DIRECTORIO FRANCISCANO
SANTORAL FRANCISCANO

26 de enero
BEATO GABRIEL MARÍA ALLEGRA (1907-1976)

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El P. Allegra, franciscano, es conocido especialmente como fundador del Studium Biblicum Franciscanum y primer traductor de la Biblia entera al chino. Nació el año 1907 en San Giovanni La Punta (Sicilia), y desde niño profesó una gran devoción a la Virgen. Hizo su primera profesión en 1924 y fue ordenado sacerdote en 1930. Desde joven quiso ser misionero, en China y para traducir la Biblia. En 1931 partió para China. Con los frailes nativos que se le unieron fundó el Estudio Bíblico Franciscano, con sede primero en Pekín y después en Hong Kong. En 1961 se completó la publicación de la S. Escritura por partes, y en 1968 se publicó la Biblia entera en un solo volumen. Además, fomentó el diálogo con los hermanos separados; hombre de gran corazón, estaba abierto a todas las miserias físicas y morales, a las que se acercaba con particular ternura; su paternidad espiritual se volcaba especialmente sobre los leprosos. Murió en Hong Kong el 26-I-1976, y fue beatificado el 29-IX-2012.

El P. Allegra nació el 26 de diciembre de 1907 en San Giovanni La Punta, provincia de Catania, pueblo siciliano entonces pequeño, emplazado en las estribaciones del Etna. Fue el mayor de ocho hermanos y en el bautismo le impusieron el nombre de Juan, nombre del que se sentía orgulloso porque Juan fue el discípulo predilecto de Jesús, el que penetró en los secretos del Verbo encarnado, y porque a Juan le encomendó Jesús desde la cruz el cuidado de su madre. Según refiere uno de los hermanos, sus padres, Rosario y Juana, nacieron pobres, vivieron pobres y murieron pobres de bienes de este mundo, pero ricos en méritos y virtudes. La familia Allegra, muy devota de la Virgen, era la que custodiaba el santuario local de la Virgen de La Ravanusa, lugar al que están vinculados diversos momentos importantes de nuestro beato. Hablando de sus padres decía él: «Siempre doy gracias al buen Jesús que me ha dado padres tan cristianos, y le suplico que nuestra casa sea como la de Lázaro, Marta y María en Betania, en la que Jesús encontraba indefectiblemente corazones amigos».

En 1918, con once años, entró al seminario menor franciscano en el convento de San Biagio en Arcireale (Sicilia), donde hizo los estudios de bachillerato. El 13 de octubre de 1923 vistió el hábito franciscano y comenzó el noviciado, cambiando su nombre de pila por el de Gabriel María. Al año siguiente, el 19 de octubre de 1924, hizo la primera profesión. Aquel mismo año, con ocasión de la peregrinación del brazo de san Francisco Javier a Sicilia, pidió y obtuvo la gracia de la vocación misionera.

En 1926 lo enviaron a Roma, al Colegio Internacional de San Antonio, para que completara los estudios eclesiásticos en el Antonianum. Allí tuvo la fortuna de escuchar, en 1928, una conferencia sobre Fr. Juan de Montecorvino, franciscano, misionero en China de 1294 a 1328 y primer arzobispo de Pekín, con motivo del VI centenario de su muerte. La conferencia fue -diría él más tarde en sus Memorias- «como una mecha encendida lanzada contra un polvorín», y lo convenció de que estaba llamado a ser misionero en China. Cuando se enteró de que en China no había una traducción católica de toda la Biblia, decidió irse allí para traducir las Sagradas Escrituras a la lengua de Confucio. Este voto lo consignó a la Virgen Inmaculada, hacia la que siempre tuvo un afecto filial, cuando fue a su pueblo a celebrar su primera misa cantada en el santuario de La Ravanusa, el 15 de agosto de 1930, solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Poco antes, el 20 de julio de 1930, había recibido la ordenación sacerdotal en Roma.

En septiembre de 1931 se embarcó en el puerto de Brindis con destino a China, enviado por los superiores como misionero: tenía 24 años. Es cierto que el P. Allegra marchó al Extremo Oriente para llevar el Evangelio a las gentes de aquel mundo. Pero, dentro de ese objetivo general, tenía el concreto y específico de traducir la Biblia a la lengua china. Así, tan pronto como llegó a su destino, se dedicó a estudiar el chino en Shanghai, y lo hizo con tanto interés y pasión que, unos cuatro meses después de su llegada, era ya capaz de ejercer su ministerio en el pueblo: confesaba, bautizaba y comenzaba a predicar en chino. Y consiguió dominar de tal modo la lengua china, tanto en su forma literaria como en la popular, que llegó a ser, entre los mismos chinos, un maestro entre maestros.

