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DIRECTORIO FRANCISCANOHistoria franciscana |
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INTRODUCCIÓN HISTORIOGRÁFICA El punto de partida lo forman las Leyendas biográficas de san Francisco, sea las de carácter oficial -Vita I y Vita II de Tomás de Celano, Legenda Maior de san Buenaventura, Liber de laudibus de Bernardo de Besse-, sea la floración espontánea de relatos, más o menos tendenciosos, transmitidos y compilados en los círculos de los celantes, cuyo núcleo original son los rotuli de fray León: Legenda antiqua [Leyenda de Perusa], Anónimo de Perusa, Legenda Trium Sociorum, Speculum Perfectionis, Actus-Fioretti. Se añaden las Crónicas del siglo XIII: la de Jordán de Giano (1262), importantísima, sobre todo para la expansión de la orden en los países germánicos y en Oriente; la de Tomás de Eccleston (1259), el historiador primitivo del franciscanismo inglés; la de Salimbene de Adam (1282-1288), plasmador sagacísimo de cuanto veía y oía en sus incesantes correrías. La dificultad del estudio de los orígenes franciscanos no proviene de la falta de datos, sino de la misma abundancia de éstos y, sobre todo, del problema de la opción de las fuentes. Si se las utiliza, en efecto, indiscriminadamente se llega a una visión contradictoria de los ideales del fundador y de los factores que obraron en el nacimiento y evolución de la fraternidad. La misma figura de Francisco y su significado en la renovación cristiana adquieren sentido diverso según se tome como base la interpretación oficial de la "comunidad" o la mantenida en el sector de los "espirituales". Es lo que desde los tiempos de Paul Sabatier se viene llamando la cuestión franciscana2. Hoy prevalece la tendencia a conceder la primera importancia, aun biográfica, a los escritos personales del fundador -las dos Reglas, el Testamento, las Cartas, las Admoniciones, los escritos líricos-; viene después la Vita I de Tomás de Celano escrita en 1228, la Legenda assidua de san Antonio (1232), las crónicas de Jordán de Giano y Tomás de Eccleston, y otros testimonios de dentro y fuera de la fraternidad3. Son las fuentes que garantizan el dato directo, no manipulado; las demás deben utilizarse con gran espíritu crítico, aunque sin pasar por alto la abundante información que ofrecen. A san Buenaventura se debe el primer esfuerzo por situar la misión de san Francisco y de su orden en la perspectiva del plan salvífico de Dios, con mirada de teólogo de la historia. Sin pretenderlo, prestó con ello a los "espirituales" la base autorizada para una historiografía peculiar. La primera síntesis histórica del fenómeno franciscano la debemos, en efecto, al jefe de los espirituales rebeldes Ángel Clareno con su Historia septem tribulationum Ordinis Minorum, escrita entre 1323 y 1325; en ella, la primera centuria minorítica viene vista bajo el prisma de las persecuciones sufridas por los auténticos continuadores del ideal evangélico del fundador4. En el mismo siglo XIV vieron la luz dos obras importantes: la Chronica XXIV Generalium, compilada hacia 1365 probablemente por el francés Arnaldo de Sarrant, muy rica de biografías y de otros datos5, y la voluminosa De conformitate vitae beati Francisci ad vitam Domini Iesu, de Bartolomé de Pisa, escrita entre 1385 y 1390; además de ser la culminación de la concepción de la vida de san Francisco como reproducción de la de Cristo -alter Christus-, ofrece gran valor informativo y estadístico6. A fines del siglo XV se abre paso la interpretación histórica de los observantes, consistente en enlazar con los antiguos espirituales, saltando el período "conventual", para demostrar que la observancia sigue la línea de los veri fratres minores, los verdaderos hermanos menores. Tal es el enfoque de la Chronica fratrum minorum Observantiae escrita