DIRECTORIO FRANCISCANO
SANTORAL FRANCISCANO

8 de noviembre
BEATO JUAN DUNS ESCOTO (1265-1308)

por Dietrich Esser, o.f.m.

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El gran heraldo de la teología de Cristo Rey y de la Inmaculada Concepción de María, Duns Escoto, ha tardado mucho en recibir de la Iglesia el reconocimiento oficial de su santidad proclamándolo «beato». El último vicepostulador de la causa de su beatificación ofrece aquí una descripción rápida de cuanto sabemos de su vida.

Juan Duns Escoto es Beato desde el 6 de julio de 1991. En ese día, el Papa Juan Pablo II reconoció su fama de santidad, sus virtudes heroicas y, sobre todo, su culto ab immemorabili tempore, desde tiempo inmemorial.1 El Siervo de Dios es oficialmente beato no por el acto en sí de la beatificación, sino por el reconocimiento del culto, es decir, por el mismo decreto en que se reconoce dicho culto. De este modo, Duns Escoto ha sido elevado al honor de los altares después del más difícil y largo proceso de beatificación. Han pasado casi trescientos años desde el primer intento de beatificarlo y casi setecientos desde su muerte en Colonia (1308), donde pasó los últimos meses de su vida terrena.

¿Cuánto tiempo vivió Duns Escoto en Colonia? Probablemente unos dieciséis meses; pero no estamos seguros, y esto tendremos que repetirlo muy a menudo a lo largo de su vida, a la que nos tendremos que acercar con bastantes reservas, muchos "probables" y no pocos "verosímiles". Bien es verdad que en el siglo XX han sido muchos los progresos en el estudio de su vida; pero sigue teniendo validez lo que dijera Ernesto Renán sobre nuestro Beato: «Resulta difícil nombrar un hombre famoso de la Edad Media cuya vida sea menos conocida».2 No obstante lo dicho, sí tenemos un buen resumen de su vida, que se encuentra desde hace más de cien años sobre su tumba, y que, según el famoso historiador franciscano Lucas Waddingo, estaba ya en boca de todos: Scotia me genuit; Anglia me suscepit; Gallia me docuit; Colonia me tenet. Este resumen proviene del ilustre escotista Guillermo Vorrilong, quien escribió de este modo hacia el año 1440: «Escocia te parió; Inglaterra te enseñó, donde leíste primero las Sentencias; Francia te recibió, pero Colonia te guarda en la tumba».3

I. SCOTIA ME GENUIT

La patria de Escoto

Escoto nació hacia 1265 o, al menos, entre 1262 y 1266; más no podemos decir. Su patria es Escocia y hemos de excluir a Irlanda e Inglaterra que durante mucho tiempo pretendieron ser patrias del Beato, de manera especial Irlanda, por "culpa" del citado historiador franciscano Lucas Waddingo. Sin embargo, nació indudablemente en Escocia, dato reconocido hoy en día por casi todos los estudiosos. De Escocia se deriva el sobrenombre de "Scotus-Escoto", como lo llamaron más tarde en París. Su lugar natal es con toda probabilidad el pueblo escocés de "Duns", y este toponímico se convirtió en el apellido de su familia. Si a ello le añadimos su nombre de bautismo, Juan, tendremos su nombre completo: Juan Duns Escoto o Juan Duns de Escocia.

Juan nació probablemente en Duns o, en cualquier caso, su infancia la pasó en este pueblo. La pequeña ciudad cuenta hoy día con unos dos mil vecinos. Duns está situado en la provincia o condado de Berwick, al sureste de Escocia, y a unos veinte kilómetros del inglés Berwick-upon-Tweed. La tradición habla de la familia de los Duns y de la casa paterna del Beato, cuyo lugar señala una piedra conmemorativa; igualmente hay un monumento con la estatua de Duns Escoto en el parque de la ciudad; ambos fueron erigidos en 1966 con motivo de los setecientos años de su nacimiento. La ciudad es actualmente de mayoría protestante, pero posee, desde 1882, una iglesia católica dedicada a la Inmaculada Concepción, detalle nada extraño si se considera la defensa que hizo Escoto de tal privilegio mariano; la segunda patrona de la ciudad es Santa Margarita, Reina de Escocia.

La familia Duns poseía una finca rural. Por eso, el pequeño Juan creció en un ambiente de campesinos. Según la tradición, fue pastor y, probablemente, pastor de ocas. Todavía hoy abunda el ganado ovino en aquella región, y el pastoreo fue oficio muy respetado en Escocia y lo ha seguido siendo hasta nuestros días. El terreno accidentado de los "Lammermuir Hills", con sus onduladas e interminables colinas, influyó ciertamente en el pensamiento de Escoto. Lo mismo podríamos decir de la tierra de Escocia, con sus inmensas estepas y montañas, con su lluvia abundante y sus nieblas frecuentes... Todo esto influiría en la mentalidad del joven, que era propicio a meditar y reflexionar. El Beato vivió en un país de misterios y de sueños, de mitos y leyendas.

Se dice que Juan habría pensado por algún tiempo en hacerse soldado, cosa nada extraña entre los aguerridos escoceses, luchadores durante tantos siglos y también en el tiempo de Escoto. Pero por piedad y humildad, se sigue diciendo, habría renunciado a sus sueños de guerrero. Sin embargo, perduró en él ese talante como demostraría más tarde en tantas luchas, de manera especial en París durante una dura contienda entre el Papa y el Rey de Francia e, igualmente, en la enérgica defensa que hizo de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

Su verdadero "servicio militar" empezó ya en Duns. Se dice que un buen día llegaron al pueblo dos frailes menores para recoger cereales y fruta de los campesinos. Entonces, uno de los frailes dijo a Juan el Padrenuestro en latín. El chico, que no conocía absolutamente nada de ese idioma, repitió sin faltas toda la oración. Contestó, además, acertadamente a varias preguntas de los frailes. Estos, reconociendo su excepcional talento, se llevaron al joven consigo para que ingresara en la Orden.4

Por extraño que nos resulte tal relato, y de manera especial su desenlace, la sorpresa se vuelve menor cuando se piensa que un tío de Juan, el padre Elías, era fraile menor y, más aún, un alto cargo de la Provincia franciscana. Tal vez fuera éste uno de los dos frailes presentes en Duns, lo que explicaría el fácil asentimiento de los padres a que su hijo fuera llevado al convento.

Lo más probable es que los dos frailes llevaran al joven Escoto al convento de Haddington, a unos cincuenta kilómetros al noroeste de Duns y a unos veinte de Edimburgo. En Haddington tenía la Provincia franciscana inglesa un convento desde el año 1242.

Los frailes menores llegaron a Inglaterra, viviendo todavía San Francisco, en el año de 1224. Fueron recibidos con gran entusiasmo en unos tiempos difíciles para la Iglesia de aquel país. Los sencillos religiosos actuaron muy bien entre la gente: impresionaron por su vida, por su vestido pobre y, sobre todo, por su genio alegre; además, vivían en casas ruinosas como buenos hijos del Poverello de Asís. Los Grayfriars, Frailes grises, como eran llamados, gozaban de gran popularidad y tanto jóvenes como adultos, pobres y ricos entraron en la Orden. Todavía hoy siguen gozando de muy buena reputación en la isla y entre los protestantes.

