DIRECTORIO FRANCISCANO
SANTORAL FRANCISCANO

27 de enero

SANTA ÁNGELA DE MÉRICI (1470-1540)

por Enzo Lodi

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Nació alrededor del año 1470 en Desenzano, junto al lago de Garda, en la región de Venecia. Tomó el hábito de la Tercera Orden Franciscana y reunió un grupo de jóvenes para instruirlas en las obras de caridad. El año 1535 fundó en Brescia un instituto femenino, bajo la advocación de Santa Úrsula, dedicado a la formación cristiana de las niñas pobres. Murió el año 1540.

1. Nota histórico-litúrgica

Hoy es, en la celebración litúrgica de la Iglesia, la memoria facultativa de una santa que vivió en una cristiandad necesitada de reforma, y que se adelantó y acompañó al concilio Tridentino en la renovación de la vida cristiana. Nació en Desenzano sul Garda (Brescia, Italia) en 1474, en una familia de humildes campesinos. En una época en que la Iglesia bresciana tenía que atender a ejércitos de paso de toda especie, aquejada por guerras y destrucciones, por epidemias y hambre, Angela, huérfana a los quince años y ya terciaria franciscana, renunció a su patrimonio para vivir pobremente. A partir de 1516 ya se hallaba en la ciudad de Brescia (en Sant'Afra), donde reunió en torno a sí a un laicado seriamente cristiano, desde la noble matrona hasta la más humilde persona del pueblo. Aquí fundó (1535) la Compañía de Santa Úrsula, dedicada a la asistencia espiritual y material de las muchachas, especialmente huérfanas, queriendo que las primeras ursulinas se consagraran a Dios y al servicio del prójimo sin abandonar el mundo, precediendo de este modo a los institutos religiosos seculares modernos.

Vivió las experiencias religiosas características del pueblo, peregrinando primero a Tierra Santa (1524) y luego a Roma (1525), después de haber ido algunos años antes en peregrinación a Mantua a venerar la tumba de una terciaria franciscana a quien estimaba muchísimo (la beata Osanna Andreasi), en busca de inspiración para su misma fundación. Aunque a instancias del papa Clemente VII colaboraba en la gestión de los lugares piadosos o de instituciones asistenciales y caritativas ligadas normalmente al Divino Amor, prefirió volver a su Iglesia, donde, después de las dos últimas peregrinaciones al santuario de Varallo (1529), que la habían confirmado en la realización de su futura Compañía, se estableció para estar más cerca de quien la consultaba como madre espiritual y como agente de pacificación. Murió en Brescia el 27 de enero de 1540, dejando una herencia de nada menos que veinticuatro ramas de ursulinas, dedicadas a todos los servicios en la Iglesia. Fue canonizada sólo en 1807 por Pío VII, porque sus ideas parecían demasiado modernas. A las ursulinas se las impuso también la clausura en 1566, pero sólo para la oración coral.

2. Mensaje y actualidad

En la nueva colecta de la misa, que sustituye a la anterior (donde se jugaba con la aliteración relativa al nombre de la santa: Ángela-angelus), nos encomendamos a la misericordia del Señor «para que, siguiendo los ejemplos de caridad y prudencia de Ángela de Mérici, sepamos guardar su doctrina y llevarla a la práctica». Ante todo esta caridad se manifiesta en su papel de fundadora, porque como madre en una «compañía» (este término, de sabor militar, se comprende en el clima del tiempo, en el que los ejércitos estaban de paso y la Iglesia germánica se había desligado de la de Roma) sabe crear una regla que por su voluntad debe ser siempre flexible, con nuevas adaptaciones a las condiciones de los lugares y de los tiempos. Esto explica el cambio frecuente del modo de vivir de las ursulinas a lo largo de la historia. Leyendo tal regla, aprobada por Pablo III en 1544, descubrimos una rara cordura: además de la insistencia en la oración vocal y mental, que anima una religiosidad realmente popular (las ursulinas están vinculadas siempre con la propia iglesia parroquial), recomienda la obediencia a la Iglesia, porque dice la verdad; al propio obispo, al padre espiritual, al gobernador y a las gobernadoras (cuatro viudas sabias y prudentes) de la compañía, al padre y a la madre, a las leyes y a los estatutos y sobre todo a los consejos y a la inspiración del Espíritu Santo.

