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¡EL SEÑOR ME
DA HERMANOS! |
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Carta del Ministro General A los hermanos Ministros, Custodios, Guardianes, Formadores, Animadores del Cuidado Pastoral de las Vocaciones (CPV) y a todos los hermanos de la Orden: Paz verdadera del cielo y sincera caridad en el Señor. El Capítulo general de 1997, celebrado en Santa María de los Ángeles (Asís), pidió al Definitorio general que organizase un Congreso internacional para los Animadores del CPV. Para dar cumplimiento a esta propuesta capitular y escuchar las peticiones que llegaban de las distintas Entidades de la Orden, con carta del 4 abril de 1999, convoqué dicho Congreso y encargué a la Secretaría General para la Formación y los Estudios su preparación y organización. Después de una intensa preparación en todas las Entidades de la Orden, el Congreso se celebró en Santa María de los Ángeles (Asís) del 7 al 30 de octubre del 2000. En él participaron 121 hermanos llegados de todas partes. El resultado de la reflexión llevada a cabo durante la preparación y celebración del Congreso y las propuestas hechas por los participantes en él se han plasmado en el documento final del Congreso: «El Señor me da hermanos». El Cuidado Pastoral de las Vocaciones en la Orden de los Hermanos Menores hacia el futuro. Este documento fue atentamente examinado por el Definitorio general en la sesión del 10 de noviembre del 2000. En dicha sesión el mismo Definitorio aprobó el documento en su conjunto y su publicación y envío a todos los hermanos. Esperando que el contenido de este documento anime, nutra y sostenga nuestro trabajo en el Cuidado Pastoral de las Vocaciones, pido a todos los hermanos que lo estudien y traten de aplicarlo, teniendo en cuenta las situaciones concretas en que viven y trabajan. Mientras es necesario mantener siempre «la confianza en el Señor Jesús que sigue llamando a seguir sus pasos» y promover la oración por las vocaciones, es urgente también que nos esforcemos, «mediante el anuncio explícito y una catequesis adecuada, por favorecer en los llamados a la vida consagrada la respuesta libre, pero pronta y generosa, que hace operante la gracia de la vocación» (VC 64). Que nuestra Señora de los Ángeles nos acompañe en el renovado empeño de reavivar el Cuidado Pastoral de las Vocaciones en toda la Orden. «Que el Señor os bendiga y os guarde...» Roma, en la memoria de San Diego de Alcalá, 13 de noviembre del «año de gracia del Señor» 2000. Fr. Giacomo Bini, ofm, Ministro general * * * Presentación «El problema de las vocaciones es un auténtico desafío que interpela directamente a los Institutos, pero que concierne a toda la Iglesia» (VC 64). Nuestra Orden no es una excepción. Nuestra Fraternidad universal invierte muchas energías espirituales y materiales, aunque los resultados no siempre son los esperados. Hay Provincias bendecidas con muchas vocaciones, otras con menos, en algunas otras son muy pocos los jóvenes que optan por nuestra forma de vida. Donde hay muchas vocaciones nos preocupa su acompañamiento en vistas a un discernimiento adecuado. Donde hay pocas nos preocupa cómo llegar a los jóvenes y cómo proponerles nuestra forma de vida como una posible opción también para ellos. El Congreso Internacional de Animadores O.F.M. del Cuidado Pastoral de las Vocaciones, celebrado en Santa María de los Ángeles del 7 al 30 de octubre del Año Jubilar 2000, fue un intento serio para salir al paso de estas justas preocupaciones. El documento final -«El Señor me dio hermanos». El Cuidado Pastoral de las Vocaciones en la Orden los Hermanos Menores hacia el futuro-, fruto de la reflexión y de las aportaciones de todos los participantes en el Congreso, no es, sin embargo, un punto de llegada. Pensamos que debe ser más bien un punto de partida. El Congreso no ha terminado. Siguiendo la metodología que hemos elegido desde la preparación del mismo, ahora se inicia el tercer momento de este Congreso, el post-Congreso. Es el momento en que cada Entidad debe tratar de hacer suyas las propuestas del Congreso y cada hermano ha de intentar ponerlas en práctica, teniendo en cuenta las propias posibilidades y necesidades. Uno de los objetivos finales de esta etapa del post-Congreso es que cada Entidad elabore su proprio Proyecto del CPV o revise el que ya tiene, a la luz del documento final del Congreso. La Secretaría general para la Formación y los Estudios, con la ayuda de algunos hermanos, elaborará unas Orientaciones para el CPV en toda la Orden. Éstas se han de tener en cuenta en la elaboración de los Proyectos Provinciales del CPV. Pero, mientras tanto, cada una de nuestras Entidades es llamada a ponerse a trabajar ya en dicho Proyecto, partiendo del documento que ahora presentamos a la Orden, después de la aprobación por parte del Ministro general. En este trabajo hay algunos principios, fuertemente subrayados por el Congreso y que no pueden ser dejados de lado. Entre éstos creo conveniente acentuar cuanto sigue: El CPV no puede ser visto como actividad cerrada en sí misma, sino en estrecha relación con la evangelización/pastoral ordinaria y con la evangelización/pastoral de los jóvenes, no sólo de los «cercanos», sino también de los considerados «lejanos». Partiendo de la certeza de que la «regla de oro» del CPV fue y sigue siendo el «venid y veréis» (Jn 1,39; cf. VC 64), el CPV ha de programarse también en estrecha relación con la formación permanente de los hermanos. Si ésta tiene como finalidad «animar, nutrir y sostener la fidelidad» (RFF 59), es fácil ver la necesaria conexión entre CPV y formación permanente, entre CPV y vida. Se impone, pues, una atenta valoración de la coherencia entre estructuras y medios, entre el estilo de vida que llevamos y el anuncio y la propuesta que hacemos. Se impone, igualmente, buscar nuevas opciones y formas creativas que hagan visible el carisma franciscano en todas sus dimensiones fundamentales (RFF 46). En el CPV se han de tener en cuenta los medios actuales de comunicación, como por ejemplo Internet, pero no se puede menos de dar prioridad a la oración, en cuanto promueve la coherencia de vida del orante mismo y encuentra continuidad en el anuncio explícito y en la catequesis adecuada. Cada vez está más claro que el CPV ha de hacerse en equipo, en fraternidad. Es necesario luchar contra la «mentalidad de delegación». Todos los hermanos se han de sentir, de acuerdo con sus posibilidades, «agentes» del CPV. En este sentido el responsable principal del CPV ha de considerarse, ante todo, animador «ad intra», haciendo todo lo posible para involucrar a todos los hermanos en el trabajo de pastoral vocacional, y coordinador del trabajo que realizan los hermanos en el campo del CPV. Entre los «agentes» del CPV no se puede olvidar a los laicos. Será responsabilidad de cada Entidad el formar convenientemente a algunos laicos para que puedan acompañar a los jóvenes con competencia, en vistas a un correcto itinerario de discernimiento, en el que se preste especial atención al crecimiento humano y vocacional. Otro principio a tener en cuenta es que el CPV ha de hacerse en comunión y colaboración activa con la Iglesia local, toda la Familia Franciscana, los demás Institutos religiosos, las familias, los educadores, con otros grupos de laicos y con los jóvenes mismos (cf. VC 64). El CPV, finalmente, no se puede concebir como un conjunto de acciones aisladas o puntuales en vistas al «reclutamiento» vocacional. El CPV es un proceso con cuatro etapas esenciales: anuncio, propuesta y discernimiento. Cada una de estas etapas ha de tener claros los propios objetivos, los medios, las modalidades, los agentes, los contenidos y los destinatarios. En todo este proceso se ha de prestar atención al acompañamiento personalizado en clave franciscana. Este acompañamiento exige al Animador «caminar al lado del joven», dando razón de su propia opción vocacional. Exige, también, que sea "integral", prestando particular atención a la dimensión afectivo/sexual. Está claro que los Animadores, para poder realizar cuanto les exige este «ministerio prioritario», han de tener una cierta experiencia de vida franciscana y una preparación adecuada. Esta breve síntesis de algunos principios, que no pueden menos de ser tenidos en cuenta en todo trabajo de pastoral vocacional, pueden ser algunos elementos que ayuden a trabajar en el Proyecto Provincial del CPV mientras no salgan las Orientaciones sobre el CPV en la Orden de los Hermanos Menores. Quienes trabajamos en la redacción del documento final del Congreso de Animadores O.F.M. del CPV estamos seguros que será un instrumento útil para ayudarnos en nuestro trabajo del Cuidado Pastoral de las Vocaciones. Con esta esperanza lo ponemos ahora en tus manos. Roma, 13 de noviembre del 2000. Fr. José Rodríguez Carballo,