A finales de 1932 lo nombraron rector del seminario menor de Heng Yang. El P. Gabriel se definía a sí mismo como un apóstol de la Palabra, y verdaderamente lo era en el sentido profundo y completo del término según aquel pensamiento tan querido para él de «cooperador de la verdad». Su figura ha contemplarse bajo la doble luz de sacerdote de Dios, devorado por el celo de las almas, y buscador apasionado y entusiasta de la verdad. Acostumbraba pedir al Señor cuatro cosas: la sabiduría, la santidad, el apostolado y el martirio. En su vida encarnó de veras el ideal del verdadero Hermano Menor tal como lo describió san Buenaventura: sabio, humilde, piadoso y de celo arrollador.

Con el gran bagaje cultural que poseía (sabía y hablaba, además del italiano y el chino, el inglés, el francés, el español, el alemán; y, entre las lenguas bíblicas, el latín, el griego, el siríaco y el arameo), el P. Allegra, en los primeros años de su experiencia misionera, emprendió en solitario la traducción del Antiguo Testamento a partir del texto hebreo y arameo, y en 1941 había terminado prácticamente un primer borrador. Pero no quería asumir sobre sí mismo en exclusiva la responsabilidad de una traducción a partir de los textos originales: vio que era necesaria la colaboración de otros. Con la ayuda de algunos colaboradores prácticamente terminó en 1944 su primer trabajo, la traducción del Antiguo Testamento. Desgraciadamente, durante las vicisitudes de la guerra, perdió más de la mitad del texto traducido. Sin embargo, no se desanimó, al contrario, llamó a nuevos hermanos en religión, chinos, para que lo ayudaran. Y así nació el año 1945 el Estudio Bíblico Franciscano en Pekín, que, debido a la agitación y la guerra, tuvo que mudarse a Hong Kong el año 1948. Al P. Allegra le gustaba decir que el período de permanencia en Pekín era "el Rivotorto y la Porciúncula" de su vida, por la simplicidad, las dificultades, la pobreza, que con frecuencia hacían el trabajo extenuante.

El 12 de agosto de 1946 se publicó en Hong Kong el primer volumen, el de los Salmos, al que siguieron otros once, sumando en su conjunto 10.000 páginas, que llevaban, además de los textos bíblicos, un comentario rico y actualizado y notas críticas de gran valor científico.

Terminada la traducción del Antiguo Testamento, en 1954 marchó a Tierra Santa junto con sus hermanos en religión, para un curso de formación permanente.

Regresó a Hong Kong en 1955, y se dedicó a traducir el Nuevo Testamento a partir del texto griego. El sueño de traducir toda la Sagrada Escritura se hizo realidad con la publicación de las Cartas Católicas y el Apocalipsis en 1961. Más tarde, en 1968, el Studium Biblicum Franciscanum publicó por primera vez en la historia la Biblia completa traducida al chino (Antiguo y Nuevo Testamento) en un solo volumen.

Traducir la Biblia, de los textos originales a lengua china, comportaba ciertamente grandes esfuerzos; basta pensar en la necesidad de crear vocablos nuevos para expresar conceptos hasta entonces desconocidos en la lengua y en la mentalidad china. Por eso, el mérito del P. Allegra es extraordinario: con su traducción no escribió una teología china, pero puso a los chinos en condiciones de escribir una teología suya; es decir, permitió interpretar el texto de la Revelación según las categorías propias de la experiencia y cultura del lugar. Con su trabajo, nuestro beato ha permitido el acceso directo a los textos de la Revelación según la tipicidad china, para descubrir aspectos culturales e institucionales diferentes de los que están consolidados en el Occidente europeo. Mérito suyo es, y no pequeño, el haberse anticipado proféticamente a una directiva que emergería más tarde en el Concilio Vaticano II.

