DIRECTORIO FRANCISCANO
Santuarios Franciscanos

SAN DAMIÁN
Por los caminos de Francisco de Asís

por Fernando Uribe, o.f.m.

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Historia

La iglesita y convento de San Damián se encuentran muy cerca de Asís, en un hermoso lugar rodeado de cipreses y olivares, donde muere la pendiente del monte Subasio.

Las noticias sobre sus orígenes no son muy precisas. Hay quienes remontan la primera construcción a los años finales del siglo IX o a los primeros del X. Se afirma que en el siglo X ya existían el ábside, el presbiterio y el tramo de la enfermería actual. Entre fines del siglo XI y a lo largo del siglo XII fue completada la iglesita con las dependencias del lado derecho (capilla, sacristía, sepulcro y coro), y a fines del mismo siglo XII fueron terminadas las dependencias de la planta superior.

No es seguro que haya sido inicialmente una posesión benedictina. Lo que sí es cierto es que a comienzos del siglo XIII pertenecía a la diócesis de Asís y estaba bajo la administración del obispo. Durante esta época la iglesita debió estar en mal estado de conservación, pero, de todas maneras, siendo apta para el culto, como se deduce de la presencia permanente o al menos frecuente de un sacerdote capellán. En esta época ya existía el fresco del ábside que representa a la Virgen con el Niño, al médico San Damián y al patrón de Asís, San Rufino, pintado probablemente en la primera mitad del siglo XI. También se encontraba en ella desde mediados del siglo XII el crucifijo románico-bizantino pintado sobre madera, que permaneció allí hasta el año 1260, cuando fue trasladado a la basílica de Santa Clara.

Cuando Francisco frecuentaba esta iglesita para orar durante el proceso inicial de su conversión en el año 1206, el crucifijo le ordenó reedificar su Iglesia y él lo entendió inicialmente en sentido material. No sabemos en qué consistió realmente la reconstrucción que le hizo. Probablemente se trató de reparaciones menores.

A partir del año 1212 el obispo Guido cedió a Clara y a sus primeras compañeras la iglesita y las edificaciones adyacentes, para que pudieran llevar independientemente la forma de vida evangélica que el Señor les inspiraba, a la manera de Francisco. Después de los muchos acontecimientos que tuvieron lugar en este escenario durante la admirable vida de Clara y de sus primeras compañeras, el conventito y la capilla volvieron a la administración directa del Capítulo de la Catedral.

No se sabe exactamente cuándo comenzaron los hermanos menores a habitar este convento, pero se presume que para el año 1270 ya estaban aquí.

A lo largo del siglo XVI se hicieron algunas modificaciones del edificio a partir del complejo inicial, entre las cuales se cuentan la ampliación del convento y la construcción del claustro y del pórtico de la entrada. Afortunadamente estas ampliaciones han sido hechas en manera tal que no se borraran las huellas del antiguo convento ni se perdiera el ambiente de primitiva simplicidad.

Para completar este esquema histórico, conviene agregar que, a partir del año 1860, el convento y la iglesia de San Damián pasaron a la propiedad del gobierno civil de Italia. Un poco más tarde (1879), el municipio de Asís lo vendió a Lord G.F.S. Robinson, marqués de Ripón ( 1909), protestante convertido al catolicismo. Este permitió que los frailes habitaran el convento, pero conservó su propiedad, la cual pasó a la familia Kerr. Después de un largo proceso de donación-restitución, el convento volvió oficialmente a las manos de la Orden por el acta notarial del 22 de Septiembre de 1983, firmada por su último propietario, Lord Kerr, a condición de que siguiera siendo lugar de oración y de retiro.

Descripción

La fachada de la capilla forma un único conjunto con la parte exterior del convento, alrededor de una encantadora plazuela. El pórtico de entrada crea un ambiente acogedor a pesar de que recortó el tragaluz de la capilla en su parte inferior. Aún se pueden observar las huellas de la primitiva edificación antes de las ampliaciones de finales del siglo XII.

La puerta que se encuentra a la izquierda del rosetón era la entrada al convento en tiempo de Santa Clara. Se accedía a ella por una escalera de madera sostenida con cadenas, de tal manera que durante la noche pudiera ser levantada, por motivos de seguridad. Dice una antigua crónica (Cf. Chronica XXIV Generalium, AF, p. 178) que, con motivo de la muerte de Santa Inés (27 de agosto o más probablemente el 16 de noviembre de 1253), hermana de Santa Clara, fue tal la aglomeración de fieles que querían ver el cuerpo de la santa, que las cadenas se rompieron y la escalera cayó al suelo. Agrega la crónica que por fortuna no hubo víctimas.