ofm,
* * * Introducción El documento final que el Congreso Internacional de los Animadores del Cuidado Pastoral de las Vocaciones (CPV) de la Orden presentó al Ministro general y a su Definitorio, es fruto del trabajo de los 120 hermanos reunidos junto a la Porciúncula, en Asís, del 7 al 29 de octubre del 2000. La primera fase de estas tres semanas estuvo dedicada a escuchar lo que las Conferencias y las Entidades de la Orden realizan al servicio del CPV. La segunda se centró en las tres ponencias fundamentales, que ofrecieron una sólida riqueza de contenidos para los trabajos, y en el estudio del Instrumentum laboris, aceptado unánimemente por el Congreso. La tercera estuvo consagrada al trabajo en los grupos lingüísticos, donde se estudió, debatió y elaboró el material recibido. Al final de la prima fase se decidió un esquema que incluyera todo el material. Comprende tres partes o ámbitos: Formación, Evangelización y Fraternidad. El ritmo de estas tres partes o ámbitos lo marcan, respectivamente, las tres partes de la siguiente frase programática: Seguir las huellas de Jesús / para anunciar el Reino / al estilo de Francisco y de Clara... Cada parte o ámbito consta de cuatro secciones, correspondientes al método empleado en el Congreso siguiendo el Instrumentum laboris. Las claves de lectura de cada una de estas cuatro secciones, que aclaran el sentido del itinerario recorrido por el Congreso, son: Signos de los tiempos.- Estamos convencidos de que cada momento de la historia es tiempo de Dios. Los Frailes Menores creemos que el Espíritu de Dios actúa en nuestra sociedad. Creemos firmemente en la actualidad de nuestro carisma franciscano. En nuestro tiempo postmoderno hay posibilidades concretas y puntos de apoyo para anunciar el Evangelio e invitar a otros a compartir nuestra vida. Iluminados por la fe...- Reconocemos que la escucha de los signos de los tiempos requiere la inteligencia y la sabiduría de la fe. El creyente, en efecto, aprende gradualmente a reconocer y a escuchar en los acontecimientos de la historia el proyecto de salvación que Dios lleva a cabo sin pausa en favor del mundo y del hombre. Por eso, a la escucha de los signos de los tiempos sigue la parte que considera unitariamente la realidad del hombre, a la luz de la Escritura y de una reflexión teológica atenta a la visión franciscana. Para asumir los desafíos...- De la escucha de los signos de los tiempos, leídos a la luz de la fe, recogemos los desafíos más importantes para nuestra vida fraterna y para el anuncio del Evangelio al que hemos sido llamados. Mediante este discernimiento podemos «escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias» en esta magnífica e inquietante hora de la historia. Los desafíos trazan el amplio horizonte de la sociedad, de los jóvenes, de la Iglesia y de la Orden en el que debemos leer cuanto hoy solicita nuestra acción concreta. ... y hacer propuestas.- Al final de este recorrido están las propuestas que el Congreso entrega al Ministro general y a su Definitorio para que se transformen en un instrumento de animación y en proyecto para la Orden. Estas propuestas están vitalmente unidas a los signos de los tiempos, a la iluminación de la fe y a los desafíos. No pretenden ser nuevas a toda costa; más bien quieren ayudarnos a conocer dónde y cómo debemos orientar nuestra acción al servicio del CPV, respetando la diversidad y los múltiples recursos existentes en nuestra Fraternidad internacional. * * * Carta abierta de los Animadores del CPV Queridos hermanos: ¡El Señor os dé la paz! Como Animadores vocacionales de la Orden, reunidos en Congreso, deseamos compartir con vosotros nuestra reflexión y nuestro ministerio al servicio de la Fraternidad internacional. Nos dirigimos en primer lugar a vosotros, hermanos todos, que vivís con fidelidad gozosa el don y el empeño cotidiano de nuestra vocación común. ¡Vuestra presencia y vuestra colaboración, con frecuencia silenciosas y anónimas, son claras y fecundas a los ojos de Dios! Nos dirigimos a vosotros, Ministros provinciales y hermanos Guardianes, que sois los primeros en llevar el peso de la animación de nuestras Provincias y Fraternidades. Sin vuestro apoyo y vuestra ayuda nuestra acción quedará aislada y resultará estéril. Nos dirigimos a vosotros, hermanos jóvenes, pues representáis la frescura y la novedad de nuestra vida. Si ofrecéis un testimonio gozoso de vuestra opción, otros jóvenes se dejarán interpelar por la llamada de Jesús. Nos dirigimos a vosotros, hermanos ancianos y hermanos enfermos, que nos habéis dado a conocer el carisma de san Francisco, lo habéis vivido durante muchos años y ahora seguís las huellas de Jesús en la debilidad y en el sufrimiento. Os rogamos que transforméis en oración este período de vuestra vida, para que la fecundidad y la perseverancia vocacional recobren vigor en la Orden y en la Iglesia. Nos dirigimos a vosotros, hermanos que estáis atravesando un momento de dificultad y os sentís tentados de abandonar el camino emprendido. Vuestro sufrimiento puede tornarse en un testimonio precioso para quienes vienen a nosotros: el testimonio de que es posible corresponder a la fidelidad y al amor de Dios en un tiempo como el nuestro. Nos dirigimos a vosotros, hermanos dedicados a la evangelización, a la pastoral ordinaria, al servicio de las antiguas y de las nuevas formas de pobreza, a vosotros que hacéis visible la lógica del Reino de Dios en nuestro tiempo regido por la idolatría global del mercado, por la fuerza y por la imagen. Gracias a vuestro compromiso en la Iglesia y en el mundo puede nacer una nueva cultura vocacional, un reconocimiento actual del valor irrenunciable de la vida religiosa y de nuestra forma de vida evangélico-franciscana. Nos dirigimos, finalmente, a vosotros, hermanos formadores. Compartimos los mismos gozos y las mismas fatigas acompañando a las generaciones jóvenes a empeñarse a vivir durante toda la vida el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo con Francisco y con Clara de Asís, en obediencia, sin nada propio y en castidad. Somos conscientes de que un congreso no puede resolver los problemas vocacionales de la Iglesia y de la Orden y de que un documento es siempre un instrumento parcial y limitado. Sin embargo, así como este congreso ha sido para nosotros una excelente ocasión de diálogo y de discernimiento en el seno de la Fraternidad universal, así también querríamos que el documento que os ofrecemos ayudara a continuar en nuestras Fraternidades locales y provinciales un diálogo y un discernimiento fraterno que marcaran un cambio de dirección e hicieran nuestro cuidado pastoral de las vocaciones más fraterno, más coral, más compartido. Otras mediaciones posteriores -elaboración de un Plan del Cuidado Pastoral de las Vocaciones de toda la Orden, de las Conferencias y de las Provincias, atención al cuidado pastoral de las vocaciones en nuestros proyectos personales, comunitarios y provinciales- nos ayudarán a caminar en la realidad concreta de nuestras Fraternidades. Sin duda, estamos sólo al principio y para todos nosotros tiene también plena vigencia la exhortación de Francisco: «Comencemos, hermanos...». En espíritu de servicio fraterno, Los Animadores del Cuidado Pastoral de las Vocaciones ¡EL SEÑOR ME
DA HERMANOS! I. FORMACIÓN «Antes de formarte en el vientre
materno, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te
consagré. Te nombré profeta de los gentiles» (Jer 1,5).