por el beato Bernardino de Fossa (o de Aquila) hacia 14807 y del Specchio dell'Ordine dei Minori, comúnmente conocido bajo el título de la Franceschina, escrita por el mismo tiempo por Jacobo Oddi de Perusa8. Mayor importancia como esfuerzo compilatorio, y también por la información inmediata de la época del autor, reviste la Chronica del moravo Nicolás Glassberger († 1508)9; y aun le supera Mariano de Florencia con su Compendium chronicarum, en que se ha conservado sólo una parte de la amplia compilación elaborada por él, cuyo original no se conserva10. Todas estas crónicas permanecieron manuscritas hasta el siglo XX. En cambio las Crónicas de Marcos de Lisboa, cuyo primer volumen apareció en portugués en 1557 y los otros dos en castellano, obtuvieron, a favor de la imprenta, y también del cúmulo de biografías edificantes que contenía, una difusión y un influjo sin igual11. La historiografía humanista erudita tiene su primer representante en la monumental obra de Francisco Gonzaga De origine seraphicae religionis, interesante, sobre todo, por su valor estadístico y por los datos que ofrece de la fundación de cada uno de los conventos de la observancia12. Por el mismo tiempo, el conventual Pedro Ridolfi de Tossignano, también con sentido de humanista erudito, publicaba su Historia seraphicae religionis, no sin una marcada intención apologética en favor de su familia conventual, en la que ve la continuidad directa desde san Francisco13. La reforma de los capuchinos añade, en la segunda mitad del siglo XVI, un nuevo aporte a la historiografía minorítica, con la misma finalidad, muy natural, de justificar su razón de existir. Al remontarse a los orígenes, más allá de la observancia y del conventualismo, los cronistas capuchinos tratan de entroncar con los espirituales, y no tienen reparo en remitirse expresamente a sus corifeos Ángel Clareno y Ubertino de Casale. Es lo que aparece en los tres relatos apologéticos de Mario de Mercato Saraceno, escritos entre 1569 y 157914, en la, mejor trabajada, Historia dell'origine della congregatione dei frati capuccini de Bernardino de Colpetrazzo, escrita en 158015 y en la de Matías Bellintani de Salò, comenzada después de 1587, que lleva el significativo título de Historia capuccina che tratta dell'ultima et perfetta riforma della religione di s. Francesco dei frati minori osservanti detti capuccini16. Es notable que todos ellos sientan la necesidad de remontarse a los orígenes para situar ideológicamente la propia reforma. Entre tanto, dentro de la corriente humanista, iba prevaleciendo el método de los Annales en la descripción histórica. La familia franciscana tuvo entonces su analista, el mayor de sus historiadores, en el irlandés Lucas Wadding, que comenzó a publicar sus Annales Minorum en 1625, llevándolos hasta el año 1540; tuvo continuadores de menores vuelos, y en nuestros días se ha reanudado la prosecución de esta obra monumental17. A ejemplo de Wadding, y por encargo oficial del capítulo general de la reforma capuchina, escribió Zacarías Boverio de Saluzzo sus Annales fratrum minorum capuccinorum, cuyo primer volumen apareció en 1632; por su contenido excesivamente polémico frente a los observantes, la obra fue puesta en el Indice en 1651 donec corrigatur. Boverio tuvo por continuadores oficiales a Marcelino de Pisa y Silvestre de Milán18. El interés histórico, y también el estímulo polémico, impulsó la aparición, en el mismo siglo XVII, de numerosos compendios de divulgación. Destacan las obras de Enrique Sedulius19, del recoleto Diego de Lequile20, del conventual Casimiro Biernacki21 y la prolija Chronica Seraphica de Damián Cornejo22. La erudición histórica tuvo, además, sus manifestaciones en otros aspectos, como la investigación bibliográfica inaugurada por Lucas Wadding con su catálogo Scriptores Ordinis minorum23, que