Juan Pablo II
convoca para el 24 de enero del 2002 un nuevo encuentro interreligioso en
Asís para orar por la paz
(Ángelus del 18 de noviembre
del 2001)
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. El escenario internacional sigue estando
turbado por preocupantes tensiones. No podemos por menos de recordar los graves
sufrimientos que han afligido y afligen aún a tantos hermanos y hermanas
nuestros en el mundo: miles de víctimas inocentes en los
gravísimos atentados del pasado 11 de septiembre; innumerables personas
obligadas a abandonar sus hogares para afrontar un destino desconocido y a
veces la muerte cruenta; mujeres, ancianos y niños expuestos al riesgo
de morir de frío y hambre.
En una situación que se ha vuelto
dramática a causa de la amenaza siempre inminente del terrorismo
sentimos la exigencia de elevar nuestra oración a Dios. Cuanto
más insuperables parecen las dificultades y oscuras las perspectivas,
tanto más insistente debe ser nuestra plegaria para implorar de Dios el
don de la comprensión recíproca, la concordia y la paz.
2. Sabemos que la oración cobra
fuerza si va acompañada por el ayuno y la limosna. Lo enseña ya
el Antiguo Testamento, y los cristianos, desde los primeros siglos, han acogido
esta lección y la han aplicado, particularmente en los tiempos de
Adviento y Cuaresma. Por su parte, los fieles del islam acaban de iniciar el
Ramadán, mes consagrado al ayuno y a la oración. Los
cristianos, dentro de poco, en el Adviento, comenzaremos a prepararnos, con la
oración, para la celebración de la Navidad, día del
nacimiento del «Príncipe de la paz».
En este tiempo oportuno pido a los
católicos que el próximo 14 de diciembre se viva como
día de ayuno, durante el cual se ruegue a Dios con fervor para que
conceda al mundo una paz estable, fundada en la justicia, y haga que se
encuentren soluciones adecuadas para los numerosos conflictos que afligen al
mundo. Aquello de lo que nos privaremos en el ayuno podrá ponerse a
disposición de los pobres, en particular de quienes sufren en este
momento las consecuencias del terrorismo y de la guerra.
Quisiera anunciar, además, que tengo
la intención de invitar a los representantes de las religiones
del mundo a acudir a Asís el 24 de enero de 2002 para orar por
la superación de las contraposiciones y por la promoción de la
auténtica paz. Queremos reunirnos, especialmente los cristianos y los
musulmanes, para proclamar ante el mundo que la religión no debe
convertirse jamás en causa de conflicto, de odio y de violencia. Quien
de verdad acoge la palabra de Dios, bueno y misericordioso, debe excluir de su
corazón toda forma de rencor y enemistad. En este momento
histórico la humanidad necesita ver gestos de paz y escuchar palabras de
esperanza. Como dije hace quince años, anunciando el encuentro de
oración por la paz que se celebró en Asís en octubre de
ese mismo año: «Es urgente que una invocación coral se eleve
con insistencia desde la tierra hasta el cielo para implorar del Omnipotente
-en cuyas manos está el destino del mundo- el gran don de la paz,
presupuesto necesario para todo empeño serio al servicio del verdadero
progreso de la humanidad» (Ángelus del 6 de abril de
1986).
3. Encomiendo desde ahora estas iniciativas
a la intercesión materna de María santísima,
pidiéndole que sostenga nuestros esfuerzos y los de toda la humanidad
por el camino de la paz.
A ti, Reina de la paz, te pedimos que nos
ayudes a responder con la fuerza de la verdad y del amor a los nuevos y
formidables desafíos del momento actual. Ayúdanos a superar
también este momento difícil, que turba la serenidad de tantas
personas, y a comprometernos sin titubeos a construir, cada día y en
todos los ambientes, una auténtica cultura de la paz.
[L'Osservatore Romano, edición
semanal en lengua española, del 23-XI-01]