DIRECTORIO FRANCISCANO

ESTUDIOS SOBRE LOS ESCRITOS
DE SAN FRANCISCO Y
DE SANTA CLARA DE ASÍS


«IR POR EL MUNDO»
O LA EVANGELIZACIÓN A TRAVÉS DEL TESTIMONIO
[*]

por Fernando Uribe Escobar, OFM

 

Las palabras mundus y su sinónimo saeculum tenían ordinariamente en la literatura monástica un significado negativo; evocaban la muerte, la fragilidad y la inestabilidad de la creación y de los seres humanos. Con frecuencia eran empleadas para designar el reino del pecado que se opone a la gracia o al cielo y, por extensión, a la vida monástica o eclesiástica.[1] Durante todo el Medioevo (y aún después), la vida monástica era concebida como una fuga mundi, es decir, como un alejarse físicamente de la ciudad, considerada la Babilonia de pecado,[2] para ir a habitar en el eremitorio o el cenobio, entendido como el desierto o lugar de la purificación donde se hace la preparación para entrar en la tierra prometida. Tanto el ermitaño (monachus) como el cenobita, hacían la fuga mundi como expresión de una actitud interior, el contemptus mundi (o saeculi), el cual consistía en todo un proceso ascético-místico de desprecio de todo lo

que el mundo implica o, como decía san Cipriano, en «atravesar el mundo sin contaminarse del mundo».[3] Tal proceso duraba toda la vida del monje. La fuga mundi como momento de conversión y como acto de abrazar la vida monástica era llamada exire de saeculo. Esta expresión se constituyó en una especie de terminus technicus para designar el ingreso a la Religión o hacer la profesión de los votos en la vida monástica; en este sentido era usada por varios autores y aun en los documentos de la Curia romana.[4]

Dentro de este contexto, Francisco de Asís propone una forma distinta de perfectio evangelica,[5] que se realiza totalmente en medio del mundo. La vida de los hermanos menores es identificada con alguna frecuencia en sus opúsculos como un «ir por el mundo». Para comprender mejor la concepción que tuvo el santo de Asís sobre lo que hoy llamamos «Vida religiosa», nos proponemos descubrir el alcance de la expresión «ir por el mundo» a partir del análisis de algunos pasajes de sus escritos particularmente representativos sobre este tema. Pero antes de abordar dicho análisis, juzgamos conveniente hacer un pequeño excursus sobre el significado que en dichos escritos tiene el vocablo «mundo», así como una rápida indicación sobre la raíz teológica que tenía el concepto de misión en la mente de Francisco.

«SALIR DEL MUNDO» Y «DEJAR EL SIGLO»

El término «mundo» se encuentra normalmente en los opúsculos de Francisco bajo el sustantivo mundus y en algunos casos también bajo el vocablo saeculum.[6]

El sustantivo mundus aparece cincuenta y dos veces, pero no siempre es empleado en forma unívoca. En efecto, una lectura atenta de los textos nos permite distinguir cuatro significados del mismo:

a) Con un sentido espacial, es decir, como un lugar equivalente al planeta Tierra con todas las cosas que lo componen y sus riquezas. Este sentido es fácilmente identificable al menos diecinueve veces, como: «[…] nada hemos de tener de este mundo» (1 R 9,1); «[…] aquí y en todas las iglesias que hay en el mundo entero» (Test 5); «que no haya en el mundo hermano que, por mucho que hubiese pecado […]» (CtaM 9).

b) En algunas ocasiones, probablemente no más de nueve, adquiere un sentido temporal, entendido como la historia o el acontecer humano, por ejemplo cuando dice: «Hablo estas cosas en el mundo para que tengan gozo […]» (1 R 22,46); «mientras existe este mundo […]» (CtaO 48); «[…] al tener que sufrir en el mundo toda clase de angustias» (1 R 17,8). Hay que observar que este significado no siempre es fácil de identificar y que en muchos casos se debe tener en cuenta el contexto.

c) A veces (cerca de siete) adquiere un sentido social, en cuanto hace referencia a la sociedad o al conjunto de los seres humanos; se encuentra en frases que ordinariamente son tomadas del capítulo 17 del evangelio de san Juan, como: «ruego por ellos y no por el mundo» (1CtaF 1,16; 2CtaF 58); «el mundo los ha odiado» (1 R 22,47); «conozca el mundo que tú me enviaste» (1 R 22,53).

d) Finalmente hay alrededor de trece frases en donde el término tiene un sentido moral, como condición teológica sinónima de pecado, por ejemplo: «miren ciegos, están engañados por sus enemigos, la carne, el mundo y el diablo» (1CtaF 2,11; 2CtaF 69); «[…] y sirven corporalmente al mundo con los deseos carnales y los afanes del siglo y las preocupaciones de esta vida» (1CtaF 2,11; 2CtaF 65); «[…] defendámonos de la sabiduría de este mundo y de la prudencia de la carne» (1 R 17,10). En estos casos el mundo es, junto con el demonio y la carne, uno de los clásicos enemigos del hombre.

Cuando Francisco se refiere a su conversión inicial y a la de sus hermanos, emplea la expresión dejar el mundo. «Pero ahora, después de que dejamos el mundo [postquan dimisimus mundum], ninguna otra cosa tenemos que hacer, sino seguir la voluntad del Señor y agradarle» (1 R 22,9). Es evidente que con esta frase en plural, que forma parte de la más larga exhortación de la Regla no bulada (1 R), el santo se refiere tanto a su decisión personal como a la de sus hermanos de abrazar la vida de penitencia. En ella el significado de la palabra «mundo» tiene un alcance teológico-moral muy diferente del que tiene en las frases que se refieren a la vida de los hermanos «cuando van por el mundo» (1 R 14,1 y tit.; 2 R 3,10 y tit.; 1 R 15,1) o a su envío «al mundo entero» (CtaO 9); en estos casos se hace referencia al lugar conocido como el planeta Tierra.

El término saeculum se encuentra cincuenta y nueve veces en los opúsculos de Francisco, la mayoría de ellas con un sentido temporal. Sin embargo, es importante notar que en muchas de ellas (cerca de dieciocho) aparece con un sentido local bastante explícito, como sinónimo de «mundo», tanto que los traductores a veces dan la preferencia a este término en vez de traducirla como «siglo». Por ejemplo, cuando en el Testamento hace referencia a «los sacerdotes de este mundo» (Test 7), o cuando invita a las autoridades de los pueblos a no alejarse del Señor por causa de «los cuidados y preocupaciones de este mundo» (CtaA 3), o cuando dice que «la santa pobreza confunde la codicia, y la avaricia, y las preocupaciones de este mundo» (SalVir 11). No está por demás observar que cuando el término saeculum hace referencia al concepto «mundo», frecuentemente aparece acentuando la condición pecaminosa del mismo.

