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DIRECTORIO FRANCISCANOEspiritualidad franciscana |
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La búsqueda metodológica que tenemos ante los ojos, como problema actual, en lo referente a la espiritualidad franciscana, es la siguiente: cómo plantear hoy, de forma sistemática, un tratado sobre la espiritualidad franciscana. Tiempo atrás, elaboramos ya un planteamiento que nos parecía coherente y que integraba las diversas orientaciones de entonces. Pero la evolución sucesiva de los estudios en torno a la misma espiritualidad; el Vaticano II, que ha indicado nuevos horizontes y estimulado nuevas formas en la organización de los estudios eclesiásticos; las distintas actuaciones y orientaciones de los cursos en los centros de cultura de la Iglesia, que acusan evidentemente una fase de incertidumbre y de búsqueda; todo ello nos aconseja buscar de nuevo, con tentativas y experiencias múltiples, el llegar algún día a un cierto acuerdo entre los estudiosos, al menos implícito, sobre una fórmula aceptable; cosa que probablemente se encuentra aún lejana. El planteamiento metodológico, sin embargo, aunque se tenga presente, no es el objeto directo del presente estudio, en el que más bien recogemos material de construcción... Y, reflexionando sobre la realidad concreta, tanto de los estudios como de los intentos de actuación práctica, nos parece que podemos indicar, como directrices fundamentales de enfoque, cuatro aspectos o sectores en los que se manifiesta hoy preferentemente la espiritualidad franciscana. Son los siguientes: - Orientación histórica: considera la espiritualidad franciscana como un fenómeno concreto en la evolución de los tiempos, tal como apareció en sus orígenes, en la inspiración y en la vida de S. Francisco, y tal como se ha desarrollado a lo largo de las diversas épocas en que se ha «encarnado». - Orientación sistemática: contempla la espiritualidad franciscana en su naturaleza, esencia y componentes, desde el punto de vista doctrinal y especulativo. - Un tercer aspecto que llamaríamos orientación vital: partiendo de la realidad franciscana de hoy, y fijándose especialmente en aquellos fenómenos que parecen más nuevos y distanciados de la tradición, examina e investiga en qué medida están conformes y radicados en el concepto esencial y sustancial de la espiritualidad franciscana, perennemente válida. - Orientación de trasferencia: empleamos este término para indicar el esfuerzo por «traducir» al lenguaje moderno la realidad franciscana originaria, de modo que -aun perdiendo las adherencias no auténticas sobrevenidas con los siglos, y las formas contingentes y caducas, propias de la época de los orígenes- conserve la sustancia de su mensaje y se revista de las formas concretas que encajan con nuestra «forma mental» de hoy. De estas cuatro orientaciones, las dos primeras tienen un matiz más bien de estudio y de especulación; las otras dos, por el contrario, están prevalentemente enfocadas hacia las directrices prácticas. En cada uno de estos sectores, aspectos u orientaciones, trataremos de descubrir los elementos que parece útil destacar, cuáles son los problemas que quedan abiertos y atraen mayormente la atención y finalmente, con qué actitudes se afrontan los temas y problemas. No vamos a estudiar todos los temas, problemas y actitudes, sino aquéllos, en particular, que son propios del momento presente, lo que se extiende a todos los campos, tanto especulativo como práctico, y da actualidad a las investigaciones. Además, el criterio de actualidad podría desmenuzarse, especialmente en el campo práctico, donde, por ejemplo, lo que es actual y responde a la necesidad o exigencia de un lugar, no lo es tal para otros lugares. Esto amplía mucho el ámbito de exposición y de búsqueda. 