DIRECTORIO FRANCISCANO
Santuarios Franciscanos

OTROS SANTUARIOS
Y LUGARES FRANCISCANOS

por Fernando Uribe, o.f.m.

.

 

LA ROMA DE SAN FRANCISCO

De acuerdo con el título adoptado, nos referiremos en este capítulo exclusivamente a los lugares que de alguna manera tuvieron que ver con la presencia de san Francisco en Roma, de los cuales se hace una mención directa o indirecta en las fuentes del siglo XIII.

Casi todos los lugares aquí señalados han sufrido fuertes transformaciones desde el siglo XIII hasta hoy, y de otros ya no quedan huellas; el contexto urbanístico es también bastante diferente. No obstante, tiene una gran importancia entrar en contacto con ellos para comprender mejor el sentido de las fuentes.

A estos lugares aparecen ligados muchos nombres importantes: los papas Inocencio III y Honorio III; los cardenales Juan de San Pablo, Hugolino de Segni y León Brancaleone; la noble dama Jacoba de Settesoli y la penitente Práxedes.

Damos por supuesto el conocimiento, al menos sumario, de la historia de Roma, de su significado religioso y de sus múltiples riquezas arqueológicas, monumentales y artísticas.

SAN PEDRO EN EL VATICANO

La Basílica. San Pedro fue martirizado en el año 65 bajo el emperador Nerón. Según las leyes romanas de entonces, los cementerios debían estar ubicados fuera de los muros de la ciudad. Ordinariamente las tumbas se elevaban a los lados de los caminos. Los restos de Pedro fueron colocados en una tumba al lado de un camino que conducía al occidente de Roma, bordeando la colina Vaticana. Allí se había formado poco a poco un cementerio.

Muy pronto la tumba de Pedro comenzó a ser distinguida con especiales signos de veneración: grafiti, exvotos. A fines del siglo I el papa Anacleto hizo construir una «memoria», es decir, un monumento funerario, bastante modesto por cierto.

Después de la victoria de Constantino, en el año 326 se dio comienzo a la construcción de una gran basílica, la cual tenía como punto central la «memoria» o confesión de san Pedro. Para conservar intacto este sitio y poder hacer un templo en la pendiente de la colina, los ingenieros constantinianos tuvieron que hacer un gran movimiento de tierra (más de 40.000 m. cúbicos), con lo cual quedó cubierta una parte de la necrópolis. La basílica fue terminada en el año 349. Era un edificio espléndido con cinco naves, separadas por cuatro filas de columnas, con 24 columnas cada una. La iglesia estaba precedida de un gran atrio cerrado, rodeado por un corredor o pórtico, al centro del cual había una fuente de piña (cantharus).

Esta basílica constantiniana estaba decorada con mármoles y mosaicos, algunos de los cuales sufrieron transformaciones durante la Edad Media. A lo largo del tiempo se fue llenando de mausoleos de pontífices y de otros personajes, tanto dentro como en sus alrededores, a tal punto que, según algunos, antes de su demolición, la basílica se asemejaba a un gran cementerio cristiano. Varios papas ordenaron también diversos cambios, como, por ejemplo, la construcción de una cripta, la reforma del presbiterio, capillas laterales, nichos, etc.; la pureza de líneas de la primitiva construcción se había perdido. Esta basílica, así transformada, fue la que vio san Francisco cuando la visitó como peregrino al menos dos veces. La basílica actual se construyó entre 1506 y 1614.

Los primeros edificios. Después de la construcción constantiniana, la basílica de San Pedro siguió siendo una basílica cementerial, aislada de la ciudad, rodeada de algunas casas para el clero y los empleados. El papa León I (440-464) construyó el monasterio de los santos Juan y Pablo, cuyos monjes eran encargados del canto coral en San Pedro.

En el siglo VI ya estaban establecidas en Roma las estaciones cuaresmales, lo cual exigió la construcción de una habitación adecuada para la estadía temporal del Papa cerca de San Pedro. Por ese entonces se construyó la «domus aguliae» cerca del obelisco, donde se hospedaban los dignatarios de la corte pontificia, en tanto que el Papa se alojaba en el monasterio.

Durante los siglos posteriores se hicieron ampliaciones y anexiones de palacios y habitaciones. Los trabajos más definitivos fueron las murallas construidas por León IV (847-855), las cuales dieron seguridad a la zona vaticana. Parte de estos muros subsisten todavía.

Eugenio III (1145-1153) hizo construir el «palatium novum», en el costado norte de la basílica, para residencia pontificia. Este palacio fue ampliado por el papa Inocencio III (1198-1216), quien varias veces tuvo que dejar el palacio del Laterano para refugiarse en el sector leonino, dadas las frecuentes revueltas del pueblo romano.

A Francisco no le tocó ver, por tanto, la masa de edificaciones que hoy vemos. Estas se incrementaron después de que los papas regresaron de Aviñón (1377), cuando establecieron la curia pontificia en el Vaticano, dejando definitivamente los palacios de Letrán, que no estaban en condiciones de ser habitados, aunque la basílica de San Juan siguió siendo la sede de la cátedra del Papa como obispo de Roma.

