DIRECTORIO FRANCISCANO
SANTORAL FRANCISCANO

15 de febrero
BEATOS FEDERICO BACHSTEIN Y COMPAÑEROS,
MÁRTIRES DE PRAGA (1611)

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El 13 de octubre de 2012 fueron beatificados los 14 franciscanos martirizados en Praga el 15 de febrero de 1611. Formaban una comunidad verdaderamente internacional, que estaba integrada por religiosos de toda clase y condición. Estos son los mártires: Fr. Federico Bachstein, checo, sacerdote, vicario de la casa y maestro de novicios; Fr. Juan Martínez, español, sacerdote; Fr. Bartolomé Dalmasoni, italiano, sacerdote; Fr. Simón, francés, sacerdote; Fr. Cristóbal Zelt, holandés, hermano laico; Fr. Juan Didak, alemán, hermano laico; Fr. Manuel, checo, hermano laico; Fr. Juan Bodeo (o Rode), italiano, hermano laico; Fr. Jerónimo dei Conti Arese, italiano, diácono; Fr. Gaspar Bodeo (o Daverio), italiano, subdiácono; Fr. Santiago, alemán, de votos temporales; Fr. Clemente, alemán, de votos temporales; Fr. Juan, checo, novicio; Fr. Antonio, checo, novicio.

El día 13 de octubre de 2012 fueron beatificados en la catedral de Praga (República Checa) los 14 franciscanos martirizados el 15 de febrero de 1611 en el covento de Santa María de las Nieves de la capital checa. Aquel día 15, una masa numerosa de gente, en su mayoría protestantes, asaltaron el convento y la iglesia, y en cuatro horas masacraron cruelmente a 14 de los 15 frailes que integraban la comunidad; el padre superior se encontraba ausente de la casa cuando se produjo el asalto. Tan sangriento acontecimiento hay que situarlo en el contexto de las guerras de religión que enfrentaban en aquel país a protestantes y católicos. Desde el primer momento, la Iglesia checa tuvo conciencia de que se trataba de un verdadero martirio y cuantos conocieron los hechos tuvieron por evidente que aquellos franciscanos eran mártires. Entre las reliquias que se conservan y que fueron expuestas al público con motivo de la beatificación se encuentran: la casulla del beato Juan Martínez, los instrumentos con los que fueron martirizados, una imagen de la Virgen que fue alcanzada por la sangre de los mártires y la urna que contuvo los restos de los beatos desde 1677.

Aquella comunidad franciscana de Praga era verdaderamente internacional y estaba formado por religiosos de todas las clases y condiciones: 4 hermanos sacerdotes, 4 hermanos laicos, 1 hermano diácono, 1 hermano subdiácono, 2 hermanos de votos temporales y 2 hermanos novicios; a la vez, 4 hermanos eran checos, 4 italianos, 3 alemanes, 1 español, 1 francés y 1 holandés.

Estos son los mártires, de algunos de los cuales se tienen pocas noticias seguras:

Fr. Federico Bachstein, checo, sacerdote, vicario de la casa y maestro de novicios, hombre docto; le atravesaron con una lanza el corazón; de unos 50 años de edad. Siempre se le ha considerado como el responsable de grupo de los mártires porque el superior de la comunidad, el P. Emilio Schot, se encontraba en Viena cuando se produjo el asalto al convento. Los cuatro sacerdotes ejercían con devoción y entrega las tareas del ministerio sacerdotal.

Fr. Juan Martínez, español, sacerdote, sacristán y confesor de los españoles que vivían en Praga; como sacristán se cuidó de esconder el Santísimo Sacramento; le cortaron la mano y la cabeza. Era docto y polemista, o sea, encargado de tratar las materias que eran objeto de controversia. De unos 40 años.

Fr. Bartolomé Dalmasoni, italiano, nacido en Ponte San Pietro (Bérgamo), sacerdote; encargado de dirigir la restauración de la iglesia y del convento; fue azotado y matado a sablazos.

Fr. Simón, francés, sacerdote; se le había confiado la recogida de limosnas para el convento y la iglesia; le partieron la cabeza con un palo grueso y le traspasaron el cuerpo. De unos 30 años.

Fr. Cristóbal Zelt, holandés, hermano laico, cocinero; era el más anciano de la comunidad, predijo con tres días de antelación el martirio y fue el primero en sufrirlo; con una maza de hierro le aplastaron la cabeza. De unos 70 años.

