DIRECTORIO FRANCISCANO

SANTORAL FRANCISCANO


9 de agosto

BEATOS MIGUEL TOMASZEK
Y ZBIGNIEW STRZALKOWSKI

Miguel Tomaszek y Comp.

Biografía breve del beato
MIGUEL TOMASZEK, OFMConv
Nació el 23 de septiembre de 1960 en Lekawica/Zywiec/Polonia.
Fue asesinado el 9 de agosto de 1991 en Pariacoto.

El seno de la familia católica y la presencia de los Franciscanos en el cercano Santuario de Rychwald, marcaron desde temprana edad el camino del joven Miguel. Tal vez por eso eligió el Seminario Menor de los Franciscanos en Legnica como lugar de su educación secundaria.

Superando primeras dificultades, propias de cada alumno, logró buenos resultados gracias a su constancia, esfuerzo y dedicación. Los años de estudio en el Seminario fueron además tiempo de una profunda reflexión acerca del camino a seguir que dio como fruto la decisión de servir a Dios como hijo de San Francisco.

Muchos dones de su rica personalidad salieron a la luz ya en el Noviciado que empezó el año 1980 en Smardzewice. La profesión de los votos le abrió el camino para empezar los estudios de filosofía y teología en el Seminario Mayor de los Padres Franciscanos Conventuales en Cracovia. Fue allí precisamente donde afloraron en toda su plenitud las cualidades personales con las cuales Dios lo había enriquecido y que él supo cultivar desde su infancia.

Profesó sus votos solemnes el 8 de Diciembre de 1984 en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, y el merecido título de Maestría en Teología selló su preparación para el sacerdocio. La ordenación sacerdotal que recibió el 23 de Mayo de 1987 hizo de él un instrumento de Dios al servicio de todos los que buscan la Palabra Divina.

Sus primeros pasos como sacerdote los dio en la parroquia de Piensk. Luego de dos años de fructífero trabajo se cumplió su anhelado sueño de ser misionero. Los superiores aceptaron su petición de viajar al lejano país del Perú, a la recién fundada misión de Pariacoto en los Andes peruanos, donde ya se encontraban los Padres Jaroslaw Wysoczanski y Zbigniew Strzalkowski.

Así se formó la pequeña y joven comunidad franciscana en la que pudo poner en práctica lo mejor y más hermoso de sus carismas: el amor y la preocupación por los niños. En poco tiempo se ganó el cariño y respeto de los pequeños, a los cuales enseñaba los caminos de Jesús y de su Evangelio atendiendo con amor y paciencia sus «grandes» problemas.

El gozo con el que anunciaba el Evangelio trajo como fruto la corona del martirio. Fue asesinado por los terroristas de Sendero Luminoso la noche del 9 de Agosto de 1991 poco después de celebrar su última misa junto con el Padre Zbigniew Strzalkowski. Se apagó la vela de sus vidas y se encendió la antorcha de la inmortalidad.

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Biografía breve del beato
ZBIGNIEW STRZALKOWSKI, OFMConv
Nació el 3 de julio de 1958 en Tarnów/Polonia.
Fue asesinado el 9 de agosto de 1991 en Pariacoto.

Vino al mundo un caluroso día de verano, el tres de Julio de 1958, en la tierra de Tarnów (Tarnovia). La casa paterna fue para él cuna de valores cristianos con los que creció y se educó. Su joven corazón descubrió la omnipresente bondad de Dios y Su inmenso amor. Terminó la primaria en la escuela de Zawada, su pueblo natal. Luego se preparó profesionalmente estudiando en la Escuela Superior Técnica de Tarnów. Trabajó un tiempo como mecánico en el parque industrial en Tarnowiec en un taller de mecánica.

Siendo ya profesional sintió el llamado de Dios y finalmente decidió ofrecer el resto de su vida al Señor siguiendo el camino trazado por San Francisco de Asís.

Así pues escogió la vida religiosa y en 1979 comenzó sus estudios en el Noviciado en Smardzewice. Al año siguiente, el 2 de Noviembre de 1980, hizo su primera profesión religiosa y luego comenzó sus estudios filosóficos y teológicos en el Seminario Mayor de los Padres Franciscanos Conventuales en Cracovia. Aplicado al estudio se dedicó con empeño a la formación de su personalidad a una profunda preparación intelectual. Recibió la ordenación sacerdotal el 7 de Junio del año 1986 en Wroclaw, e inmediatamente fue enviado al Seminario Menor en Legnica, donde se dedicó con mucha responsabilidad a la formación y educación de los jóvenes.

Tuvieron que pasar dos años para que pudiera realizar su sueño de trabajar como misionero. El 28 de Noviembre de 1988, luego de una corta preparación, dejó el suelo que lo vio nacer para venir al Perú. Su primera experiencia de trabajo pastoral la tuvo en Moro, un pueblo cerca de Chimbote, en la sierra de Ancash, en donde también aprendió el idioma. Y luego junto al Padre Jaroslaw Wysoczanski, el 30 de Agosto de 1989 llegó al pueblo de Pariacoto, donde la Provincia de San Antonio de Padua de Polonia decidió abrir una nueva misión.

Con mucha alegría y entusiasmo se pusieron a planificar el trabajo esperando la llegada del Padre Miguel Tomaszek. El Padre Zbigniew, como hombre práctico, se preocupó no sólo por las almas de sus nuevos feligreses, sino también por sus problemas cotidianos, que aquejaban a los habitantes de su misión, como la falta de agua potable, las sequías, los huaycos o corrimientos de tierra.

Muchos lo vieron trabajar mano a mano con los campesinos limpiando los canales de regadío, aconsejando a los trabajadores, animando a la gente, buscando siempre elevar el nivel de vida de los pobladores. Con especial atención trataba a los ancianos y enfermos, a los cuales ayudaba gracias a sus conocimientos de medicina, ganándose el cariño de los pobladores que lo llamaban «padre doctorcito».

Muchos de sus sueños se vieron truncados al ser brutalmente asesinado por los terroristas de Sendero Luminoso la noche del 9 de Agosto de 1991 después de la misa junto con su compañero, Padre Miguel Tomaszek.

[Fuente: http://www.beatificacionchimbote.org/]

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Biografías del Libro litúrgico de la Beatificación
P. MIGUEL TOMASZEK

Miguel Tomaszek nació el 23 de septiembre de 1960 en Tekawica y fue bautizado un mes después en la parroquia de San Miguel de esa localidad. En 1969, siendo monaguillo, recibió la Primera Comunión, y ese mismo año falleció su padre. A los 15 años ingresó en el seminario menor de los Franciscanos Conventuales en Legnica, donde permaneció hasta 1980, cuando inició el noviciado en Smardzewice. El 4 de octubre de 1980, fiesta de san Francisco de Asís, vistió por primera vez el hábito franciscano y un año más tarde emitió su profesión temporal.

Ya como profeso, Fr. Miguel realizó los estudios de filosofía y teología en el centro de estudios de los Franciscanos Conventuales en Cracovia, en donde, dos años después de haber hecho la profesión solemne, defendió su tesina sobre Teología Moral en 1987. El 23 de mayo de 1987, con 27 años, fue ordenado sacerdote. Durante dos años, entre 1987 y 1989, trabajó como vicario parroquial en Piensk, y el 24 de julio de 1989, fiesta del apóstol Santiago, viajó al Perú como misionero, lleno de ilusión y entusiasmo.

Fr. Miguel era un hombre de fe profunda, sencillo y orante, evangelizador y solidario. Tenía un gran amor a la Virgen y llegaba a los niños y a los jóvenes a través de la música, para la que tenía grandes dotes.

P. ZBIGNIEW STRZALKOWSKI

Zbigniew nació en Tarnów el 3 de julio de 1958, en cuya catedral fue bautizado una semana más tarde. En 1967 recibió la Primera Comunión. Tras realizar los estudios primarios, Zbigniew ingresó en la Escuela Técnica de su ciudad natal y a los 20 años comenzó a trabajar. Un año después inició el noviciado en la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y entre 1980 y 1986 estudió Filosofía y Teología en Cracovia. El 8 de diciembre de 1984, fiesta de la Inmaculada, hizo su profesión solemne y el 7 de junio de 1986, a los 28 años, fue ordenado sacerdote en Wroclaw. Durante dos años trabajó en la formación como vicerrector del seminario menor de los franciscanos conventuales en Legnica, hasta que el 30 de noviembre de 1988, fiesta de san Andrés, viajó al Perú para trabajar como misionero en este país andino.

Dos años después, el 9 de agosto de 1991 fue asesinado junto con su compañero Fr. Miguel en Pariacoto.

Fr. Zbigniew tenía dotes de organizador y era muy responsable. Amante de la naturaleza, su deseo era servir a los demás desde su fe profunda y su pasión por la figura de san Maximiliano Kolbe.

Dos años escasos duró la actividad misionera de estos dos jóvenes franciscanos, porque el 9 de agosto de 1991 fueron asesinados en Pariacoto por los miembros del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso, cuando Miguel tenía apenas 30 años y Zbigniew 32. El 12 de agosto ambos fueron enterrados en la iglesia parroquial de la misión.

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Biografía más extensa del beato
MIGUEL TOMASZEK, OFMConv

Miguel Tomaszek y Comp.La bella iglesia de madera, incrustada en medio de la naturaleza y del poblado, emergía del verdor campestre, como un vástago del bosque santo.

Uno de los elementos inseparables del paisaje de la región de Zywiec eran las construcciones de madera. Su popularidad y desarrollo se debían a la abundancia de maderaje en aquella zona, lo cual facilitaba su adquisición y utilización. Estos terrenos estaban provistos de una exuberante vegetación. Incluso las iglesias eran de madera y se fusionaban con el paisaje, tan bellamente pintoresco, y con las tradiciones locales.

Lekawica, un pueblo situado en las tierras de Zywiec, no se distinguía de otros pueblos lindantes de la zona. La primera mención sobre la iglesia de Lekawica proviene del siglo XV. La parroquia, bajo la advocación de San Miguel Arcángel, fue erigida alrededor de 1480. En el siglo XVI fue construida allí una iglesia de madera, consagrada en 1547.

Tenía una sola nave al estilo de las iglesias medievales de la región de Malopolska. Fue ampliada en 1641, además se construyó la torre y las galerías llamadas "soboty". Su interior se embelleció con pinturas antiguas sobre las paredes de la nave, en la bóveda, en el presbiterio y en el coro. La policromía fue realizada por Fabián Sobinowicz, pintor de Zywiec, gracias a las gestiones correspondientes de D. Baltazar Szumski de Rychwald. Esta iglesia fue completamente destruida a causa de un incendio el 26 de octubre de 1992.

Precisamente en Lekawica vino al mundo Miguel Tomaszek el 23 de septiembre de 1960. Era el cuarto hijo en la familia de Miguel Tomaszek y Mieczyslawa Bárbara Rodak. Fue bautizado en la iglesia de S. Miguel de Lekawica el 23 de octubre de 1960. Actuaron como padrinos José Rodak y María Tomaszek. La familia de los Tomaszek era de condición más bien humilde: poseía una pequeña hacienda; su padre trabajaba además en las minas. Fue un hombre muy piadoso. Cuando ya no pudo trabajar a causa de su enfermedad, ayudaba mucho en la educación de los hijos.

Miguel y sus hermanos comenzaban el día rezando. Le vio muchas veces Margarita Drozdzik, amiga de Miguel, cuando por las mañanas se acercaba a su casa para luego ir juntos a la escuela. Con la muerte de su padre en 1969, empeoró la situación de la familia, quedando huérfanos Miguel, Marcos, su hermano mellizo, y dos hermanas. Su madre era enfermiza, y la educación de los hijos, junto con el mantenimiento de la casa, sobrepasaba sus fuerzas.

Esta situación repercutió seguramente en los hijos. Cuando Miguel y su hermano fueron a la escuela, resultó, al poco tiempo, que le costaban mucho los estudios, especialmente las matemáticas. Con la ayuda de su hermana, pudo abrirse y creer en sus posibilidades, liberarse de sus temores. Comenzó a estudiar con gusto. Sus maestros opinaban que era un niño bueno, formal y disciplinado. Concluyó la escuela primaria de ocho grados en 1975, en Lekawica.

El pueblo de Lekawica se encuentra cerca del santuario de Nuestra Señora de Rychwald. Miguel, desde pequeño, frecuentaba aquel lugar, participaba en las fiestas patronales y fue allí donde por primera vez se encontró con los franciscanos.

Como recordaría más tarde, aquellos encuentros fueron muy provechosos para él, que era un niño tímido y retraído. Al finalizar la escuela elemental, su familia decidió que siguiera estudiando, pero la elección de la escuela constituía todo un dilema. Su madre no poseía recursos económicos. Por otra parte, Miguel comenzó a sentir los primeros latidos de su vocación a la vida religiosa y sacerdotal. Sentía inclinación hacia ella, quizás porque en casa se oraba mucho, principalmente en las situaciones difíciles. Además, pertenecía al grupo de los monaguillos y le encantaba ayudar en misa. Decidió, pues, ingresar en el Seminario Menor de Legnica, dirigido por los Padres Franciscanos Conventuales. Los frailes de Rychwald le dieron todas las explicaciones sobre aquel Seminario, sobre sus exigencias y sus ventajas. Úrsula, su hermana mayor, le ayudó a preparar el viaje con todos los documentos que debía presentar en dicho establecimiento educativo.

