DIRECTORIO FRANCISCANO
Santuarios Franciscanos

ASÍS. POR LOS CAMINOS DE SAN FRANCISCO
por Fernando Uribe, o.f.m.

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ALGUNOS DATOS
SOBRE LA HISTORIA DE ASÍS

{short description of image}La región de la Umbría es llamada «el corazón verde de Italia». A la fertilidad de su tierra se agrega la belleza de su paisaje, varias veces cantado por los poetas y maravillosamente pintado por los maestros de la escuela umbra. Las derivaciones de la cadena de los Apeninos la cruza en forma de colinas que descienden dulcemente hacia los pequeños valles. El más importante de éstos es la irregular llanura espoletana. Frente a ella se encuentra la ciudad de Asís, edificada estratégicamente sobre una de las colinas que sirven de contrafuerte al monte Subasio, a una altura de 424 metros sobre el nivel del mar.

Según algunos, Asís tendría un origen mitológico: habría sido fundada por Dárdano en el año 865 a.C. Dice la leyenda que Dárdano, hijo de Electra, estaba en plan de guerra contra su hermano Jasio. Un día que acampaba en el Subasio, vio en un sueño que Júpiter y Minerva lo protegían. Animado por este sueño ofreció un voto a los dioses si salía vencedor. El templo de Minerva, diosa de la guerra (hoy Santa María sopra Minerva), que domina la plaza principal de Asís, sería según esto el cumplimiento del voto del guerrero mitológico, el cual lo habría edificado sobre el mismo sitio donde tuvo el sueño. Otros pretenden que la fundación se debe al príncipe troyano Asio, de quien derivó su nombre el monte Subasio (Sub Asio = bajo el dominio de Asio).

Más probablemente, los orígenes históricos de Asís se remontan a las antiguas tribus de los umbros, quienes hubieron de compartir el poblado con los etruscos cuando éstos invadieron y dominaron el lugar desde el siglo IV a.C. Del período de la dominación etrusca se conservan aún algunos vestigios en la muralla, cerca de la puerta San Giacomo y en la vía Portica, cerca de la torre comunal. Los corredores subterráneos que van del centro de la ciudad hacia la Rocca son también de esta época.

A fines del siglo III a.C. se inició la dominación romana después de la batalla de Sentino (295 a.C.), en la que los etruscos y sus aliados los umbros fueron vencidos por el cónsul Q. Fabio y asimilados a la república de Roma. Poco después adquirió el rango de municipio romano como parte de la Tribu Sergia, con el deber de suministrar soldados a las legiones, pero con todos los derechos económicos y civiles. Todo municipio romano debía tener un foro, un templo, unas termas, un teatro y un anfiteatro, y Asís los construyó. Todavía hoy se pueden observar, además de las columnas y el frontón del templo de Minerva, los restos del foro romano en las excavaciones hechas debajo de la plaza comunal, algunos vestigios del teatro que estaba ubicado cerca de la actual catedral y el emplazamiento del anfiteatro cerca de la puerta Perlici. Se sabe que las termas estaban ubicadas no lejos del foro. De este período son también la gran cisterna que actualmente sirve de fundamento a la torre de san Rufino y los restos de estatuas, capiteles, columnas, etc., que se pueden ver en el museo del período romano, ubicado cerca de la plaza comunal, en la cripta de la antigua iglesita de san Nicolás.

Varios escritores romanos hacen mención de «Assisium» en sus escritos, como Catón el Viejo, Estrabón de Amasia, Silvio Itálico y Plinio el Joven. Según esto, Asís no solo tuvo una cierta prosperidad, sino que también gozó de un buen nombre.

Hay quienes aseguran que el poeta Sesto Aurelio Propercio (46 a.C. -16 d.C.), especialista en elegías, nació en Asís. Sin embargo, hay más de diez ciudades umbras que también se disputan su cuna.

Según una antigua tradición, el primer evangelizador de la región de Asís fue san Rufino, venido de Masia cuando reinaba Diocleciano. Durante la persecución declarada por el emperador, el obispo Rufino fue ahogado en el río Chiascio (hacia el año 238) y los cristianos recogieron su cuerpo. Más tarde fue llevado solemnemente a Asís y guardado en un antiguo sarcófago romano. La misma tradición asegura que sus sucesores san Vitorino y san Sabino también murieron martirizados. Desgraciadamente, hasta ahora no se conoce ningún documento histórico que confirme estas tradiciones. El primer obispo de Asís del cual se conservan documentos escritos se llamaba Aventino, enviado por Totila como embajador ante el emperador de Bizancio (año 547).

Hacia fines del Imperio romano, Asís sufrió todas las consecuencias de las invasiones de los pueblos del norte. Ya en el año 492 la ciudad fue dominada por los visigodos al mando de Teodorico. En el año 536 fue reconquistada por Sisifrido a nombre del emperador Belisario. Poco tiempo después, en el año 541, fue devastada por Totila y sus tribus godas. Once años después fue de nuevo reconquistada por las tribus bizantinas al mando de Narsés. Más tarde cae bajo el dominio de los lombardos, quienes la anexionaron al ducado de Espoleto en el año 568. En tiempos de Carlomagno los francos hicieron un nuevo asedio y saqueo de la ciudad (año 773).

Durante el período del Imperio romano-germánico, Asís sufrió varios altibajos. Casi siempre aparece en lucha contra su vecina Perusa, su eterna rival, la cual pertenecía al partido del papa (los güelfos), en tanto que Asís pertenecía durante esta época al partido del emperador (los gibelinos). Las guerras más memorables de este período son: la del año 1054, en la cual Asís aparece aliada a otras ciudades imperiales contra Perusa la güelfa, y la del año 1202, en la cual tomó parte el joven Francisco.

Poco antes de esta batalla había comenzado para Asís una situación política nueva: su independencia comunal. El momento clave de su proceso de independencia lo constituyó la toma y destrucción de la Rocca Maggiore en el año 1198, aprovechando las transacciones políticas entre el papa Inocencio III y el duque Conrado de Lutzen, quien a nombre del emperador entregaba al papa el ducado de Espoleto. La Rocca era el símbolo del poder imperial. Conrado había recibido a Asís como feudo de manos de Federico Barbarroja después de una rebelión que hubo en la ciudad en el año 1174.

Durante esta época la ciudad alcanzó un alto grado de desarrollo, como se deduce del incremento de las edificaciones importantes y la ampliación de sus murallas. Se puede decir que el período de bonanza se extendió a todo lo largo del siglo XIII, favorecido en gran parte por la alianza de paz con Perusa. Los intentos de invasión, como el de las tropas de sarracenos enviadas por Federico II (1240 y 1241) bajo el mando de Vital de Amberes no alcanzaron a alterar el progreso de la ciudad.

A partir del siglo XIV y, más concretamente, de la cautividad de los papas en Aviñón, comienza para Asís un período bastante tormentoso en el que las luchas intestinas se alternan con las invasiones de tiranos venidos de otras partes.

Las luchas intestinas tuvieron lugar entre los siglos XIV y XV. La ciudad se dividió en dos grandes facciones capitaneadas cada una por una familia. El partido güelfo era comandado por la familia Nepis («la nobilissima parte di sopra») y el partido gibelino por la familia Fiumi («la magnifica parte di sotto»).

Los dominios tiránicos más importantes fueron los de Biordo Michelotti, Broglio de Trino, Gian Galeazzo Visconti, los Montefeltro y Francisco Sforza. La ciudad de Perusa también dominó Asís durante varios años del siglo XV. El saqueo que hizo más daño a la ciudad fue el de Piccinino en 1492.

Sólo con Pablo III (1534-1549), cuando la ciudad volvió bajo el dominio del pontificado, logró un período de más estabilidad y trató de recuperarse de los estragos sufridos a lo largo de los dos siglos precedentes, pero fue una dominación que frenó el impulso que marcó su progreso en los siglos precedentes. A excepción de la breve dominación napoleónica (comienzos del s. XIX), Asís continuó perteneciendo a los estados pontificios, hasta el año 1860, cuando pasó a formar parte del reino unido de Italia. Hubo dos acontecimientos particularmente difíciles para la ciudad durante este período. Uno fue la peste del año 1642, que la dejó desolada, y el otro fue el gran temblor de tierra del año 1832, el cual produjo tantos daños, que fueron necesarios 15 años para hacer todas las reparaciones de casas y edificios públicos.

Desde los comienzos de este siglo XX la ciudad ha tenido un progreso notable, gracias al interés que sobre ella han despertado los historiadores, a las iniciativas de sus dirigentes comunales (especialmente Arnaldo Fortini), a la laboriosidad de su gente y, sobre todo, al creciente interés que la figura de san Francisco ha suscitado a lo largo del siglo. Basta pensar en la celebración de acontecimientos como: el séptimo centenario de su muerte (1926), la declaración de san Francisco como patrono de Italia (18 de junio de 1939), la visita del Papa Juan XXIII (4 de octubre de 1962), primera salida de un Papa de su cautiverio voluntario en el Vaticano, las celebraciones con motivo del octavo centenario de su nacimiento (1981-1982) y la Jornada Mundial de la paz (26 de Octubre de 1986) que congregó en Asís a todos los jefes religiosos del mundo entero.

Entre los personajes más notables nacidos en Asís están el mencionado poeta Propercio, el escultor Pietro di Damiano, los pintores Tiberio de Asís, Dono dei Doni y Andrea l'Ingegno, los historiadores Antonio Cristofani y Arnaldo Fortini, santos como Gabriel de la Dolorosa, el beato Gil y los hermanos de la primera fraternidad franciscana, santa Inés de Asís y su hermana, la insigne santa Clara, cofundadora de la segunda Orden franciscana y fiel discípula del santo y humildísimo Francesco di Pietro Bernardone, gloria de su ciudad y del mundo, el más perfecto seguidor de Jesucristo y el hombre que ha llegado al más alto grado de realización humana.