en el siglo XVIII tendría un continuador en el descalzo Juan de San Antonio24 y un refundidor y completador valioso en el conventual Jacinto Sbaraglia25. Entre los capuchinos realizaron esta labor Juan de Burdeos26, Martín de Torrecilla27 y Dionisio de Génova28, continuada en el siglo XVIII por Bernardo de Bolonia29. Una labor similar se realiza en el terreno de la biografía y hagiografía, en especial por obra del recoleto Arturo de Moustier con su Martyrologium franciscanum30 y, entre los capuchinos, por obra de Carlos de Arenberg31, Benito de Scandriglia32 y Maximiliano de Deggendorf con sus continuadores33. El otro aspecto es la atención prestada a las fuentes primitivas y a la documentación de primera mano, no sólo en las obras históricas de sello humanista, sino aun en colecciones que todavía hoy son grandemente utilizadas. Tales son, sobre todo, los preciosos incunables Collectanea iuris franciscani de Jacobo de Grumello34, Monumenta Ordinis Minorum de Francisco de Ledesma35, Speculum Minorum36, Firmamenta trium Ordinum37, Enchiridion seu Manuale fratrum minorum38; en el siglo XVII, el Indiculus Bullarii Seraphici de Pedro de Alba y Astorga39, la importantísima Chronologia historico-legalis40 y el no menos importante Orbis seraphicus de Domingo de Gubernatis41. El siglo XVIII es el de los Bularios. El primero en aparecer es el de los capuchinos (1740-1752); casi contemporáneamente se publica el de los descalzos (1744-1749); viene después el Bullarium franciscanum de Jacinto Sbaraglia (1759-1768)42. En el mismo siglo escriben obras de síntesis los capuchinos Pablo de Ecija43, Andrés de Lisboa44, Hieroteo de Koblenz45 y Gabriel de Modigliana46; los observantes Pedro Antonio de Venecia47, Buenaventura de Décimo48 y Flaminio Annibali de Latera49; el conventual Francisco Antonio Benoffi50, por no citar más que los más importantes. En el siglo XIX son de notar las obras generales del reformado Pánfilo de Magliano51 y del conventual Ludovico Palomes52. Pero el siglo XIX, tan trabajado de atropellos liberales, hasta el punto de que la gran familia franciscana, dispersa y diezmada, pareció no tener nada que hacer en la nueva sociedad, es el de la aparición de la historiografía laica, con otra perspectiva menos convencional, menos institucional, más histórica. El humanismo laico con Erasmo y el humanismo protestante habían ignorado positivamente a Francisco de Asís y su renovación evangélica. Todavía más despectiva fue la actitud de la cultura iluminista del siglo XVIII, que miró el hecho franciscano como un producto del oscurantismo medieval. Pero al iniciarse el romanticismo, con su nueva valoración de las raíces medievales de las nacionalidades europeas, hubo un despertar progresivo del interés por la persona de san Francisco y por su influencia en la sociedad. Puede considerarse como el punto de partida de ese entusiasmo laico la publicación del opúsculo de José Görres, en 1826, haciendo conocer la belleza del Cántico de las creaturas y presentando a Francisco como un auténtico trovador53. Ese mismo año Stendhal anotaba en su agenda de viaje: "En mi concepto san Francisco de Asís es un gran hombre"54. Es precisamente la fascinación del hombre, no ya la figura ultraterrena del santo exaltada al interior de las instituciones franciscanas, lo que atraerá hacia el Poverello a escritores como Chateaubriand, Montalembert, Ozanam, Michelet. La aparición en 1856 del Franz von Assisi de Karl Hase dio ocasión a Ernesto Renan para presentar a san Francisco como el hombre que, después de Cristo, ha ofrecido al mundo el ejemplar más acabado de originalidad y de limpidez, más libre de convencionalismos55. Renan transmitió su herencia a su discípulo Paul Sabatier, con un encargo expreso de ocuparse de dar a conocer a san Francisco. Y le transmitió también, junto con el entusiasmo