DIRECTORIO FRANCISCANO

Saludo de Bienvenida

Actualizar la herencia espiritual de San Francisco

Juan Pablo II al Capítulo general de los Capuchinos (7-VII-00)

Una de las biografías más autorizadas de vuestro fundador narra que el Papa Inocencio III, mientras estaba evaluando la petición de san Francisco que solicitaba permiso para fundar una «nueva» forma de vida consagrada, se sintió impulsado por un sueño a darle una respuesta afirmativa: se le apareció la basílica de San Juan de Letrán a punto de derrumbarse; pero junto a ella había un hombre pobre y pequeño que la sostenía sobre sus hombros para que no se desplomara (LM 3,10). Vuestra familia religiosa, desde sus orígenes, se ha distinguido por el compromiso, que le legó san Francisco, de un gran amor a la Iglesia y de una obediencia filial y fidelidad a sus pastores. Todo esto explica muy bien el significado de esta visita vuestra y, por tanto, es oportuno que el Sucesor de Pedro se dirija a vosotros, representantes de vuestros hermanos esparcidos por todo el mundo, para exhortaros a perseverar en el camino emprendido.

Mis encuentros con vosotros, con ocasión de vuestros capítulos generales, me han dado la oportunidad, entre otras cosas, de apreciar el empeño con el que habéis procurado redescubrir, a la luz de las enseñanzas conciliares, la herencia espiritual de san Francisco, identificando con mucha seriedad lo que es verdaderamente esencial en vuestro carisma. Os animo a proseguir en esta dirección, siempre atentos y dóciles a las indicaciones del Magisterio.

Dos aspectos, en particular, deberéis tener siempre presentes:

-- En primer lugar, la prioridad y la centralidad, como quería san Francisco, de la fraternidad evangélica, que os caracteriza como frailes y hace de vosotros una orden de hermanos. Desde esta perspectiva, vuestro compromiso consiste en modelar cada aspecto de vuestra vida según lo que es típico del carisma franciscano capuchino: el espíritu de oración, la minoridad y la sencillez, la pobreza y la austeridad, el contacto con el pueblo, la cercanía a los necesitados, el celo por la evangelización, la alegría y la esperanza cristiana. Entre estos valores, recientemente, durante vuestro sexto Consejo plenario, habéis tomado nuevamente en consideración la opción por la pobreza. Os ha impulsado a hacerlo vuestro renovado sentido de fraternidad, que se ha acentuado gracias a la difusión de la orden en todo el mundo. En efecto, los nuevos problemas de nuestra sociedad os invitan a ahondar en el significado de la pobreza evangélica vivida fraternalmente, es decir, en la dimensión comunitaria, institucional y estructural. En la contemplación de Cristo pobre encontraréis inspiración, no sólo para vivir personalmente una vida pobre, sino también para amar y servir a los pobres, a quienes mi predecesor Pablo VI definió un «sacramento» de Cristo.

En segundo lugar, consideráis oportuno subrayar la actitud coherente, práctica y concreta de san Francisco. Es necesario pasar a los hechos, a los valores vividos, al método del testimonio directo. En efecto, conocéis bien el criterio al que solía referirse vuestro fundador: «Plus exemplo quam verbo», con el ejemplo más que con las palabras (TC 36).

Que vuestro capítulo os ayude a aceptar con valentía franciscana los desafíos del nuevo milenio; desde la perspectiva de la novedad evangélica, os estimulan a la creatividad, a la audacia y al optimismo. «En estos tiempos se exige de los religiosos aquella autenticidad carismática, vivaz e imaginativa, que brilló fúlgidamente en los fundadores» (Mutuae relationes, 23).

Que vuestro padre y hermano Francisco os guíe y acompañe siempre en vuestro compromiso de ser coherentes con vuestro estilo de vida, de modo que lleguéis a ser, como él quería, auténticos hermanos menores.

[Cf. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 21-VII-00]

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