DIRECTORIO FRANCISCANO
ENCICLOPEDIA FRANCISCANA

JOAQUÍN COMPANY SOLER, OFM
(1732 - 1813)

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Nació en Penáguila, provincia de Alicante en España, el 3 de enero de 1732; vistió el hábito franciscano el 14 de enero de 1747 e hizo la profesión solemne el 15 de enero de 1748 en el convento de San Francisco, de Valencia. A los 23 años ganó por oposición la cátedra de artes y, después, la de teología moral y escolástica; y por los grados de lector jubilado, definidor de la Provincia (1775), ministro provincial (1778), definidor general y comisario general de la Familia Cismontana (1789), fue elevándose hasta ocupar la suprema dignidad de ministro general de la Orden en 1792, puesto que, por disposición del Romano Pontífice y habida cuenta de sus extraordinarias dotes de gobierno, conservó hasta el año 1806, a pesar de haber sido nombrado por Pío VII al Arzobispado de Valencia.

Fue de carácter apacible, noble y generoso y logró tal dominio sobre las pasiones, que ni aún ante las mayores adversidades, perdió su calma habitual. Sus providencias las dictaba siempre tras madura reflexión. Digno sucesor de santo Tomás de Villanueva, su caridad no tenía límites. Además de las numerosas limosnas que repartía diariamente entre los pobres, socorrió con generosidad al convento de Santa María de Jesús y a las obras que en la capilla del beato Nicolás del mismo se hacían; amplió, a sus expensas, la iglesia parroquial de Penáguila, y la dotó de varios beneficios y de valiosas alhajas; regaló, también, magníficos ornamentos a la colegiata de Gandía y a los Santos Lugares de Jerusalén, y finalmente envió cuantiosos recursos a los pontífices Pío VI y Pío VII para aliviar la penuria en que se veían, efecto de la persecución de que eran objeto.

Pero cuando su inagotable caridad se mostró de una manera singular fue en el hambre que afligió a la ciudad de Valencia en 1804. Entonces, para remediarla, hizo traer de Italia, a sus expensas, 1.500 cahices de trigo, bordeando para ello mil dificultades, y, como escribe Olmos Canalda (Los Prels. Vals., p. 268) con ellos alimentó «a más de mil pobres cada día hasta el año 1808».

Movido por todo esto y secundando los deseos de la Santa Sede, Carlos IV, con fecha 15 de marzo de 1808, lo propuso al Papa para el Cardenalato; pero, a pesar de que estos eran también los deseos del romano pontífice, el nombramiento no pudo tener lugar, porque la guerra de la Independencia impidió la celebración del Consistorio que debía elevarlo a tan alta dignidad (Olmos, p. 272).

Durante la guerra de la Independencia dio grandes pruebas de su ardiente caridad y de su valor cívico. Nombrado Vicepresidente de la Junta Superior de Gobierno del Reino Valenciano, en 1808, actuó siempre con tal prestigio y autoridad, que logró calmar varios tumultos y salvó la vida a no pocos franceses residentes en la ciudad de Valencia, y a los que estaban encerrados en la Ciudadela, librándoles de los malvados y asesinos que pretendían satisfacer en ellos venganzas personales y pescar en el río revuelto de los acontecimientos políticos. Y cuando, en junio de aquel mismo año, el mariscal Moncey llegó a las puertas de Cuarte de Valencia, intentando asaltar la Ciudad y apoderarse de ella, nuestro arzobispo Company se presentó en las inmediaciones de las murallas, en lo más recio del combate, alentando con su palabra a los defensores de la ciudad, consolando a los heridos y socorriendo a los necesitados. De esta manera, contribuyó, no poco, a hacer fracasar los planes del mariscal francés que, derrotado, fue puesto en fuga.

Materialmente agotado por efecto de los arduos trabajos que sobre él pesaban, se retiró a descansar a Gandía. Aquí recibió la noticia de que las tropas del mariscal Suchet, que habían comenzado de nuevo a invadir nuestro reino valenciano, habían conseguido finalmente apoderarse de la ciudad de Valencia el 9 de enero de 1812. Entonces, cuando todos le proponían que huyera embarcando para Mallorca, lugar seguro donde se encontraban ya varios prelados de las regiones dominadas por el extranjero, no quiso hacerlo, sino que corrió a ponerse al frente de su amada grey, prefiriendo correr su misma suerte. Escoltado por tropas francesas desde Silla, entró en Valencia, hospedándose donde las autoridades francesas le ordenaron, que fue en la Casa de la Inquisición, hoy Palacio de los Marqueses de Sardeñola, en la Calle de Navellos, donde continuó vigilado.

