DIRECTORIO FRANCISCANO
Santuarios Franciscanos

BASÍLICA DE SAN FRANCISCO
por Gualtiero Bellucci, o.f.m.

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«No hubo honores demasiado grandes para este pobre; los pueblos se acordaron de su amor, y quisieron darle más de lo que él había abandonado por ellos. Y pues que no tuvo ni techo ni servidor, fue necesario construir para él una morada magnífica como el palacio con el que había soñado en su juventud» (A. F. Oznama).

«El ábside dice: yo soy el confín de la tiniebla.
Y la fachada dice: yo soy la muralla del cielo.
Y la nave central dice: yo soy la vía láctea que conduce al Señor.
Y los haces de columnas dicen: nosotros somos la selva inmóvil.
Y la bóveda sobre el altar dice: yo soy el arco iris eterno.
Y la tumba dice: yo soy la estiba de San Francisco que vive con el Señor.
Y el altar mayor dice: yo soy la mesa de la vida.
Y el tabernáculo dice: yo soy el arca del silencio.
Y un capitel dice: yo soy un nido de ángeles.
Y otro capitel dice: yo soy un nido de sol.
Y el techo dice: yo soy el límite del espacio.
Y el claustro dice: yo soy el vestíbulo de las bodas.
Y un arco dice: yo soy la rotundidad de la tierra.
Y un arco gótico dice: yo soy la verticalidad del Verbo.
Y una vidriera dice: yo soy la perfección de la luz.
Arcos, capiteles, columnas, vosotros no sois más que formas del espíritu, la síntesis. Él se ha hecho en nosotros de carne y nosotros nos hemos hecho por vosotros de piedra, para ser todos juntos la unidad.
Y como cada ladrillo ha bebido una gota de su sangre, así cada uno cante con el pobre Francisco, la alegría de su libertad, porque vosotros sois todos juntos la armonía.
Y cuando los hombres ya no hablen más de él, continuad hablando vosotras, oh piedras, en este vestíbulo del paraíso, junto con nuestra piedra miliar: FRANCISCO DE ASÍS».

La doble Basílica de San Francisco, en la que es custodiado y venerado con gran amor el cuerpo del Santo, fue ideada y en gran parte realizada por Fray Elías, que dirigió su construcción atrevida e imponente.

Un templo espléndido querido por el Papa Gregorio IX, que puso la primera piedra al día siguiente al de la canonización del Santo realizada en Asís el 16 de julio de 1228. El admirable conjunto, construido sobre la colina del Paraíso, es indudablemente uno de los más bellos y singulares no sólo de Italia sino del mundo entero.

Se trata de una maravillosa síntesis del arte románico y gótico. En las paredes de ambas Basílicas los grandes artistas italianos han escrito con sus pinceles aquella «admirable vida (de Francisco) que sólo en el cielo se cantaría mejor» (Dante Alighieri).

En los grandes ciclos pictóricos de los siglos XIII y XIV, Giotto, Cimabue, Torriti, Simone Martini, Pietro Lorenzetti han narrado la vida de Francisco y sintetizado los misterios de la vida de Cristo. Sus frescos son una verdadera y propia «Biblia de los pobres» y hacen de esta ciudadela del espíritu un templo único y maravilloso.

Las amplias superficies de las paredes de ambas iglesias, con sus dos mil metros cuadrados de pintura mural, han sido pensadas para acoger el poema pictórico bíblico junto con el del Poverello, y constituyen el más armonioso concierto de colores de todos los tiempos. Una iglesia estupenda que grita durante los siglos, con versos arquitectónicos y con vivísimos colores, el Magníficat de Francisco que, «pobre y humilde», ha entrado rico en el Reino de los Cielos.

La custodia de la Basílica está a cargo de los Frailes Menores Conventuales.