por las fuentes del franciscanismo, su propia perspectiva antiescolástica y antirromana: el individualismo renovador del movimiento franciscano habría sido instrumentalizado y ahogado por la institución eclesial, universalista y esclava de su andamiaje canónico y de sus abstracciones teológicas. Paul Sabatier, protestante, considerado con razón como el "padre de los estudios franciscanos", llegaba en un momento en que ediciones críticas y estudios de primera mano iban poniendo en manos de los investigadores los materiales directos para conocer los orígenes franciscanos, como la Vita I y la Vita II de Celano, la Crónica de Salimbene (1856), la de Tomás de Eccleston (1858), la de Jordán de Giano (1870). En 1885 el jesuita Francisco Ehrle y el dominico Enrique Denifle fundaban el Archiv für Literatur-und Kirchengeschichte des Mittelalters; y todavía en 1885 veían la luz dos obras llamadas a ser clásicas: la de Henry Thode sobre el influjo de san Francisco en el arte del renacimiento y la de Karl Müller sobre los orígenes del movimiento franciscano. En 1886 el sacerdote Michele Faloci Pulignani fundaba en Foligno la importante revista Miscellanea Francescana. Sabatier publicaba su Vie de saint François en 1893. El éxito fue asombroso. Pero al año siguiente era puesta en el Indice de libros prohibidos. El discípulo de Renan, no obstante su lealtad crítica y su habilidad literaria, había insistido en la espontaneidad del movimiento de Francisco, complaciéndose en hacer resaltar el contraste con el centralismo romano, representado por Hugolino. Con el tiempo, su mismo amor al Poverello llevaría a Sabatier a abandonar muchos de sus puntos de vista, como aparece en la edición póstuma de 1931. Desde el lado de la investigación es más valioso el servicio prestado por Sabatier con las dos colecciones iniciadas por él: Collection d'études et de documents sur l'histoire religieuse et littéraire du moyen âge (1898) y Opuscules de critique historique (1901). En 1902 fundaba con otros franciscanistas la Sociedad Internacional de Estudios Franciscanos, radicada en Asís e incorporada hoy a la universidad de Perusa. Influyó asimismo en la promoción de la British Society of Franciscan Studies, cuyo principal representante ha sido Andrew George Little. La reacción suscitada por el enfoque de la Vie de saint François y, sobre todo, la publicación del Speculum perfectionis por el mismo Sabatier en 1898 como obra de fray León, que lo habría escrito en 1227 -una errata del copista indujo al editor a adelantar en un siglo la composición-, desencadenó la polémica sobre la mencionada cuestión franciscana. El movimiento historiográfico se abría paso entre tanto, con un nuevo sentido crítico de investigación, dentro de la familia franciscana, rehecha ya de la catástrofe y llena de euforia juvenil. El empuje inicial lo dieron los capuchinos franceses con la fundación, en 1861, de los Annales franciscaines. En 1877 el Padre Bernardino de Portogruaro, reformado, ministro general de la observancia, fundaba el Colegio de san Buenaventura de Quaracchi con carácter internacional; asignósele como primer cometido llevar a término la edición crítica de las obras de san Buenaventura; luego se convirtió en un centro de estudios filosófico-teológicos y de investigación histórica, y en 1885 daba comienzo a la colección de fuentes titulada Analecta franciscana. Actualmente tiene la sede en Grottaferrata (Roma). El afán de investigación despertado por Sabatier daba sus frutos. Docenas de historiadores desempolvaban los archivos y recorrían las bibliotecas públicas en busca de manuscritos franciscanos; aparecían multitud de monografías desperdigadas acá y allá, y hubo que pensar en trazar cauces apropiados a esa labor. Así nació en 1899 la revista Etudes franciscaines, publicada por los capuchinos franceses. En 