POR LAS CALLES DE ASÍS

Las exigencias de seguridad obligaban a los antiguos a edificar sus ciudades sobre las colinas o recostadas en las faldas de las montañas. Debido a ello, el sistema urbanístico era ordinariamente irregular, con calles asimétricas, tortuosas y estrechas, algunas de ellas tan empinadas que se transformaban en escalas de acceso a las casas. Asís es un ejemplo típico de estas ciudades.

Mirada en su conjunto, la ciudad se asemeja a un gran enjambre de piedra, en la cual sobresalen la cúpula de san Rufino, las torres de las grandes iglesias y los característicos contrafuertes del Sacro Convento. Son particularmente sugestivos los techos de sus casas, que descienden desiguales al ritmo de la pendiente de la colina.

Las edificaciones de Asís están hechas casi todas con una piedra de origen calcáreo extraída del monte Subasio. Es especialmente famosa por sus tonos rosáceos, que le dan a la ciudad un colorido pálido en los días grises y que adquiere tonos dorados con los rayos del sol poniente.

Las características topográficas de Asís no permiten un orden muy riguroso de visita. Más aún, este orden es desaconsejable. Para conocerla y descubrir su encanto, es necesario adentrarse sin rumbo fijo por sus callejuelas, subir y bajar, detenerse, saber observar los detalles. Conviene sin embargo recordar que el éxito del itinerario por Asís no lo darán tanto los placeres estéticos o las curiosidades históricas cuanto la reminiscencia de la espiritualidad de ese hombre maravilloso que le ha dado nombre y vida a su ciudad.

MURALLAS Y PUERTAS

En tiempos de Francisco, Asís contaba aproximadamente con 2000 habitantes. Era una ciudad mucho más pequeña que la actual. Las murallas que conoció Francisco fueron las llamadas «umbro-romanas», que habían sido destruidas por las tropas de Tolita (545) y que fueron reconstruidas probablemente en el siglo IX, cuando la ciudad estuvo sometida al ducado de Espoleto.

Sin pretender ser muy rigurosos y solamente para formarnos una idea acerca de las dimensiones que tenía Asís a fines del siglo XII, podemos decir que los muros partían de la Rocca Maggiore hacia la porta san Giacomo, avanzaban un poco hacia el oriente más o menos a la altura de la vía Metastasio, luego descendían hacia el sur por el actual Arco del Seminario, que era una de las puertas, y seguían hacia el sureste, pasando cerca del oratorio San Francescuccio. De allí bajaban hasta la vía S. Apollinare y se dirigían hacia el nordeste por detrás del ábside de santa María Maggiore, por el arco Pucci (cerca de la basílica de santa Clara) y por detrás de la Catedral, hasta el ángulo nordeste de la plaza Matteotti. De allí remontaban hacia la Rocca Maggiore. En el año 1260 estas murallas fueron ampliadas en algunos sitios, especialmente para proteger la basílica de santa Clara y el monasterio adyacente. Las actuales murallas fueron construidas en el siglo XIV.

Ocho grandes puertas dan acceso a la ciudad medieval. La Porta San Giacomo orientada hacia el norte, fue seguramente conocida por Francisco, pues su construcción se remonta al siglo XII. Ha sido bien conservada. A su estilo rectangular simple se ha agregado el adorno del ciprés que le da un carácter propio. La Porta Perlici es también bastante antigua. En su interior se puede observar todavía inscrito el año 1199. Su estilo es casi burdo: consta de una doble abertura sobre un muro trapezoidal. Esta puerta está muy unida al recuerdo de Francisco, pues ella conducía a los pueblos situados al norte de Asís. La Porta dei Cappuccini era conocida anteriormente también como Porta delle Carceri, pues es la que da acceso a las Cárceles y al monte Subasio. La Porta Nuova, mucho más reciente, permite el acceso por el sur de la ciudad y está adornada con almenas gibelinas. La Porta Moiano, orientada hacia el suroeste, está construida, según algunos, cerca de un antiguo templo dedicado a Janus, de donde ha tomado su nombre (Mons Jani). La Porta del Sementone, conocida también como «la portaccia», daba acceso a la conocida vía «francigena» (la vía que conducía a Francia); estuvo cerrada durante mucho tiempo y fue reabierta en el año 1926, con motivo del VII centenario de la muerte de san Francisco. Dos puertas dan hacia el occidente de la ciudad: la Porta San Pietro construida en el siglo XIV por el cardenal Albornoz, elegante y bien conservada, y la Porta San Francesco (1316), la cual fue forzada por el saqueador Picino en el siglo XV.

Donde hoy está el Arco del Seminario (observar los escudos de la ciudad en la parte superior), quedaba la antigua Porta di Panzo y en el actual Arco Pucci quedaba la antigua Porta Urbica que conducía hacia el sur. El Arco de Santa María de las Rosas es también una antigua puerta de la ciudad, lo mismo que los restos de una puerta que se encuentra en los subterráneos del palacio Fiumi Roncalli.

PLAZAS Y CALLES

La Plaza de la Comuna (piazza del Comune o del Ayuntamiento) es el centro topográfico de Asís y ha sido siempre el núcleo de la vida pública de la ciudad desde su período romano. Está formada por un rectángulo irregular con dimensiones un poco mayores a las del antiguo foro romano, cuyo nivel original se encuentra cerca de cuatro metros por debajo del pavimento actual.

Los edificios que la rodean constituyen una síntesis de la historia de la ciudad. El más antiguo de todos es el Templo de Minerva, construido sobre una amplia plataforma (hoy totalmente enterrada), con seis columnas acanaladas y capiteles corintios que sostienen un frontón simple. Es un típico ejemplar de templo romano de provincia. Fue edificado en el siglo I de nuestra era y transformado en templo cristiano (santa María sopra Minerva) por orden del papa Pablo III en el año 1539. Un siglo después fue totalmente renovado en su interior (1634) bajo la dirección del arquitecto Giorgetti, quien no dejó de la antigua estructura más que los muros laterales. Los padres del Oratorio lo tomaron bajo su cuidado en el silo XVII e hicieron pintar los frescos que cuentan la historia de san Felipe Neri hechos por Fr. Apiani. Actualmente el templo está bajo el cuidado de los hermanos franciscanos de la T.O.R.

A un lado de santa María sopra Minerva se yergue la Torre Comunal, sobria y elegante, coronada de almenas gibelinas. Según la inscripción grabada en su fachada, fue terminada en el año 1305, pero ya comienza a ser mencionada en 1275. Unido a ella se encuentra el Palacio del Podestà (o del Capitán del pueblo), adornado con almenas güelfas. Ya aparece mencionado en vida de Francisco (1212), pero su construcción fue terminada sólo en 1228, como se ve en la inscripción del segundo piso a izquierda. En el año 1927 fue restaurado.

El costado sur de la plaza se halla casi totalmente ocupado por el Palacio de los Priores (o de los Cónsules). Los diversos estilos de su fachada marcan las distintas etapas de su construcción. Una de esas etapas terminó en el año 1337, según se deduce de la inscripción que se encuentra sobre una de las ventanas. En el año 1542 sufrió nuevas reformas. Actualmente alberga la pinacoteca municipal.

Obsérvese en el extremo noroeste (a un lado de la oficina de Correos) el nicho de la Virgen con el Niño y ángeles, conocida como Nuestra Señora del pueblo, obra de un pintor de la escuela de Simone Martini. El nicho fue construido en el siglo XIX, pero el fresco es mucho más antiguo. A un lado de este nicho se encuentra el púlpito de mármol, atribuido a Nicolás de Betona (1354), desde donde muchos hermanos menores, grandes predicadores populares de los siglos XIV y XV, se dirigían a las multitudes. Este púlpito estaba adosado al frontis de la iglesia de San Nicolás.

Hay en Asís muchas otras plazas, en su mayoría pequeños espacios libres, que sirven para resaltar y dar acceso a templos y edificios públicos. Algunas de ellas son particularmente pintorescas, como la de santa María de las Rosas. Las más importantes son las de San Rufino, Santa Clara, la Iglesia Nueva y el Obispado. Las más grandes y no menos importantes son las dos de San Francisco, la de San Pedro y la Piazza Matteotti.

Una de las cosas que más llaman la atención cuando se camina por las calles de la Asís medieval es encontrar en los muros las señales de antiguas puertas, tapadas hoy con piedras. Son las llamadas puertas de los muertos. Para explicar su existencia conviene recordar que durante los siglos XII y XIII Asís estaba habitada en gran parte por pequeños artesanos. La planta baja, con una puerta ancha, era dedicada al almacén o al taller; la parte alta, independiente de la anterior, era dedicada a la habitación de la familia. Su entrada era una puerta estrecha, a la cual se llegaba por una escala removible, que era retirada durante la noche y en tiempos de revueltas, por razones de seguridad. Cuando volvió la época de calma, se hicieron escalas permanentes hacia la calle o se crearon comunicaciones en el interior de las casas. En este caso las puertas estrechas fueron tapadas o convertidas en ventanas. Nótese en todas estas puertas el característico arco ojival.

Es frecuente en algunas calles de Asís el alternarse de casas sencillas con otras de altas fachadas. Son las casas de las familias patricias, algunas de las cuales han sufrido transformaciones en el curso de los años. La calle más famosa por el número y la importancia de sus edificaciones es sin duda la actual vía San Francesco. De entre ellas destacamos especialmente las siguientes:

En el nº 162, el Palacio Giacobetti, construido por Giorgetti en el siglo XVII, sede de varias instituciones culturales, entre ellas la Sociedad Internacional de Estudios Franciscanos.