EL SACRO CONVENTO DE SAN FRANCISCO

El Sacro Convento de San Francisco, construido, juntamente con las Basílicas, con piedras rosas y blancas del monte Subasio, constituye un conjunto de construcciones de incomparable belleza que da un toque inconfundible a todo el paisaje. Los grandes y sólidos muros han reequilibrado el declive de la colina con una serie de 53 poderosas arcadas de estilo románico por fuera, mientras que en el interior el movimiento gótico confiere al largo ambulacro o pasillo una esbeltez y una verticalidad verdaderamente estupendas. Para quien sube desde la llanura, el Sacro Convento se presenta como una gran mole rica en armonía, caracterizada por una doble fila de arcos altísimos. Por el contrario, para quien llega desde Perusa, el convento, con sus poderosos contrafuertes, aparece como una fortaleza inexpugnable. Por el lado opuesto, el convento, circundado por el bosque, se parece a uno de tantos sencillos conventos franciscanos como abundan en la Umbría.

El Sacro Convento, surgido con la Basílica a la que parece agarrarse, comenzó a ser habitado por los frailes en 1230.

Al Papa franciscano Sixto IV, le cabe el mérito de haber organizado buena parte del complejo arquitectónico conventual. Fue él quien, entre otras cosas, hizo construir la galería del claustro superior, entre 1474 y 1476, el claustro que hoy lleva su nombre, e hizo levantar, para sostener el edificio, un grandioso contrafuerte en el lado de poniente, donde, en una hornacina, está la estatua del Pontífice en actitud de bendecir.

Introduce al grandioso Santuario franciscano un gracioso pórtico construido en el siglo XV, que rodea la plaza y que permite una vista maravillosa sobre el armoniosísimo complejo basilical. Domina, bella y soberbia, alta y solemne, la Basílica superior con la robusta torre románica terminada en 1239, dividida por cornisas y arquillos, y recorrida toda ella por pilastras salientes.

El bellísimo atrio, de Francesco da Pietrasanta (1487), que se abre en un lateral de la Basílica inferior, permite el acceso, mediante un portal gótico doble, a la primera Basílica. Arriba, sobre las puertas talladas en 1549 y 1573 por los maestros Nicolò da Cagli y Pompeo da Foligno, hay un admirable rosetón, un verdadero encaje de piedra, definido como «el ojo de iglesia más bonito del mundo». El rosetón es el símbolo de Cristo sol de justicia que repite a los que entran las palabras de vida: «Yo soy la puerta, si uno entra por mí, será salvo, entrará y saldrá y encontrará pastos».

BASÍLICA INFERIOR DE SAN FRANCISCO

El 29 de marzo de 1228, Fray Elías Bombarone recibió, como donación de Simone di Pucciarello para el Papa Gregorio IX, el primer lote de terreno para la construcción de la iglesia que debería convertirse en el lugar del sepulcro de Francisco de Asís, al occidente de la ciudad, sobre la «Colina del infierno», así llamada porque en ella eran ajusticiados los malhechores. Hoy esta colina es llamada del paraíso por la belleza única del monumento que ha transformado su aspecto y ha caracterizado de manera nueva y estupenda todo el panorama de la ciudad.

El 17 de julio del año 1228, al día siguiente de la solemne canonización de San Francisco, celebrada en Asís, en la iglesia de San Jorge, actual Basílica de Santa Clara, el mismo Papa Gregorio IX, íntimo amigo de San Francisco, que acababa de proclamarlo santo, puso la primera piedra de la iglesia a erigir.

Los trabajos, bajo la inteligente y voluntariosa dirección de Fr. Elías, al cabo de dos años escasos, con prodigiosa rapidez, fueron concluidos por lo que se refiere a la Basílica inferior, de modo que en 1230, presentes los frailes reunidos en Capítulo por la fiesta de Pentecostés, el 25 de mayo, el venerable cuerpo de Francisco, todavía incorrupto, fue llevado procesionalmente al templo levantado en su honor.

Fr. Elías, concibió este singular templo, como una enorme cripta baja y casi aplastada por el peso de la Basílica superior ligera y esbelta. La atmósfera que en ella se respira está impregnada de espiritualidad e invita a la oración. El antiguo Ministro provincial de Siria, Fray Elías, conocía bien las fortalezas construidas por los cruzados y los gigantescos sepulcros tallados en la roca para depositar en ellos los despojos mortales de ilustres personajes, y su amor por la grandiosidad explotó aquí. Él fue el «padre de la Basílica, el cerebro que la pensó y el puño que la realizó» (L. Gillet).