A) A la escucha de los «signos de los tiempos» En los diversos contextos culturales, las posibilidades de una propuesta y de un acompañamiento vocacional están influenciadas por distintos motivos de esperanza y de preocupación. Los recordamos a grandes rasgos, teniendo en cuenta sobre todo a los jóvenes. 1. Motivos de esperanza a) Muchos jóvenes manifiestan deseos de libertad y de autenticidad; capacidad autónoma para proyectar su vida y alimentar deseos y «sueños» de futuro; sentido estético; nostalgia de una vida dotada de sentido; búsqueda de realizaciones auténticas. b) Muchos jóvenes manifiestan apertura a lo trascendente y una sincera búsqueda espiritual. En el ámbito eclesial descubrimos en muchos de ellos amor a la Palabra de Dios, deseo de oración, espíritu de penitencia y búsqueda de radicalidad. c) Existe una carga de generosidad y de empeño al servicio de los menos favorecidos de la sociedad. d) La caída de las ideologías ha hecho a muchos jóvenes capaces de valorar más críticamente las diferentes propuestas que les llegan desde muchas partes. e) Apertura y tolerancia a valores como la fraternidad y la paz, en un mundo caracterizado por el pluralismo cultural y religioso. 2. Motivos de preocupación a) La cultura hoy dominante, marcada por el secularismo, el individualismo y el neoliberalismo, que tiene actualmente una difusión «global», no favorece la dimensión vocacional de la vida, es decir, una visión de la vida en clave de proyecto, llamada y respuesta. b) La situación de la familia, en los distintos contextos, dificulta la promoción de la vocación, particularmente a causa de una cierta abdicación pedagógica, así como por las situaciones de desintegración del modelo tradicional de la familia y por la dificultad de transmitir vitalmente el patrimonio de la fe. c) El nivel de madurez psicológica, afectiva, social y sexual de los jóvenes es vital para el CPV. La situación de los jóvenes en este campo es muy fragmentaria y compleja. d) El amplio mundo de la nueva «religiosidad» afecta mucho a los jóvenes: los nuevos cultos, el esoterismo, las sectas, las expresiones de fundamentalismo... encuentran en ellos sus primeros destinatarios. e) En la lectura de la realidad juvenil existe también en nuestros ambientes la tendencia a ver a los jóvenes como víctimas de la sociedad; en realidad, los jóvenes son sujetos autónomos, capaces de tomar opciones y de asumir una orientación fundamental de su vida. 3. Tipología de los candidatos En la lectura de la realidad se ha prestado especial atención a la tipología de los candidatos que se encuentran en la fase de la propuesta y del acompañamiento vocacional. a) Por lo general los candidatos buscan fraternidad, manifiestan apertura y ductilidad para adaptarse a los otros, espíritu de renuncia, vitalidad y energía, disponibilidad a un camino auténtico de profundización en la fe. b) Otros desean, quizás tras un tiempo de conversión, afrontar un camino de fe que no habían emprendido hasta ese momento. c) Algunos vienen buscando un sentido más profundo o un estilo de vida alternativo y radical. d) Muchos provienen de ámbitos solidarizados con los pobres y de grupos comprometidos socialmente. e) Muchos están fascinados por la personalidad y el mensaje de Francisco y de Clara. f) Algunos nutren el deseo predominante de ser sacerdotes y, por tanto, están poco abiertos a una posible llamada laical; a otros les atraen elementos exteriores de nuestras estructuras de vida. g) Algunos persiguen formas de autorrealización o buscan situarse socialmente. h) Muchos están marcados por sufrimientos, desilusiones y contratiempos no siempre asumidos. i) En muchos casos y en algunos contextos geográficos y culturales el ambiente familiar de donde proceden es un apoyo para la persona, pero también causa de sufrimiento. j) La madurez afectiva y la orientación sexual de los candidatos presentan un abanico de casos muy variado. k) El nivel cultural es muy distinto, según los casos. Cuando es bajo, puede plantear en algunos contextos una cierta dificultad de inserción serena en una Fraternidad cuyos miembros poseen un nivel cultural superior. l) La edad de los candidatos varía según las áreas geográficas. Es difícil dar una estadística precisa, si bien la media de quienes llaman a nuestras puertas se sitúa entre los 20 y los 30 años. B) Iluminados por la fe... Los jóvenes están inmersos en una concepción de la persona humana típica del postmodernismo, centrada en el individuo, que afirma su propia libertad como una autonomía absoluta. En cambio, en la reflexión bíblica el hombre aparece creado «a imagen de Dios» y, como tal, recibe, como persona, el don de una libertad irrevocable y una belleza original; su identidad consiste precisamente en estar llamado a la relación con Dios, con los otros y con toda la creación; esta triple relación forma parte del designio original de la creación. En esta relación, no en la afirmación de una autonomía absoluta, es donde radica la auténtica dignidad del hombre. En la perspectiva de la escuela franciscana, este proyecto lleva los rasgos del rostro de Cristo, el Predestinado. En él, por él y con miras a él han sido creadas todas las cosas y, en su cima, el hombre. Cristo está, por tanto, al principio y al final del proyecto de amor de Dios Padre. ¡Cristo es el proyecto de hombre! En el Evangelio la vocación se concretiza en el seguimiento de Cristo. Los evangelios y la tradición cristiana expresan con la palabra y el concepto seguimiento la llamada de los discípulos a creer en Jesús y a compartir su destino hasta las últimas consecuencias. Dicha vocación impulsa a los creyentes a una fe enraizada sólidamente en la persona de Jesús y en su misterio, hasta la adhesión a nuevas relaciones de vida (Mt 8,22; Lc 9,61s). La llamada al seguimiento es una elección gratuita, fruto del amor del Señor a aquel a quien él llama. Jesús no espera una decisión previa, sino que llama con autoridad divina («Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: "Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres"» [Mc 1,16-17]). Esta elección tiene un carácter absoluto y urgente. Sin embargo, el carácter imperativo y absoluto de la llamada no anula la libertad ni, por tanto, la responsabilidad de quien ha sido llamado. Por otra parte, puesto que el discípulo no puede esperar una suerte mejor que la de su Señor (cf. Mt 10,34ss), la llamada a seguir a Jesús conlleva la disponibilidad a tomar la cruz: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mc 8,34). Llamando a sus discípulos al seguimiento, Cristo revela mediante el Espíritu el misterio del Padre y desvela también plenamente el hombre al hombre. La Escritura nos lleva, pues, a reconocer en el misterio trinitario la fuente y el modelo de toda llamada y, en la Encarnación del Hijo, la posibilidad misma del seguimiento. El Espíritu Santo forma y acompaña al creyente en el camino del seguimiento mediante una acción que afecta a la persona en todas sus dimensiones. Desde el día del bautismo, el Espíritu forma en nosotros a Cristo y nos acompaña por los caminos del tiempo para que podamos seguir al Hijo. La llamada a seguir a Jesús se despliega en la gradualidad del crecimiento de la persona, en sus distintas fases. El sacramento de la confirmación sella la plenitud del bautismo y acompaña este crecimiento que realiza en el tiempo la plena madurez en Cristo, hasta florecer en el testimonio explícito de la fe. Este itinerario está marcado por la potencia de la gracia, la potencia del amor del Padre, que llama a la criatura de la nada y la conduce hasta la Trinidad, punto de llegada de la historia y de la creación. En la eucaristía, al tiempo que celebramos la Pascua de Cristo, adelantamos su retorno y rendimos al Padre «todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén». En la oración conclusiva de su Carta a toda la Orden, san Francisco nos induce a captar esta dimensión trinitaria del seguimiento: «A fin de que, interiormente purgados, iluminados interiormente y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y llegar, por sola tu gracia, a ti, Altísimo» (CtaO 51-52). Y en la segunda redacción de la Carta a todos los fieles escribe: «Y la voluntad de su Padre fue que su bendito y glorioso Hijo, a quien nos lo entregó y el cual nació por nuestro bien, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y hostia, por medio de su propia sangre, en el altar de la cruz, no para sí mismo, por quien todo fue hecho, sino por nuestros pecados, dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (2CtaF 11-13). «Seguir las huellas del Hijo amado» lleva, sin duda, al mismo camino de sufrimiento de Jesús y conduce al Altísimo, en comunión con Jesucristo, que nos revela el amor del Padre en el misterio de su proprio abajamiento y descenso, misterioso y real, hasta el hombre. C) Para asumir los desafíos... 