Para hacerse una idea de lo que significa la obra del P. Allegra en la China de hoy, basta citar lo que han afirmado algunas grandes personalidades. Mons. Yupin, arzobispo de Nankín (China), ciudad considerada como la «Capital de la Educación, la Ciencia, la Cultura, el Arte y el Turismo», afirmaba con motivo de la publicación del último volumen: «La traducción de la Biblia es la empresa literaria más grande llevada a cabo en China por la Iglesia Católica. De ahora en adelante la historia de China podrá dividirse en dos períodos: antes y después de la traducción de la Biblia hecha por los franciscanos». El Dr. Chang Tzu, director de la Biblioteca Nacional de Taipei, no es menos elogioso: «Todos admiran y con razón cuanto han hecho los monjes Budistas en China con la introducción y la traducción de sus libros sagrados; pero es mucho más lo que han hecho los Franciscanos con la traducción de la Biblia y especialmente con el Comentario».

Los testimonios de estima más elevados son los provenientes de los Romanos Pontífices: desde las palabras de estímulo de Pío XI, hasta la carta paternal y llena de delicada comprensión de Pío XII, o las palabras laudatorias de Juan XXIII: «La actividad del Estudio Bíblico de Hong Kong, del que ha sido y es animador el P. Gabriel Allegra, es uno de los aspectos más válidos en el actual apostolado de la Iglesia en el Extremo Oriente». El 21 de noviembre de 1955, el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (hoy Universidad), confirió al P. Allegra el doctorado honoris causa en teología.

A la traducción y publicación de la Biblia, primero por partes y luego toda entera, que es la obra fundamental, siguieron, como complemento necesario, otras publicaciones: la edición popular de los Evangelios, después la de todo el Nuevo Testamento y, por último, la de la Biblia completa en un solo volumen. Además, como obra de divulgación publicó una original antología bíblica bajo el título de "El Buen Anuncio del Reino de Dios"; también, un Diccionario Bíblico de carácter científico y una revista bíblica de índole pastoral y apologética. Por otra parte, tradujo al chino los documentos pontificios más conocidos de León XIII y Pablo VI. Asimismo tradujo al italiano algunos sonetos de autores chinos, escribió sus memorias autobiográficas y, lo más sorprendente, compuso un comentario teológico sobre la Divina Comedia, un trabajo considerado de particular interés por el centro de estudios dantescos de Ravena.

Partiendo del interés común por la Sagrada Escritura, el P. Allegra, con espíritu conciliar y evangélico, dirigió su atención a los hermanos separados, iniciando con ellos un diálogo intenso y constructivo con fines ecuménicos. En este campo dio vida a los "seminarios bíblicos", o reuniones de estudio, con representantes de las varias denominaciones protestantes de Europa, América y Asia. Organizó semanas bíblicas en Formosa, Japón y Hong Kong. Predicó retiros espirituales a los seminaristas anglicanos. Cultivó también otros campos de intereses, en particular el arte y la música.

Con todo, el P. Allegra no fue sólo un hombre de estudio. Era ante todo un Hermano Menor, humilde, de gran corazón, abierto a todas las miserias físicas y morales, a las que se acercaba con particular ternura. Son innumerables en todo el mundo las almas que, bajo su dirección, recobraron la fe o la esperanza. Aprovechaba todas las ocasiones para hablar con palabras sencillas, como quería san Francisco. Hablaba a los humildes y a los doctos.

Pero su paternidad espiritual se volcaba especialmente sobre los leprosos, a los que profesaba un amor particular. Aprovechaba las fiestas y los días de descanso para ir a encontrarse con ellos y permanecer jornadas enteras en su compañía.

En la vida del P. Allegra no se notaban manifestaciones espirituales llamativas. Su santidad era en apariencia totalmente ordinaria, manteniéndola celosamente escondida. En lo exterior hacía cosas ordinarias como todos los demás, pero las hacía de un modo extraordinario. Ejercitó las virtudes teologales y cardinales de modo heroico. En el "Decreto pontificio sobre las virtudes" se lee: «Observó con suma fidelidad la Regla franciscana y los votos». Su vida es un testimonio elocuente de la primacía del amor de Cristo y del fiel servicio a la Iglesia, siguiendo el ejemplo de san Francisco. La Carta Apostólica de su beatificación lo llama «sacerdote de la Orden de Hermanos Menores, humilde discípulo de la Divina Sabiduría, apóstol fiel de las Sagradas Escrituras, celoso misionero en tierras de Oriente».