Esto no obstante, con su amable índole, su moderación ejemplar, y su fina política, sin abdicar un punto de sus deberes, supo dominar la situación y cautivarse muy pronto la voluntad de Suchet y de los demás jefes y oficiales franceses. Gracias a su mediación, cesaron los fusilamientos, se abrieron los templos cerrados, restablecióse el culto divino, los sacerdotes ejercieron libremente su ministerio, se cerraron dos logias masónicas, la paz volvió a imperar en Valencia, y su muerte, ocurrida el 13 de febrero de 1813, fue sentida aun por los mismos franceses, que dispusieron su entierro con toda la magnificencia y pompa fúnebre que correspondía, entonces, a un mariscal del Imperio.

Como escribe Olmos (p. 271) «vestía de religioso, siempre muy limpio; vivía pobre y remediaba cuantas necesidades se le mostraban».

Cuando en 1792 fue elevado al Generalato de la Orden, dio incremento al estudio de la Teología Positiva, al exhortar a los Lectores a beber su doctrina en las puras fuentes de la Sagrada Escritura y de la Tradición.

Estaba condecorado con la gran cruz de Carlos III y era académico de la de San Carlos.

Escribió varias obras, de las que fueron impresas: Vida del Beato Nicolás Factor (Valencia, por José y Tomás de Orga, 1787, en 4º, pp. XVIII-408); Oración panegírica de San Luis, Rey de Francia (Valencia, Esteban Dolz; en 4º, 1769) y numerosas Cartas Pastorales, escritas unas como provincial, otras como general de la Orden y otras, finalmente, como arzobispo.

Cf. Colomer, II, 68; I, a. 1778; Fuster, 347-9; Espasa, t. 14, p. 737; Rico, I, 198-201.

[Conrado Ángel, OFM, Religiosos ilustres de las Seráficas Provincias de Valencia. Impreso en Petra (Mallorca), en 1988, pp. 200-202]

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JOAQUÍN COMPANY SOLER, OFM

Arzobispo de Zaragoza de 1797 a 1800. Arzobispo de Valencia de 1800 a 1813.

Nació en Penáguila (Alicante) el 3 de enero de 1772. Murió en Valencia el 13 de febrero de 1813.

Hijo de un médico, a los cinco años, huérfano de padre y protegido por su tío materno, fue internado en el colegio de los Jesuitas de Gandía. A los 15 años, el 14 de enero de 1737, ingresó como religioso en el convento de San Francisco de Valencia, haciendo la profesión religiosa al año siguiente. Cursados los estudios de filosofía y teología, a los 23 años ocupó la cátedra de artes y luego de teología moral y escolástica para enseñar a los religiosos de su Orden. Fue guardián, definidor provincial y ministro provincial. En 1782 era nombrado definidor general y diez años después, el 15 de mayo de 1792, Pío VI lo promovió al generalato de la Orden franciscana. Al ser beatificado en 1786 el franciscano valenciano Nicolás Factor, escribió su vida y consiguió los medios económicos necesarios para costear los gastos de la beatificación.

A instancias del rey Carlos IV, Pío VI lo nombró, el 18 de diciembre de 1797, arzobispo de Zaragoza, recibiendo la consagración episcopal en Madrid el 4 de marzo de 1798. Por deseo del Papa continuó ejerciendo la máxima magistratura de la Orden franciscana hasta el 11 de mayo de 1806.

El 2 de agosto de 1800, Pío VII lo promovió al arzobispado de Valencia, tomando posesión, en su nombre, Antonio Roca, canónigo de la Catedral, el 7 de noviembre inmediato. Hizo su entrada en la ciudad de Valencia el 23 del mismo mes. Su nombramiento fue bien recibido por el clero y el pueblo, que conocían y apreciaban sus cualidades. El ser valenciano le facilitó el contacto con la gente y su prestigio aumentó gracias a la nobleza de su ánimo y a su generosidad con los más necesitados, demostrada en particular durante la epidemia de hambre de 1804. En esta trágica circunstancia, que se prolongó durante cinco años hasta 1808, el arzobispo atendió diariamente a más de mil pobres, con 1.500 cahíces de trigo, importados de Italia a sus expensas, salvando mil dificultades, y además con la ayuda del cabildo catedralicio y de otros sacerdotes. Procuró, según las necesidades de las iglesias, que fueran remediadas con ornamentos y otros enseres para que el culto fuese celebrado con dignidad. Quiso que el arzobispado estuviese siempre abierto para todos los que desearan hablar con él.

