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DIRECTORIO FRANCISCANOSANTORAL FRANCISCANO |
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Queridos hermanos 1. Me alegra poder compartir con ustedes una grata noticia. En el ya numeroso elenco de los Santos y Beatos de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos serán inscritos en breve treinta y cuatro nuevos Beatos. 2. El 21 de septiembre del 2013, en Bérgamo, será declarado beato Fr. Tomás Acerbis de Olera (1563-1631), y el 13 de octubre de 2013, en Tarragona, en una gran celebración, en la que serán beatificados más de cuatrocientos [exactamente 522] mártires pertenecientes a más de treinta Diócesis españolas y veinticinco Órdenes y Congregaciones religiosas, serán declarados beatos treinta y tres capuchinos asesinados in odium fidei entre los años 1936 y 1937, víctimas de la persecución religiosa española. [...] 4. La beatificación de Fr. Andrés de Palazuelo y de sus treinta y dos compañeros mártires trae a nuestra memoria las dramáticas y tristes luchas de la Guerra civil española acaecida entre 1936 y 1939. Se trata de una historia reciente que trae a la memoria la ferocidad y el odio fratricida que en nombre de ideologías totalitarias han ocasionado tantas víctimas inocentes y continúan dejando en el tiempo sombras incómodas y amenazadoras. Seguiremos preguntándonos: ¿Cómo es posible que el hombre llegue a tanta crueldad con sus semejantes? ¿Cómo es posible que esta historia, en particular el odio hacia los cristianos, dure hasta nuestros días? Se hace realidad la palabra de Jesús: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si me han perseguido a mí, los perseguirán también a ustedes» (Jn 15,18.20). Nuestros hermanos fueron asesinados porque eran religiosos y representaban una realidad, la de la fe cristiana, que se quería eliminar de la faz de la tierra. Su memoria es un aviso y un aliento para permanecer firmes en nuestra vida de fe llamada a dar testimonio aun donde es amenazada y puesta en discusión. Nos sostenga la intercesión de estos hermanos beatos a quienes a continuación conoceremos más de cerca. [...] 13. Fr. Andrés es el primero de treinta y tres frailes capuchinos asesinados in odium fidei por los milicianos del Frente popular en los años más cruentos de la Guerra civil española al día siguiente del Alzamiento del 18 de julio de 1936. Junto a otros cuatrocientos sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, estos hermanos nuestros serán beatificados el próximo 13 de octubre en Tarragona (España). 14. El largo elenco de los mártires capuchinos encabezado por Fr. Andrés de Palazuelo, asesinado el 31 de julio de 1936, se ha conformado con la unificación de seis procesos diocesanos. A continuación presento el elenco indicando las diócesis en las que se realizaron los procesos y el día en que fueron asesinados. Madrid: Oviedo: Málaga: Orihuela: Santander: 15. A este elenco se debe añadir el nombre de Fr. Carmelo de Colomés (diócesis de Gerona, Provincia capuchina de Cataluña), martirizado el 25 de agosto de 1936. El hermano está incluido en la causa diocesana de Tarragona que comprende ciento cuarenta y siete mártires, encabezados por Mons. Manuel Borrás Ferré, Obispo auxiliar de Tarragona, y de Fr. Agapito Modesto, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. 16. Es imposible dar una reseña de la vida de cada uno de ellos, de su actividad y de su edad, pero podemos afirmar con absoluta certeza que todos, desde el más anciano hasta el más joven, permanecieron firmes en la fe y afrontaron con paciencia y humildad el martirio, no resignados, sino intrépidos y audaces por la gracia que dona a los pequeños y sencillos la gracia del martirio. Leyendo los miles de páginas de los procesos diocesanos se encuentra en cada testimonio la belleza y la frescura de la fe de nuestros hermanos mártires. Así mismo, se entrevé, en los testimonios de algunos de sus perseguidores, la fortaleza con la cual afrontaron la muerte en nombre de Cristo. En contraste, es evidente el plan destinado a destruir la Iglesia, abatiendo templos y asesinando sacerdotes, religiosos y religiosas o a quien fuera identificado como católico. Un plan que cada uno de los mártires sabía que estaba destinado al fracaso, con la certeza de que su ofrenda no sería vana y los sufrimientos del momento presente no venían sin un por qué, sino que estaban dentro del gran Misterio del Dios que salva. 