En su vida de fe y devoción, el P. Allegra reservaba un espacio del todo privilegiado a la bienaventurada Virgen María: nutría hacia ella un amor filial, tierno y afectuoso. A ella dirigía siempre su oración, bajo su protección puso el Estudio Bíblico Franciscano, con ella dialogaba de manera entrañable. Cuando volvía a Sicilia, su primer pensamiento era visitar el santuario de la Virgen de la Ravanusa y permanecer allí en oración.

Amó y sirvió a la Iglesia con generosidad y perseverancia. Cumplía sus prácticas de piedad con naturalidad y humildad. Difícilmente hablaba de sí mismo, y no le agradaba que los otros lo elogiasen. Nada hacía sin el mérito de la obediencia. Una nota característica suya era la simplicidad franciscana, que se expresa como trasparencia, linealidad y empeño en lo que se hace, para devolverlo a Dios. A quien le preguntaba cuáles eran los medios para favorecer la unión con Dios, le enumeraba estos dos: la oración y la ciencia como búsqueda. Fiel a la tradición franciscana, supo unir estas dos columnas de la vocación, que sustentaron realmente su vida con Dios y su trabajo.

El P. Gabriel María Allegra murió en el hospital "Canossa" (Cáritas) de Hong Kong el 26 de enero de 1976, apreciado por todos como un hombre de gran caridad y sabiduría. En 1986 su cuerpo fue trasladado a Acireale y sepultado en la iglesia del convento franciscano de San Biagio, que pronto se convirtió en meta de peregrinaciones. El 23 de abril de 2002 Juan Pablo II reconoció el milagro que se atribuía a la intercesión del P. Allegra, y el 29 de septiembre de 2012 fue beatificado en Acireale, en la Basílica catedral de la Anunciación de María Santísima.

Al beato Gabriel M. Allegra hemos de considerarlo no sólo como el santo al que dirigirnos para implorar gracias, sino también como un hermano, un modelo de vida en el que podemos inspirarnos para revisar nuestros comportamientos, nuestras relaciones con Dios y con los hombres, nuestros intereses culturales; preguntémosle cómo vivir la fidelidad, la búsqueda de la verdad, la caridad, el desapego de las cosas y todas las demás virtudes cristianas.

[Cf. http://www.ofmsicilia.it/beatoallegra.htm]

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«¡VETE, REPARA MI CASA!»
Carta del Ministro General a la Orden de los Hermanos Menores
con motivo de la beatificación
del P. Allegra y de los 14 mártires de Praga

Queridos hermanos: ¡El Señor os dé Paz!

Os comunico con alegría "dos buenas noticias": la beatificación de Fr. Gabriel M. Allegra el 29 de septiembre en la catedral de Acireale (Sicilia), y la beatificación de 14 Mártires OFM el 13 de octubre en la catedral de Praga.

Providencialmente, los dos eventos tienen lugar unos días antes y dos días después de la apertura del Año de la Fe, anunciado por Benedicto XVI con la Carta apostólica Porta fidei, que tendrá lugar el 11 de octubre de 2012. «Deseamos que este Año -afirma el Papa- suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza... Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año» (Porta fidei n. 9). Se trata, según lo deseado por Benedicto XVI, de "un programa arduo" para la vida cotidiana de cada creyente, para que «se encuentre el genuino espíritu misionero necesario para dar vida a la nueva evangelización».

Nuestra vida tiene sentido sólo a partir de la fe, y sólo si la compartimos con los demás. Los dos acontecimientos pueden tener la tarea de "acrecentar nuestra fe", porque el uno nos indica concretamente la manera de nutrirla, sostenerla y anunciarla -«es posible cruzar el umbral [la puerta de la fe] cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma» (cf. Porta fidei n. 1)-; el otro nos dice qué tan alto puede llegar la fe: confesar, hasta dar la vida, la belleza del seguimiento de Jesucristo, nuestra vida y regla.

Que la Palabra corra y sea glorificada

Este fue el supremo deseo de Fr. Gabriel M. Allegra, y para realizarlo estudió, trabajó, sufrió y murió. En efecto, murió en Hong Kong en 1976 ¡comentando el salmo 54!