A partir de 1808 su ministerio pastoral quedó centrado en los acontecimientos que afectaron al Reino de Valencia con la invasión de los franceses. Como vicepresidente de la Junta Superior de Gobierno del Reino, consiguió que no hubiese daños mayores en la Ciudad y en la Diócesis. Al ocupar la ciudad de Valencia los franceses, en vez de huir a Mallorca, como se le proponía, prefirió quedarse entre sus diocesanos, para ayudarles en la triste situación que atravesaban. Respetado por los franceses, intercedió por el pueblo y por el clero. Se abrieron los templos y se restableció el culto, pudiendo libremente ejercer su ministerio los sacerdotes. Empleó a cuantos jornaleros le fue posible en la reedificación del palacio arzobispal y en la reparación de las iglesias. Consiguió que muchos condenados por conspiración fueran perdonados.

La guerra de la Independencia fue, pues, el acontecimiento central de su ministerio pastoral a partir de 1808, pues trató de impedir daños mayores a la ciudad y diócesis, gracias a su cargo político de vicepresidente de la Junta de Gobierno para la que se le nombró ese mismo año. La actitud del arzobispo hacia los invasores cambió radicalmente a raíz de la caída de la ciudad en 1812, pasando de una hostilidad inicial a una abierta colaboración con ellos, merced a la cual Suchet suspendió el saqueo de Valencia, impidió que el clero secular fuese conducido a Francia y permitió que en la ciudad se celebrase el culto con toda normalidad y que no se abriesen logias masónicas.

La amistad entre el mariscal y el arzobispo favoreció al clero y evitó conflictos frecuentes con las autoridades invasoras. Sin embargo, esta conducta no fue compartida por muchos sacerdotes, que abandonaron las parroquias y se alistaron en las partidas de guerrilleros para luchar contra los franceses. Company, el 13 de febrero de 1812, ordenó a estos párrocos que volvieran a sus parroquias, amenazándoles en caso contrario con declarar vacantes los curatos y sacarlos a concurso para su provisión. Otro conflicto era provocado por los que ponían dificultades para bendecir el matrimonio canónico de los guerrilleros desertores, a quienes Suchet ofreció facilidades y garantías para que abandonasen la lucha armada y la resistencia a ultranza. El 1 de diciembre de 1812 publicó Suchet un decreto prohibiendo que a dichos desertores se les negase el matrimonio canónico por el hecho de serlo, y el arzobispo Company apoyó esta decisión en una carta pastoral dirigida al clero el 26 del mismo mes y año. En ella demostró una vez más su espíritu de colaboración con los franceses y elogió el gobierno que habían impuesto a Valencia.

Sin embargo, no pudo evitar el arzobispo Company la supresión de los religiosos, decretada por el gobierno de Madrid y aplicada en Valencia por Suchet el 23 de febrero de 1813. A los regulares se les prohibió continuar la vida comunitaria, pero a las religiosas se les toleró, aunque la política de Suchet hacia ellas no siempre fue coherente y definida. En efecto, a primeros de abril de 1812 había publicado un decreto en virtud del cual se concedía a todas las religiosas de Valencia una pensión diaria de seis reales de vellón, a la vez que todos los conventos femeninos de Valencia pasaron a depender de la Administración de Bienes Nacionales. Pero muy pronto pudo ésta comprobar que la pensión de los seis reales diarios otorgada a cada religiosa a cambio de la cesión de sus propiedades superaba con creces las rentas que producían dichos bienes nacionalizados. De ahí que el 29 de junio de 1812 Suchet se vio obligado a dar un nuevo decreto estableciendo que todos los bienes de las religiosas volvieran a ser administrados por ellas, lo cual les afectó gravemente, pues sacaban menos provecho de ellos que de la pensión diaria establecida por el mariscal francés.

