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BASÍLICA Y TUMBA DE
SAN FRANCISCO |
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El documento más antiguo hasta hoy conocido en relación con la basílica de san Francisco se remonta al 29 de marzo de 1228. Se trata de un acta en la cual consta que fray Elías recibe, en nombre del papa Gregorio IX, un terreno donado por Simón Puzzarelli a fin de que en él se construya una iglesia destinada a recibir «el bienaventurado cuerpo de san Francisco». El terreno donado era la colina inferior (collis inferus), ubicada al occidente de la ciudad de Asís, lugar donde eran tirados los desperdicios y donde eran ajusticiados los malhechores. Quizá por esto mismo era conocida como la "colina del infierno" (collis inferni). Un mes después de la donación, o sea, el 29 de abril, el papa Gregorio IX promulga una bula en la cual aprueba la construcción de la iglesia y la colecta de limosnas «a fin de que se construya, para la veneración de este Padre [san Francisco] una iglesia destinada especialmente a conservar su cuerpo». Los dos documentos mencionados son una prueba de la preocupación que desde la muerte de Francisco tuvieron sus dos grandes admiradores, fray Elías y el nuevo papa Gregorio IX, por rendirle un homenaje monumental que perdurara a lo largo de los siglos. Precisamente el día siguiente a la canonización de Francisco, el 17 de julio de 1228, el Papa bendijo la primera piedra de la construcción de la basílica sobre la colina que él mismo llamó "colina del paraíso" (collis Paradisi). Las limosnas de los fieles fueron tan abundantes y los trabajos se adelantaron con una tal eficacia que, a los veintidós meses, en 1230, la iglesia inferior estaba en condiciones de acoger el cuerpo de san Francisco. En el año 1236 la iglesia superior ya estaba cubierta con el techo, y tres años más tarde fue terminada la torre (la campana mayor tiene la fecha de 1238). La consagración fue presidida por el papa Inocencio IV el 11 de junio de 1253 (el mismo año de la muerte de fray Elías), pero en ese momento la basílica no presentaba todavía el aspecto que hoy tiene. En efecto, durante un poco más de un siglo después de su consagración, se efectuaron en ella trabajos de decoración y de ampliación. Los frailes supieron llamar hacia ella la atención de los papas, quienes a través de diversas bulas le concedieron privilegios, títulos honoríficos y se preocuparon por su terminación. Entre estas bulas hubo dos que incidieron mucho en los trabajos posteriores: una de Clemente IV (28 de marzo de 1266) y otra de Nicolás IV, el primer papa franciscano (15 de mayo de 1288). Gracias a este apoyo oficial y al interés de príncipes y potentados, pudieron ser llevados a Asís los más renombrados artistas florentinos, sieneses y romanos de la época. Fue precisamente entre fines del siglo XIII y a lo largo de casi todo el siglo XIV cuando fueron colocados los vitrales más antiguos, cuando se hicieron los grandes ciclos de frescos y cuando se abrieron las capillas laterales de la iglesia inferior, lo mismo que el transepto de entrada, que transformaron su aspecto. Todos estos trabajos concluyeron en el año 1367, y se puede decir que desde entonces el aspecto de las dos iglesias superpuestas ha permanecido intacto hasta hoy. Lo único que varió fue la construcción de la cripta, algunas pequeñas adendas externas que se indicarán oportunamente y la ampliación del convento adyacente. No ha sido posible determinar con certeza quién fue el arquitecto que diseñó la basílica. En una larga y acalorada polémica se han propuesto diversos nombres y se han formulado las más variadas hipótesis. Entre los nombres figuran Pablo Lumprandi, Felipe de Campello, fray Juan de Penna, un alemán desconocido llamado Jacobo y, desde luego, el mismo fray Elías. Se ha lanzado la hipótesis sobre dos arquitectos diferentes, uno para cada iglesia o la de uno para todo el conjunto, asesorado por varias personas. Desgraciadamente se carece de documentos que sostengan suficientemente las hipótesis. De todas formas, hoy en día hay una especie de consenso común que atribuye a fray Elías una participación importante no sólo en la ejecución de las obras sino también en la proyección de las mismas. Con esto la hipótesis del trabajo colectivo coordinado por el emprendedor y contradictorio Elías parece tener una buena acogida. La doble basílica de san Francisco posee una tal riqueza artística, que su descripción pormenorizada desbordaría los objetivos y los límites de estos apuntes. Muchos estudiosos -historiadores y críticos de arte- se han ocupado de ella y nos han dejado interesantes estudios, a los