Nacido el 26 de diciembre de 1907 en San Giovanni la Punta (Catania), entró en la Orden de los Hermanos Menores en 1923 y fue ordenado sacerdote en 1930. En 1918, Fr. Gabriel había expresado su deseo de ir a China, después de haber escuchado la conferencia de un ardiente misionero franciscano en el entonces Pontificio Ateneo Antonianum de Roma: «por amor a la Palabra de Dios y para traducir a la lengua china la entera Carta de Dios a los hombres». Este "sueño juvenil" quedó realizado plenamente en 1961. Obra tan colosal no sólo provocó asombro en Fr. Gabriel -hasta el punto de hacerle decir: «¿Cómo pude realizar todo esto? ¡Es mérito de la Virgen Inmaculada!»-, sino también en nosotros. La empresa que le valió el título de «nuevo san Jerónimo de China y del Extremo Oriente», fue posible gracias a la fe del Siervo de Dios en la Palabra, a su amor a China y a los chinos, especialmente a los leprosos y a los pobres, al diuturno estudio sostenido por una constante vida de oración y devoción. Así, en efecto, se dirigía al Señor: «Haz que yo, como san Buenaventura y mi querido hermano el beato Juan Duns Escoto, sepa nutrir el estudio con una oración continua y estudie únicamente para convertirme en discípulo de la divina Sabiduría, es decir, para conocerte y para amarte más».

Fue, en definitiva, un autentico hijo de Francisco de Asís y supo expresar en la vida y con la vida la más genuina tradición franciscana, poniéndose al servicio de la Iglesia y del pueblo chino, uniendo santidad y ciencia. No es casualidad que sus opciones "prioritarias" fueran: santidad, sabiduría, apostolado y martirio.

Los Patronos del convento de Praga

En 1604 se les dio a los Hermanos Menores el convento desmantelado de Santa María de las Nieves en Praga. Haciendo memoria de la invitación del Crucifijo de San Damián a Francisco -«vete, repara mi casa, que, como ves, se viene del todo al suelo» (2 Cel 10)-, reedificaron inmediatamente el convento y la iglesia. No se limitaron, sin embargo, a esto. Con la predicación de la Palabra y, sobre todo, con el testimonio de su vida, a ejemplo del Poverello, continuaron su misión, poniéndose al servicio de la fe del pueblo de Dios y de los que estaban en contra de la fe católica, hasta dar sus vidas el 15 de febrero de 1611.

Son muchos los aspectos del testimonio de estos «beatos mártires», como inmediatamente fueron definidos, sobre los cuales podemos reflexionar hoy. Me gustaría resaltar uno para nuestra Fraternidad universal, como ya lo han hecho los Obispos de la Iglesia de Dios que está en la República Checa, en la carta que será leída en la misa dominical del 30 de septiembre de 2012. Se trata, a saber, del hecho de que los 14 mártires OFM formaban una verdadera Fraternidad internacional por las varias modulaciones del carisma franciscano -4 hermanos sacerdotes (Fr. Federico Bachstein, Fr. Juan Martínez, Fr. Bartolomé Dalmasono, Fr. Simón); 4 hermanos laicos (Fr. Cristóbal Zelt, Fr. Juan Didak, Fr. Manuel, Fr. Juan Bodeo); 1 hermano diácono (Fr. Jerónimo dei Conti Arese); 1 hermano subdiácono (Fr. Gaspar Bodeo); 2 hermanos de votos temporales (Fr. Santiago y Fr. Clemente); 2 hermanos novicios (Fr. Juan y Fr. Antonio)- y por los distintos países de los que procedían (4 checos, 4 italianos, 3 alemanes, 1 español, 1 francés y 1 holandés).

He aquí el testimonio que, sobre todo hoy, nuestras fraternidades internacionales pueden ofrecer a los pueblos de Europa, y no sólo eso, siempre en equilibrio entre solidaridad y búsqueda de los propios intereses, entre deseo de ser "casa común" y elevación de nuevos "muros": un nuevo "esquema" de sociedad, basado en la dignidad de la persona y en la valoración de las "riquezas" de todos. Se trata de una exhortación a recordar siempre la invitación de san Francisco: «¡Para eso Dios os envió al mundo!». Nos ha enviado como hermanos, para ser hermanos de todos y para decirles a todos: vosotros sois hermanos. Dar testimonio de fraternidad es el primero y el más legible anuncio del Evangelio. No, las fraternidades internacionales no son una idea peregrina o descabellada. Hacen referencia a una "huella antigua", a la Fraternidad itinerante de Francisco, ¡a la Fraternidad internacional de los 14 mártires de Praga!

Conclusión

Queridos hermanos, os comunico la noticia de estos dos acontecimientos memorables para nuestra Fraternidad universal, no para «recibir gloria y honor» de lo que hicieron estos nuestros hermanos, sino porque dichos eventos constituyen un mensaje de esperanza para nosotros, empeñados en revitalizar nuestra vocación y misión.