1908 el colegio de Quaracchi iniciaba la publicación de Archivum Franciscanum Historicum. Y paulatinamente fueron sacando a luz los franciscanos revistas similares en las principales lenguas: en francés (1912), en italiano (1912), en español (1914), en alemán (1914), en holandés (1917), en inglés (1941). Los capuchinos, por su parte, publicaban importantes trabajos de investigación en Analecta Ordinis; además de la mencionada Etudes, fueron apareciendo otras similares en español (1907), en holandés (1917), en italiano (1926). En virtud de un decreto del ministro general P. Melchor de Benisa se fundaba en Asís, en 1930, el Colegio san Lorenzo de Brindis, que desde el año siguiente comenzó la publicación de Collectanea Franciscana. El colegio fue trasladado a Roma en 1941; en la actualidad se denomina Institutum Historicum Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum. La producción histórica ha sido inmensa en lo que llevamos de siglo. Este exceso de material desparramado es ya un obstáculo capaz de amedrentar a quien quisiera acometer una obra de conjunto. Con ocasión del séptimo centenario de la fundación de la orden 1909, el padre Heriberto Holzapfel, OFM, publicó simultáneamente en alemán y en latín su Manual, la primera y hasta ahora la más completa de las obras generales de historia franciscana, no obstante sus apreciaciones discutibles, que movieron a Pío X a retirarla de la circulación por considerarla ofensiva para los conventuales y los capuchinos. ¡Herencia polémica de siglos! Más tarde el malogrado padre Gratien de París, OFMCap, preparado como pocos, acometió la empresa de una extensa historia general, pero tuvo que limitarse al siglo XIII; el volumen, aparecido en 1928, puede decirse que es definitivo para la evolución de la orden desde san Francisco hasta la escisión de los espirituales. Otro intento, no muy feliz, fue el del terciario seglar François de Sessevalle con sus dos volúmenes (1935 y 1937). Aunque no se trata de una descripción histórica propiamente dicha, sino de una reflexión sobre el pasado de la vitalidad franciscana, no puede dejar de mencionarse la obra magistral de Agostino Gemelli, OFM, Il Francescanesimo, cuya primera edición data de 1932; ha sido traducido a todas las lenguas principales. En cambio la historia de la reforma capuchina ha sido afortunada, primero con los dos volúmenes del padre Cuthbert (1928) y, sobre todo, con los cuatro volúmenes de la documentadísima Historia generalis del padre Melchor de Pobladura, verdadera obra maestra de investigación y de método expositivo (1947-1951). NOTAS: 1. Es lo que pone de relieve el estudio de Stanislao da Campagnola, Le origini francescane come problema storiografico. Perugia 1974. 2. La "questione francescana" dal Sabatier ad oggi. Atti dei Convegni della Soc. Intern. Studi Francescani, I, Assisi 1974. 3. Es la postura adoptada por K. Esser, La orden franciscana. Orígenes e ideales. Aránzazu 1976, c. I: Las fuentes, 17-33. 4. Ed. A. Ghinato, Roma 1959. 5. Ed. en AF III, Quaracchi 1897, 1-575. 6. Ed. en AF IV y V, Quaracchi 1906-1912. 7. Ed. L. Lemmens, Roma 1902. 8. Ed. N. Cavanna, Firenze 1931. 9. Ed. en AF II, Quaracchi 1887. 10. Ed. T. Domenichelli, en AFH 1-4 (1908-1911), y aparte, Quaracchi 1911. 11. Cronicas da Orden dos frades menores, I, Lisboa, 1557; Alcalá 1568; II y III, Salamanca 1562 y 1570 (sobre las ediciones cf. R. Streit, Bibliotheca Missionum, I, índex). 12. De origine seraphicae religionis franciscanae eiusque progressibus. 2 vols. Romae 1587, Venetiis 1603, 1606. 13. Historiarum seraphicae religionis libri tres... Venecia 1586. 14. Ed. Melchor de Pobladura, en Monum. Hist. Ord. Fr. Min. Capuccinorum, I, Assisii 1937. 15. Ed. ibid. II-IV, Assisii-Romae 1939-1941. 16. Ed. ibid. V-VI, Romae 1946-1950. 17. 1.ª ed. Lugduni-Romae, 1625-1654, 8 vols. in fol. (hasta el año 1540); 2.