Esto hizo que se multiplicaran las fundaciones de conventos y que se erigiera en seguida una Provincia escocesa. Pero en 1239 fue suprimida dicha Provincia, convirtiéndose Escocia en Custodia y, más tarde, en Vicaría dependiente de la Provincia inglesa.5

De todas maneras, entre los conventos de Escocia, el de Haddington destacó por su importancia, y allí se celebraron los Capítulos provinciales de 1278 y 1296. Es posible que nuestro Juan estuviera en Haddington durante la celebración del primero de dichos capítulos, lo que para él sería un suceso excepcional: presenciar los acontecimientos más importantes de la vida de la Provincia y conocer a tantos grandes religiosos, maestros, doctores, etc.; su tío, el padre Elías, fue elegido Vicario para la parte de Escocia. Es también probable que el padre Elías lo llevara consigo, después del Capítulo, al convento de Dumfries, donde él moraba. Así lo dice la leyenda.6

Actualmente en Haddington no queda nada del convento de entonces. Hasta su ubicación resulta incierta. Pero en aquel tiempo el convento tenía una espléndida iglesia, demasiado espléndida, escribe el escocés John Mair, célebre doctor de la Universidad de París. Por eso fue destruida en 1353 por el rey Eduardo III de Inglaterra, juntamente con la ciudad; Mair pensó en un juicio de Dios. Hoy Haddington es un gran centro agrícola con unos siete mil habitantes. La escuela latina en la que probablemente estuvo Duns Escoto es actualmente el "Knox Memorial Institute", en memoria de John Knox, reformador calvinista de Escocia.

II. ANGLIA ME SUSCEPIT

Estudios y magisterio de Escoto en Inglaterra

Dumfries, a donde llevó el padre Elías a su sobrino, poseía el convento más importante de los frailes grises en Escocia. La ciudad, con unos treinta mil habitantes, se encuentra al suroeste del país, cerca del golfo de Solway. Como Haddington, tiene un castillo real.

El convento de Dumfries fue fundado en 1262, por el tiempo del nacimiento de Escoto. Era relativamente grande y poseía un hermoso huerto y otros terrenos aptos para la cría de ganado lanar, terrenos que quedaban fuera del muro conventual. Una calle que actualmente conduce al río Nith lleva todavía el nombre del convento: "Vennell Friars". Igualmente, una gran iglesia protestante escocesa, enfrente del antiguo convento, "Grayfriars", y una casa de artesanía, "Grayfriars craft", recuerdan a los frailes menores o grises. Pero ya no hay nada del convento mismo; sólo una placa conmemorativa señala su lugar. La razón de su desaparición es lúgubre. Los escoceses recuerdan aún algo de aquel convento por un crimen que Robert Bruce, un luchador por la libertad de Escocia, cometió en la iglesia conventual. El hecho acaeció en 1306, poco antes de la muerte de Escoto. Bruce asesinó a dos adversarios en el mismo santuario. Con aquel homicidio empezó la fase final por la lucha de la independencia. Una placa recuerda el desafuero cometido en el recinto sacro y la suerte corrida posteriormente por el mismo: «Aquí estaba el convento de los frailes grises...». Reyes y magnates fueron a menudo huéspedes de aquel famoso convento. El mismo Robert Bruce volvió en repetidas ocasiones a aquel lugar para ofrecer dones de expiación por su crimen, especialmente cuando consiguió la independencia en el campo de batalla en 1314.

Volviendo a Escoto, y según la tradición, el joven Juan entró en la Orden en aquel convento de Dumfries. El posterior desarrollo de los acontecimientos cuadra muy bien con la leyenda del huerto del convento. Se cuenta que Duns Escoto no era muy buen estudiante en sus primeros años de formación. Un día, estando en el huerto conventual, imploró la ayuda de la Virgen. Esta se le apareció y le dio fuerzas extraordinarias para el estudio a cambio de que defendiera su honor. Después de esta visión, su capacidad intelectual fue creciendo día a día, lo mismo que su amor y piedad por la Madre de Dios.7

Por desgracia, esta leyenda no concuerda bien con la anteriormente narrada de su infancia, cuando llegaron a Duns los dos frailes menores y el niño Juan demostró ante ellos unas excepcionales dotes intelectuales. Tal vez se pretenda mostrar con ello lo severo y serio de su carácter en medio de unos frailes tantas veces demasiado alegres y, sobre todo, que su preclara ciencia e inteligencia era más un don celestial, un don de la Virgen María, que una conquista humana.

De todos modos, lo que sí es cierto es que fue la Provincia de Inglaterra la que recibió al joven escocés en la Orden y que este hecho tuvo lugar en Dumfries. Aquí empezó también, con toda probabilidad, sus estudios, dentro del studium o escuela conventual. Pero de sus estudios en los centros docentes de la Provincia no sabemos nada cierto. Después de Dumfries, Duns Escoto frecuentó, sin duda, otros lugares como Oxford, Cambridge y Northampton. Aquí, en Northampton, fue ordenado sacerdote en 1291, dato que nos suministra la primera fecha segura de su vida y el primer lugar cierto después de Duns y Dumfries.

Ahora bien, aun no sabiendo directamente nada sobre los estudios que Duns Escoto hizo en su Provincia, podemos inferir algo ateniéndonos a la organización de los estudios en aquel tiempo, de lo cual resulta lo que indicamos a continuación.8 Un candidato debía tener, al menos, quince años para entrar en la Orden (generalmente se entraba con dieciocho). Si Escoto nació hacia 1265, muy bien pudo haber tomado el hábito en 1280. Después del año de noviciado, es decir, después de la profesión simple, pudo empezar los estudios de filosofía y teología en 1285. Con estos supuestos podemos pensar en la siguiente cronología: 1281-1283: Estudió las siete artes liberales, es decir, el trivium: gramática, retórica y dialéctica; y siguió con el quatrivium: aritmética, geometría, música y astronomía. Todo este conjunto constituía la llamada filosofía racional. 1283-1285: Estudió la filosofía natural, con la metafísica como asignatura principal. Si un estudiante se distinguía en los estudios, podía, a su vez, enseñar las mencionadas asignaturas. Lo podemos suponer en el caso de Duns Escoto y, de este modo, enseñó desde 1285 a 1287. Fue un maestro en las artes, como lo vemos en la lógica y en las matemáticas, y dominaba tan bien la física como la metafísica. 1287-1290: Duns Escoto debió de estudiar la sagrada teología en un studium solemne, de rango o categoría superior al studium conventual, como, por ejemplo, el studium provincial. Imaginamos que se distinguió de nuevo y que fue escogido con toda certeza para el studium generale de París. También es probable que fuera profesor en un studium conventual desde 1290 a 1291. Después de su ordenación sacerdotal fue, ciertamente, sublector en un studium solemne. Y desde 1293 a 1297 estudió en París.

Ordenación sacerdotal (17 de marzo de 1291)9

Esta es la primera fecha cierta que tenemos de la vida de Juan Duns Escoto. La debemos al registro del obispo Oliver Sutton de Lincoln. Dicho prelado ordenó a Escoto de sacerdote en la iglesia del priorato de San Andrés de los monjes de Cluny en Northampton. La ciudad está a unos doscientos kilómetros al norte de Londres, y tiene un obispado que pertenece a la región de Westminster. Hoy no queda nada del priorato de Northampton, pero cuatro calles lo recuerdan todavía con sus nombres. Del mismo modo, el convento de los frailes es recordado actualmente por el nombre de la estación de autobuses: Grayfriars. La universidad llegó en 1258 a Northampton, y los frailes establecieron allí una escuela; se puede suponer que Duns Escoto estudió en ella antes de su ordenación sacerdotal.