Fr. Juan Didak, alemán, hermano laico, sastre; asesinado a sablazos. De unos 40 años.

Fr. Manuel, checo, hermano laico, cocinero, asesinado a sablazos. De 30 años.

Fr. Juan Bodeo (o Rode), italiano, nacido en Mompiano (Brescia), hermano laico, hortelano y ayudante del sacristán; asesinado a sablazos. De unos 30 años.

Fr. Jerónimo dei Conti Arese, italiano, nacido en Milán, diácono, fue atravesado por una espada a los pies del altar de la Virgen. De unos 24 años.

Fr. Gaspar Bodeo (o Daverio), italiano, nacido en Bosto (Lombardía) el 27 de abril de 1584 y ordenado subdiácono en 1610; se escondió en el campanario con Santiago y Diego-Juan, pero fueron hallados y martirizados. De unos 27 años.

Fr. Santiago, alemán de Augusta o Augsburgo, clérigo minorista de votos temporales. De unos 18 a 20 años de edad.

Fr. Clemente, alemán, de Sassia, clérigo minorista de votos temporales; le partieron la cabeza en dos mitades. De unos 18 a 20 años de edad.

Fr. Juan, checo, novicio para hermano clérigo. De 18 años.

Fr. Antonio, checo, novicio para hermano laico. De 20 años.

El papa Benedicto XVI, en el Ángelus del día 14 de octubre de 2012, dijo: «Ayer, en Praga, fueron proclamados beatos Federico Bachstein y trece hermanos de la Orden de los Frailes Menores, asesinados en 1611 a causa de su fe. Son los primeros beatos del Año de la fe, y son mártires: nos recuerdan que creer en Cristo significa estar dispuestos también a sufrir con Él y por Él».

«¡VETE, REPARA MI CASA!»
Carta del Ministro General a la Orden de los Hermanos Menores
con motivo de la beatificación
del P. Allegra y de los 14 mártires de Praga

Queridos hermanos: ¡El Señor os dé Paz!

Os comunico con alegría "dos buenas noticias": la beatificación de Fr. Gabriel M. Allegra el 29 de septiembre en la catedral de Acireale (Sicilia), y la beatificación de 14 Mártires OFM el 13 de octubre en la catedral de Praga.

Providencialmente, los dos eventos tienen lugar unos días antes y dos días después de la apertura del Año de la Fe, anunciado por Benedicto XVI con la Carta apostólica Porta fidei, que tendrá lugar el 11 de octubre de 2012. «Deseamos que este Año -afirma el Papa- suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza... Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año» (Porta fidei n. 9). Se trata, según lo deseado por Benedicto XVI, de "un programa arduo" para la vida cotidiana de cada creyente, para que «se encuentre el genuino espíritu misionero necesario para dar vida a la nueva evangelización».

Nuestra vida tiene sentido sólo a partir de la fe, y sólo si la compartimos con los demás. Los dos acontecimientos pueden tener la tarea de "acrecentar nuestra fe", porque el uno nos indica concretamente la manera de nutrirla, sostenerla y anunciarla -«es posible cruzar el umbral [la puerta de la fe] cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma» (cf. Porta fidei n. 1)-; el otro nos dice qué tan alto puede llegar la fe: confesar, hasta dar la vida, la belleza del seguimiento de Jesucristo, nuestra vida y regla.

Que la Palabra corra y sea glorificada

Este fue el supremo deseo de Fr. Gabriel M. Allegra, y para realizarlo estudió, trabajó, sufrió y murió. En efecto, murió en Hong Kong en 1976 ¡comentando el salmo 54!

Nacido el 26 de diciembre de 1907 en San Giovanni la Punta (Catania), entró en la Orden de los Hermanos Menores en 1923 y fue ordenado sacerdote en 1930. En 1918, Fr. Gabriel había expresado su deseo de ir a China, después de haber escuchado la conferencia de un ardiente misionero franciscano en el entonces Pontificio Ateneo Antonianum de Roma: «por amor a la Palabra de Dios y para traducir a la lengua china la entera Carta de Dios a los hombres». Este "sueño juvenil" quedó realizado plenamente en 1961. Obra tan colosal no sólo provocó asombro en Fr. Gabriel -hasta el punto de hacerle decir: «¿Cómo pude realizar todo esto? ¡Es mérito de la Virgen Inmaculada!»-, sino también en nosotros. La empresa que le valió el título de «nuevo san Jerónimo de China y del Extremo Oriente», fue posible gracias a la fe del Siervo de Dios en la Palabra, a su amor a China y a los chinos, especialmente a los leprosos y a los pobres, al diuturno estudio sostenido por una constante vida de oración y devoción. Así, en efecto, se dirigía al Señor: «Haz que yo, como san Buenaventura y mi querido hermano el beato Juan Duns Escoto, sepa nutrir el estudio con una oración continua y estudie únicamente para convertirme en discípulo de la divina Sabiduría, es decir, para conocerte y para amarte más».