1. Reconocemos el servicio prestado por tantos de nosotros a los jóvenes en nuestro mundo complejo y cambiante. El sentido de autonomía y de libertad que los jóvenes manifiestan, unido a la búsqueda de relaciones auténticas, presenta numerosos desafíos a nuestra acción formativa. Deseamos acompañarles en el descubrimiento de una libertad auténtica que les facilite vivir la riqueza de las relaciones con los demás. Esto requiere apertura a la relación con la propia historia, tal como es, y a la relación con los otros, con él mundo y con Dios. Sobre esta base puede cimentarse la propuesta y el acompañamiento a un discernimiento de la vocación. Este desafío ha de ser asumido tanto en el seno de nuestra Fraternidad como en la relación con los jóvenes. 2. Reconocemos la importancia del estilo de la formación permanente de la Provincia para que los frailes crezcan en el testimonio de una respuesta gozosa y ardiente a la llamada de Dios. Y recordamos la necesidad de sensibilizar y de formar, sobre todo a los Guardianes, en la promoción de esta dimensión en la vida ordinaria de las Fraternidades. Debe fomentarse más en todas las Fraternidades una mentalidad de acogida de los jóvenes. 3. Se nos pide profundizar el perfil del Animador, incluso en el sentido, más amplio, de formador vocacional. El Animador camina junto al joven en una corresponsabilidad mutua. En la persona del responsable del CPV reconocemos presente, al mismo tiempo, al animador, al formador y al acompañante pastoral. El ministerio propiamente formativo del Animador vocacional consiste sobre todo en acompañar personalmente a los candidatos. 4. Asumimos el desafío de la formación a la escucha, al acompañamiento personal, al discernimiento humano (que incluye la dimensión psicológica) y espiritual de los jóvenes. Sus principales aspectos son: a) Necesidad de que el acompañante esté acompañado, a su vez, preferiblemente de alguien que haya tenido experiencia en el CPV. b) Necesidad de más participación de los frailes que colaboran en el CPV. c) Importancia de servirse de los medios psicopedagógicos en el acompañamiento. d) Necesidad de itinerarios de acompañamiento personalizado. 5. La variopinta búsqueda de espiritualidad de los jóvenes de hoy, nos reta a asumir con decisión la prioridad del «espíritu de oración y devoción», central en nuestra forma de vida y, por tanto, en el CPV. a) Los jóvenes buscan una experiencia de Dios vivida y verdaderamente sentida. Por eso, estamos invitados a dejarnos educar como frailes y como Fraternidad en la búsqueda constante de Dios, en una oración personal y comunitaria alejada de la rutina, vivida, cuidada, creativa y en la que la Palabra de Dios ocupe un puesto central. De ese modo nuestras Fraternidades podrán convertirse en lugares que favorezcan el encuentro con Dios y la asunción de decisiones importantes. b) En este contexto se inserta, así mismo, el empeño, como frailes y como Fraternidad, en orar por las vocaciones, oración que sólo es eficaz cuando fomenta la coherencia de vida en el propio orante. Este empeño prosigue en la comunidad cristiana con el anuncio explícito y la catequesis adecuada, a fin de favorecer en los llamados una respuesta libre, pronta y generosa a la llamada de Dios. 6. La novedad y la veloz transformación de la situación histórica actual, de la que los jóvenes son un signo indicativo, nos retan a buscar nuevas opciones y formas creativas que nos conduzcan a hacer visible el carisma franciscano. Es necesario, en especial, proponer en el CPV la identidad de la vida franciscana como la posibilidad de encontrar a Jesús en una Fraternidad de menores al servicio del Reino de Dios. Nuestra vocación franciscana es más importante que cualquier distinción entre opción laical o ministerial. La opción preferencial por los pobres, la colaboración en la promoción de la justicia, la paz y la salvaguardia de la creación, el diálogo ecuménico, el diálogo entre las culturas y las diversas religiones, son otros tantos desafíos que esperan de nosotros opciones más visibles: en todos estos ámbitos los jóvenes pueden ofrecer una aportación válida y ser evangelizados ellos mismos. 7. Del perfil del candidato sintetizamos los siguientes desafíos: a) Las procedencias son muy variadas: En algunas Entidades se encuentran juntos candidatos procedentes de capas sociales muy diversas; algunos vienen de nuestros grupos o de movimientos eclesiales, después de haber hecho estudios universitarios. Candidatos que han asumido la fe en horizontes culturales difíciles (por ejemplo, el secularismo). Procendencia de otras Congregaciones o de otras Entidades de nuestra Orden. Los informes escritos no suelen ser transparentes, por lo que hace falta un camino de discernimiento personalizado y prudente, más aún si pensamos que, a menudo, estas vocaciones tienen poca perseverancia. Con frecuencia vienen a nosotros presbíteros, dotados de una notable experiencia ministerial. b) La cuestión de la edad nos reta a llevar a cabo itinerarios de acompañamiento personalizados. D) ... y hacer propuestas 1. Respondiendo a los desafíos planteados a los hermanos, a la Fraternidad y a los Animadores vocacionales, se propone que en el Capítulo local de todas las Fraternidades locales se plantee todos los años el tema del CPV, se nombre un Animador vocacional local y se inserten en el proyecto local la formación y las iniciativas para el CPV. De este modo se promoverá la sensibilización de los hermanos. 2. El Secretariado provincial para la Formación y los Estudios, del cual es miembro a todos los efectos el Animador vocacional, es el organismo que impulsa la unidad de todo el itinerario de la formación. Se propone que este organismo involucre en el CPV a la formación permanente y a la formación inicial. 3. Con el fin de clarificar el perfil del CPV y, por tanto, de los Animadores vocacionales, se propone que, entre los diversos enfoques del CPV, se asuma el siguiente marco de referencia: - El CPV parte de un anuncio claro y válido que madura en una propuesta hecha como fraternidad de hermanos que no se han escogido unos a otros y se convierte en acompañamiento mediante un discernimiento cuidadoso y respetuoso de la persona del joven. 4. En este marco, para responder al desafío de la formación de los Animadores vocacionales, el Secretariado general para la Formación y los Estudios proponga un curso para Animadores vocacionales (vivamente aconsejado a los recién nombrados, pero abierto también a otros hermanos y a laicos). Podría tener tres niveles: Nacional, de Conferencia (atención a las áreas culturales y a las Provincias hermanadas) y de la Orden (internacional). Este curso, realizado en cada una de las Conferencias, puede tener en cuenta las peculiaridades socioculturales y favorecer una participación más amplia de los hermanos. Es de desear que se favorezcan, igualmente, formas de colaboración entre las Conferencias geográficamente cercanas. En cuanto al curso para toda la Orden, se propone que se imparta cada tres años. Se propone una posible serie de líneas directrices (cf. Anexo 1). 