Dicha ordenación tuvo lugar el sábado de témporas, en la primera semana de Cuaresma, que aquel año cayó el 17 de marzo. Hay que señalar que, de acuerdo con el calendario entonces en uso, el documento correspondiente indica la fecha del diecisiete de marzo de 1290, que para nuestro cómputo actual equivale a 1291.

El obispo ordenó aquel día a 51 subdiáconos, 48 diáconos y otros 48 sacerdotes, tanto del clero secular como regular. Entre los sacerdotes religiosos, en decimotercer lugar, figura Fr. Johannes Duns (minores).

En 1889 se abrió la tumba del obispo Sutton en la catedral de Lincoln. Dentro del sepulcro encontraron su anillo, su cáliz y su patena. Podemos pensar que tales utensilios sagrados los empleó el obispo en la ordenación de Northampton, con lo que tendríamos algo así como unas reliquias de Duns Escoto.

No poseemos nada escrito por el propio Escoto sobre su ordenación. Pero podemos suponer muchísimo en aquel fraile sincero. No sin razón, sus contemporáneos escribieron ya sobre su tumba: Guía del clero.10 Duns Escoto fue sin duda un modelo para muchos. Él mismo nos dice una vez: «El sacerdote representa como vicario a Cristo en la Iglesia».11 Escoto trató, además, muchísimo la esencia de la Eucaristía y nos dio la mejor exposición de los frutos del sacrificio de la Misa. Él mismo se mostró como un buen discípulo de San Francisco, con su veneración profunda hacia los sacerdotes por su servicio al Santísimo Sacramento. Lo que el Poverello vivió, lo ahondó Duns Escoto con su pensar y sus investigaciones. No es de extrañar, por ello, que Rafael lo pintara en la Disputa del Sacramento, en el Vaticano, con gesto y expresión devotos ante el Santísimo Sacramento.

III. GALLIA ME DOCUIT

Estudios y magisterio de Escoto en París

Sentado como premisa que no sabemos nada con certeza sobre las tareas realizadas por Duns Escoto inmediatamente después de su ordenación sacerdotal, podemos añadir que es probable que desempeñara en la isla algunos oficios en el ámbito de los estudios dentro de la Orden, tales como lector en un Studium, o sublector en un Studium solemne. Piénsese, por ejemplo, en Cambridge, Oxford y Northampton.12

De 1293 a 1297 estuvo por vez primera en París para estudiar. Esto lo podemos calcular por acontecimientos posteriores. Por ejemplo, hemos de pensar en sus estrechas relaciones con el futuro General de la Orden, Fr. Gonzalo Hispano (o de Balboa), que fue su maestro en París y que vivió en el mismo convento.

La ordenación de los estudios prescribía nueve años en París. Pero los mendicantes tenían que hacer sólo cuatro años y el resto, hasta los nueve, completarlo en un Studium solemne de la Orden o en otro Studium general.

Condición indispensable para estudiar en París era que el futuro estudiante se hubiera destacado previamente en la predicación y en la doctrina. El hecho de ser enviado a París supuso para Duns Escoto una extraordinaria distinción por parte de la Provincia de Inglaterra; sobre todo, sabiendo de las diferencias que había entonces entre ingleses y escoceses, no sólo en la Provincia, sino también en la Orden. Con su envío a París, se reconocían las cualidades intelectuales de Duns Escoto.

No cabe duda de que Duns Escoto cumplía las exigencias marcadas por los estatutos: Los candidatos han de prometer buenos progresos, ser fuertes corporalmente, poseer un talento oratorio y mostrar un trato agradable; no deben ser pendencieros, sino amables y pacíficos entre los frailes. Con esto podemos suponer ya muchísimo acerca de su carácter.

De 1297 a 1300, Duns Escoto enseñó en Cambridge.13 Lo hizo como bachiller en Escritura. Era "baccalaureus sententiarius" y comentaba el libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, como era costumbre en aquel tiempo. Las Sentencias trataban sobre Dios Uno y Trino; la Creación -cosas, ángeles y hombres-; la Encarnación de Jesucristo; las Virtudes y, finalmente, los Sacramentos.

La tradición habla de que tuvo muchos alumnos, y el Beato se hizo ya famoso como profesor. De esto tenemos un buen recuerdo en la Universidad de Cambridge, concretamente en la capilla del Trinity College de la misma. En una vidriera, a la derecha de la entrada, se ve a Duns Escoto entre famosos doctores. Además, desde 1966, hay una placa conmemorativa en el Colegio Sidney Sussex, recordando el lugar donde estuvo el convento de los frailes y donde moró nuestro Beato. Con motivo del séptimo centenario del nacimiento de Escoto, en el ya mencionado año de 1966, se celebró en la isla un gran congreso escotista.

De su estancia en Cambridge, y transmitida por su director espiritual, nos ha llegado una anécdota de Escoto que nos manifiesta la agudeza de su ingenio, y que no nos resistimos a narrar. Durante un paseo, tropezó con un campesino que blasfemaba terriblemente mientras sembraba. Duns Escoto reprochó al campesino su conducta y le añadió que podría ir al infierno por ello. El campesino le replicó: «¡Qué importa si obro bien o mal, dado que Dios ha escrito ya si me salvaré o me condenaré!». A lo que el Beato respondió: «Si está escrito ya que recogerás buena cosecha, ¿por qué aras y siembras? No lo hagas, que si Dios ha previsto que el grano dé su fruto, éste vendrá también aunque no siembres». El campesino se calló, como nos relata Vorrilong.14

Mientras esta anécdota nos revela al Doctor sutil, la que sigue nos manifiesta su temperamento místico y orante. Sucedió también en Cambridge, en la noche de Navidad de 1299: «El día de la fiesta del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, estaba absorto en contemplación. En espíritu vio al divino Niño que se hizo carne por la salvación del género humano...». Escoto pidió que viniera el pequeño Niño en el regazo de su Madre. El Niño se presentó de verdad y el Beato lo abrazó y lo besó e, inmediatamente, desapareció. Así nos cuenta el acontecimiento su primer biógrafo. Este relato fue posteriormente adornado con muchos otros detalles. A partir de aquel acontecimiento, como dice su primer biógrafo, Duns Escoto hizo grandes progresos en las virtudes, en su vida pobre de religioso y en el camino de la santidad. La semejanza con San Antonio es llamativa. Lo cierto es que el Beato gozaba de fama como hombre de Dios, con o sin la aparición del Niño Jesús.15

En este sentido, a través de sus escritos encontramos abundantes muestras de este talante contemplativo. Frecuentemente comenzaba la composición de sus obras con oraciones que luego incluía en ellas. De la misma manera, terminaba también sus escritos con oraciones. En un bello juego de palabras16 dijo de Dios: «Tú eres el Término sin término». "Término" expresa siempre el ser y el Ser es Dios, como Él mismo dijo a Moisés: «Yo soy el que soy». A este Ser, Duns Escoto puede dirigirle la palabra y tutearlo. Sobre todo cuando trata las cuestiones de Dios en filosofía. Así, por ejemplo, en las pruebas de la existencia de Dios, descubrimos al místico en oración. Su filosofía es como un salto del alma a Dios, es una filosofía en oración. Aquí no se trata del Ens a se, del Ser subsistente, que sería algo impersonal, sino más bien de un Tú, de una persona. El místico cierra los ojos, prescinde de las cosas visibles y llega a lo invisible, a Dios.

