DIRECTORIO FRANCISCANO

CONCLUSIONES DEL CONGRESO MUNDIAL
SOBRE LA FAMILIA (Valencia 4-7 de julio del 2006)

PROBLEMAS ACTUALES
Y DESAFÍOS A LA FAMILIA

Matrimonio y legislación civil

El Congreso ha recordado que la sociedad debe tender al bien común y la importancia fundamental del matrimonio y de la familia. En el curso de los siglos, se ha recogido la realidad fundamental de que el hombre y la mujer, unidos recíprocamente en virtud de un mutuo consentimiento, dan origen a la familia, fuente de vida y de desarrollo social. En la actualidad, en muchos Estados, en virtud de una ambigua interpretación del principio de igualdad, y considerando que no se debe excluir ninguna práctica de la sexualidad, se propugna una modificación de la configuración del matrimonio, llegando incluso a equipararlo a las uniones homosexuales.

La familia, comunidad humana por antonomasia, está constituida por el padre y la madre, de los que nacen los hijos, que son amados cada uno por sí mismo. La familia trasciende la individualidad. La Iglesia, depositaria del mensaje cristiano, refuerza e ilumina los principios básicos de la convivencia matrimonial, junto con la igualdad y la inviolabilidad de sus derechos.

Las cuestiones que se han apuntado no sólo afectan a un Estado, sino a muchos. En el Congreso se citó, a modo de ejemplo, la resolución del Parlamento europeo que trata de imponer a los Estados miembros la equiparación de matrimonios y parejas homosexuales, fruto de una falsa concepción tanto acerca de la sexualidad humana como de la laicidad del Estado. El peligro de una vida social carente de valores propicia un totalitarismo visible o encubierto. Frente a ello la Iglesia proclama y defiende sin cesar los derechos fundamentales de toda persona.

Familia y justicia social

Como célula básica de la sociedad, la familia es sujeto especial de la justicia social. De acuerdo con la doctrina social de la Iglesia, fundada en la ley natural, los padres tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. A los padres cristianos corresponde la misión de formarlos en la fe. La libertad para transmitir la fe, dentro del contexto familiar, es un punto decisivo de una verdadera libertad religiosa. Los padres deben asumir esa misión tanto en el seno del hogar, cuidando el uso de los medios de comunicación social y de Internet, como siguiendo con atención la formación que se imparte en la escuela y en otros centros educativos.

El Congreso reclamó que la sociedad debe organizarse de forma que la familia pueda hacerse presente, del modo que en cada caso le sea propio, en el conjunto de la actividad colectiva, aportando sus energías y su vitalidad, que pueden contribuir tanto a superar la mentalidad individualista y consumista. A este respecto el Congreso alabó la acción de grupos, nuevas realidades eclesiales y asociaciones familiares.

Matrimonio y economía

La cuestión económica ha sido siempre un tema de gran importancia para la familia. La familia es lugar donde se produce riqueza y donde se asegura un desarrollo perdurable. A lo largo de la historia, esta producción ha pasado de ser agrícola y artesanal a ser industrial, con implicaciones para la vida familiar, ya que la vida en las grandes ciudades dificulta la solidaridad entre las generaciones y la reciprocidad.

En diversas intervenciones se hizo notar que hoy, en muchos países, el bienestar se mide según el Producto interior bruto (PIB). La realidad es que, de hecho, este indicador excluye la producción doméstica, especialmente de la madre, cuando en realidad se trata de una actividad absolutamente necesaria, fuente de esa riqueza fundamental que son las personas. La existencia de un trabajo profesional fuera del hogar -realidad plenamente legítima- no debe ir en detrimento de la atención a los hijos. Si se desea dar a las familias el reconocimiento que merecen, es necesario que la sociedad se organice de forma que ese objetivo pueda alcanzarse.