17. Una vez más nuestra Orden vive un momento de gracia donando a la Iglesia hermanos que han vivido el seguimiento de Cristo con autenticidad, haciéndose creíbles por su modo de vivir y de morir. Veamos cómo Cristo los ha asociado a su misterio de vida y de muerte, de servicio y de don de sí hasta el punto de no guardar nada para sí mismos. Veamos aquí realizadas las palabras de nuestro seráfico padre san Francisco: «Nada retengan para sí mismos, a fin de que los reciba todo enteros el que se ofrece todo entero por ustedes» (Carta a toda la Orden). 18. Cada tiempo y cada momento histórico tiene sus dificultades y fatigas. Fr. Tomás de Olera vivió en un periodo complejo lleno de contradicciones y de desencuentros violentos. El tiempo, sin embargo, tiene su fascinación, porque hace aparecer y pone a la luz la pasión del hombre y de su deseo de afirmarse o, al contrario, de dejar que Dios se afirme y se muestre visible y tangible. La Orden le confió la «mendicación» para la subsistencia de los hermanos y de los pobres del convento; la gracia lo transformó en el solicitado consejero de nobles y siervos, en el docto maestro espiritual que sabía pronunciar la palabra que orientaba a Cristo, escondiéndose, como saben hacerlo los verdaderos místicos y contemplativos del Misterio. 19. Igualmente, los hermanos asesinados en España en los años 1936 y 1937 no han hecho otro que acoger la Gracia, dando testimonio de que la Historia de la Salvación se cumple también cuando las circunstancias parecen ser menos favorables, siendo capaces de dar razón de la vocación y de la llamada a escuchar a Cristo a seguirlo y a servirlo. 20. Puede darse que al festejar a estos nuevos beatos advirtamos un cierto sentido de extrañeza, los sentimos lejanos, pertenecientes a otro tiempo, inalcanzables en su testimonio heroico. Más allá de cualquier sentimiento de extrañeza considero que es importante remarcar nuestra pertenencia a la misma familia religiosa y dejar vivir en nosotros mismos también un sano sentimiento de orgullo. Orgullosos de formar parte de esta Orden que ha sido el lugar en el que el Espíritu del Señor ha suscitado tantos caminos de heroica santidad. Estos nuevos beatos nos han precedido con el testimonio de fidelidad al Evangelio hasta la efusión de la sangre. De esta manera nos invitan a vivir nuestra vida capuchina hoy con nuevo ímpetu y sinceridad. Seamos sus herederos y lo seremos realmente sólo en la medida en que reconozcamos que venimos de ellos y, seguros de este ligamen a través de las generaciones, nos proyectemos confiados hacia el porvenir. 21. La Virgen María, Madre y modelo de fe, interceda por nosotros y nos sustente en nuestra tarea y servicio a la Iglesia y al mundo para que el desierto espiritual que parece extenderse cada día más, nos encuentre como valientes operarios que saben custodiar la semilla y esparcirla cuando se nos pida dar testimonio de la fe en Cristo. Roma, 15 Agosto 2013. Fiesta de la Asunción de la Virgen María al Cielo. Fr. Mauro Jöhri, Ministro general OFMCap. [http://www.ofmcap.org/ofmcap/allegati/2236/circolare02_12-18_es.pdf] BREVE RESEÑA DE LOS BEATOS MÁRTIRES Andrés de Palazuelo. Nació en Palazuelo de Torío (León) el año 1883. Ingresó en la Orden capuchina en el convento de Basurto (Bilbao) y allí mismo, hecho el noviciado, profesó en 1900. Recibió la ordenación sacerdotal en 1908. Dadas sus cualidades y preparación, lo dedicaron a la enseñanza en las casas de formación de la Orden: El Pardo, León, Bilbao, Montehano. En 1920 lo destinaron a Madrid como cronista y archivero provincial. Al estallar la revolución de 1936, tuvo que dejar el convento y buscar refugio. Estando hospedado en la pensión de San Antonio, de la calle de León, cuyos dueños lo apreciaban mucho, lo detuvieron los milicianos y lo subieron a una furgoneta que partió con rumbo desconocido. El día 31 de julio de 1936 temprano, su cadáver fue recogido en la Pradera de San Isidro (Madrid) y enterrado en el cementerio de la Almudena, en lugar desconocido. Fernando de Santiago. Nació en Santiago de Compostela (La Coruña) en 1873. Cursó brillantemente la carrera de Leyes en su ciudad natal. Sacó el doctorado en la Universidad Central de Madrid y ejerció el oficio de abogado en la Audiencia Provincial de Pontevedra. Ingresó en los capuchinos, y en 1902 hizo su primera profesión; en 1904 se ordenó sacerdote. Fue profesor en el colegio de Lecároz hasta que, en 1907, lo destinaron a la curia general en Roma, donde permaneció doce años como secretario general de las provincias españolas. Vuelto a España enfermo, lo destinaron al convento de El Pardo. A partir de 1922 desempeñó los cargos de secretario y consejero provincial. A la vez atendía al confesonario y a la dirección espiritual. En la persecución religiosa tuvo que dejar el convento y se hospedó en casa de una