ª ed. compl. por J. M. Fonseca, Romae, 1731-1736,16 vols. Cont. por Juan de Luca, JM. de Ancona, C. Michelesio, E. Melchiorri de Cerreto y E. Fermendzin, Romae-Anconae-Neapoli-Quaracchi, 1741-1886 (vol. 25.º hasta el año 1622). 3.ª ed. Quaracchi 1931-1934, 25 vols. in fol.; cont. por A. Chiappini, J. Palazzolo, G. Marinangeli, B. Pandzic. 32 vols. (hasta 1680), 1933-1964. 18. Annales seu Sacrae historiae Ord. minorum s. Francisci qui capuccini nuncupantur. 2 vols. Lugduni 1632-1639. Trad. española por Antonio de Madrid Moncada, 3 vols. Madrid 1644-1647. Contin. Marcelino de Pisa, vol. III, Lugduni 1676. Trad. esp. de José de Madrid, 2 vols. Madrid 1690-1691. Appendix ad tomum III de Silvestre de Milán, Mediolani 1737. Pellegrino da Forlì, Annali dell'Ordine dei FF. MM. Cappuccini (1633-1722). 4 vols., Milano 1882-1885. 19. Historia seraphica. Antuerpiae 1613. 20. Hierarchia franciscana. Romae 1664. 21. Speculum minorum. Cracoviae 1688. 22. Chronica seraphica. 4 vols. Madrid 1682-1698. Cont. por E. González y J. Torrubia. 9 vols. Madrid 1682-1739. 23. Romae 1650; 2.ª ed. Romae 1806; 3.ª ed. Romae 1906. 24. Bibliotheca universa franciscana. 3 vols. Matriti 1732-1733. 25. Supplementum et castigatio ad Scriptores trium Ordinum s. Francisci a Waddingo aliisve descriptos... Romae 1806; 2.ª ed. 3 vols. Romae 1908-1936. Supplemento bibliografico al Waddingo e allo Sbaraglia, en MF 26 (1926) y 27 (1927). 26. Scriptores ecclesiastici Ord. Fr. Min. capuccinorum. Burdigalae 1649. 27. Apologema, espejo y excelencias de la seráfica Religión de menores capuchinos, Turín 1673, p. 145-239; Autores capuchinos y sus obras. 28. Bibliotheca scriptorum Ord. Min. s. Francisci Capuccinorum. Ianuae 1680. 29. Bibliotheca scriptorum Ord. Min. s. Francisci Capuccinorum. Venetiis 1747. 30. Lugduni 1638; Parisiis 1653; Venetiis 1878. Compl. y corr. por I. Beschin y J. Palazzolo, Vicetiae 1939. 31. Flores seraphici. 2 vols. Coloniae Agripinae 1640; Medionali 1648. 32. Ristretti serafici, ovvero Laconismo delle vite dell'huomini più illustri in santità e dottrina dei Fr. Min. cappuccini. Roma 1656. 33. Seraphischer Paradeysgarten, oder Lebens... der Brüder die Capuciner genant. 4 vols. Saltzburg 1664-1690. 34. Brixiae 1502; Venetiis 1504. 35. Salmanticae 1506, 1510, 1511. 36. Rothomagi 1509. 37. Parisiis 1512. No confundirlo con Firmamentum trium Ordinum, Venetii 1513. 38. Hispali 1535. 39. Romae 1655. 40. 4 vols. Neapoli, Venetiis, Romae 1650-1795. 41. 4 vols. Romae-Lugduni 1682-1685. 42. Véanse los títulos más adelante, en Materiales de la historia franciscana - Colecciones de fuentes. 43. Epítome historial de las principales excelencias de la seráphica Religión de capuchinos. Granada 1747. 44. Epítome historial de las grandezas de la seráphica Religión de menores capuchinos. Madrid 1754. 45. Epitome historica, in qua ab anno 1208 usque ad annum 1525 res franciscanae generatim, dein vero solae min. capuccinorum usque ad annum 1747... fideliter repraesentantur. Heidelbergae 1750. 46. Narrazione sincera e generale del principio, progresso e stato presente di tutta la serafica Religione cappuccina. Venezia 1756. 47. Giardino serafico storico. 2 vols. Venezia 1710. 48. Compendio cronologico della storia francescana. Firenze 1757. 49. Manuale de frati minori. Roma 1776. 50. Compendio di storia minoritica. Pesaro 1829 (edición póstuma). 51. Storia compendiosa di s. Francesco e dei francescani. 2 vols. Roma 1874-1876. 52. Dei frati minori e delle loro denominazioni. Palermo 1897. 53. Der heilige Franziskus von Assisi. Ein Troubadour. Strassburg 1826. 54. Rome, Naples et Florence, II, Paris 1927, 149 s; cit. por Stanislao da Campagnola, o. c., 132. 55. K. Hase, Franz von Assisi, ein Heiligenbild. Leipzig 1856. E. Renan, François d'Assise, en Nouvelles études religieuses, Paris 1884, 323. |