cuales puede acudir quien desee profundizar en el conocimiento de esta «cuna del arte italiano», como acertadamente ha sido calificada por A. Masseron. Por ello nos contentaremos con la descripción general de su exterior y con la ubicación de las obras más importantes indicando, en la medida de lo posible, sus autores. Trataremos de llamar la atención sobre los cuadros de contenido franciscano, especialmente sobre el ciclo de la vida de san Francisco. No fijaremos un orden riguroso de visita. Cada iglesia será descrita independientemente, de tal manera que el lector pueda comenzar por donde le resulte más práctico. Aquí comenzaremos por la cripta o tumba de san Francisco, porque nos parece que es el núcleo que da sentido a todo el conjunto. Unos minutos de oración y recogimiento ante la tumba del Pobrecillo nos ayudará quizás a mirar con ojos diferentes lo que otros vienen a ver movidos por un simple interés intelectual o por curiosidad. LA TUMBA DE SAN FRANCISCO El 25 de mayo de 1230 se llevó a cabo el traslado del cuerpo de san Francisco de la iglesia de San Jorge a la basílica inferior. Fue una solemne traslación procesional, a la cual asistió todo el pueblo de Asís y sus alrededores, varios prelados, caballeros armados y todos los ministros provinciales de la Orden, reunidos en Capítulo general por aquel entonces en Asís. La urna con los restos de san Francisco era conducida sobre un carro tirado por bueyes. Los relatos sobre los acontecimientos dramáticos ocurridos antes de entrar a la basílica aparecen cargados de un subjetivismo tal, que no nos permiten formarnos una idea clara de lo sucedido. Según ellos, fray Elías provocó un tumulto para justificar la entrada precipitada del cuerpo del santo, cerrar fuertemente las puertas y proceder clandestinamente a esconder la urna, acompañado de unos pocos ayudantes. Algunos cronistas llegan a afirmar que la procesión no fue más que un simulacro, pues el verdadero traslado había sido hecho por fray Elías tres días antes. Lo cierto fue que el sarcófago con los restos de san Francisco fue colocado debajo del altar mayor, en un lugar no accesible al público, pero probablemente visible a través de una «ventanita de la confesión», y así permaneció durante algún tiempo. Se afirma que poco después se construyó un corredor secreto que partía del coro y llegaba hasta la tumba. Este corredor permaneció abierto hasta el año 1442, cuando fue tapado por orden pontificia. El conocimiento del lugar exacto muy pronto fue olvidado y la imaginación dio paso a varias leyendas pías y fantásticas sobre el lugar y la forma como se encontraba el cuerpo de san Francisco. Después de ello se construyó una cripta con planta en forma de cruz griega y de estilo neoclásico, bajo la dirección de Pascual Belli, que fue terminada en 1824. El fuerte contraste de esta cripta con el resto de la basílica suscitó repetidas críticas que llevaron a su total reforma entre los años 1925 y 1932, según el diseño de Hugo Tarchi. Este arquitecto logró crear un ambiente recogido y sereno, el más apto para la oración de toda la basílica, recuperando quizás la idea inicial de la basílica inferior. Su estilo, que se puede calificar de neo-románico, se adecua mucho mejor a la pobreza y simplicidad de Francisco. La gran pilastra central tallada en la roca, cubierta solamente por una reja de hierro, sirve de soporte al sarcófago de piedra asegurado con las barras originales del siglo XIII, en el que fray Elías había colocado el cuerpo de Francisco. Los nichos protegidos por rejas que se observan en las esquinas del transepto contienen los restos de Fr. Ángel, Fr. Maseo, Fr. León y Fr. Rufino, cuatro de los compañeros de la primera hora. Al frente de la tumba, donde confluyen las escaleras de acceso, se encuentran los restos de Jacoba de Settesoli. Ningún sitio mejor que éste para conservar los restos de la fiel amiga de Francisco. El 17 de enero de 1978 el papa Pablo VI autorizó con un breve apostólico un nuevo reconocimiento del cuerpo de san Francisco. Siete días después se procedió a la apertura de la urna delante de una comisión oficial compuesta por peritos y autoridades. Después de un minucioso trabajo de reconocimiento, descripción y limpieza de los huesos encontrados, fueron colocados en una urna de plexiglás al vacío y con azoto, a fin de impedir el desarrollo de gérmenes y propiciar el equilibrio barométrico interno en relación con el ambiente externo. El 4 de marzo de ese mismo año, una vez concluidos los trabajos y después de algunos días de veneración, los sagrados restos fueron nuevamente encerrados en el sarcófago y protegidos con un moderno sistema de seguridad.