La pequeña capilla de la derecha, edificada en 1954 en honor de las víctimas de todos los campos de concentración, tiene un fresco sobre el altar que representa a la Virgen con el Niño entre San Francisco, Santa Clara, San Damián (?) y San Rufino (?), pintado por Ottaviano Nelli. Detrás de esta capilla, descendiendo por las escalas de la derecha, se encuentra la sala franciscana de cultura, en donde tienen lugar conferencias, exposiciones y conciertos.

A la izquierda de la puerta de entrada a la iglesita de San Damián hay un fresco del año 1522 bastante deteriorado, con las imágenes de San Roque y San Sebastián, protectores contra la peste. A la derecha de la misma puerta, el oratorio de San Jerónimo con frescos pintados por Tiberio de Asís (1517), que representan a la Virgen y el Niño entre San Jerónimo, San Bernardino de Siena, San Francisco y Santa Clara. Probablemente esta capilla formaba parte de la habitación del capellán.

El interior de la iglesita es de una sola nave estrecha y alargada (aproximadamente 10 m. x 3 m.), cerrada por un ábside. La bóveda es semi-ojival. Sobre el altar principal hay una copia del crucifijo que habló a Francisco, hecha por Leone Bracaloni. Detrás se encuentra el coro, con sillas hechas a comienzos del siglo XVI (1504). El espacio abierto sobre las sillas estaba cerrado en tiempo de Santa Clara por la reja de comunión, a través de la cual la santa y sus hermanas veneraron por última vez el cuerpo de San Francisco, cuando fue trasladado de la Porciúncula a la iglesia de San Jorge. En la bóveda, el fresco del siglo XI ya descrito.

A la derecha, según se entra, se encuentra la ventana del dinero donde, según la tradición, Francisco dejó la bolsa del dinero rechazado por el capellán, fruto de la venta de las telas y del caballo. Un pintor de los primeros años del siglo XIV (entre 1305 y 1315), de la escuela giottesca, dejó varias pinturas que tienen ante todo un valor iconográfico. A la izquierda, la oración de Francisco y el capellán que rechaza el dinero; a la derecha, Francisco deposita el dinero en la ventana; detrás de la entrada, la cólera de Pedro Bernardone, y, en lo alto, Asís con sus torres y puertas. Esta última es la más antigua representación de Asís que conocemos.

A la derecha de la nave se abre la capilla del Crucifijo, en donde se puede ver la talla en madera del Crucificado, admirable por su expresivo realismo, hecha por fray Inocencio de Palermo en 1637.

Más adelante se halla el «sepolcretto» o antecoro, en donde estuvieron enterradas las primeras compañeras de Santa Clara muertas entre 1238 y 1257, cuyos restos fueron después trasladados a la basílica construida en su honor. Más tarde fueron también enterrados algunos hermanos, entre los cuales el beato Sabino de Campello ( 1402). En la habitación contigua se encuentra el coro de Santa Clara con algunos restos de su mobiliario que no necesita descripción alguna. La rudeza de sus tablas habla por sí sola de la vida de oración y de pobreza que llevaban esas mujeres admirables (véase la lista de ellas sobre uno de los facistoles). Sobre el altar hay un fresco que representa al Crucificado entre la Virgen y San Juan, pintado por Antonio Mezzastris en 1482. El vitral de la ventana está dedicado a recordar a Ortolana, madre de Santa Clara, quien siguiendo a su hija, se hizo religiosa en este convento y aquí murió.

En la planta superior hay varias dependencias que nos ayudan a comprender mejor el género de vida que llevaban las damas pobres de San Damián. En la mitad de la escalera, a la derecha se encuentra el jardincito de Santa Clara, una pequeña terraza donde la santa cultivaba algunas flores y desde donde podía divisar la llanura con la iglesita de la Porciúncula al centro. Este lugar está ligado, según una antigua tradición, al Cántico de las Criaturas, porque cerca de él se encontraba la cabaña donde Francisco lo compuso. En la pared hay un bajorrelieve que conmemora el acontecimiento, hecho por Vicente Russignoli en 1926, y un exvoto de los ciegos de Italia.