Cuando Francisco de Asís evoca en su Testamento el momento culminante de su conversión inicial, no dice que «huyó del mundo» sino que emplea la expresión exire de saeculo: «Y apartándome de ellos [los leprosos], lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después me detuve un poco y salí del siglo [exivi de saeculo]» (Test 3). Aquí el término saeculum ciertamente no tiene un significado temporal; se refiere al «mundo» como situación de pecado. A la luz de cuanto nos dice la historia, sabemos que estas palabras no significan que hubiese dejado el mundo para entrar en un monasterio o seguir la vida eremítica,[26] sino que ya desde el comienzo de su conversión, Francisco hizo una ruptura con la vida que había llevado hasta ese momento a nivel civil y profesional y abrazó una forma de vida religiosa que progresivamente él fue aclarando en su especificidad, pero que ciertamente no se puede confundir con las formas monásticas o eremíticas de su tiempo.[27] A partir de aquel momento el joven Francisco siguió viviendo en el mundo pero salió de la situación de pecado y comenzó a hacer penitencia.[28] Este significado de «siglo» se puede ilustrar y precisar mejor con otro pasaje de sus escritos, cuando exhorta a los hermanos a que se guarden «de toda soberbia, vanagloria, envidia, avaricia, preocupación y solicitud de este siglo, difamación y murmuración».[29] Obsérvese como el contenido de la exhortación recae sobre todo lo que hiere la humildad, la pobreza y la caridad o, en otras palabras, todo lo que impide llevar vida de penitencia. Según esto, en la mente de Francisco el concepto «mundo» (saeculum) no se opone por sí mismo a monasterio, sino a vida de penitencia, la cual es para él la forma a través de la cual se concreta la vocación a vivir según el Evangelio de Jesucristo.

Cuanto hemos visto hasta aquí nos permite sacar una primera conclusión, o sea que los términos «mundus» y «saeculum» son polivalentes en los escritos de Francisco. Si los hermanos dejan el «mundo» entendido como pecado, continúan realizando su vida mientras van por el mundo, más aún, siendo enviados al mismo, pues es el escenario de su vocación evangelizadora. Esto es apenas coherente con la concepción franciscana de la vida que han de llevar los hermanos, es decir, no sometidos a las exigencias de la stabilitas loci,[30] encerrados dentro de los muros de una clausura, ni alejados en el desierto, sino entre la gente, en el mundo real y concreto. La vida en los eremitorios prevista en la corta pero preciosa Regla escrita por Francisco con este fin, es una forma posible para algunos hermanos, pero jamás ha sido entendida como una forma de vida habitual y nunca, ni siquiera cuando se refiere a la vida en los eremitorios, se emplean en ella expresiones que hagan referencia a la fuga mundi, ni al contemptus mundi o al contemptus saeculi de los monjes.

Duccio di Buoninsegna: La pesca milagrosa (Jn 21)

ENVIADOS COMO JESÚS

Antes de reflexionar sobre lo que significa para Francisco ir por el mundo, conviene recordar que esta visión de la vida corresponde a la orientación definitiva de su vocación, cuando tuvo su encuentro determinante con el Evangelio de la misión en la iglesita de la Porciúncula. Se trata de un momento que aparece señalado con un especial énfasis en algunas de las primitivas fuentes hagiográficas,[31] como punto culminante del proceso inicial de clarificación de su proyecto de vida evangélica, hasta el punto que debido a esto la Porciúncula se constituye en un punto necesario de referencia y casi en un símbolo sacramental.[32] Esta orientación definitivamente evangelizadora fue refrendada un poco más tarde gracias a la ayuda que recibió de sus hermanos mediante la oración y el discernimiento, particularmente de Clara y de Silvestre (cf. LM 12,1-2 y Flor 16).

Por otra parte se debe tener en cuenta que, según la mente de Francisco, esta opción tiene una fundamentación cristológica, como se deduce de la apropiación y adaptación que él hace de la llamada oración sacerdotal de Jesús según el Evangelio de san Juan (capítulo 17) en dos de sus escritos (1 R 22,41-55; 2CtaF 56-60) y citada de forma singular implícita en otros.[35] A la luz de tales textos, especialmente de la peculiar transcripción que se encuentra en la Regla no bulada 22, se ve claramente el énfasis hecho por Francisco en la misión que Jesucristo recibió del Padre, dada la selección de verbos que hace.[36] Según esto, para él el seguimiento de Cristo tiene como consecuencia necesaria la misión de predicar el Reino, la cual a su vez tiene su razón de ser en la misión de Jesucristo, quien es la suprema revelación del Padre. Dios se nos ha entregado a sí mismo en la persona de su Hijo mediante la acción del Espíritu Santo, identificando en la misma persona de Cristo la misión con el mensaje. Esta donación-misión es comunión de Dios con el hombre y con el mundo. A la luz de esta convicción de Francisco se deduce claramente que quien quiera seguir radicalmente a Jesucristo debe también asumir como él su condición de don y de misión, en comunión con todos los seres humanos y con la creación entera.

En otros términos, se puede decir que la identidad del franciscano tiene sus raíces en la decisión de seguir a Jesucristo, el enviado del Padre para la salvación del mundo, el cual a su vez envía a sus discípulos al mundo para contribuir a la salvación del género humano. Ser hermano menor significa aceptar como Francisco la revelación del Señor de vivir según la forma del santo Evangelio (Test 14) a fin de proclamarlo en el mundo a través de la propia vida; significa acoger la pobreza y la humildad de Cristo, quien no vino a ser servido sino a servir (cf. 1 R 4,4; Adm 4,1) y a vivir sometido a toda humana criatura por amor de Dios (cf. 1 R 16,6).

VOCACIÓN Y MISIÓN

De lo anterior se desprende que existe una profunda unidad entre el «ser hermano menor» y la «misión del hermano menor», es decir, que el franciscano por su propia naturaleza debe ser un evangelizador. La misión evangelizadora no puede ser entendida como una simple actividad, al lado de otras actividades de la vida (trabajar, enseñar, estudiar, predicar…), sino que toda la vida del hermano menor, en todas sus dimensiones y con todas sus actividades, es considerada una misión y tiene una función evangelizadora. Dentro de esta perspectiva se debe entender la vehemente exhortación que se encuentra en la Regla no bulada: «Pero que todos los hermanos prediquen con las obras» (1 R 17,3). Predicar con las obras no es otra cosa que predicar con la vida, es decir, hacer de la misma vida un anuncio evangelizador.

En la Carta a toda la Orden hay un texto que reviste gran importancia en cuanto describe la vocación evangelizadora de los hermanos menores y de las obligaciones que ella comporta. El texto forma parte de las exhortaciones iniciales de la Carta y dice así:

«Confiésenlo porque es bueno (Sal 135,1) y ensálcenlo en sus obras (Tob 13,6); porque por eso los ha enviado [el Hijo de Dios] al mundo entero, para que de palabra y de obra den testimonio de su voz y hagan saber a todos que no hay omnipotente sino él (cf. Tob 13,4)» (CtaO 8-9).