LA IGLESIA INFERIOR La forma más directa para llegar a ella es desde la plaza inferior de San Francisco, un gran claustro rodeado de pórticos que servían de refugio a los peregrinos, en cuyas paredes todavía se pueden observar los anillos para sujetar las cabalgaduras. Estos corredores cubiertos fueron construidos a finales del siglo XIV. La puerta de entrada está protegida por un pórtico de un solo arco que reposa sobre dos finas columnas corintias, ejecutado por Francesco Pietrasanta, obra patrocinada por el Ministro general Francisco Sanson. Una serie de arcos reduplicados y prolongados en finas columnas forman el elegante contorno de las dos entradas góticas que terminan en arcos tribolados y que armonizan con el rosetón central. Las puertas, talladas en madera, representan escenas de la vida de san Francisco y de santa Clara (la de la izquierda, obra de Hugolino de Gubbio, 1564), de san Antonio y de san Luis de Tolosa (la de la derecha, obra de Pompeo Scurscione, 1573). El transepto de entrada (se recomienda la visita en las horas de la mañana) consistía inicialmente en un espacio o atrio que daba acceso a la iglesia inferior. Más tarde, a mediados del siglo XIV, fue ampliado y adquirió el aspecto de una iglesia independiente. Actualmente es la sede del Tabernáculo y de muchas funciones litúrgicas ordinarias. La decoración de la bóveda fue hecha por Cesare Sermei y Jerónimo Martelli en el siglo XVIII. Los tres monumentos sepulcrales son en su orden, partiendo de la derecha: 1) Templete en mármol y ánfora de pórfido (dicen que originalmente contenía el índigo necesario para la decoración de la iglesia, regalo de Yolanda de Brienne, reina de Chipre), tumba de la familia Cerchi. 2) Tribuna hecha con materiales donados por la familia Nepis (s. XIV) y construida en 1458, menciona las bulas papales que otorgaron privilegios a la basílica. 3) Mausoleo gótico del siglo XIV, cuyo personaje yacente se desconoce. La capilla del fondo está dedicada a santa Catalina (1367) y sirvió de tumba al cardenal Albornoz antes de su traslado a Toledo. El altar tiene bases de mármol y los frescos fueron elaborados por Andrés de Bolonia y Pace de Bartolo de Asís (1368-69). La capilla de la derecha, dedicada a san Antonio Abad (1360), contiene las tumbas de Blasco Fernández y su hijo García, duques de Espoleto asesinados en 1373. En esta capilla hay una puerta que da acceso al antiguo cementerio del siglo XIII, hoy un apacible claustro cuyos arcos fueron hechos a fines del siglo XV por los maestros de Como. La estatua de san Francisco fue hecha en 1925 por Luigi Sapia. La nave central de la iglesia inferior, caracterizada por sus arcos románicos bajos, contiene en sus paredes laterales los frescos más antiguos de toda la basílica, de los cuales sólo quedan unas secciones debido a la apertura de las capillas laterales. Los de la derecha (entrando), son de inspiración bíblica y representan escenas de la pasión de Cristo (crucifixión, descendimiento de la cruz, sepultura...). Los de la izquierda representan escenas de la vida de san Francisco (renuncia a los bienes, sueño de Inocencio III, predicación a las aves, los estigmas, sus funerales). Su autor (¿o autores?) parece ser un discípulo de Giunta Pisano, pero se desconoce su nombre y por ello suele ser calificado como el «Maestro de san Francisco». La cátedra de mármol blanco en estilo gótico, data de mediados del siglo XIV; en su elaboración se nota el influjo de la escuela cosmatesca de Roma. A su lado se puede observar un púlpito dentro de los restos de un conjunto marmóreo, que marcaba el comienzo del presbiterio.