Al finalizar la escalera se encuentra el oratorio de Santa Clara, dedicado a la Virgen (el nombre oficial del monasterio era: «Monasterium Sanctae Mariae de Sancto Damiano»). En este oratorio la santa conservaba la reserva eucarística (véase el pequeño nicho a la izquierda del ábside). Los frescos que hoy vemos fueron hechos en el siglo XVI.

Entrando por la puerta de la izquierda se llega al dormitorio de las hermanas. Según la Regla de Santa Clara, sólo las hermanas enfermas podían dormir sobre paja. En el rincón donde hay una cruz y un florero quedaba el jergón de la santa, en donde pasó gran parte de los 29 años de su enfermedad y donde murió el 11 de agosto de 1253.

El claustro es de singular belleza y merece unos momentos de silencio y reflexión. La vista hacia el campanario es especialmente sugestiva. En el muro exterior de la iglesita hay dos frescos de Eusebio de San Giorgio (1507) que representan la Anunciación y la Estigmatización.

El refectorio se conserva como en los tiempos de Santa Clara, con las mismas mesas bruñidas y el mismo piso. El puesto del ángulo señalado con la cruz y las flores, era el que ocupaba Clara, cuando la salud se lo permitía. Hay dos frescos pintados por Dono Doni en el siglo XV que representan la oración del joven Francisco ante el Crucifijo y el milagro de los panes.

En la enfermería, ubicada en la parte superior, estaban las celditas de las hermanas, en una de las cuales murió Santa Inés; hoy está convertida en oratorio.

Acontecimientos

San Damián es uno de esos lugares ricos en acontecimientos ligados a la memoria de Francisco y, sobre todo, a la de Clara. Enunciaremos aquí los más importantes con las respectivas referencias, tratando de observar un orden cronológico.

- Durante la oración en la iglesita de San Damián, el joven Francisco recibe del Crucificado la invitación a reparar su Iglesia: 2 Cel 10; LM 2,1a; Lm 1,5; TC 13cd.

- Francisco se dirige a Foliño en donde vende las telas y el caballo; de regreso, ofrece el resultado de la venta al capellán y transcurre una primera temporada escondido en San Damián: 1 Cel 8-10; LM 2,1b.2,2a; Lm 1,6; TC 16; AP 7b-d.

- Después de regresar de Gubbio, vive en San Damián en calidad de oblato y trabaja en la reparación de la iglesita, para lo cual busca ayuda en Asís: 1 Cel 18.21a; 2 Cel 11c.13b; LM 2,7a; Lm 1,9; TC 24; AP 8c.12a.

- En la segunda mitad del año 1211 Francisco obtiene del obispo Guido el lugar de San Damián para Clara Favarone, su hermana Inés y sus primeras compañeras: Leyenda de Sta. Clara 5.

- Desde San Damián, Clara aconseja a Francisco sobre el género de vida que debe llevar, de la misma forma que lo hizo fray Silvestre: Flor 16.

- En el año 1216 Clara obtiene del papa Inocencio III el privilegio de la pobreza, para defensa del cual luchó valientemente a lo largo de su vida contra obispos, cardenales y papas, hasta que, incluido en el capítulo 6 de la Regla de 1253, logró su aprobación definitiva: RCl cap. 6.

- Recluido en una celdita de bahareque cerca del San Damián, enfermo de los ojos y débil en su cuerpo, Francisco compone el Cántico de las Criaturas, propicia la reconciliación entre el obispo y el podestá de Asís y compone también unas estrofas dedicadas a las damas pobres: LP 83c-85; EP 100-101; 2 Cel 204.213.

- Clara pide la presencia de Francisco en San Damián, pero él, moribundo, sólo le puede enviar una nota escrita. Después de muerto, el cortejo pasa por San Damián a fin de que las hermanas le puedan dar la última despedida: LM 13,8.15,5; LP 13; EP 108.

- En el año 1228, con motivo de la canonización de Francisco, el papa Gregorio IX visita a Clara en San Damián. Por mandato del papa, Clara bendice los panes que estaban sobre la mesa del refectorio y la cruz queda grabada sobre ellos: Flor 33.