En las primeras palabras de esta exhortación podemos identificar dos presupuestos inherentes a la vocación de los hermanos: por una parte, que la vida de los hermanos es un envío («para eso los ha enviado») y, por otra, que se ha de realizar en medio del mundo («al mundo entero»). La segunda parte de la exhortación contiene tres elementos indispensables que explícitamente especifican la finalidad del envío. Estos tres elementos se refieren en su orden al lugar, a los medios y al contenido de la evangelización. El lugar o escenario natural donde se debe llevar a cabo la misión es «el mundo entero»; los medios para realizarla son «la palabra y las obras»; el contenido de la evangelización consiste fundamentalmente en «dar testimonio de la voz de Dios, el único omnipotente». Nótese como, de los dos medios sugeridos, la exhortación en cierta forma privilegia el testimonio con las obras, como se deduce de la insistencia sobre el «ensalzarlo con las obras» de la frase inicial.

En los opúsculos de Francisco hay muchos textos que se refieren a la «predicación con las obras», es decir, que enfatizan los valores substanciales de la vida evangélica de los hermanos, su forma de ser, los cuales hacen de ellos auténticos evangelizadores a través de la vida. De todos estos textos, tomaremos en consideración cuatro que juzgamos de capital importancia en cuanto forman parte de las disposiciones sobre la tarea evangelizadora de los hermanos y dado el énfasis que ponen en el valor del testimonio para cumplir esta misión. La mayoría de ellos forman parte de una unidad temática de la Regla no bulada que se refiere a la evangelización de los hermanos en el mundo.[42] De estos textos, algunos de los cuales son bastante extensos, extractaremos los elementos más representativos o enfatizaremos los aspectos que tienen más relación con nuestro tema.

J. Benlliure: Francisco en la plaza de Asís

«CÓMO DEBEN IR LOS HERMANOS POR EL MUNDO»

Con este título aparecen, tanto en la Regla no bulada, como en la Regla bulada, las disposiciones sobre la forma específica como los hermanos menores deben realizar su vocación misionera.[43]

Regla no bulada 14,1-6:

Tomemos inicialmente el capítulo 14 de la Regla no bulada. La primera cosa que llama la atención en este capítulo es que está compuesto casi exclusivamente de textos evangélicos unidos a la manera típica de Francisco. Si observamos un poco más detenidamente estos textos nos daremos cuenta de que fueron entresacados de los discursos de misión que dirigió Jesús tanto a los doce como a los setenta y dos discípulos, lo cual nos permite desde ya entrar en la peculiar onda evangélica que hacía vibrar al que los dictó. Tomando como punto de referencia estos textos inspiracionales, se pueden distinguir dos secciones en este capítulo:

«Cuando los hermanos van por el mundo»

Sección A: 1. «Nada lleven para el camino, ni (Lc 9,3) bolsa (cf. Lc 10,4), "ni alforja, ni pan, ni pecunia (Lc 9,3), ni bastón" (cf. Mt 10,10). 2. Y en cada casa en que entraren, digan primero: "Paz a esta casa" (Lc 10,5). 3. Y, permaneciendo en la misma casa, coman y beban lo que hay en ella (Lc 10,7).

Sección B: 4. »No resistan al malvado, sino que al que les pegare en una mejilla, preséntenle también la otra (cf. Mt 5,39; Lc 6,29). 5. "Y al que les quita la capa, no le prohíban también la túnica" (Lc 6,29). 6. Den a todo el que les pida; y a quien les quita sus cosas, no se las reclamen (cf. Lc 6,30)».

Como se puede observar, la Sección A está constituida fundamentalmente por textos tomados de san Lucas que se refieren a la misión de los doce (9,3) y a la misión de los setenta y dos discípulos (10,4-7) con algunas palabras tomadas de san Mateo. Es importante notar que de los discursos de misión dirigidos por Jesús a sus discípulos, la Regla ha tomado solamente algunos elementos, es decir, los que se refieren a la pobreza de los evangelizadores (manera de vestir, pobreza en el uso de los medios para evangelizar, no preocuparse por la comida) y a su condición de portadores de la paz. Por el contrario, la Regla deja en la penumbra los pasajes evangélicos que se refieren al ir y predicar, o ignora completamente los pasajes que hablan de los poderes taumatúrgicos que Jesús da a sus enviados, de la clase de paz que ellos deben desear y de marcharse sacudiendo el polvo de sus zapatos cuando no fueren recibidos.[44] En otras palabras, aquí Francisco pone el énfasis en la persona del evangelizador en cuanto su porte externo y su mensaje de paz constituyen una mediación evangelizadora a través del testimonio de la pobreza, de la simplicidad y de la apacibilidad.

La Sección B está compuesta por textos tomados del sermón de la montaña según las versiones de Mateo y de Lucas. En su conjunto contiene las cinco normas siguientes: no resistan al malvado, presenten la otra mejilla, no les impidan tomar también la túnica, den al que les pida, no le reclamen a quien les quite las cosas. A pesar de que originalmente estas normas están en el contexto de las bienaventuranzas, en sí mismas son pautas de comportamiento para los discípulos cuando van por el mundo, y en el contexto de la Regla adquieren también el carácter de pautas para comportarse cuando se va en misión. El espíritu de estas normas corresponde a lo que hoy llamamos «la no violencia activa». Según ellas, el discípulo de Cristo no debe hacer justicia por sí mismo (ley del talión) y frente a la injusticia no debe oponer resistencia.[45]

Las dos secciones de este capítulo tienen como elemento común el predominio del testimonio sobre la actividad. Según esto, el criterio fundamental que debe guiar el ir por el mundo es el de «ser hermano menor», lo cual en este caso comporta tres exigencias: pobreza externa, ser mensajero de paz y tener el espíritu de la no violencia. A la luz de esto, la expresión «ir por el mundo no se reduce exclusivamente a una categoría geográfico-espacial, sino que tiene ante todo una connotación socio-teológica»,[46] lo cual quiere decir que en la mente de Francisco, la esencia de la evangelización no consiste tanto en los desplazamientos, ni en las palabras, ni en las estructuras de pastoral, cuanto en la vida misma. Desde este punto de vista se podría decir que cuando Francisco habla de evangelización, su interés predominante se centra más en los evangelizadores que en los evangelizados.

Regla bulada 3,10-14:

Las precedentes disposiciones de la Regla de 1221 (1 R) pasaron a la Regla de 1223 (2 R) con un texto diverso y mucho más breve. Tales disposiciones se encuentran en la parte final del capítulo 3 en forma de exhortación, una de las más hermosas de la Regla, la cual constituye por sí misma una unidad literaria distinta del texto que la precede sobre el Oficio divino y el ayuno. Tal unidad es la siguiente.

Introducción: 10. «Aconsejo de veras, amonesto y exhorto a mis hermanos en el Señor Jesucristo que, cuando van por el mundo,

Sección A: [a] »no litiguen ni contiendan de palabras (cf. 2 Tim 2,14), ni juzguen a los otros; [b] 11. sino que sean apacibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes, hablando a todos honestamente, según conviene.

Sección B: [a] 12. »Y no deben cabalgar, a no ser que se vean obligados por manifiesta necesidad o enfermedad. [b] 13. En cualquier casa que entraren, primeramente digan: Paz a esta casa (cf. Lc 10,5). [c] 14. Y, según el santo Evangelio, séales lícito comer de todos los manjares que les ponen delante».