Sobre este altar, en el cruce del transepto, se encuentran las llamadas «velas», atribuidas a un discípulo de Giotto («Maestro de las velas»). Tres de ellas representan los votos religiosos (pobreza, castidad y obediencia), según la concepción que se tenía de los mismos a comienzos del siglo XIV. Se trata de una obra didáctica, moralizante y fuertemente ideologizada, en donde el interés del concepto predomina sobre la descripción figurada. Cada una de las «velas» conserva el mismo esquema: el símbolo de la virtud representada, la exaltación de la virtud y la reprobación del vicio que se opone a ella. La cuarta «vela» muestra al «gloriosus Franciscus» sentado rígidamente en un trono de gloria y vestido con una pesada dalmática de oro que contrasta con sus pies descalzos. Los rostros alegres de los ángeles que danzan descongelan la escena de la glorificación de san Francisco. Quienquiera que haya sido el autor de estas velas, se percibe de inmediato que la inspiración del artista debió sufrir una fuerte sumisión a las ideas impuestas por los «inspiradores». El transepto principal (se recomienda la visita en las horas de la tarde) está completamente cubierto de interesantes frescos. Casi todo el brazo derecho contiene escenas de la infancia de Jesús y algunas de la Virgen María, de la crucifixión de Cristo y de milagros de san Francisco, debidas a Giotto y a sus discípulos. En este brazo destacamos, en primer lugar, el conjunto de Nuestra Señora de los Angeles y San Francisco, de Cimabue, obra que ha tenido una amplísima divulgación. Muy cerca, los retratos de cinco compañeros de la primera hora, cuyas tumbas se encuentran debajo: Bernardo de Quintaval, Silvestre, Guillermo de Inglaterra, Elegido y Valentino. En la pared siguiente, las figuras de san Francisco, san Luis rey de Francia, san Elceario, santa Isabel de Hungría y una santa (¿Clara?, ¿la beata Delfina, esposa de san Elceario?, ¿Jacoba de Settesoli?), pintadas por Simone Martini. Al fondo de este brazo se encuentra la capilla de san Nicolás de Bari, poligonal, de estilo gótico, con pinturas de la primera mitad del siglo XIV, en gran parte destinadas a contar escenas de la vida de san Nicolás. En el ábside se destacan tres vitrales con las figuras de santa Isabel, san Francisco y santa Clara, obras de Luis y Rosa Caselle (1921-1924). La sillería del coro es de la segunda mitad del siglo XV y el fresco del juicio final de Sermei es del año 1623. El brazo izquierdo del transepto está dedicado a las escenas de la pasión de Cristo y de la estigmatización de san Francisco. Casi todo este ciclo es obra de Pedro Lorenzetti y, sobre todo, de su hermano Ambrosio. De estos frescos el más importante es el de la crucifixión y el más interesante el de la Virgen con el Niño entre san Juan Evangelista y san Francisco. Al fondo de este brazo se halla la capilla de san Juan Bautista con un tríptico de la Virgen y el Niño, san Francisco y san Juan Evangelista, obra de Pedro Lorenzetti. Hay cinco capillas laterales, dos al lado izquierdo (entrando) y tres al lado derecho. En el lado izquierdo la capilla de san Pedro de Alcántara es pequeña y sin adornos, en tanto que la de san Martín tiene una gran importancia por el ciclo de frescos que cubren sus muros, de una gran factura y elegancia, elaborados por Simone Martini poco antes de 1317. En el lado derecho se encuentra en primer lugar la capilla de san Sebastián, dedicada especialmente a san Luis rey de Francia. Merece especial atención el vitral, elaborado en el siglo XIV por Juan Bonino según el diseño de Simone Martini. Los frescos fueron pintados por Dono Doni en el siglo XVI para reemplazar los del siglo XIV que estaban muy deteriorados. La capilla del centro está dedicada a san Antonio de Padua y es también valiosa por su vitral, atribuido a Juan Bonino, quien siguió un diseño hecho probablemente por Giotto. Los antiguos frescos de esta capilla fueron también reemplazados por los actuales, pintados en 1610 por Sermei y Martelli. Finalmente, la capilla de la Magdalena con varias escenas de la vida de la santa, elaboradas durante la segunda mitad del siglo XIV por los discípulos de Giotto. Capilla de las reliquias. Se llega a ella por el brazo derecho del transepto. Ha sido recientemente habilitada y contiene varios objetos de un gran valor histórico, de los cuales llamamos la atención sobre los siguientes: 1) El pequeño pergamino encerrado en un ostensorio con dos escritos autógrafos de san Francisco: «la bendición a fray León», por un lado, y «las Alabanzas al Dios altísimo», por el otro. 2) El texto oficial original de la Regla bulada, aprobada por el papa Honorio III el 29 de noviembre de 1223. 3) Sandalias y restos de túnicas que usó san Francisco.