De 1300 a 1301 encontramos a Duns Escoto en Oxford,17 donde se hallaba la Universidad más famosa de Inglaterra. De nuevo comentó como bachiller las Sentencias de Pedro Lombardo. Ciertamente, le llamaron porque era capaz de cumplir tal cometido y gozaba ya de gran fama. Y, por lo visto, de nuevo tuvo un gran éxito y muchísimos alumnos lo escucharon, aunque mantengamos nuestra reserva sobre ciertas noticias que hablan de sus explicaciones ante unos treinta mil estudiantes.

En Oxford empezó Duns Escoto su principal obra: la llamada durante un tiempo Opus Oxoniense y hoy más conocida como la Ordinatio, que terminó en París entre los años de 1305 y 1307. De su estancia en Oxford nos ha quedado un precioso documento, fechado el año 1300. En él se le otorga la facultad de oír confesiones. Su Provincia había propuesto veintidós frailes para recibir estos poderes. Duns Escoto está entre esos veintidós. Ello dice también mucho de nuestro Beato, pues los candidatos, además de poseer buenos conocimientos en teología, tenían que mostrar un recto modo de vida. Ahora, como cuando fue a París, es que cumplía bien tales exigencias.

Como en Cambridge y en Duns, también en Oxford se alza, desde el año 1966, un monumento en su honor, que se encuentra en la iglesia de Santa María Virgen.

De 1302 a 1303 encontramos a Duns Escoto por segunda vez en París. Es ya un famoso profesor que ha sido nombrado para ir a la Gallia. La Provincia de Inglaterra tuvo que hacer de nuevo un sacrifico y lo propuso gustosa para aquel cargo docente en la famosa universidad parisina.

Duns Escoto empezó ciertamente el curso escolar el 14 de septiembre de 1302, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, y debería haberlo terminado el 29 de junio de 1303, festividad del Príncipe de los Apóstoles. Pero las graves tensiones políticas sobrevenidas en aquel tiempo, que dejaron sus huellas en los escritos de nuestro Bachiller de las Sentencias, los Reportata Parisiensia, impidieron el normal desarrollo del curso. Pocos días antes del final del año escolar, el Beato se vio envuelto en dichas tensiones, lo que le produjo una situación de imprevisibles consecuencias. Veámoslas.

Las luchas entre Felipe el Hermoso y el Papa Bonifacio VIII18

Bonifacio VIII, siguiendo la tradición medieval, defendió el reino de la verdad y de la justicia afirmando la suprema autoridad del Papa sobre los soberanos de este mundo. Contra esta tradición, el Rey sostenía el principio de que el Papa era una persona privada sin autoridad especial.

La lucha venía de lejos, pero se agravó en 1302, precisamente en tiempos de Duns Escoto, y adquirió tintes muy graves con la publicación de la famosa bula papal Unam Sanctam sobre el poder espiritual y el poder temporal; además, en la encíclica, el Rey quedó excomulgado. La respuesta de éste no se hizo esperar: convocó un concilio ecuménico contra el Papa. La mayoría del clero secular y regular estaba de parte del Rey; igual postura mantenían los docentes de la Universidad de París, a la que pertenecía el Studium que los frailes menores tenían en dicha ciudad.

El 25 de junio de 1303, el convento de los franciscanos tuvo que decidirse por el lirio de Francia o por las llaves de San Pedro, como escribe el padre Ephrem Longpré.19 Debían votar apelando a un concilio general y con ello «a un verdadero Papa legítimo», o contra tal concilio. Con la primera postura se pretendía destronar a Bonifacio VIII como papa ilegítimo; con la segunda, no se conseguía otra cosa sino la enemistad del Rey de Francia. Las posturas estaban totalmente divididas, tal como nos lo demuestra el resultado de la votación efectuada entre los frailes menores: 68 frailes votaron a favor del Rey; 87 lo hicieron en contra. Y entre los que votaron contra el Rey encontramos a Duns Escoto en décimo lugar.

Como consecuencia de haber votado contra el Rey, Duns Escoto tuvo que abandonar el país en el plazo de tres días. Su forzado exilio de París le llevó a Oxford, donde lo encontramos en diciembre de aquel mismo año de 1303. Duns Escoto luchó por el Papa y aceptó gustoso el destierro. Cumplió su juramento de sacerdote y obedeció al Papa; con ello se mostró como buen hijo de su padre San Francisco quien, en tantas ocasiones, habló siempre con respeto y reverencia del «señor Papa». Para el Beato Duns Escoto, Jesucristo es cabeza y maestro de la Iglesia desde siempre y por siempre: «Estaré con vosotros hasta el fin del mundo». Su Vicario es el Papa; en él obra el mismo Jesucristo. El Papa tiene jurisdicción sobre todos y, por tanto, también sobre el Rey. El sacerdote no debe estar contra Jesucristo y, por ende, tampoco contra la Iglesia ni contra el Papa. Duns Escoto no vaciló en aceptar el gran sacrificio que suponía renunciar a una espléndida carrera de profesor en una Universidad tan prestigiosa como la del París de aquel tiempo. Ya San Pedro y San Juan dijeron ante el Sanedrín: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios» (Hch 4,19).

1304 -1307: Por tercera y última vez en París

Quebrantado por tanta lucha, Bonifacio VIII murió el 11 de octubre de 1303. Su sucesor, Benedicto XI, elegido una semana después, allanó las dificultades y así empezó también para los frailes menores un tiempo más propicio. Como muchos otros, Duns Escoto pudo regresar de nuevo a París y, tal vez, comenzar el año escolar en septiembre de 1304 como Bachiller.

En todo caso, el 18 de noviembre de 1304, el General de la Orden, Gonzalo Hispano o de Balboa, mandó una famosa carta al guardián o al vicario del convento de París. Gonzalo había sido maestro de teología en París y había tenido allí de alumno a Duns Escoto. Por eso habla de «trato de años» con Duns Escoto y menciona su «vida loable, su ciencia excelente, su ingenio sutilísimo y otras insignes condiciones». Gonzalo proponía en la carta al Bachiller de las Sentencias, Juan, para el grado de doctorado.20 Se cree que Duns Escoto fue promovido "Doctor" hacia Pascua de 1305. Con esto, llegaba a ser maestro y profesor ordinario de teología. De 1306 a 1307, nuestro Beato fue Regente de la Universidad, cargo que generalmente se desempeñaba por un año.

La disputa sobre la Inmaculada Concepción

Durante la tercera estancia de Duns Escoto en París (1304-1307) hemos de situar la famosa disputa sobre la Inmaculada Concepción. Y quizás nuestro Beato sea más conocido por esta doctrina que por otras, dado que él comenzó una controversia que se prolongó a lo largo de varios siglos. La cuestión era ésta: si la Madre de Dios tuvo el pecado original y luego fue purificada del mismo, o si fue desde el principio pura y sin mancha, es decir, «concebida inmaculada». La corriente general (con San Bernardo, Santo Tomás y San Buenaventura) decía que fue purificada del pecado original después de haberlo contraído; Duns Escoto era heredero de una larga tradición inglesa que defendía la Inmaculada Concepción.