El Seminario Menor era un colegio privado de enseñanza media. El plan de estudios era semejante a las escuelas secundarias oficiales, pero, al mismo tiempo, los formadores religiosos ponían mayor empeño en formar espiritualmente a los jóvenes, en el marco del carisma franciscano, como preparación para la futura vida religiosa. Para Miguel Tomaszek, que se decidió por seguir el camino de su vocación, no pudiendo contar con gran apoyo económico por parte de su familia, este Seminario era un lugar ideal. Recibió allí casa, enseñanza y sustento, además del cuidado y apoyo por parte de sus educadores.

Los alumnos estudiaban en el colegio de los franciscanos, pero, para el examen final, debían presentarse en una escuela pública. Era una época en que las autoridades estatales de enseñanza no miraban con aprecio a los alumnos provenientes de los colegios religiosos. Sin embargo, desde el punto de vista de los franciscanos lo más importante era alcanzar el nivel cultural e intelectual de los jóvenes y formar su carácter, ayudándoles a descubrir los talentos escondidos y tantas veces desconocidos por ellos mismos.

Así sucedió con Miguel. Los fallos de su escuela primaria se hicieron sentir muy pronto. En los primeros años tuvo dificultades en el estudio, pero, a base de esfuerzos, logró alcanzar el nivel de los demás compañeros, de modo que, en el último curso, tuvo calificaciones buenas y muy buenas.

Sus compañeros del Seminario recuerdan que Miguel había traído una imagen de la Virgen Inmaculada. Le rezaba con frecuencia y su oración se hacía más prolongada cuando se apagaban las luces para el descanso nocturno. Entonces, se ponía de rodillas ante la imagen y se pasaba largos ratos sumergido en oración.

Miguel recibió el sacramento de la Confirmación el 21 de mayo de 1976, de manos de Mons. Vicente Urban, en la iglesia de San Juan, en Legnica, imponiéndosele el nombre de Adán.

Aprobó su examen final en Legnica y allí mismo recibió el certificado de fin de curso en el año 1980. El formador más cercano a Miguel dio de él este testimonio:

"Como formador, desde el principio me fijé en él, ya que era un muchacho muy tímido. Pensé que con el tiempo cambiaría o, como sucede en algunos casos, pasaría al otro extremo. Sin embargo, durante los cinco años de estudio en el Seminario, siempre fue muy modesto, puro y muy solícito para con los demás. Al concluir sus estudios secundarios, se presentó al noviciado. Siendo ya candidato para nuestra Orden, fue conmigo y con sus compañeros a pasar las vacaciones en Darlowek, cerca del mar. También allí demostraba ser un joven que sabía lo que quería y lo que escogía. Estando entre sus compañeros era muy alegre, jovial, afable y muy servicial. En el seminario hacía de fotógrafo. Sus fotos eran de alta calidad. También sabía escribir a máquina. No me sorprendió la noticia de que Miguel se presentara como candidato a las misiones en el extranjero. Pensé entonces para mis adentros: es un buen candidato para misionero, la misión de Perú tendrá en él un refuerzo joven y valioso".

Siendo todavía adolescente, muy pronto descubrió su vocación a la vida religiosa y sacerdotal. En el Seminario Menor tuvo oportunidad de profundizar en este aspecto. "Desearía trabajar en las misiones", con estas palabras Miguel Tomaszek pidió ser admitido en la Orden de los Hermanos Menores Conventuales.

El 20 de agosto de 1980, concluidos los ejercicios espirituales, viajó a Lagiewniki, cerca de Lodz, para iniciar el noviciado. Éste se encontraba en Smardzewice, zona perteneciente a la provincia franciscana de Varsovia. Miguel concluyó su formación inicial en la Orden junto con una veintena de jóvenes de la provincia cracoviense de San Antonio, y con los novicios de la provincia de Varsovia. Miguel se sentía a gusto en ese ambiente. Era una etapa más en el camino previamente elegido por él. No tenía ya problemas con los estudios, sus compañeros lo recuerdan como un joven equilibrado y caritativo. Durante el noviciado, se entretenía con la fotografía y la plástica. Recibió el hábito franciscano el 4 de octubre de 1980, durante la fiesta en honor de San Francisco de Asís.

Su maestro de novicios era el P. Dr. Mario Paczóski. A lo largo del año se hacían dos informes acerca de cada uno de los novicios. Miguel obtuvo una opinión positiva sobre su conducta, como novicio, con lo que pudo emitir sus primeros votos el 1 de septiembre de 1981. Entre 1981 y 1987 estudió Filosofía y Teología en el Seminario Mayor de los Hermanos Menores Conventuales de Cracovia. Allí conoció a Zbigniew Strzalkowski, pues, en la vida religiosa, había entre ellos sólo un año de diferencia.

Desde el primer curso, se notaba que Miguel se interesaba mucho por las misiones y las actividades caritativas. Había entregado toda su vida a la Santísima Virgen, ahora buscaba nuevas formas para rendirle culto. Cuando iba a casa, durante las vacaciones, se pasaba mucho tiempo en el santuario de Nuestra Señora de Rychwald.

Desde su llegada a Cracovia, se incorporó al movimiento M.I. y, con gran fervor, participaba en las actividades del Círculo Sección Mariana. Debemos agregar una observación pedagógica: en sus deberes era aplicado, en sus propósitos, consecuente, y abierto a las necesidades de sus compañeros del Seminario; también, ayudaba al grupo de las personas con discapacidades físicas o psíquicas que asistían a las clases de catequesis. Emitió su profesión solemne el 8 de diciembre de 1985. Siendo diácono, al finalizar su práctica pastoral en Breslau durante el mes de septiembre, obtuvo una opinión positiva por parte de los superiores, quienes, en su informe, subrayaban que presentaba buenas perspectivas de cara al futuro.

Escribió su tesina de teología moral, siendo su promotor el P. Dr. Mariano Lisowski. El trabajo llevaba por título: Defensa de la mujer, en su rol familiar, contra los peligros que actualmente la amenazan, según la predicación y escritos del Cardenal Esteban Wyszynski. Sostenía que las principales fuentes de la modificación del papel que la mujer desempeña en la familia, tienen un doble aspecto: sociológico y doctrinal. En el primero, la mayor parte de los cambios se realizan a causa de la actividad profesional de la mujer, de la nueva forma de vida y, por tanto, de una nueva mentalidad. El otro aspecto consiste en una falsa imagen de la mujer en las ciencias sociales: una visión neopagana de la mujer. El autor, después de una evaluación crítica de estos aspectos, presentaba un concepto positivo del rol de la mujer, conforme a la doctrina de la Iglesia y las exigencias de la vida en la actualidad.

En su conclusión leemos: "El Cardenal Primado no se conforma con el concepto puramente teórico del problema, sino que de un modo muy práctico señala las normas de vida, los valores fundamentales y propone pautas concretas acerca de la vocación de la mujer: ante todo, en la familia. No han perdido su vigencia las palabras del Cardenal Wyszynski, 'el Primado del Milenio', en la conclusión del Sínodo Extraordinario de Obispos del año 1985: En los últimos años, aparecía con frecuencia el interrogante acerca de la vocación y misión de la mujer en la Iglesia. Es por eso que la Iglesia debe procurar la presencia activa de la mujer, ayudándole a poner lo mejor de sí misma al servicio de la Iglesia, a través de las diferentes formas de apostolado".

Miguel, siendo aún seminarista, se distinguía por su recogimiento y piedad. Cuando visitaba Lekawica, su pueblo natal, se ponía en contacto con el movimiento Luz-Vida, dirigido por D. Francisco Rembiesa.

Su ordenación sacerdotal tuvo lugar en la basílica de San Francisco de Cracovia el 23 de mayo de 1987. La ceremonia estuvo presidida por el obispo auxiliar Mons. Albino Malysiak. La fecha de la ordenación fue un poco anticipada con motivo de la inminente visita de S. S. Juan Pablo II a Polonia. El 26 de junio del mismo año, Fr. Miguel defendió su tesina, finalizando así sus estudios de teología.

El primer destino pastoral de Miguel fue la parroquia franciscana de Piensk, una pequeña ciudad cerca de Zgorzelec. Trabajó allí como vicario y catequista. Se conservan algunos testimonios de los que afirman que Fr. Miguel, durante las misas de niños, solía tocar la guitarra y cantar con ellos. Era un sacerdote ejemplar. Preparaba muy bien los sermones, confesaba con fervor, visitaba a los enfermos, enseñaba. Su mayor felicidad era, sin embargo, el trabajo con los jóvenes, no sólo aquellos que iban a la escuela, sino, ante todo, aquéllos que más lo necesitaban: los discapacitados psíquicos.

La presencia activa de Fr. Miguel en Piensk animó allí la vida de piedad y la actividad pastoral. Según lo afirman algunos feligreses, Fr. Miguel, un poco antes de viajar a las misiones, como si fuera una despedida, organizó con los fieles una peregrinación a los santuarios de Lichen y Niepokalanów.

Cuando recibió la noticia de que Fr. Zbigniew Strzalkowski y Fr. Jaroslaw Wysoczanski habían decidido viajar a Perú, inmediatamente tomó la resolución de unirse a ellos. Ya en diciembre del año 1987 se dirigió al ministro provincial, P. Félix Stasica, solicitando el permiso para viajar a las misiones. El 25 de julio de 1989, cuando llegó el aviso de que en la nueva fundación hacía falta un tercer sacerdote, los superiores autorizaron a Fr. Miguel a emprender su viaje a Perú.

Durante la Eucaristía de despedida en la parroquia de Piensk, Miguel, consciente de dirigirse a un lugar muy peligroso del mundo, afirmó que, si hiciera falta ofrecer su vida por la causa de Dios, lo haría sin titubear. Durante la fiesta de despedida organizada por los feligreses, la comunidad del Oasis (movimiento Luz-Vida) ofreció un concierto vocal-instrumental, cuyo repertorio contenía: Una balada misionera, La mies es mucha y Flores polacas. Fr. Miguel escuchaba estas obras con gran emoción, especialmente la última, pidiendo que se la cantaran nuevamente al cabo de tres años, cuando viniese de vacaciones. Lamentablemente esto no fue posible, puesto que Miguel nunca más regresaría.

El viaje -de 27 horas de duración- tuvo el mismo itinerario que el de Zbyszek y Jarek: desde Varsovia, vía Moscú, a Lima. Miguel viajó en primera clase, para poder llevar más cantidad de equipaje. No tuvo otro fraile que lo acompañase, por eso seguramente fue para él un viaje agotador; tanto mayor fue su dicha al ver, en el aeropuerto de Lima, a sus dos hermanos rebosando de alegría.

Transcurrido el primer mes de su estancia en Perú, pasadas sus primeras impresiones y, habiendo conocido un poco el pueblo de Pariacoto, comenzó sus clases de castellano en Lima en septiembre de 1989. Hasta las Navidades se hospedó en el convento de los Padres Oblatos, en Barranco. Con gran alegría y gozo, como un auténtico misionero, Fr. Miguel Tomaszek inició su actividad apostólica en Pariacoto, dedicándose a la predicación de la palabra de Dios y a socorrer a los más pobres, que vivían en los caseríos dispersos entre los cerros andinos.

En enero de 1991 viajó a Córdoba (Argentina) para profundizar en la espiritualidad franciscana. Era un cursillo mensual para sacerdotes, seminaristas y religiosas de las distintas provincias franciscanas de toda América Latina. Participaron unas 80 personas.

El día 9 de agosto de 1991, los PP. Zbigniew y Miguel fueron asesinados por los terroristas de Sendero Luminoso. Tanto entre los habitantes de la zona como en el Episcopado Peruano, esta muerte fue considerada como martirial.

[Fuente: Gogola, Z., OFMConv, La vida que nace del martirio. Los misioneros franciscanos conventuales en Perú, Palencia 2005.]

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Biografía más extensa del beato
ZBIGNIEW STRZALKOWSKI, OFMConv

Miguel Tomaszek y Comp.En el monte de San Martín, a la sombra de unos frondosos tilos, hay una antigua iglesia del santo, de estilo gótico, toda de madera.

A su alrededor se extiende la aldea de Zawada, distante unos 5 km de la ciudad de Tarnów (en Polonia). Las primeras menciones sobre Tarnów aparecen en un documento del Cardenal Gil, Legado Apostólico en Polonia, en 1125. Dicho documento dice que Tarnów era una de las grandes posesiones de los benedictinos de Tyniec. A comienzos del siglo XIV pasó a depender de los caballeros de Labedziów y, más tarde, de los Leliwitas. A partir de 1328, el poblado Wielki i Maly Tarnów recibió los derechos urbanos en base a la ley alemana. La aldea más antigua se encontraba en lo que es la actual Zawada, ciñendo la iglesia de San Martín.