BASÍLICA DE SAN PABLO EXTRAMUROS

El apóstol san Pablo, como ciudadano romano que era, no padeció la misma muerte que Pedro, crucificado como los esclavos; fue decapitado. Las decapitaciones se hacían ordinariamente en un sitio distante de la ciudad. Una antigua tradición ubica su martirio en el sitio conocido como «Tre Fontane, ad aquas salvias», donde hoy existe un monasterio de trapenses. La tradición agrega que una matrona llamada Lucina reclamó el cuerpo del apóstol y lo sepultó en una tumba de su pertenencia que se encontraba en la vía Ostiense, en un cementerio de carácter popular, como se deduce de las escasas dimensiones de las tumbas (loculi).

Sobre el sitio donde fue sepultado san Pablo, el papa Anacleto hizo construir una «memoria», como la de san Pedro. En el siglo IV el emperador Constantino edificó una basílica no tan grande como la de San Pedro, porque el terreno no se lo permitía. A finales de ese mismo siglo tres emperadores: Valentiniano, Teodosio y Arcadio, apoyaron la construcción de un templo más grande que el de San Pedro, para lo cual se hubo de suprimir uno de los caminos y se orientó el cuerpo de la iglesia en sentido contrario al de la anterior, de tal manera que permaneciera siempre fijo, como punto central, el sepulcro del santo.

Más tarde (siglo VII), el papa Gregorio Magno mandó acondicionar una especie de cripta para tener un altar más cerca del cuerpo del santo. En el curso de los siglos fue embellecida con mosaicos, altares laterales y un pórtico, pero sustancialmente permaneció la misma hasta el año 1823, cuando un incendio la destruyó en gran parte.

Las fuentes franciscanas no mencionan explícitamente la presencia de Francisco en esta basílica, pero es de suponer que al menos en una ocasión hubo de visitarla cuando vino a Roma como peregrino. Por una parte, era una de las siete basílicas romanas, meta de las peregrinaciones a la ciudad eterna y, por otra, era la basílica gemela de la vaticana, tumba del apóstol de los gentiles.

SAN JUAN DE LETRÁN

Se sabe que en tiempos del emperador Nerón, la familia Laterani tenía un gran palacio en el monte Celio. El jefe de esta familia, implicado en una conspiración contra el emperador, fue condenado a muerte y sus bienes pasaron al fisco público. Consta que, a fines del siglo II, el emperador Septimio Severo restituyó los bienes a la familia Laterani, pero a comienzos del siglo IV el palacio de los Laterani figura de nuevo como posesión imperial. En efecto, en el año 313 aparece como «la casa de Fausta en Letrán». Fausta, hermana de Majencio, fue la segunda esposa de Constantino. En ese año ella prestó su casa para la reunión de un Concilio que condenó a los donatistas.

No se sabe con exactitud cuándo fueron construidos la iglesia y el bautisterio, ni cuándo empezaron a habitar los papas en el palacio de Letrán. Lo cierto es que ya a mediados del siglo IV los documentos mencionan las tres edificaciones. Al parecer fue el mismo emperador quien hizo construir la iglesia sobre un antiguo cuartel de caballería de la guardia imperial. La basílica, el bautisterio y el palacio formaban desde entonces un solo bloque de edificios, unos nuevos y otros viejos.

El bautisterio actual se remonta al siglo V, obra del papa Sixto III (432-440), aunque ha sufrido algunas modificaciones en el curso de los siglos. En el siglo XIII este Bautisterio tenía una gran importancia, mayor de la que hoy tiene, pues era todavía el único bautisterio de la ciudad de Roma.

La basílica fue inicialmente conocida como basílica constantiniana del Salvador. El nombre del Salvador poco a poco fue desplazado por el de San Juan, dado que fue dedicada a los dos Juanes, el Bautista y el Evangelista. En la Edad Media se le conoce solamente bajo este segundo nombre.

Fue construida en el siglo IV, pero en ese mismo siglo un temblor de tierra le produjo graves daños, dejando intacto el ábside. La reconstrucción se hizo en el siglo V, especialmente bajo el pontificado de san León I. En el siglo X la basílica debió ser nuevamente reconstruida como consecuencia de otro temblor de tierra. Los trabajos se realizaron bajo el pontificado de Sergio III. A fines del siglo XIII el papa Nicolás IV (franciscano) ordenó la reconstrucción total, conservando los cimientos constantinianos. Fue en esa época cuando el franciscano Santiago Torriti recompuso la imagen antigua del Salvador en el mosaico, retocó gran parte de las otras figuras y agregó las imágenes pequeñas de san Francisco, san Antonio, el Papa Nicolás IV y el artista.

En el siglo XIV la basílica sufrió graves daños a causa de dos incendios (1308 y 1361). El traslado de la curia pontificia a Aviñón influyó mucho en el deterioro de la basílica y de los palacios contiguos. No obstante, se le siguieron haciendo modificaciones en los siglos siguientes.