1) ORIENTACIÓN HISTÓRICA Como indica el adjetivo, este enfoque considera la espiritualidad franciscana como un fenómeno histórico que ha incidido en la vida espiritual (y aun, podríamos decir, en la vida cultural) de la Iglesia y del mundo. Lo más característico de esta corriente es la investigación histórico-crítica. Los temas tratados más frecuentemente, en la actualidad, son los que se refieren a la persona misma de S. Francisco, para comprender su verdadero significado, para captar más adecuadamente los sucesos, las palabras, el mismo mensaje de su vida. Relacionados con éstos, tenemos el tema de las fuentes franciscanas, que no se acaba nunca de revisar críticamente, de someter a análisis y profundización. Típicos en esta investigación son, por ejemplo, el grueso volumen del P. Clasen sobre el Espejo de perfección (la «Leyenda antigua de San Francisco») y su estudio sobre la Leyenda de S. Buenaventura; los diversos trabajos del P. Esser sobre el Testamento, la Regla y Escritos de S. Francisco; los múltiples estudios del P. Cambell, etc. Otro tema histórico relacionado con la espiritualidad es la historia misma del movimiento franciscano que, de hecho, es un movimiento espiritual, cuyo desenvolvimiento a través de los siglos puede ofrecer pistas y esclarecimientos a los problemas vitales de hoy. En conexión con esta temática, los problemas que se presentan de inmediato a la reflexión son éstos: Ante todo, el problema fundamental de la lectura de las fuentes. Sabemos perfectamente que cada una de ellas nos presenta a S. Francisco desde una perspectiva y con un «color» propios. ¿Cómo podemos llegar a un conocimiento real y objetivo del fenómeno «Francisco de Asís»? Esta misma realidad y objetividad es otro problema. Nos explicaremos con un ejemplo: en el pasado, quien quería hablar de la obediencia de S. Francisco, de su pobreza, del amor que profesaba a la Eucaristía..., podía contentarse con tomar algunas expresiones de sus Escritos, algunos episodios de su vida, y, confeccionándolo todo con un poco de artificio literario, nos brindaba un bello artículo considerado satisfactorio. Hoy se exige más: queremos conocer con precisión el significado de los términos (filología), el contexto próximo y remoto de los hechos, etc. ¿Por qué? Porque sólo así alcanzamos su verdadera imagen en concreto. Si pasamos a la historia franciscana, especialmente bajo el aspecto de la espiritualidad, se impone el problema de la multiplicidad de las expresiones. Ya no se consiente, por ejemplo, preparar manuales de historia de la Orden de los Hermanos Menores, con partes reducidas y complementarias reservadas a los Conventuales y a los Capuchinos (tal vez, en términos polémicos), y reduciendo a breves apéndices la segunda y la tercera Orden. Es necesario trazar la historia compleja de todo el movimiento franciscano a la luz de este principio: el carisma franciscano se manifiesta en todas las instituciones franciscanas que lo encarnan, globalmente consideradas. De esta exigencia nace el problema de presentar la historia franciscana de forma nueva. Las actitudes que destacan actualmente en el campo de la investigación histórica son, ante todo, las que impone el rigor estrictamente crítico y científico en la investigación y exposición. Una de las más válidas y alentadoras características de los estudios franciscanos recientes, la constituyen las disertaciones profundas, aun sobre temas y argumentos que podrían parecer minúsculos. Semejante planteamiento es básico, indispensable e insustituible para cualquier elaboración posterior, tanto histórica como sistemática. Parte o elemento de esta orientación histórico-crítica es también la investigación del ambiente, histórico o ideológico, referente al dato concreto en cuestión. Esta perspectiva da, no raras veces, óptimos resultados, con frecuencia, incluso nuevos. Y debe aplicarse tanto a la vida de san Francisco como a toda la evolución posterior del franciscanismo. 2) ORIENTACIÓN SISTEMÁTICA Sobre el dato histórico se construye la segunda visual, la orientación sistemática, que ordena entre sí, en justa proporción y adecuada perspectiva, y de forma orgánica, los múltiples componentes o contenidos. La temática de estos contenidos se articula en varios sectores: a partir del concepto mismo de espiritualidad franciscana, insertado en el cuadro más amplio de la espiritualidad católica, se desarrolla la investigación especulativa de los fundamentos filosófico-teológicos que están en la base de las opciones espirituales; se enfoca el análisis de los elementos dinámicos y vitales, aplicados a la ascesis -en el campo de la piedad, del ejercicio de las virtudes, de la acción y del testimonio- desde la perspectiva del misterio de la salvación y de la evolución de los principios espirituales germinales recibidos en el bautismo; se intenta la exposición descriptiva de los caracteres generales y de las