La parroquia de San Martín fue fundada por los benedictinos. Se la menciona por primera vez en los registros sampetrinos de los años 1325-1358 como ecclesia de Tarnóv, distinguiendo de la ecclesia de Nova Tarnóv o ecclesia de Nova Civitate, nombradas por fuentes eclesiásticas.

Hasta el año 1400, la iglesia de San Martín poseía todos los derechos parroquiales. En ese mismo año, el obispo de Cracovia, Mons. Pedro Wysz, trasladó la sede de la parroquia a la iglesia de la Natividad de Nuestra Señora. En cambio, los emolumentos parroquiales fueron destinados, a petición de Juan Tarnowski, para crear la dignidad del prelado cantor en la colegiata de Tarnów, recientemente erigida. La antigua parroquia de San Martín recibió desde entonces los derechos de la vicaría perpetua. El ministerio pastoral era desempeñado principalmente por un vicario especial, pero con el correr del tiempo se turnaban, para estas tareas, los vicarios de la colegiata de Tarnów. A finales del siglo XVI, la iglesia de San Martín no era más que una capilla para celebrar misas dentro de la parroquia de la colegiata.

El día 12 de mayo de 1966 se celebraban en Zawada los festejos de los 1.000 años del cristianismo en Polonia. Fue elegido este lugar, precisamente, por el prestigio que tenía la antigua iglesia de San Martín. Con este motivo, fueron traídos desde Roma, por Mons. Jorge Ablewicz, las reliquias de San Martín. La parroquia fue erigida por segunda vez el 4 de octubre 1980.

Esta iglesia es un precioso monumento antiguo de la diócesis de Tarnów: de una sola nave, con encofrado y tejado de madera, rodeado de unas galerías llamadas "soboty". Su aspecto actual es el resultado de su reiterada restauración, pero en lo esencial permanece inmutable. Precisamente aquí, al pie del altar de este bellísimo templo, comenzó a vislumbrarse la vocación de Fr. Zbigniew Strzalkowski.

Zbigniew Adán Strzalkowski nació en Tarnów el 3 de julio de 1958. Al cabo de una semana fue bautizado en la basílica catedral de esta misma ciudad. Actuaron como padrinos: la hermana de su madre, María Nowak, y el hermano de su padre, Adán Strzalkowski. Todos los participantes de aquella ceremonia bautismal recuerdan que, al concluir ésta, la madre tomó en brazos al niño y lo colocó sobre el altar de Jesús Crucificado y, mientras oraba, lo ofreció al Señor. Nadie pudo imaginar que, con este gesto, se había cumplido la primera fase de los planes providenciales de Dios.

Se educó en su pueblo natal de Zawada, de donde provenían también sus padres, Estanislao Strzalkowski y Francisca Juana Wójcik. Toda su infancia transcurrió en una de las casas situadas en la ladera montañosa. Sus padres poseían tan sólo 1 ha de tierra, por lo que su padre tenía que trabajar además como cristalero. Su familia estaba integrada por cinco personas. Zbigniew era el más pequeño. Sus hermanos mayores se llamaban: Bogdan y Andrés. Todos se sentían unidos con los lazos del amor y respeto mutuos. Los momentos alegres, así como los tristes o difíciles, siempre eran compartidos entre los miembros de la familia. Lo que más influyó en la educación de los tres hijos y, más tarde, en el despertar de la vocación de Zbigniew, fue el clima de amor, paz, bondad y sencilla religiosidad que se hacían sentir en su hogar.

El párroco, D. Pablo Sliwa, conocido en Zawada como hombre de fe, humildad y sensibilidad extraordinarias y, más tarde también el vicario D. Estanislao Marczewski, representaban un fuerte apoyo moral en la vida del adolescente Zbigniew y se distinguían por su sabiduría, cultura y su personalidad bien formada. Zbigniew recordaba que, aunque existía entre ellos una notable diferencia de edad, se sentía bien a su lado y, en cuanto le era posible, se acercaba a la parroquia para hablar con alguno de ellos.

Hay una canción polaca, titulada Mój Mistrzu ("Maestro Mío"), que le gustaba mucho al joven Zbyszek:

"Un día bochornoso,
(Jesús) recorría los caminos llenos de polvo gris
y, mientras caminaba, enseñaba a amar y a perdonar.
Maestro mío,
ante mis ojos, aparece un camino que debo recorrer como tú.
Maestro mío,
a mi alrededor, hay gente a la que debo amar como tú...".

Esta canción -según me decía un amigo de Zbigniew- se cantaba a menudo en los años setenta en los campamentos, en las excursiones parroquiales, en las reuniones de jóvenes y en muchas otras ocasiones. También la cantaban los jóvenes de la parroquia de Zawada. El mismo Zbigniew la cantaba con fervor en los encuentros con el párroco D. Pablo Sliwa y los sacerdotes catequistas

Zbyszek frecuentaba la casa de la familia Belzowski. Allí vivía su tío Francisco, quien, a cambio de la ayuda que Zbyszek le brindaba en sus trabajos, le llevaba a esquiar por las cercanas cuestas. Se habían hecho muy amigos, hasta tal punto que Zbigniew se pasaba horas y horas hablando con su tío sobre el camino de su futuro.

La escuela primaria estaba allí mismo, en el pueblo. Zbigniew cursó sus estudios primarios entre 1965 y 1973. Fue un alumno inteligente y muy fervoroso. Tuvo muy buenas calificaciones en sus certificados de estudios. Recibió la Primera Comunión de manos de D. P. Sliwa. También se conservan buenos recuerdos de Zbigniew como monaguillo, lo fue a partir del 2.1 grado de la escuela primaria, es decir, desde 1967. Estando ya en 7.1 grado fue nombrado lector de la palabra de Dios.

La hermana María Karwat, de la Congregación de las Hijas de la Caridad de S. Vicente de Paúl, de Cracovia, nos ha dado, de él, el siguiente testimonio: "Su postura en la iglesia como monaguillo o lector y su recogimiento junto al altar eran el fruto de su fe y amor a Jesús. Su trato con los amigos y amigas estaba impregnado de respeto y cariño".

Le gustaba hacer de monaguillo en la pequeña iglesia de su pueblo natal. Se veía que participaba en la misa sumergido en un profundo recogimiento. Una de las cosas que más le fascinaban eran los espectáculos organizados por los sacerdotes de su parroquia. Zbigniew no solamente era un actor, sino, ante todo, un organizador lleno de iniciativa. Entre las representaciones teatrales se preparaban los llamados "Misterios de la Natividad de Jesús", "Misterio Pascual", "Vida de Santa Genoveva", "El Misterio de la Confesión" y "Transformaciones".

"Recuerdo especialmente nuestros años de la escuela elemental y secundaria -nos decía D. Pedro-, pues en aquella época nos veíamos con frecuencia. Más tarde, nuestros caminos se distanciaron, pues yo entré en el seminario de Tarnów y Zbigniew Strzalkowski terminaba la escuela técnica de mecánica en Tarnów. Después del examen final, trabajó durante un año y luego entró en la Orden de los franciscanos. Sin embargo, los años de juventud vividos en amistad permiten conocer casi a fondo a las personas. Así había sucedido entre nosotros".

Hablando de Fr. Zbigniew, debemos hacer mención de su casa natal, que tuvo gran influencia en su formación personal. Su familia no pertenecía a la clase rica, pero precisamente por eso fue tal vez la mejor escuela para formar el carácter del pequeño Zbigniew. La casa era antigua y requería importantes arreglos y renovación. El presupuesto era demasiado elevado para el sueldo que los padres ganaban trabajando con sus propias manos. Los hijos debían acostumbrarse a numerosas renuncias, pero no se quejaban. Los muchachos ayudaban en los trabajos del campo y, a pesar de su temprana edad, era notable el fruto de sus esfuerzos. La arada y la siega eran los principales trabajos de Zbyszek y sus hermanos.

Al mismo tiempo, los muchachos ayudaban a su madre en las tareas domésticas. Cuenta ella misma que limpiaban todas las ventanas, según una tradición muy antigua, al acercarse las fiestas de Pascua. Además, en los ratos libres, fregaban el piso, las vajillas, barrían la casa, daban de comer a los animales y hacían las compras. Zbyszek se dedicaba también a apacentar vacas. Le gustaba mucho esta tarea, porque le daba una oportunidad de apartarse un poco del ajetreo cotidiano, pudiendo quedarse a solas con sus propios pensamientos, en medio de la naturaleza. Sus vecinos lo recuerdan sentado en la hierba con la cadena de los animales en una mano y con un libro en la otra.

Lo mismo nos relata el P. Karwat. En sus recuerdos, Zbyszek ya no era un niño cualquiera que apacentaba las vacas, era ya todo un seminarista, sumergido en la lectura seria, mientras pasaba las vacaciones de verano en su casa paterna.

En aquella época, Zbyszek manifestaba una sana piedad. Disfrutaba mucho cada vez que iba a visitar el santuario de la Virgen de Tuchów. Yo también recuerdo, de mi lejana infancia, aquellas fiestas patronales, a las que íbamos en carro con toda la familia, desde nuestro pueblo de Olpiny. Lo hablamos alguna vez, él y yo. ¡Qué gran círculo trazaron los caminos de nuestra vida y de nuestras oraciones elevadas a Dios, durante las fiestas, a los pies de aquel hermoso altar! Nos dimos cuenta de que, precisamente allí, comenzó a dar las primeras señales de vida nuestra futura vocación sacerdotal, aunque en un principio se veía envuelta en una nube emocional, sin formas concretas, pero era ya algo muy real.

Zbyszek continuó sus estudios en la escuela técnica de Tarnów. El viaje a la escuela duraba mucho tiempo. Primero, un tramo a pie hasta Tarnowiec, donde tomaba un autobús suburbano hasta Tarnów. De allí otro trecho, andando, hasta llegar a la escuela. Para regresar a casa, también necesitaba bastante tiempo. Por eso, en aquellos años, no pudo participar activamente en las tareas pastorales de la parroquia. Sacaba buenas calificaciones y su conducta era excelente

Casimiro Sobol fue su compañero de clase y durante varios años compartió con él el mismo banco. Según nos cuenta Zbigniew Nijak, en un libro sobre Zbyszek, su vecino de banco con frecuencia se valía de la ayuda de su compañero Zbyszek. Casimiro afirma que Strzalkowski nunca estudiaba las lecciones de memoria, sino que intentaba entender el tema, después ya no le costaba retenerlo en la memoria. Su compañero decía que "todo lo hacía pasar por la lógica".

En aquellos años, no se impartían clases de religión en las escuelas. Zbyszek y sus amigos acudían para ello a la iglesia de los Bernardinos [franciscanos]. Su maestro de religión era un delegado de la catedral, D. Esteban Cabaj. Unos años más tarde, al recordar a su alumno, decía que destacaba por su recogimiento interior y su interés por los temas fundamentales de la existencia humana, por ejemplo, el sentido de la vida y de su relación con Dios. Siempre alegre, jovial, pero al mismo tiempo, pensativo. Su forma de ser suscitaba confianza.

"Era el primero en llegar a las clases de catequesis -decía D. Cabaj-, el primero que se ponía en contacto conmigo, que me informaba acerca de algún cambio de horarios. Fue un joven de una fe muy profunda; tenía amigos, fue estimado por todos, siempre encontraba tiempo para ayudar a los demás. La catequesis no era obligatoria y, por eso, algunos chicos no la trataban seriamente. Zbyszek en cambio no se la perdía. Cuando me dijo que quería entregarse a Dios en la Orden franciscana, no me causó ninguna sorpresa. Hoy siento gratitud hacia Dios por aquel encuentro con Zbyszek, por su ejemplo de fidelidad a Dios, hasta el punto de entregar su vida en las misiones de Perú".

"Zbyszek permanece en mi memoria como un joven lleno de entusiasmo, que sabía muy bien lo que buscaba en la vida -nos dice la hermana María-. Era una persona de carácter resuelto, decidido, sacrificado; siempre podíamos contar con él. Su postura irradiaba madurez, trataba la vida en serio, se interesaba por todo, le gustaba investigar. En los encuentros juveniles, a los cuales asistía también D. Pablo Sliwa, Zbyszek proponía los temas que formaban parte de su vida. Nosotros nos veíamos enriquecidos, porque aportaban un matiz positivo a nuestra vida cotidiana. En aquella época, organizaban representaciones teatrales, en las cuales Zbyszek cumplía una función muy importante, se empeñaba en organizar todo hasta los más mínimos detalles, animando también a sus compañeros a una activa participación".

Los estudios secundarios fueron coronados con un examen final aprobado por Zbyszek en el Establecimiento de las Escuelas Mecánico-Eléctricas de Tarnów (calle Szujskiego, 13) en el año 1978. Una tía suya, Cecilia Strzalkowska, hermana de su padre, Dra. en Física, al ver que su sobrino estudiaba muy bien, que era inteligente y muy capacitado, intentó convencerlo para que iniciara una carrera universitaria en el Politécnico de Cracovia. Pero Zbyszek no aceptó la propuesta, poniendo como excusa que los estudios serían demasiado prolongados. En el fondo, estaba tomando conciencia de su vocación.