El palacio pontificio en el siglo XIII consistía en una serie de edificaciones que ocupaban el actual palacio y se prolongaban a la izquierda de la basílica ocupando parte de la actual Plaza de San Juan de Letrán. De las antiguas edificaciones hoy no quedan más que algunos vestigios: la escala santa, que conducía a la capilla privada de los papas, ubicada hoy unos metros más allá de su emplazamiento primitivo y el «triclinium» de León III, del cual se conserva solamente el ábside con un mosaico. El actual palacio ubicado a la izquierda de la basílica fue construido en 1586.

La basílica de San Juan de Letrán y sus alrededores fue probablemente el lugar de Roma más frecuentado por Francisco. Desde luego, hoy se encuentra notoriamente transformado en relación con lo que existía en el siglo XIII. En ese entonces prácticamente el centro de Roma gravitaba en torno a esta basílica, sede del obispo de Roma, de su bautisterio, donde eran bautizados todos los romanos, y del palacio de Letrán, sede de la curia pontificia.

En sus alrededores estaba la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, de la cual nos ocuparemos más adelante, la residencia del cardenal Hugolino muy cerca de la iglesia de los Santos Pedro y Marcelino y, según algunos, el hospicio de San Antonio Abad, vecino también de la misma iglesia («entre el acueducto y la iglesia de los santos Pedro y Marcelino»), donde se hospedó Francisco en 1209. Un hospicio (u hospital) era el lugar donde eran acogidos los peregrinos pobres y los enfermos. El mencionado hospicio de San Antonio estaba dirigido por los hermanos hospitalarios de San Antonio, quienes acompañaban a la corte pontificia en sus desplazamientos. En su hábito llevaban cosida una gran T (tau) y su bastón terminaba en forma de T. Los Trinitarios afirman que en el siglo XIII no había hospital cerca de San Juan de Letrán y que Francisco debió hospedarse en el hospicio de Santo Tomás in Formis (cerca de Santo Stefano in rotondo), dirigido por ellos.

SANTA CRUZ DE JERUSALÉN

La actual basílica se levanta hoy sobre una parte del palacio Sessoriano del siglo IV, residencia privada de la emperatriz Elena, madre de Constantino. En el año 329, Elena trajo de Jerusalén un fragmento de la verdadera cruz y lo conservó en su palacio. Ella murió ese mismo año. Uno de sus descendientes (Constantino?) adaptó una de las salas del palacio como iglesia para venerar la santa reliquia.

Esta iglesia fue restaurada varias veces en el curso de los siglos. En una de estas restauraciones (1144), el papa Lucio II mandó agregar la torre de estilo románico que hoy vemos. La actual forma de la basílica con su recargado estilo rococó se debe al arquitecto Gregorini bajo el papa Benedicto XIV (año 1743).

La basílica fue conocida antes como «basílica Sessoriana» o como «Santa Jerusalén». Es una de las siete iglesias romanas visitadas por los peregrinos desde la antigüedad, debido precisamente a la reliquia de la santa cruz.

El cardenal Brancaleone, gran admirador de Francisco, era el titular de Santa Cruz de Jerusalén desde el año 1202, cerca de la cual tenía su palacio. Este palacio limitaba con las murallas aurelianas y el anfiteatro castrense («castrum» en el s. IV: residencia imperial). Sobre las murallas había torres de vigilancia y seguridad. En la Edad Media todavía existían algunas de estas torres. Una de ellas fue facilitada a Francisco para que se pudiera dedicar a la oración.

EL «SEPTIZONIUM» Y LA TORRE «MOLETTA»

El «Septizonium» era un espléndido palacio construido por el emperador Septimio Severo en el año 203, adosado al monte Palatino. Tenía 100 m. de largo y 38 de alto. Por sus proporciones y belleza impresionaba a todos los viajeros que llegaban a Roma por la via Apia.

En el siglo XIII existía todavía parte de este palacio, al pie del cual una de las ramas de la familia Frangipani tenía su residencia. Su nombre se identificaba por el lugar de la residencia: cerca del «Septizonium» («Septemsolis») = Settesoli. Esta residencia fue destruida en el año 1589, y de ella no queda más que una pequeña torre, la «Torre Moletta», en el costado sur del Circo Máximo, llamada así porque muy cerca de ella había un molino (la moletta).

Otra rama de la familia Frangipani residía cerca del arco de Tito, y la tercera rama (De Gradellis), en el Trastévere. El origen de esta familia se remonta al siglo X, pero fue durante los siglos XII y XIII cuando llegó a ser más poderosa e influyente en la vida romana. La familia Frangipani de Settesoli se extinguió en el siglo XVI. (Frangipane = «frangere panem»: partir o compartir el pan. Muchas familias ricas acostumbraban dar el pan a los pobres).

Uno de los miembros de la familia Frangipani, Graciano Frangipani de Settesoli, se casó con una noble dama romana llamada Jacoba de Normanni, descendiente de una familia de normandos. En el año 1217 murió Graciano, dejando dos hijos, quienes quedaron bajo la tutela de la joven viuda Jacoba.