Fue, en definitiva, un autentico hijo de Francisco de Asís y supo expresar en la vida y con la vida la más genuina tradición franciscana, poniéndose al servicio de la Iglesia y del pueblo chino, uniendo santidad y ciencia. No es casualidad que sus opciones "prioritarias" fueran: santidad, sabiduría, apostolado y martirio.

Los Patronos del convento de Praga

En 1604 se les dio a los Hermanos Menores el convento desmantelado de Santa María de las Nieves en Praga. Haciendo memoria de la invitación del Crucifijo de San Damián a Francisco -«vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo» (2 Cel 10)-, reedificaron inmediatamente el convento y la iglesia. No se limitaron, sin embargo, a esto. Con la predicación de la Palabra y, sobre todo, con el testimonio de su vida, a ejemplo del Poverello, continuaron su misión, poniéndose al servicio de la fe del pueblo de Dios y de los que estaban en contra de la fe católica, hasta dar sus vidas el 15 de febrero de 1611.

Son muchos los aspectos del testimonio de estos «beatos mártires», como inmediatamente fueron definidos, sobre los cuales podemos reflexionar hoy. Me gustaría resaltar uno para nuestra Fraternidad universal, como ya lo han hecho los Obispos de la Iglesia de Dios que está en la República Checa, en la carta que será leída en la misa dominical del 30 de septiembre de 2012. Se trata, a saber, del hecho de que los 14 mártires OFM formaban una verdadera Fraternidad internacional por las varias modulaciones del carisma franciscano -4 hermanos sacerdotes (Fr. Federico Bachstein, Fr. Juan Martínez, Fr. Bartolomé Dalmasono, Fr. Simón); 4 hermanos laicos (Fr. Cristóbal Zelt, Fr. Juan Didak, Fr. Manuel, Fr. Juan Bodeo); 1 hermano diácono (Fr. Jerónimo dei Conti Arese); 1 hermano subdiácono (Fr. Gaspar Bodeo); 2 hermanos de votos temporales (Fr. Santiago y Fr. Clemente); 2 hermanos novicios (Fr. Juan y Fr. Antonio)- y por los distintos países de los que procedían (4 checos, 4 italianos, 3 alemanes, 1 español, 1 francés y 1 holandés).

He aquí el testimonio que, sobre todo hoy, nuestras fraternidades internacionales pueden ofrecer a los pueblos de Europa, y no sólo eso, siempre en equilibrio entre solidaridad y búsqueda de los propios intereses, entre deseo de ser "casa común" y elevación de nuevos "muros": un nuevo "esquema" de sociedad, basado en la dignidad de la persona y en la valoración de las "riquezas" de todos. Se trata de una exhortación a recordar siempre la invitación de san Francisco: «¡Para eso Dios os envió al mundo!». Nos ha enviado como hermanos, para ser hermanos de todos y para decirles a todos: vosotros sois hermanos. Dar testimonio de fraternidad es el primero y el más legible anuncio del Evangelio. No, las fraternidades internacionales no son una idea peregrina o descabellada. Hacen referencia a una "huella antigua", a la Fraternidad itinerante de Francisco, ¡a la Fraternidad internacional de los 14 mártires de Praga!

Conclusión

Queridos hermanos, os comunico la noticia de estos dos acontecimientos memorables para nuestra Fraternidad universal, no para «recibir gloria y honor» de lo que hicieron estos nuestros hermanos, sino porque dichos eventos constituyen un mensaje de esperanza para nosotros, empeñados en revitalizar nuestra vocación y misión.

En cada época el "árbol seráfico" produce frutos abundantes y extraordinarios, que nos indican que siempre es posible vivir según la forma de vida que nos dio san Francisco de Asís.