En cada época el "árbol seráfico" produce frutos abundantes y extraordinarios, que nos indican que siempre es posible vivir según la forma de vida que nos dio san Francisco de Asís.

A nosotros probablemente no se nos va a pedir el derramamiento de sangre, pero la fidelidad a lo que prometimos el día de nuestra profesión, ¡sí! Vivámosla en la trama de nuestra existencia cotidiana de tal manera que seamos en el mundo actual "exégesis viviente" del santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y, en consecuencia, mensajeros creíbles y atrayentes de la Buena Noticia, para que «tantas personas que buscan a Dios» puedan «encontrar el sendero justo para acceder a la "puerta de la fe"» (Porta fidei n. 7).

Roma, 24 de septiembre de 2012

Con afecto vuestro Ministro y siervo

Fr. José Rodríguez Carballo, ofm, Ministro general OFM

[www.ofm.org]

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FR. GABRIEL M. ALLEGRA, UNA SANTIDAD
EXTRAORDINARIAMENTE ORDINARIA

Discurso del Ministro general OFM, Fr. Giacomo Bini,
en el 27 aniversario de la muerte del P. Allegra (26-I-2003)

Apasionadamente comprometido porque simple

Tuve la suerte de conocer y hablar con Fr. Gabriel Allegra en los comienzos de mi formación franciscana, cuando él venía a las Marcas para visitar a los jóvenes hermanos chinos, sus futuros colaboradores, que se formaban en la Provincia de San Jaime de la Marca.

En sus casi 70 años de vida (1907-1976), Fr. Gabriel Allegra supo vivir con pasión todos los días que el Señor le dio. Dotado de una gran inteligencia, intuitiva y sintética, supo leer los signos de los tiempos, interpretarlos y consagrar totalmente su propia existencia a la realización de cuanto el Espíritu le mostraba progresivamente. Por eso vemos en él al hombre disponible, fuertemente comprometido, pero sereno, porque en su existencia supo "ordenar" su amor sin divisiones interiores, sin dispersarse en demasiadas cosas contemporáneamente.

Nuestro hermano ejerció muchos ministerios: en el sector de la pastoral, en el de la formación, en la escuela, como estudioso y traductor, en su patria y en misión... Y todo esto con la impronta de la simplicidad franciscana que lo distinguía; una simplicidad que se califica como transparencia, linealidad y empeño en lo que se hace, para llevarlo casi naturalmente a Dios. Aquella simplicidad que tanto apreciaba san Francisco: «Pero [Francisco] no daba por buena toda clase de simplicidad, sino tan sólo la que, contenta con Dios, estima vil todo lo demás» (2 Cel 189).

Esta simplicidad, unida a la pasión, revela una gran capacidad de síntesis, que sabe captar lo que es esencial y lleva todo el resto al servicio de la opción prioritaria. El Venerable Fr. Gabriel Allegra no es un hombre que sucumbe a la tentación de hacer tantas cosas y rápido; ni menos es víctima de la así llamada "patología de la generosidad", que es más bien una enfermedad del alma que no sabe poner orden en el conjunto de la vida. Nuestro hermano es un hombre "ordenado"; cuando comienza la traducción del Antiguo Testamento se impone esta regla: cinco horas al día para el estudio de la lengua china y tres horas de estudio de la Escritura. Es un franciscano ciertamente muy ocupado, pero no preocupado. Lo que valoriza la vida ante los ojos de Dios no es tanto la cantidad de cosas que hacemos, sino la calidad de lo que hacemos. Y nuestro hermano sabía colorear todo de gran serenidad y espiritualidad.

Un misionero generoso e inculturado

Toda la vida de Fr. Gabriel Allegra, misionera e itinerante, se fundamenta en la plena disponibilidad a las intuiciones y deseos del Espíritu, que sabía interpretar y concretizar con paciencia y perseverancia, consciente de lo que se debe poner en el primer lugar. Si el Señor lo llama a China, le parece claro que debe "zambullirse" en la lengua y en la cultura china para entender, apreciar y dialogar con este mundo tan lejano del nuestro. Nuestro hermano aprende el mandarín con una rapidez inaudita y con la acostumbrada pasión. Lo atestigua el hecho que traduce al italiano un poema muy difundido en China, Li Sao, del gran poeta Chu Yuan, del siglo IV/V antes de Cristo. No se puede dialogar sin este "baño cultural"; y aún más, no habría sido posible traducir lenguas antiguas al mandarín sin conocer en profundidad la mentalidad de la gente para la que se traduce.