Jacoba de Settesoli fue una amiga íntima de san Francisco, a quien hospedó varias veces en su casa. Después de la muerte de éste, «fray Jacoba», como la llamaba el Santo, se trasladó a Asís en donde murió nonagenaria. Fue enterrada en la basílica de San Francisco, en Asís.

SAN FRANCISCO A RIPA

Donde hoy se levanta la iglesia de san Francisco a Ripa, existía a comienzos del siglo XIII una modesta iglesia dedicada a San Blas, al lado de la cual estaban las habitaciones de los que servían en el hospital contiguo de San Blas. El hospital acogía a los pobres y a los peregrinos. Tanto esta institución como la iglesia, pertenecían al vecino monasterio benedictino de San Cosimato.

Una tradición no verificada asegura que Francisco se hospedó en dicho hospital y que pagaba su estadía sirviendo a los enfermos. Se trata de una noticia traída por Mariano de Firenze en el siglo XVI (cf. Itinerarium urbis Romae).

Por una bula del 23 de julio de 1229, el papa Gregorio IX ordenó que la iglesia de San Blas y el hospital anexo pasaran a los hermanos menores. De esta forma se estableció la primera residencia oficial de los hermanos menores en Roma. La bula indica claramente que los hermanos debían ser simples huéspedes de las habitaciones contiguas a la iglesia.

Muy pronto la iglesia de San Blas cedió el espacio a otra iglesia más amplia, construida en honor de San Francisco. Con el correr del tiempo esta iglesia sufrió varias transformaciones.

A un lado de la iglesia, sobre la sacristía, se encuentra la que se ha tenido como la celda que habitó San Francisco. Hoy está transformada en capilla, dominada por un altar de madera adosado a un inmenso y sofisticado relicario construido en el siglo XVII por el franciscano Bernardino Jesi. Al centro del retablo hay un cuadro de san Francisco atribuido a Margaritone de Arezzo (1262-1305).

ACONTECIMIENTOS FRANCISCANOS EN ROMA

-- En el año 1206, cuando el joven Francisco está en búsqueda de la voluntad del Señor sobre su futuro, se dirige a Roma como peregrino. En la tumba de San Pedro deja una copiosa limosna y mendiga a la entrada de la basílica vestido como los otros pobres (2 Cel 8; LM 1,6; TC 10).

-- En el año 1209 se encamina de nuevo a Roma con sus primeros compañeros. Allí se encuentra con el obispo Guido de Asís, quien lo pone en contacto con el cardenal Juan de San Pablo. Éste, a su vez, le consigue audiencia con el papa Inocencio III, quien finalmente aprueba de forma oral la proto-Regla, concede a los hermanos la tonsura eclesiástica y les da permiso de predicar la penitencia (1 Cel 32-34; 2 Cel 16-17; LM 3,9-10; TC 46-53; AP 31-36; LP 101; EP 26).

-- Afecto del cardenal Juan de San Pablo hacia los hermanos. Interés de los Cardenales por tener en su palacio un hermano menor (TC 61; AP 42).

-- El cardenal Hugolino, obispo de Velletri y de Ostia, es nombrado Protector de la Orden. Varios fueron los contactos que Francisco tuvo con él, muchos de los cuales tuvieron lugar en Roma, probablemente en su palacio vecino a la iglesia de los Santos Pedro y Marcelino (1 Cel 73-75. 100; 2 Cel 25. 148; LM 6,5; TC 61-62. 67; AP 43-45; LP 49; EP 43).

-- El encuentro de Francisco con Domingo de Guzmán se dio probablemente con motivo del IV Concilio de Letrán (1215), quizás en el Convento de Santa Sabina, que ya había sido asignado a los hermanos predicadores (2 C 148-150; EP 43).

-- Aprobación de la Regla bulada el 29 de noviembre de 1223 (2 Cel 209; LM 4,11; TC 62; AP 44).

-- Francisco es huésped del cardenal Brancaleone en Roma (2 Cel 119-120; LM 6,10; LP 117; EP 67).

-- Amistad de Francisco con «Fray Jacoba» de Settesoli (3 Cel 37-39; LM 8,7; LP 8; EP 112).

-- Práxedes, una reclusa romana, recibe el hábito de manos de Francisco (3 Cel 181).

La presencia de Francisco en Roma está ligada, ante todo, a su sentido de fidelidad a la Iglesia. Él quiso siempre vivir su aventura evangélica en el seno de la Iglesia y en comunión con sus pastores. Este hecho nos invita a reflexionar sobre nuestra fidelidad a la Iglesia.

PERUSA Y SUS ALREDEDORES

PERUSA

Los orígenes de la ciudad de Perusa se pierden en la leyenda. De todas maneras se tiene como algo seguro que las tribus umbras fueron sus primeros pobladores y que, alrededor del siglo V a.C., estas tribus fueron sometidas por los etruscos, quienes construyeron aquí uno de sus centros más importantes. El documento escrito más antiguo que habla de Perusa son unos fragmentos de la obra de Catón («Los Orígenes») en donde dice: «Sarcinates Perusiam condiderunt» («Los de Sarsinia fundaron a Perusa». Sarsinia era un pueblo de la Umbría, donde nació Catón).