5. Cada Entidad tome medidas para formar, mediante una adecuada elección, a algunos Animadores laicos de los grupos juveniles, a fin de que puedan acompañar con competencia a los jóvenes que se les han sido confiados, con miras a un correcto itinerario de discernimiento del camino de crecimiento humano y vocacional. 6. Se propone que el hermano elegido como Animador provincial del CPV haya cumplido, al menos, de tres a cinco años de profesión solemne, sea capaz de trabajar en equipo, posea una preparación específica, esté realmente libre y disponible, con dedicación exclusiva para prestar este servicio. Estos requisitos pueden favorecer la madurez, fomentando nuestra vocación y el realismo para aceptar algunas situaciones de nuestras Fraternidades. 7. Se pide que se estudie el modo de pasar de un Animador vocacional, como único responsable del CPV provincial, a una Fraternidad vocacional. El equipo para el CPV, que, en cuanto sea posible, vive en la misma Casa elegida como centro para el CPV, podría tener esa fisonomía. Al programar y llevar a cabo sus actividades, el equipo vocacional pide también la colaboración de laicos y, eventualmente, de miembros de Institutos religiosos femeninos. 8. Instituir una jornada de oración por las vocaciones franciscanas que se celebre contemporáneamente en toda la Orden. 9. Insertar en Laudes y en Vísperas preces por las vocaciones. 10. Proponer semanas de oración por las vocaciones, sensibilizando a los grupos juveniles y coordinándolas de manera que sean a la vez tiempo de sensibilización y de formación para los hermanos. 11. Tener una Fraternidad de acogida vocacional provincial o interprovincial (por ejemplo, para Provincias limítrofes), donde sea posible. En estas Fraternidades búsquense con valentía nuevas formas de vivir las opciones fundamentales de la vida franciscana. 12. Reconociendo la complejidad de la madurez afectiva y de la orientación sexual de los candidatos, se propone al Ministro general y a su Definitorio que ofrezcan indicaciones formativas de acompañamiento y de discernimiento al respecto. 13. El Animador vocacional sea, ordinariamente, el acompañante; en casos particulares complétese el acompañamiento con la colaboración de otros hermanos competentes. 14. En cuanto a los criterios de discernimiento, se propone: a)
Disposición a dejarse acompañar b) Capacidad de conocerse a
sí mismo c) Apertura a la
Palabra de Dios, siguiendo el siguiente proceso: escuchar, comprender,
memorizar, realizar. d) Dominio progresivo de uno
mismo, abandono progresivo de lo superfluo y búsqueda sincera
de la libertad interior, que se expresa en la «desapropiación»
de las cosas materiales. e) Apertura a los
necesitados, especialmente a los más pobres, reconociendo en
ellos un sacramento de la presencia de Dios. f) Los criterios de discernimiento deben armonizarse con el principio general de la gradualidad, basado sobre la capacidad de la persona humana de crecer y desarrollarse. Debe tenerse en cuenta, de ese modo, que existe lugar para personas portadoras de fragilidades personales que han de ser integradas y asumidas en el dinamismo de toda la persona, siempre que no constituyan un obstáculo insuperable para la vida en fraternidad. II. EVANGELIZACIÓN «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,19-20). «Alabadlo, porque es bueno, y enaltecedlo en vuestras obras; pues para esto os ha enviado al mundo entero, para que de palabra y de obra deis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay otro omnipotente sino él» (CtaO 8-11). A) A la escucha de los «signos de los tiempos» 1. Motivos de esperanza a) Ansia generalizada de pertenencia y de relación, de comunión y de orientación clara de la propia vida. b) Gracias a las posibilidades de comunicación, adquirimos cada vez más conocimientos, superando los confines del espacio y del tiempo en un mundo que se ha convertido en la "aldea global". c) Disponibilidad al cambio y a la novedad, favorecidos por la tecnología, en continua evolución. d) Notable crecimiento de la situación de pluralismo cultural y religioso, favorecido por el fenómeno de las migraciones. e) Los jóvenes son sensibles al intercambio cultural y a las nuevas propuestas. f) El mundo de los medios de comunicación interesa e involucra de modo particular a los jóvenes. g) Los jóvenes tienden a estar en grupo y pueden tener muchos puntos de referencia que pueden enriquecer su existencia. h) En la Orden ha aumentado la conciencia de ser una Fraternidad internacional, atenta a cuanto cambia en esta época de la historia y, en particular, al destino de la parte de la humanidad excluida de las posibilidades existentes hoy en día. i) En estos años la Orden ha recuperado su razón de ser en el ámbito de la evangelización, elegida por el Definitorio general como una de las prioridades para el sexenio actual. j) Los laicos tienen una conciencia cada vez mayor de la evangelización y participan cada vez más en ella. 2. Motivos de preocupación a) La afirmación excesiva de la autonomía absoluta del individuo lleva, entre otras cosas, a la fragmentación de los grupos sociales. La ausencia de una rica y sólida red de relaciones, entre ellas la familia, afecta sobre todo a los jóvenes. b) La globalización produce cada vez más un tipo de homologación que iguala modelos y estilos de vida en base a las exigencias del mercado. A la vez, contribuye a ampliar la diferencia entre ricos y pobres y, por tanto, el fenómeno de las migraciones. c) Crece en muchas áreas del mundo el fenómeno del empobrecimiento y de la exclusión de los jóvenes de los bienes y de la posibilidad de trabajo y de estudio. d) El contexto de las nuevas formas de religiosidad favorece el creciente fenómeno de las sectas, que afecta en particular a los jóvenes. e) Los fenómenos antes indicados se reflejan en la disminución de la credibilidad y de la visibilidad de las instituciones religiosas, que ven menguar su fuerza como punto de referencia para la sociedad y para los jóvenes. f) Frecuentemente se constata en nuestras Fraternidades la dificultad de crecer como Fraternidades significativas por su estilo de vida y, por tanto, como Fraternidades evangelizadoras. g) La mayoría de las Conferencias tienen dificultades en las relaciones de colaboración en su proprio seno, con las Diócesis y con otros Institutos religiosos, precisamente por la dificultad de crecer y de trabajar juntos. B) Iluminados por la fe... En la Biblia la vocación no es un privilegio concedido a una persona, sino un servicio que hay que prestar a los demás: «Ahora, pues, ve: yo te envío -dice Yahvé a Moisés- al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto» (Ex 3,10). «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres» (Mc 1,17), dice Jesús a sus primeros discípulos. La vocación, por tanto, es siempre un dejarse implicar en la misión: «Me escogió desde el seno de mi madre -dice Pablo- y me llamó a su gracia... para que yo lo anunciara a los gentiles» (Gál 1,15-16). La fuente y el ambiente habitual del anuncio del Evangelio es estar con Jesús: «Instituyó a los Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14). El estar con él y el predicar (llevar a cabo la misión) no se suceden cronológicamente, no son dimensiones opuestas, sino aspectos que se completan. El núcleo del anuncio evangélico es el Reino de Dios, que irrumpe con fuerza y novedad en la persona de Jesús de Nazaret. La proclamación del Reino se realiza con la