Esta última alusión revela también el espíritu de coraje que evoca la colecta. El mismo san Carlos Borromeo tuvo cierto miedo de que esta presencia inspiradora del Espíritu fuese confirmada por la regla, dictada a sus hijas por una mujer fuerte del siglo XVI. La actualidad de este recurso al Espíritu significa también para nosotros creer que el Espíritu en la Iglesia no suple a la jerarquía, pero anima a todos y se les da a todos para el bien de toda la comunidad.

Esta mujer de fuerte espiritualidad, en la Lectura II del Oficio de las Horas, tomada del Testamento espiritual (dictado a su confesor junto con los Recuerdos de las consejeras), aconseja a las educadoras de las jóvenes que no cedan al riesgo del profesionalismo asistencial y que las jóvenes mismas sean respetadas en su libertad, evitando toda imposición coactiva, o sea, no persuasiva. Así se convierten, como laicas, en verdaderas maestras espirituales. Estas vírgenes del mundo, plenamente realizadas como mujeres y como cristianas, permanecían en sus propias casas, sin clausura y sin casarse, viviendo de su trabajo. Sólo en 1566 las ursulinas fueron obligadas a llevar un hábito religioso.

En el séptimo Recuerdo recomienda: «Seguid el antiguo camino y la tradición de la Iglesia, ordenada y confirmada por tantos santos mediante la inspiración del Espíritu Santo. Y vivid una nueva vida... Pero rezad y haced rezar para que Dios no abandone a su Iglesia, sino que se digne reformarla como a él le plazca y mejor crea para nosotros y para mayor honra y gloria suyas». Son palabras de perenne actualidad.

[Enzo Lodi, Los santos del calendario romano. Madrid, San Pablo, 19932; págs. 64-66]

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Del Testamento espiritual de Santa Ángela de Mérici

Queridísimas madres y hermanas en Cristo Jesús: En primer lugar, poned todo vuestro empeño, con la ayuda de Dios, en concebir el propósito de no aceptar el cuidado y dirección de los demás, si no es movidas únicamente por el amor de Dios y el celo de las almas.

Sólo si se apoya en esta doble caridad, podrá producir buenos y saludables frutos vuestro cuidado y dirección, ya que, como afirma nuestro Salvador: Un árbol sano no puede dar frutos malos.

El árbol sano, dice, esto es, el corazón bueno y el ánimo encendido en caridad, no puede sino producir obras buenas y santas; por esto, decía san Agustín: «Ama, y haz lo que quieras»; es decir, con tal de que tengas amor y caridad, haz lo que quieras, que es como si dijera: «La caridad no puede pecar».

Os ruego también que tengáis un conocimiento personal de cada una de vuestras hijas, y que llevéis grabado en vuestros corazones no sólo el nombre de cada una, sino también su peculiar estado y condición. Ello no os será difícil si las amáis de verdad.

Las madres en el orden natural, aunque tuvieran mil hijos, llevarían siempre grabados en el corazón a cada uno de ellos, y jamás se olvidarían de ninguno, porque su amor es sobremanera auténtico. Incluso parece que, cuantos más hijos tienen, más aumenta su amor y el cuidado de cada uno de ellos. Con más motivo, las madres espirituales pueden y deben comportarse de este modo, ya que el amor espiritual es más poderoso que el amor que procede del parentesco de sangre.

Por lo cual, queridísimas madres, si amáis a estas vuestras hijas con una caridad viva y sincera, por fuerza las llevaréis a todas y cada una de ellas grabadas en vuestra memoria y en vuestro corazón.

También os ruego que procuréis atraerlas con amor, mesura y caridad, no con soberbia ni aspereza, teniendo con ellas la amabilidad conveniente, según aquellas palabras de nuestro Señor: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, imitando a Dios, del cual leemos: Lo dispuso todo con suavidad. Y también dice Jesús: Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

Del mismo modo, vosotras tratadlas siempre a todas con suavidad, evitando principalmente el imponer con violencia vuestra autoridad: Dios, en efecto, nos ha dado a todos la libertad y, por esto, no obliga a nadie, sino que se limita a señalar, llamar, persuadir. Algunas veces, no obstante, será necesario actuar con autoridad y severidad, cuando razonablemente lo exijan las circunstancias y necesidades personales; pero, aun en este caso, lo único que debe movernos es la caridad y el celo de las almas.