LA IGLESIA SUPERIOR Se levanta frente a la extensa plaza superior de San Francisco, espacio oficialmente reservado, libre de toda construcción, desde el año 1246 por la Comuna de Asís para conservar la perspectiva del gran monumento. Su fachada, simple y elegante, está dividida en tres partes por cornisas. La parte inferior está centrada por un arco ojival amplio que encierra el portal de arcos concéntricos, el rosetón y las dos puertas de arcos triboldos. La franja central está adornada por un inmenso rosetón doble encuadrado por los símbolos de los cuatro evangelistas. Originalmente las columnas y demás elementos del rosetón tenían incrustaciones de mosaico que le daban una gran vistosidad y lo hacían semejante a una inmensa flor multicolor. La parte alta es en forma de tímpano con un tragaluz al centro. Al lado izquierdo de la fachada fue construido en 1607 un templete comunicado por un corredor de arcos, en estilo renacimiento; es la llamada tribuna de las bendiciones. La torre cuadrada y maciza, en estilo románico-lombardo, tiene 53,50 metros de altura. Cada lado de la parte superior está abierta en tres arcos. Inicialmente terminaba en una aguja octogonal (como la de la basílica de Santa Clara), la cual fue demolida en el año 1530. El interior tiene planta en forma de cruz tau ("T") con ábside poligonal y una sola nave de gran elegancia y luminosidad. La bóveda está sostenida por nervaduras que se apoyan sobre columnas múltiples. La gran riqueza y abundancia de su dotación y decoración sólo nos permite ofrecer aquí una visión rápida. Esquemáticamente podemos distinguir cinco grandes conjuntos: 1) el altar mayor y el coro; 2) los frescos del transepto; 3) los frescos de la parte superior de la nave; 4) los vitrales; 5) el ciclo de la vida de San Francisco. El altar mayor es de mármol con incrustaciones en estilo cosmatesco. Su elaboración original se remonta al siglo XIII, pero en 1942 sufrió una cuidadosa restauración. Sobre el altar, en el cruce del transepto, las figuras de los cuatro evangelistas y de las regiones evangelizadas por ellos. Las 102 sillas del coro fueron trabajadas por Domenico de Sanseverino y sus ayudantes entre 1491 y 1501 bajo los auspicios del Ministro general Francisco Sanson (véase inscripción en una de las sillas de la izquierda). (Nota: sobre el altar mayor había un crucifijo pintado sobre madera en 1236 por Giunta Pisano, en el cual aparecía fray Elías de rodillas como donante. Este crucifijo desapareció). Los frescos del transepto y del ábside son todos obra de Cimabue y de sus ayudantes, realizados en el año 1277. Los del brazo derecho representan a la Iglesia terrestre (la Transfiguración del Señor, episodios de la vida de los Apóstoles...), los del centro muestran varios episodios de la vida de la Virgen, y los del brazo izquierdo representan a la Iglesia celeste; el más famoso es el de la crucifixión. Desgraciadamente hoy se encuentran en muy mal estado debido a la humedad y, sobre todo, al óxido de plomo empleado en la mezcla de las pinturas, que ha reaccionado produciendo el efecto de un negativo fotográfico. Los frescos de la parte superior de la nave constituyen un conjunto de 34 cuadros con escenas bíblicas; algunos de ellos están bastante deteriorados. Los de la derecha se refieren al Antiguo Testamento y los de la izquierda al Nuevo Testamento. Fueron pintados entre finales del siglo XIII y comienzos del XIV por artistas romanos y toscanos. Los vitrales del ábside proceden de la escuela francesa de finales del siglo XIII. Cada uno de ellos representa nueve escenas con analogías entre la vida de Jesús y acontecimientos del Antiguo Testamento. Los ocho vitrales de la nave fueron ejecutados entre finales del siglo XIII y el siglo XIV; representan episodios de la vida de san Francisco, san Antonio de Padua, la Virgen y otros santos. Los frescos de la parte inferior de la nave forman el ciclo de la vida de San Francisco con un total de 28 escenas. Casi todos ellos son debidos a la inspiración de Giotto y al trabajo de sus colaboradores. Los cinco últimos se atribuyen al «Maestro de santa Cecilia», dada su semejanza con la vida de santa Cecilia que se encuentra en el museo de los Oficios de Florencia. La mayoría de los episodios se basa en los datos ofrecidos por la Leyenda Mayor de San Buenaventura, que era la biografía oficial de san Francisco a fines del siglo XIII, fecha de su elaboración (1297-1300). Veamos cada uno de los frescos: 1. Un hombre simple extiende su capa a los pies de Francisco (LM 1,1). Dos grupos de personas y dos conjuntos arquitectónicos separados por una representación acomodada del templo de Minerva, el cual enmarca la escena central del cuadro. Nótese la armoniosa distribución de personajes y edificios. 