palabra y con las obras y exige la conversión: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Mc 1,15). Según el anuncio programático de Jesús (cf. Lc 4,18), los pobres son los destinatarios privilegiados del Reino. Después de Pascua, el Señor resucitado continúa viviendo y actuando en su Iglesia. Ésta recibe, en primer lugar, el anuncio de salvación y, luego, obedece al mandato del Resucitado: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28,19-20). En este contexto resalta en especial la persona y la acción del Espíritu Santo, que procede del Padre y que, por medio del Hijo, es dado a la Iglesia para enviarla a todas las gentes, hasta los confines de la tierra. El Espíritu llama a todos los bautizados, sin distinción, a dar testimonio. El Espíritu anima todas las realidades desde dentro de ellas mismas y se manifiesta en todas las culturas, religiones y condiciones de la persona humana. El Espíritu nos permite reconocer su presencia más allá de los límites visibles de la Iglesia. Escuchando en la capilla de la Porciúncula el evangelio de la misión de los apóstoles, Francisco descubre con alegría el núcleo de su vocación: anunciar el Evangelio a todas las criaturas: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica» (1 Cel 22a). La Porciúncula es también el lugar desde donde Francisco envía a sus hermanos de dos en dos por el mundo. En cuanto empiezan a existir, los Frailes Menores caminan anunciando la reconciliación y la paz. Francisco exhorta a sus hermanos a predicar primero con la presencia y con el ejemplo; sólo más tarde, cuando «les parezca que agrada al Señor», deben anunciarlo de palabra y «confiesen que son cristianos» (Rnb 16). C) Para asumir los desafíos... 1. El desafío es caminar incesantemente hacia una auténtica vida fraterna, consciente de la identidad franciscana y del testimonio que hay que dar, para poder vivir como Fraternidad evangelizadora y poder ofrecer una propuesta vocacional en clave franciscana, asumida por todos los Frailes y por todas Fraternidades. 2. El desafío consiste en poner en práctica el CPV en el seno de la pastoral ordinaria, en estrecha colaboración con la pastoral juvenil y en colaboración con las Iglesias particulares, con los otros Institutos religiosos, con los laicos y con los mismos jóvenes. 3. El desafío es ir al encuentro de los jóvenes, incluso de los «alejados», de los de convicciones religiosas distintas y de culturas diferentes, llegando a ellos en sus propios ambientes de vida mediante una pastoral más misionera y profética y con una propuesta clara y realizable. 4. El desafío del influjo ejercido por los medios de comunicación social sobre los jóvenes es cada vez mayor. 5. El desafío consiste en desarrollar un acompañamiento en clave franciscana que ayude a los jóvenes a unificar la vida que han vivido, convertirse en adultos y asumir la responsabilidad de su propia existencia en términos vocacionales. 6. El desafío consiste en dar valor a la dimensión universal e internacional de nuestra Fraternidad, como recurso en nuestro contexto de globalización y como respuesta de comunión a los riesgos de la homologación que la globalización comporta. 7. El desafío consiste en acoger las instancias del mundo juvenil menos favorecido por la situación social y económica y promover su crecimiento integral. 8. El desafío consiste en prestar atención a los inmigrantes y a las minorías étnicas y en estar a su lado. 9. El desafío consiste en la evangelización del mundo religioso de los jóvenes, escuchando sus instancias, aclarando sus contenidos, educándolos al diálogo y a la acogida de lo diverso. Estos ámbitos pueden ser, además, lugares de anuncio y de propuesta vocacional. 10. El desafío consiste en atender pastoralmente a las familias de donde provienen los candidatos, teniendo en cuenta la edad de éstos y su situación concreta. D) ... y hacer propuestas 1. En colaboración con la formación permanente, promuévase la conciencia de ser una Fraternidad evangelizadora mediante el testimonio de una vida coherente y el servicio común al anuncio del Evangelio, dirigido también a los jóvenes. 2. Los Animadores vocacionales estudien y promuevan modos para ofrecer una evangelización de la vocación en sentido amplio en el seno de la pastoral ordinaria y en los diversos lugares de presencia y de anuncio, como los santuarios, las escuelas, los colegios, etc., en colaboración con las Diócesis y con otros Institutos religiosos. 3. Estudiar y llevar a cabo formas de CPV dirigidas a los niños y a los adolescentes, valorizando la catequesis. 4. Los responsables de la evangelización itinerante en las misiones populares procuren anunciar también los contenidos vocacionales de la vida cristiana. En las misiones populares dedíquese una jornada a la oración y a la profundización de las vocaciones de consagración especial. 5. Los Animadores vocacionales y sus equipos estudien formas concretas de presencia y de diálogo con quienes viven «lejos», fuera de las instituciones eclesiales, con miras a su evangelización. 6. Elaborar propuestas de evangelización y de anuncio vocacional destinadas al mundo de la cultura y de la universidad. 7. Utilizar con creatividad los medios y las técnicas de comunicación, con tal de que su uso no contradiga el mensaje evangélico franciscano de minoridad. 8. Optar por una pastoral juvenil en clave de evangelización capaz de proponer, a cuantos puedan necesitarlos, itinerarios fundamentales de iniciación a la vida humana, social, y a la fe cristiana, atentos a la espiritualidad franciscana. 9. Continuar profundizando las relaciones y la colaboración entre el CPV y la pastoral juvenil, permaneciendo abiertos a los diversos grupos eclesiales. 10. Según el esquema del CPV (anuncio - propuesta - acompañamiento), elabórese un proyecto que indique, para cada fase, los destinatarios, las finalidades, los contenidos fundamentales, los medios y los modos. 11. Potenciar el intercambio de los recursos humanos, metodológicos y materiales del CPV en las Entidades, en las Conferencias y en la Orden. 12. Los proyectos del CPV de las Entidades y de la Orden incluyan las dimensiones de la minoridad y de la evangelización. 13. En perspectiva de testimonio es necesario verificar la coherencia entre las estructuras, los medios de que disponemos, nuestro estilo de vida, nuestro anuncio y nuestras propuestas. 14. Elaborar un glosario que describa el significado de los términos utilizados, de manera que haya unidad y concordancia de lenguaje entre nuestra legislación, los documentos de la Orden y nuestro modo de hablar. III. FRATERNIDAD «Vosotros no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra porque uno solo es vuestro padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor» (Mt 23,8-11a). «Y nadie sea llamado prior, mas todos sin excepción llámense simplemente hermanos menores... Si alguno viene a nuestros hermanos, sea recibido benignamente» (Rnb 6,3). A) A la escucha de los «signos de los tiempos» 1. Motivos de esperanza a) Reconocemos que ha crecido la conciencia de ser una Fraternidad donde la calidad de las relaciones mutuas se convierte en riqueza de pertenencia y de comunión, incluso en relación con el mundo juvenil. b) Reconocemos que ha crecido la conciencia de ser una Fraternidad de hermanos, sin distinciones, y el camino que la Orden está recorriendo en esta dirección. c) Reconocemos que nuestras Fraternidades están más abiertas a la Orden y a las otras Entidades. «Las prioridades para el sexenio» han sido muy bien recibidas. d) Reconocemos que ha crecido la conciencia de que es necesario implantar la Orden en diferentes lugares mediante las vocaciones locales y respetando la internacionalidad. e) Las Entidades asumen cada vez con más decisión el proyecto de vida fraterna y de misión. f) Reconocemos que es muy positivo el testimonio de interés y de participación de nuestros hermanos ancianos y de nuestros hermanos enfermos al servicio común del CPV. g) Reconocemos que las personas que se acercan a nuestras Fraternidades las sienten como partícipes de su vida y de sus necesidades. h) Reconocemos que aumenta sin cesar el descubrimiento de la complementariedad carismática de la Familia Franciscana y la colaboración: con las otras ramas masculinas, con las clarisas, con la OFS, con la JUFRA y con los Institutos femeninos franciscanos. También ha crecido la colaboración con el laicado. 