Fr. Gabriel Allegra no tiene dificultad para moverse de un lugar a otro: de Sicilia a China, de Hong Kong a Singapur, a Europa..., de una experiencia a otra. Tiene una estabilidad interior que lo hace un itinerante sin miedo, pronto para cambiar trabajo sin manifestar preocupación o angustia por el hecho de tener que recomenzar desde cero. La misma enfermedad que lo obliga a volver por más de un año a su patria no mella la serenidad interior que lo habita. Se le pide ser Rector del Seminario, Director del Estudio Bíblico, y luego del Estudio sociológico de Singapur, por algunos años; acepta todo y afronta todos estos encargos con naturalidad y simplicidad, dedicándose a cualquier servicio con pasión y totalidad, sin lamentar el pasado ni soñar un presente diferente. Es llamado; entonces obedece, trabaja sin olvidar que sigue siendo el servidor, sin otra pretensión que la de hacer la voluntad de Dios. Esta simplicidad teocéntrica será la nota dominante de su existencia. Escribe en su diario: «He tenido que experimentar que la oración y el orden alargan las horas y se encuentra tiempo para todo».

Estudioso calificado y profundo

A quien le preguntaba cuáles eran los medios para favorecer la unión con Dios, Fr. Gabriel le enumeraba dos: la oración y el estudio, o la ciencia como búsqueda. Fiel a la tradición franciscana, supo unir estas dos "columnas básicas" de la vocación, que realmente han sostenido su vida con Dios y su trabajo.

Es claro que el monumento más importante que supo levantar, entre todas sus obras, es la traducción de la Biblia al mandarín, un trabajo definido como «la más grande empresa literaria de la Iglesia católica en China». Él mismo la definía como «piedra fundamental para el edificio de la santa Iglesia». ¡Y todo esto es fruto del trabajo del humilde y simple Fr. Gabriel Allegra! Un hombre que trabaja con pasión, que sabe formar colaboradores con quienes compartir una relación fraterna intensa y laboriosa.

El Studium Biblicum Franciscanum nace en Beijing, y después estará obligado a transferirse a Hong Kong, en la Procura de la Misión, y finalmente logrará tener una sede propia, donde todavía se trabaja hasta hoy. No obstante todas las dificultades, Fr. Gabriel perseveró y logró llevar a término esta obra.

Además de los estudios propiamente bíblicos, Fr. Gabriel había comprendido la importancia del diálogo intercultural y con las ciencias; lo hizo presente al Ministro general de entonces, quien acogió la idea y, en 1963, le pidió dirigir el nuevo Estudio sociológico en Singapur, lo que hizo durante dos años, dejando momentáneamente Hong Kong.

«La fe la tengo -decía nuestro hermano-; será un poco lánguida, pero es mi única fuerza. Y por tanto trabajo como si viviera en la mejor de las situaciones». Era capaz de este optimismo justo mientras se encontraba en medio de grandes dificultades sociales y políticas.

Podemos comprender a Fr. Gabriel si percibimos en él al hombre de fe y de una gran esperanza. La unidad espiritual de su personalidad está construida sobre estos cimientos, un núcleo espiritual que se alimenta con la escucha obediente de la Palabra, con la relación profunda con Dios en la oración y con el abandono en su voluntad. He aquí por qué el trabajo no lo "distrae", sino que facilita esta relación: no se dispersa en mil cosas, sino que sabe crear una "jerarquía" y "habitar" su tiempo y su trabajo con gran inteligencia y disciplina organizativa.

Tal vez sea este el carisma del que tenemos tanta necesidad hoy: una persona serenamente unificada en Dios, bien comprometida y ocupada, pero no preocupada, como lo fue nuestro hermano, llega a ser cada vez más la "perla preciosa" de la que habla el Evangelio, tan difícil de encontrar.

Concluyo con las palabras que Fr. Gabriel repetía a menudo: «Una vida bella es un sueño de juventud realizado en la edad madura». Seguir soñando hasta el último día de la vida, sin perder lo concreto de la realización en el presente que el Señor nos da.

[Enchiridion OFM, III, 2011, pp. 1-4]

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