bienhechora. El 11 de agosto de 1936 por la tarde lo detuvieron los milicianos, y al día siguiente, 12 de agosto de 1936, de madrugada, lo llevaron a los jardines del Cuartel de la Montaña (Madrid) y lo asesinaron. José María de Manila. Nació en Manila (Filipinas) en 1880. Vino a España e inició la carrera de leyes. Pero pronto ingresó en los capuchinos e hizo la primera profesión en 1905. Recibió la ordenación sacerdotal en 1910. Le confiaron varias veces el oficio de superior. Estuvo destinado en Montehano, Bilbao, Salamanca, Gijón y finalmente Madrid, donde le sorprendió la persecución religiosa. El 20 de julio de 1936 tuvo que dejar el convento y hospedarse en casas particulares. El 16 de agosto siguiente lo detuvieron los milicianos y lo llevaron a la checa de Bellas Artes, donde lo sometieron a un largo interrogatorio. Al día siguiente, 17 de agosto de 1936, temprano, lo condujeron a los jardines del Cuartel de la Montaña, donde lo asesinaron. Su cadáver, como el de otros mártires capuchinos, se encuentra en la cripta del convento de Capuchinos de Jesús en Madrid. Ramiro de Sobradillo. Nació en Sobradillo (Salamanca) el año 1907. De niño ingresó en el seminario seráfico de El Pardo, donde cursó las humanidades. Hecho el noviciado, emitió la profesión simple en 1923. Estudió filosofía en Montehano y teología en León. Se ordenó de sacerdote en 1630. Tuvo varios destinos: Santander, El Pardo y por último Madrid como vicesecretario provincial. El 20 de julio de 1936, iniciada la persecución religiosa, dejó el convento y se hospedó en casas particulares hasta que, el 15 de octubre, lo detuvieron los milicianos, que lo internaron en la Cárcel Modelo y luego en la prisión de San Antón. El 27 de noviembre de 1936, se llevaron al P. Ramiro y a un grupo de prisioneros al campo de Paracuellos de Jarama (Madrid), y, ante unas zanjas largas y profundas, los fueron fusilando en grupos de diez, dándoles después el tiro de gracia. Aurelio de Ocejo. Nació en el pequeño y aislado pueblo de Ocejo de la Peña (León) en 1881. De joven se dedicó a las labores del campo; hizo el servicio militar y con 27 años ingresó en los capuchinos, en los que emitió su primera profesión, como hermano laico, en 1910. Su vida de religioso se centró en la oración y el trabajo. Sus destinos fueron El Pardo y Madrid. Se dedicó casi por completo a tareas relacionadas con la publicación y distribución de la revista El Mensajero Seráfico. El 20 de julio de 1936, ante la persecución religiosa, tuvo que dejar el convento y refugiarse en casas particulares. Cuando se trasladaba a casa de un pariente suyo desapareció y su cadáver fue hallado el 17 de agosto de 1936 en la carretera de Andalucía (Madrid). Sus restos reposan en la cripta del convento de Capuchinos de Jesús en Madrid, junto con los de otros mártires. Saturnino de Bilbao. Nació en Bilbao el año 1910. Con la ilusión de ser misionero en China pidió a los 16 años ingresar en la Compañía de Jesús, en la que empezó el noviciado en 1926. Padecía una tartamudez nerviosa que le impedía, como le dijeron, el acceso al sacerdocio; superado este duro golpe, accedió a quedarse como hermano coadjutor, pero de nuevo vio truncada su ilusión de ir a misiones; abandonó la Compañía y volvió con sus padres. Entonces conoció a los capuchinos e ingresó en su Orden: hecho el noviciado en el convento de Basurto-Bilbao, emitió su profesión simple, como hermano laico, en 1931. Lo destinaron a Madrid y allí permaneció. El 21 de julio de 1936, cuando los milicianos asaltaron el convento, huyó y se hospedó en distintas casas, hasta que lo detuvieron y lo condujeron a la checa de la Ronda de Valencia y de allí a la de Bellas Artes. El 26 de agosto de 1936 encontraron su cadáver en unos solares; sin duda, lo habían fusilado la mañana de aquel mismo día. Alejandro de Sobradillo. Nació en Sobradillo (Salamanca) en 1902. A los 11 años ingresó en el seminario seráfico de los capuchinos de El Pardo (Madrid). Hizo el noviciado en Basurto y profesó allí en 1919. Cursados los estudios de filosofía y teología, fue ordenado sacerdote en 1926. Lo destinaron al convento-colegio de El Pardo como profesor, y en 1934 lo eligieron superior del convento. El 21 de julio de 1936, los milicianos revolucionarios asaltaron el convento; el P. Alejandro se retiró a la capilla a orar por los religiosos y los niños. Luego fue detenido con los demás religiosos y aquel mismo día puesto en libertad. Se hospedó en una casa particular en la que, el 15 de agosto, lo detuvieron los milicianos. Corrieron diversos comentarios sobre su muerte. De hecho, su cadáver fue recogido en la mañana del 16 de