Durante el período etrusco la ciudad alcanzó un gran desarrollo y se constituyó en uno de los centros etruscos más importantes. Después de resistir por varios años la expansión de los romanos, terminó aliándose con ellos durante la segunda guerra púnica; como recompensa por haber hospedado al ejército romano derrotado en la batalla del lago Trasimeno (217 a.C.), obtuvo el título de municipio romano con el derecho a los respectivos magistrados. Durante las invasiones bárbaras, la ciudad fue muy envidiada debido a su posición estratégica. A lo largo del siglo VI cayó primero en poder de los godos, luego fue recuperada por el imperio de Bizancio y poco después invadida por los longobardos, quienes establecieron allí un ducado floreciente.

En el año 780 Carlomagno cedió al papado una vasta zona de la Umbría, dentro de la cual estaba incluida Perusa. Bajo la protección de los papas, la ciudad adquirió un gran desarrollo y poderío frente a las ciudades vecinas. Fue una de las primeras ciudades del centro de Italia que se constituyó en Comuna (comienzos del s. XII), nombrando su propio podestá y sus cónsules. Temporalmente extendió su dominio o hizo alianza con las ciudades vecinas: Asís, Città di Castello, Gubbio, Foliño.

Fue güelfa y, por tanto, partidaria del papa en las luchas contra el emperador. Fue frecuentemente visitada por los papas, quienes pasaban allí parte del período estivo. La ciudad fue sede de cinco cónclaves y tres pontífices murieron en ella, dos de los cuales estuvieron muy relacionados con la primera historia de la Orden: Inocencio III (1216) y Gregorio IX (1241).

A partir del siglo XIII la ciudad vivió fuertes divisiones internas entre los «raspanti» (los del pueblo) y los «beccherini» (nobles), quienes luchaban por el dominio de la ciudad. En ocasiones hubo de someterse al dominio de gobernadores y tiranos de otras partes, como Cola di Rienzo, Biordo Michelotti, Galeazzo Visconti. No obstante, el siglo XIV conoció el gran apogeo de Perusa, la cual extendió su dominio a varias ciudades vecinas.

Actualmente Perusa es la capital de la provincia del mismo nombre y de la región de la Umbría. La ciudad tiene una topografía irregular. Su parte más antigua se halla sobre varias colinas a una altura máxima de 493 m. sobre el nivel del mar. Hoy experimenta una fuerte expansión que la ha llevado a extenderse por el circundante valle del Tíber.

Desde el punto de vista franciscano tiene algunos sitios de interés que bien vale la pena visitar, aunque el escenario ha variado en relación con lo que había en el siglo XIII. De éstos resaltamos los siguientes:

El mercado cubierto junto a la plaza Matteotti, sede de la antigua prisión de «Sopramuro» en donde se supone que estuvo prisionero Francisco entre 1202 y 1203. Se dice que a fines del siglo XIII la cárcel de Perusa se encontraba bajo el arco etrusco y estaba formada por unas grutas oscuras y húmedas. Otra versión afirma que la prisión se encontraba en el sitio denominado Campo de batalla, «debajo del lugar donde se levanta hoy el Palacio del Capitán del pueblo» (Bonazzi, L., Storia di Perugia, Perugia 1875, vol. I, p. 261).

La plaza central o plaza de San Lorenzo fue probablemente el escenario donde predicó Francisco a los perusinos. Dos siglos después, san Bernardino de Siena congregaba aquí a las multitudes desde el púlpito de mármol que todavía se puede observar en el atrio de la catedral. Es digna de mención, siquiera sea de paso, la fuente mayor que se encuentra en esta plaza; fue construida entre 1274 y 1278 y se ha constituido en el símbolo de la ciudad.

La Canónica o sede del Capítulo catedralicio sirvió de residencia a varios pontífices y de lugar de reunión a cinco Cónclaves (1216: Honorio III; 1265: Clemente IV; 1285: Honorio IV; 1294: Celestino V; 1305: Clemente V). Allí murió el papa Inocencio III el 16 de julio de 1216 y se asegura que Francisco vino por este motivo a Perusa. Al día siguiente allí mismo fue elegido el papa Honorio III y fue probablemente entonces cuando Francisco se acercó a él para pedirle la Indulgencia de la Porciúncula. En esta misma Canónica fue aprobado el proceso de canonización de san Francisco por el papa Gregorio IX y los Cardenales, quienes estuvieron aquí entre el 13 de junio y el 13 de julio de 1228. Actualmente es sede de un museo.