Aproximadamente durante un año, Zbyszek se dedicó a trabajar en Tarnów y luego, por poco tiempo, en el Centro Nacional de Maquinaria, en Tarnowiec. Fue un trabajador responsable. Sus compañeros decían que estaba dotado de un "sentido técnico". ¿Por qué se marchó de allí? Se puede suponer que por motivos de una continua tensión y de un trabajo excesivamente agotador. Sin embargo, la causa más evidente era que no se sentía a gusto; en medio de sus propias inclinaciones y tendencias interiores, se preguntaba si era éste el lugar en que debía estar y si era esto a lo que quería dedicar toda su vida.

Una revista informativa Tarnowski Magazyn Informacyjny del 29 de agosto de 1991, poco después del martirio de Zbigniew, publicó un artículo de Juan Pieszczoch en el que éste recordaba a su compañero de trabajo. Le comentaba al periodista: "Zbyszek era un obrero honrado y servicial. Al abandonar el trabajo, no nos había dicho nada sobre su decisión de entrar en la vida religiosa. Poco después, le siguió una compañera nuestra, proveniente de la misma localidad que Zbyszek Strzalkowski". Cuando los empleados del Centro Nacional de Maquinaria se enteraron de que Zbyszek había ingresado en una Orden religiosa, todos sintieron mucha pena y decían que, al encerrarse en una celda del convento, se estaba "arruinando la vida" siendo un joven tan simpático y alegre.

Nadie se imaginaba entonces que la obra de su vida, incluyendo el martirio, superaría mil veces el éxito que podría obtener trabajando como empleado de aquel Centro.

Llegó a Cracovia en junio de 1979, entregó los documentos y rellenó un formulario prescrito para todos los candidatos a la Orden de Hermanos Menores Conventuales de la provincia de San Antonio y del Beato Jacobo de Strepa. En la solicitud de ingreso señaló que deseaba ser sacerdote sirviendo a Dios en la Orden y que se ofrecía a trabajar en su patria o en las misiones. Sus modelos a seguir eran S. Francisco y S. Maximiliano Kolbe.

El párroco de su pueblo natal Zawada, D. Pablo Sliwa, el mismo que lo había preparado para su Primera Comunión, expidió el informe sobre su conducta moral y religiosa. Leemos lo siguiente:

"Sus padres, de profunda religiosidad, educaron a sus tres hijos en un ambiente de sincera solicitud por ellos, pero también, con un cierto rigor. Tiene una gran capacidad intelectual, vive sumergido en Dios y, al mismo tiempo, tiene el don de gentes; es alegre y cariñoso en el trato con sus amigos (...). La decisión de iniciar la vida religiosa franciscana es el fruto de una intensa y profunda reflexión ante Dios y ante su propia conciencia".

El 28 de junio de 1979 se celebró una reunión del Consejo Provincial, durante la cual el ministro provincial, P. Albino Dudek, firmó un escrito en el que informaba a Zbigniew sobre su admisión en la Orden, como también sobre el lugar y fecha en que iniciaría su año de noviciado. No podemos imaginarnos al joven candidato en el momento de recibir esta carta. Desde entonces, su vida cobró una nueva dimensión. Concluidos los ejercicios espirituales, en los últimos días de agosto en Lagiewniki, Zbyszek inició su noviciado canónico el día 1 de septiembre. Todo el grupo de los novicios se trasladó al convento franciscano de Smardzewice, en las proximidades de Tomaszów Mazowiecki. El ejercicio de la voluntad, del intelecto, de la afectividad y una profunda mirada introspectiva, no solamente han de formar debidamente al joven, sino que además deben proporcionarle una respuesta al interrogante acerca del camino correcto de su vida, si sabrá valorarlo y perseverar fielmente en él. En aquellos años las provincias de Cracovia y Varsovia tenían un noviciado común, por lo que Zbyszek pudo conocer, en su noviciado, a muchos religiosos de ambas provincias.

La formación de los jóvenes estuvo a cargo del Dr. P. Mario Paczóski perteneciente a la provincia de Varsovia. El 4 de octubre de 1979, durante los festejos en honor de Nuestro Padre S. Francisco de Asís, el ministro provincial de la provincia de S. Antonio de Padua, P. Albino Dudek, viajó a Smardzewice para presidir la ceremonia de la toma de hábito de sus novicios. En aquel día, Zbyszek Strzalkowski cambió su traje seglar por el hábito religioso.

Al finalizar el noviciado, emitió su profesión temporal y el día 18 de septiembre de 1980 inició los estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor de los PP. Franciscanos de Cracovia. Durante el primer curso, asistían con él seminaristas carmelitas y capuchinos. Todos los años pasaba las vacaciones en su pueblo natal, donde no solamente se dedicaba a descansar, sino que también visitaba a los enfermos, conversaba mucho con los vecinos, con los granjeros de la zona y ayudaba a los sacerdotes en la parroquia. Dedicaba gran parte de su tiempo al cuidado del Sr. Broniec quien, al tener las dos piernas amputadas, debía guardar cama. Antes del viaje a Perú, Zbyszek le hizo una visita y le dejó, como recuerdo, un medallón de la Virgen de Czestochowa. Este regalo se encuentra en la casa del Sr. Juan Broniec hasta el día de hoy. Cuando el enfermo se enteró del martirio de Zbyszek, se puso a rezar ante aquel medallón, pidiendo por el eterno descanso del alma de su joven amigo.

Para los superiores, Zbyszek era un seminarista inteligente, trabajador, responsable y muy bueno. De cara al futuro, se esperaba mucho de él. Tanto los alumnos como los profesores notaron que, durante sus estudios, no tuvo dudas acerca de su vocación. Siempre estaba convencido de haber hecho una elección acertada. Se sentía muy feliz siguiendo a Cristo por los caminos de la vida franciscana. En las vacaciones viajaba a Zawada -su pueblo natal- y junto con sus compañeros de curso organizaba excursiones turísticas y peregrinaciones al santuario de la Virgen de Tuchów. De allí salían confortados y espiritualmente enriquecidos.

En 1981, los frailes Zbigniew Strzalkowski, Zbigniew Swierczek, Ricardo Sliwka, Cristóbal Kukulka y Zdzislaw Kijas inauguraron el Movimiento Ecológico de San Francisco de Asís, poco después de que el papa Juan Pablo II hubiera proclamado a San Francisco Patrón de los ecologistas. Dicho movimiento organizaba expediciones ecológicas a los montes Tatra, a los alrededores de Poznan; preparaba exposiciones, como aquella que se titulaba "San Francisco, celestial Patrón de los ecólogos". Zbyszek, propagaba la conveniente valoración de la dolomita y la sana alimentación; un día, decidió cocer pan ecológico para toda su comunidad religiosa.

Cada año presentaba una solicitud para la renovación de su profesión temporal, que siempre fue acogida positivamente. El 29 de septiembre de 1984 emitió los votos solemnes. Un poco más tarde, en una petición escrita acerca de su futuro destino pastoral, expresaba lo siguiente: "Cuando pedí ser admitido en la Orden, hablé de mi disponibilidad para trabajar en las misiones. Ahora, habiendo hecho mi profesión de votos solemnes, renuevo mi voluntad de ser misionero".

Recibió su ordenación diaconal de manos del obispo D. Albino Malysiak el 15 de junio de 1985 en la iglesia de los PP. Carmelitas. El día 7 de junio de 1986 fue ordenado sacerdote, junto con sus compañeros, por Mons. Enrique Gulbinowicz, cardenal Metropolitano de Breslau (Wroclaw), en la iglesia de San Carlos Borromeo de dicha ciudad.

Anteriormente, había defendido su tesina cuyo tema era: "La masonería a la luz de los escritos de S. Maximiliano Kolbe". La escribió bajo la dirección del profesor Joaquín Bar OFMConv. Basándose en los documentos oficiales de la Santa Sede, el autor presentó una extensa reseña histórica sobre la posición de la Iglesia en este asunto. Subrayó las condiciones en que se encontraba la masonería y su ideología, en la época en que S. Maximiliano hacía sus estudios en Roma, donde pudo observar de cerca este movimiento. Además de la descripción del nacimiento de la masonería, se pueden encontrar en la tesina muchas reflexiones referentes a la actualidad. El siglo XX se considera como el siglo de apogeo de la masonería. Fr. Zbigniew pone énfasis en afirmar que "la masonería intentaba no sólo destruir las estructuras de la Iglesia, sino que además trataba de alejar a los creyentes de aquello que es prioritario: Jesucristo y su revelación". El autor menciona diferentes formas de lucha contra la masonería propuestas por S. Maximiliano, preguntándose si aquellas pautas siguen siendo actuales, cuáles de ellas se podrían modificar y cuáles conservar.

Una de las más profundas experiencias de todo sacerdote recientemente ordenado es la celebración de su primera misa que, según la tradición polaca, tiene lugar en la parroquia de su pueblo natal. Fr. Zbigniew la celebró en la explanada de la iglesia de Zawada el 22 de junio de 1986. Durante la Eucaristía predicó el P. Bronislaw Korta OFMConv quien, entre otras frases, dijo: "De repente, pasó por vuestra parroquia el Cristo invisible, extendió su mirada divina sobre vosotros, buscando pescadores de hombres. Buscaba conquistadores de almas, susurrando: 'Sígueme. Desde ahora serás pescador de hombres'. Hoy, Zbigniew ha vuelto a vosotros, pero ya como sacerdote de Cristo". Luego se dirigió al joven neo-presbítero con estas palabras tiernas y conmovedoras: "Recuerda que el sacerdote extiende el reino de Dios no solamente cuando está de pie junto al altar celebrando la santa misa, no sólo cuando perdona los pecados en el confesionario, o cuando bautiza, o enseña el catecismo; el sacerdote propaga el reino de Dios con toda su vida". Y prosiguió el predicador, diciendo: "Querido, vendrán días en tu vida en que esta corona de mirto, que hoy luce por su verdor, se transformará para ti en corona de espinas, o quizá vendrán sobre ti días de Getsemaní". Estas palabras resultaron ser proféticas.

El primer destino pastoral del joven sacerdote Zbigniew fue el Seminario Menor de Legnica, del que fue nombrado vicerrector. Dicho Seminario se encontraba en el convento de los PP. Franciscanos, junto a la parroquia de San Juan. Allí vivían y estudiaban varias decenas de jóvenes que hacían sus estudios secundarios y, al mismo tiempo, reconocían y fortalecían su vocación para la vida religiosa.

Según la opinión de los colaboradores de Zbigniew, éste era un buen formador. Tenía sentido pedagógico, era alegre, solícito y, en la oración, recogido. Durante los dos años de su trabajo en Legnica, puso un gran esfuerzo para mejorar las condiciones de vida del colegio. He aquí un fragmento de la carta del rector, Fr. José Szanca:

"Con la aprobación del Provincial, decidimos ampliar el edificio del internado, adaptar el desván para casi 100 personas, es decir, 30 habitaciones. Fue enorme el esfuerzo que tuvimos que hacer para llevar a cabo aquella obra. El P. Zbigniew tramitaba personalmente los permisos y la compra del material. En aquellos tiempos, conseguir unos sacos de cal, cemento o tuberías significaba algo semejante a un milagro. Esperaba en las colas a veces toda la noche, sin ninguna clase de privilegios. Recuerdo que una vez, cuando hacía mucho frío, tuvo que esperar toda la noche en la camioneta del Sr. Rodolfo Fajkis, creyendo que, al amanecer, conseguiría un poco de material de construcción, siendo el primero de los que estaban guardando cola y con una autorización en mano. Sin embargo le dijeron que ya no había más material".

La Sra. Dorotea Wieczorek, de Legnica, también dio su testimonio sobre el P. Zbigniew: "No podía pasar indiferente junto a otra persona, siempre acudía en su ayuda tanto en lo pequeño como en lo grande. Se preocupaba principalmente por los débiles y los enfermos que muchas veces no sabían cómo arreglárselas en la vida. También ofrecía su tiempo a la gente más bien distante con respecto a la Iglesia y a los sacerdotes. Gracias a su carácter fuerte y a su decisión, conseguía romper las barreras, siendo, al mismo tiempo, un soñador como Francisco. Soñaba con una caridad perfecta entre los hombres. Veía la hermosura de la naturaleza, la armonía del universo, se admiraba del trabajo humano. ¡Cómo se deleitaba pensando en el amor y la perfección de Dios!".

Además de su trabajo en el Seminario Menor, ayudaba en la iglesia parroquial de San Juan. Cumplía con prontitud su ministerio en el confesionario, dirigía un grupo de pastoral juvenil en la parroquia. Simultáneamente ayudaba, de forma clandestina, a los soldados soviéticos que se encontraban en Legnica. Sus conocidos de aquella época recuerdan que, en las conversaciones que Zbigniew mantenía con ellos, les hablaba con frecuencia de las misiones. Preparándose para el viaje, leía libros de medicina. También su tía Cecilia recordaba este detalle. Primero, soñaba con Bolivia y más tarde, con Perú. El día 30 de junio de 1988, la provincia franciscana de Cracovia tomó la resolución de fundar una misión en Perú. Aquel día, al debatir sobre quién podría ir a la misión, se tomó en cuenta la solicitud de Zbigniew, en la cual se mostraba disponible para esta clase de apostolado. Los futuros misioneros serían: Fr. Jaroslaw Wysoczanski y Fr. Zbigniew Strzalkowski. Zbigniew, por tanto, fue trasladado de Legnica a Breslau, para llevar a cabo, juntamente con Jarek, los preparativos relacionados con la misión.