agosto de 1936 en el barrio llamado de la China (Madrid), contiguo a la carretera de Andalucía. Gregorio de la Mata. Nació en La Mata de Monteagudo, partido de Riaño (León), en 1889. Vistió el hábito capuchino en 1904 y emitió la profesión religiosa en 1905. Cursados los estudios de la carrera sacerdotal, fue ordenado presbítero en 1914. Lo destinaron al convento de El Pardo (Madrid) como profesor del seminario seráfico, y allí quedó toda su vida salvo dos breves períodos, acortados por su falta de salud: lo enviaron a Roma a estudiar en la Gregoriana y tuvo que regresar sin acabar el curso; lo enviaron a Bilbao, y por consejo médico tuvo que volver a El Pardo. Allí le sorprendió la revolución. El 21 de julio de 1936 los milicianos asaltaron el convento y detuvieron a los frailes, dejados más tarde en libertad. El P. Gregorio se refugió en distintas casas de Madrid. El 23 de agosto lo detuvieron y lo llevaron a la checa de la calle del Marqués de Riscal. El 27 de agosto de 1936, los milicianos se lo llevaron junto con otros presos y los fusilaron en un terraplén del Hipódromo. Carlos de Alcubilla. Nació en Alcubilla de Nogales (Zamora) en 1902. A los 11 años ingresó en el seminario seráfico de El Pardo (Madrid), de los capuchinos. Hecho el noviciado, emitió la profesión religiosa en 1920. Se ordenó sacerdote el año 1928. Un mes después lo enviaron a las misiones de Venezuela, en las que permaneció unos tres años, teniendo que regresar a España por motivos de salud. Lo destinaron al convento de El Pardo como profesor del seminario seráfico. Allí estaba cuando estalló la persecución religiosa. El 21 de julio de 1936 los milicianos asaltaron el convento, pero él pudo escaparse y marchar a pie a Madrid, de donde pasó a El Escorial a trabajar como electricista. Los milicianos lo detuvieron y encarcelaron a principios de 1937, y el 15 de enero de 1937 lo fusilaron en el sitio llamado "Cruz Verde", de El Escorial (Madrid). Sus restos no han podido encontrarse. Gabriel de Aróstegui. Nació en Aróstegui (Navarra) el año 1880. Desde muy joven se dedicó al cuidado de animales y a las faenas del campo, hasta que decidió entrar en los capuchinos, en los que hizo su primera profesión, como hermano laico, en 1912. Lo destinaron al convento de El Pardo, en el que había estado de familia como donado, y en el que permaneció el resto de su vida. El 21 de julio de 1936, cuando los milicianos asaltaron el convento, intentó huir, pero lo detuvieron, lo maltrataron e intentaron que blasfemara, sin conseguirlo. Días después lo dejaron en libertad, y él se refugió en una casa amiga, que tuvo que dejar por temor a los registros. Sin rumbo fijo, a pie, se internó en el bosque de El Pardo, donde fue detenido de nuevo, bajado al pueblo, juzgado y condenado a muerte. Un guarda de asalto se opuso a la ejecución, y él volvió a sus tareas de siempre, hasta el día 23 de agosto de 1936 en que lo mataron a tiros en su colegio de El Pardo(Madrid). Primitivo de Villamizar. Nació en Villamizar, pequeño pueblo de la provincia de León (España), el año 1884 en el seno de una familia de modestos labradores. De joven ingresó en la Orden capuchina en la que emitió sus votos temporales en 1915 como hermano laico. Dadas sus cualidades, lo destinaron al convento de El Pardo (Madrid) para que se encargara de los niños del Colegio seráfico; más tarde fue el conductor de la camioneta que les regalaron. El 21 de julio de 1936, iniciada la guerra civil, fue detenido con los demás miembros de la comunidad, y puesto en libertad días más tarde. Se refugió en casa de unos sobrinos que vivían en Madrid. Un día salió de casa con una sobrina como de costumbre, lo reconoció un miliciano y lo hizo subir a un coche que partió con rumbo desconocido. Nada más se ha podido saber. Se supone con fundamento que fue fusilado la noche siguiente a su detención, o sea, el 20 de mayo de 1937. Norberto Cembranos de Villalquite. Nació en Villalquite (León) en 1891. De niño ingresó en el seminario de León, estudió hasta la teología inclusive y recibió las órdenes menores, pero se negó a ser ordenado sacerdote por escrúpulos de conciencia. Dejó el seminario y estuvo trabajando en unas minas de carbón. Acudió a los superiores de los Capuchinos, a los que manifestó que no quería ordenarse ni obligarse bajo voto a la Regla, por lo que lo recibieron como donado o terciario perpetuo. En 1930 lo destinaron al convento-colegio de El Pardo, donde encajó muy bien. Al estallar la guerra civil, lo detuvieron y lo liberaron con los demás religiosos. Estuvo hospedado en una pensión de Madrid hasta que, el 21 de septiembre de 1936, los milicianos lo