En su conjunto este texto constituye la segunda gran exhortación de la Regla y, según lo podemos observar, es temáticamente muy semejante al pasaje paralelo de la Regla no bulada. Para su mejor comprensión, vale la pena resaltar lo siguiente:

El texto comienza con una pequeña introducción de carácter exhortativo, en la cual se ponen en evidencia tres elementos: el legislador, en la primera persona de los verbos (aconsejo, amonesto, exhorto); los destinatarios (a mis hermanos en el Señor Jesucristo); las circunstancias (cuando van por el mundo). Es evidente que el tema de la exhortación constituía una preocupación central de legislador, como se deduce de la secuencia de verbos empleados: aconsejo, amonesto, exhorto. Cuando en los escritos de Francisco aparece este lenguaje reduplicativo, significa que el tema es mucho más importante que una simple prescripción jurídica; en este caso se trata de una exhortación de gran fuerza moral.

La Sección A contiene disposiciones que se refieren a las actitudes internas de la minoridad, [a] unas en lenguaje negativo (no litiguen, no contiendan, no juzguen) y [b] otras en términos positivos (sean apacibles, pacíficos…). Todas estas actitudes están inspiradas en la segunda carta a Timoteo (2,14) y en el sermón de las bienaventuranzas de Mateo (5,1-12). En este último caso la referencia es implícita pero evidente, dado que la terminología refleja muy bien la del sermón de la montaña.[47]

Parece claro que el núcleo principal de la exhortación se encuentra en esta sección. Las disposiciones de carácter negativo están expresadas en una sucesión de verbos que literalmente tienen un significado jurídico (litigar, contender, juzgar), pero que en el contexto de la Regla se refieren a los conflictos que pueden presentarse todos los días en las relaciones con las personas cuando se va por el mundo. Francisco no quiere ninguna clase de violencia, menos de palabra ni en los juicios que se emiten sobre los demás. Por el contrario, pide la actitud descrita en las disposiciones positivas, como lo indica la conjunción adversativa «sino» (sed) que enlaza ambas disposiciones. La forma verbal «sean» (presente de subjuntivo) da a la frase un cierto carácter de mandato. Los cinco adjetivos divididos en dos grupos (1: apacibles, pacíficos y modestos; 2: mansos y humildes) tienen un significado bastante semejante, como si fueran matices de una misma idea; de hecho todos rondan la idea de la paz. En este mismo sentido se debe entender la recomendación sobre la manera de hablar a los demás con la que termina la secuencia de adjetivos. En este contexto la paz querida por la Regla no es una proclamación teórica o demagógica, sino una actitud, casi una manera de ser encarnada en la persona del hermano menor. Con esto, al presentar el prototipo de un hermano menor hecho todo de paz y que tiene siempre relaciones pacíficas con los demás, esta Regla privilegia el testimonio sobre la acción, al igual que el texto paralelo de la Regla no bulada.

La Sección B contiene disposiciones que se refieren a algunas actitudes externas de la minoridad, como [a] la prohibición de cabalgar, [b] el saludo de paz y [c] la libertad frente a los alimentos. En esta segunda sección aparecen mucho más explícitos los textos bíblicos que inspiraron al redactor, tomados también aquí del discurso de misión según el evangelio de Lucas (10,5.8).

[a] El precepto de no cabalgar está de acuerdo con la pobreza de los medios, propia de la evangelización franciscana y hace referencia al discurso evangélico de la misión en el que Jesús pide a sus discípulos que «no lleven nada para el camino», del cual es una actualización.

[b] La única citación explícita del Evangelio indica que el evangelizador, además de ser pacífico, debe ser también un heraldo de la paz, en cuanto debe anunciarla. Es bastante elocuente que esta disposición venga en la Sección B, después de que en la precedente haya insistido sobre la condición pacífica del hermano menor, como para indicar que no se puede pretender anunciar eficazmente la paz si primero no se la posee.

[c] La libertad frente a los alimentos, inspirada en el Evangelio, es propia de los que deben conducir la vida en medio del mundo, entre la gente, sometidos a las posibilidades de subsistencia que ofrece cada lugar, diferente de la vida estable que llevan los monjes en su monasterio, en donde les resulta factible observar el régimen alimenticio prescrito por su Regla.

J. Benlliure: Francisco predica a los sarracenos

«DE LOS QUE VAN ENTRE SARRACENOS Y OTROS INFIELES»

Regla no bulada 16:

Una de las formas previstas por la Regla para ir por el mundo es cuando se va entre los pueblos que profesan una religión diferente de la cristiana, identificados según el lenguaje típico del Medioevo en general como «infieles», o en particular como «sarracenos» cuando se refiere a los que profesan el islamismo. Las más importantes disposiciones sobre el «ir entre sarracenos y otros infieles» se encuentran en el capítulo 16 de la Regla no bulada. Hay otras disposiciones en el texto paralelo de la Regla bulada (cf. 2 R 12,1-2), pero estas últimas son más de carácter institucional, en cuanto indican el procedimiento que deben seguir «los hermanos que, por divina inspiración, quisieren ir entre sarracenos y otros infieles» (2 R 12,1). Aquí tomaremos en consideración únicamente el primer texto, que transcribimos en su totalidad, dividido según una propuesta de estructura temática:

Introducción: 1. «Dice el Señor: "He aquí que yo los envío como ovejas en medio de lobos. 2. Sean, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas» (Mt 10,16).

Norma: 3. »Por eso, cualquier hermano que por divina inspiración quisiere ir entre sarracenos y otros infieles, vaya con la licencia de su ministro y siervo. 4. Y el ministro déles licencia y no lo contradiga, si los viere idóneos para enviar; pues tendrá que dar cuenta al Señor (cf. Lc 16,2), si en esto o en otras cosas procediere sin discernimiento.

Especificación: 5. »Mas los hermanos que van, de dos modos pueden conducirse [conversari] espiritualmente entre ellos.

[A] 6. »Un modo es que no hagan litigios ni contiendas, sino que estén sometidos «a toda humana criatura por Dios» (1Pe 2,13) y confiesen que son cristianos.

[B] 7. »Otro modo es que, cuando vieren que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios, para que crean en Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas, y en el Hijo, redentor y salvador, y para que se bauticen y hagan cristianos, porque «el que no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios» (cf. Jn 3,5). 8. Estas y otras cosas que agradaren al Señor pueden decirles a ellos y a otros, porque dice el Señor en el Evangelio: "A todo el que me confesare delante de los hombres, yo lo confesaré también delante de mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32). 9. Y: "El que se avergonzare de mí y de mis palabras, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando viniere en su majestad y en la del Padre y de los ángeles" (Lc 9,26).

Exhortación: vv. 10-21: Larga exhortación dirigida a «todos los hermanos, dondequiera que estén».