En el nº 19, el Palacio Spelli, llamado más tarde «palacio Bernabei». Fue diseñado por el arquitecto Giorgetti, pero su ejecución quedó inconclusa.

En el nº 14, la casa de los maestros comancini (o de Como). Era una corporación de maestros especializados en el arte de la construcción, originarios de Como (Lombardía), y que realizaron varios trabajos en el centro de Italia. Su símbolo era la flor y el compás, visible sobre la puerta de entrada. La casa fue construida en el siglo XIII, pero reformada en 1477, según aparece en la inscripción.

En el nº 13, el oratorio de los peregrinos (o de San Antonio Abad), edificado a fines del siglo XIII y destinado más tarde como hospicio de los peregrinos pobres, quines podían permanecer en él durante tres días. Estaba dirigido por la confraternidad de san Antonio Abad y de Santiago, lo cual explica la temática de varios de los frescos que adornan sus muros, debidos a dos maestros umbros: Matteo de Gualdo (1468) y Pier Antonio de Mezzastris (1482).

En el nº 8, el Palacio Bindagoli construido en el siglo XV sobre las murallas que existían en el siglo XIII, según el diseño de Giulio Danti.

En el nº 7, el pórtico del Monte Frumentario que daba acceso a un antiguo hospital para pobres edificado en 1267, quizás el más antiguo de Asís. Más tarde (siglo XVI), fue transformado en un instituto de crédito agrícola por la familia Barberini, cuyos escudos aún se pueden observar en la puerta de entrada. Para apreciar la magnitud de la construcción es necesario mirarla desde el lado de atrás, por la vía Fontebella.

Vale la pena mencionar también el Palacio de los Cónsules ubicado en el nº 2 de la vía Santa María delle Rose. Se trata de un edificio de la época de san Francisco (1225), de estilo románico aunque bastante retocado.

FUENTES

Otro elemento característico de Asís son sus fuentes, que se encuentran diseminadas por toda la ciudad. Las hay en varios estilos y dimensiones. En épocas anteriores tenían una función vital, cuando no existían los modernos acueductos. Hoy sirven de adorno a la ciudad y brindan frescura a los visitantes en los días de estío. Se pueden distinguir cerca de diez, contando las pequeñas y las grandes. Mencionamos las siguientes: la fuente del león, frente al obispado; la fuente Moiano, cerca de la puerta del mismo nombre; la fuente Santa Clara al frente de la basílica homónima; la fuente Perlici cercana a la puerta del mismo nombre; la fuente de San Rufino existente ya en el siglo XIII, pero restaurada en 1532; la fuente de los leones, en la plaza comunal, construida en el siglo XVI; la fuente Olivera, cerca del Monte Frumentario, regalo de Luis Olivieri a la ciudad en el año 1570; la fuente Marcella en la vía Fontebella, ofrecida por el sienés Marcelo Tutto, quien gobernó a Asís entre los años 1556 y 1557. Las dos últimas fuentes han sido atribuidas a Galeazzo Alessi, pero, según algunos, se trata de una atribución injustificada, pues el ingeniero perusino sólo comenzó a trabajar en Asís a partir del año 1570. Nótese la inscripción que dice: «Pena de un escudo y pérdida de la ropa para quien lave en esta fuente».

CASA DE BERNARDO DE QUINTAVAL

La casa de Bernardo de Quintaval se encuentra en uno de los sectores más característicos y mejor conservados de la Asís medieval. Para llegar a ella desde la plaza Comunal, se toma la vía Portica (costado noroeste) y luego se desciende por la vía San Gregorio (primera calle a la izquierda), la cual desemboca en la vía Bernardo de Quintavalle. En el nº 11 de esta calle se encuentra una inscripción que dice: «Es aquí donde Bernardo de Quintaval acogió a san Francisco en su mesa, lo tuvo como huésped y lo vio en éxtasis».

Fácilmente se pueden distinguir en la fachada las distintas etapas de la construcción. La parte más primitiva es la de la izquierda. En su tiempo era una de las casas altas de Asís, típica de una familia noble y adinerada, con habitaciones cuadradas y pequeñas. En aquel entonces el nivel de la calle era mucho más bajo.

La casa pertenece hoy a la familia Sbaraglini. Un pequeño oratorio recuerda el lugar de la famosa vigilia de los dos amigos (cf. 2 Cel 15).

Narran las fuentes que una de las veces en que Francisco se hospedó en casa de Bernardo, éste le expuso sus inquietudes espirituales y, después de observar por la noche el comportamiento del Santo, decidió abandonarlo todo y seguirle: «Bernardo había hospedado con frecuencia a Francisco. Había observado y comprobado su vida y costumbres, lo había visto que, sin apenas dormir, estaba en oración durante toda la noche, y se decía: "En verdad, este hombre es de Dios". Diose prisa, por esto, en vender todos sus bienes, y distribuyó a manos llenas su precio entre los pobres. Llevado a feliz término todo esto, se unió a San Francisco en su hábito y tenor de vida» (cf. 1 Cel 24; 2 Cel 15; TC 27-28; LM 3,3; AP 10; Flor 2).

LAS IGLESIAS MENORES

Quien quiera hacer un itinerario completo de Asís siguiendo los pasos de san Francisco, debe incluir necesariamente la visita a las iglesias menores. Damos el nombre de iglesias menores a las diversas capillitas y oratorios que se hallan diseminados por todos los rincones de la ciudad antigua. Muchas de ellas existían ya en el siglo XIII, aunque no todas en su forma actual, pues han sufrido reformas a lo largo de los siglos. No obstante, aún queda en ellas ese aire de mística simplicidad que tanto amaba Francisco. Visitarlas y orar en ellas nos servirá para adentrarnos en el espíritu del Pobrecillo, quien seguramente las frecuentaba para hacer su oración y para velar por el aseo y decoro de las mismas.

Aquí haremos alusión únicamente a las más antiguas. Incluimos en este grupo a la bellísima de San Pedro, a pesar de que no le acomode el nombre de «iglesia menor», a fin de que no quede fuera de nuestro itinerario, ya que no aparece mencionada explícitamente en las fuentes. Su belleza y antigüedad bien merece siquiera una corta visita.

Iglesia de San Pedro. Es quizá la iglesia de Asís que mejor conserva el aire propio de las iglesias del tiempo de Francisco. Con la construcción de las murallas del siglo XIV quedó integrada a la ciudad, pero a comienzos del siglo XIII se encontraba fuera de los muros de la misma.

Su origen es bastante antiguo, aunque su construcción no se hizo toda de una vez. En el año 1029 ya se comienza a hablar de ella. La parte inferior de la fachada y gran parte de su interior fueron levantadas en el siglo XII. A mediados del siglo XIII se le hicieron reformas sustanciales, entre las cuales se cuenta el segundo cuerpo de la fachada. Estos trabajos se debieron terminar en el año 1268, como se deduce de una inscripción todavía legible: 1268 tempore abbatis Rustici, pero para el año 1253 ya estaba en condiciones de ser consagrada. En efecto, se sabe que el papa Inocencio IV vino ese año a Asís y consagró, junto con este templo, el de San Rufino y el de San Francisco.

Hasta el siglo pasado el frontis terminaba en un tímpano, como el de San Rufino, pero éste fue destruido, quedando únicamente los dos cuerpos que hoy observamos. El cuerpo inferior está centrado por la puerta principal, sobriamente adornada con arco y luneta, en tanto que el superior aparece dominado por los tres rosetones de gran belleza. Al parecer el proyecto inicial contemplaba un templo más alto en la nave central.

El interior, con sus tres naves divididas por pilastras cuadradas, la cúpula y su ábside semicircular, crea un espacio sereno, proporcionado y de gran recogimiento. El altar de la reserva (a la derecha) está dominado por un tríptico de la Virgen, san Pedro (el titular) y san Vitorino (segundo obispo de Asís, cuyas reliquias se conservan debajo del altar principal), atribuido a Mateo Gualdo.

La belleza y magnitud de su campanario se aprecia mejor desde el viale Vittorio Emmanuele.

No se puede confundir esta iglesia con la capillita de San Pedro que reconstruyó Francisco, de la cual nos hablan algunas fuentes (cf. LM 2,7; Lm 1,9). Se trataba de una iglesia «muy deteriorada y semiderruida» (2 Cel 21), un poco distante de Asís, pero no se conoce el sitio exacto.

Santa María de las Rosas. Está ubicada en la parte alta de la ciudad, frente a una encantadora placita. De ella se hace mención en el año 1198. Su fachada fue hecha en el siglo XIII. Más tarde, en el siglo XVII, sufrió algunos cambios. Su estilo es románico simple. En sus muros interiores hay dos frescos interesantes: uno que representa la impresión de las llagas de san Francisco y otro con la Virgen y el Niño, pintados por Mezzastis. Actualmente no está dedicada al culto.

San Nicolás. En el sitio donde hoy se encuentra la oficina de correos (costado noroeste de la plaza comunal), se alzaba anteriormente la iglesita de san Nicolás, la más cercana al mercado comunitario del medioevo. De esta iglesia hoy no nos queda más que la cripta, construida en el año 1097. Consiste en un espacio rectangular dividido en dos naves por rústicas columnas. Hoy es la sede del museo romano (se entra por el nº 2 de la vía Portica).

A pesar de no tener hoy más que la cripta, este sitio es para nosotros de gran interés, pues nos recuerda la primera consulta comunitaria del Evangelio hecha por Francisco y sus primeros compañeros, para la cual adoptaron la llamada «sors apostolorum» con sus tres pasos: participar de la Misa, orar y abrir tres veces el libro en nombre de la santísima Trinidad. Era una forma de religiosidad popular todavía en uso, a pesar de las repetidas prohibiciones de los papas y los concilios (2 Cel 15; LM 3,3; TC 28-29; AP 10-11; Flor 2). Los textos evangélicos allí encontrados fueron la guía de la primitiva Fraternidad y constituyeron el núcleo esencial de la proto-Regla, aprobada oralmente por el papa Inocencio III. Estos textos se encuentran hoy en la Regla no Bulada (1 R 2-3; 14,1) y en la Regla Bulada (2 R 5).