detuvieron junto con otro capuchino al que dejaron en libertad dos días después. Norberto, en los interrogatorios, negó que era religioso, porque en verdad no lo era, y nada más se sabe de él. Se supone que fue fusilado el día 24 de septiembre de 1936. Bernardo de Visantoña. Nació en Visantoña (La Coruña) en 1878. A los 22 años ingresó en la Orden capuchina, en la que emitió la profesión simple el año 1901. Después de su ordenación sacerdotal en 1909, lo enviaron a Roma para ampliar estudios. A su regreso a la provincia, se dedicó a la docencia en sus casas de formación y ejerció cargos de autoridad, incluido el de superior provincial de Castilla de 1919 a 1922. Cuando estalló la persecución religiosa estaba de vicario en el convento de Gijón (Asturias). El 21 de julio de 1936 los milicianos asaltaron el convento y detuvieron a sus religiosos. Después de 24 días de dura prisión, en la que rezaron y consolaron a sus compañeros de infortunio, los llevaron el 14 de agosto de 1936 al cementerio de Jove y los fusilaron mientras ellos gritaban: «¡Viva Cristo Rey!», «Os perdonamos». Después rociaron con gasolina los cadáveres y les prendieron fuego, y al enterrarlos echaron cal sobre ellos. Sus restos no han podido ser identificados. Arcángel de Valdavida. Nació en Valdavida (León) el año 1882. A los 17 años ingresó en los capuchinos e hizo su primera profesión en 1900. Recibió la ordenación sacerdotal en 1909. Pidió a los superiores ser enviado a las misiones de América (Venezuela, Puerto Rico y Cuba) y en diciembre de 1912 se embarcó rumbo a su nuevo destino. De regreso a España por motivos de salud, estuvo destinado en León y Gijón, donde su apostolado se limitó al confesonario porque su enfermedad de la vista le impedía otras actividades. El 21 de julio de 1936, él y su comunidad de Gijón fueron detenidos por los milicianos que, después de 24 días de dura cárcel, los fusilaron el 14 de agosto de 1936 en el cementerio de Jove (Asturias). Ildefonso de Armellada. Nació en Armellada (León) el año 1874. Pronto sintió la vocación sacerdotal e ingresó en el seminario de Astorga, que debía abandonar en verano para ayudar a sus padres en las tareas de la recolección. Se ordenó sacerdote en 1900 y lo destinaron a una parroquia. Dos años después ingresó en los capuchinos e hizo su primera profesión en 1903. Se dedicó luego a la enseñanza y a la predicación, y le confiaron cargos de autoridad conventual. Se hallaba de comunidad en el convento de Gijón al estallar la guerra civil española. El 21 de julio de 1936, los milicianos lo detuvieron a él y a su comunidad y, después de pasar por dura cárcel, los fusilaron en el cementerio de Jove el 14 de agosto de 1936. Domitilo de Ayoó. Nació en Ayoó de Vidriales (Zamora) en 1907. Vistió el hábito capuchino en 1923 y un año después hizo su primera profesión religiosa. Recibió la ordenación sacerdotal en 1931. Tras concluir el curso de sagrada elocuencia se dedicó a la predicación. Lo destinaron a Montehano y después a Gijón. Cuando estalló la persecución religiosa y los milicianos asaltaron el convento de Gijón, se encontraba ausente pues había ido a predicar a Bocines (Oviedo). Lo detuvieron el 3 de agosto de 1936 y lo encarcelaron en Candás. El 6 de septiembre de 1936 maniataron a un grupo de 23 prisioneros, entre ellos el P. Domitilo, los trasportaron apiñados en un camión cerrado al cementerio de Peón (Asturias), uno a uno fueron bajando los prisioneros, a los que el P. Domitilo fue dando la absolución, y los fusilaron. Fueron sepultados en el mismo cementerio y, en la actualidad, los restos del P. Domitilo descansan en la iglesia de los capuchinos de Gijón. Alejo de Terradillos. Nació en Terradillos (León) el año 1874. Vistió el hábito de los capuchinos como hermano laico en 1906 e hizo la profesión simple al año siguiente. Estuvo destinado en Bilbao, Montehano, La Coruña y, a partir de 1934, en Gijón, donde le confiaron el oficio de portero. El 21 de julio de 1936, iniciada la guerra civil española, los milicianos asaltaron el convento y lo detuvieron junto con otros cinco religiosos de la misma comunidad. Los llevaron a la Inspección de Seguridad, de aquí a la iglesia de los jesuitas y de esta a la de San José, donde permanecieron en dura prisión hasta que, el 14 de agosto de 1936, los fusilaron en las tapias del cementerio de Jove. Eusebio de Saludes. Nació en Saludes de Castropronce (León) en 1885. Siendo todavía joven, fue al convento de los capuchinos de León y les pidió ser admitido en su Orden como hermano laico. Se le concedió el hábito, hizo el noviciado y profesó en 1908. Años más tarde pidió a los superiores ser