- En los años 1240 y 1241 se produce el asedio de Asís por parte de las tropas de sarracenos y del ejército comandado por Vital de Anversa, lugarteniente de Federico II. Clara traslada la Reserva Eucarística al refectorio y desde allí, con su oración intensa, logra ahuyentar a los asaltantes: Leyenda de Sta. Clara 21 y 22; Proceso III.

- En la noche de Navidad de 1252, Clara puede ver la misa de Navidad en la iglesia de San Francisco desde su lecho de enferma. Debido a este acontecimiento fue declarada patrona de la TV por el papa Pío XII: Leyenda de Sta. Clara 18.

- El 11 de agosto de 1253, un día después de haber recibido la Regla aprobada con la bula pontificia, «pasó de esta vida al Señor madonna Clara, verdaderamente clara sin mancha, sin oscuridad de pecado, a la claridad de la eterna luz». Su cuerpo permaneció en San Damián hasta el año 1260, cuando fue trasladado a la basílica construida en su honor: Proceso de Canonización, Sor Felipa (III testigo).

Actualización

- El mandato que recibió Francisco de «reparar la iglesia» fue entendido poco después por él en un sentido más amplio y espiritual. Los biógrafos primitivos se muestran preocupados por acentuar este cambio. Según se deduce de todos los documentos que poseemos hoy, Francisco fue muy consciente de su misión en la Iglesia. Nosotros sabemos que su influencia fue tan grande, que aún hoy se perciben sus repercusiones. Vale la pena que hagamos el esfuerzo de precisar algunos de los aportes que dio Francisco a la Iglesia de su tiempo y que determinemos la forma como los dio. A la luz de esto, pensemos cuál debería ser nuestro aporte como franciscanos a la Iglesia de hoy.

- En San Damián se produjo el primer encuentro determinante de Francisco con Jesucristo, quien será en adelante el absoluto de su vida. La experiencia culminante del monte Alverna es una prueba de ello. Su amor a Jesucristo afectó toda su vida. No fue simplemente una admiración intelectual ni sentimental. Cada uno de nosotros podría preguntarse:

• ¿Yo tuve ya mi encuentro con Jesucristo?

• ¿Cómo ha sido este encuentro?

• ¿Quién es Jesucristo para mí?

- La composición del Cántico de las Criaturas en las peculiares circunstancias físicas y psicológicas en que se encontraba Francisco, nos ponen de manifiesto las gigantescas dimensiones de su espíritu. Por otra parte, son una muestra de que su amor a las criaturas va más allá de la emoción del poeta. Cuando piensa en ellas no se olvida de la reconciliación y de la paz entre los hombres. No sin razón fue declarado recientemente el Patrono de los ecologistas:

• ¿Hasta qué punto hoy los franciscanos hemos recogido la herencia de Francisco?

• ¿Qué alcance tiene nuestro sentido de la ecología?

• ¿En qué forma nuestro aporte a la ecología tiene repercusiones de justicia y de paz?

- La valentía y la constancia de Clara para conseguir y conservar el «privilegio de la pobreza» nos da una idea de su compromiso evangélico y de su fidelidad a Francisco. Se trataba del privilegio de no tener nada propio, de no ser obligada a recibir nada de nadie en propiedad. Esto plantea serios cuestionamientos a nuestros entusiasmos pasajeros, a nuestros desánimos ante las primeras dificultades, a nuestros cansancios, a nuestras infidelidades, a nuestro afán de obtener privilegios de otra especie.

- En varias partes del mundo los monasterios de las Clarisas permanecen relegados al olvido de los hermanos de la primera Orden. A veces las relaciones se quedan en un plano funcional (administración de los sacramentos, celebración de determinadas fiestas, petición de servicios...). Francisco se mostró siempre solícito con las hermanas de San Damián y quiso que los hermanos hiciéramos otro tanto. Así lo dejó consignado en la Forma de vida para Santa Clara. Es importante entender esta ayuda dentro del ámbito de la complementación que se debe dar entre la Primera y la Segunda Orden y no con el criterio paternalista o machista de quien va a dirigir, ordenar o disponer unilateralmente.


Fernando Uribe, O.F.M., San Damián, en Idem, Por los caminos de Francisco de Asís. Notas para el itinerario por los lugares franciscanos. Oñate (Guipúzcoa), Ed. Franciscana Aránzazu, 1990, pp. 91-99.

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