San Pablo en la vía homónima, es otra de las capillas antiguas de Asís. Fue construida en el año 1071 por Aginaldo, abad del monte Subasio, pero sufrió varias modificaciones en el siglo XIII. Sobre la puerta de entrada hay un fresco de Dono Doni con las figuras de san Benito, san Pablo y san Lorenzo Justiniano. En su interior, de una nave, hay un fresco interesante de Mateo de Gualdo (1475) y varios otros que han sido convenientemente protegidos después de la reciente restauración.

San Esteban. Se encuentra sobre la vía del mismo nombre, en un apacible rincón de Asís. Fue comenzada a construir en el año 1166 y terminada a comienzos del siglo XIII. A pesar de los retoques que sufrió en épocas posteriores, aún conserva su sabor primitivo que invita al recogimiento, con su presbiterio en forma de bóveda, su ábside en semicírculo y sus ventanas pequeñas. Algunos frescos del siglo XIV adornan sus muros. Su pequeño campanario en forma de espadaña es bastante sugestivo.

San Giacomo de Murorupto. Muy cerca de la puerta San Giacomo se encuentra esta encantadora capilla, la cual toma su nombre de la puerta cercana. Está directamente adosada a la muralla en un sitio en donde ésta se encuentra partida. Antes de llegar a la iglesita se pasa por un claustro pequeño y muy antiguo de estilo románico, en el centro del cual hay un pozo. La iglesia es una sencilla construcción en estilo románico que se remonta al año 1098, con una nave un tanto irregular de líneas simples, que logra crear un ambiente sereno y recogido. Hay dos frescos mediocres del siglo XV y otro en la sacristía, del año 1536.

San Gregorio. Ubicada en la esquina donde la vía San Gregorio se encuentra con la vía Bernardo de Quintavalle. Su origen se remonta al siglo XIII, pero sufrió varias reformas en el siglo XVII. Obsérvese en el nicho el fresco de la Virgen, el Niño y ángeles, de un discípulo de Lorenzetti.

LA ROCCA MAGGIORE

El sitio estratégico ocupado por esta fortaleza permite suponer que ya desde tiempos antiguos debía existir en el mismo lugar un observatorio de seguridad. Algunas noticias imprecisas afirman que a fines del siglo VIII, durante la dominación lombarda (o quizás antes de su llegada), ya existía en este sitio una edificación militar. Pero la primera mención histórica de la Rocca sólo se remonta al año 1174, cuando un príncipe-arzobispo de Maguncia llamado Cristiano, ocupó a Asís por orden del emperador Barbarroja para sofocar la sublevación del pueblo. En castigo, el emperador entregó en feudo el condado de Asís al duque de Espoleto Conrado de Lutzen (o Ürslinguen), el cual ocupó su fortaleza.

La muerte de Enrique VI (hijo de Barbarroja) en 1196 y, al poco tiempo, de su esposa Costanza, permitió que el papa Inocencio III quedara como tutor del príncipe Federico Rogelio (futuro Federico II), heredero del trono, quien en ese momento era menor de edad. El papa se sirvió de la ocasión para entrar en arreglos políticos, los cuales comprendieron, entre otras cosas, la recuperación para el pontificado del ducado de Espoleto.

Los habitantes de Asís aprovecharon esta coyuntura política para sacudir el yugo del emperador y realizar sus sueños de llegar a ser comuna independiente. Por ello tomaron la Rocca, la destruyeron y fortificaron los muros de la ciudad.

En ese momento (año 1198) Francisco contaba 16 años. Como mayor de edad que era, debió tomar parte en la acción cívica. Fue quizás entonces cuando aprendió los rudimentos del arte de construir, que más tarde pondría en práctica para restaurar las capillas derruidas.

En el año 1367 se vuelve a hacer mención de esta fortaleza, con motivo de la reconstrucción ordenada por el cardenal Albornoz, la cual fue encomendada a Hugolino de Montmartre. A lo largo de los siglos siguientes se le hicieron varias modificaciones y adendas, como la de Biordo Michelotti a fines del siglo XIV, la de Piccino y Pío II entre 1458 y 1459, la de Sixto IV en 1478, y la última de todas entre 1535 y 1538 ordenada por Pablo III.

Después del siglo XVII la Rocca Maggiore dejó de ser bastión militar y sirvió durante algún tiempo como prisión. Luego fue empleada como sede de una factoría y más tarde quedó abandonada. En el año 1883 fue comprada por el municipio de Asís, el cual se encarga de su custodia y conservación.

Descripción:

A pesar del deterioro que ha sufrido a lo largo del tiempo, todavía se conserva como un bello ejemplar de la arquitectura militar del renacimiento. Está constituida por un gran rectángulo cerrado por muros trapezoidales, en cuyos ángulos se elevan cuatro torres fortificadas. En el centro se levanta el torreón, desde donde se domina todo el panorama de los alrededores de Asís. Por la parte del oriente está unida con la Rocca Minore a través de una muralla, y por el occidente hay un pasadizo cubierto que llega hasta la torre dodecagonal, donde se une con las murallas de la ciudad.

Esta fortaleza, erguida altivamente en la cresta de la colina, constituye hoy un testigo silencioso de las turbulentas épocas pasadas, de las luchas entre Asís y Perusa, de los conflictos entre el Imperio y el Papado, de las refriegas sangrientas entre «los de arriba» y «los de abajo».

Se debe aprovechar la visita a la Rocca para divisar desde la altura todo el valle de Espoleto y ubicar en él los sitios ligados a la memoria de Francisco. Comenzando por el oriente, se pueden observar en su orden: la Rocca Minore, los restos de la abadía de san Benito en la falda del monte Subasio, Spello y, más al fondo, Foliño. Localizado san Damián, cerca de Asís, gírese un poco hacia el sur. En el fondo del valle está Bevaña, más cerca se encuentra Rivotorto, luego Cannara hacia el centro del valle y un poco más a la derecha Santa María Magdalena. Santa María de los Ángeles es inconfundible con su inmensa cúpula y, más al fondo, en la misma dirección, está Betona. Girando hacia el occidente se encuentra Bastia, Collestrada y, en el extremo occidental, Perusa.

Al otro lado de la fortaleza el paisaje cambia radicalmente: al frente, las montañas pendientes con sus caminos serpenteantes y, abajo, el río Tescio con el puente Santa Cruz, antiguamente llamado «Ponte dei galli», y una antigua torre de vigilancia.

Acontecimientos:

-- La revuelta popular de 1198 no es narrada en las fuentes franciscanas del siglo XIII. De todas maneras debe tenerse en cuenta una muy probable participación en ella del joven Francisco, quien contaba en ese momento 16 años y era, por lo mismo, mayor de edad según las normas entonces vigentes.

-- Por el camino que atraviesa el río Tescio y remonta la colina opuesta, Francisco salió de Asís como un hombre completamente libre, después del juicio ante el Obispo. En esa región ocurrió el episodio del «heraldo del Gran Rey» y la paliza de los ladrones (1 Cel 16; LM 2,5).

-- La vista del castillo evoca los sueños de gloria del joven Francisco y, especialmente, la visión del palacio lleno de armas y de la mujer hermosa (1 Cel 5).

LA IGLESIA NUEVA

Es normal que quien visite Asís o quien se interese por san Francisco, se pregunte de inmediato por el sitio de su nacimiento y por la casa donde transcurrió sus primeros años de vida. El estudio de la Iglesia Nueva (Chiesa Nuova) nos ubica precisamente frente al problema de la casa natalicia de san Francisco.

Debemos aceptar de inmediato que se trata de un problema aún no resuelto. Después de enconadas polémicas, los estudiosos no logran ponerse de acuerdo. La discusión se ha polarizado en tres hipótesis:

1.ª. Francisco nació en el lugar donde hoy se levanta la Iglesia Nueva (defendida entre otros por Cristofani, Bracaloni OFM y Bughetti OFM);

2.ª. Francisco nació en el establo, conocido hoy como «San Francesco Piccolino» (defendida por G. Abate OFMConv);

3.ª. Francisco nació en una casa de la vía Portica que estaba ubicada entre las iglesias de San Nicolás y San Pablo (defendida por A. Fortini y los guías de la TOR que habitan el lugar).

No pretendemos entrar aquí en los pormenores de la polémica. Simplemente nos interesa saber que ella existe, a fin de tomar la suficiente distancia crítica que nos permita una visita serena de estos lugares a partir de la información que poseemos, de tal manera que, sin enredarnos en discusiones eruditas, podamos alcanzar el objetivo principal de nuestro itinerario.

Por otra parte, es explicable que Pedro de Bernardone, como rico comerciante que era, poseyese varias casas en la ciudad.

La Iglesia Nueva está edificada sobre una antigua casa que a comienzos del siglo XVII pertenecía a Juan Bautista Bini, quien la vendió a los hermanos menores de la Observancia en el año 1615 por 1300 escudos, a fin de que allí se construyera un lugar de culto. En ese mismo año el rey Felipe III de España destinó la suma de 16.000 escudos para la construcción de un templo (véase la inscripción de la fachada) sobre la casa ocupada por los hermanos menores. El diseño del templo fue hecho por el arquitecto asisiense Giorgetti, pero los trabajos fueron realizados bajo la dirección de un tal fray Rufino de Cerchiara.

A partir del año 1930 se hicieron algunas excavaciones y trabajos de limpieza debajo del templo, quedando al descubierto los restos de una antigua vía de la ciudad, la planta baja de una casa medieval y la parte del acceso a la planta superior de la misma.