enviado a las misiones de América, y en junio de 1919 embarcaba rumbo a Cuba. Allí lo destinaron a la nueva casa de Cruces, provincia de Santa Clara, donde permaneció hasta que, en 1927, grandemente imposibilitado para el trabajo, regresó a España. Pasó por varios conventos hasta llegar, en 1934, al de Gijón. El 21 de julio de 1936 los milicianos asaltaron el convento. Fr. Eusebio yacía en un jergón sin poder apenas sostenerse de pie. Lo detuvieron y encarcelaron con otros cinco frailes. El 14 de agosto de 1936 lo fusilaron en el cementerio de Jove. Eustaquio de Villalquite. Nació en Villalquite (León) el año 1893. A los 24 años tomó el hábito capuchino como hermano laico, y en 1921 hizo su profesión simple. Desempeñó siempre el oficio de cocinero o de ayudante de cocinero. Estuvo destinado en los conventos de Basurto-Bilbao, Montehano, Vigo y finalmente Gijón. Desencadenada la persecución religiosa, los milicianos lo detuvieron el 21 de julio de 1936 y lo encarcelaron junto con otros cinco frailes. Cuando el 14 de agosto de 1936 se llevaron a cinco capuchinos para fusilarlos, a él lo dejaron en la cárcel sin que sepamos la causa de tal excepción. Con toda probabilidad lo sacaron de la prisión el día 30 siguiente por la noche y lo asesinaron el 31 de agosto de 1936, después de pasar 40 días de cárcel rezando. Ángel de Cañete la Real. Nació en Cañete la Real (Málaga) el año 1879, en el seno de una familia de modestos labradores. Ingresó en los capuchinos, hizo el noviciado en Massamagrell (Valencia), y emitió la primera profesión en 1897. Recibió la ordenación sacerdotal en 1902. Fue profesor y director del seminario seráfico, y desempeñó varios cargos de autoridad. Era un religioso de intensa vida de fe y oración, penitente y austero, a la vez que destacaba por su caridad hacia los pobres y los obreros. El 18 de julio de 1936, desatada la persecución religiosa, los milicianos sitiaron el convento de los capuchinos de Antequera (Málaga); allí estuvieron incomunicados los frailes hasta que, el 6 de agosto de 1936, los milicianos entraron violentamente en el convento, hicieron salir a los religiosos y, ante el monumento de la Inmaculada, que se alza en la explanada del mismo convento, abatieron a balazos a varios de ellos, incluido el P. Ángel. Luis de Valencina. Nació en Valencina de Alcor, ahora Valencina de la Concepción (Sevilla), en 1885. De niño ingresó en el colegio seráfico de los capuchinos, luego hizo el noviciado, y profesó en 1901. Fue ordenado sacerdote en 1908. Tenía buenas cualidades de gobierno y desempeñó diversos oficios, incluido el de superior provincial; fue un buen predicador y un gran director de ejercicios espirituales. Cuando, a raíz del Alzamiento Nacional, los milicianos sitiaron el convento de Antequera, el P. Luis era director del seminario. El 3 de agosto de 1936 intentó huir descolgándose por un balcón, pero se fracturó una pierna. Los milicianos intentaron llevarlo al hospital en una camilla de la Cruz Roja, mientras la multitud pedía a gritos su muerte. Llegados a las afueras de la ciudad, lo arrojaron de la camilla y lo acribillaron a balazos mientras él se encomendaba al Señor y con su mano los bendecía, perdonándolos. Después le destrozaron el cráneo a golpes. Gil del Puerto de Santa María. Nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1883. Siendo aún niño ingresó en el seminario menor de los capuchinos. Hecho el noviciado, emitió la profesión de votos temporales en 1899. Fue ordenado sacerdote en 1907. Ocupó algunos cargos de gobierno y sobre todo se dedicó a la formación de los candidatos a la vida capuchina. Destacó por su obediencia y por su disponibilidad para toda clase de tareas. Estaba en el convento de Antequera (Málaga) cuando a raíz del Alzamiento Nacional lo sitiaron los milicianos, y allí permaneció, soportando vejaciones y malos tratos, hasta que el 6 de agosto de 1936 lo abatieron a tiros cuando, en la plaza del convento, se dirigía al monumento de la Inmaculada con sus compañeros. Ignacio de Galdácano. Nació en Galdácano, provincia de Vitoria, en 1912. Estudió el bachillerato en el seminario menor de los capuchinos de Antequera (Málaga). Hecho el noviciado, profesó en 1923. Fue ordenado sacerdote el 6 de abril de 1935. Lo destinaron como profesor al seminario menor en que había estudiado. Tenía excelentes cualidades para la música y formó un coro en el seminario. Destacó por su cordialidad y fue un buen predicador. El mismo día de su muerte dirigió una carta a sus padres en la que se reflejaba su aceptación y disponibilidad para el martirio. El 6 de agosto de 1936, después de haber permanecido sitiado