Tras la supresión de los conventos de varones y consiguiente expulsión de los frailes se extendió el pillaje a los edificios abandonados, por lo cual el gobernador militar, barón Robert, el 27 de enero de 1812 ordenó al Ayuntamiento la custodia en la universidad del patrimonio histórico-artístico de los citados conventos.

El arzobispo Company apoyó las medidas del general Suchet contra los regulares y lamentó que muchos de ellos militasen en las bandas rebeldes provocando escándalos entre el pueblo. La amistad del arzobispo con los franceses fue premiada con la concesión de la gran banda de la Orden Real de España, creada por el rey José Bonaparte para agradecer los servicios prestados por los adictos a la nueva monarquía. El cabildo catedralicio felicitó al arzobispo por esta distinción y celebró una misa solemne con Te Deum para dar publicidad al hecho.

Buena parte del clero secular siguió el ejemplo del arzobispo en contraste abierto con los religiosos, que tomaron en su mayoría la vía de la rebelión, de la guerrilla y de la lucha armada frente a los invasores. Por ello la represión de los franceses fue implacable y muchos religiosos fueron ejecutados. En Sagunto, el 18 de enero de 1812, fusilaron al provincial de los mercedarios, Pedro Pascual Rubert (Valencia 1764-Sagunto 1812), que había participado en 1808 en la sublevación contra los invasores e intervenido en la Ciudadela para que no fuesen asesinados los comerciantes franceses residentes en la ciudad y formó parte de la Junta de defensa por designación popular unánime. Con él cayeron, por orden de Suchet, el guardián de los Capuchinos, fray José de Jérica, el maestro de novicios, fray Gabriel Pichó, fray Faustino Igual y el dominico Vicente Benet.

Destacados miembros del cabildo catedralicio mostraron adhesión incondicional al nuevo régimen, como el penitenciario Joaquín Mas, que pronunció el sermón de la fiesta de acción de gracias, celebrada con motivo de la toma de la ciudad por los franceses. Pero en 1814, en plena restauración absolutista, este canónigo era detenido, procesado y desterrado durante diez años de Valencia y privado de su empleo, emolumentos, gracias y prerrogativas civiles. El lectoral Pascual Fita, que obtuvo esta prebenda en septiembre de 1812, en un sermón pronunciado en la Catedral comparó la entrada de Suchet en Valencia con la de Jesucristo en Jerusalén. El canónigo Gregorio Piquer pronunció la oración fúnebre de Company alabando su conducta con los franceses, y su compañero Icart condenó en un sermón a los guerrilleros y pidió al gobernador francés que fuesen castigados y exterminados. El doctoral Tomás Naudín, condecorado por el gobierno invasor, fue elegido gobernador de la diócesis por el cabildo en 1813, cuando falleció el arzobispo. Fue una medida de oportunismo político de los canónigos para granjearse la simpatía de los ocupantes.

La colaboración del arzobispo y del clero permitió el desarrollo normal de la vida religiosa en Valencia. Actos de culto, procesiones y festividades se celebraron con la solemnidad habitual. El cabildo se empeñó en la restauración de la Catedral bombardeada a pesar de las dificultades económicas. El general Suchet asistió todos los domingos a misa en la Catedral acompañado de sus tropas formadas.

La gravedad de la situación, la avanzada edad del prelado, que había cumplido los ochenta y un años, y los trabajos y sinsabores minaron su existencia en febrero de 1813, y provocaron su muerte el día 13. Su entierro fue una manifestación popular de gratitud al prelado tanto por parte de los valencianos como de los invasores. Enterrado en la capilla de la Purísima de la Catedral. Su muerte evitó que se le procesara por colaboracionismo, por no haber querido abandonar la diócesis como otros prelados que se retiraron a Mallorca y se unieron a los obispos y arzobispos procedentes de territorios ocupados por los franceses. A quien le criticaba por haber permanecido siempre en Valencia y mantenido buenas relaciones con los franceses, respondió Company recordando la parábola evangélica del buen pastor que no abandona a su rebaño en el momento de peligro. La prudencia del arzobispo, su inteligencia y buen sentido, y su solidaridad con el pueblo hizo que no se produjeran mayores males de los que hubo. El 5 de julio, unos meses después de su muerte, Valencia quedaba libre de los franceses.