El ingreso nos introduce en el inmenso atrio o vestíbulo, hacia la mitad del cual se abre, a la izquierda, la verdadera y propia nave de la basílica inferior. Los arcos que se suceden en semicírculo a partir de los macizos pilares laterales, las grandes bóvedas de aristas que se curvan hasta casi tocar la tierra, determinan un ambiente místico y tranquilizador.

Dejando a la izquierda la capilla de San Sebastián (martirio del Santo en tela, de Giorgetti, en el altar, y, en las paredes, episodios de su vida, de G. Martelli), se admiran en las paredes de la derecha dos monumentos sepulcrales de exquisita hechura, pero de atribución incierta (Mausoleo de Cerchi y Mausoleo de Juan rey de Jerusalén), a los cuales sigue, siempre a la derecha, la Capilla del Santísimo, desde la cual un acceso nos lleva a un gracioso y sugestivo claustrillo, ambiente lleno de calma y de verdor.

En la parte terminal del vestíbulo, la Capilla de Santa Catalina de Alejandría, querida por el cardenal Albornoz y realizada por Gattapone de Gubbio; frescos de Andrés de Bolonia (1368-69), que, ayudado por Pace di Bartolo de Asís (autor de las figuras de los santos), pintó en ellos ocho episodios de la vida de Sta. Catalina.

La nave central de la Basílica está enriquecida con una decoración pictórica de infinita belleza. Ésta guarda las decoraciones más antiguas de la Basílica. A lo largo de las paredes se pueden admirar frescos de gran interés artístico y refinado sentido del color. Son de autor desconocido, llamado precisamente el Maestro de San Francisco, y representan episodios de la vida de Cristo y episodios de la vida de San Francisco.

Aquí el artista, abandonando el esquema de confrontación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, instaura un paralelismo entre la pasión de Cristo y la vida del estigmatizado del Alverna, la compasión de Francisco.

En la parte derecha de la nave está la pasión de Cristo: Cristo despojado de sus vestiduras, bajado de la cruz, sepultado... En la pared izquierda, la compasión de Francisco: el santo desheredado mientras sujeta la Basílica de Letrán, Francisco y los pájaros, Francisco estigmatizado y muerto.

La apertura de las capillas laterales llevó inevitablemente a la reducción de los ciclos pictóricos.

Este admirable templo, que se desarrolla a partir de la nave amplia y solemne para dilatarse en el breve ábside y en los vastos transeptos, aparece, y no casualmente, como una Tau, el signo que a Francisco le recordaba constantemente la cruz del Señor y que fue uno de sus mayores amores. Lo marcaba en las celdas, con él firmaba las tarjetas que enviaba a sus amigos y conocidos, y en esa forma quiso que fuera cortada su pobre túnica. Para él, Cristo era el Alfa y la Omega de la historia de los salvados, el principio arquitectónico de toda su vida de convertido, de San Damián al Alverna, hasta la muerte a la que acogió en la Porciúncula con alegría pascual. Todo este camino conduce hacia la gloria tan dignamente representada en los plementos que resplandecen sobre el altar y que celebran la gloria del diácono Francisco, pobre, obediente y casto.

La primera capilla a la izquierda de la nave está dedicada a San Martín. Fue decorada con frescos poco antes de 1320 por el sienés Simone Martini. De particular belleza e interés es la escena que representa al Santo en el acto de dejar las armas para alistarse en la milicia espiritual. Una representación del mundo caballeresco y militar en perfecto ritmo figurativo.

La última capilla a la derecha está dedicada a Santa María Magdalena y encierra algunas de las más significativas creaciones de la madurez artística de Giotto. Aquí se aparece Jesús a la Santa invadida de pasión y de terror en una elocuente sencillez. Giotto y sus discípulos trabajaron también en los cuatro admirables plementos que se curvan como un inmenso baldaquino, rico en vivos colores, sobre el altar papal de la Basílica. Su perfecta hechura representa sin duda una de las más bellas y sublimes conquistas del genio humano de todos los tiempos. De la misma escuela es también el ciclo de la infancia de Cristo: Visitación, Natividad, Presentación en el Templo, Matanza de los Inocentes, Adoración de los Magos, Huida a Egipto, Jesús entre los doctores, Vuelta a Nazaret.