D. Pedro Karwat recuerda la misa de despedida, celebrada por Zbigniew, antes de su viaje a Perú. En su homilía le decía: "Antes de partir a ese lejano país, llévate una piedrecita del jardín de tus padres y fíjala debajo del cáliz, para que, cuando celebres la Misa lejos de tu patria y de tus seres queridos, puedas soportar mejor la nostalgia de ellos". No sabemos si lo hizo así.

De aquel tiempo data la carta de Zbigniew a sus padres en la que hace planes sobre un posible viaje de su familia a América del Sur. Les invita a juntar dinero y les dice que se puede viajar económicamente en buque de mercancía mixta o en avión de las líneas aéreas rusas.

El 28 de noviembre de 1988, Zbigniew Strzalkowski y Jaroslaw Wysoczalski volaron a Lima. El vuelo fue tranquilo y muy largo: Moscú-Shannon (Irlanda)-Gander (Canadá)-La Habana (Cuba)-Lima. Luego de hacer todas las tramitaciones necesarias, Fr. Estanislao Dowlaszewicz, misionero de Bolivia, los invitó a Chiclayo (al norte de Perú), donde temporalmente ayudaba al párroco local, D. Francisco Posluszny. Allí pasaron las primeras fiestas de Navidad. Más tarde, los tres se dirigieron a la diócesis de Chimbote. Zbigniew se instaló en Moro y Jarek en Chimbote. En Moro, cuyo párroco viajó a Europa, Zbigniew lo reemplazaba. Cuidaba a más de 40 muchachos y una hacienda agrícola (2,5 ha), sin descuidar los asuntos pastorales. El aprendizaje del castellano era su deber primordial. Durante seis meses estuvo estudiando en Moro, en la parroquia del sacerdote tirolés, D. Pablo Fink. El 30 de agosto de 1989, Zbyszek y Jarek se trasladaron a Pariacoto.

En mi memoria, Fr. Zbigniew permanece como una persona concisa, sincera, con sentido del humor y con una gran bondad de padre. No dejaba sin terminar los trabajos iniciados; cuando alguien le pedía un favor, no se lo negaba. También él sabía pedir, y era muy difícil no consentírselo. Era muy sensible a la verdad, la gente le tenía confianza. Era práctico en sus actividades y siempre sabía encontrar alguna ocupación útil. Impregnado de una santa piedad, enseñaba la doctrina cristiana, siempre de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia. Fue fiel al ideal evangélico; no se asustaba del mal ni del sufrimiento. En sus palabras y conducta se notaba el Evangelio: "sí, sí - no, no" (Mt 5,37). Era un hombre de pocas palabras, amable, discreto; creaba un clima de confianza y seguridad. Nunca perdió la sencillez de carácter, formado en su hogar, en Zawada.


[Fuente: Gogola, Z., OFMConv, La vida que nace del martirio. Los misioneros franciscanos conventuales en Perú, Palencia 2005.]

* * *

EL MARTIRIO DE MIGUEL Y DE ZBIGNIEW

El viernes día 9 de agosto de 1991, en la casa religiosa de Pariacoto el P. Zbigniew se encontraba solo con los tres postulantes. El superior estaba de viaje, y el P. Miguel estaba retornando en la camioneta de la misión, acompañado de un grupo de catequistas, de Huaraz, donde participaron en una actividad formativa.

En el pueblo todo parecía transcurrir con la rutina de lo normal. Sin embargo un desconocido dialogaba en plena plaza con el P. Zbigniew, con evidentes signos de cierta animosidad. Un joven insistía preguntando sobre la hora del esperado retorno del P. Miguel, lo que después de los hechos no pareció pura curiosidad.

Hacia el atardecer unos extraños comenzaron a pintarrajear las paredes de los edificios frente a la plaza y el edificio de la municipalidad. Al anochecer los invasores, armados y con los rostros cubiertos, arrestaron al alcalde, buscaron sin resultado al gobernador de distrito y a unos acusados de robo del ganado.

Luego se presentaron en la Iglesia como los "compañeros" y tocaron la puerta de la entrada y reclamaron la presencia de los religiosos "para hablar con ellos". Los ataron de manos y los llevaron en las camionetas de la misión hacia la municipalidad, que no dista mucho de la parroquia, dejando, a insistencia de Zbigniew, a los postulantes.

Luego el mando político del grupo les increpó, en la presencia de una religiosa, dentro de la camioneta secuestrada de la misión, y los trasladaron a ellos y al alcalde al Pueblo Viejo, y en las inmediaciones del cementerio los ejecutaron junto con el alcalde de Pariacoto. Perpetrado el crimen se retiraron en las camionetas secuestradas hacia Cochabamba, encontraron en el camino al alcalde de Cochabamba que bajaba a su casa en Pariacoto y lo ejecutaron igual.

El pueblo participó con espontáneas muestras de reconocimiento del valor de la muerte de los Padres. Muy dolorido manifestó valiente y abiertamente su protesta contra lo injusto y hasta absurdo de esta muerte en todas las etapas del proceso fúnebre.

Las numerosas muestras de estos sentimientos acompañaron a los mártires en los hechos que siguieron a su heroico sacrificio: el levantamiento de cuerpos, misa celebrada por el Obispo Luis Bambarén en la iglesia de Pariacoto en la madrugada del sábado, traslado de los cuerpos a Casma para la autopsia, el traslado de los ataúdes del hospital a la iglesia de Casma, multitudinaria celebración en el templo de Casma el sábado a las 10 de la noche…

El traslado de los ataúdes de Casma a Pariacoto el domingo 11 de agosto con las estaciones en Cachipampa, Quis Quis, Yaután, Santa Isabel; misa en el templo de Pariacoto a las 3 p. m.; la deposición de los cuerpos en los sarcófagos después de la misa celebrada el 12 de agosto en Pariacoto; flores, discursos, lágrimas, vigilias de oración prolongada, con la fervorosa participación de niños, jóvenes, mujeres, varones y un grupo de hermanos evangélicos; testimonios efusivos del bien que hicieron entre ellos los hermanos sacrificados, amados de todos.

[Fuente: http://www.beatificacionchimbote.org/]

Miguel Tomaszek y Comp.

 

Carta del Ministro general
de la Orden de Hermanos Menores Conventuales

BEATIFICACIÓN DE MIGUEL TOMASZEK
Y ZBIGNIEW STRZALKOWSKI
Dar la vida. Corazón y horizonte de la misión

(Roma, 17 de septiembre de 2015)



Queridos hermanos: El Señor os dé la paz.

El próximo 5 de diciembre, al finalizar el año dedicado a la vida consagrada, en el que se ha profundizado su entidad profética en el corazón de la Iglesia para el mundo, y en el umbral del año jubilar con la misericordia como lema inspirador, entendida como "condición para nuestra salvación" y "camino que une a Dios y al hombre" (Papa Francisco, Misericordiae Vultus n. 2), serán beatificados dos de nuestros hermanos, fr. Miguel Tomaszek y fr. Zbigniew Strzalkowski que, como profetas de la misericordia divina dieron su vida por amor a Dios y a los pobres, a quienes Dios ama con preferencia. Un hecho que no se pierde en la noche de los tiempos sino que apenas un cuarto de siglo nos separa de él; un martirio como genuino testimonio fresco, contemporáneo, que toca el pulso de nuestra vida o, en otras palabras, nuestra vocación franciscana y su despliegue en plenitud hasta el don total de uno mismo.

¿Estamos a la altura de esta exigente y alta medida del amor que es el martirio?

No se trata de una pregunta retórica, sino de una pregunta a la que todos debemos atender y a la que vale la pena responder. El religioso poeta y Siervo David María Ruroldo, hablando de algunos grandes testigos de nuestro tiempo escribe: "¡Qué vergüenza! Haber sido sus contemporáneos… sus amigos, sus comensales y no haber aprendido. Y no habernos convertido. Y seguir siendo los de siempre".

MARTIRIO: EL RESULTADO DE UNA VIDA ENTREGADA

"Lunes 3 de febrero del 2015, el Santo Padre Francisco autoriza a la Congregación para las Causas de los Santos la promulgación del decreto relativo al martirio de los Siervos de Dios Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, sacerdotes profesos de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, matados por odio a la fe el 9 de agosto de 1991, en Pariacoto" (L'Osservatore Romano, 4 de febrero del 2015, p. 8).

Cuando me llegó la noticia, al tiempo que me alegré, recordé las palabras de San Francisco cara a los hermanos que ensalzaban el luminoso martirio de los cinco protomártires, matados en Marruecos el 16 de enero de 1220: "Cada uno se gloríe del propio martirio y no del de los otros" (Jordán de Giano, Crónica, 8). Sí, porque el martirio es el centro incandescente del cristianismo, el momento en el que el amor a Dios y a los hermanos (también a los verdugos) se despliega en su plenitud; es como una zarza ardiente a la que sólo podemos acercarnos con los pies desnudos, purificados de toda vanidad terrena. Fr. Miguel y fr. Zbigniew dieron la vida; suya es la palma del martirio, nuestro el camino de la imitación de dos hermanos que vivieron la radical "sequela Christi" [seguimiento de Cristo] hasta la cruz.

Siempre vi con simpatía a fr. Miguel y a fr. Zbigniew, nuestros dos jóvenes hermanos polacos (31 y 33 años) -de la Provincia de San Antonio y del beato Jacobo de Estrepa- que a finales de 1988 y 1989, partieron entusiasmados a Perú para vivir la misión evangélica entre los últimos. El impulso misionero, el deseo de que el Evangelio llegue a todo hombre de cualquier tierra o nación, es señal de autenticidad cristiana, porque habla de la fe como gran don de Dios para todos sin distinción. Quien se abre a la misión se abre al amor de Dios que quiere alcanzar hasta a los más lejanos y tiene preferencia visceral por los pobres y los pequeños.

Queridos hermanos, en mi carta quiero hablaros del testimonio de nuestros dos hermanos, colocándolo en el contexto de la nueva época de martirio que la Iglesia está viviendo. Y no sólo quiero escribir un texto celebrativo, sino recordar a todos que el martirio es el horizonte de la vida cristiana y franciscana. Si hemos dado todo al Señor, también nuestra vida está en sus manos. Justo por esto, está bien hablar de "martirio no como empresa heroica, como gesto de hombres valerosos, sino más bien como 'natural' desenlace de una vida entregada" (E. Bianchi, Prefazione a Frère Christian de Clergé y a los demás monjes de Tibhirine, Más fuertes que el odio, Qiqajon 2010, p. 9). En efecto, nadie se ofrece para morir mártir, pero el martirio se logra a través de un camino progresivo, a menudo imprevisible, como recuerda el Papa Francisco: "Esta es la belleza del martirio: comienza con el testimonio, día a día, y puede terminar en sangre, como el caso de Jesús, el primer mártir, el primer testigo fiel" (Misa en Santa Marta, 30 de junio del 2014).

MÁRTIRES DE AYER Y DE HOY

"Ciertamente en unas épocas ha habido más mártires que en otras, pero afirmar que haya habido algún momento de la historia sin mártires sería como negar la existencia de la Iglesia en tal momento". Así se expresaba, en la primera mitad del siglo pasado, el teólogo Erik Peterson. De hecho, en dos mil años de cristianismo, no se ha roto el hilo rojo del martirio, hilo que hoy es más visible y evidente.

Porque, por desgracia, la palabra "martirio" se vuelve de actualidad y resuena dramáticamente en muchos contextos en los que los cristianos son perseguidos de manera brutal, hasta la privación de la vida. Se trata de situaciones nuevas, inéditas, que descubren una fe vital, pues en verdad hablan de la "sequela" [seguimiento] de la cruz de Cristo, capaz de soportar tribulaciones, de responder a la violencia extrema con la mansedumbre y el perdón. Hechos que se repiten desde que se plantó el leño sobre el Gólgota, fuera de la ciudad de Jerusalén, para crucificar al Justo. "Si el mundo os odia, sabed que antes me ha odiado a mí. […] 'Un siervo no es más que su señor', si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15,18.20).