Bibliografía: R. Ritzler - P. Séfrin, Hierarchia, VI, 137; VII, 123, 387; Fuster, Biblioteca valenciana de los escritores..., II, 347-353; Olmos, Prelados Valentinos, 265-273; Llin, Arzobispos, 155-156. El sacerdote historiador Pascual Boronat y Barrachina dejó inédito un Estudio crítico y bibliográfico del Arzobispo de Valencia, Fr. Joaquín Company.

[V. Cárcel Ortí, Obispos y sacerdotes valencianos de los ss. XIX y XX. Valencia 2010, pp. 39-41]

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JOAQUÍN COMPANY SOLER (1800-1813)

Al franciscano Joaquín Company Soler le tocó vivir como arzobispo de Valencia la crítica situación creada por la ocupación de los franceses en 1808 y la Guerra de la Independencia.

La prudencia del Arzobispo, su inteligencia y buen sentido, y su solidaridad con el pueblo hizo que no se produjeran mayores males de los que hubo.

Nació en el pueblo de Penáguila, diócesis de Valencia y provincia de Alicante, el 3 de enero de 1732. A los 15 años, el 14 de enero de 1737, ingresó como religioso en el convento de San Francisco de Valencia, haciendo la profesión religiosa al año siguiente.

Cursados los estudios de filosofía y teología, a los 23 años ocupó la cátedra de artes, y luego de teología moral y escolástica para enseñar a los religiosos de su Orden.

Fue guardián, definidor provincial y ministro provincial. En 1782 fue nombrado definidor general y diez años después, el 15 de mayo de 1792, el Papa Pío VI lo promovió al generalato de la Orden franciscana.

Al ser beatificado en 1786 el franciscano valenciano Nicolás Factor, escribió su vida y consiguió los medios económicos necesarios para costear los gastos de la beatificación.

A instancias del rey Carlos IV, el Papa Pío VI lo nombró, el 18 de diciembre de 1797, arzobispo de Zaragoza, recibiendo la consagración episcopal en Madrid el 4 de marzo de 1798. Por deseo del Papa continuó ejerciendo la máxima magistratura de la Orden franciscana hasta el 11 de mayo de 1806.

El 2 de agosto de 1800 el Papa Pío VII lo promovió al Arzobispado de Valencia, tomando posesión, en su nombre, Antonio Roca, canónigo de la Catedral, el 7 de noviembre inmediato. Hizo su entrada en la ciudad de Valencia el 23 del mismo mes.

Se preocupó por atender las necesidades de sus diocesanos, a quienes socorrió generosamente. Procuró, según las necesidades de las iglesias, que fueran remediadas con ornamentos y otros enseres para que el culto fuese celebrado con dignidad.

Quiso que el Arzobispado estuviese siempre abierto para todos los que desearan hablar con él.

A partir de 1808 su ministerio pastoral quedó centrado en los acontecimientos que afectaron al Reino de Valencia con la invasión de los franceses.

Como vicepresidente de la Junta Superior de Gobierno del Reino, consiguió que no hubiese daños mayores en la Ciudad y en la Diócesis.

Al ocupar la ciudad de Valencia los franceses, en vez de huir a Mallorca, como se le proponía, prefirió quedarse entre sus diocesanos, para ayudarles en la triste situación que atravesaban.

Respetado por los franceses, intercedió por el pueblo y por el clero. Se abrieron los templos y se restableció el culto, pudiendo libremente ejercer su ministerio los sacerdotes. Empleó a cuantos jornaleros le fue posible en la reedificación del Arzobispado, que se encontraba destruido, y en la reparación de las iglesias. Consiguió que muchos condenados por conspiración fueran perdonados.

Todos los sinsabores que tuvo que asumir fueron minando su salud, falleciendo en Valencia el 13 de febrero de 1813. Su entierro fue una manifestación popular, tanto de valencianos como de franceses. Sus restos mortales fueron inhumados en la capilla de la Purísima de la Catedral de Valencia.

Unos meses después de la muerte del prelado, el 5 de julio, Valencia quedaba libre de los franceses.

[A. Llin, Arzobispo y obispos de Valencia. Valencia 1996, 155-156]

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JOAQUÍN COMPANY Y SOLER (1732-1813)

Religioso español nacido en Penáguila (Alicante) el 3 de enero de 1732 y muerto en Valencia el 13 de febrero de 1813.