El convento de San Francisco al Monte o de Monte Ripido, ubicado sobre una colina, fue un eremitorio entre los siglos XIII y XIV. Según algunos, su origen se remonta a san Francisco mismo; según otros, la colina fue donada al beato Gil en el año 1226 por un rico señor de Perusa llamado Giacomo Buonconte dei Coppoli. Lo cierto es que el beato Gil pasó allí gran parte de su vida y que la donación fue confirmada oficialmente el 14 de febrero de 1276 a favor de los hermanos menores. Un siglo después (1374), el eremitorio fue entregado a fray Pauluccio Trinci para que llevara adelante su grupo de reforma al interior de las Provincias del centro de Italia. En el convento se puede observar la celdita que, según la tradición, habitó el beato Gil, convertida en oratorio. Allí se conservan varias reliquias de él.

Entre los acontecimientos franciscanos acaecidos en Perusa, destacamos:

-- Francisco participó en las luchas de su ciudad contra la ciudad de Perusa, y cayó prisionero de los perusinos. Su comportamiento en la cárcel anunciaba su futuro (2 Cel 4; TC 4).

-- Francisco predicó a los perusinos en una plaza pública, denunciando la arrogancia de los nobles e invitándolos a la conversión, a la vez que les anunciaba la guerra civil (2 Cel 37; LP 75; EP 105).

-- En Perusa se llevó a cabo la reunión oficial que aprobó la causa de canonización de Francisco (1 Cel 123-124; 2 Cel 220; LM 15,7).

Los dos acontecimientos más importantes narrados por las fuentes en relación con Perusa, nos presentan a un Francisco que interviene directamente en favor del pueblo: por un lado, forma parte del ejército de la comuna de Asís, que lucha contra los nobles de su ciudad, aliados con los de Perusa; por otro, enrostra a los displicentes caballeros de Perusa su arrogancia y su desprecio por la gente del pueblo. Su sermón ante los perusinos es particularmente claro, profético y llega casi a la dureza. No obstante, lejos de ser un discurso político, se conserva dentro de los límites de la predicación evangélica. Aquí encontramos un ejemplo concreto de predicación para «situaciones difíciles», en cierto sentido muy semejantes a las que hoy vivimos en varias partes del mundo. Francisco nos enseña a no callar cobardemente y a no degenerar nuestra predicación en demagogia política.

De otro lado, el comportamiento del joven Francisco en la cárcel, su alegría y su preocupación por los demás, nos dan una idea de la nobleza de su alma y, sobre todo, nos enseñan ciertas virtudes humanas, a veces tan olvidadas. Estas virtudes (alegría, cortesía...) deberían ser particular objeto de nuestras tareas formativas.

LAGO TRASIMENO

Está situado en la provincia de Perusa, a una altura de 258 m. sobre el nivel del mar. Tiene un área total de 128 Km cuadrados. Es el cuarto en extensión entre los lagos de Italia y el mayor de la parte peninsular del país. Es un lago de origen fluvial. Tiene la forma de un corazón. Su perímetro es de 52 Km y su máxima profundidad alcanza los 7 m. Contiene tres islas: la Polvese (la más larga, 1,5 Km), la Menor (al norte) y la isla Mayor. En los alrededores de la costa norte del lago tuvo lugar en el año 217 a.C. una sangrienta batalla en la que el ejército de Aníbal el Cartaginés mató a cerca de 16.000 soldados romanos, comandados por el cónsul Flaminio.

Durante el siglo XIII, al parecer, la isla Mayor no estaba habitada. Francisco la escogió para hacer allí la cuaresma del año 1211 ó 1213 en una cabaña improvisada. Según la única fuente que narra el acontecimiento, las Florecillas, Francisco se hizo trasladar a la isla Mayor por un amigo suyo para hacer allí una cuaresma. Vivió en una especie de choza natural. Quiso que nadie se enterase. Llevó dos panes, de los cuales consumió medio (Flor 7). Estando allí, en la isla «del lago de Perusa», se le acercaba dócilmente un conejo (1 Cel 60; LM 8,8). Hay dos sitios que recuerdan la presencia de Francisco en la isla: la capilla del desembarcadero y la que se eleva sobre la colina, probablemente edificada sobre la cabaña que él habitó.

CORTONA. LE CELLE

Cortona fue probablemente un lugar fortificado de los umbros, que pasó bajo el dominio de los etruscos alrededor del siglo VII a.C.; más tarde adquirió la categoría de municipio romano. No se vuelven a tener noticias de ella hasta el año 450 d.C. cuando fue tomada por los godos. Se sabe que en el siglo XI tuvo conflictos con Perusa y Arezzo. Por esta misma época logró el régimen comunal y vivió un período de calma interna.

Aquí pasó gran parte de su vida penitente santa Margarita de Cortona, que había nacido en Labiano. En la actualidad Cortona pertenece civilmente a la provincia de Arezzo. La parte antigua de la ciudad está edificada sobre una colina a una altura aproximada de 500 m. sobre el nivel del mar, muy cerca del lago Trasimeno. Es una típica ciudad medieval italiana con sus calles estrechas y empinadas, sus murallas y casas antiguas, sus iglesias y palacios de gran interés arquitectónico. Hay tres lugares que merecen nuestra atención desde el punto de vista franciscano: la iglesia de San Francisco, el santuario de Santa Margarita de Cortona y el Eremitorio de las Celdas (Le Celle) en las afueras de la ciudad.