en el convento, fue asesinado junto a sus compañeros, ante el monumento a la Inmaculada, en la explanada del convento de capuchinos de Antequera. Tenía 24 años. José de Chauchina. Nació en Chauchina (Granada) en 1897. A los 12 años ingresó en el seminario menor de los capuchinos de Antequera (Málaga). Hizo la profesión simple en 1913 y la solemne en 1916. Estudió la carrera eclesiástica y fue ordenado de diácono en 1921, pero no accedió al presbiterado por padecer una enfermedad nerviosa. Lo destinaron al seminario de Antequera como profesor. Estaba dotado de grandes cualidades literarias y su producción poética es abundante. Era muy querido por todos, noble de corazón, procuraba agradar en todo y no era capaz de negar el favor que se le pidiese. Muy devoto de Ntra. Sra. del Espino, patrona de su pueblo. Sufrió con sus hermanos 18 días de asedio en el convento, con registros y malos tratos, hasta que, el 6 de agosto de 1936, los milicianos los mataron a tiros en la explanada del convento. Crispín de Cuevas Altas. Nació en Cuevas Altas o Cuevas de San Marcos (Málaga) en 1875. A los 30 años ingresó en la Orden capuchina como hermano laico. Hizo la profesión simple en 1906 y la solemne en 1909. El año 1910 pasó a las misiones de la República Dominicana, donde se dedicó a la catequesis y colaboró en todas las tareas parroquiales. Regresó a España en 1925 y lo destinaron primero a Sanlúcar de Barrameda y después a Antequera (Málaga). Por su trato afable y su delicada caridad se hacía querer de todos. Era amante de la pobreza, de la oración y del silencio. Cuando llegó el Alzamiento, 18 de julio de 1936, sufrió junto a sus hermanos 18 días de asedio e incomunicación con el exterior, y fue uno de los capuchinos que el 6 de agosto de 1936 cayeron muertos por los tiros de los milicianos. Pacífico de Ronda. Nació en Ronda (Málaga) el año 1882. Ingresó en los capuchinos como hermano laico a los 19 años. Emitió la profesión simple en 1902 y la solemne en 1906. Durante muchos años fue limosnero de distintos conventos y propagador de la revista El Adalid. En el cumplimiento de su oficio edificaba a la gente por su buena conducta y virtudes, y también por su delicada educación y su trato correcto. Estando de familia en la comunidad de Antequera (Málaga), durante el doloroso asedio a que sometieron el convento los milicianos en julio de 1936, Fr. Pacífico decidió marchar a la zona nacional. El 3 de agosto salió por el postigo de la puerta de la huerta; pronto lo arrestaron y encarcelaron. El 7 de agosto de 1936, los milicianos le dieron la libertad y lo dejaron marchar, pero a continuación lo acribillaron a balazos en una calle céntrica de Antequera. Eloy de Orihuela. Nació en Orihuela (Alicante) en 1876. Ingresó primero en el seminario de Orihuela y luego pasó a la Orden capuchina, en la que hizo la profesión simple en 1892. Recibió la ordenación sacerdotal en 1899. Fue profesor de filosofía, colaborador de las revistas de su provincia, y desempeñó muchos cargos de importancia: superior regular de la Custodia de Bogotá y de la misión de Guajira, secretario y colaborador de su tío el obispo de Santa Marta (Colombia), superior de casi todos los conventos de su provincia. Estuvo en Orihuela hasta que en julio de 1936 los milicianos cerraron el convento y los religiosos se dispersaron. El P. Eloy se retiró a la casa de su hermano José. El 7 de noviembre de 1936, los milicianos lo detuvieron y le hicieron subir a un coche con el pretexto de llevarle a Alicante, pero llegados al barranco Amorós, término municipal de Crevillente (Alicante), le hicieron bajar y lo martirizaron cruelmente. Juan Crisóstomo de Gata de Gorgos. Nació en Gata de Gorgos (Alicante) en 1874. A los 12 años ingresó en el seminario seráfico de los capuchinos de Orihuela (Alicante). Hecho el noviciado, profesó en 1892. Fue ordenado sacerdote en 1899. Pasó unos pocos años en Ollería y el resto de su vida en Orihuela. Era un hombre de Dios, muy querido de todos, atendía con asiduidad el confesonario, los superiores le encargaron la atención de la Adoración Nocturna y la propagación de la devoción a la Virgen bajo el título de "Virgen de las Tres Avemarías". Al disolverse su comunidad en julio de 1936 a causa de la persecución religiosa, el P. Juan se hospedó en casas particulares de Orihuela, llevando en su escondrijo una vida de recogimiento y oración. El 24 de diciembre de 1936 un pelotón de milicianos cercó la casa en que se encontraba y él se entregó; por la noche lo fusilaron en el camino vecinal que une la pedanía de Arneva con Hurchillo. Honorio de Orihuela. Nació en Orihuela (Alicante) en 1888. A los 