Esta disputa está envuelta en muchos datos problemáticos. No obstante, podemos aceptarla como un hecho histórico, especialmente después de los valiosos descubrimientos del padre Carlos Balic, gran escotista, consistentes en dos preciosos manuscritos que confirman un relato de Landulfo Caracciolo, insigne alumno de Duns Escoto.21

Luego, a lo largo del tiempo se fue adornando con elementos legendarios la esencia de esta disputa. Suele decirse con frecuencia que, de camino hacia la Universidad, el Beato Duns Escoto encontró una estatua de la Virgen y que rezó ante ella de esta manera: Dignare me laudare te, Virgo sacrata; da mihi virtutem contra hostes tuos, «Te alabaré, oh Virgen sacrosanta; dame valor contra tus enemigos». La leyenda añade que la Virgen, ante la súplica de su hijo, se inclinó para darle ánimo. Se cuenta que, ya metido en la disputa, Escoto escuchó doscientos argumentos contra la doctrina de la Inmaculada, argumentos que él repitió de memoria y en el mismo orden en que se habían aducido, refutando con maestría todas las objeciones expuestas, y que los adversarios se convencieron. Se ha subrayado, a este respecto, su humildad y su modestia, ya que Duns Escoto buscaba siempre la verdad, y refutaba las opiniones contrarias sin ofender a nadie y sin mentar siquiera por su nombre a los adversarios ausentes.

Después de la disputa, Escoto fue llamado Doctor sutil, y se dice que los primeros en ello serían los dos delegados del Papa que habrían participado en la sesión universitaria, cosa que es del todo incierta. También fue llamado Doctor mariano, cosa que ciertamente le agradaría más. En suma, luchó por el honor de la Madre de Dios como más tarde lo harían sus sucesores en una controversia sin tregua. Con razón el francés Felipe Labbé le llama «Mártir de la Virgen inmaculadamente concebida, haciendo referencia a los méritos contraídos por él en vida y a las calumnias de que fue objeto después de su muerte».22

Poco a poco la doctrina sobre la Inmaculada Concepción se fue abriendo paso. Más tarde, la Universidad de París exigía de los estudiantes y doctorandos el reconocimiento de la misma. Y esto parece un buen testimonio indirecto de la disputa, como un eco de la misma.

Probablemente, la disputa no fue tan solemne como a veces se dice, pero hay que contar con la leyenda que no ha cesado de crecer después. Sin embargo, la doctrina de Duns Escoto fue como un fermento constante que, mantenido por sus seguidores, perduró hasta la proclamación solemne del dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pío IX.

IV. COLONIA ME TENET

Muerte y sepultura de Escoto en Colonia

Vorrilong nos cuenta que, estando Duns Escoto en el campus de los clérigos en París, recibió la orden u obediencia del General de su Orden para marchar a Colonia. Aunque ostentaba todavía el cargo de Regente de la Universidad parisina, abandonó de inmediato París y, ligero de equipaje, partió para la ciudad alemana. Un compañero le preguntó por qué no iba al convento a despedirse de sus hermanos, a lo que el Beato contestó: «El General me manda ir a Colonia, no volver al convento a saludar a los frailes».23 Con esto quedaba de manifiesto el alto concepto que Duns Escoto tenía de la obediencia.

Pero, ¿qué razones movieron al General de la Orden a enviar a Escoto fuera de París? Varias son las que suelen aducirse; entre ellas, la de fundar una escuela -cosa improbable- o la de luchar contra los heréticos begardos. La que parece más fundamentada es la que se basa en la envidia de algunos colegas de la Universidad de París, entre los que destaca Jean de Pouilly, muy enemigo del privilegio mariano de la Inmaculada. Tal vez éste quería comprometer al famoso profesor que ya era Duns Escoto en las intrigas que el influyente consultor de Felipe el Hermoso tramaba contra los templarios. Pouilly había dado ya muestras de su poder maquinador luchando antes contra Bonifacio VIII. Igual que les sucedió a los templarios, Escoto habría podido ser acusado de herejía en los pasados disturbios políticos, sin poder defenderse. Además, el Beato había escrito contra el Rey a raíz de las medidas tomadas por éste contra el obispo Saisset, quien fue acusado de alta traición. Más aún, como escocés que era, tal vez fuera sospechoso a los ojos del rey Eduardo I de Inglaterra que preparaba, por aquel entonces, las bodas de su hijo con la hija de Felipe el Hermoso. Quizás era sospechoso para los dos Reyes que le conocían. La situación personal de Escoto era bastante comprometida y hasta peligrosa. El General, sabedor de todo esto, lo envió fuera de París, a Colonia.24

Pero, ¿por qué lo mandó concretamente a Colonia? Las razones que se aducen para justificar este traslado no resultan convincentes. A lo mejor, en aquella situación de peligro para Escoto, dio la casualidad de que se necesitaba un profesor para el Studium de Colonia; hay que recordar que el General se había reunido con los Provinciales en un Capítulo y que allí se le pudo manifestar tal necesidad.

Lo que sí es cierto, como afirma Vorrilong, es la acogida triunfal que se le dispensó a su llegada a Colonia. Probablemente llegó en el verano de 1307. El clero y gran muchedumbre del pueblo salieron al encuentro del famoso profesor y le acompañaron procesionalmente hasta el convento. El aspecto del Beato era simple: hábito remendado, pies descalzos. Pero la acogida fue cordial, cosa nada extraña ante tan ejemplar y buen fraile. Con razón escribieron los coetáneos en su tumba: «Luz del convento».25

En el lugar del convento donde vivió Duns Escoto se alza hoy un museo, justo al lado de la iglesia donde reposa el cuerpo del Beato.

Aunque carecemos de detalles y pormenores, sí sabemos que trabajó muchísimo durante su estancia en Colonia. De nuevo fue profesor y, probablemente, de 1307 a 1308, también maestro regente. Trabajó en sus escritos y en la tarea ministerial. No cabe duda de que siguió defendiendo a la Inmaculada y de que combatió a los begardos y a los beguinos.

La muerte de Duns Escoto

La muerte de Escoto acaeció un 8 de Noviembre de 1308, un mes antes de la fiesta de la Inmaculada. «Murió fray Duns Escoto, un doctor insigne de la santa teología, lector en Colonia, el 8 de noviembre del año del Señor de 1308». Así reza el necrologio del convento de Colonia.26

Aunque desconocemos la causa de su muerte, parece ser que murió en pleno trabajo. Se habla de una acalorada disputa con los begardos en pleno invierno y, en consecuencia, de un posterior resfriado que le ocasionó sudor y fuertes dolores. Pronto habría muerto pacíficamente, confortado con los últimos sacramentos. En una inscripción leemos: «En una disputa pronunció las últimas palabras».27

Casi doscientos cincuenta años después de su muerte, el escritor Pablo Giovio inventó lo de una muerte aparente de Duns Escoto. Según Giovio, a Escoto lo inhumaron estando realmente vivo y se despertó en el monumento fúnebre en que yacía (cosa imposible, ya que nunca hubo tal monumento en aquella iglesia), se rompió el cráneo y chupó su propia sangre.

