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DIRECTORIO FRANCISCANOLa Oración de cada día |
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INTRODUCCIÓN [Canto] V/. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. R/. Amén. «Se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?"» (Mc 10,17). Jesús respondió a esta pregunta, que arde en lo más íntimo de nuestro ser, recorriendo la vía de la cruz. Te contemplamos, Señor, en este camino que tú has emprendido antes que nadie y al final del cual «pusiste tu cruz como un puente hacia la muerte, de modo que los hombres puedan pasar del país de la muerte al de la Vida» (San Efrén el Sirio, Homilía). La llamada a seguirte se dirige a todos, en particular a los jóvenes y a cuantos sufren por las divisiones, las guerras o la injusticia y luchan por ser, en medio de sus hermanos, signos de esperanza y artífices de paz. Nos ponemos por tanto ante ti con amor, te presentamos nuestros sufrimientos, dirigimos nuestra mirada y nuestro corazón a tu santa Cruz y, apoyándonos en tu promesa, te rogamos: «Bendito sea nuestro Redentor, que nos ha dado la vida con su muerte. Oh Redentor, realiza en nosotros el misterio de tu redención, por tu pasión, muerte y resurrección» (Liturgia maronita). PRIMERA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Marcos 15,12-13.15
Ante Pilato, que ostenta el poder, Jesús debía de haber obtenido justicia. Pilato tenía en efecto el poder de reconocer la inocencia de Jesús y de liberarlo. Pero el gobernador romano prefiere servir la lógica de sus intereses personales, y se somete a las presiones políticas y sociales. Condenó a un inocente para agradar a la gente, sin secundar la verdad. Entregó a Jesús al suplicio de la cruz, aun sabiendo que era inocente... antes de lavarse las manos. En nuestro mundo contemporáneo, muchos son los «Pilato» que tienen en las manos los resortes del poder y los usan al servicio de los más fuertes. Son muchos los que, débiles y viles ante estas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida.
Todos: Padre muestro...
SEGUNDA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Marcos 15,20
Jesucristo se encuentra ante unos soldados que creen tener todo el poder sobre él, mientras que él es aquel por medio del cual «se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho» (Jn 1,3). En todas las épocas, el hombre ha creído poder sustituir a Dios y determinar por sí mismo el bien y el mal (cf. Gén 3,5), sin hacer referencia a su Creador y Salvador. Se ha creído omnipotente, capaz de excluir a Dios de su propia vida y de la de sus semejantes, en nombre de la razón, el poder o el dinero. También hoy el mundo se somete a realidades que buscan expulsar a Dios de la vida del mundo, como el laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre; o el fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 29).
Todos: Padre muestro... Cuius animam gementem, Cuya alma, triste y llorosa, TERCERA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del profeta Isaías 53,5
Aquel que tiene las luminarias del cielo en la palma de su mano divina, y ante el cual tiemblan las potencias celestes, cae por tierra sin protegerse bajo el pesado yugo de la cruz. Aquel que ha traído la paz al mundo, herido por nuestros pecados, cae bajo el peso de nuestras culpas. «Mirad, oh fieles, a nuestro Salvador que avanza por la vía del Calvario. Oprimido por amargos sufrimientos, las fuerzas le abandonan. Vamos a ver este increíble evento que sobrepasa nuestra comprensión y es difícil de describir. Temblaron los fundamentos de la tierra y un miedo terrible se apoderó de los que estaban allí cuando su Creador y Dios fue aplastado bajo el peso de la cruz y se dejó conducir a la muerte por amor a toda la humanidad» (Liturgia caldea).
Todos: Padre muestro... O quam tristis et afflicta ¡Oh, cuán triste y cuán aflicta CUARTA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Lucas 2,34-35.51b
Herido y sufriendo, llevando la cruz de todos los hombres, Jesús encuentra a su madre y, en su rostro, a toda la humanidad. María, Madre de Dios, ha sido la primera discípula del Maestro. Al acoger la palabra del ángel, ha encontrado por primera vez al Verbo encarnado y se ha convertido en templo del Dios vivo. Lo ha encontrado sin comprender cómo el Creador del cielo y de la tierra ha querido elegir a una joven, una criatura frágil, para encarnarse en este mundo. Lo ha encontrado en una búsqueda constante de su rostro, en el silencio del corazón y en la meditación de la Palabra. Creía ser ella quien lo buscaba, pero, en realidad, era él quien la buscaba a ella. Ahora, mientras lleva la cruz, la encuentra. Jesús sufre al ver a su madre afligida, y María viendo sufrir a su Hijo. Pero de este común sufrimiento nace la nueva humanidad. «Paz a ti. Te suplicamos, oh Santa llena de gloria, siempre Virgen, Madre de Dios, Madre de Cristo. Eleva nuestra oración a la presencia de tu amado Hijo para que perdone nuestros pecados» (Theotokion del Orologion copto, Al-Aghbia 37).