El desarrollo de la bioética y la vida del matrimonio

La investigación médica y biológica ha traído consigo grandes avances, pero también problemas éticos nuevos, que afectan muy directamente a la vida familiar. En los ordenamientos modernos el derecho más proclamado y al mismo tiempo el más violado es el relativo a la vida y a la integridad de la persona. Por otra parte, actualmente surgen problemas de especial relevancia acerca de la bioética y de la familia, que no siempre son adecuadamente regulados. De hecho existe una mentalidad abortista, que fomenta exactamente lo contrario a la verdadera familia e incita a la madre a acabar con la vida del hijo que lleva en las entrañas. El Congreso denunció las campañas en favor de la anticoncepción y el aborto, afirmando que no sólo constituyen un claro atentado contra la vida, sino también contra la existencia misma de las familias.

Algo parecido sucede con la eutanasia y la tendencia a eliminar a los seres humanos que se consideran inválidos o que constituyen un peso para la sociedad. La claudicación ante el dolor o ante la proximidad de la muerte constituye una tremenda derrota existencial, que pone de manifiesto la falta de resortes humanos y cristianos profundos. La Iglesia reconoce en la vida humana un bien primario, presupuesto de todos los demás bienes. Por esto pide que se respete la vida tanto en su inicio como en su fin.

Se denunció también que se está fomentando una mentalidad según la cual todo hombre o mujer tiene derecho a tener un hijo, esté en la situación que esté, olvidando que el hijo no es una propiedad de los padres, sino un don que reciben del Creador. Las técnicas de reproducción artificial y la clonación son atentados muy graves contra la dignidad de la persona humana. El ser humano reclama, por su naturaleza personal, nacer como fruto de una verdadera relación entre personas y en el seno de un matrimonio. Las consecuencias a que lleva la mentalidad antes mencionada -el alquiler de úteros, la destrucción de embriones...- ponen de manifiesto hasta dónde puede llegar el comportamiento humano cuando olvida el valor de la persona.

Familia y demografía

Durante el Congreso, los expertos en el campo demográfico han puesto de manifiesto la grave crisis que implica el envejecimiento de la población que aflige a un número elevado de naciones, especialmente en el mundo más desarrollado. La disminución de la fecundidad afecta a la economía y, al mismo tiempo, provoca efectos negativos en la vida personal, en la comunidad familiar y en la sociedad. Sin desconocer la importancia que tienen las cuestiones demográficas, el Congreso ha puesto de manifiesto que la sociedad debe afrontarlas con una actitud ética y valorando siempre a la persona humana y por tanto rechazando la contracepción, la esterilización y el aborto, y en general los planteamientos neomalthusianos.

Hay un claro nexo entre la transmisión de la vida y la transmisión de la fe. Cuando el matrimonio se abre al don de la vida, es decir, al don que Dios hace al dar la vida, está en condiciones de desarrollar una pedagogía de la vida que es camino para la transmisión de la fe. Sin olvidar que en las familias que acogen generosamente el don de la vida se dan más fácilmente las condiciones para que surjan vocaciones tanto al matrimonio cristiano como al sacerdocio y a la vida religiosa.

Familia y ecumenismo

Hemos podido constatar que los temas de la familia y de la defensa de la vida son un patrimonio común de todos. En efecto, conocemos las alegrías y las esperanzas de las familias, y también las gravísimas dificultades que sufren hoy. Por esto, hemos sentido la necesidad de un empeño común para el futuro, así como para su estabilidad y su misión indispensable, tanto en el seno de las respectivas comunidades eclesiales como en el mundo.

Trabajando juntamente todos los creyentes en Jesucristo podrán promover el respeto del cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios, y podrán luchar a favor de la vida humana y de la ley natural, en cuanto se trata del matrimonio y de los derechos de la familia. Debemos, pues, desarrollar de diversos modos una fuerte colaboración con los otros cristianos, particularmente en las diversas parroquias y a través de las distintas familias.

Esta colaboración ecuménica familiar no compromete la transmisión de la fe en la familia. En cambio, la práctica de la ley de la caridad hacia todas las familias de buena voluntad puede enriquecer la vida de la familia cristiana y también puede desarrollar su misión en el mundo actual.