2. Francisco regala su capa a un caballero pobre (LM 1,2). El joven Francisco centra esta escena de rico colorido. Las figuras del caballo y del caballero equilibran el conjunto. En las dos colinas del fondo se pueden ver simbolizadas la ciudad terrena (a la izquierda, quizá la ciudad de Asís) y la ciudad celeste (a la derecha, tal vez la abadía del monte Subasio). Las líneas oblicuas de las colinas confluyen sobre la figura de Francisco. 3. El sueño de las armas (LM 1,3). Contraposición de dos volúmenes cúbicos: uno escueto y sin adornos que resalta las figuras de Cristo y de Francisco, y el otro que representa un palacio gótico ricamente adornado. 4. Francisco escucha al crucifijo de San Damián (LM 2,1). Ideologización de la iglesia de san Damián según un artificio pictórico no carente de simbolismo que permite ver su exterior y su interior, en estado de abandono y destrucción. La parte ocupada por el crucifijo es la más pobre y descompuesta. 5. Francisco renuncia a la herencia paterna (LM 2,4). Los dos grupos de edificios del fondo orquestan la escena del primer plano, toda llena de dramatismo, en la que hay dos grupos de personas. La escena que se desarrolla entre Pedro de Bernardone y su hijo Francisco aparece separada por un espacio vacío. Al lado de la derecha se agrupan los eclesiásticos, a la izquierda, los civiles. Nótese la expresión de los rostros de los circunstantes, el contraste entre la actitud de Pedro y la de Francisco, así como el equilibrio de acciones entre el amigo que retiene a Pedro y el obispo que cubre a Francisco. 6. El sueño del papa Inocencio III en Letrán (LM 3,10). Contraste entre las escenas de la derecha y de la izquierda. La derecha es apacible, con un pontífice que duerme plácidamente bajo un inmenso baldaquino, rodeado de un rico cortinaje y vigilado por dos ancianos, uno de los cuales también duerme. A la izquierda, predominio de las líneas oblicuas, ambiente de movimiento, una hermosa torre a punto de caer y la seguridad de un Francisco robusto como una pilastra que sostiene con sus hombros el edificio mientras mira confiadamente a la altura. 7. El Papa aprueba la Regla (LM 3,10). Dos grupos de personas se encuentran frente a frente; el de la derecha está en un plano un poco más elevado. Las mitras armonizan con las tonsuras. Hay relación entre ambos grupos. Las miradas confluyen todas en la escena central: la bendición de Inocencio III y la donación de la Regla. El ambiente arquitectónico enmarcado por los tres grandes arcos suspendidos podría sugerir algún simbolismo. 8. Francisco, como un nuevo Elías, aparece sobre un carro de fuego (LM 4,4). Representación de dos escenas paralelas. El alto y escueto edificio que evoca el establo de Rivotorto ofrece una buena armonía entre las columnas y los dos grupos de frailes. 9. Un ángel muestra a fray Pacífico el trono preparado para san Francisco (LM 6,6). Las sillas en la altura indican el objeto de la visión, fuera del ambiente enmarcado por la iglesia de Bovara y las alas del ángel. 10. Expulsión de los demonios de Arezzo (LM 6,9). Dos ambientes arquitectónicos desiguales y contrastantes enmarcan este episodio: el ábside de un gran templo gótico (izquierda) y una ciudad minada por la división y el odio (los dos personajes de la parte inferior), en la que pululan los demonios (parte superior). En un ángulo, la actitud humilde de san Francisco que ora, y, al centro, la actitud decidida de fray Silvestre que exorciza. 11. Francisco ante el Sultán de Egipto (LM 9,8). Episodio de gran dramatismo, compuesto por tres grupos de personas, dispuestos con gran equilibrio. Nótese la relación entre el Sultán que acciona con su mano derecha y la actitud segura de Francisco quien también acciona con su mano derecha, así como la escena que se desarrolla entre la cobardía de los sacerdotes mahometanos y el gesto de desprecio del hermano Iluminado. El solio del Sultán armoniza con el otro edificio aun en la decoración de la bóveda. 