Todos: Padre muestro... Quae maerebat et dolebat Cuando triste contemplaba QUINTA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Lucas 23,26
El encuentro de Jesús con Simón de Cirene es un encuentro silencioso, una lección de vida: Dios no quiere el sufrimiento y no acepta el mal. Lo mismo vale para el ser humano. Pero el sufrimiento, acogido con fe, se trasforma en camino de salvación. Entonces lo aceptamos como Jesús, y ayudamos a llevarlo como Simón de Cirene.
Todos: Padre muestro... Quis est homo qui non fleret, Y ¿cuál hombre no llorara, SEXTA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del libro de los Salmos 27,8-9
La Verónica te ha buscado en medio de la gente. Te ha buscado, y al final te ha encontrado. Mientras tu dolor llegaba al extremo, ha querido aliviarlo enjugándote el rostro con un paño. Un pequeño gesto, que expresaba todo su amor por ti y toda su fe en ti, y que ha quedado impreso en la memoria de nuestra tradición cristiana.
Todos: Padre muestro... Quis non posset contristari Y ¿quién no se entristeciera, SÉPTIMA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del libro de los Salmos 22,8.12
Jesús está solo bajo el peso interior y exterior de la cruz. En la caída es cuando el peso del mal se hace demasiado grande, y parece que no hay límite para la injusticia y la violencia. Pero él se levanta de nuevo apoyándose en la confianza que tiene en su Padre. Frente a los hombres que lo han abandonado a su suerte, la fuerza del Espíritu lo levanta; lo une completamente a la voluntad del Padre, la del amor que todo lo puede.
Todos: Padre muestro... Pro peccatis suae gentis Por los pecados del mundo, OCTAVA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Lucas 23,27-28
En el camino hacia el Calvario, el Señor encuentra a las mujeres de Jerusalén. Ellas lloran por el sufrimiento del Señor como si se tratase de un sufrimiento sin esperanza. Sólo ven en el madero de la cruz un signo de maldición (cf. Dt 21,23), mientras que el Señor lo ha querido como medio de Redención y de Salvación. En la Pasión y Crucifixión, Jesús da su vida en rescate por muchos. Así dio alivio a los oprimidos bajo el yugo y consuelo a los afligidos. Enjugó las lágrimas de las mujeres de Jerusalén y abrió sus ojos a la verdad pascual. Nuestro mundo está lleno de madres afligidas, de mujeres heridas en su dignidad, violentadas por las discriminaciones, la injusticia y el sufrimiento (cf. Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 60). Oh Cristo sufriente, sé su paz y el bálsamo de sus heridas.
Todos: Padre muestro... Eia, mater, fons amoris, ¡Oh dulce fuente de amor!, NOVENA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,14-15
Por tercera vez, Jesús cae bajo la cruz cargado con nuestros pecados, y por tercera vez intenta alzarse con todas las fuerzas que le quedan, para proseguir el camino hacia el Gólgota, evitando dejarse aplastar y sucumbir a la tentación. Desde su encarnación, Jesús lleva la cruz del sufrimiento humano y del pecado. Ha asumido la naturaleza humana de forma plena y para siempre, mostrando a los hombres que la victoria es posible y que el camino de la filiación divina está abierto.
Todos: Padre muestro... Fac ut ardeat cor meum Y que, por mi Cristo amado, DÉCIMA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del libro de los Salmos 22,19
En la plenitud de los tiempos, Señor Jesús, has revestido nuestra humanidad; tú, de quien se dice: «La orla de su manto llenaba el templo» (Is 6,1); ahora, caminas entre nosotros, y los que tocan la orla de tus vestidos quedan curados. Pero has sido despojado también de este vestido, Señor. Te hemos robado el manto, y tú nos has dado también la túnica (cf. Mt 5,40). Has permitido que el velo de tu carne se rasgase para que fuésemos admitidos de nuevo a la presencia del Padre (cf. Heb 10,19-20). Creíamos poder realizarnos nosotros mismos, independientemente de ti (cf. Gén 3,4-7). Nos hemos encontrado desnudos, pero tu amor infinito nos ha revestido de la dignidad de hijos e hijas de Dios y de tu gracia santificante. Concede, Señor, a los hijos de las Iglesias orientales -despojados por diversas dificultades, a veces incluso por la persecución, y debilitados por la emigración- el valor de permanecer en sus países para anunciar la Buena Noticia.