[Segunda lectura, de la Liturgia de las Horas]

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La fiesta de Santa Ángela de Mérici, Fundadora de las Ursulinas, bajo la regla de la Tercera Orden de San Francisco, fue insertada en el calendario de la Iglesia Universal en 1861 por Pío IX. Las peregrinaciones de Ángela a Palestina y a Roma recuerdan, en cierto modo, las que cerca de dos siglos antes había hecho Santa Brígida de Suecia. La misma fe, el mismo crédito dispensado por parte de los Papas. Clemente VII no quería permitir que sus hijas se alejasen de la Ciudad Eterna. Después de haber congregado en torno suyo un grupo de sagradas vírgenes dedicadas a la cristiana educación de las niñas, Ángela, cargada de méritos, voló al cielo el 27 de enero de 1540. [A.I. Schuster, Liber Sacramentorum, tomo VII. Barcelona, Ed. Herder, 1947, pág. 247].

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Santa Ángela de Mérici.- Día de su muerte: 27 de enero de 1540 (canonizada en 1807). En el calendario eclesiástico, desde 1861. Sepulcro: En Brescia, en la iglesia de Santa Afra. Representación: Como religiosa ursulina, con una escalera (mediante la cual, en visión, subió al cielo con las ursulinas). Vida: La santa es originaria de la diócesis de Verona y desde su más tierna juventud se consagró a su esposo Jesucristo. A la muerte de sus padres quiso retirarse a la soledad, pero su tío la obligó a ponerse al frente de su casa. Al fin, y mediante la renuncia de sus bienes paternos, pudo entrar en la Orden Tercera de San Francisco. Durante una peregrinación a Tierra Santa (1524), perdió la vista, que después recobró. En Roma visitó al papa Clemente VII, el cual se opuso a que abandonara la ciudad. Más tarde fundó en Brescia una congregación de vírgenes bajo la protección de Santa Úrsula, que fue el comienzo de la tan esplendorosa Orden de las Ursulinas. Murió cuando rayaba en los setenta años. Con su testamento y exhortaciones de última hora dejó «un preciado tesoro de ilustración, experiencia y amor maternal» (Pastor). Su cuerpo conservó el frescor por espacio de treinta días. Acaecieron varios prodigios al ser enterrada en la iglesia de Santa Afra, de Brescia. Aplicación: Ángela llevó un nombre que fue el programa de toda su vida. Por esto hoy pide la Iglesia que por la intercesión y el ejemplo de la santa, «vivamos vida de costumbres angélicas». Y la Iglesia nos advierte que para vivir de tal forma no hay más camino que la renuncia de los bienes de este mundo. Su intención es que renunciemos al mundo en la medida que lo permita nuestro propio estado. ¿Qué podemos hacer hoy en este sentido? Roguemos por la Orden de las Ursulinas. [Pius Parsch, Año litúrgico, vol. II. Barcelona, Ed. Litúrgica Española, 1962, pp. 636-637].

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Santa Ángela de Mérici.- Vive el cristianismo auténtico de sus padres, en Desenzano, junto al lago de Garda. Todas las noches se leía en familia el Santoral. Para poder llevar una juventud fuerte y espiritual, y comulgar con la máxima frecuencia, se hace terciaria de San Francisco. Pierde a sus padres muy joven; y lo siente tanto, que llega a creerlo falta de confianza en Dios, y pide perdón por ello. Tiene que enfrentarse sola con una vida dura; y la supera, añadiendo prácticas fortificantes de penitencia. Quiere hacer todo el bien posible; para ello, reúne a sus amigas; y durante toda su juventud, organiza con ellas catequesis entre gente humilde y visitas a enfermos y necesitados. «¿En mi ambiente mismo, cómo podré santificarme? », le pregunta un hombre de la calle. Y ella responde: «Haga en cada momento lo que querrá haber hecho en la hora de la muerte». Con gran temple penitencial peregrina en 1524, a sus cuarenta años, hasta Tierra Santa y Roma, las tierras de Cristo y de su Vicario, el Papa Clemente VII, por quien es paternalmente recibida en audiencia. Frente a la corrupción de costumbres, aumentada por el humanismo pagano de algunos renacentistas, pronto dará cima en Brescia a una institución dedicada a formar, mediante la enseñanza, jóvenes cristianas, capaces de las más altas metas. Será la Compañía de Santa Ursula. Desde el 25 de noviembre de 1535, el nombre de Ursulinas se irá desplegando por el mundo en el campo de la formación femenina, multiplicando su ideal en diversos Institutos y Congregaciones. Al morir Santa Ángela el 27 de enero de 1540, sus últimas palabras resumen su vida: «Sí, Dios mío; yo te amo». [V. Ordóñez, Los santos, noticia diaria. Barcelona, Ed. Herder, 1983, pp. 48-49].