12. Éxtasis de Francisco (LM 10,4). La figura de Francisco con los brazos abiertos centra la escena. El recargo de figuras en la parte izquierda acentúa mejor la aparición del Señor en la parte derecha. 13. La noche de Navidad en Greccio (LM 10,7). El artista ubica el episodio en el coro o presbiterio de una iglesia y en él son destacados los elementos principales del relato: el facistol del Evangelio, el púlpito de la predicación, el altar de la celebración y, al centro, Francisco vestido de diácono que toma entre sus brazos al Niño de Belén. La escena cobra vitalidad con la presencia de la multitud y los cuatro frailes que cantan. 14. El milagro de la fuente (LM 7,12). Dos inmensas rocas secas con árboles raquíticos enmarcan la figura de Francisco en actitud orante. Nótese la avidez del campesino con las pupilas dilatadas y sus piernas hinchadas por el esfuerzo. Los dos frailes de la izquierda, que se maravillan de lo ocurrido, complementan el episodio. 15. El sermón a las aves (LM 12,3). Podría decirse que el centro de este cuadro es el diálogo, ese espacio de mutua atracción que se crea entre un Francisco semi-inclinado, que conversa entusiasmado, y las aves, todas orientadas hacia él, que lo escuchan atentas. 16. Francisco predice la muerte del caballero de Celano (LM 11,4). La figura del caballero de Celano, yacente en el ángulo inferior de la derecha, centra toda esta dramática escena. Obsérvese como todos los gestos, las miradas y aun la misma arquitectura, se orientan hacia el mismo lado. 17. Francisco predica delante del papa Honorio III (LM 12,7). Tres arcos góticos ricamente adornados enmarcan la escena, en la que predomina la figura del pontífice con su actitud de profunda atención a las palabras de Francisco. Dos grupos, de a tres personas cada uno, rodean al papa. Nótense las diversas expresiones. La figura del fraile sentado a los pies de Francisco rompe la monotonía de la composición. 18. Aparición de Francisco durante el Capítulo de Arlés (LM 4,10). La simplicidad y monotonía de los frailes sentados frente a un san Antonio bastante pasivo, no alcanzan a poner suficientemente de relieve la aparición de Francisco, un tanto ofuscada por la rica decoración arquitectónica. 19. Francisco recibe los estigmas (LM 13,3). La actitud de Francisco, al centro, y la de fray León, en el ángulo inferior, dan a la escena una gran serenidad; las dos capillas equilibran el conjunto, así como la luminosidad del Serafín y la iluminación de la roca. 20. Muerte y funerales de Francisco (LM 14,6). Cuadro dividido en tres partes: la inferior, más horizontal, centrada en Francisco que yace en una camilla; la intermedia, vertical, formada por el cortejo solemne de sus funerales; la superior, de gran movimiento, representa a Francisco llevado por los ángeles al cielo. 21. Visión del hermano Agustín y del Obispo de Asís (LM 14,6). Dos escenas yuxtapuestas sin relación histórica ni pictórica. La de la izquierda es rica por su expresionismo. 22. El caballero Jerónimo verifica los estigmas (LM 15,4). La parte principal del cuadro, con múltiples personajes, es interesante por la expresión dramática y piadosa de los rostros. 23. El dolor de Clara y de las hermanas de San Damián (LM 15,5). Dos grupos de personas, al centro de las cuales se encuentra la figura yacente de Francisco. Nótese la piedad y el dolor en los rostros de las monjas y de los circunstantes, que le dan al cuadro un acentuado realismo. La iglesita de san Damián es idealizada como una catedral de magnífica arquitectura. ¿Quizás el pintor quiso representar la basílica de santa Clara? 24. La canonización de san Francisco (LM 15,7). Sólo se pueden ver algunos fragmentos. De gran interés, la expresión de los rostros de las mujeres en el ángulo inferior derecho. 25. Francisco se aparece al papa Gregorio IX (LM mil 1,2). Juego de cortinajes que enmarcan una escena en la que se perciben la calma y la somnolencia que rodean al pontífice. Al centro de todo domina la figura de Francisco, quien toma la mano del papa y le señala su costado. 