Los tres frescos de la franja más baja, representan a Francisco que interviene milagrosamente en favor de dos niños. En la pared del transepto de la derecha, Cimabue pintó el grupo con la Virgen en el trono y San Francisco, celebérrimo porque la figura del Santo ha sido tenida desde siempre como el retrato más cercano y fiel del Santo.

En la parte final del transepto derecho, Capilla de San Nicolás de Bari con frescos atribuidos al maestro de la Capilla de S. Nicolás.

En el brazo opuesto del transepto, está el admirable ciclo de la Pasión de Cristo, de Pietro Lorenzetti y ayudantes (primeros decenios del siglo XIV): Entrada de Jesús en Jerusalén, Lavatorio de los pies, Ultima Cena, Traición de Judas, Camino del Calvario, Crucifixión, Sepultura, Descenso a los infiernos, Ahorcamiento de Judas, Resurrección. Frente a la Crucifixión, San Francisco recibe los estigmas. De intensa dramaticidad es el Descendimiento de la cruz.

De refinada belleza y particular gracia es la delicadísima Virgen con el Niño en coloquio espiritual con los Santos Juan Evangelista y Francisco. Jesús le pregunta a la Madre: ¿A quién debe bendecir? La Virgen le indica a Francisco, todo él lleno de gran humildad. Esta pintura, del propio Pietro Lorenzetti, es conocida también con el nombre de la Virgen de las Puestas de sol o de los Ocasos.

Bajo los espléndidos plementos emerge fuerte y solemne en su majestad el altar papal de la Basílica. Está formado por una sola piedra que se apoya en arcos trilobados, sostenidos por veinte columnitas. El altar es de estilo gótico, y fue realizado por pedreros comascos y decorado posteriormente con mosaicos por maestros cosmatescos.

El altar estaba rodeado antiguamente de un iconostasio cosmatesco del mismo estilo, que, desmontado posteriormente, ha sido reconstruido a la izquierda, al lado de la cátedra papal.

Son notables los sitiales del coro tallados en madera de nogal por Apollonio de Ripatransone y taraceados por el florentino Tommaso di Antonio en 1471. En la parte cóncava del ábside, donde estaba el grandioso y discutido fresco del florentino Stefano, está ahora el Juicio final, de Sermei.

RELIQUIAS DE SAN FRANCISCO

En la Basílica inferior están celosamente conservadas algunas reliquias preciosísimas de San Francisco. Entre ellas está en primer lugar el texto auténtico de la Regla Bulada de la Primera Orden franciscana, aprobada por el Papa Honorio III el 29 de noviembre de 1223. Es considerada como la carta magna de la vida de los Menores. Francisco exhortaba con frecuencia a los suyos a observar la Regla y solía repetir que «La Regla es el libro de la vida, la esperanza de la salvación, el yelmo de la gloria, la médula del evangelio, el camino de la cruz, el estado de perfección, la llave del paraíso, el pacto de la eterna alianza».

Quería que todos tuvieran un ejemplar y que se la aprendieran de memoria. Prescribió que la Regla estuviera siempre ante sus ojos para recordarles el ideal de vida y como estímulo a su observancia. Y más aún, quiso y enseñó a los frailes a morir con ella (Espejo de Perfección n. 76).

Otra reliquia insigne es el precioso autógrafo del Santo con la Bendición a Fray León, su confidente, confesor y enfermero. El texto dice: «El Señor te bendiga y te guarde. Te muestre su rostro y tenga misericordia de ti. Vuelva a ti su mirada y te dé la paz». La escritura más tosca está en negro y es de Francisco, mientras que la más bonita y precisa está en rojo y es de Fray León. Según la tradición, el manuscrito, que lleva al dorso en escritura autógrafa de Francisco las Alabanzas del Dios altísimo, es de la misma época, después de las llagas, otoño de 1224, y escrito en el Alverna.

Otra conmovedora reliquia es la de la pobre túnica del Santo.