La Iglesia de San Francisco fue iniciada en el año 1245 siguiendo un diseño que, según opinan varios autores, fue hecho por fray Elías, dado que tiene ciertos rasgos comunes con la basílica superior de Asís. Desgraciadamente a la hora actual el recargo de elementos posteriores estorba el reconocimiento del estilo primitivo. En la sacristía se encuentra la tumba del arrepentido fray Elías.

Santuario de Santa Margarita. Está edificado en la cima de la colina donde en el siglo XIII había un oratorio dedicado a san Basilio. Este oratorio fue hecho restaurar por la Santa y en él vivió los últimos nueve años de su vida como penitente reclusa. Después de la muerte de la penitente (1297), la capilla sufrió varias transformaciones y ampliaciones. La actual basílica fue construida durante la segunda mitad del siglo XIX (1855-1894) en un estilo mixto inspirado en el gótico lombardo. La torre fue edificada en 1650, cuando la antigua iglesia sufrió una de las ampliaciones. El cuerpo de la santa se halla incorrupto en una urna de vidrio con adornos de plata, ubicada debajo del altar mayor; está allí desde el año 1343. El elegante mausoleo de mármol hecho para ella a mediados del s. XIV nunca fue empleado (se encuentra en la pared izquierda del presbiterio).

Eremitorio delle Celle. Según la tradición, Francisco estuvo en este lugar por primera vez en el año 1211 y lo frecuentó varias veces. Aquí estuvo por última vez a mediados del año 1226 durante algunos días de reposo, cuando fue trasladado de Siena a Asís (1 Cel 105; 2 Cel 38. 88; LP 69. 96; EP 31). Durante el siglo XIV fue habitado por los Fraticelli. Los hermanos Capuchinos habitan en este eremitorio desde los primeros años de su reforma y actualmente tienen en él un noviciado. El eremitorio está emplazado al borde de un torrente, en una cañada de la colina. La aspereza de las rocas y el bosque circundante nos ponen en contacto con uno de los escenarios preferidos por Francisco para su oración. A lo largo de los siglos se han agregado varias edificaciones de gran sobriedad para la habitación de los hermanos.

GUBBIO

«Ikuvium» (nombre primitivo) tiene un origen que se remonta a varios siglos antes de Cristo. Al parecer fue una ciudad importante de la civilización de los umbros, como lo demuestran varios vestigios arqueológicos, el más representativo de los cuales son las llamadas «tablas eugubinas» del siglo IV a.C. (Son siete tablas de bronce, de las cuales dos están escritas con caracteres umbros y las otras con caracteres latinos. Su contenido es de tema religioso). Más tarde Gubbio hizo pacto con los romanos y adquirió la categoría de municipio con el nombre de «Iguvium» (Eugubium), conservando el derecho a sus propias leyes. De este período quedan hoy el teatro y un gran mausoleo que se cree era el sepulcro del rey Genzio de Iliria, quien estuvo en la ciudad como prisionero.

A mediados del siglo V de la era cristiana figura ya como sede episcopal. Sufrió todas las consecuencias de las invasiones de los bárbaros, entre las cuales la peor fue la casi total destrucción por orden de Totila. En el siglo XI se constituyó en comuna libre, lo cual marcó un período de gran prosperidad para la ciudad. Inicialmente fue gibelina y después güelfa. Siempre se caracterizó por su valentía y altivez frente al poder de Perusa, la cual nunca pudo dominarla. Es particularmente memorable el año 1151 cuando, gracias a la intervención del obispo san Ubaldo (1090-1160), supo hacer frente y derrotó a once ciudades vecinas que se aliaron para atacarla.

En 1163 el emperador Federico Barbarroja concedió el paso de los poderes a los cónsules de la ciudad; de esta forma, la ciudad tomó parte de una manera cada vez más activa en las luchas entre güelfos y gibelinos y en la defensa de las comunas libres. A comienzos del siglo XIII, el Podestá substituyó a los Cónsules, y en 1258 fue nombrado un Capitán del pueblo, encargado de mantener el orden público, y ocho Priores, uno de los cuales se encargaba de las finanzas públicas y de la policía urbana. Indudablemente el período de más progreso y esplendor de la ciudad fue el de su independencia comunal (ss. XI-XV), del cual quedan hoy varios testimonios elocuentes de carácter arquitectónico.

Gubbio está edificada en un estrecho valle y sobre la pendiente del monte Ingino (o Sant'Ubaldo), a una altura de 500 m. sobre el nivel del mar. La parte antigua de la ciudad conserva todo el aire típico del Medioevo. Tiene varios edificios civiles y religiosos de gran belleza e interés.

Desde el punto de vista franciscano vale la pena destacar los siguientes:

La Iglesia de San Francisco, construida a finales del siglo XIII, según el diseño de fray Bevignate de Perusa, en estilo románico-gótico. El campanario octogonal es posterior. Su interior está dividido en tres naves que rematan en ábsides poligonales. Tanto su interior como la fachada sufrieron modificaciones en el año 1754.