LA TRANSMISIÓN DE LA FE
Y EL TESTIMONIO CRISTIANO

El examen de las diversas cuestiones mencionadas permite una consideración con profundidad para tratar el tema de la familia como lugar para la transmisión de la fe a los hijos, del que se ha hablado ampliamente en el Congreso, especialmente en los testimonios aportados por familias, grupos de nuevas realidades eclesiales y diversos movimientos familiares y en la exposición sobre las experiencias pastorales en diversos países.

La familia ha sido siempre canal privilegiado para la transmisión del Evangelio. Los padres transmiten su fe mediante su ser y su vivir como verdaderos cristianos. Cuando los hijos perciben la generosidad y el sentido cristiano de la vida a través de las palabras y del comportamiento de sus padres y abuelos aprenden gradualmente a seguir su ejemplo y se orientan hacia los valores religiosos y hacia la vida sacramental: el sentido de la paternidad de Dios, el amor a la Eucaristía, la devoción a la santísima Virgen, el amor al prójimo, etc.

Por todo ello, como ha subrayado el Congreso, la familia es realidad básica en orden a la transmisión de la fe, tanto en países donde mayoritariamente se vive la fe cristiana como en zonas descristianizadas, en las que familias concretas, como semilla de una nueva sociedad, se constituyen en verdaderas escuelas de evangelización. Partiendo de la vida familiar, los niños inician un camino de conocimiento y profundización en la fe que se continúa en la parroquia y en otras instituciones eclesiales.

En el Congreso se ha señalado la aparición de nuevas iniciativas encaminadas a facilitar a las familias la transmisión de la fe, también en lugares en los que el cristianismo está poco difundido o en los que está amenazado por una fuerte secularización. Están naciendo centros especializados de formación familiar y otras ayudas a la familia, tanto en su génesis como en su vida posterior: cursos de preparación al matrimonio, centros o cursillos de espiritualidad matrimonial, retiros espirituales en los que se presta especial atención al tema familiar, escuelas o cursos para padres, etc. Las familias cristianas se relacionan entre sí con el deseo de ayudarse mutuamente a profundizar en la vida de fe y en la misión de trasmitirla.

Se mencionaron con detalles las iniciativas por parte de las diócesis, que hacen de la pastoral familiar uno de los ejes de su actuación. Tal es el caso de las Comisiones para la familia surgidas en diversas Conferencias episcopales. Se ha inculcado además una preocupación creciente por mejorar los contenidos y los métodos catequéticos para la preparación a los sacramentos de la iniciación cristiana. Las parroquias son lugar propicio para establecer lazos de amistad, de caridad y de apoyo entre las familias, fomentando el empeño evangelizador.

Por último, el Congreso ha reconocido el importante papel de la escuela, y con ella el de las clases de religión. A la vez ha señalado que las familias deben seguir muy de cerca la docencia que se imparte en la escuela, tanto en las clases de religión, como en las demás materias, especialmente en aquellas que guardan relación directa con la persona, como las de educación sexual, que es derecho y deber de los padres. De ahí se deduce la importancia de las asociaciones de padres y la necesidad, especialmente en algunos casos, de que las familias completen la formación que sus hijos reciben en la escuela mediante una catequesis familiar.

En las sociedades pluralistas, como son casi todas las actuales, las familias católicas se encuentran situadas junto a otras familias cristianas o a familias de otras religiones. Todas ellas comparten problemas y, en muchos países, deben afrontar los desafíos de la mentalidad laicista. En esos casos parece oportuno promover una sensibilidad ecuménica en el ámbito de las familias, de modo que, trabajando conjuntamente quienes creen en Cristo, promuevan en toda la sociedad el respeto de los valores matrimoniales y familiares. En este contexto las familias católicas darán un claro ejemplo de la realidad de su fe, mostrando toda su riqueza.

[...] La familia que transmite la fe es garantía de esperanza para el futuro de la humanidad y de la Iglesia.

[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 11-VIII-06]

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