Muchos hacen notar que el cristianismo es actualmente la religión más castigada, más objeto de agresión. Tanto que, según el diputado inglés Jim Shannon, "cada once minutos es matado un cristiano en el mundo a causa de su fe" (Intervención en la cámara, 3 de diciembre del 2013). Los números son realmente impresionantes: de 150 a 200 millones de cristianos (católicos, ortodoxos, protestantes…) son discriminados y perseguidos en nuestro planeta por causa de su fe, por lo que, a veinte años de distancia, vienen como anillo al dedo las palabras de Juan Pablo II en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente: "Al termino del segundo milenio, la Iglesia se ha convertido de nuevo en una Iglesia de mártires" (1994, n. 37). El martirio representa en nuestros días una gracia misteriosa y, a la vez, una interpelación a la comunidad cristiana. Porque no basta celebrar a los testigos de la fe hasta la efusión de la sangre, sino que es necesario confrontarse con la belleza y grandeza de su testimonio. En su homilía en Seúl (Corea del Sur), el Papa Francisco recordó cómo "con frecuencia experimentamos hoy que nuestra fe es puesta a prueba en el mundo, que se nos pide de muchos modos llegar a comprometernos con ella, afrontar las exigencias radicales del Evangelio y conformarnos al espíritu del tiempo. Y los mártires nos llaman a poner a Cristo sobre todo en este mundo, y a mirarlo todo en relación a Él y a su Reino eterno. Ellos nos llevan a preguntarnos si hay algo por lo que estemos dispuestos a morir" (16 de agosto del 2014). Quien tiene un motivo por el que está dispuesto a dar la vida sabe vivir en plenitud; los cristianos pertenecen a esta categoría de personas. Es posible, como a menudo sucede en nuestros días, que haya actitudes auto destructivas fruto del fanatismo, pero también hay locuras homicidas que obran bajo cobertura de presuntas razones religiosas. También es un contrasentido hablar de "martirio ofensivo". De hecho, el mártir cristiano ofrece su vida respetando siempre la vida de los otros, incluso la del perseguidor; a ejemplo de Jesús crucificado, rey de los mártires, responde al odio no con la violencia, sino con el perdón.

UN CASO EN HISPANOAMÉRICA

En mi presentación, sobre todo en la parte descriptiva, me serviré de las palabras de fr. Jarek Wysoczanski, el "tercer compañero" que, por estar en Polonia aquel 9 de agosto de 1991, sobrevivió a la masacre. A él agradezco de corazón que haya mantenido viva en la Orden la memoria de aquel hecho que cambió su vida.

Cuando fr. Miguel y fr. Zbigniew parten para Perú llevan consigo grandes esperanzas. Nacidos en un mundo dominado por el comunismo, tras la formación teológica y la ordenación sacerdotal, acogen con disponibilidad y gozo la aventura de misionar en un país para ellos lejano y desconocido que pronto aprenden a amar. Así lo describe fr. Jarek:

"Miguel Tomaszek nace el 23 de septiembre de 1960 en Lekawica (Polonia). Completa los estudios de filosofía y teología en el Seminario mayor de los Hermanos Menores Conventuales de Cracovia y es ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1987. Durante dos años trabaja como coadjutor en Piensk y, el 24 de julio de 1989, parte para Perú lleno de ilusión. Es una persona sensible y amable, de fe profunda, amante de la oración y generoso evangelizador. Tiene un profundo amor a la Virgen María y, a través de la música -tocaba la guitarra- se hace amigo de los niños y de los jóvenes".

"Zbigniew Strzalkowski nace el 3 de julio de 1958 en Tarnów (Polonia). Como Miguel, estudia filosofía y teología en Cracovia y es ordenado sacerdote el 7 de julio de 1986. Ejerce durante dos años de Vicerrector en el Seminario menor y, el 30 de noviembre de 1988 parte para Perú. Es un hombre bueno, responsable, buen organizador, con debilidad por las matemáticas. Ama la creación, cura a los enfermos y sirve a todos con fe profunda. Tiene una profunda pasión por la figura de San Maximiliano Kolbe".

La misión en Perú había sido programada desde hacía tiempo, habiendo sido pensada como una presencia franciscana entre la gente más humilde. El entonces Ministro general de los Hermanos Menores Conventuales, fr. Lanfranco Serrini, en una carta del 15 de enero de 1989 dirigida a Mons. Luis Bambarén, Obispo de la Diócesis donde nuestros hermanos desarrollaron su servicio, escribe:

"La Orden está contenta de haber abierto esta nueva misión en tierra peruana, en la Diócesis de Chimbote. Notamos que estos últimos años la Providencia nos ha guiado en medio de las dificultades, y que la obra del Señor se concretiza de muchos modos; es bonito ver que justo ahí se encuentra el secreto de la vida. Esta misión tiene todas las características del estilo franciscano: sencillez, pobreza, vida escondida, fraternidad, disponibilidad, que queremos insertar a través de los misioneros que llegan de Polonia".

Estamos a poco más de 20 años de la segunda Conferencia de Medellín (1968), tenido por el Episcopado Hispanoamericano, y a 10 de la tercera Conferencia de Puebla (1979), que recibe el concilio Vaticano II para los pueblos cristianos de aquellas tierras y formulan la famosa opción preferencial por los pobres, una opción teológica y no simplemente sociológica (cf. Evangelii gaudium n. 198; cf. G. Gutiérrez, Porque Dios prefiere a los pobres, EMI 2015). Si en Occidente el gran reto es el no creyente, en aquellos años de ateísmo teórico y práctico, en Hispanoamérica es el del no-hombre: el del hombre desfigurado por la explotación, el no reconocido en sus derechos elementales, por no hablar de algunos regímenes políticos opresores e injustos que siembran el terror. A veces se trata de verdaderos "pueblos crucificados" que sólo mirándose en el Evangelio encuentran dignidad y voluntad de rescate, emprendiendo caminos de liberación. Con razón se puede decir que el texto de tenor profético de la Lumen gentium (1965, n. 8) encuentra en aquel contexto una eficaz y pertinaz explicación: "Como Cristo fue enviado por el Padre 'a anunciar la buena noticia a los pobres, a curar a los de corazón contrito' (Lc 4,18), 'a buscar y salvar lo que estaba perdido' (Lc 19,10), así envuelve la Iglesia con afectuoso cuidado a cuantos están afligidos en su humana debilidad, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador, pobre y sufriente; se apresura a alzarlos de la indigencia y en ellos busca servir a Cristo". Con el anuncio del Evangelio, la atención a los pobres, poniéndose de su parte y en su favor, es la otra columna de la misión franciscana de Pariacoto. Lo dice con claridad fr. Jarek:

"Llegados a Pariacoto no fue fácil asimilar un nuevo modo de ser Iglesia. Pasamos horas y horas de reuniones, encuentros y debates para poder entender. Poco a poco llegamos a formular las preguntas centrales: '¿Cuál es nuestra misión en este lugar como franciscanos? ¿Qué modelo de Iglesia queremos encarnar? ¿Cómo podemos ser pobres con los pobres?'. Al principio, este modo de hacer Iglesia nos inquietaba, pero al mismo tiempo era un acicate para llevar adelante el nuevo estilo de ser cristianos. Pronto llegamos a ser parte de la Iglesia local, con la convicción plenamente asumida de que cada pueblo debe expresar la fe sin perder su identidad. Las columnas de nuestra acción misionera fueron sustancialmente dos: el anuncio del Evangelio y la cercanía a los pobres. Vivir como hermanos en sencillez y pobreza fue el puente más eficaz hacia la gente del lugar".

Fr. Miguel escribiendo a su familia dice: "La gente es muy buena. Los niños nos siguen y saludan a voces varias veces al día; los jóvenes son muchos, vienen al templo y, aunque no hay organista, lo suplen perfectamente con sus instrumentos. Tocan guitaras, la flauta (diferente a la polaca y que estoy aprendiendo a tocar); la caña de azúcar suena bien, y la vaina seca de medio metro de larga, que no sé cómo se llama, semejante a la vaina de poroto, y no falta la percusión. Cantan muy bien y con gusto. Hace dos días me quedé solo, pero no me aburrí; celebré la misa por la noche y luego me senté con los jóvenes en la escalera de la iglesia a la luz de la luna para escuchar sus cantos; yo también canté algo en polaco" (Carta del 20 de octubre de 1989).

"HAY QUE MATAR A LOS QUE PREDICAN LA PAZ"

De hecho, los cargos de los terroristas de Sendero luminoso (movimiento de matriz maoísta dirigido por Abimael Guzmán) contra los hermanos tienen que ver con la fe como realidad que desempeñaría, a través de toda causa en favor del hombre y de la ayuda a los pobres con la distribución de comida, una forma de colonialismo, un modo de predeterminar las conciencias. Traemos a colación algunas frases del proceso farsa contra los dos hermanos:

"Engañan al pueblo porque distribuyen alimentos de Cáritas, que es imperialismo. Predican la paz y así adormecen a la gente. No quieren violencia ni revolución. La paz deshonra a la gente. Hay que matar a los que predican la paz. Con la religión adormecen al pueblo. La religión es el opio del pueblo. La Biblia es un modo de adormecer al pueblo, de engañarlo y dominarlo".

Viejos conceptos marxistas (estamos en 1991, dos años después de la caída del muro de Berlín) que exaltan la revolución armada y señalan a la religión como opio de los pueblos. Esta ideología tosca y perversa condenará a muerte a nuestros hermanos. Recordemos el hecho con palabras del "tercer compañero":

"El 9 de agosto de 1991 -un viernes- tras la celebración eucarística, Miguel y Zbigniew fueron sacados por separado del convento y llevados al Municipio de Pariacoto. Luego les hicieron subir en un furgón de la misión junto con la hermana Berta Hernández, Sierva del Sagrado Corazón de Jesús, que subió por propia iniciativa. Más tarde, en la carretera de Cochabamba, antes de atravesar el puente, hicieron descender a la religiosa del vehículo, incendiaron el puente y llevaron a los hermanos a un lugar llamado Pueblo Viejo, cercano al cementerio. Allí, a sangre fría, asesinaron a fr. Miguel con un tiro en la nuca y a fr. Zbigniew con dos, uno en la espalda y otro en la cabeza. Con ellos también fue asesinado el alcalde del pueblo, Justino Masa".

Los cuerpos no fueron retirados hasta el día siguiente, tras llegar al lugar Mons. Bambarén y proceder la policía al levantamiento. La mañana en que fue celebrada la misa exequial, tras la autopsia en la ciudad de Casma, al paso del féretro la gente rindió homenaje a los hermanos mártires con flores, banderas, oraciones, lágrimas y carteles en los que se leía: Paz y bien, Perdónales porque no saben lo que hacen, Nuestros padres no murieron.

En el libro escrito por fr. Jarek y Alberto Friso, periodista del "Mensajero de San Antonio", leemos: "El mismo lugar de los asesinatos fue objeto de atención para los habitantes de Pariacoto. Se acercaron con palas y recogieron cuanto pudieron la tierra bañada con la sangre de los mártires, tierra que se convirtió en sagrada. Después la llevaron en procesión al vecino cementerio, donde se encuentra en un cenotafio bajo una cruz con los nombres de Miguel y Zbigniew" (Hermanos mártires. Una historia franciscana contada por el tercer compañero, EMP 2013, p. 202). La vox populi había intuido que aquella sangre era preciosa y hablaba de un amor que no se puede sofocar con la muerte.

En aquellos días dramáticos fr. Jarek se encontraba en Polonia, como hemos dicho, para celebrar el matrimonio de su hermana, justo mientras Juan Pablo II estaba en Czestochowa para el Día mundial de la juventud. Los dos tuvieron un breve encuentro en privado el 13 de agosto y, el Papa, tras haber pedido información sobre lo ocurrido, dijo: "Son los nuevos santos mártires del Perú". Una frase profética que, desde aquel momento, acompañaría y sostendría el espontáneo culto de la gente y el proceso de beatificación iniciado por los hermanos.

MÁRTIRES POR LA CAUSA DEL HOMBRE, "IN ODIUM FIDEI"

La teología del martirio ha sufrido, en los últimos decenios, una notable aceleración. Sobre todo tras el descubrimiento reciente de que el siglo XX fue, con justo título, un "siglo de mártires". En el Gran Jubileo del 2000, tras haber afirmado que "el siglo con más mártires en toda la historia de la Iglesia había sido el siglo XX", un editorial de La Civiltà Cattolica -en una rápida reseña de casos de martirio colectivo este siglo- da algunos datos impresionantes: a inicios del siglo XX los Boxer mataron en China 180 misioneros y 40.000 cristianos; de 1894 a 1918 los turcos masacraron a casi dos millones de armenios; en los años 20 del siglo XX se desencadenó una persecución en Méjico llevando a la muerte a 200 cristianos; en los años 30, en el curso de la guerra civil española fueron matados 13 obispos, casi 7.000 sacerdotes, religiosos y religiosas, y 3000 seglares. Miles de cristianos ortodoxos fueron matados en la Unión Soviética: sólo en 1922, bajo Lenin, fueron martirizados 2.691 popes, 1.692 monjes, 3.477 religiosas, y la mayor parte de los obispos, si no fue matada, fue encarcelada o deportada; tras la segunda guerra mundial, le llegó el turno a la Iglesia Católica. Bajo regímenes del mismo signo hay persecuciones en Albania, Vietnam del Norte, Laos, Camboya y sobre todo en China, sin olvidar Europa Oriental. Del mismo modo la ideología neopagana impuesta por el nacionalsocialismo del III Reich, condenó a morir en los Lager innumerables cristianos. En la segunda mitad del siglo XX, el mapa del martirio se extiende dramáticamente sobre todo hacia Hispanoamérica y África (El sentido del martirio cristiano, 151, 2000/III, pp. 107-119). Persecuciones y martirio de religiosos y seglares, catequistas en particular.