La Introducción de este capítulo está conformada por dos frases evangélicas tomadas del discurso de misión en la versión de Mateo (10,16). En el contexto del Evangelio estas palabras son dirigidas a los Doce, enviados por Jesús como ovejas entre lobos. En el contexto de la Regla se indican explícitamente los destinatarios, pero se usa un argumento de autoridad: Dice el Señor, presentando inmediatamente, a manera de motivación, el criterio que deberá guiar a los destinatarios de las disposiciones que siguen después; tal criterio es la prudencia y la simplicidad de los que van entre los sarracenos y otros infieles. Como se ve, ya desde el inicio de este capítulo se dará preferencia a una específica manera de ser, es decir, al testimonio de la simplicidad, antes que a la predicación propiamente dicha.

La Norma contiene algunos elementos que merecen nuestra atención. En primer lugar se debe notar que va dirigida a cualquier hermano, sin discriminaciones de ninguna clase; puede ser, por tanto, clérigo o laico, sabio o ignorante, joven o anciano, etc. La única condición es que el hermano sea guiado por divina inspiración; esta expresión, que no aparece inexplicablemente en la última edición crítica a pesar de que se encuentra en varios manuscritos importantes,[50] corresponde plenamente al pensamiento de Francisco[51] y es la misma que debe guiar al que quiera hacer el seguimiento de Cristo (cf. 1 R 2,1; FVCl 1). La preposición entre tiene también una gran importancia, en cuanto indica inserción, compartir con y no simplemente yuxtaposición y, menos aún, sobreposición (estar sobre); el ir entre se inspira en la encarnación de Cristo quien puso su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14) y tiene una gran repercusión en todo lo que hoy llamamos la inculturación y la opción por los pobres.[53] Notemos por último la importancia del doble papel que tiene el ministro, en cuanto, en primer lugar, debe fijarse en la idoneidad del candidato, es decir, hacer un discernimiento adecuado y, en segundo lugar, debe enviar al hermano, lo cual indica que «la divina inspiración de ir entre los sarracenos» no puede ser el fruto de un capricho y no se hace a nombre personal, sino de la Fraternidad, de la cual es primer responsable el ministro.

En la parte inicial de la Especificación hay dos elementos sobre los cuales vale la pena detenernos brevemente. El primero es el verbo latino conversari, traducido aquí como conducirse, pero que de suyo no tiene una fácil traducción, puesto que cuando se encuentra en un contexto de vida religiosa, quiere decir que se busca permanentemente la conversión en una determinada forma de vida.[54] Según esto, «ir entre los sarracenos» significa hacer vida estable entre ellos, y no simplemente experiencias pasajeras. El segundo elemento es el adverbio espiritualmente que, en el lenguaje de Francisco, es lo contrario de «carnalmente».[55] "Conducirse espiritualmente entre" significa que no se es guiado por el espíritu de la carne, que no se actúa a impulsos del egoísmo, de los caprichos, de la curiosidad, de las conveniencias personales o de otros motivos, sino guiado por el Espíritu del Señor.

Entre las modalidades previstas por la Regla para conducir la vida entre los infieles, la primera [A] parece ser la más importante en la mente del legislador, dado que no tiene atenuantes en la redacción, en tanto que la segunda [B], o sea, el anuncio de la palabra de Dios, se hace sólo cuando vieren que agrada al Señor.

La modalidad [A] prescribe en la parte negativa «no hacer litigios ni contiendas». ¿Cuál es la diferencia entre litigios y contiendas? Al parecer ambos sustantivos son aquí complementarios y no tienen un significado jurídico, sino que se refieren a las discusiones ideológicas o doctrinales, motivadas tal vez por la diferente religión de los infieles. No es difícil ver aquí entre líneas una crítica al método empleado por los primeros hermanos que fueron a Marruecos (los protomártires franciscanos) y a otros sitios durante las primeras expediciones misioneras de 1219. Francisco no quiere el método de las controversias, como el que empleaban los hermanos Predicadores con los herejes, sino que prefiere que sus frailes se guíen por el principio de la minoridad.

La parte positiva de la modalidad es la alternativa de la precedente, como se deduce de la conjunción sino. En esta parte hay un verbo muy claro y a la vez muy fuerte, tanto por el significado como por la forma, o sea, el subjuntivo: estén sometidos. Esta sumisión a toda criatura evoca necesariamente la expresión: como ovejas en medio de lobos al comienzo del capítulo (v. 1). Pero no se trata de una sumisión masoquista, sino motivada teológicamente, es decir, por Dios. La motivación teológica se refleja también en la segunda norma positiva: y confiesen que son cristianos, pues la confesión de la fe cristiana es el factor evangelizador de la sumisión. Esto quiere decir, en otras palabras, que los hermanos misioneros deben convencer no por medio de las discusiones, sino con una actitud de minoridad motivada por la fe cristiana.

La modalidad [B] se refiere a la predicación propiamente dicha, aunque el texto no emplea el verbo «predicar» sino «anunciar», lo cual supone que la predicación misionera de los hermanos tenía una modalidad kerigmática. De hecho, el contenido del anuncio que viene a continuación no es otra cosa que una invitación a que crean en el Dios omnipotente y Trino, y a que se bauticen. No nos detendremos en este texto, puesto que rebasaríamos el objetivo de nuestra reflexión. Lo que sí debemos notar, como ya lo hemos dicho, es que esta segunda modalidad no parece tener la importancia de la primera, no sólo por el lugar que ocupa, sino también por el atenuante que le da la expresión: cuando vieren que agrada al Señor. Este tipo de anuncio no es, por tanto, la forma habitual de conducirse (conversari) entre los fieles; se hace después de un discernimiento, es decir, cuando las circunstancias lo aconsejen y, quizás, cuando las autoridades de los sarracenos y de los otros infieles no lo impidan. También esta aclaración puede entenderse como una corrección y una crítica de lo que hicieron los primeros hermanos que predicaron en Marruecos.

La Exhortación que sigue a continuación (1 R 16,10-21) prácticamente constituye una unidad diferente, puesto que está dirigida no ya exclusivamente a «los que van entre sarracenos y otros infieles», según reza el título del capítulo, sino «a todos los hermanos, dondequiera estén» (v. 10). Se trata de una composición de diversos textos evangélicos, tomados de contextos diferentes, pero que tienen como tema unificador la persecución que deberán afrontar los hermanos. La exhortación invita a afrontar las persecuciones con espíritu de minoridad, con paciencia, sin temor y con gozo. Todos los hermanos «deben exponerse a los enemigos, tanto visibles como invisibles» (v. 11) por amor de Jesucristo, dado que de una o de otra forma, con estas persecuciones, prolongan su pasión; una vez más aquí repercute la frase de la introducción del capítulo, es decir, que los hermanos van por el mundo enviados «como ovejas en medio de lobos».[56] Todo esto nos permite ver claro que también en esta exhortación predomina el principio del ser sobre el hacer, el testimonio sobre la predicación formal.