LA TUMBA DE SAN FRANCISCO

Por una escalera de dos rampas que se abre en el interior de la Basílica inferior, en uno de sus lados, se baja a la cripta donde está la tumba del Santo. Francisco fue sepultado en ella el 25 de mayo de 1230. La tumba del siglo XIII es invisible y completamente inaccesible. En 1818, tras 52 noches de trabajo, fueron encontrados la tumba y el cuerpo venerable de San Francisco. Fue entonces cuando Pasquale Belli creó una vasta cripta por debajo de las dos iglesias, en estilo neoclásico. Fue la sabiduría de Ugo Tarchi, en los años 1927-1930, la que realizó la actual cripta, revistiéndola de piedra, después de haberla despojado de los mármoles preciosos que la adornaban.

Recientemente, entre el 24 de enero y el 4 de marzo de 1978, un grupo de profesores, con el beneplácito del papa Pablo VI, realizaron un reconocimiento de los restos del cuerpo del Santo, colocándolos después en una urna de cristal que, a su vez, fue puesta nuevamente en el antiguo sepulcro.

En torno a la tumba de Francisco fueron sepultados, en 1932, los hijos y seguidores del padre, los fidelísimos de la primera hora: Fray León, «ovejuela de Dios», como solía llamarlo Francisco por la docilidad y mansedumbre, y que competía en humildad con el Santo; Fray Rufino, primo de santa Clara, «un hombre conspicuo de la nobleza de Asís»; Fray Maseo, el orador elegante, grande y elocuente que iba por el bosque arrullando de alegría; Fray Ángel, ¡el caballero cortés de la nueva tabla redonda! Esta humilde tumba de Francisco, corazón del incomparable Santuario, es la razón del milagro de arte y espiritualidad obrado por el genio de los hombres, en las basílicas que la coronan.

Aquí se reaviva en el corazón la antigua oración: «Padre san Francisco, acuérdate de todos tus hijos, que, angustiados por indecibles peligros, sabes muy bien tú, santísimo, cuán de lejos siguen tus huellas. Dales fuerza, para que resistan; hazlos puros, para que resplandezcan; llénalos de alegría, para que disfruten. Impetra que se derrame sobre ellos el espíritu de gracia y de oración, para que tengan, como tú, la verdadera humildad; guarden, como tú, la pobreza; merezcan, como tú, la caridad con que amaste siempre a Cristo crucificado» (2 Cel 224).

Donde se cruzan las escaleras de la cripta, en una urna se conservan los restos mortales de Fray Jacopa dei Settesoli, la noble señora romana, amiga fidelísima del Santo que estuvo junto a él en sus últimas horas de vida en la Porciúncula.

Junto a la cancela de hierro, a la entrada de la cripta, está la lámpara alimentada con el aceite que ofrecen por turno los Ayuntamientos de Italia y que arde delante de la tumba del Patrono de la nación. Un escrito en la misma dice: «No es más que un rayo de su luz».

BASÍLICA SUPERIOR DE SAN FRANCISCO

Esta venerable Basílica, esbelta y alegre, rica de luminosidad pascual, es bastante distinta de la austera iglesia inferior, en gran parte románica y más ponderada y contenida. La Basílica superior tiene en su interior la forma de cruz latina, de una sola nave con cuatro entrepaños y ábside pentagonal. Es de estilo gótico franciscano o italiano. Además de por su arquitectura, es célebre en el mundo entero por sus ciclos pictóricos, entre los más bonitos que existen.

«El edificio gótico representa la cruz sobre la que murió Cristo. Los rosetones, con sus pétalos de diamantes, representan la rosa eterna de la que cada alma rescatada es una hoja» (Taine).

El primero en decorar esta Basílica fue un pintor inglés, pero alrededor de 1280 entró en liza el gran maestro Cimabue que pintó la zona del ábside y gran parte de los transeptos. Alteraciones químicas, sobrevenidas con el paso del tiempo, han reducido estos frescos al estado de negativos fotográficos, pero el gran talento de este extraordinario maestro aletea con evidencia en estas paredes, a pesar de todo.

