vida nueva. No se puede retrasar el parto: se corre el riesgo de sofocar la vida para siempre. Tampoco nosotros podemos dar largas: ya no estamos en tiempos de «retocar» nuestra casa, nuestras estructuras. Necesitamos cambios radicales. Mientras pseudovalores «mundanos» y destructivos están invadiendo nuestras «clausuras», debemos convertir de nuevo el mundo, nuestro mundo sediento de Dios, de justicia, de fraternidad, de paz, en nuestro «claustro». Saber leer y captar la urgencia de los tiempos que estamos viviendo es el reto histórico que nos espera, un reto que sólo podemos afrontar en la fidelidad a nuestro proyecto evangélico con simplicidad y radicalidad, esforzándonos en transmitirlo auténticamente. En estos días hemos tenido la gracia de una experiencia de libertad en la acogida recíproca, abriéndonos unos a otros y superando los prejuicios que oscurecen la imagen que Dios ha colocado en cada hombre: es el único camino que nos permite salir del círculo oscuro de nuestros miedos, de nuestras inseguridades, de nuestras defensas y cerrazones. No renunciemos nunca a vivir lo que la Regla nos pide: «Y dondequiera que estén y se encuentren los hermanos, condúzcanse mutuamente con familiaridad entre sí. Y exponga confiadamente el uno al otro su necesidad, porque si la madre nutre y quiere a su hijo carnal, ¿cuánto más amorosamente debe cada uno querer y nutrir a su hermano espiritual?» (Rb 6,7-8). |
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