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DIRECTORIO FRANCISCANODocumentos Pontificios |
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Queridos hermanos: 1. Es para mí una gran alegría acogeros en audiencia especial a todos vosotros, que estáis empeñados durante estos días en la profundización de un tema de gran importancia en el ámbito de la vida consagrada: la formación permanente. Tras dos encuentros internacionales, dedicados al estudio de la formación durante el período del noviciado y después de él, celebráis ahora este tercer congreso para los responsables y animadores de la formación permanente de vuestra Orden. Y sois precisamente vosotros, que procedéis de todas las Conferencias de la Orden y que pertenecéis a casi cuarenta naciones diversas, la mejor prueba del empeño con el que vuestro instituto pretende hacer frente al gran desafío de la continua renovación espiritual de sus miembros. Me congratulo con vosotros por la solicitud y atención que prestáis a los problemas de la sociedad actual; me complazco sobre todo por vuestra fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia en todo lo concerniente a la preparación de vuestros candidatos y de todos los hermanos capuchinos. Saludo con estima y afecto al Ministro general de la Orden, fray Flavio Roberto Carraro; os saludo a cada uno de vosotros y a vuestras comunidades. Así mismo quisiera hacer llegar mi pensamiento cordial a todos vuestros hermanos empeñados en el testimonio evangélico y en el apostolado en tantas regiones del mundo. 2. La formación permanente, como vosotros mismos recordáis en los documentos de este Congreso, debe ser comprendida como el proceso continuo de promoción integral de cada uno de los frailes y de las fraternidades. Concierne a la adaptación conveniente de las estructuras, con el fin de hacer cada vez más significativa y eficiente la calidad de vuestro testimonio religioso y de vuestras actividades apostólicas. Se refiere al redescubrimiento del carisma específico franciscano-capuchino, que responde a los «signos de los tiempos» en la Iglesia y en la sociedad contemporánea. Proseguid así vuestra misión singular en el mundo de hoy, sin abandonar los valores del pasado. La formación permanente es, en definitiva, una renovación constante, dinámica y creativa de vuestra vocación capuchina. Por tanto -como ya tuve ocasión de recordar-, os recomiendo que, en los programas formativos y en las elecciones comunitarias, coloquéis siempre en primer lugar el valor fundamental de vuestro carisma: la vida evangélica fraterna, sostenida sobre todo por el espíritu de oración. 3. Muchos son los obstáculos que encontráis en este camino: es necesario afrontarlos siempre con realismo, conciencia y visión seria, orgánica y global. Me congratulo por vuestro empeño y formulo votos por el éxito del esfuerzo que estáis realizando. El «Plan general de formación permanente de los frailes menores capuchinos», que habéis elaborado durante los trabajos de este Congreso, constituirá una ayuda valiosa para toda la Orden y os hará dignos epígonos de vuestro santo fundador, Francisco de Asís. Tened siempre ante vuestros ojos su figura excepcional: la imagen de un hombre con el corazón de peregrino y extranjero, siempre en camino por el sendero de la fidelidad al Evangelio y atento a las necesidades de los hermanos. Antes de morir pronunció su «profesión de fe» en la vida consagrada como empeño auténtico de formación continua. «'¡Comencemos, hermanos -dijo-, a servir al Señor Dios, pues escaso es o poco lo que hemos adelantado!' No pensaba haber llegado aún a la meta, y, permaneciendo firme en el propósito de santa renovación, estaba siempre dispuesto a comenzar nuevamente...», «estaba siempre pensando en emprender cosas más perfectas...» (1 Cel 103). Que el ejemplo de san Francisco y la protección de María, la Virgen fiel, os ayuden a recorrer en un clima de renovación espiritual, es decir, de auténtica formación permanente, vuestro itinerario de vida evangélica. Con mi bendición apostólica. [Selecciones de Franciscanismo, vol. XX, n. 60 (1991) 462-463] |
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