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AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
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. | Entre tantas dudosas certidumbres Sí, mi divino prisionero errante,
Rosas en el ocaso de la víspera, Pero ¿qué traslación, qué meteoro Oh sol que el cielo entero no te ciñe
Dentro de mí te guardo, oh Certidumbre, Tierno y preciso estás, manso y sin prisa,
Este poema emplea una doble estructura métrica: romance heroico (versos de 11 sílabas) para la manifestación entusiasta de su talante admirativo ante la magnitud del misterio eucarístico, y el recurso al verso popular de la copla octosilábica para la manifestación más íntima y espontánea de sus sentimientos de comunión con Jesús sacramentado. El romance a su vez se estructura en partes, en atención a los giros de su desarrollo expresivo: Una 1ª parte, en dos estrofas, de rima débil en -íi, A) y B), prepara la composición. A) Desde Entre tantas dudosas hasta a Ti y contigo, donde formula una pregunta inquietante: ¿Qué me quieres...?, porque, entre tantas interpelaciones dudosas con que el ruido de su entorno mundano le cerca, algo quiere significar el silencio y desnudez con que se le insinúa el amor manifiesto de Cristo hecho pan, transparente de ternura y trigo. Y hay otra razón, la sucesiva invasión, desde esa fuente secreta de la Eucaristía, de ondas como anillos, que le comprehenden, circunscriben hasta anegarle. Son signos que exigen del poeta una respuesta de amor y fe, en comunión con Dios. B) La estrofa siguiente (Sí, mi divino... hasta ...Cristo) corrobora esta convicción afirmativa, que cobra intensa afectividad con las invocaciones titulares de Cristo: prisionero errante, capitán cautivo, disfrazado amante de imposibles, paz del Espíritu, que exponen aspectos verbales coincidentes de la misteriosa ocultación del sacramento por excelencia, porque "Tú eres Tú", esencial definición que recuerda en versión eucarística la respuesta a Moisés, Yo soy el que soy. Ante tanta grandeza y esplendidez divinas, la respuesta exige la renuncia más absoluta, incluidas Inteligencia y Voluntad en la consiguiente servidumbre a Dios, que el poeta subraya con la imagen de los sentidos desmontados en su estuche de raso, de modo que ni se ve ni se palpa lo que en los signos eucarísticos se ve y se palpa, como si Cristo hubiera quedado disuelto en flor de ausencia, ya que no otra cosa ocurre en el misterio sacramental de Cristo, Sacramento mayor. 2ª parte.- Rompe, por tanto, el poeta su expresión solemne, y obliga al verso endecasílabo a ceder su lugar a la humildad métrica de cuatro coplas de corte popular. Expone así su disposición interior, vaciado por la renuncia, enmudecido como por un silencio que colgase del retiro parietal de un tapiz, para dar cabal acogida al Señor, divino ruiseñor, cuya voz musical le llene como en jaula infinita. 3ª parte.- El regreso, entonces, al romance heroico, comporta la novedad rítmica de una nueva rima en -áa, más abierta y plena, para afirmar a Cristo, resuelto en total certidumbre y en fruto de fe. Mosto contenido en racimo eucarístico y embriagador que recorre sus venas como navío, como zumbido y miel de abeja, como luz de fuego, con claras connotaciones al signo en que se vierte la sangre de Cristo. 4ª parte descriptiva.- Las sensaciones se suceden intensivas, lo que entretiene el lenguaje adensando los sentimientos sobre dos temas, el canto y florecimiento interior en que se convierte la presencia de Cristo, con lo que pasa a destacar el misterio paradójico de que lo que los hombres no entienden, el cantar de los pájaros y el aroma de la flor, la telegrafía temblorosa de las estrellas y el vuelo de los ángeles del amor lo declaran paladinamente. Una confesión cardinal de fe, esperanza y amor remata el rezo admirativo y afectuoso ante ese Secreto máximo que entraña el inextricable Secreto eucarístico del pan y el vino en que se integra y vierte el cuerpo y la sangre de Cristo. Se trata de una composición de un tema arduo para la fe, tratado desde una óptica que orilla los alardes teológicos, ajenos a la labor poética, pero por eso mismo enriquecida con todos los recursos imaginativos de la figuración poética, cambios de ritmo y entonación, según lo va reclamando cada uno de los registros expresivos que plantea el desarrollo. Entusiasmo, recogida piedad, desbordamiento afectivo ante el favor impagable, prietas confesiones de fe consecuentes a la experiencia interior de la presencia de Cristo sacramentado, desprendida conversión a codazos consigo mismo para hacerle lugar y fruto final de supremo enriquecimiento que no admite parangón. El engarce de piezas no puede ser más simple ni menos ágil y hermoso. (Fr. Ángel Martín, o.f.m.) |
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