Tal "muerte" no consta en ningún documento anterior; Giovio la inventó totalmente. Otros adversarios del Beato recogieron con avidez la intrigante invención y la fueron adornando con nuevas fantasías. Entre ellos, el dominico Abrahán Bzowski, que la ilustró con enormes errores históricos. Como antes Giovio, Bzowski habla de "crimen oculto" por el que Escoto habría debido expiar.

Contra estas invenciones, especialmente las de Bzowski, escribieron ya en el siglo XVII Mateo Ferchius, OFMConv, y Lucas Waddingo, OFM, poniendo en evidencia tamañas invenciones y despropósitos. Pero no se ha podido acabar del todo con semejante leyenda, puesto que aún se observan trazas de la misma en algún que otro estudioso. Con todo, es cierto que los investigadores más serios la rechazan de plano.28

Contra esa inventada "muerte" de Escoto están los testimonios de los muchos escritores que hablan de un sepelio "en tierra". El Beato fue enterrado como cualquier otro fraile difunto, cosa evidente en un caso como este de muerte repentina, y no fue depositado en ningún monumento. Sí fue para él un honor el que lo "enterraron o inhumaron (in humo)" en la iglesia del convento y junto al altar de los Reyes Magos, cuyos cuerpos, según una venerable tradición, se veneran en la catedral de Colonia. Pero sobre todo hay que recalcar que fue un entierro normal, con las ceremonias habituales de los frailes.

El sepulcro de Juan Duns Escoto

La historia del sepulcro de Duns Escoto pertenece también a la vida del Beato. Su sepultura fue tenida, desde el primer día, en gran veneración, como lo atestiguan muchos epitafios. La primera inscripción -Clauditur hic rivus- es más que famosa y, probablemente, fue colocada poco después de su muerte. En los epitafios puede comprobarse lo que pensaban los frailes y la gente de Colonia sobre el Beato: Estrella de sacerdotes, Luz de la Orden, Heraldo de la Verdad, Viva fuente de su Iglesia, etc.29 Se le "beatificó" en seguida.

El primer traslado de su cuerpo se hizo posiblemente poco después de su muerte, quizás hacia 1320. Entre traslados y reconocimientos solemnes o al menos oficiales, hubo diez. En el primero, Duns Escoto encontró reposo delante del altar mayor y "bajo la campana".30 En este lugar, si damos como cierta la fecha de 1320, descansó el cuerpo del Beato durante tres largos siglos, es decir, hasta 1642 ó 1643. El reconocimiento efectuado entre los años de 1509 y 1513 se hizo por mera devoción. Sin embargo, en 1619 se efectuó otro a causa de los feroces e infames ataques de Bzowski. Las reformas efectuadas en la iglesia durante los años de 1642 y 1643 motivaron el traslado de sus restos. En aquellas obras, el coro, situado delante del altar mayor, se pasó detrás del mismo, y, con ello, también el sepulcro de Escoto. El nuncio Fabio Chigi, futuro papa con el nombre de Alejandro VII, estuvo presente en estas ceremonias. De nuevo, el cuerpo de Duns Escoto permaneció largo tiempo, algo más de tres siglos, detrás del altar, concretamente hasta 1946. En esta ubicación de los restos mortales de Duns Escoto se efectuó, el 9 de septiembre de 1706, un nuevo reconocimiento, con motivo del primer Proceso informativo para la beatificación (Colonia 1706-1707). Posteriormente se realizaron otros dos reconocimientos más, que fueron de menor importancia, en 1858 y 1870 respectivamente. Por entonces ya estaban sobre su tumba los famosos versos: «Scotia me genuit...».

Durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1943 y 1945, la iglesia en que se encontraba el sepulcro de Duns Escoto, la Minoritenkirche, fue destruida. El sepulcro del Beato quedó bajo una colina de escombros y piedras y el ataúd que contenía sus restos mortales resultó dañado seriamente. Por este motivo, se trasladó la cápsula con las reliquias, sin abrirla, a la Catedral de Colonia, donde quedaron depositadas por espacio de diez años.

En la Catedral se hicieron dos nuevos reconocimientos del cuerpo de Escoto: el uno en abril de 1947 y el otro en octubre del mismo año. Más tarde, el 14 de mayo de 1954, se efectuó un reconocimiento más solemne en el que el Cardenal José Frings entregó un hueso del antebrazo, el radio izquierdo, a los franciscanos de la Provincia de Colonia, quienes lo tuvieron por poco tiempo en el convento de dicha ciudad y luego lo trasladaron a su santuario de la Inmaculada en Neviges, cerca de Essen.

A finales de agosto de 1956, las reliquias del Beato volvieron, en solemne procesión, desde la Catedral a la Minoritenkirche, pero, al no estar todavía listo el sarcófago de piedra que las acogería, los franciscanos conventuales las llevaron a la capilla del convento. Así fue como, por segunda vez, dichas reliquias quedaron fuera de la iglesia a la que volverían definitivamente a finales de septiembre de 1958.31

El sarcófago del Beato32

Las reliquias se encuentran ahora, y por primera vez, en un verdadero sarcófago que es regalo de la ciudad de Colonia. Está colocado en la nave izquierda de la iglesia. En la piedra superior, se ve marcada la figura de Duns Escoto con el hábito de San Francisco, un birrete de doctor y un libro en la mano izquierda, que reza: Potuit, Decuit, ergo Fecit, las lapidarias palabras alusivas a su defensa del privilegio de la Inmaculada: «Pudo, convino, luego lo hizo». Junto a los pies leemos la famosa inscripción: Scotia me genuit; Anglia me suscepit; Gallia me docuit; Colonia me tenet. En el lado derecho se ven la corona de Cristo Rey y la tiara del Papa, y en el lado izquierdo la M de María con una diadema. Son símbolos todos ellos alusivos a las principales doctrinas de Duns Escoto: la realeza de Cristo, la Concepción Inmaculada de María y la fidelidad a la Iglesia y al Papa. Finalmente y para acabar la referencia al sarcófago, hemos de mencionar la visita que realizó al sepulcro del Beato el actual Papa, Juan Pablo II, el 15 de Noviembre de 1980. Juan Pablo II habló allí de dos torres de la fe, ya que, además de Escoto, reposa en esa misma iglesia otro beato: Adolf Kolping, un cura entregado al apostolado social, y dijo refiriéndose a nuestro Beato: «Duns Escoto nos enseñó el misterio de la Inmaculada Concepción de María y su posición en la Economía de la salvación».33 Después el Papa se prosternó en oración ante el sepulcro de Escoto.