26. Curación de un hombre llamado Juan (LM 6,7; LM mil 1,5). Dos grupos de personas que aparentemente carecen de un centro común de atención; la presencia de Francisco y de los ángeles no es percibida por las dos mujeres ni el médico. 27. La mujer que resucita para confesarse (LM mil 2,1; 3 Cel 40). Figuras más estilizadas y un tanto hieráticas. En el ángulo superior, Francisco que ora. 28. Pedro de Alife recobra la libertad (LM mil 5,4; 3 Cel 93). Escenografía de torres que ambienta la liberación de Pedro. EL SACRO CONVENTO Simultáneamente con la construcción de la Basílica se edificó un convento detrás del ábside, para la habitación de los hermanos. En el año 1230 ya estaba en condiciones de ser habitado, pero su construcción se continuó en los años siguientes. Sus dimensiones eran más reducidas que las del actual, pero de todas maneras sus muros debieron ser sólidos desde un comienzo debido a las condiciones del terreno. En el año 1244 pudo albergar el tesoro de la curia romana confiado al cuidado de los frailes por el papa Inocencio IV. Durante el siglo XIV sufrió varias ampliaciones en cuanto a su superficie y a su altura, la más importante de las cuales fue debida a la ayuda del Cardenal Albornoz, quien hizo construir la nueva enfermería. Desde comienzos de ese siglo se inició el refuerzo de los cimientos con grandes los contrafuertes que rodean toda la edificación desde el costado este y llegan hasta la plaza inferior. Se trata de un conjunto de cincuenta y tres arcos de gran imponencia y belleza. Los trabajos más importantes se efectuaron por orden del papa Sixto IV entre 1472 y 1474 para proteger la parte oeste. Esto explica el nicho abierto en la muralla con la estatua del pontífice. Bajo los auspicios del mismo Sixto IV fue construido y adornado el gran claustro que lleva su nombre. Los trabajos fueron encomendados a Antonio de Como, quien los terminó en 1476. Consta de dos series de arcos amplios que reposan sobre capiteles sencillos y columnas bien proporcionadas en un estilo calificado de pre-renacimiento. El centro está adornado con un pozo. En el año 1608 se concluyó la construcción de la hospedería y de la enfermería con dineros donados por Felipe III de España. En el interior del convento hay varios frescos y cuadros famosos que adornan diversas salas. El refectorio, que es de grandes proporciones (58 por 11 metros) fue decorado en el siglo XVIII con medallones de los papas benefactores de la basílica y con una Ultima Cena de Francisco Solimena. ACTUALIZACIÓN -- La Basílica es ante todo el lugar de la glorificación de Francisco. Es, por lo mismo, el lugar de la oración de alabanza, de admiración, de agradecimiento. La cercanía de las sagradas reliquias de san Francisco invita a una oración silenciosa en la cripta. -- Muchos han atribuido un especial simbolismo a la basílica con sus dos iglesias superpuestas: la inferior, oscura y baja, sería el símbolo de la vida de penitencia; la superior, luminosa, espaciosa y elegante, sería el símbolo de la gloria. La primera es el fundamento de la segunda. Francisco, ahora en la gloria, nos invita a recorrer el mismo camino. -- Las alegorías de los tres votos, aun por el mismo lugar en que fueron pintadas (plementos sobre el altar mayor, en el cruce del transepto), indican la importancia de los consejos evangélicos en la vida del hermano menor. Una reflexión personalizada a partir de cada una de las llamadas «velas» nos puede llevar a plantearnos serios interrogantes sobre la forma como entendemos y vivimos los votos religiosos. La reflexión podría comportar los siguientes pasos: a) Descripción: Mirar atentamente cada una de las «velas» tratando de comprender y explicar lo que el pintor quiso expresar, según su concepción de los votos. b) Tomar posición crítica ante cada interpretación, señalando los elementos de acuerdo y de desacuerdo. c) Presentar una descripción razonada de nuestra visión evangélica de cada uno de los votos. d) Confrontación personal (de nuestra praxis) frente a esta visión.
[Fernando Uribe, O.F.M., Por los caminos de Francisco de Asís. Notas para el itinerario por los lugares franciscanos. Oñate (Guipúzcoa), Ed. Franciscana Aránzazu, 1990, pp. 62-76] |
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