actitudes propias de la espiritualidad franciscana, que resplandecen en todas las fases de su actuación. Los problemas relacionados con la temática indicada y que son objeto de estudio particularmente hoy, o al menos se sienten como una exigencia, son: inicialmente, la relación entre espiritualidad en visual histórica y espiritualidad franciscana en perspectiva sistemática; se acomete después la cuestión metodológica del esquema o sucesión de las partes, en cuya construcción intervienen las directrices del Vaticano II y las que se derivan de las exigencias vitales de una mayor centralidad del hombre y de un más agudo sentido pastoral. Sigue el problema de las dimensiones, de los límites, de los varios planos sobre los que se proyecta la espiritualidad franciscana y, consiguientemente, el problema de una definición. Entre los múltiples problemas relativos a uno u otro de los contenidos indicados, asoma el de una profundización, desde la visual franciscana, en las realidades del organismo sobrenatural: gracia, pecado, bautismo, misterio pascual; o también, el del calificativo «franciscano» dado a algunas virtudes consideradas típicas o características de nuestra espiritualidad; o, aún más en particular, el sentido de la evangelicidad del carisma franciscano; etc. (Ghinato, Matanic, Borak, etc.). En cuanto a las actitudes con que se estudia esta temática y problemática, permanece, ante todo, la actitud especulativa que ha caracterizado siempre esta parte. Lo que quisiéramos decir, más bien, es que hoy los estudios especulativos son aún más serios, más empeñativos, más directos sobre temas de espiritualidad franciscana; y fuera de ésta, asumen todavía mayormente tal postura los trabajos que se realizan en el campo de la pura filosofía o teología (a menudo limitados al análisis de un autor o de breves períodos históricos). Estos estudios son muy útiles para la espiritualidad por cuanto existe, en la escuela franciscana, un nexo íntimo entre la teología especulativa y la teología espiritual. Sin embargo, vemos que prevalece con mayor frecuencia la actitud práctica, en contacto con la vida real, y esto coherentemente, por una parte, con el significado mismo de la teología espiritual, destinada al desarrollo de la vida sobrenatural del alma; por otra, con las directrices del Concilio que invitan a dar perspectivas vitales y pastorales a los estudios teológicos; y, por último, con las exigencias mismas de un creciente número de almas que se orientan hacia la inspiración carismática del franciscanismo. Se acentúa, además, en un clima que se ha venido madurando cada vez más en los últimos decenios, el aspecto psicopedagógico de la espiritualidad franciscana. No son raros los estudios que tienen como argumento el modo de enseñar y de promover la vida espiritual en el ámbito de las conquistas de la psicología y de los métodos pedagógicos actuales. (A. S. Riva). 3) ORIENTACIÓN VITAL Cuanto acabamos de decir, nos ha introducido ya en la tercera «orientación» actual de la espiritualidad franciscana, la vital. Podría decirse que, en algún sentido, la orientación vital es lo contrario de la visión histórica, porque mientras ésta considera los acontecimientos del pasado a fin de sacar enseñanzas útiles para el presente, en la visión vital se analizan los hechos y las actitudes del presente y se busca luego la forma de entroncarlos con la tradición y con las bases puestas en el pasado. Es innegable que hoy existen fenómenos de vida franciscana que han brotado casi por inspiración carismática y no por la reflexión sobre las fuentes histórico-espirituales. ¿Hasta qué punto son legítimos? ¿En qué medida son franciscanos? Los temas que aparecen en este sector, el más concreto y práctico, son varios y nuevos. Algunos parecen casi enunciaciones de principios teóricos; son, sin embargo, principios inspiracionales de vida, como por ejemplo: lo que llamamos «inspiración» y «carisma», a los que la doctrina conciliar ha devuelto la carta de ciudadanía, el reconocimiento y respeto en el ámbito eclesial; los principios que estimulan la encarnación en el mundo de los hombres de hoy, compartiendo con ellos ansias y esperanzas; el concepto tan reiterado de servicio; y otros por el estilo. Otros temas son las formas nuevas o renovadas en que el franciscanismo actual trata de expresarse; aquí entran, de modo particular, las «pequeñas fraternidades» que toman las más variadas configuraciones: ascéticas, pastorales, de trabajo, de experimentación educativa, etc.; las fraternidades homogéneas, mixtas, abiertas, etc. (Cf. para toda la temática de esta orientación, la Declaración del Capítulo General OFM, celebrado en Madrid en 1973: La vocación de la Orden hoy, en Selecciones de Franciscanismo núm 6 [1973] pp. 281 y ss.). Los problemas comunes a la temática enunciada son muy numerosos y casi todos están en relación con el prudente equilibrio que debe dirigir la vida de los hombres: en qué medida y bajo qué perspectiva debemos considerar nuestra encarnación o inserción en el mundo, y hacer nuestros sus problemas; los problemas de la inserción y del servicio en el ámbito de la Iglesia local; los eternos problemas de la libertad personal y de la obediencia, hoy agigantados por el valor preeminente que han tomado en la vida y en el pensamiento la libertad y la dignidad de la persona humana, y a causa de la nueva interpretación de la obediencia como corresponsabilidad, diálogo, cte.; problemas en torno a las leyes propias, Regla y Constituciones: su sentido, incidencia, interpretación, adaptación; etc. Las actitudes son entre sí contrastantes y están, sobre todo, las exageraciones. Nos encontramos a veces con formas tales de tradicionalismo que no permitirían ninguna innovación; pero existen también las exageraciones de un progresismo poco prudente y nervioso. Son características de los tiempos de crisis y de transición, y se reajustarán con el tiempo... Han cristalizado también principios y posturas que parecen útiles para resolver la crisis. Los que se manejan con más frecuencia son: la pluriformidad y el pluralismo, aun dentro de la unidad de familia y de espíritu; el dinamismo de la ley, que se «mueve» y progresa según el ritmo de la vida; la interpretación de la ley, hecha en relación a las situaciones concretas y particulares de la persona y del ambiente; etc. Finalmente, la válvula de seguridad, introducida en la Iglesia por el Vaticano II, es la posibilidad de «experiencias», que se permiten aun contra la ley vigente, con las debidas cautelas, y de cuyos resultados pueden sacarse orientaciones oportunas. 4) ORIENTACIONES DE "TRASFERENCIA" Este aspecto o perspectiva de la espiritualidad franciscana podría considerarse como una parte del anterior o, en todo caso, estrechamente unido al mismo. Es una orientación que podría definirse perfectamente con la siguiente pregunta: ¿Si san Francisco viviese hoy, cómo se comportaría? Es decir, se va buscando en las palabras y en los episodios de la vida del Pobrecillo el principio inspiracional, y se intenta aplicarlo a las situaciones que nos presenta la vida actual. Una especie de teorización de esto la encontramos en el documento del Ministro General, P. Koser: Vida con Dios en el mundo de hoy. Esta exigencia de adaptación está implícita y a veces incluso explícita, en las Constituciones Generales de los Hermanos Menores, que afirman interpretar la Regla, las enseñanzas y los ejemplos de san Francisco según las exigencias de hoy. Tal concepto fue más amplia y categóricamente explicitado en el Documento del Capítulo de Medellín sobre las Constituciones Generales. Los temas considerados en esta perspectiva son todos los de la espiritualidad y de la vida franciscana, pues respecto a todos ellos podemos formularnos la pregunta inicial que caracteriza y define esta orientación. De hecho, no obstante, hay algunos temas que hoy se imponen y proponen con mayor insistencia. Entre ellos está, sobre todo, el de la pobreza que las numerosas investigaciones, encuestas, documentos diversos de las Ordenes franciscanas y las mismas intervenciones de la Santa Sede colocan en el primer plano no sólo de la temática, sino también de la problemática. Otra notable y rica cantidad de estudios está dedicada a las dos notas del franciscanismo, puestas de relieve especialmente en estos últimos años: la fraternidad y la minoridad. Sigue inmediatamente el tema del testimonio de la vida como elemento principal y fundamental del apostolado franciscano; y un poco en contraste con el título de este apartado, comienza a abrirse camino el tema de la «predicación de la penitencia» como carisma específico de la Orden franciscana. En cuanto a los problemas que atraen nuestra atención en torno a esta