V. PERFIL DE JUAN DUNS ESCOTO

Nos gustaría conocer la personalidad de Juan Duns Escoto: sus cualidades, sus rasgos, su carácter y hasta, tal vez, sus modales. Pero de todo ello, tristemente, no sabemos casi nada. Las fuentes callan, y nosotros no queremos inventar nada. Este fue también el gran problema que se planteó al tratar de las virtudes heroicas del Beato en los diversos procesos de beatificación incoados y que veremos más adelante. Tenemos, sin embargo, algunas indicaciones que pueden ayudarnos en tal conocimiento como, por ejemplo, cuando el General de la Orden Gonzalo Hispano o de Balboa habla de su «vida loable», o cuando en un epígrafe leemos: «No era inferior en virtudes a nadie».34

Pensemos también en su obediencia ejemplar cuando fue trasladado de París a Colonia o en su coraje para defender al Papa frente a las arbitrariedades del rey Felipe el Hermoso. Son datos preciosos, pero parcos en informaciones sobre su modo de ser y de vivir. De ahí que, tras examinar sus escritos, se llegara a la siguiente conclusión: «Quien ha escrito doctrina tan sublime no cabe duda que antes la ha vivido». En fin, a la hora de emitir el dictamen sobre la heroicidad de sus virtudes, ocho de los nueve consultores teólogos reconocieron sus virtudes heroicas. Y este reconocimiento vale tanto para las virtudes teologales como para las cardinales, lo mismo que para las virtudes religiosas, los votos religiosos y la vida de piedad, vida que tenía como centro un hondo amor a Cristo crucificado, a la Virgen María y a la Santa Madre Iglesia. No en vano los teólogos han reconocido siempre a Escoto no tanto como un teórico, sino más bien como un hombre práctico; han reconocido todas las virtudes ejercitadas a lo largo de su vida y han visto en él a un fiel discípulo de San Francisco, del que aprendió su gran amor a la Iglesia, dado que Jesucristo vive en la misma, y del que también heredó su gran devoción a la Virgen María.

Algunos autores resaltan como rasgo especial de su carácter que, durante las disputas teológicas, callaba siempre los nombres de sus adversarios. Él buscaba sólo la verdad, cosa que ha sido reconocida aun por un obispo anglicano actual, quien dice que Duns Escoto, como defensor y buscador pertinaz de la verdad, podría guiarnos en el coloquio entre las confesiones cristianas.35

En resumen hemos de decir que, a pesar de la carencia de detalles, nos encontramos ante la imagen espléndida de la vida de un hombre espiritual extraordinario, del que, ciertamente, nunca se relatan aspectos negativos. Su figura resplandece aureolada por una luz brillante y nos dice mucho de su carácter y de su vida interior.

Y para terminar este apartado de la personalidad de Duns Escoto no podemos silenciar su legendaria oposición a Santo Tomás de Aquino. Tal supuesto lo califica Etienne Gilson como una fábula.36 Lo verdadero en este punto es que Escoto criticó mucho más a otros autores y que, cuando lo hacía con Santo Tomás, no mencionaba su nombre (como tampoco el de los demás autores), sino que trataba de buscar la verdad y nada más, y, aun esto, con cortesía y modestia. Sabemos que su crítica a Santo Tomás fue siempre objetiva, en busca de la verdad, y que entonces Tomás todavía no había sido canonizado y era uno de los investigadores de la ciencia de Dios. En ambos hemos de admitir fallos y de cada uno tenemos que decir: In medio Ecclesiae aperuit os eius, «En medio de la asamblea le da la palabra el Señor» (Eclo 15,5).

VI. EL CAMINO DE DUNS ESCOTO HACIA LOS ALTARES

Ya desde su muerte se veneró a Duns Escoto.37 Pero su camino hacia los altares ha estado plagado de dificultades, y hasta nuestros días no hemos visto la culminación de su andadura. A ella se ha llegado después de tres largas etapas y no menos de cinco procesos que poco o nada sirvieron para la beatificación, pero que ayudaron al éxito final.

Primera etapa

El primer proceso con miras a la beatificación se realizó en Colonia en los años de 1706-1707. Se trataba del reconocimiento del culto tributado a Escoto en Colonia; pero después de tantos esfuerzos el veredicto de los jueces fue: «Non constare...», es decir, no consta que se le haya tributado tal culto. La crítica a tal dictamen empezó inmediatamente después del proceso, sobre todo atendiendo a los traslados y a los reconocimientos como actos de culto. Recientemente, con el pronunciamiento favorable de seis reconocidos historiadores, que emitieron sus votos favorables el día 11 de abril de 1989, se ha reconocido el culto también en Colonia.38

Después del proceso de Colonia, hubo otro en la diócesis italiana de Nola (cerca de Nápoles), de 1709 a 1711. Se reconoció plenamente el culto a Duns Escoto en la mencionada ciudad de Campania y en sus alrededores. Por lo demás, en aquella región había entonces un floreciente culto al Beato. Su origen proviene ciertamente de la persona de Landulfo Caracciolo, fraile menor napolitano, que fue discípulo de Duns Escoto en París, y después, sucesivamente, Provincial de Nápoles, Obispo de Castellammare di Stabia y, finalmente, Arzobispo de Amalfi. Él propagó por toda la región de Campania el culto a la Inmaculada y, con ello, también el culto a Duns Escoto. A esto ayudó la veneración a la Inmaculada procedente de España en la época de los Virreyes españoles en Nápoles.

Pero, a pesar de este éxito en Nola, la causa Scoti no avanzó durante dos siglos y así la primera etapa fracasó.

Segunda etapa

Se inició en 1900 y duró hasta 1921. A lo largo de este periodo de 21 años, hubo tres procesos, muchos esfuerzos y hasta luchas, que terminaron fracasando de nuevo.

Al principio de esta segunda etapa, se preparaba un segundo proceso en Nola para completar el primero, con nuevos documentos y conocimientos. Pero antes de que este se celebrara, se realizó otro en Génova, en los años de 1904-1905, que estuvo mal enfocado y, por consiguiente, resultó un fracaso. Nadie pensaba en un verdadero culto a Duns Escoto en aquella ciudad. Por eso el juicio allí emitido no es de extrañar: «No hay culto a Duns Escoto en Génova...». Menos mal que el segundo proceso de Nola, celebrado durante los años de 1905-1906, fue de nuevo positivo: «Se tributa culto a Duns Escoto en Nola. Hemos de añadir que florece todavía como desde hace siglos...». La fórmula reza: Ab immemorabili tempore, «desde tiempo inmemorial».

En este repaso a los procesos, no podemos olvidar el celebrado en Roma el año 1918. Más que proceso, fue un conato de proceso, de pocas horas o, quizás, de una hora. Se trataba sólo de reconocer seis imágenes de Duns Escoto y cuatro pasajes escritos sobre el Beato. Todo fue reconocido y éste resultó positivo.

Volviendo sobre el proceso de Nola (Nola II) citado anteriormente, hemos de decir que la situación, después del mismo, se presentaba propicia para la llevar la causa de beatificación a buen término. Pero adversarios encarnizados de la Causa, que trabajaban constantemente contra ella con todos los medios a su alcance, consiguieron que en el año de 1912 se promulgara un decreto -por lo visto contra Duns Escoto- en el que se disponía que, en los casos en que se tratara del culto, se tenían que de investigar también los escritos de los Siervos de Dios, cosa no exigida anteriormente. Este nuevo requisito, el de examinar los escritos de Escoto, lo realizaron dos nuevos consultores, y no encontraron nada importante que objetar. No había problemas con sus escritos. Sin embargo, en la sesión definitiva de los Cardenales, celebrada el 27 de julio de 1920, se exigió mucho más: una edición crítica de las obras de Duns Escoto para ver si había herejías en las mismas. Se ve que dicha comisión de Cardenales tenía algunas reservas sobre la doctrina de Escoto, ya que el veredicto emitido en abril de 1925 presentaba más de cuatrocientas páginas de objeciones a la doctrina de Escoto y, en consecuencia, resultó contrario a la Causa y a los requisitos exigidos en la predicha sesión de 1920.