La parte alta de la nave está decorada por maestros romanos y toscanos, y entre éstos descuella el jovencísimo Giotto, cuya fuerte personalidad y capacidad innovadora expresada con gran talento le granjearon el inigualable honor de poder narrar sobre estas paredes la vida admirable del Pobrecillo de Asís, tomando como guía a san Buenaventura, autor de la vida del Santo.

Giotto reproduce en estos murales, con plasticidad viva y vigorosa, los mayores acontecimientos de la vida del Santo con una naturalidad y una carga de humanidad que se transparenta límpida y serena en cada una de las escenas como si él mismo hubiese sido actor o como si hubiera estado presente.

Algunos ejemplos:

a) Un hombre sencillo, al paso de Francisco por delante del Templo de la Minerva de Asís, extiende su manto en el suelo para que Francisco pase por encima, queriendo así honrarlo.

b) Francisco da su manto a un pobre... con una visión del Asís medieval.

c) Francisco restituye sus vestidos a su padre airado... una estupenda y emocionante escena... entre los dos grupos de personajes hay un vacío, como queriendo indicar un abismo de incomprensión y de distancia imposible de llenar.

d) El Papa Inocencio III ve en sueños a Francisco que, convertido en cariátide viviente, sostiene con sus robustas espaldas la basílica de Letrán que amenaza una inminente ruina y la equilibra con sus fuerzas. Plástica y vigorosa expresión de Francisco y de aquel amor grande y tenaz que el Santo tuvo por la Iglesia de Dios.

e) La predicación a los pájaros... es una de las escenas más célebres entre las que Giotto pintó en Asís. Se encuentra en el interior, a los pies de la Basílica, bajo el espléndido rosetón. ¡Francisco y los pájaros en una serenidad cósmica! El Santo se inclina delicadísimamente hacia las pequeñas criaturas, una multitud de pájaros de toda clase se apiña en torno a sus pies, detrás de Francisco un fraile contempla la escena estupefacto.

f) El episodio del caballero de Celano... El grande y dramático tema del dolor humano está expresado aquí en un fuerte crescendo de emociones, con sentido de gran realismo.

g) El milagro de la fuente... ¡Casi un manifiesto ecológico junto al mural de la predicación a los pájaros! El paisaje rocoso golpeado por la intensa luz del sol, parece justificar el milagro por el sediento que se lanza con avidez hacia el agua manada improvisadamente de la roca seca.

Frescos de Giotto en la Basílica superior de S. Francisco

En la nave, debajo de las escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, de varios pintores (Giacomo Torriti, Pietro Cavallini, etc.) descuella el gran ciclo de frescos de Giotto sobre la vida de san Francisco: 28 episodios tomados de antiguas biografías del Santo, especialmente de San Buenaventura.

He aquí la lista, partiendo del lado derecho del altar mayor:

1. Un hombre de Asís venera proféticamente al joven Francisco tendiendo a sus pies el propio manto en la plaza (cf. San Buenaventura, Leyenda Mayor [= LM] 1,1).

2. Francisco da su manto a un caballero pobre (LM 1,2).

3. Francisco tiene un sueño con un palacio lleno de armas marcadas con la cruz (LM 1,3).

4. Francisco ora ante el Crucifijo de San Damián (LM 2,1).

5. Francisco renuncia a la herencia paterna, desnudándose ante el obispo de Asís (LM 2,4).

6. Inocencio III ve en sueños a Francisco que sostiene la basílica de Letrán que se derrumba (LM 3,10).

7. Inocencio III aprueba la Regla franciscana (LM 3,10).

8. Francisco se aparece glorioso sobre un carro de fuego a los frailes de Rivotorto (LM 4,4).

9. Fray Pacífico ve un trono precioso en el cielo destinado al humilde Francisco (LM 6,6).

10. Francisco, por medio de Fray Silvestre, expulsa de Arezzo a los demonios instigadores de guerra civil (LM 6,9).

11. Francisco, ante el Sultán de Egipto, desafía a los sacerdotes musulmanes a la prueba del fuego para demostrar la verdadera fe (LM 9,8).