2. Motivos de preocupación a) Constatamos la pérdida de significatividad de muchas de nuestras Fraternidades. Hemos subrayado las siguientes causas: el individualismo, el exceso de actividad, la escasa calidad de la vida fraterna, el cansancio y la resignación ante el envejecimiento y la disminución drástica de vocaciones en muchas Entidades. b) Reconocemos que muchas estructuras constituyen un peso para la vida fraterna y son un antitestimonio para las personas, que no consiguen disponer de unas estructuras mínimas. c) Constatamos el fenómeno de muchos hermanos que abandonan la Orden y de su incidencia negativa en el anuncio y en el acompañamiento vocacional. d) Se constata que entre los hermanos persiste una mentalidad clerical generalizada. e) Se constata que en varios hermanos de nuestras Entidades existe la llamada «mentalidad de delegación» y, por tanto, un insuficiente compromiso en el CPV. B) Iluminados por la fe... La llamada al seguimiento inserta al discípulo en la nueva comunidad mesiánica de Jesús (cf. Mt 12,50). Entre las actitudes propias del seguimiento en la comunidad, reconocemos ante todo la escucha del Señor (Lc 10, 40-42), que convierte a los discípulos en amigos suyos: «No os llamo ya siervos... a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15). Este vínculo íntimo con el Padre nos hace hijos y, por tanto, hermanos unos de otros: «Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado como me has amado a mí» (Jn 17,23). El discípulo, en el espíritu de hijo, de amigo y de hermano de Jesús, debe hacerse pequeño y siervo de todos: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos» (Mc 10,44-45). El discípulo, a semejanza del Maestro, no está en medio de los otros para ser servido, sino para servir (cf. Mc 10,45). Jesús es el Señor que lava los pies a sus discípulos (cf. Jn 13), para que ellos hagan lo mismo y reconozcan que son hermanos (cf. Mt 23,8-11). Por obra del Espíritu hemos sido hechos hijos de Dios, amigos de Jesús y, por tanto, hermanos unos de otros en su comunidad. De ese modo, la Trinidad se revela como la fuente y el modelo de la unidad y de la comunión de la Iglesia, pueblo de los llamados a vivir como hijos y hermanos. En esta unidad hay una reciprocidad en la comunión y en el servicio mutuo de las diversas vocaciones y carismas existentes en cada comunidad eclesial. Esta reciprocidad tiene, igualmente, una perspectiva ecuménica. El carisma de la vida consagrada vive en esta reciprocidad la comunión de las diversas vocaciones. Por eso, ha emergido más claramente el hecho de que la profesión de los consejos evangélicos pertenece a la vida y a la santidad de la Iglesia (cf. Vita consecrata 29). Ser una Fraternidad está relacionado con el misterio mismo de la Iglesia, cuya imagen y modelo es María, «virgen hecha Iglesia». San Francisco acogió con gratitud el don de los hermanos (cf. Test 14), con quienes siguió «las huellas de nuestro Señor Jesucristo» (Rnb 22, 2). Con sus hermanos acogió con gran reverencia las «odoríferas palabras del Señor (2CtaF 2). Con ellos aprendió a hacerse seguidor de Cristo pobre y crucificado. Francisco encontró un vínculo profundo entre fraternidad y minoridad, vínculo que le permitió comprender la complementariedad de sus hermanos (véase su descripción del «hermano perfecto» en EP 85). Por eso, quedó fascinado por el gesto del lavatorio de los pies, lo practicó (cf. LM 1,8), pidió a sus hermanos que lo practicaran («Y lávense los pies el uno al otro» [Rnb 6, 3]) y exhortó a los ministros a gloriarse de su prelacía como del oficio de lavar los pies a los hermanos (cf. Adm 4). Santa Clara, llamada por sus contemporáneos «impronta de la Madre de Dios» (Carta proemio a la Leyenda de Clara), vive en la escucha atenta de la Palabra y en la contemplación de las obras de Dios. Por eso vive entre sus hermanas como una de ellas en todo y las sirve con delicadeza exquisita. Les pide: «Y amándoos mutuamente con la caridad de Cristo, mostrad exteriormente por las obras el amor que interiormente os alienta» (TestCl 59). De ese modo la Fraternidad se vuelve para los Hermanos Menores y para las Hermanas Pobres en lugar de conversión, de servicio recíproco, de servicio a los demás, sobre todo a los más pobres, y en lugar de profecía. C) Para asumir los desafíos... 1. Cultivar frente a los desafíos del CPV una actitud de realismo animado por la confianza y el optimismo, sin hacerse falsas ilusiones. Ello es posible si se pasa del lamento a la valentía de considerar el CPV como una verdadera prioridad de la Orden y de nuestras Entidades, mediante la estima y el entusiasmo por nuestra forma de vida y por la novedad que los jóvenes le aportan. 2. Ayudar a las Fraternidades a identificar los aspectos positivos en los que hay que trabajar, superando tanto la tentación de la lamentación continua como la de negar los cambios que se producen en el mundo, en la Iglesia y en la Orden. 3. La calidad de la vida fraterna, fomentada adecuadamente para nuestro crecimiento, sea también un lugar vivo para ofrecer a los jóvenes un testimonio atrayente. 4. Superar la llamada «mentalidad de delegación», de manera que todos los hermanos descubran y acepten su responsabilidad y su obligación de colaborar activamente en el CPV. 5. Asumir la capacidad de osar y de arriesgarse más en el ámbito de la fraternidad y en el del CPV. 6. Valorizar nuestras estructuras locales como realidades significativas y abrirse, con miras al CPV, a nuevas formas de presencia que favorezcan la vida fraterna y el testimonio. 7. Encontrar criterios para vivir la colaboración y la misión del CPV en comunión recíproca y vital con los otros componentes de la Familia Franciscana, con las Iglesias locales y con los grupos y los movimientos eclesiales. 8. Elaborar un CPV en clave ecuménica, que preste también atención a las comunidades franciscanas existentes en el mundo anglicano y en el mundo de la Reforma. 9. Es necesario dejarse interrogar por la realidad de los movimientos y de los grupos eclesiales en fase de expansión y captar lo que es eficaz en dichos movimientos, lo que ha sido eficaz en los movimientos de reforma de la Orden y lo que es ineficaz en nuestro CPV. 10. Revisar los modos de acompañamiento para lograr más perseverancia. D) ... y hacer propuestas 1. Un apoyo decidido, incluso económico, del Gobierno de la Provincia al CPV. 2. Encontrar modos concretos de compartir el personal y la producción de proyectos, material e iniciativas en las Entidades, en las Conferencias y en el conjunto de la Orden, prestando especial atención a las Entidades que disponen de menos recursos para el CPV. 3. Invítese regularmente a los responsables del CPV al Capítulo provincial, a reuniones del Definitorio, a asambleas de Guardianes, a reuniones del equipo de formación permanente, a reuniones de la Conferencia de Ministros provinciales y a otros encuentros, a fin de que el trabajo del CPV sea conocido por todos los hermanos y pueda ser apoyado por todas las estructuras de la Entidad. 