¿A qué se debe la tardanza de la historia en registrar eventos tan relevantes como feroces? Ciertamente a la larga duración del comunismo en la Unión Soviética y en los Países del Este, por lo que las informaciones se filtraban con lentitud y la toma de conciencia de las inmanentes violencias perpetradas contra los cristianos de toda confesión fue igualmente lenta, sin descartar la escasa atención de Occidente (tanto ayer como hoy) a los dramas colectivos de fondo religioso, en ciertos casos verdaderas catástrofes consumadas en países del Tercer Mundo. Hay que añadir que el desplazamiento del mapa del martirio hacia Hispanoamérica ha puesto en evidencia una novedad del todo singular: ante todo el hecho de que en este continente muchos cristianos son perseguidos y matados por otros que también se declaran cristianos; además la muerte del mártir no viene directamente a causa de la fe, sino porque se coloca de parte de los pobres en nombre de la justicia con una actitud, naturalmente, inspirada en la fe, como sucedió a nuestro hermano el Siervo de Dios Carlos de Dios Murias en el contexto del gobierno dictatorial de Argentina entre 1976 y 1983. Se puede decir entonces que con la proclamación de los mártires franciscanos del Perú (junto al sacerdote bergamasco fidei donum Alejandro Dordi, así como el anterior y más notable caso del Arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero) la fórmula in odium fidei se ha extendido hasta comprender valores humanos de innegable corte evangélico. Recordemos que, afrontando la misma cuestión, ya Santo Tomás de Aquino escribía: "El bien humano puede devenir bien divino si va referido a Dios; por esto, cualquier bien humano puede ser causa del martirio en cuanto referido a Dios" (Summa Theologiae II-II, q. 124, a. 5). En esta línea fue interpretado a su tiempo el caso de Maximiliano Kolbe: si de hecho el 17 de octubre de 1971 Pablo VI le beatificó como confesor, el 10 de octubre de 1982 Juan Pablo II canonizó a su connacional como mártir. Este Papa, en la homilía de la misa de canonización, dijo: "En virtud de mi autoridad apostólica he decretado que Maximiliano Kolbe, que por la beatificación era venerado como confesor, sea en adelante venerado como mártir". De hecho el hermano franciscano se inmoló por causa del hombre (para salvar a un padre de familia de la muerte), desde la fe, con caridad y como don total de sí mismo. He aquí las palabras pronunciadas por el Papa el 11 de octubre de 1982, en presencia de los peregrinos polacos: "Mediante esta figura se abren ante nosotros horizontes universales (...); en la base de esta santidad se halla la grande y profundamente dolorosa causa humana". En verdad la causa de Dios y la del hombre están inextricablemente entrelazadas, por lo que la verdad de la fe encuentra en la defensa de la dignidad humana un banco de prueba decisivo. Ya Mons. Romero había cambiado para El Salvador la expresión de San Ireneo "gloria Dei vivens homo" [la gloria de Dios el hombre viviente], en "gloria Dei vivens pauper" [la gloria de Dios el que vive pobre] en el sentido de que el Dios cristiano es "un Dios cercano a los pobres, tan cercano que se hace presente en la cruz para mostrar que participa del sufrimiento de las víctimas y, por lo tanto, para hacer definitivamente creíble su amor […]. Por aquel Dios se alineó Romero, haciéndose servidor de la vida, de la justicia, de la paz, de la esperanza" (J. Sobrino, Romero, mártir de Cristo y de los oprimidos, EMI 2015, p. 264).

Si Hispanoamérica ha dado innumerables mártires no directamente a causa de la fe, esto no quita que en nuestros días, en otros contextos, sea de dramática actualidad la violencia que golpea a los cristianos justo por ser tales, como sucede en algunos países de mayoría islámica -recientemente en Pakistán- donde formas de extremismo religioso se abanten sobre una minoría cristiana. Allí, ha afirmado el Papa Francisco tras el Ángelus del 15 de marzo del 2015, "los cristianos son perseguidos y vierten la sangre tan sólo por ser cristianos". Dado el deseo de evitar toda instrumentalización religiosa de la violencia fundamentalista, en la Carta cuaresmal escrita a los Obispos nigerianos, aludiendo muy probablemente al terrorismo del movimiento islamista Boko Haram, el Papa ha unido en la tragedia tanto a cristianos como a musulmanes: "Creyentes, sean cristianos o musulmanes, han sido unidos en un trágico fin por mano de personas que se proclaman religiosas, pero que abusan de la religión para hacer una ideología a plegar a sus propios intereses de atropello y muerte" (2 marzo 2015).

MARTIRIO FRANCISCANO

El cap. XVI de la Regla no bulada, dedicado a la misión, se abre y se cierra refiriéndose, con explícitas citas de la Escritura, a la realidad del martirio: "He aquí que yo os mando como ovejas en medio de lobos" (Mt 10,16); "Bienaventurados los que sufren persecución a causa de la justicia…" (Mt 5,10); "No temáis a quienes matan el cuerpo…" (Lc 12,4). De hecho, en aquel tiempo, a quienes misionaban entre sarracenos, el éxito del martirio no era una hipótesis tan lejana. Era pues necesario que los hermanos recordasen que con el ingreso en la Orden habían entregado su cuerpo al Señor, aceptando por su amor exponerse a toda prueba. Nada les sería quitado que ellos no hubieran dado con anterioridad. Se revalida con claridad uno de los horizontes a los que la vida cristiana mira constantemente, y más aún la franciscana, desde el momento que el martirio está inscrito en el bautismo. Sobre este punto es totalmente explícito el Concilio Vaticano II: En verdad, "si el martirio es concedido a pocos, todos deben estar prestos a confesar a Cristo ante los hombres y a seguirlo en el camino de la cruz durante las persecuciones, que no faltan a la Iglesia" (Lumen gentium n. 42). Así pues, que la vocación franciscana contempla el horizonte del martirio estaba ya claro a uno de los primeros y más autorizados comentadores de la Regla, San Buenaventura: "Los que piden ser recibidos en nuestra Orden, deben estar dispuestos al martirio" (Expositio super Regulam, cap. II, in Opera Omnia, t. VIII, p. 398).

El s. XX nos ha regalado el ejemplo luminoso de fr. Maximiliano Kolbe que dio la vida en uno de los Gólgotas más dramáticos de la historia reciente, sólo por amor. Hace unos meses celebramos la beatificación del mártir sardo fr. Francisco Zirano, matado in odium fidei en la ciudad de Argelia el 25 de enero de 1603. Ahora, otros dos hermanos, fr. Miguel y fr. Zbigniew, testigos creíbles de la fe, se unen en la ciudad celeste al cortejo del Cordero inmolado. No podemos dejar de citar las conmovedoras palabras del P. Serrini en la carta a toda la Orden en la Navidad de 1991: "La sangre derramada por dos jóvenes hermanos el 9 de agosto de 1991 se ha unido a la de S. Maximiliano Kolbe, también de origen polaco que, hace 50 años (con cinco días de diferencia), ofreció su vida. Es un doble tributo del mismo martirio por la caridad y la fe, e indica la continuidad perfecta y el santo contagio de un testimonio vivo que nace, en los momentos de la verdad, en la vida de los individuos y de las familias".

¡Qué responsabilidad la nuestra! Ante todo, en relación con la misión, donde el martirio halla su natural contexto, porque al anuncio del Evangelio de la salvación siguen las persecuciones. Cuanto más resplandece la luz de la fe, más se adensan las tinieblas para tratar de sofocarla. La tibieza en cambio no molesta, pasa inadvertida y no encuentra opositores.

En segundo lugar, en el caso de nuestros dos mártires, se quería golpear a una fraternidad unida en el mismo ideal, cuyo corazón latía al ritmo del Evangelio y cuyas obras difundían el perfume de Cristo. Fr. Miguel y fr. Zbigniew fueron juntos al martirio, como pequeño testimonio de fraternidad franciscana. Es conmovedor el testimonio de Sor Berta Hernández según la cual los hermanos, en el viaje final hacia el lugar del martirio, se dieron la absolución en voz baja el uno al otro. En el futuro, cada vez más el testimonio de los franciscanos será ofrecido por comunidades que vivan una comunión auténtica y profunda.

Y en relación al pueblo y a los pobres, que fr. Miguel y fr. Zbigniew sirvieron con amor y generosidad, quien evangeliza a los pobres es por ellos evangelizado, introducido en el corazón del Evangelio que tiene preferencia por los pequeños, por los últimos. Por eso, la cercanía a los pobres siempre fue y será para los franciscanos una vía segura para vivir el Evangelio de Jesucristo en plenitud.

Invito pues a todos los hermanos de la Orden a tomar nota de estas tres magnas palabras (misión, fraternidad, pobres) que llevaron a fr. Miguel y a fr. Zbigniew al martirio, mostrando el signo más alto y luminoso de la caridad (cf. Lumen gentium n. 42).

CONCLUSIÓN

Si "a algunos el Señor pide el don de la vida, también está el martirio de cada día, de cada hora, el del testimonio contra el espíritu del mal que no quiere que seamos evangelizadores" (Papa Francisco, Catequesis de apertura del Congreso Eclesial de la Diócesis de Roma, 17-19 de junio del 2013). Me place concluir esta Carta reclamando una vez más la estrecha relación entre el testimonio cotidiano del martirio, traído por el Papa Francisco como lucha contra todo lo que cada día, por nuestra pereza y sugestión del maligno, se opone al impulso misionero. Si fr. Miguel y fr. Zbigniew pudieran hablar hoy a nuestra Orden le contarían su gran entusiasmo por el anuncio del Evangelio a todo hombre, desde los pequeños, a los que concretamente amaron y sirvieron. Hablarían de un Evangelio que más que un texto escrito es un mensaje bueno y liberador (euanghélion) a legar a través de la palabra y el ejemplo, sobre todo con un estilo gozoso y fraterno. Testimoniarían la infinita misericordia de Dios que alimentó su deseo de ir a tierras lejanas, de "salir" de modo radical e irreversible a encontrar y compartir, a evangelizar y ser evangelizados. Miremos la breve y densa existencia de estos hermanos, con su elocuente final, y que el Señor nos haga evangelizadores auténticos, gozosos y fecundos.

El Señor nos hizo el don de nuestros hermanos Miguel y Zbigniew cuando entraron en la Orden; a través de su elección misionera nos anima a renovar nuestro camino de sequela, seguimiento; con su martirio nos testifica la victoria sobre la muerte y el mal de cuantos se encomiendan a su gracia; con su beatificación nos regala dos intercesores. Aprovechemos este momento de gracia y empeñémonos en seguir el ejemplo de nuestros mártires. A su recuerdo, la Orden se hará promotora de algunas iniciativas y proyectos catequéticos y de promoción humana para los cuales pido dese ahora vuestras oraciones y vuestra aportación.

Mis queridos hermanos, el Señor os dé la Paz.

Fr. Marco Tasca, Ministro general OFMConv

* * *

HOMILÍA DEL CARDENAL AMATO EN LA BEATIFICACIÓN
DE MIGUEL, ZBIGNIEW Y SANDRO (5-XII-2015)

Miguel Tomaszek y Comp.1. Hermanos y hermanas, dentro de 20 días es Navidad, un día de gran alegría para todos, pequeños y grandes. La contemplación del Niño Jesús nos ayuda a comprender el significado del Martirio de nuestros tres misioneros beatificados hoy, Miguel, Zbigniew y Alessandro.

¿Por qué Jesús, el Hijo de Dios, ha nacido entre nosotros? Para traernos la paz. Sobre la gruta de Belén los ángeles cantan: «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14).

Con su encarnación Jesús ha traído a la tierra la lengua del cielo, que es la caridad. Dios es caridad y la palabra de Dios es palabra de caridad. En su vida terrena, Jesús ha hablado la lengua de Dios. El Evangelio es la lengua de la caridad.

Con la caridad Jesús ha trasladado el cielo a la tierra. Por eso la caridad es esencial para los cristianos. De la misma forma que en la sociedad civil se reserva un lugar importante al aprendizaje y al uso de la lengua madre, así también en la Iglesia es indispensable aprender, practicar y testimoniar la caridad.

Los tres sacerdotes Mártires hablaban la lengua de la caridad de Dios. Provenían de países lejanos. Tenían idiomas distintos: el Padre Miguel y el Padre Zbigniew hablaban polaco, Don Alessandro italiano.

Cuando vinieron a Perú aprendieron a hablar vuestra bella lengua. Pero en realidad la lengua de nuestros tres Mártires fue sobre todo la de la caridad.

Su predicación, su comportamiento, su apostolado, su aceptación del martirio fueron lecciones de caridad.

La caridad vence al odio y aplaca la venganza. La caridad es paciente, benigna, no falta al respeto, no se enfada, no lleva cuentas del mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se complace de la verdad. La caridad perdona a los asesinos y genera reconciliación. La caridad todo lo abarca, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad no acabará nunca (cf. 1 Cor 13,2-7).