¿Qué significado tiene esta casa? Según una antigua tradición, ésta era la casa de Pedro de Bernardone, venerada ya desde el año 1398 por algunos devotos como la casa natalicia de san Francisco. Se dice que fue heredada por Piccardo, hijo de Ángelo, hermano de san Francisco. Durante algún tiempo la perdió debido a reveses de fortuna, pero en el año 1282, con motivo del primer centenario del nacimiento del tío santo, la propiedad volvió a la familia gracias a una permuta. No se excluye la hipótesis de que para aquel entonces la casa fuera más grande y tuviera algún huerto.

Desgraciadamente los documentos escritos más antiguos hasta ahora conocidos que la señalan como la casa natal de san Francisco, sólo se remontan al siglo XVI: un testimonio de Luiggi da Città di Castello (año 1570) y los itinerarios de visita de Asís de la época.

Descripción

La Iglesia Nueva se encuentra frente a una plazuela que lleva su nombre. En el lado derecho de la misma hay un conjunto escultórico que representa a los padres de Francisco, Pedro de Bernardone y Picca, erigido en 1983, obra de Roberto Joppolo según la idea del franciscano conventual Felice Rossetto.

La fachada de la iglesia es de estilo renacimiento, sobrio y elegante a pesar de sus dimensiones. Su interior es en forma de cruz griega, dominado por una cúpula central y cuatro cúpulas pequeñas que no sobresalen al exterior. El altar mayor está emplazado, según algunos, en el sitio que correspondería a la habitación de Francisco. En el retablo del altar mayor se puede observar un gran cuadro que representa la visión del joven Francisco, obra de C. Sermei. Del mismo pintor son los cuadros que representan escenas de los mártires franciscanos. Hay también otras pinturas y frescos de Providoni, Giorgetti y Emmanuele de Como.

En la primera pilastra de la izquierda se encuentra una oscura celda que evoca la cárcel en donde Francisco fue recluido por su padre. En la pilastra siguiente se encuentra el acceso a una estrecha calle medieval (vicolo) y a los restos de la tienda de Pedro Bernardone, hoy convertida en oratorio. Obsérvese en la parte exterior del muro las huellas de una de las llamadas puertas de los muertos, o sea, el acceso a las habitaciones superiores.

San Francesco Piccolino. A pocos metros de la Iglesia Nueva, saliendo de ella por la derecha, se puede observar un arco recortado que protege una antigua puerta ojival, cerrada por una reja de hierro. En su parte superior se encuentra esta inscripción: «En este oratorio estuvo el establo del buey y del asno en donde nació Francisco, espejo del mundo». Algunos aseguran que esta inscripción se remonta a la primera mitad del siglo XVI por el estilo gótico de sus caracteres.

La inscripción se refiere a la leyenda según la cual, ante las dificultades de la señora Picca para dar a luz a su primogénito en su casa, se dirigió al establo según el consejo de un misterioso peregrino y allí pudo recibir a su hijo sin dificultad.

Desgraciadamente esta sugestiva leyenda no encuentra apoyo en las fuentes primitivas. Ninguna de ellas afirma que Francisco nació en un pesebre. Ni siquiera Bartolomé de Pisa en su célebre libro sobre Las conformidades de la vida de Francisco con la de Jesucristo (de finales del siglo XIV), hace mención de este hecho. Los documentos más antiguos al respecto son de tipo iconográfico. El más evidente de todos es uno de los frescos de Benozzo Gozzoli en Montefalco, hecho en el año 1452, el cual representa el nacimiento de Francisco en un establo. El otro, mucho más confuso, se encuentra en las paredes de San Francesco Piccolino, representado en un peregrino que tiene en sus brazos al pequeño santo. Se trata de fragmentos de un fresco hallado en 1926 debajo de unas decoraciones hechas en el siglo XIX. Se dice que estos frescos primitivos fueron hechos entre finales del siglo XIII y comienzos del siglo XIV.

Probablemente el oratorio nació apoyado en la leyenda. Algunos afirman que su origen se remonta al año 1282 y fue mandado construir por Piccardo, sobrino de san Francisco, para conmemorar el primer centenario de su nacimiento; pero esto tampoco está comprobado. Sólo se sabe que funciona oficialmente como oratorio desde mediados del siglo XVI.

Su estructura es extremadamente simple: un estrecho rectángulo terminado en un arco rústico.

El contacto con los lugares que vieron nacer y crecer a Francisco nos dará pie para leer los textos que describen su índole personal y nos lo presentan en el seno de su familia y en el proceso de su conversión inicial. El joven Francisco no era un santo pre-fabricado sino un muchacho como todos, pero tenía su índole propia. Es destacable la cortesía de Francisco, así como su prodigalidad para con los pobres. Tuvo que arrepentirse de haber despedido de malas maneras a un mendigo que le pedía limosna por amor de Dios, y prometió ayudarlos siempre. En las ausencias de su padre, invitaba a pobres a su mesa. Cuando, ilusionado, pensaba hacerse caballero en el ejército de Gualtiero de Brienne, durante los preparativos de la campaña del sur (Pulla), tuvo el sueño del palacio con las armas y la mujer hermosa (1 Cel 5; 2 Cel 6; LM 1,3; TC 5; AP 5). Ya en el proceso de su conversión, al salir de su escondite cerca de san Damián, fortalecido por la oración y el ayuno, decide hacer frente a las iras de su padre, que lo encierra, pero su madre lo libera cuando su marido se ausenta (1 Cel 11-13; LM 2,2-3; TC 17-18). Etc.

CATEDRAL DE SAN RUFINO

La actual catedral de Asís, dedicada a su primer obispo, se halla ubicada en el sitio donde se conserva el cuerpo de san Rufino desde el siglo X. Según una antigua tradición, en el año 412 el obispo Basilio hizo trasladar el cuerpo del santo desde Costano hasta el centro de la ciudad y allí mandó construir una pequeña capilla. Esta capilla fue ampliada en el siglo IX. Dos siglos después (1029), el obispo Hugone mandó construir en el mismo sitio una iglesia más amplia, trasladó a ella la cátedra episcopal que se encontraba hasta ese momento en santa María Mayor y estableció también allí un colegio de canónigos. En un sermón de san Pedro Damiani se hace mención de esta catedral hugoniana de la cual aún se conserva la cripta y la parte inferior de la torre, que estaba a un lado del ábside (véase la cripta).

En el año 1134 fue ordenada su demolición con el fin de construir un templo mucho más amplio. Los trabajos se iniciaron en el año 1140 bajo la dirección de Juan de Gubbio y se prolongaron hasta mediados del siglo XIII. En efecto, se sabe por un acta que en el año 1210 la iglesia aún no estaba completamente terminada. En el año 1228 el papa Gregorio IX consagró el altar principal y en el año 1253 el papa Inocencio IV hizo la dedicación de todo el edificio sagrado. Según esto, cuando Francisco fue bautizado y cuando predicaba en ella, la catedral estaba en proceso de construcción.

Más adelante se hicieron reformas sustanciales en su interior: en el año 1541 se construyó la capilla de la reserva eucarística, la cual fue ampliada en 1663. Entre los años 1571 y 1588 el arquitecto Galeazzo Alessi produjo un violento cambio de su estilo románico original al estilo barroco, que estaba de moda, estableciendo un fuerte contraste con la fachada y la torre.

Descripción

La plaza de san Rufino se encuentra totalmente dominada por la fachada de la catedral, verdadero modelo del estilo románico. Mirada de abajo hacia arriba, se distinguen en ella tres partes:

La parte inferior, dividida en paneles, contiene las tres puertas de entrada, adornadas con animales simbólicos, follajes y figuras geométricas. En la luneta de la puerta central se observa un medallón con Cristo en el trono entre el sol y la luna y a sus lados la Virgen y tal vez san Rufino. Sobre la puerta de la derecha hay dos pájaros bebiendo de la misma fuente y en la de la izquierda dos leones en igual actitud, símbolos del cristiano que se acerca a Cristo, fuente del agua viva. (Véase en la puerta de la derecha la inscripción que recuerda a Juan de Gubbio, su constructor). Esta parte central está coronada por una galería de arcos cuyas columnitas se apoyan sobre cabezas humanas o de animales. La serie de arcos aparece interrumpida por cuatro animales: dos lobos y dos terneros.

En la parte intermedia hay tres rosetones de buena factura. Los símbolos de los cuatro evangelistas encuadran el rosetón central, el cual es sostenido por tres figuras humanas a manera de atlantes, parados sobre animales fantásticos. Una franja de arquitos suspendidos divide esta parte de la superior, la cual está dominada por un arco ojival, probablemente reservado para un mosaico. Esta parte fue agregada posteriormente y no corresponde al proyecto original, que presentaba un frontis mucho más armonioso en sus medidas. Todavía se pueden observar las huellas de la terminación inicial en la mitad de las columnas laterales de la parte intermedia y el diferente colorido de las piedras, cuya línea se eleva hacia el centro del arco ojival; la altura desproporcionada de los rosetones laterales, hoy ciegos, es también una prueba de ello. Esta ampliación se hizo en el siglo XIII.

El campanario actual es una prolongación del comenzado en el siglo XI, el cual llegaba hasta la cornisa que pasa sobre el reloj. Guarda una completa armonía con la fachada de la iglesia. Sus fundamentos son una antigua cisterna romana, hoy accesible a los visitantes.