4. Insertar en los proyectos comunitarios de las Fraternidades locales un apartado sobre la pastoral juvenil y sobre el CPV. 5. Las Entidades de la Orden promuevan cada vez más Fraternidades de acogida vocacional, asumidas como uno de los mejores medios pedagógicos en el proceso de acompañamiento y de discernimiento vocacional y como lugar de renovación de la vida fraterna. 6. Valorizar los momentos de encuentro entre los jóvenes provenientes de nuestras Entidades y los de la Familia Franciscana con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud. 7. Se propone la fundación de un Centro Franciscano Internacional para el CPV, por ejemplo en Asís, en Tierra Santa... En este Centro cuídesela formación de los Animadores y la actividad al servicio de los jóvenes y téngase un núcleo de elaboración, documentación e información sobre los estudios, investigaciones, actividades e iniciativas de CPV existentes en la Orden y en la Iglesia. 8. Se propone que el Ministro general y su Definitorio promuevan, en sintonía y en colaboración atenta con la Familia Franciscana, la posibilidad de declarar a Asís «ciudad internacional de los jóvenes». 9. Realizar estructuras de coordinación de los Animadores vocacionales siguiendo un criterio de homogeneidad cultural y de vecindad geográfica. 10. Dirección Internet para el CPV atendida por el Secretariado general para la Formación y los Estudios: correo electrónico, Links, direcciones, foro de ideas, web revista para jóvenes en la que se indiquen nuestras presencias en el mundo y figuras significativas de hermanos del siglo XX. 11. Se propone: - Hacer la Marcha Franciscana en otras Entidades; elegir como meta de la Marcha un lugar significativo. - Hacer algo análogo a la Marcha Franciscana por áreas lingüísticas, viniendo a Asís en periodos diversos al 2 de agosto. - Proponer el hermanamiento de Entidades, acogiendo pequeños grupos en los grupos de las Provincias italianas. 12. Recíbase a los jóvenes provenientes de las regiones de otras Entidades y, a la vez, infórmeseles sobre las Entidades del territorio de donde provienen. 13. Hacer llegar a todos los hermanos el Documento final del Congreso con una carta de presentación del Ministro General. 14. Se propone pedir a las Entidades y a las Conferencias que hagan suyo el Documento final del Congreso y lo estudien en el ámbito de la formación permanente. 15. La propuesta para la Fraternidad de Acogida Vocacional se encuentra en el Anexo 2. Anexo 1 Respecto a los contenidos del curso de formación para Animadores vocacionales (cf. más arriba: I, D, 4), se propone la siguiente guía, basada en la aportación de varios grupos y que tiene en cuenta tres dimensiones: humana, cristiana y franciscana. Dimensión humana a) Estudiar la situación de los jóvenes en la sociedad de hoy. b) Ampliar los campos de formación humana de los Animadores vocacionales, por ejemplo: ciencias de la educación, aspectos de la madurez afectivo-sexual. c) Preparar y ofrecer subsidios, fichas y otros materiales útiles para la pastoral vocacional. d) Prestar atención al mundo de los pobres. e) Promover el conocimiento y el uso de nuevos instrumentos de CPV, como los medios de información, la informática, publicaciones, películas, teatro, etc. Dimensión cristiana a) Profundizar la teología de la vocación. b) Teología de la vida consagrada. c) Adquirir suficiente competencia en teología y en práctica pastoral, no siempre garantizada en nuestros actuales currículos de estudio. d) Cuidar, a la vez que la formación teórica, la formación práctica. e) Hacer un estudio de la pastoral vocacional basado sobre los documentos de la Iglesia y de la Orden, prestando atención especial a los documentos eclesiales publicados en la propia área geográfica. f) Elaborar criterios generales de admisión de los candidatos a la luz de los grandes personajes y de los mensajes espirituales de la Iglesia. g) Ofrecer indicaciones metodológicas vinculadas con los aspectos de la pastoral vocacional: escuchar - acompañar - formar - discernir. Dimensión franciscana a) Profundizar en el carisma franciscano y en su presentación en el CPV, sin descuidar la dimensión contemplativa de nuestra forma de vida. b) Introducir en el conocimiento de la identidad del Hermano Menor, de la vida franciscana y de su espiritualidad tal como hoy es reconocida y promovida por la Orden. c) Profundizar en el conocimiento de santa Clara y de la forma de vida de las clarisas hoy. d) Profundizar en el conocimiento de la OFS y de los diversos Institutos franciscanos (religiosos, seculares, asociaciones, etc.). e) Prestar atención a los documentos de la Orden sobre el CPV. f) Insertar en la vida práctica los frutos del Congreso de los Animadores Vocacionales de la Orden. * * * Anexo 2 1. La Fraternidad de Acogida Vocacional (FAV) es un lugar donde se le propone al joven el acompañamiento y el discernimiento vocacional. Es también un lugar donde el joven experimenta nuestro carisma de vida fraterna en la perspectiva del «venid y ved». Téngase en cuenta que la FAV es un lugar especial y que no puede identificarse sin más con la formación inicial propiamente dicha. 2. La mejor animación vocacional consiste en el testimonio gozoso de la radicalidad de nuestra vida franciscana mediante la oración y la devoción y mediante la vida fraterna en minoridad. El Animador es testigo, junto a su Fraternidad, de esta dimensión esencial. 3. En este contexto vital hay que respetar y coordinar, al servicio de los jóvenes, las iniciativas y los dones de cada hermano. 4. Acoger a los jóvenes en la Fraternidad favorece el crecimiento de los jóvenes y de los mismos frailes. Hay una reciprocidad de crecimiento y de formación, en el respeto de los diferentes papeles. Para poder lograr este objetivo, convendría que la Fraternidad fuera suficientemente numerosa. 5. El CPV está colocado entre la Fraternidad y los jóvenes: favorecer en fraternidad la dimensión del diálogo. Sobre todo en el Capítulo local, la Fraternidad es estimulada mediante el diálogo a tomar conciencia de que el CPV es una responsabilidad común. 6. Formar una Fraternidad que viva la prioridad de la acogida de los jóvenes. Es una tarea difícil, pero hace crecer la alegría y la esperanza. 7. En la formación de la FAV el Gobierno provincial tenga en cuenta la posibilidad efectiva de colaboración entre el Animador provincial del CPV, el Guardián y los miembros de la Fraternidad donde se coloca la FAV. A todos ellos se les pide una actitud de conversión continua para poder: a) Crear un verdadero clima de familia, caracterizado por el diálogo, la confianza, la simpatía y el intercambio de experiencias. b) Prestar más atención a la vida espiritual de los hermanos, que se reúnen para la escucha de la Palabra, la fracción del Pan, la oración de la Iglesia. c) Mantener una actitud abierta a realizaciones proféticas en el espíritu de las opciones y de las indicaciones de la Orden sobre la minoridad y la evangelización. d) Compartir los servicios domésticos (cocina, limpieza, trabajo, animación de la oración). e) Cultivar una acogida adecuada y generosa a los jóvenes, que vienen con sus propias necesidades, sensibilidad, esperanzas humanas y espirituales. 8. A los jóvenes que vienen a la FAV se les pide disponibilidad para: a) Un camino de búsqueda vocacional compartida con otros jóvenes y expresada en diferentes maneras. b) Compartir la vida de la Fraternidad en sus múltiples aspectos. c) La duración del tiempo de permanencia de los jóvenes establézcase según las necesidades de cada uno. 9. Medios: a) Convivencia fraterna, recreación, comidas, trabajo. b) Oración personal y comunitaria. c) Preparación y participación en la Eucaristía. d) Primer acercamiento a las fuentes franciscanas y a la reflexión sobre la vocación. e) Coloquios de verificación y de discernimiento vocacional. [Texto publicado por la Secretaría General para la Formación y los Estudios, Roma 2001] |
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