Hijo de un médico, quedó huérfano a los 5 años, pasando a Gandía al cuidado de un tío, quien le educó en los jesuitas. Se hizo franciscano en Valencia, catedrático de Artes en 1755 y, después, de Teología moral y escolástica. Autor de Oración panegírica de San Luis Rey de Francia, en la solemne fiesta que celebró la Nación Francesa en la iglesia de religiosas capuchinas de la ciudad de Alicante en el día 25 de agosto de 1769 (Valencia, 1769).

Fue elegido guardián, definidor de provincia y ministro provincial, y en 1782 ministro general de la Orden. Escribió Vida del beato Nicolás Factor (Valencia, 1787), fue comisario general de la Orden franciscana, 1789, y finalmente General de la misma por nombramiento de Pío VI, el 15 de mayo de 1792. Publicó Lettera pastorale (Cesena, 1793), Carta circular... a todos los conventos, colegios y monasterios... de España con motivo de las rogativas públicas (Barcelona, 1793).

Arzobispo de Zaragoza, consagrado el 4 de marzo de 1798, siguió al mismo tiempo de General de la Orden, dio un Edicto... al objeto de que se cumpla la Real Cédula que manda enajenar los bienes raíces pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de misericordia, de reclusión, etc. (Zaragoza, hacia 1798), Carta pastoral, que con motivo de las urgencias de la presente guerra, dirige a sus amados párrocos y demás diocesanos (Zaragoza, 1798), Edicto... conteniendo un Breve de Pio VI por el cual se autorizaba el año de 1799 y a causa de la guerra, comer huevos, queso, etc. (Zaragoza, 16 de marzo de 1799), Edicto... dando traslado de la orden del Rey ordenando se cante un Te-Deum y se iluminen y adornen edificios por la elección de Pío VII (Zaragoza, 8 de abril de 1800).

Trasladado a Valencia el 11 de agosto de 1800, fue condecorado con la gran cruz de Carlos III, 15 de diciembre de 1802, y cesó en el generalato el 14 de mayo de 1806. Publicó tres proclamas A todos nuestros curas párrocos (Valencia, 1805-1806), sobre las hostilidades inglesas contra el pabellón español, la subsistencia de los pobres, y comunicando una orden recibida del Consejo de Castilla. Fue vocal de la Junta de Valencia, y segundo firmante del manifiesto del 3 de junio de 1808, publicó una Pastoral, en Valencia el 22 de julio de 1808, y A todo el clero secular y regular de nuestro arzobispado (Valencia, 24 de abril de 1809), manda se entreguen cuantas iglesias posean las iglesias. Asimismo, su firma aparece al pie del escrito enviado a algunas juntas provinciales, solicitando su apoyo al documento del marqués de la Romana sobre la cuestión de la Regencia, 19 de noviembre de 1809.

Durante el primer sitio de Valencia por Suchet en marzo de 1810 cayeron sobre él sospechas de colaboracionismo. Cuando los franceses entraron en Valencia se encontraba en Gandía. Suchet le llamó, por lo que regresó a la capital el 18 de enero de 1812. Desde entonces colaboró estrechamente con los ocupantes. Publicó en la Gaceta, del 13 de febrero de 1812, una circular en la que exhortaba a los párrocos a obedecer a las autoridades, y otra el 1 de marzo de 1812, en la que exhortaba a los párrocos para que no se negaran a casar a los desertores de la guerrilla, y en otra reconvenía las malas costumbres de los párrocos, aludiendo indirectamente a que muchos capitaneaban guerrillas. Por todo ello José I le otorgó la gran banda de la Orden Real de España, el 4 de julio de 1812.

Bibliografía: Archivo Histórico Nacional. Estado, leg. 2D. Catálogo A. Mateos, enero 1993. Diario Mercantil de Cádiz, n. 28, 28 de julio de 1812. Gazeta de Zaragoza, n. 54, 11 de junio de 1808. Guía del estado eclesiástico seglar y regular de España. Madrid, 1795-1862. PÁEZ RÍOS, Elena: Iconografía hispana. Madrid, 1966. 5 vols. PALAU Y DULCET, Antonio: Manual de librero hispanoamericano. 2ª ed. Barcelona, 1948-1977.

[Autor: A. Gil Novales. Texto extraído de http://www.mcnbiografias.com/]

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