El interior de la iglesia está compuesto por tres naves divididas por columnas que rematan en capiteles dóricos. En él merece destacarse, desde el punto de vista artístico: la capilla de la Virgen del llanto, con la reproducción de una piedad del siglo XV de estilo alemán (robada en 1981), de la cual se dice que lloró en 1494 con motivo de las luchas fratricidas que enlutaban la ciudad; las esculturas de san Francisco y santa Clara, talladas respectivamente por Juan Dupré (1882) y por su hija Amalia (1888); la escultura de san Rufino, obra de P. Lemoyne (1823); la sillería del coro, obra de Juan Pedro Jacobo de san Severino (1520). La capilla del Sacramento está adornada con escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, obras del genovés Andrea Carloni.

En la sacristía funciona el museo capitular. El cuadro que se encuentra sobre la puerta (san Francisco bendiciendo a Asís) es obra de Sermei. En su interior, entre otros objetos, son dignos de mención: el tríptico de la Virgen con el Niño y varios santos, obra de Nicolás Liberator, más conocido como «el Alumno» (1470) y el tríptico de la Virgen entre san Francisco y san Sebastián, de Matteo Gualdo.

La catedral de san Rufino está muy unida a la vida de san Francisco desde el momento de su nacimiento, como se puede leer en las fuentes biográficas. Actualmente se encuentran en ella dos lugares ligados a su memoria:

La fuente bautismal labrada en una columna de granito, actualmente adornada con herrajes protectores. Según una tradición unánime, Francisco fue bautizado en esta fuente, lo mismo que su fiel discípula Clara. Al parecer, es la misma fuente que estaba en la anterior catedral de santa María Mayor. ¿Dónde se encontraba al momento del bautismo de los dos santos? Sobre esto no hay suficiente claridad, pues durante ese tiempo se presentó la coincidencia de la construcción de San Rufino y la reconstrucción de Santa María Mayor.

Además de santa Clara y san Francisco, hay quienes afirman que también fue bautizado aquí el emperador Federico II, pero esto no está comprobado. En el siglo pasado fue bautizado en esta misma fuente otro santo: san Gabriel de la Dolorosa, cuyo nombre de pila era Francisco Possenti.

El cuadro que adorna el bautisterio es una obra de Bruschi y fue colocado allí en 1882.

El oratorio de San Francisco se encuentra junto a la sacristía. Se trata de un rincón del antiguo huerto de los Canónigos, en donde Francisco se refugiaba a orar cuando venía a predicar en la Catedral.

La cripta. Se entra a ella por una pequeña puerta que da a la plaza, a la derecha de la catedral. Es una construcción de planta irregular, dividida en siete cuerpos por columnas sin base, rematadas en sencillos capiteles. Por su disposición nos podemos dar cuenta de la ubicación de la iglesia precedente, la cual ocupaba una parte de la plaza actual.

En sus muros se pueden observar algunos restos de frescos del siglo XI de poco valor artístico. El sarcófago es del siglo III y en sus relieves se representa a Diana que visita a Endimión, quien duerme en una gruta del monte Lavinio. Allí estuvo el cuerpo de san Rufino durante mucho tiempo; hoy se encuentra debajo del altar mayor.

La casa natal de Santa Clara. Es la que se encuentra a la derecha, saliendo de la catedral, enseguida de la torre. Es una casa irregular en su forma y bastante retocada en el curso del tiempo. Por documentos fidedignos se sabe que perteneció a Favarone de Offreduccio, padre de Clara. En un acta notarial de 1148 consta que el abuelo de Clara, Offreduccio, se comprometió a no elevar las dimensiones de su casa a fin de no dañar la armonía de la catedral en construcción.

Desde el año 1229 esta casa es propiedad del Capítulo catedral.

Acontecimientos franciscanos:

-- Bautismo de Francisco, quien recibe el nombre de Juan (2 Cel 3; TC 2).

-- Una noche, cuando Francisco se encontraba en el Huerto de los Canónigos, sus hermanos lo vieron en visión sobre un carro de fuego en Rivotorto (1 Cel 47; LM 4,4).

-- Fray Silvestre, quizás el primer presbítero que formó parte de la Fraternidad, era canónigo de san Rufino (TC 30-31).

-- Un domingo de ramos (1211), Clara recibió el ramo del obispo como signo de que esa noche marcharía de casa y se consagraría al Señor (LCl 7).

-- Escena de humillación de Francisco ante el pueblo en la catedral por haber comido carne (LM 6,2; LP 80; EP 61).

-- Predicación ejemplar de fray Rufino, primo hermano de santa Clara, quien se había unido a los primeros hermanos en 1210, hombre tímido y contemplativo (Flor 30).

SANTA MARÍA MAYOR Y OBISPADO

Cerca de la puerta Moiano, en el lado sur de la plaza del obispado, se encuentra la iglesia de Santa María Mayor. Fue la primera catedral de Asís.

Según una antigua tradición, el primero que construyó aquí un lugar de culto cristiano fue el obispo san Sabino (siglo IV), pero los más antiguos datos históricos sólo se remontan al año 963. San Sabino hizo edificar la primera iglesita sobre una construcción romana, probablemente un templo dedicado al dios Janus. Este oratorio fue sustituido por una iglesia más amplia en tiempos del obispo Hugone (1036-1059), quien también mandó construir a su lado un claustro. La edificación de Hugone fue casi totalmente destruida por un incendio en el año 1100. Sobre sus restos fue reedificada la iglesia actual a mediados del siglo XII bajo la dirección de Juan de Gubbio, pero los trabajos sólo se terminaron a comienzos del siglo XIII. Según algunos, en el año 1182 la única pila bautismal de la ciudad se hallaba todavía en esta iglesia, la misma que hoy se encuentra en San Rufino. En el año 1228 se terminó la reconstrucción de esta iglesia.

Hay dos datos epigráficos que ponen a Francisco en relación con esta iglesia y que merecen nuestra atención. El primero de ellos se encuentra en una placa de 40 por 30 cm. ubicada en la parte exterior del ábside y grabada con caracteres burdos. Sus abreviaciones fueron leídas por Mons. Falocci Pulignani de la siguiente manera: «1216, indicción cuarta y en el tiempo del año décimo del obispo Guido y del hermano Francisco». Evidentemente, la frase es ambigua. ¿A quién se refiere la expresión «año décimo»? Si pretende hacer alusión al tiempo del episcopado del obispo Guido, no es correcta, pues él asumió la cátedra en 1204. Tal vez se refiera entonces a la conversión de Francisco, la cual comenzó en 1206. Pero vale la pena preguntarse: ¿diez años después de su conversión, era ya Francisco un personaje tan importante que mereciera ser colocado su nombre en una placa y su conversión ser tenida como punto de referencia para la historia? Más aún, ¿cuándo fue escrita esta placa? Nótese que habla del «hermano Francisco» y no de «san Francisco», lo cual lleva a pensar que fue escrita antes de 1228, año de la canonización. ¿Está unida la placa a la reconstrucción de la iglesia? Si esto es cierto, tendríamos aquí el más antiguo documento epigráfico sobre la vida de san Francisco.

El segundo dato ha llegado hasta nosotros sólo a través de testimonios indirectos, según los cuales en el interior de la iglesia, cerca de la tribuna donde se leía la Epístola, existía todavía a comienzos del siglo XIX una inscripción en caracteres góticos que, traducida, decía: «San Francisco hizo construir esta tribuna en el año del Señor 1216. Santa María, ruega por nosotros». Lipsin, quien ha reportado esta noticia, agrega que junto a la inscripción se podía distinguir con mucha dificultad un retrato de san Francisco (cf. Miscelanea Francescana, vol. 2, pp. 23ss). Es probable que todo esto haya desaparecido con motivo del temblor de tierra de 1832. De todas maneras este testimonio corroboraría la hipótesis según la cual Francisco y sus primeros hermanos colaboraron en la etapa final de la reconstrucción de este templo. Desgraciadamente no hay otros documentos que ratifiquen este hecho.

Descripción

La restauración de la fachada (1937) le devolvió su original estilo románico diseñado por Juan de Gubbio, con su piedra burda y sus líneas sobrias. Prácticamente su único adorno es el rosetón central de ocho radios, en donde se encuentra la inscripción: 1163 Johannes fecit. La torre, bien lograda, presenta una mezcla de elementos románicos y góticos. Fue hecha en el siglo XIV.

El interior de la iglesia está conformado por tres naves divididas por muros gruesos, los cuales están perforados por arcos desiguales. La nave central termina en forma de ábside. La arquitectura irregular que presenta la iglesia en su interior es un testimonio de su construcción por etapas. En un tiempo estuvo totalmente adornada con frescos, de los cuales hoy solamente se conservan algunos fragmentos.

En la cripta se pueden observar cuatro columnas con sus respectivos capiteles, las cuales probablemente pertenecían al templo romano de Janus. Las excavaciones hechas en 1865 permitieron descubrir una sede episcopal de mármol y, en un estrato profundo, los restos de una casa romana con fragmentos de mosaicos.

El obispado ubicado a la derecha de la iglesia, siempre ha funcionado como residencia oficial del obispo de Asís, pero la edificación no ha sido la misma. La actual es totalmente diferente de la que conoció Francisco en el siglo XIII, la habitada por el obispo Guido II, amigo suyo y colaborador durante todo su proceso de conversión.

Acontecimientos:

-- El padre de Francisco lleva a su hijo a juicio ante el obispo de Asís. Desapropiación de Francisco: renuncia a todo lo terreno, incluido su padre (1 Cel 14-15; 2 C 12; LM 2,4; TC 19-20; AP 8).

-- El obispo Guido, guía y consejero de Francisco, y son muchos los textos biográficos que hablan de la relación entre ambos.

-- Francisco se hospedó en el palacio del obispo durante su última enfermedad. Allí recibió la noticia de su próxima muerte, compuso la última estrofa del Cántico de las criaturas y bendijo a varios de sus hermanos (1 Cel 108; 2 Cel 50-51; LP 4-7. 70-71. 99-101. 106; EP 109. 111. 121-124).