A nosotros probablemente no se nos va a pedir el derramamiento de sangre, pero la fidelidad a lo que prometimos el día de nuestra profesión, ¡sí! Vivámosla en la trama de nuestra existencia cotidiana de tal manera que seamos en el mundo actual "exégesis viviente" del santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y, en consecuencia, mensajeros creíbles y atrayentes de la Buena Noticia, para que «tantas personas que buscan a Dios» puedan «encontrar el sendero justo para acceder a la "puerta de la fe"» (Porta fidei n. 7).

Roma, 24 de septiembre de 2012

Con afecto vuestro Ministro y siervo

Fr. José Rodríguez Carballo, ofm, Ministro general OFM

[www.ofm.org]

«SED SANTOS»
Homilía en la eucaristía de acción de gracias
por la beatificación de los 14 mártires de Praga (14-X-2012)

Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro general OFM

Queridos hermanos y hermanas: ¡El Señor os dé la paz!

Nos reunimos hoy en torno al altar de Jesús para elevar al altísimo, omnipotente y buen Señor un canto de alabanza y acción de gracias por el don de los hermanos que ayer y hoy, aun en medio de grandes dificultades, dan testimonio de su fe en el Señor Jesús. Hoy, de un modo del todo particular, agradecemos al Dador de todo bien el don de estos 14 verdaderos hermanos menores que ayer fueron inscritos en el álbum de los beatos por su santidad Benedicto XVI. Lo hacemos en esta Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves de Praga, donde el 15 de febrero de 1611 confesaron su fe derramando su sangre por Cristo, reedificando, de este modo, la Iglesia de Cristo, que ayer, como hoy, necesita ser reedificada.

En el inicio del Año de la Fe, solemnemente inaugurado por Benedicto XVI el pasado día 11, el ejemplo de los mártires de Praga es para nosotros un modelo a seguir. Como bien sabemos, el Año de la fe tiene como objetivos intensificar la reflexión sobre la fe, para ayudarnos a una mayor adhesión al Evangelio; celebrar la fe en la liturgia, de modo particular en la Eucaristía, cumbre de la vida de la Iglesia y fuente de donde mana toda su fuerza (cf. Sacrosanctum Concilium 10); confesar la fe con la palabra, pero sobre todo con la vida (cf. Porta fidei 8). El Año de la fe tiene como finalidad hacer que todos los creyentes redescubramos la alegría de creer y volvamos a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe (cf. Porta fidei 7). No se trata de una fe puramente doctrinal y teórica, aun cuando el creer comporte respetar fielmente la doctrina revelada y trasmitida por la Iglesia (cf. Juan XXIII, Homilía en la apertura del Vaticano II, 11-X-1962), sino de una fe vivida, experimentada, "una fe nacida del encuentro con un acontecimiento, con una Persona, la persona de Jesús, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (Deus caritas est 1); una fe que plasme "toda la existencia humana en la novedad radical de la Resurrección" (Porta fidei 6). La vida y martirio de estos 14 Franciscanos nos urge a redescubrir el gozo de ser creyentes, a redescubrir la valentía del testimonio.

Hay otros aspectos de la vida de los mártires de Praga que merecen ser destacados porque son profundamente actuales. El primero es que no sólo se trata de la beatificación de 14 hermanos, sino de la beatificación de una entera fraternidad. Se trata de un testimonio elocuente de la santidad fraterna, una manifestación clara de que la fraternidad, si es vivida como "familia unida en Cristo" (cf. CCGG 45), no puede menos que ser camino que lleva a una verdadera madurez humana, cristiana y religiosa (cf. CCGG 39), y en la cual se puede realmente alcanzar la meta a la que todos hemos sido llamados: la santidad.

Por otra parte se trata de una verdadera fraternidad franciscana por comprender las distintas vocaciones dentro del carisma franciscano: 4 hermanos sacerdotes (Fr. Federico Bachstein, Fr. Juan Martínez, Fr. Bartolomé Dalmasono, Fr. Simón); 4 hermanos laicos (Fr. Cristóbal Zelt, Fr. Juan Didak, Fr. Manuel, Fr. Juan Bodeo); 1 hermano diácono (Fr. Jerónimo dei Conti Arese); 1 hermano subdiácono (Fr. Gaspar Bodeo); 2 hermanos de votos temporales (Fr. Santiago y Fr. Clemente); 2 hermanos novicios (Fr. Juan y Fr. Antonio). Finalmente, se trata de una fraternidad verdaderamente internacional: 4 checos, 4 italianos, 3 alemanes, 1 español, 1 francés, y 1 holandés.

