DIRECTORIO FRANCISCANO

Saludo de Bienvenida

A través de la CUARESMA hacia la PASCUA

 

El día 17 de febrero comenzamos la Cuaresma. Yo diría que comenzamos el gran tiempo pascual: cuarenta días de preparación para la Pascua y, después, cincuenta días de celebración de la Resurrección. Es el gran tiempo fuerte de la vida cristiana.

«Tocad la trompeta en Sión», decía el profeta Joel, y nos repite la liturgia. Y es que todo cristiano debería despertar de la rutina y vivir intensamente este tiempo. Es una lástima que en la actualidad ya casi no tenga resonancia social. Cada vez más, queda ahogada la Cuaresma por dos polos que la atenazan y la diluyen: al principio, el Carnaval con frecuencia desenfrenado; al final, unas celebraciones de la Semana Santa de las que a menudo está ausente el misterio redentor. Y sin embargo, es el momento de reflexión profunda de nuestra fe. A un mundo lleno de dolor, de sufrimiento, de guerras, de insatisfacción y de vacío, sólo puede venirle la luz y la verdad del mensaje de Jesús, del misterio de su Muerte y Resurrección.

Cuaresma es tiempo de gracia, el momento que Dios nos ofrece para nuestra salvación. San Pablo dice y la Iglesia nos recuerda: «Ahora es el tiempo de la gracia; ahora es el día de la salvación».

Cuaresma es tiempo de conversión, nuestra auténtica respuesta a la oferta de Dios. Dejar el camino del mal y del desamor, para avanzar en el camino del amor y del servicio.

En tiempos antiguos, la Cuaresma se caracterizaba por la preparación inmediata de quienes querían recibir el bautismo, que les sería conferido en la Vigilia Pascual, y por la penitencia que hacían los pecadores para ser reconciliados el Jueves Santo y así celebrar la pascua de Resurrección.

Ahora los objetivos son los mismos: reavivar nuestra fe, renovando los compromisos bautismales, y caminar hacia la reconciliación y la conversión, a través de la penitencia interior.

De este modo, nos preparamos para la Pascua; porque lo más importante de la Cuaresma es la Pascua: el paso de la Cruz a la Vida. Hace dos mil años dio Jesús este paso. Ahora nos toca darlo a nosotros, sin miedos, porque a nuestra vera está Él, alentando y guiando nuestro camino.

Y al final de la Cuaresma llegamos a la cima, al gran día, a la Fiesta, a la Pascua: fundamento y raíz de nuestra fe. Dios ha resucitado a Jesús y con Él nos ha resucitado a todos nosotros. Estamos en la cumbre de la Historia de la Salvación.

Pascua significa «paso» en el sentido más profundo y trascendente: paso de la muerte del pecado a la vida de Dios; de las tinieblas a la luz; de la ira a la gracia: de la esclavitud a la libertad.

Cantemos nuestra fe, cantemos nuestro amor, cantemos nuestra esperanza. Anunciemos la gran Noticia. Que al celebrar la Pascua, resucite todo en torno a nosotros.

Fr. Raimundo Domínguez, O.F.M.
Ministro Provincial
Valencia, febrero de 1.999

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