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Santa Angela de Mérici.- Nació en Desenzano, pequeña ciudad italiana, el 21 de marzo de 1471, en una familia pobre, pero que leía antes de terminar el día la vida del santo. Desde pequeña, Ángela buscaba todos los medios para imitar en su casa las penitencias de los solitarios. A los diez años quedó huérfana de padre y madre; a los trece, después de muchas instancias, logró que la admitiesen a hacer la primera comunión, y algo después tomaba el hábito de terciaria de San Francisco. Tenía veintidós años cuando se la vio juntamente con otras muchachas reunir a las niñas de la población para enseñarles el catecismo, y hacer otras obras de caridad. Ángela tenía gracia para explicar la doctrina cristiana, y una ciencia infusa llenaba de sabiduría sus palabras. En Brescia continuó sus piadosas tareas. Después visitó los principales santuarios de Italia, y, asociándose a una peregrinación hizo también el viaje de Palestina. Rezó delante de los Santos Lugares, pero sin verlos, pues al pasar por la isla de Candía se había quedado ciega. Recobró la vista cuando ya estaba de vuelta. Al llegar a Brescia de nuevo, organizó definitivamente su Asociación de la Enseñanza, y dio a sus compañeras el nombre de ursulinas. Era en 1535. Los últimos años de su vida fueron una época de gran actividad externa y de muchos favores espirituales. Murió en 1540. [Justo Pérez de Urbel, Año cristiano, tomo V. Madrid, Ediciones Fax, 19402, pág. 420].

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Ángela de Mérici nació cerca de Verona entre 1470 y 1475. Los sufrimientos que Dios le envió la llevaron a buscar solamente en Él los consuelos de que sentía necesidad, y por inspiración divina entró en la Tercera Orden de S. Francisco, en la que llevó una vida piadosa y austera, dándose a las obras de caridad. Con gran devoción hizo la peregrinación a Tierra Santa. De vuelta a Italia, viendo extenderse cada vez más la desmoralización producida por el Renacimiento, comenzó en 1535 la fundación de una congregación religiosa que tuviera por fin la educación de las jóvenes, para así asegurar las reformas de la familia y de la sociedad. Esta congregación, puesta bajo el patrocinio de la ilustre virgen y mártir Sta. Ursula, fue aprobada por el cardenal Cornaro con el título de Unión romana de Ursulinas el 8 de agosto de 1536. Ángela se consagró totalmente a su obra hasta su muerte acaecida el 24 de enero de 1540. Canonizada por Pío VII en 1807, su fiesta fue extendida a la Iglesia universal en 1861.- Elogio de la Santa: Combatiste los combates del Señor, oh Ángela, y tu vida tan llena de obras santas te ha merecido un descanso glorioso en las moradas eternas. Un celo insaciable por el servicio de Aquel que te había elegido por Esposa, una ardiente caridad hacia todos aquellos que Él rescató con su sangre, tales son los aspectos que caracterizan toda tu existencia. Este amor por el prójimo te ha hecho madre de una familia innumerable porque nadie podría contar las niñas que han bebido en las escuelas de tus hijas la leche de la doctrina sana y de la piedad. Contribuiste poderosamente al mantenimiento de la familia cristiana preparando tantas madres y esposas para sus sublimes deberes, y de tu institución han salido otras que para consuelo de la Iglesia y para beneficio de la sociedad han sido llamadas al mismo fin. El Sumo Pontífice ordenó que tu nombre fuera solemnizado en toda la catolicidad, y al promulgar este decreto declaró que quería con ello colocar bajo tu protección materna toda la juventud femenina expuesta hoy a tantos peligros por los enemigos de Cristo y de su Iglesia. Protege especialmente a las personas de tu sexo, alimenta en ellas el sentimiento de la dignidad de la mujer cristiana, y la sociedad podrá todavía salvarse. [Dom Próspero Gueranger, El año litúrgico, vol. III. Burgos, Ediciones Aldecoa, 1956, pp. 953-954].

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