La Orden franciscana, por su parte, puso manos a la obra y creó una Sección escotista en su centro de investigación de Quaracchi (Florencia). Dicha Sección trabajó allí desde 1927 en la edición crítica de las obras de Escoto, y, desde 1938, en que fue trasladada a Roma, continúa trabajando en el Colegio de san Antonio, bajo la denominación de Comisión escotista. A partir de 1950, con la publicación de los primeros volúmenes, se iniciaron las respuestas críticas a las objeciones de 1925. Las realizó la misma Comisión bajo la dirección del padre Carlos Balic. En 1970 se presentó el estudio crítico definitivo a la Congregación para las Causas de los Santos. En abril de 1972 una comisión de Cardenales sentenció: Nihil obstare..., es decir, que no había ningún obstáculo para continuar con la Causa de Duns Escoto. A primeros de mayo de 1972 el Papa Pablo VI asumió el dictamen de los Cardenales.

Tercera y definitiva etapa

Sabiendo ya que la doctrina del Siervo de Dios no presentaba ningún problema, la situación se volvió cada vez más propicia para llegar a la meta. En este clima de sosiego es cuando se gestó la tercera y definitiva etapa para la Beatificación de Duns Escoto. Su origen estuvo en la Provincia de Colonia de los frailes menores. Allí se le dio un gran impulso y, en 1985, se formó en Roma una Comisión especial con representantes de las cuatro Ordenes franciscanas. Estos elaboraron una Positio de casi mil cuatrocientas páginas, que se publicó en diciembre de 1988. La Positio es la colección de todos los documentos que pueden ser importantes para la causa de beatificación. Podemos llamarla completa por su contenido: en ella están recogidas todas las cuestiones relativas a la vida, al culto y a la misma Causa de Duns Escoto. A pesar de tener bastantes deficiencias, esta obra de tantos autores fue reconocida como excelente y, lo que es más importante, sirvió sobre todo para la Causa.

Seis historiadores reconocieron, el 11 de abril de 1989, el culto tributado al Siervo de Dios. El 23 de Noviembre de 1990, nueve teólogos votaron sobre las cuestiones más difíciles, es decir, sobre las virtudes y la santidad de Duns Escoto; ocho votaron positivamente y sólo uno lo hizo negativamente. Igualmente votaron el 21 de mayo de 1991 los Cardenales.

El Papa Juan Pablo II reconoció, el 6 de julio de 1991, «la fama de santidad, las virtudes heroicas y el culto ab immemorabili tempore del Siervo de Dios Juan Duns Escoto». Con este decreto la Iglesia proclamaba oficialmente Beato a nuestro heraldo de Cristo Rey y trovador de la Inmaculada Concepción. Una ardua lucha por su beatificación logró conquistar la meta y saborear las delicias de la coronación.

N O T A S:

1) Todas las cuestiones sobre Duns Escoto (exceptuando la doctrina) las encontramos bien tratadas en la Positio del proceso de beatificación, bajo el título: «Nolan. seu Colonien. Confirmationis cultus servi Dei Ioannis Duns Scoti sacerdotis professi Ordinis S. Francisci "Beati seu Sancti" nuncupati (1265c-1308).- Positio super cultu ab immemorabili praestito atque virtutibus ex officio concinnata». Roma 1988.- La positio contiene, entre otras cosas, las tres biografías clásicas de Escoto: la de Mariano de Florencia, OFM, Vita beati Johannis Duns Scoti doctoris mariani ac subtilis ab immemorahili tempore beati vulgo nuncupati, Génova 1904. La de Mateo Ferchius, OFMConv, Vita B. Ioannis Dunsii Scoti franciscani doctoris subtilis, Bolonia 1622. Y la de Lucas Waddingo, Ioannis Duns Scoti doctoris subtilis Ordinis Minorum vita, Annales 1304.1308.

2) E. Renan, Jean Duns Scot, Frère Mineur. Histoire Littéraire de France, XXV, París 1869, 404.

3) In Quarto Sententiarum, Inc. 16, 314s.

4) M. Ferchius, Positio, 126.

5) Tractatus Fr. Thomae vulgo dicti Eccleston, De adventu Fratrum Minorum in Angliam. Little, París 1909.

6) Positio, 21. Del "Registrum Ordinis", Mss de St. Mary's. College de Blairs, 9219.

7) Hugo Cavellus, Panegyricus aeternae memoriae, c. I. Cf. Positio, 257.

8) A. Callebaut, A propos du b. Jean Duns Scot. AFH 24 (1931) 54-62.

9) E. Longpré, L'ordination sacerdotale du B. Jean Duns Scot. AFH 22 (1929) 54-62.

10) Primer epitafio (s. XIV), Positio, 770.

11) Oxoniense 4, d. 33, q. 2 (XIX, 377).

12) A. Callebaut, Le b. Jean Duns Scot étudiant à Paris vers 1293-1296. AFH 17 (1924) 3-12.

13) Id., Le b. Jean Duns Scot à Cambridge vers 1297-1300. AFH 21 (1928) 608-611.

14) In I Sent., d. 38 (ed. Venecia 1502, f. 64 va), Positio, 576.

15) Mariano de Florencia, Vita, 3; Positio, 121s.

16) Vorrilong, IV Sent.; Positio, 576s.

17) A. G. Little, Franciscan papers, lists and documenta. Manchester 1943, 230-235; Positio, 46-50.

18) E. Longpré, Le b. Duns Scot pour le Saint Siège et contre le gallicanisme (Paris, 25-28 juin 1303). France Franciscaine 11 (1928) 137-162; Positio, 55-57.

19) Positio, 57.

20) Carta del 18-XI-1304; Positio, 68s.

21) C. Balic, Theologiae Marianae elementa. Sebenico 1933; Positio, 100s.

22) «Doctoris Subtilis elogium», en I. D. Scotus, Opera Omnia, I. Lugduni 1639, 11s; Positio, 624s.

23) Vorrilong, II Sent., d. 44, q. 1; Positio, 265.577.

24) A. Callebaut, La maîtrise du b. Jean Duns Scot en 1305; son départ de Paris en 1307. AFH 21 (1928) 206-239; Positio, 85-93.

25) Positio, 770.

26) Positio, 106s.

27) Positio, 781.

28) Waddingo, Vita, nn. 36-45.48; Positio, 165-171.173s. .

29) Positio, 770.

30) N. Glassberger, Chronica, 113; Positio, 186.

31) D. Esser, Grab des seligen Johannes Duns Scotus, en D. Esser - D'Andrea, Johannes Duns Scotus. Untersuchungen zu seiner Verehrung. Mönchengladbach 1986, 165-204.

32) Id., ibid., 197-200.

33) Positio, 681.

34) Positio, 781.

35) Moorman, obispo anglicano. Positio, 1160.

36) Note sur un texte de Cajétan. Ant 27 (1952) 380.

37) Cf. D. Esser - D'Andrea, o. c., 9-164.242-274.

38) Nolan... confirmationis cultus...Relatio et vota. Roma 1990.

[Carthaginensia, vol. IX, nn. 15-16 (1993) 167-187]

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