En un mundo como el nuestro, fragmentado y dividido, es más necesario que nunca el testimonio de hermanos que, más allá de sus países de origen y de sus propias culturas, sepan compartir vida y misión. Mientras se levantan constantemente "muros" que nos separan, los seguidores de Jesús, particularmente los que asumimos la vida en fraternidad como exigencia de nuestra forma de vida, hemos de proclamar con los hechos que todos somos hermanos, que todos formamos una familia y que la diversidad no es una amenaza para la persona, sino una riqueza y manifestación de un Dios que hace nuevas todas las cosas, de un Dios que nunca se repite.

Queridos hermanos y hermanas, la página del Evangelio que hemos escuchado (Mc 10,17-30) es una de las páginas más exigentes: el seguimiento de Cristo exige que se recorra el camino de la expropiación, de la pobreza radical. La pobreza que Jesús pide al joven rico no es una pobreza ascética que impide al hombre ser capaz de gustar la belleza de la vida. Los seguidores de Jesús aman la vida, y en ella descubren al que Francisco confiesa como belleza (cf. Alabanzas del Dios altísimo 4 y 5). La pobreza exigida por Jesús es una pobreza "cristiana y evangélica", o si se prefiere "franciscana". Una pobreza que hace libre a la persona para seguir sin reserva alguna a Jesús, y que solo pueden descubrir y abrazar con gozo los sabios. Es la sabiduría que viene de Dios, como hemos escuchado en la primer lectura de esta celebración (Sab 7,7-11), la que nos lleva a descubrir la verdad sobre los bienes y valores, la que nos hace verlo todo en Él.

El joven rico parecía libre y de buenas intenciones, pero en realidad es esclavo y está lejos del reino. Los seguidores de Jesús han de tener bien claro que no se puede servir a dos señores (Mt 6,24): o se sirve a un ídolo, el dinero y los bienes materiales, que aplasta y exige la vida, o se sirve a Dios, que libera y da la vida.

Queridos hermanos y hermanas, el testimonio de los mártires de Praga nos muestra que el imperativo de Jesús: Sed santos como vuestro Padre celestial es santo (cf. Mt 5,48), no es una exigencia utópica e inalcanzable, sino un camino que hemos de recorrer todos. Nos lo recuerda el Vaticano II cuando afirma que "todos somos llamados a la plenitud de la vida cristiana y de la perfección de la caridad" (LG 40); y nos lo recuerda también Juan Pablo II cuando escribe en la Carta apostólica Novo Millennio Ineunte que la santidad es "la medida alta de la vida cristiana" y que "los caminos de la santidad son múltiples y apropiados a la vocación de cada uno" (NMI 31). He aquí por qué, en palabras del mismo Pontífice, "es necesario suscitar en todos los fieles un verdadero deseo de santidad" (Tertio Millennio Adveniente 42). Sea esta la meta de toda actividad pastoral y de nuestra vida como sacerdotes, como franciscanos, como consagrados o como bautizados. Dejémonos transformar por la Palabra que es siempre viva y operante, como nos ha recordado la segunda lectura (Heb 4,12-13).

El árbol plantado por Francisco en la mística iglesita de la Porciúncula, a los pies del altar de Santa María de los Ángeles, ha crecido vigoroso y fructífero. Hoy la Orden cuenta con 168 santos canonizados y con cerca de 400 beatos. Ese árbol ha extendió sus ramas al mundo entero. Una de esas ramas fructificó en lo que hoy conocemos como República Checa. Quiera el Señor que la sangre de los 14 mártires de Praga riegue esta tierra y Europa entera, en particular los países de los que provienen estos beatos, para que en la tierra del viejo continente germinen numerosas vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa, franciscana y cristiana; germinen numerosas vocaciones a la santidad. Que los santos, "testigos de la luz" (Deus caritas est 40), nos indiquen el camino a seguir y nos obtengan del "tres veces santo" la gracia de un corazón sabio, como el que pedía Salomón (cf. Sab 7,7-11), de modo que alcancemos la medida alta de la vida cristiana: la santidad. Fiat, fiat. Amén, amén.

[www.ofm.org]

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