Todos: Padre muestro... Sancta mater, istud agas, Y, porque a amarle me anime, UNDÉCIMA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Juan 19,16a.19
He aquí el Mesías esperado, colgado en el madero de la cruz entre dos malhechores. Las manos que han bendecido a la humanidad están traspasadas. Los pies que han pisado nuestra tierra para anunciar la Buena Noticia cuelgan entre el cielo y la tierra. Los ojos llenos de amor que, con una mirada, han sanado a los enfermos y perdonado nuestros pecados ahora sólo miran al cielo.
Todos: Padre muestro... Tui Nati vulnerati, Y de tu Hijo, Señora, DUODÉCIMA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Lucas 23,46
Desde lo alto de la cruz, un grito: grito de abandono en el momento de la muerte, grito de confianza en medio del sufrimiento, grito del alumbramiento de una vida nueva. Colgado del Árbol de la Vida, entregas el espíritu en manos del Padre, haciendo brotar la vida en abundancia y modelando la nueva criatura. También nosotros afrontamos hoy los desafíos de este mundo: sentimos que las olas de las preocupaciones nos sumergen y hacen vacilar nuestra confianza. Concédenos, Señor, la fuerza de saber en nuestro interior que ninguna muerte nos vencerá, hasta que reposemos entre tus manos que nos han formado y nos acompañan. Y que cada uno de nosotros pueda exclamar:
Todos: Padre muestro... Vidit suum dulcem Natum Vio morir al Hijo amado, DECIMOTERCERA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Juan 19,26-27a
Señor Jesús, aquellos que te aman permanecen junto a ti y conservan la fe. Su fe no decae en la hora de la agonía y de la muerte, cuando el mundo cree que el mal triunfa y que la voz de la verdad y del amor, de la justicia y de la paz calla. Oh María, entre tus manos nosotros ponemos nuestra tierra. «Qué triste es ver a esta tierra bendita sufrir en sus hijos, que se desgarran con saña y mueren» (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 8). Parece como si nada pudiera suprimir el mal, el terrorismo, el homicidio y el odio. «Ante la cruz sobre la que tu hijo extendió sus manos inmaculadas por nuestra salvación, oh Virgen, nos postramos en este día: concédenos la paz» (Liturgia bizantina).
Todos: Padre muestro... Fac me tecum pie flere Hazme contigo llorar DECIMOCUARTA ESTACIÓN V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del Evangelio según san Juan 19,39-40
Nicodemo recibe el cuerpo de Cristo, se hace cargo de él y lo pone en el sepulcro, en un jardín que recuerda el de la creación. Jesús se deja enterrar como se dejó crucificar, con el mismo abandono, completamente «entregado» en las manos de los hombres y «perfectamente unido» a ellos «hasta el sueño bajo la lápida de la tumba» (S. Gregorio de Narek). Aceptar las dificultades, los sucesos dolorosos, la muerte, exige una esperanza firme, una fe viva. La piedra puesta a la entrada de la tumba será removida y una nueva vida surgirá. En efecto, «por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rom 6,4). Hemos recibido la libertad de los hijos de Dios para no volver a la esclavitud; se nos ha dado la vida en abundancia, no podemos conformarnos ya con una vida carente de belleza y significado.
Todos: Padre muestro... Quando corpus morietur, Haz que me ampare la muerte PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO Queridos hermanos y hermanas: Os doy las gracias por haber participado tan numerosos en este momento de intensa oración. Y doy las gracias también a todos los que se han unido a nosotros a través de los medios de comunicación social, especialmente a las personas enfermas o ancianas. No quiero añadir muchas palabras. En esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la Cruz misma. La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva. Queridos hermanos, la palabra de la Cruz es también la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y a nuestro alrededor. Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la Cruz, como Jesús. Esta noche hemos escuchado el testimonio de nuestros hermanos del Líbano: son ellos que han compuesto estas hermosas meditaciones y oraciones. Les agradecemos de corazón este servicio y sobre todo el testimonio que nos dan. Lo hemos visto cuando el Papa Benedicto fue al Líbano: hemos visto la belleza y la fuerza de la comunión de los cristianos de aquella Tierra y de la amistad de tantos hermanos musulmanes y muchos otros. Ha sido un signo para Oriente Medio y para el mundo entero: un signo de esperanza. Continuemos este Vía Crucis en la vida de cada día. Caminemos juntos por la vía de la Cruz, caminemos llevando en el corazón esta palabra de amor y de perdón. Caminemos esperando la resurrección de Jesús, que nos ama tanto. Es todo amor. [Tomado del sitio web de la Santa Sede: |
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