RIVOTORTO

El primer asunto que es necesario tratar cuando se quiere estudiar Rivotorto es el relacionado con su ubicación. Se trata de un tema enojoso, que ha tenido un tratamiento polémico por parte de algunos estudiosos y, por lo mismo, no exento de subjetivismos partidistas. No pretendemos alimentar aquí la polémica. Por lo mismo, nos reduciremos a enunciar sintéticamente las distintas hipótesis que hasta ahora han llegado a nuestro conocimiento.

Para algunos, el verdadero «tugurio» se encontraba aproximadamente a 1500 metros del convento de los menores, cerca de San Rufino de Arce y de Santa María Magdalena, donde se cruzaba el ferrocarril con el camino que va a Santa María de los Ángeles. Otros explicitan más diciendo que el refugio se hallaba junto a la capillita de la Magdalena, a un lado de la leprosería de San Lázaro. Para otros, finalmente, el verdadero Rivotorto sería la cabaña que está dentro de una iglesia de estilo gótico, ubicada a la izquierda del camino que va de Santa María de los Ángeles a Spello.

Probablemente nunca se sabrá cuál fue el sitio exacto del primitivo tugurio cercano al «río tortuoso», donde se desarrollaron los idílicos acontecimientos narrados por las fuentes, durante los meses que vivieron en él los doce primeros hermanos a su regreso de Roma, después de obtener la aprobación oral por parte del papa Inocencio III de su forma de vida («proto-Regla»). El contorno ha cambiado mucho. Ya no hay bosque, y del riachuelo sólo queda un hilo de agua que corre en algunos sectores por un cauce corregido.

Más que la certeza del lugar exacto, nos interesa el mensaje de las fuentes. Nos acercaremos a ellas a partir de la iglesia que hoy es reconocida comúnmente como «Santa María de Rivotorto» y por otros como «Santa María de Rigobello».

Según algunos, la forma actual de la cabaña se remonta al año 1455, cuando fray Francisco Saccardo obtuvo de las autoridades el permiso para construir una capilla con altar. Más tarde, el Capítulo general de 1491 decretó que se custodiara el lugar. En el año 1586 el papa Sixto V patrocinó la construcción del primer santuario que protegiese el tugurio, pero las obras sólo se concluyeron en el año 1640. Hay quienes afirman que la iglesia se edificó para venerar una estatua milagrosa llamada «el Saccardo». Hasta ese momento había un convento muy pequeño, por lo cual cinco años después se inició la construcción de un gran convento, que en el año 1700 ya tenía una estructura imponente, según se ve en una incisión litográfica hecha por Francisco Pavidoni en ese año.

La iglesia fue destruida en el terremoto del año 1832 lo mismo que gran parte del convento. Sobre las ruinas de la anterior fue edificada la iglesia actual en el año 1854. En el año 1926 fue reconstruido el tugurio según un antiguo diseño.

Descripción

La iglesia está ubicada al borde de la carretera provincial que conduce a Foliño. A su lado izquierdo hay un jardín atravesado por el reducido Rivotorto. Un conjunto en bronce representa a san Francisco entre los niños y las palomas como mensajero de la paz. Fue elaborado por un norteamericano de apellido Marinski y colocado allí en 1987. A su derecha está el claustro del convento. La fachada de la iglesia es de líneas nobles, dentro de la gran simplicidad de su estilo neogótico que, por otra parte, no ofrece ninguna relevancia artística.

En su interior la iglesia está dividida en tres naves. En la nave central, a pocos pasos de la puerta principal, se abre un foso de más de un metro de profundidad, en el cual se ven dos cabañas simétricas con techos a una sola agua, separadas por un corto corredor, al fondo del cual hay un altar. Según las explicaciones que dan algunos, la cabaña de la izquierda era la cocina en tanto que la de la derecha era el dormitorio común.

En la iglesia se pueden observar algunos cuadros de C. Sermei (1609-1668) que representan varios de los episodios que tuvieron lugar en Rivotorto durante la estadía de los hermanos en este lugar. Estos cuadros cubrían anteriormente los muros de la cabaña. Sobre el altar principal hay un óleo de Pascual Sarullo (s. XIX) que representa la estigmatización de san Francisco.

El convento fue reconstruido parcialmente y adaptado para algunos servicios parroquiales. En el jardín se puede apreciar un bello conjunto escultórico en bronce que representa la escena de Francisco que come las uvas con el hermano que tenía hambre. Fue hecho en el año 1985 por fray Tarsicio Musto, franciscano conventual.

Algunas fuentes primitivas describen la estrechez del lugar y la razón por la cual los hermanos lo abandonaron (1 Cel 42.44; LM 4,3; TC 55); también, la lección que Francisco les dio sobre la comprensión fraterna y la discreción en la penitencia corporal; recordemos el episodio del hermano que a medianoche «moría de hambre», y cómo Francisco hizo preparar la mesa para comer con él a fin de que no sintiera vergüenza (2 Cel 21.22; LM 5,7; LP 50; EP 27). Cerca de Rivotorto (a menos de un kilómetro), pasó hacia Roma, por el ducado de Espoleto, el emperador Otón IV para ser coronado por el Papa, y Francisco le envió un hermano para que le anunciara lo efímero de aquella gloria (1 Cel 43). Una noche, estando Francisco en Asís para predicar en la catedral al día siguiente, se apareció a los hermanos que estaban en Rivotorto montado en un carro de fuego (LM 4,4). La estadía de los hermanos en Rivotorto fue muy corta. Duró solo algunos meses. La presencia de un campesino con su asno en la choza les recordó su condición de itinerantes. Al salir dieron pruebas de que no estaban apegados a un pedazo de tierra ni a una cabaña. Para ellos sólo había un bien supremo, un único necesario: Dios.

LAS LEPROSERÍAS Y LA CASA GUALDI

Desde la antigüedad y hasta hace relativamente pocos años, los leprosos constituían un verdadero problema social. Este problema fue afrontado de diversas maneras. Durante los siglos XII y XIII fue tratado en varias regiones de Europa con verdaderas motivaciones cristianas. La Iglesia se preocupó de su organización. Surgieron varias Confraternidades y Órdenes que tenían como fin principal el cuidado de los leprosos. Una de ellas fue la de los Crucíferos. No faltaban las ayudas económicas de los benefactores.

Por otra parte, las leyes civiles ordenadas a proteger la salud de la comunidad contra el mal incurable de la lepra, eran bastante rígidas, hasta el punto de que hacían del leproso un expatriado de la sociedad, un indeseable. Quien contraía la lepra se sometía a un rito de execración de carácter penitencial, durante el cual se esparcía ceniza sobre la cabeza del enfermo, quien comenzaba en vida a estar sepultado para el mundo. Debía vestir una túnica gris y anunciarse haciendo sonar una campanilla o una quijada de asno, de tal manera que pudiera ser esquivado por los transeúntes. No podía cruzar las puertas de las ciudades y, si alguno osaba hacerlo, podía ser maltratado. No tomaba agua de las fuentes públicas para no contaminarla. En los caminos debía hacerse a un lado para que pasaran los caminantes. No podía hacer negocios. En pocas palabras, el leproso era un muerto en vida y la lepra, una maldición.

En el valle de Espoleto, que mira a Asís, había toda una red de leproserías, de hospitales y de asilos para leprosos. Esto nos da a entender que en tiempo de san Francisco la lepra estaba muy difundida en la región de la Umbría. Aquí nos referiremos solamente a algunas de esas leproserías, las más cercanas de la Porciúncula y de Rivotorto. La noticia escrita más antigua que hoy poseemos sobre estas instituciones se remonta al año 1198. Se trata de una carta del recientemente nombrado Inocencio III, en la que se confirma que el asilo de leprosos que se encontraba al lado de la vía Francígena está bajo la jurisdicción del obispo.

A la cabeza de todas las leproserías de la región estaba el hospital de San Lázaro de Arce (era costumbre en la antigüedad dedicar las leproserías a san Lázaro), el cual ya existía en el siglo XI cuando fue edificada la iglesita que todavía se conserva y que es conocida hoy como iglesia de Santa María Magdalena, después de que fue dedicada a esta santa en el año 1330. Esta iglesita se encuentra a la izquierda del camino que conduce de la Porciúncula a Rivotorto.

A una distancia aproximada de 50 metros al norte, se hallaba San Rufino de Arce, dependiente de San Lázaro, pero dedicado al servicio de los más pobres. Seguramente fue el preferido de Francisco. Aún quedan algunos vestigios de la capillita que existía en el siglo XIII.

Muy cerca del actual Rivotorto, a un lado del cruce de la "vía della Spina" con el riachuelo, había otro asilo para leprosos llamado hospital de Fontanelle, bajo el cuidado de los Crucíferos.

El hospital de Selvagrossa se encontraba muy cerca de la Porciúncula. Su nombre (selva grande) se deriva probablemente del bosque detrás del cual estaba en aquel entonces ubicada la capillita. Ya en el siglo XI este bosque era conocido como «cerqueto grosso» o «il quercetto della Porziuncola». A él se refiere también la carta de Inocencio III (1198).

Otro hospital muy ligado a la vida de Francisco y de los primeros hermanos era el de San Salvatore delle Pareti, conocido también como «Pallereto». De él se tienen las primeras noticias escritas en el año 1193 y, un poco más tarde, en la mencionada carta de Inocencio III (1198). Estaba ubicado en lo que hoy es la Casa Gualdi, la cual no en vano fue identificada durante mucho tiempo como «l'Ospizio».

Además de las aquí mencionadas, existían en la región otras leproserías: San Sabino, dependiente de la abadía de san Benito del monte Subasio; Acquaviva, Querciano, Ponte dei Galli y Ponte del Chiagio.