J. Segrelles: cuida de ser tan bueno como la gente cree (Ll 1)

«NO GLORIARSE NI GOZARSE EN SÍ MISMOS»

Regla no bulada 17,5-9:

Otro texto que ciertamente no podemos ignorar a propósito del valor del testimonio en la evangelización, es la bellísima exhortación del capítulo 17 de la Regla no bulada (1 R 17,5-19):

Sección 1: [a]. 5. «Por esto pido en la caridad, que es Dios (cf. 1Jn 4,16) que todos mis hermanos predicadores, orantes, trabajadores, tanto clérigos como laicos, se esfuercen por humillarse en todas las cosas, 6. por no gloriarse ni gozarse en sí mismos, no exaltarse interiormente de las palabras y obras buenas, más aún, de ningún bien que Dios hace o dice y obra alguna vez en ellos y por ellos, según lo que dice el Señor: "Pero no se gocen en esto, que los espíritus les estén sometidos" (Lc 10,20). [b] 7. Y sepamos firmemente que no nos pertenecen a nosotros sino los vicios y pecados. 8. Y más debemos gozarnos cuando estemos rodeados de diversas tentaciones (cf. Sant 1,2) y cuando sostengamos cualquier clase de angustias o tribulaciones del alma o del cuerpo en este mundo por la vida eterna.

Sección 2: [a] 9. »Guardémonos, pues, todos los hermanos de toda soberbia y vanagloria; 10. y defendámonos de la sabiduría de este mundo y de la prudencia de la carne (Rom 8,6); 11. pues el espíritu de la carne quiere y se esfuerza mucho por tener palabras, pero poco por las obras, 12. y busca no la religión y la santidad en el espíritu interior, sino que quiere y desea tener una religión y santidad que aparezca exteriormente a los hombres. 13. Y éstos son de quienes dice el Señor: "En verdad les digo, recibieron su recompensa" (Mt 6,2). [b] 14. Pero el espíritu del Señor quiere que la carne sea mortificada y despreciada, vil y abyecta. 15. Y se afana por la humildad y la paciencia y la pura y simple y verdadera paz del espíritu. 16. Y siempre sobre todas las cosas desea el divino temor y la divina sabiduría y el divino amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Sección 3: [a] 17. »Y devolvamos todos los bienes al Señor altísimo y sumo y reconozcamos que todos los bienes son de él, y démosle gracias por todos ellos, de quien todos los bienes proceden. 18. Y el mismo altísimo y sumo, solo verdadero Dios, tenga y se le tributen y Él reciba todos los honores y reverencias y gloria, de quien es todo bien, quien solo es bueno (cf. Lc 18,19). [b] 19. Y cuando nosotros vemos u oímos decir o hacer el mal o blasfemar contra Dios, nosotros bendigamos y hagamos bien y alabemos a Dios (cf. Rom 12,21), que es bendito por los siglos (Rom 1,25)».

Hacemos inicialmente algunas observaciones generales que consideramos útiles para la comprensión de este texto y después señalaremos los principales elementos de su contenido relacionados con el tema que nos ocupa.

La primera observación se refiere al contexto en que aparece. El capítulo del que forma parte lleva por título: «De los predicadores» y dedica la primera parte del mismo a reglamentar dicha actividad, pero en realidad esta parte solamente consta de cuatro versículos (vv. 1-4), los cuales equivalen a menos de una quinta parte de todo el capítulo.

En segundo lugar debemos tener en cuenta los destinatarios de esta exhortación. Nótese que de unos destinatarios específicos, es decir, los hermanos predicadores y los ministros en los cuatro primeros versículos, se pasa a todos los hermanos, mencionados explícitamente según las tres categorías de servicio existentes en la Orden: los predicadores, los orantes y los trabajadores, tanto clérigos como laicos. Más adelante el sujeto cambia de la tercera a la primera persona del plural, es decir, incluyéndose dentro del sujeto el mismo autor. Con esto se pone de nuevo en evidencia que Francisco da mucha más importancia al testimonio de los hermanos como factor evangelizador, que a la predicación propiamente dicha. Esto constituye también una prueba de la importancia que el tema tiene en la mente del autor de la exhortación y del puesto que dicho aspecto tiene en la identidad de todos los hermanos menores.

En tercer lugar conviene notar que la exhortación trae pocas citas bíblicas: prácticamente dos citas completas, tres incompletas y tres referencias. De estas citas solamente hay una tomada del discurso de misión (Lc 10,20), la cual transcribe las palabras de Jesús a los setenta y dos discípulos cuando regresaron de la misión: «Pero no se gocen en esto, que los espíritus les estén sometidos». Se trata de una frase importante porque constituye la idea central de toda la exhortación. Tal como aparece en este contexto, significa que los éxitos y los logros de la evangelización no deben ser atribuidos a los mismos hermanos, quienes más bien deben estar convencidos de que a ellos solamente pertenecen los vicios y pecados (v. 7), y que únicamente se deben gozar en las tentaciones y tribulaciones (v. 8), y que todo bien procede del Señor Dios altísimo y sumo (v. 18).

Mirando ahora el contenido, se pueden distinguir tres secciones temáticas diferenciadas aun por la forma literaria que revisten.

En la sección 1 [a], la vehemente petición que encabeza toda la exhortación (en la caridad que es Dios), indica la importancia que tiene para Francisco todo lo que sigue; a esto se debe agregar el carácter absoluto de la misma, en cuanto se dirige a todas las categorías ocupacionales al interior de la Fraternidad. Por su forma, esta primera parte de la sección presenta una contraposición entre un elemento positivo; se esfuercen por humillarse en todas las cosas, y uno negativo dominado por tres verbos: no gloriarse, no gozarse, no exaltarse. El elemento negativo, que es el más desarrollado, pone el énfasis en la negación de sí mismo; se le podría tomar como una explicación de una de las exigencias del seguimiento de Jesucristo según Mateo (16,24) expuestas en el primer capítulo de la Regla: «Si alguno quiere venir en por de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame (Mt 16,24)» (1 R 1,3).

La segunda parte [b] de esta sección está formada también por dos elementos contrapuestos, uno negativo que coloca en el pecado el origen de la propia debilidad y otro positivo dominado por el verbo «gozarse», ya usado precedentemente y que presenta desde otra perspectiva cuál es el ámbito en el que los hermanos deben encontrar el gozo: cuando estemos rodeados de diversas tentaciones y cuando sostengamos cualquier clase de angustias o tribulaciones del alma o del cuerpo en este mundo por la vida eterna.