visual, diríamos que son problemas preliminares. Respecto a los temas, podríamos decir que el modo en que se plantean y presentan -habida cuenta de la actitud psicológica que impone la pregunta inicial a quien se dedica a tales investigaciones- hace que se formulen más como problemas y realizaciones en período de búsqueda, que como datos adquiridos. Los problemas preliminares indicados podrían partir, ante todo, de la verificación de si es legítima la pregunta, o mejor, la respuesta, sobre cómo se comportaría hoy día san Francisco. Porque, de hecho, podemos preguntarnos con realismo y concretez: ¿Quién puede, en realidad y con seguridad, decirnos lo que él hubiera hecho, ya en los casos concretos, ya como planteamiento de principios o de actitudes? ¿Están autorizados para ello los superiores, los investigadores del franciscanismo, las fraternidades o la fraternidad en diálogo, la Iglesia...? Otros problemas están relacionados con este principio; así, por ejemplo: ¿Con qué extensión y amplitud se puede aplicar tal principio? Y así como nadie podría afirmar de forma integral y con toda seguridad lo que haría san Francisco en la actualidad, por las mismas razones nadie podría precisar hasta qué punto la interpretación de su voluntad estaría conforme con el alcance efectivo de la misma. Más bien podríamos formularnos el interrogante de si es verdaderamente necesario y provechoso indagar lo que haría S. Francisco; y esto lo decimos sólo a partir de la fase intuitiva de un problema que aún no sabemos formular con precisión, pero que es seductor. ¿Acaso no podríamos pensar que fluye en la vida de la Orden un «carisma franciscano» que no hay que identificar integralmente con el carisma personal de S. Francisco, y que por esto mismo tiene una cierta autonomía y capacidad de acoger inspiraciones directas del Espíritu en nuestros días, especialmente en la fraternidad honestamente comprometida en la búsqueda? Y en semejante caso hipotético, nos volvemos a preguntar: ¿Quién sería el juez de la autenticidad franciscana de las diferentes expresiones e incitaciones «carismáticas»? ¿Los superiores, la fraternidad, la Iglesia...? Siguiendo por este camino, se puede proponer el problema concreto de si una «inspiracionalidad permanente» (un carisma que fluye constantemente) en la Orden o en el dirigismo eclesial puede cambiar algún elemento importante de un planteamiento de vida. Aquí vendría el problema de la introducción -¿legítima o no?- del clericalismo o de la clericalización de la Orden. Pero quizás estemos en un terreno muy resbaladizo y sobre arenas movedizas... Como se deduce de los múltiples interrogantes planteados en la problemática de esta visual, las actitudes que destacan en la aplicación concreta del principio, enunciado en la pregunta inicial, son principalmente dos, con diferentes graduaciones. Una primera actitud podríamos definirla como de excesiva confianza: cualquiera podría pensar que se encuentra en el ámbito de la espiritualidad franciscana, siguiendo principios generales que en sí son verdaderos, pero que no deben tomarse en sentido exclusivo, ni exagerarse hasta los extremismos, tales como por ejemplo: el franciscanismo es fraternidad, es Evangelio, es encuentro con el hombre, es pobreza, etc. Por el contrario, puede darse una actitud totalmente opuesta a la anterior, es decir, de completa desconfianza contra este principio de trasferencia. Más de uno, de hecho, piensa que debe mantenerse la «letra» de san Francisco hasta donde sea posible hacerlo; ir más allá, no sería ya tan seguro... Evidentemente, entre ambos extremos hay lugar para el justo medio que puede perfilar buenas pistas para la marcha, teniendo en cuenta la evolución de los estudios sobre la materia, las directrices y orientaciones de la Iglesia, los reales y concretos cambios de los tiempos y de la mentalidad, y el sentido colectivo de responsabilidad de las fraternidades conventual, provincial y general, sobre todo en los Capítulos. * * * Una búsqueda unitaria en todas estas direcciones, y a la luz de la vasta literatura que en todos los sectores se está enriqueciendo más cada día, constituiría, según creemos, un impulso hacia adelante en los estudios sobre la espiritualidad franciscana. [En Selecciones de Franciscanismo, vol. III, núm. 8 (1974) 226-232] |
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