Es la caridad el auténtico sendero luminoso que trae vida y no muerte, que genera paz y no guerra, que crea fraternidad y no división. Es la caridad la que acompaña a la humanidad hacia el paraíso, hacia la Jerusalén celestial, la ciudad del amor ilimitado de Dios y del gozo sin fin.

2. Cierto, aprender y practicar la lengua de la caridad conlleva esfuerzo. Una monja de los primeros siglos de la Iglesia decía: «Como los que quieren encender un fuego en el desierto se vuelven negros por el humo que les hace llorar, así los que quieren encender en su corazón el fuego divino de la caridad deben hacerlo con las lágrimas y con la fatiga». Con su presencia los tres Beatos encendían en su misión el fuego de la caridad evangélica, de la ayuda a los necesitados, de la defensa de los pequeños y de los débiles. Era éste su apostolado. Obraban el bien para contrastar el mal.

Durante el periodo del terror revolucionario -desde mayo del 1980 a noviembre del 1992- la ideología de la muerte causó atentados sobre todo contra la Iglesia y los sacerdotes, incendiando, profanando, destruyendo, calumniando, matando.

Para impedir este asalto diabólico, el valiente Obispo de Chimbote, Monseñor Luis Armando Bambarén, con los sacerdotes, los misioneros y los laicos de la diócesis, iniciaron una intensa campaña de oración y de difusión del mensaje evangélico en favor de la paz, de la vida, de la dignidad de la persona, de la fraternidad y del perdón contra toda forma de odio y de violencia. 27.000 jóvenes construyeron la Cruz de la Paz, como símbolo de paz y de defensa de la vida, para demostrar que la religión cristiana no anestesia a los pueblos, sino que promueve los auténticos valores humanos, creando justicia y armonía social.

Con el avance de la acción revolucionaria la Iglesia promovió una eficaz acción caritativa en favor de todos, sobre todo de los últimos y de los marginados. Y al final el Evangelio triunfó. Los mismos jefes de los guerrilleros, años después, confesaron que se habían equivocado completamente. Y la Iglesia, madre buena y misericordiosa, perdonó a estos hijos suyos desviados y arrepentidos.

3. Al arrepentimiento de los culpables contribuyó sobre todo el martirio de los Padres Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, Franciscanos Conventuales, y de Alessandro Dordi, misionero italiano. Eran tres sacerdotes dedicados al bien del pueblo en sus parroquias.

El martirio de los Franciscanos sucedió el 9 de agosto de 1991. Después de la misa, hacia las 20.00 horas, un grupo de terroristas armados, con el rostro cubierto, capturaron a los dos sacerdotes y los metieron en un carro. En esos momentos el Padre Zbigniew animó a su compañero diciendo: «Miguel, ponte fuerte, sé valiente». Se pusieron a rezar, meditando la palabra del Señor sobre el grano de trigo que si no muere queda infecundo. Poco después fueron matados con balas de gran calibre, que destruyeron su cráneo. Sin proceso y sin poder defenderse, los dos religiosos fueron matados por odio a la fe como corderos llevados al matadero.

En sus exequias, oficiadas por el Obispo, el pueblo acompañó los ataúdes con flores y lágrimas, mientras los niños cantaban llorando los cantos aprendidos del Padre Miguel. Fueron recogidas como preciosas reliquias las piedras mojadas por su sangre en el lugar del martirio.

4. Don Alessandro Dordi era un sacerdote italiano, miembro de la Comunidad Misionera del Paraíso. En 1980 había llegado a Santa (Perú), ciudad de unos quince mil habitantes. De la parroquia de Santa dependían también treinta pueblos. En su actividad misionera hacía un notable esfuerzo de evangelización y de promoción humana. Tenía un cuidado especial con los niños, con las madres abandonadas, con los enfermos y con los campesinos pobres. Había adoptado un estilo de vida modesta, compartiendo todo con los necesitados.

Era suyo el profético proyecto del «Centro de promoción de la mujer trabajadora y de su hijo en edad pre-escolar», con cursos de formación profesional reconocidos por el gobierno. Se prodigó también en favor de los niños discapacitados. El 25 de septiembre de 1990 fue asaltado junto a Monseñor Bambarén, obispo de Chimbote, en un atentado del que salieron ambos incólumes.

Don Alessandro, sin embargo, era consciente de que el asesinato de los dos misioneros franciscanos polacos era el preludio de su martirio. No obstante el peligro inminente y la invitación de amigos y sacerdotes a alejarse de la parroquia, no quiso abandonar Santa y a sus fieles.

A finales de agosto se dirigió a la localidad de Vinzos donde celebró la Santa Misa y bautizó a un niño. En el carro se estaba dirigiendo después al pueblo de Rinconada. En la carretera fue interceptado por dos jóvenes guerrilleros, que lo insultaron fuertemente y lo mataron con tres disparos de pistola en la cara. Eran las cinco de la tarde del domingo 25 de agosto de 1991. Los funerales se celebraron en Lima y el cadáver fue trasladado a Italia.

Don Dordi no fue una víctima política sino un mártir de la fe, testigo de la caridad de Cristo con los pobres y los necesitados.

5. ¿Qué nos dicen los Mártires? Nos dejan tres mensajes. El primero es un mensaje de fe. Los Mártires superaron las numerosas dificultades de su misión en tierra peruana gracias a una extraordinaria confianza en la Providencia Divina. Este fuerte espíritu de fe les dio la serenidad para abandonarse en las manos de Dios, perseverando en la misión a pesar del concreto peligro de muerte.

Un segundo mensaje es el de la caridad. Por amor se habían hecho misioneros, impulsados por la urgencia de anunciar a Cristo y de llevar a los pueblos la buena nueva del Evangelio. Educaban a los niños y a los jóvenes en el amor de Jesús, ayudaban a los necesitados, asistían a los enfermos. Eran amables, acogedores, trabajadores.

Por ejemplo, durante la epidemia de cólera de marzo del 1991, los dos Franciscanos se prodigaron en asistir a los contagiados, trasladándoles a los centros hospitalarios. Ayudaron a los campesinos durante la crisis económica y la sequía. Cavaron pozos de agua. Enseñaban a criar animales, a cultivar los campos, a construir carreteras. No tenían enemigos. Todos les respetaban y les amaban.

El tercer mensaje es el de la fidelidad a la vocación cristiana y misionera. Los tres Mártires eran asiduos a la oración, llevando con alegría una vida pobre y sencilla, desprendidos de los bienes terrenos. Habían venido a Perú para servir al pueblo de Dios con todas sus fuerzas. Y con tal disposición de ánimo afrontaron la muerte por el Señor.

Ellos son mártires tanto por la sangre derramada por la confesión de la fe ante los asesinos, como por la confesión de la caridad, que transforma nuestra historia, contaminada por el mal, en historia de salvación, fermento de esperanza y de bondad.

(...)

[Fuente: http://www.beatificacionchimbote.org/index.php]

* * *

Entrevista al postulador de los tres sacerdotes asesinados
por la guerrilla marxista-maoísta en 1991.
Roma, 03 de diciembre de 2015 (ZENIT.org) Sergio Mora

Fray Angelo Paleri, de la orden de los Franciscanos Menores Conventuales, es el postulador de los dos sacerdotes mártires pertenecientes a su orden, asesinados por Sendero Luminoso el 8 de agosto de 1991, y del sacerdote italiano Sandro Dordi, ultimado también por ese grupo criminal el 25 de agosto del mismo año.

A los frailes polacos, Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, después de ejecutarlos le pusieron un cartel el cuello con la escrita: "Así mueren los llames (servidores) del capitalismo", pero el motivo era por la caridad que realizaban, pues según los criminales, con los alimentos que distribuían a los campesinos, evitaban que entraran en la lucha armada y confundían a la gente, porque la religión es el opio de los pueblos.

Fray Paleri, asiduo lector de ZENIT, comparte con nuestros lectores en esta entrevista -realizada en Roma poco tiempo atrás- diversos particulares impresionantes del martirio de estos tres sacerdotes, que dieron su vida en los Andes por seguir a Cristo, y que serán beatificados en la ciudad peruana de Chimbote este sábado 5 de diciembre de 2015.

¿Cómo era el contexto en que se encontraban los religiosos?

- Fray Angelo: Ambos frailes fueron asesinados en la noche del 9 de agosto y don Sandro, el sacerdote diocesano italiano, por la tarde del 25 de agosto. Trabajaban a pocos kilómetros de distancia. En ese momento Chimbote estaba en la mira del grupo marxista-maoísta Sendero Luminoso porque estaba en su objetivo dominarla como ya sucedía en otras regiones. Sendero había dicho que si el obispo Bambarén no renunciaba, habrían asesinado un misionero cada semana. Tenemos incluso la carta de Bambarén poniendo su renuncia a disposición del Papa. No tenemos la respuesta oficial del papa Juan Pablo II a Mons. Bambarén, sabemos sí que el obispo la semana después había viajado a Lima. En una carta decía, estaré en Lima con la Conferencia Episcopal.

¿Habían sufrido otros ataques?

- Fray Angelo: Nueve meses antes, en un viaje en la zona en camioneta, el obispo había encontrado un bloque en la carretera. Don Sandro quiso bajarse para quitar las piedras y Bambarén le indicó hacer marcha atrás y volver rápidamente. También se habían registrado dos bombas contra el palacio episcopal en Chimbote.

¿Y la policía, el ejército?

- Fray Angelo: La guerrilla había dominado en la zona de Pariacoto, en la pre-cordillera, allí no había ni policía ni ejército. El alcalde, que fue asesinado junto a los dos frailes, había sido elegido por un movimiento popular. El tercer fraile, que no estaba allí, había sido puesto cuando fue la elección del alcalde para contar las manos levantadas.

¿Atacaron a los sacerdotes por algún hecho especial o porque eran religiosos y basta?

- Fray Angelo: Una cosa que repetía Sendero es que no quería las ayudas alimentarias. En cada parroquia estaban las personas encargadas y se hacían llegar los alimentos a los pueblos lejanos: Pariacoto está en la precordillera pero la parroquia llega hasta zonas a 4 mil metros de altura, hablamos de los Andes. Ellos decían: "son ayudas de los imperialistas... Mientras los religiosos, párrocos y la Iglesia distribuyen ayuda material, la gente está tranquila y no viene envuelta en la acción violenta, no se rebela". Estas acusaciones fueron dirigidas a los dos hermanos. Los guerrilleros llegaron al el interior de la iglesia, después de la celebración eucarística. Más aún, alguien les había avisado a los hermanos que habían visto a los senderistas en el pueblo.

¿Realizaron alguna especie de juicio popular?

- Fray Angelo: En este caso de los frailes el juicio fue en la iglesia, no estaban presente toda la gente del pueblo. "Ustedes confunden a la gente, la religión es el opio de los pueblos", dijeron. También pidieron la llave de la camioneta porque decían 'ha sido dada por el imperialismo', aunque ellos indicaron que fue enviada por los frailes, por el ministro general desde Roma. Antes no tenían vehículo y viajaban a caballo o en medios públicos.

¿Concluidas las acusaciones, qué sucedió?

- Fray Angelo: A continuación fueron llevados delante del municipio, junto al alcalde que había sido elegido gracias a la influencia de Sendero, pero que ahora lo acusaban de no ser dócil a sus exigencias. Este alcalde dijo: "Ustedes son diversos de lo que pensábamos". Los cargaron en la camioneta y en el vehículo logró entrar una monjita peruana, que después fue empujada fuera de la camioneta. Se detuvieron después del puente y lo hicieron saltar.

¿Los dos frailes polacos, se dieron cuenta que les iban a matar?

- Fray Angelo: Los hermanos lo entendieron porque una semana antes, a otro sacerdote español, Miguel Company le habían disparado a la cabeza pero no murió. Padre Miguel en el auto dice algo como por qué nos quieren matar, y el otro responde: Miguel estemos calmos, y comenzaron a rezar el Ave María. A este punto fue cuando empujaron afuera a la monjita. Un kilómetro después los ejecutaron. Al uno con un disparo a la cabeza, al otro con dos tiros, uno de los cuales en la cabeza. Y les pusieron un cartel en un pedazo de cartón que decía "Así mueren los llamas (servidores) del capitalismo". El camino llevaba hacia el Pueblo Viejo, situado un poco más arriba, en donde escuchan los disparos. La carretera que después llevaba a Huaráz. En la iglesia estaban también otros tres jóvenes peruanos postulantes a frailes. Y un cuarto que se teme haya sido un infiltrado.

¿Quiénes eran los sacerdotes polacos?

- Fray Angelo: Los polacos eran frailes, ordenados hacía poco sacerdotes; era el momento del Solidarnos. Los dos habían salido antes de la caída del muro de Berlín.

¿Por qué los sacerdotes polacos son beatificados junto al sacerdote italiano?

- Fray Angelo: El obispo Bambarén pidió a nuestro ministro general si podía unir en esta causa al sacerdote diocesano, claramente con autorización del obispo de Bérgamo. Y fue autorizado.


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