La sección 2 presenta en sus dos partes [a] y [b] la contraposición entre el espíritu de la carne y el espíritu del Señor. El primero aparece descrito en la parte [a] con elementos que indican formas externas de falsa santidad y que de alguna forma fomentan la soberbia y la vanagloria. El espíritu del Señor aparece descrito en la parte [b] a través de una secuencia dinámica que refleja las tres vías o etapas de la vida espiritual: la vía purgativa que se recorre a partir del dominio del egoísmo expresado en el término carne, la cual debe ser mortificada y despreciada, vil y abyecta; la vía iluminativa que está caracterizada por la práctica de tres virtudes: la humildad, la paciencia y la paz, esta última calificada con tres adjetivos (pura, simple, verdadera); la vía unitiva, que aparece estrechamente unida al «deseo», es decir, como fruto del amor, es caracterizada por un triple deseo que finaliza paralelamente en cada una de las personas de la Trinidad: el divino temor, la divina sabiduría y el divino amor del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.[58]

La sección 3 adquiere por su forma el carácter de un himno. La reiteración de verbos y substantivos es típica del lenguaje de Francisco. En la parte [a] siguiendo un ritmo ternario se suceden los verbos que proceden del hombre: devolvamos, reconozcamos, démosle gracias, los que finalizan en la divinidad: tenga, se le tributen, reciba y el triple contenido de estos últimos: honores, reverencias, gloria. La parte [b] es una especie de doxología concebida en ritmo ternario a través de una bella antítesis que contrapone tres binarios negativos: [a] vemos u oímos [b] decir o hacer [c] el mal o blasfemar a tres verbos laudatorios: bendigamos, hagamos bien y alabemos. El tema central de este himno conclusivo es el sentido del agradecimiento que brota de quien se sabe pobre y reconoce que todo es don gratuito y generoso de Dios.

Tomada en su conjunto, la exhortación constituye una especie de catequesis a través de la cual Francisco presenta en una síntesis muy densa de contenido su perfil ideal del hermano menor. En ella predomina el ser sobre el hacer, se delinean los rasgos fundamentales de su identidad desde las convicciones profundas de la propia pequeñez iluminadas por la fe, que se ponen siempre en relación con los demás. Se podría decir que dicha identidad se encuentra resumida en el último versículo de la exhortación (v. 19). Se trata de un párrafo que justifica la razón de ser del hermano menor en el mundo. En efecto, frente al mal que hay en el mundo, el hermano debe sobre todo «bendecir y hacer el bien y alabar a Dios». Antes que las estructuras, los métodos y los medios, ciertamente útiles y tal vez necesarios, hay algo que resulta indispensable: la persona misma del hermano que sea bendición y benefactor en medio del mundo.

ALGUNOS RESULTADOS

Dibujo franciscano: Espiritu SantoSi miramos en su conjunto los textos analizados precedentemente, podemos recoger los siguientes resultados a manera de síntesis de la reflexión hecha:

1. Cuando Francisco de Asís concibe la vida de los hermanos como un ir por el mundo, emplea un lenguaje en contraste con la concepción común de su época, según la cual la perfección evangélica consistía en un desprecio del mundo (contemptus mundi), que sólo encontraba su realización a través de la huida del mundo (fuga mundi). Francisco habla de dejar el mundo en el sentido de conversión, es decir, de abandonar el pecado y volverse a Dios, pero paradójicamente tal esfuerzo de conversión, llamado por él vida de penitencia, se realiza en el mundo. Según esto, ir por el mundo significa que la forma de vida de los hermanos no se limita al ámbito de la clausura monástica y no se restringe a las exigencias de la «estabilidad en un lugar», típica de los monjes.

2. Ir por el mundo está unido substancialmente al concepto de evangelización y conlleva un significado geográfico-espacial, en cuanto implica el desplazamiento de los hermanos de un lugar a otro, pero también socio-teológico, en cuanto hay una misión evangelizadora cuando se va en búsqueda de la gente para realizar la tarea inherente a la propia misión.

3. La vida entendida como ir por el mundo tiene su origen en la experiencia personal de Francisco, la cual se dio como respuesta a una vocación específica y como fruto de una opción personal.

4. La concepción de la vida como un ir por el mundo tiene en la mente de Francisco una profunda motivación cristológica, en cuanto es la forma específica de seguir a Jesucristo, quien es don del Padre enviado al mundo, el cual vino en pobreza y humildad a servir a todos.

5. El ir por el mundo tiene para Francisco una connotación eminentemente evangelizadora a través del testimonio de vida, lo cual quiere decir, por una parte, que debe predominar el «ser» sobre el «hacer» y, por otra, que el «ser» debe tener una función evangelizadora. Por ello es apenas explicable que él insista sobre la necesidad de que todos los hermanos «prediquen con las obras».

6. El «ser», o sea la vida de los hermanos, tendrá una función evangelizadora en la medida en que parta de un profundo sentido de minoridad, practiquen el espíritu de fraternidad entre sí y con todos los seres humanos, sean portadores de paz a partir de un corazón pacificado y observen la pobreza evangélica tanto en su persona como en los medios que usan.

7. La tarea de la evangelización a través del testimonio es una obligación de todos los hermanos, sin distinción de edad, ni de preparación intelectual, ni del específico ministerio que ejercen en la Iglesia.

8. Los hermanos deben ejecutar una tarea evangelizadora cuando van por el mundo, guiados por divina inspiración, lo cual quiere decir, por una parte, no seguir el propio capricho ni guiarse por motivaciones egoístas y, por otra, mantenerse en un continuo ejercicio del discernimiento hecho en el seno de la Fraternidad, a fin de que su vida sea guiada realmente por el Espíritu del Señor.

9. La evangelización a través del testimonio supone que los hermanos conducen su forma de vida en una estrecha cercanía con la gente, es decir, no como quien está por encima de ella por su capacidad intelectual, o su poder institucional, o sus influencias y privilegios, o por sus actitudes paternalistas, ni como quien lleva una vida paralela a la de la gente, sin interesarse por ella ni inmiscuirse en sus problemas y específicas situaciones, sino como quien está entre la gente, es decir, haciendo todo un proceso e inserción que lleve a una verdadera inculturación del Evangelio.

* * *

N O T A S:

[*] En esta versión digital, algunas citas, breves, las incorporamos al texto, a la vez que mantenemos la numeración de las notas.

[1] Bastaría mirar algunos de los muchos títulos de dicha literatura para darse cuenta de la importancia que tenía esta temática en el ambiente monástico: Carmen de contemptu mundi de Rogelio de Caen, discípulo de Anselmo de Aosta (cf. PL 158, 705-708); Poema de contemptu mundi de Bernardo de Cluny (cf. Anglo-Latin Satirical Poets of the Twuelfth Century, Ed. Th. Wright, t. 2, Londres 1872, 3-102); el opúsculo Apologeticum de contemptu saeculi de Pedro Damiani y la Carta De fluxa mundi gloria et saeculi despectione del mismo autor (PL 145, respectivamente 251-292; 807-820); el tratado De vanitate mundi et rerum transeuntium usu de Hugo de Saint Victor (cf. PL 176, 703-740) que tuvo tanta influencia en las décadas siguientes. A dichos títulos se podría agregar la obra inconclusa de Lotario de Segni, el futuro Inocencio III, De Miseria humanae conditionis (ed. M. Maccarrone, Locarno 1955).

[2] Un ejemplo de esta expresión clásica de la literatura monástica se encuentra en el sermón De conversione ad clericos de San Bernardo (cf. Pl 182, 833-856), donde la vida del estudiante del mundo es llamada la Babilonia, de la cual es necesario huir.

[3] «Per saeculum sine saeculi contagione transitis» (S. Cypriani, De habitu virginum, 22, en Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum, 3, Viena 1868, 203).