Descripción

La descripción se reduce a los pocos vestigios que hoy nos quedan de algunas de esas leproserías.

Santa María Magdalena es una bella iglesita en piedra rústica que conserva todo su encanto primitivo a pesar de algunos cambios que ha sufrido. El frontis tiene un interesante portal doble, un pequeño tragaluz románico y un campanario simple. El ábside semicircular, de factura posterior, es de gran belleza. Una puerta lateral, mucho más proporcionada que la de la Porciúncula, da acceso al interior desde la casa de los custodios. El interior es un sencillo espacio rectangular cerrado en uno de los extremos por el ábside. El techo ha sido reforzado recientemente por varios arcos en armonía con el estilo simple del conjunto.

La Casa Gualdi (llamada así por el apellido de la familia dueña del inmueble) no conserva nada de la antigua leprosería. Hoy sólo se ve en sus muros exteriores un bajorrelieve en bronce que recuerda el sitio donde Francisco, casi moribundo y transportado en una camilla desde el Obispado a la Porciúncula, mandó detener el cortejo y se hizo dirigir hacia la ciudad que lo vio nacer, para bendecirla por última vez. El bajorrelieve fue hecho por Vicente Rossignoli con el patrocinio de la Sociedad Internacional de Estudios Franciscanos en el año 1910.

Nota: La capilla que se encuentra entre la Casa Gualdi y Santa María de los Angeles (en el lado occidental de la vía) está dedicada a Santa María de las Gracias y no tiene nada que ver con las leproserías antiguas.

Las biografías primitivas y los mismos escritos de Francisco refieren con frecuencia las relaciones del Santo y de sus compañeros con los leprosos: en su proceso de conversión fue capital el encuentro de Francisco con un leproso, a quien besó, por un camino cercano a Asís. Francisco y sus hermanos servían a los leprosos y a veces vivían en sus hospitales. Una de las primeras enseñanzas prácticas que daba Francisco a los hermanos que llegaban a compartir su forma de vida, era enviarlos a servir en las leproserías, al menos por un tiempo. Al final de su vida, en el Testamento, Francisco recuerda con nostalgia cómo el Señor lo llevó entre los leprosos y él practicó con ellos la misericordia.

SAN PABLO DE BASTIA, SANT'ANGELO
Y SAN BENITO DEL SUBASIO

Reunimos en este apartado algunos datos sobre tres antiguos monasterios benedictinos cercanos a Asís, que tuvieron mucho que ver con los orígenes del movimiento franciscano. Los dos primeros eran monasterios de benedictinas y albergaron temporalmente a santa Clara cuando comenzó su camino de conversión evangélica. Su hermana Inés la siguió al poco tiempo en el monasterio de Sant'Angelo. Por otra parte, la abadía benedictina de San Benito en el monte Subasio aparece en estrecha relación con la capillita de la Porciúncula y, probablemente, con el eremitorio de Las Cárceles.

San Pablo de Bastia. Se sabe que el antiguo monasterio de benedictinas de San Pablo existía ya a mediados del siglo XII en un terreno ubicado al norte del puente de Bastia, cerca del sitio donde confluyen los torrentes Tescio y Chiascio. Antiguamente Bastia estaba rodeada por el lago umbro («Lacus umber») lo cual le mereció el nombre de «insula romana». Durante la edad media fue disputada políticamente por Asís y Perusa.

A fines del siglo XIII y comienzos del XIV, las condiciones de seguridad se tornaron muy precarias en varias regiones de Italia, razón por la cual las monjas hubieron de abandonar este sitio y refugiarse en un monasterio construido dentro de los muros de Asís.

Del antiguo monasterio hoy no queda más que la capilla, habilitada como centro del culto del cementerio en las afueras de la zona urbana. Una inscripción que se encuentra en el muro de la izquierda nos dice con pocas palabras, traducidas del italiano, cuál ha sido su trayectoria: «Este edificio, que desde el siglo XII fue monasterio de vírgenes benedictinas, donde se refugió Clara de Asís recientemente desposada con Cristo, y que después de los miserables tiempos de divisiones güelfas y gibelinas fue cambiado en arsenal de guerra, después de cinco siglos de ingrato abandono fue dedicado, por piadosa sugerencia del pueblo de Bastia, a la sepultura de sus queridos difuntos. Síndico de esta tierra Giuseppe Angelini 1862».

La iglesia es de estilo románico, con una sola nave. Se pueden observar algunos capiteles decorados con cabezas de animales. El ábside, en depurado estilo románico, es de gran belleza. El altar de piedra corresponde a la época primitiva del templo y debió ser el mismo del que, según la tradición, se sostuvo Clara cuando sus familiares pretendieron disuadirla de su empeño. En efecto, la noche del 18 al 19 de marzo de 1212 (ó 1211) Clara huye de su casa paterna, se consagra a Dios en presencia de Francisco y de los hermanos reunidos en la iglesita de la Porciúncula y es conducida luego al monasterio de benedictinas de san Pablo de Bastia. Una vez que su padre Favarone de Ofreduccio y sus otros familiares descubren su paradero, tratan de disuadirla de su propósito por todos los medios posibles. Como último recurso, Clara se aferra al altar y descubre su cabeza rapada, signo de consagración.

Sant'Angelo de Panso. Se encontraba en la pendiente del monte Subasio, un poco más abajo de la abadía de san Benito y relativamente cerca de Las Cárceles. Por razones de seguridad, también este monasterio debió ser abandonado a fines del siglo XIII o comienzos del XIV. De su construcción original hoy no quedan más que algunos muros y las piedras empleadas para la reconstrucción de la iglesita en el año 1604 por orden del duque Ferrantes Bonacquisti, según se desprende de la inscripción que se encuentra en el muro de la izquierda. Desde hace muchos años han quedado dentro de una modesta finca de campesinos.

La capilla se compone de dos partes separadas por un arco de sostén: la parte del coro cerrada en bóveda y la parte de la entrada, cubierta con vigas de madera.

Clara hubo de trasladarse de san Pablo a este monasterio de Sant'Angelo. A este lugar llega su hermana Inés, de sólo 14 años de edad, deseosa de seguir el ejemplo de su hermana mayor. La reacción de sus parientes fue esta vez mucho más feroz: la sacaron por la fuerza del monasterio, mientras Clara se quedó en oración. Dice la leyenda que en el camino su cuerpo se tornó tan pesado, que sus parientes tuvieron que dejarlo avergonzados y furiosos. La jovencita corrió entonces a unirse a su hermana.

San Benito del Subasio. No hay acuerdo entre los estudiosos sobre el origen de la abadía de San Benito en el monte Subasio. Algunos sugieren que su fundación pudo haber sido hecha por el mismo san Benito en el siglo VI. Otros, refiriéndose más específicamente a la construcción, dicen que se remonta al siglo XII. Al abad de este monasterio acudió Francisco para pedirle el uso de una iglesia pobre para él y sus hermanos; el abad le concedió la de Santa María de los Ángeles.

Durante una de las guerras civiles de Asís, el monasterio fue tomado por el partido minoritario, el cual estableció allí su refugio y fortaleza. Al año siguiente (1399), Broglia, quien era jefe del partido que gobernaba a Asís por aquel entonces, atacó al monasterio al frente de un ejército de mercenarios y lo destruyó. Las campanas fueron llevadas a Asís como botín de guerra. Una de ellas se encuentra actualmente en la torre de San Rufino; es alargada y delgada y tiene una inscripción gótica con el año 1287.

A comienzos del siglo XVII, el monasterio fue restaurado y sirvió como eremitorio a varias generaciones de eremitas, hasta finales del siglo XVIII. Luego permaneció abandonado durante mucho tiempo.

Una familia rica de la región adquirió el terreno a finales del siglo XIX o comienzos del XX y se preocupó por hacer algunas restauraciones urgentes en el año 1909.

La nave de la antigua iglesia, de estilo románico, cubría el patio actual. De dicha iglesia hoy no queda más que un muro de entrada y dos estatuas de madera. La sacristía es una sala rectangular dividida en dos partes por un arco en forma de arete.

Hoy lo más interesante es sin duda la cripta, de estilo románico, dividida en tres naves, con un transepto y un ábside de escasa profundidad. Las ocho columnas rematan en capiteles de buena factura, los cuales sostienen unos arcos pesados, de perfil rectilíneo. Junto al altar se puede observar todavía una lápida con los rasgos de un abad mitrado, un tal Pedro de Urbe (= Roma).

Nota: Un poco más arriba de esta abadía se pueden observar los restos del Castillo de Sassorosso, una de las propiedades de los parientes de santa Clara. Desgraciadamente no quedan más que unas cuantas piedras y tres o cuatro peldaños de una escalera.

COLLESTRADA - PONTE SAN GIOVANNI

En el siglo XIII, Collestrada era una pequeña aldea situada en una colina. Muy cerca se hallaba un puente romano conocido como Ponte san Giovanni. Fue en esta zona donde tuvo lugar el encuentro armado entre los ejércitos de Perusa y de Asís en 1202. Hoy en día no es posible localizar el sitio exacto del acontecimiento. En esta batalla intervino Francisco cuando contaba veinte años. Los de Asís fueron derrotados y muchos de ellos hechos prisioneros; entre éstos se hallaba el hijo de Pedro de Bernardone (2 Cel 4; TC 4).

Probablemente corresponde a Collestrada el episodio que relata la donación que hizo Francisco de su manto, antes de su conversión, a un hombre pobre, para que no odiase a su patrón (2 Cel 89; LP 34; EP 32).

[Fernando Uribe, O.F.M., Por los caminos de Francisco de Asís. Notas para el itinerario por los lugares franciscanos. Oñate (Guipúzcoa), Ed. Franciscana Aránzazu, 1990, pp. 23-58 y 104-118]

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