12. Los compañeros de Francisco asisten admirados al éxtasis del Santo (LM 10,1-4).

13. Francisco celebra en Greccio la Navidad de 1223 instalando el Belén (LM 10,7).

14. Francisco hace brotar de la roca una fuente de agua para un sediento que lo acompaña (LM 7,12).

15. Francisco, en Bevaña, predica a los pájaros (LM 12,3).

16. Francisco anuncia la muerte inminente a un caballero de Celano que lo había invitado a comer (LM 11,4).

17. Francisco improvisa una predicación ante el papa Honorio III (LM 12,7).

18. Mientras San Antonio predica en Arlés al capítulo de los frailes, Francisco se aparece a un hermano (LM 4,10).

19. Francisco recibe los estigmas en el monte Alverna (LM 13,1-5).

20. Muerte y apoteosis de San Francisco (LM 14,6).

21. Apenas muerto, Francisco se aparece simultáneamente a Fray Agustín, Ministro provincial de "Terra di Lavoro" y al obispo de Asís, Guido, de peregrinación en el Gargano (LM 14,6).

22. Jerónimo, noble asisiense, constata la realidad de los estigmas de Francisco (LM 15,4).

23. Los restos sagrados de Francisco son venerados por santa Clara y sus hermanas en San Damián (LM 15,5).

24. Gregorio IX declara santo a Francisco en una solemne canonización celebrada en Asís (LM 15,7-8).

25. San Francisco se aparece a Gregorio IX para asegurarle la realidad de los estigmas (LM, milagros, 1,2).

26. San Francisco cura a un hombre llamado Juan, de Lérida, devoto suyo, herido de muerte (LM, milagros, 1,5).

27. San Francisco resucita a una mujer de Monte Merano para que pueda confesarse (LM, milagros 2,1).

28. Pedro de Alife, encarcelado por falsa acusación de herejía, es liberado por San Francisco (LM, milagros 5,4).

Nos encontramos verdaderamente, con estos espléndidos frescos, ante un nuevo mundo figurativo que florece en estas paredes y que de aquí se transmitirá a una miríada de iglesias por toda Italia, renovada por el soplo incontenible de novedad y de espiritualidad florecidas con Francisco y transcritas con los caracteres de la más pura y limpia belleza.

Son dignas de grandísima atención, en este tiempo, único en el mundo, las estupendas vidrieras que constituyen la serie más noble e importante del arte de la vidriería de finales del siglo XIII italiano; éstas son en gran parte obra de maestros transalpinos que trabajan en Asís en el tercer cuarto del siglo XIII y contribuyen a crear esa gran fiesta de colores que en este tiempo se desarrolla por doquier en paredes y grandes ventanales policromos, creando un sentido de gozo, de alegría y estupor que parecen introducirnos realmente en la Santa Ciudad de Jerusalén, en aquella beata visión de paz que todos anhelamos.

En el ábside, en el que descuellan la bellísima cátedra papal y el altar, como también en el crucero corre el admirable coro del marquesano Domenico Indovini, obra finísima de tallado y taraceado terminado en 1501, en el que resplandecen las caras serenas y pacíficas de los grandes Santos de la Orden y de los personajes ligados, en alguna manera, a la vida y a las vicisitudes franciscanas.

MUSEO DE LA BASÍLICA

En la zona del ábside de la Basílica superior de San Francisco, merece una atenta y cuidadosa visita el Museo de S. Francisco, rico en obras de arte y en los numerosos donativos que los peregrinos a lo largo de los siglos han depositado, como dones de los Magos, al "alter Christus" -el otro Cristo-, Francisco de Asís.

Se trata de un riquísimo conjunto de esculturas, pinturas, objetos de orfebrería, tapices preciosos de gran belleza, códices miniados y retablos. Piezas muy importantes que confieren a este museo un valor en verdad único. Es de notable esplendor e importancia, en el propio museo, la colección Perkins, un conjunto de 57 piezas regaladas por F. Mason Perkins (América 1847 - Asís 1955) al Sacro Convento de San Francisco. Se trata de piezas de autores mayores y menores de las escuelas florentina, veneciana, veronesa y emiliana de los siglos XIV-XV.


[Gualterio Bellucci, O. F. M., Asís, corazón del mundo. Guía turística. Gorle (BG) - Asís, Ed. Velar - Ed. Porziuncola, 1996, pp. 78-128]

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