[4] Para una primera información sobre esta temática cf. J. Leclercq, La séparation du monde dans le monachisme au moyen âge, en Séparation, 75-86. Véase igualmente: Zoltan Alzeghy, Fuit du monde, en Dictionnaire de Spiritualité V, Paris 1964, col. 1575-1605 con la bibliografía allí presentada.

[5] Sobre el significado y la evolución de este concepto en los movimientos prefranciscanos y en las primitivas fuentes franciscanas, cf. Douane Lapsanski, Evangelical perfection. An Historical Examination of the concept in the Early Franciscan Sources (Franciscan Institute Publications, Theology Series, N. 7), St. Bonaventure, New York, 1977.

[6] Para el estudio de ambos vocablos nos hemos servido de las concordancias de J.-F. Godet - G. Mailleux, Opuscula sancti Francisci. Scripta sanctae Clarae. Concordance, Index, Listes de fréquence, Tables comparatives (Corpus des Sources Franciscaines, V), Publications du CETEDOC, Université Catholique de Louvain, Louvain, 1976, respectivamente pp. 160-161; 200-201.

[26] Bastaría recordar lo que nos dice su primer biógrafo sobre la insistencia del cardenal Juan de San Pablo para convencer al joven Francisco de que abrazara la vida monástica (cf. 1 Cel 32, 8-33, 4; para las fuentes hagiográficas citamos según el texto y la división interna publicadas en Fontes Franciscani, a cura di E. Menestò e S. Brufani, Ed. Porziuncola, 1995).

[27] Cf. Kajetan Esser, El Testamento de San Francisco de Asís (Col. Hermano Francisco, 10), Oñate (Guipúzcoa) 1981, 156-162.

[28] «Dominus ita dedit mihi frati Francisco incipere faciendi poenitentiam» (Test 1).

[29] 2 R 10,7. El texto paralelo de la 1 R 8,1-2 dice: «El Señor manda en el Evangelio: Mirad, guardaos de toda malicia y avaricia; y también: Precaveos de la solicitud de este siglo y de las preocupaciones de esta vida».

[30] Sobre este tema cf. F. Uribe Escobar, Strutture e specificitá della vita religiosa secondo la Regola di S. Benedetto e gli opuscoli di S. Francesco. (Studia Antoniana cura Pontificii Athenaei Antoniani edita, 24), Roma 1979, 126-128.

[31] Esta señalación se encuentra ya en la más antigua biografía de Francisco, la 1 Cel 22, la cual da origen a la tradición más divulgada por otras fuentes. Frente a ella existe otra tradición no menos respetable, puesto que parte del Anónimo de Perusa 10-11, según la cual el Evangelio fue consultado por Francisco, Bernardo y Pedro en «cierta iglesia de la ciudad de Asís». Como no es del caso entrar aquí en la discusión, nos contentamos con indicar dos propulsores de la misma: Th. Desbonnets, De la intuición a la institución. Los franciscanos, Oñate 1991, 11-18. G. Miccoli, El descubrimiento del Evangelio, en Francisco de Asís. Realidad y memoria de una experiencia cristiana, Oñate 1994, 163 ss.

[32] Bastaría recordar el himno en honor de Santa María de los Ángeles del Espejo de Perfección 84.

[35] Para un análisis del cap. 17 del Evangelio de san Juan y los escritos de san Francisco, cf. W. Viviani, L'ermeneutica di Francesco d'Assisi. Indagine alla luce di Gv.13-17 nei suoi scritti (Pubblicazioni dell'Istituto Apostolico, Pontificio Ateneo Antonianum, 9), Roma 1983, 226 ss.

[36] Cf. F. Uribe Escobar, Strutture e specificitá della vita religiosa secondo la Regola di S. Benedetto e gli opuscoli di S. Francesco. (Studia Antoniana cura Pontificii Athenaei Antoniani edita, 24), Roma 1979, 326-327.

[42] Son los capítulos 14-17, llamados por esto mismo «la carta magna» del apostolado; cf. D. Dozzi, Il Vangelo nella Regola non bollata di Francesco d'Assisi, Roma 1989, 205. A partir de esta página el autor hace un amplio análisis de dichos capítulos.

[43] Cf. 1 R 14, título; 2 R 3, título, aunque en este último caso constituye la segunda parte del título más largo: «Del oficio divino y del ayuno, y de cómo deben ir los hermanos por el mundo».

[44] D. Dozzi, Il Vangelo nella Regola non bollata di Francesco d'Assisi, Roma 1989, 212-213.

[45] La lectura de esta sección podría ser completada con la que en otra ocasión hicimos en clave de «no violencia»; cf. F. Uribe, Sean pacíficos. El pensamiento de san Francisco sobre la no-violencia, en Cuadernos Franciscanos 24 (1990), 479-480.

[46] D. Dozzi, Il Vangelo nella Regola non bollata di Francesco d'Assisi, Roma 1989, 207.

[47] Para una lectura más amplia de esta sección, cf. F. Uribe, "«Sean pacíficos", El pensamiento de san Francisco sobre la no-violencia, en Cuadernos Franciscanos 24 (1990) 480-481.

[50] A excepción de Ángel Clareno, todos los demás manuscritos traen esta expresión. David Flood la había conservado en su edición crítica; cf. Id., Die Regula non bullata der Minderbrüder, Werl 1967, 64. Véase igualmente la opinión de W. Bühlmann, Das Missionsverständnis bei Franziskus nach der Regula non bullata», en A. Camps - G. W. Hunold (Ed.) Erschaffe mir ein neues Volk..., Mettingen 1982, 13-29.

[51] En efecto, el lugar paralelo de la Regla bulada dice textualmente: «Cualquiera de los hermanos que, por divina inspiración, quisiere ir entre sarracenos y otros infieles...» (2 R 12,1).

[53] Cf. F. Uribe, La opción por los pobres al estilo franciscano, en Cuadernos Franciscanos 17 (1983) 63-74.

[54] F. Uribe Escobar, Strutture e specificitá della vita religiosa secondo la Regola di S. Benedetto e gli opuscoli di S. Francesco. (Studia Antoniana cura Pontificii Athenaei Antoniani edita, 24), Roma 1979, 154-155.

[55] Ver la explicación del término «spiritualis» según los opúsculos de Francisco en K. Esser - L. Hardick, Die Schriften des hl. Franziskus von Assisi (Franziskanischen Quellenschriften, 1), Werl/Westf. 1963 ,202-206.

[56] D. Dozzi, Il Vangelo nella Regola non bollata di Francesco d'Assisi, Roma 1989, 216.

[58] La presencia de las tres vías en este escrito y en otros de Francisco merecería un estudio más detenido, así como el origen de tal concepción y su posible influjo en otros autores como Buenaventura, cuyo opúsculo De triplici Via, conocido también con otros nombres (Incendium amoris, Stimulum amoris...) tuvo una grande difusión en los siglos siguientes.

[En Selecciones de Franciscanismo, vol. XXVI, núm. 77 (1997) 242-262]

 


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