11 años ingresó en el seminario seráfico de los capuchinos. Hizo la primera profesión en 1906 y fue ordenado sacerdote en 1914. Sus destinos fueron Totana y Castellón de la Plana. El confesonario, el catecismo y los pobres absorbieron su vida sacerdotal, si bien la nota característica de su apostolado fue la asistencia a los enfermos y moribundos. Cuando estalló la persecución religiosa de 1936, se encontraba de visita en Orihuela, en casa de su familia. Allí refugiado llevó una vida recogida y piadosa: celebraba la misa, recitaba el Oficio divino, oraba, administraba algunos sacramentos y confiaba tranquilo en la Providencia. El 13 de noviembre de 1936 los milicianos lo detuvieron y lo encarcelaron en Orihuela, y el día 30 de los mismos, por la noche, lo sacaron a él y a otros diez sacerdotes, los llevaron a los paredones del cementerio de Elche (Alicante), y allí los fusilaron y sepultaron. Ambrosio de Santibáñez. Nació en Santibáñez de la Isla (León) en 1888. Ingresó en la Orden capuchina, e hizo su profesión temporal en 1906. Recibió la ordenación sacerdotal en 1915. Estuvo destinado en varios conventos, en los que desarrolló un amplio apostolado en el púlpito, el confesonario y las misiones populares. En la gripe de 1918 se volcó en el cuidado de los enfermos. Marchó a las misiones de Venezuela en 1926. Al regresar a España lo nombraron vicario y luego guardián del convento de Santander. Allí le sorprendieron los acontecimientos de julio de 1936. A causa de la persecución, se refugió en una casa particular. El 29 de septiembre lo detuvieron y lo encarcelaron en el barco prisión "Alfonso Pérez", fondeado en la bahía de Santander, y, en tan difíciles circunstancias, celebraba la misa, confesaba, creó grupos para rezar el rosario o leer la Biblia..., hasta que, el 27 de diciembre de 1936, fue violentamente asesinado. Miguel de Grajal. Nació en Grajal de Campos (León) en 1898. Fue un niño ejemplar y devoto, bondadoso y sencillo. A los 12 años ingresó en el seminario seráfico de El Pardo de los capuchinos. Era de naturaleza endeble y salud precaria, pero de grandes virtudes. Hizo su primera profesión en 1915. Fue ordenado sacerdote en 1922. Se doctoró en filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma. De regreso a España se dedicó a la enseñanza en Montehano. Aun después de estallar la revolución de 1936, la comunidad de Montehano continuó su vida normal hasta que, el 7 de agosto de 1936, los milicianos arrojaron del convento a sus 36 moradores. En la madrugada del 30 de diciembre de 1936 el P. Miguel y Fr. Diego de Guadilla fueron asesinados violentamente en el Km 7 de la carretera de Gama a Santoña (Cantabria). Sus restos descansan en la iglesia de los capuchinos de Montehano (Cantabria). Diego de Guadilla. Nació en Guadilla de Villamar (Burgos) el año 1909. Ingresó de niño en el colegio de los Padres del Corazón de María, de Segovia. Un defecto congénito en la vista hizo que no pudiera estudiar para sacerdote. Entonces resolvió entrar en la provincia capuchina de Castilla como hermano laico. Su comportamiento en el noviciado fue ejemplar, y emitió la profesión simple en 1930. Lo destinaron al convento de Montehano (Cantabria), donde se consagró definitivamente al Señor con la profesión solemne en 1933. Tuvo que abandonar el convento, arrojado por los milicianos, el 7 de agosto de 1936, y lo asesinaron violentamente, junto con el P. Miguel de Grajal, la madrugada del 30 de diciembre de 1936, en el Km 7 de la carretera de Gama a Santoña (Cantabria). Carmelo de Colomés. Nació en Colomés o Colomers (Gerona) en 1874, de familia modesta. Fue un joven trabajador y piadoso. Hizo el servicio militar, y años después entró en la Orden capuchina como hermano laico. Emitió la profesión simple en 1904 y la solemne en 1907. En los diversos conventos donde estuvo, dejó un grato recuerdo en los frailes y en los seglares. Amante del recogimiento y del silencio, edificaba a la gente con su trato franco, alegre y servicial. La misa era el centro de su vida, meditaba la Pasión del Señor y los Dolores de María, leía con placer las cartas de san Pablo. Ejerció los oficios de portero, refitolero y zapatero. Cuando estalló la persecución religiosa de 1936 estaba en Tarragona; lo detuvieron y lo encerraron en el barco-prisión "Río Segre". El 25 de agosto de 1936 lo sacaron del barco junto con otros sacerdotes y religiosos. Cuando lo llamaron estaba en la bodega rezando, pidió la absolución al P. Bernardino de Mataró y perdonó a los verdugos. Los asesinaron aquel mismo día cerca del cementerio de Valls (Tarragona). |
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