DIRECTORIO FRANCISCANO
SANTORAL FRANCISCANO

2 de abril

Beata Isabel Vendramini (1790-1860)

Textos de L'Osservatore Romano

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La beata Isabel, fundadora de las Religiosas Terciarias Franciscanas Isabelinas de Padua, familia religiosa consagrada a servir a los pobres, centró su vida en la contemplación de Cristo pobre y crucificado, al que reconocía y servía después en los pobres sus hermanos.

Isabel (Elisabetta) Vendramini nació en Bassano del Grappa (Italia) el 9 de abril de 1790. Era de índole dócil y muy caritativa. En las religiosas agustinas recibió la educación propia de aquel tiempo, con una intensa vida espiritual. Joven brillante, le gustaba vestir bien y era centro de interés. Era amante de la soledad y se retiraba a menudo al campo para orar. Después de seis años de noviazgo, en vísperas de la boda, el Señor le dio a conocer con claridad su llamada, y para Isabel constituyó una verdadera conversión. En el año 1821 vistió el hábito de Terciaria Franciscana con el nombre de Margarita, en Fassano. Luego fue a Padua y allí fundó, el 4 de octubre de 1830, una familia religiosa consagrada a Dios en la observancia de la Tercera Orden Franciscana para servir a los pobres. Al año siguiente hicieron la profesión las primeras religiosas. Se dedicaron a la educación de la juventud y a atender a las señoras ancianas, sanas y enfermas. Falleció en Padua el 2 de abril de 1860. La beatificó Juan Pablo II el 4 de noviembre de 1990.

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De la homilía de Juan Pablo II en la misa de beatificación (4-XI-1990)

6. La figura de la beata Isabel Vendramini se inserta en la dinámica espiritual, cuyo punto de apoyo central es la «unión» profunda con Jesús y el amor hacia los pobres, que son los protagonistas de tantas páginas del evangelio. Las palabras del Señor: «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer» (Mc 8,2), marcaron profundamente el corazón de la beata Isabel ya desde su juventud, cuando advirtió que era fuerte la inspiración de consagrarse totalmente a Cristo y al servicio de los pobres. Dejó, sin titubear, las comodidades de la vida familiar y social para dedicarse a las jóvenes abandonadas y a los necesitados de los barrios más marginados.

La obra de Elisabetta sacaba su inspiración y su fuerza de lo Alto y de su fuerte espíritu de oración. Religiosa de refinada sensibilidad contemplativa, la beata se perdía en la meditación del misterio de la Santísima Trinidad, captando el dinamismo de la encarnación del Verbo, para llegar finalmente a la alabanza y la admiración de Cristo pobre y crucificado, al que reconocía y servía después en los pobres tan amados.

Desde el cielo hoy Isabel exhorta a todos aquellos que quieren ayudar eficazmente a los hermanos en el alma y en el cuerpo a sacar fuerzas de la fe en Dios y de la imitación de Cristo. En esto fue como un vástago fecundo de la espiritualidad franciscana. De san Francisco imitó sobre todo la vida pobre, la fe segura y sencilla y el amor a Cristo crucificado.

La beata Vendramini nos enseña además que, donde es más fuerte y segura la fe, allí será más audaz el impulso de la caridad hacia el prójimo. Donde más se percibe el sentido de Cristo, allí será más preciso y concreto el sentido de las necesidades de los hermanos.

[Cf. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 2 y del 9 de noviembre de 1990]

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