Después de los trabajos de restauración realizados en 1942, fueron descubiertos varios frescos en los tres ábsides, de los cuales son de particular interés los de la capilla de la izquierda, obra de Ottaviano Nelli (1375-1450), que representan la vida de la Virgen. Desde el punto de vista franciscano merecen especial atención los restos de la casa de la familia Spadalunga que se encuentran en el muro de la derecha, junto a la entrada de la sacristía.

La sacristía merece una visita, lo mismo que el claustro del Convento, edificado también en el siglo XIII. Es denominado «el convento de las cien celdas». Por medio de él nos podemos formar una idea de la rápida evolución de la vida franciscana, la cual tenía aquí una de sus formas típicas: los hermanos de «la comunidad». Tanto la iglesia como el convento están bajo el cuidado de los hermanos Conventuales.

La Iglesia de San Francisco de la Paz o iglesia de los albañiles, está ubicada cerca de la puerta romana. Fue construida en el siglo XVII en el sitio donde, según la tradición, se retiraba a dormir el lobo domesticado por san Francisco y donde fue sepultado. De hecho, cerca del año 1900 fue hallado el cráneo de un lobo cuando se hacían unas excavaciones.

Una inscripción en lengua italiana, en la parte superior de la puerta de entrada, dice así: «El año 1220, san Francisco, habiendo domado por medio de la cruz, en las afueras de Gubbio, una loba que devoraba hombres y animales, en medio del gran estupor del pueblo la trajo aquí y después, predicando encima de esta piedra, obtuvo del animal el compromiso solemne de no causar más daño alguno, mediante la promesa de ser alimentada a expensas de la ciudad, de tal suerte que, muy dócilmente la loba habitó en adelante en una cueva muy cercana de este lugar». En el interior de la iglesia se conservan dos piedras: una habría servido como pedestal a san Francisco para predicar y la otra habría cubierto la tumba del lobo.

La iglesita de la Vittorina está situada fuera de los muros de la ciudad saliendo por la Porta Metauro, a no más de diez minutos de camino. Se trata de una capilla muy antigua, que se remonta a la mitad del siglo XI, dedicada a Santa María de la Victoria, para conmemorar un triunfo sobre los sarracenos invasores. Según la tradición, fue en los alrededores de esta capillita donde Francisco se encontró con el lobo salvaje. De hecho, en el interior de la capilla hay varias pinturas sobre la vida de san Francisco, una de las cuales representa la escena del lobo, debajo de la cual está escrito: «Es aquí donde, en 1220, san Francisco apaciguó al lobo malvado». Varios cronistas afirman que junto a esta iglesita moraron los primeros hermanos menores de Gubbio.

En Vallingegno, a pocos kilómetros antes de llegar a Gubbio (a la derecha), se encontraba la abadía de san Verecondo donde, según la tradición más común, pasó el joven Francisco algunos días después del juicio ante el obispo de Asís, antes de seguir para Gubbio. (La otra tradición afirma que el hecho ocurrió en el monasterio de San Pietro in Vigneti).

Acontecimientos franciscanos acaecidos en Gubbio y sus alrededores.- Una vez concluido el gesto profético del despojo ante el obispo de Asís, el joven Francisco se dirige hacia el norte, lleno de gozo por la libertad interior que había adquirido. Se proclama «el heraldo del gran Rey» ante los ladrones, quienes le propinaron una fuerte paliza. Después llega a un monasterio de benedictinos en donde se emplea como ayudante de cocina para ganarse el alimento. A los pocos días se dirige a Gubbio donde un antiguo amigo suyo (Federico Spadalunga?) le regala una túnica (1 Cel 16; LM 2,5-6). La actitud de Federico Spadalunga para con su amigo Francisco, quien comenzaba a responder a la llamada de Dios, merece la gratitud de todos los franciscanos, no tanto por la túnica que le regaló sino, ante todo, porque nos recuerda el valor de la amistad desinteresada: ayuda a su amigo en un momento de dificultad, aunque quizás en ese momento no comparte todavía su forma de pensar.

Durante su permanencia en Gubbio, Francisco convive con los leprosos y les sirve (LM 2,6). En cierta ocasión, cuando era huésped en el monasterio de San Verecundo, maldijo a una cerda que había matado a un corderito (2 Cel 111; Lm 8,6). En Gubbio Francisco curó a una mujer que tenía las manos paralizadas (1 Cel 67; LM 12,10). Y las fuentes narran otros varios milagros concedidos a personas de Gubbio por intercesión de san Francisco (1 C 132. 134. 136. 142).

Con todo, quizás el acontecimiento más famoso de todos los que recuerdan la presencia de Francisco en Gubbio sea el relacionado con el lobo amansado por el Santo. La fuente que nos lo relata es muy tardía, pero la tradición es muy fuerte. El acontecimiento se suele ubicar alrededor del año 1220. Una corriente interpretativa que se ha desarrollado a lo largo del siglo XX, afirma que el lobo no era un animal sino un temible ladrón que fue pacificado por Francisco (Flor 21). Este episodio de la pacificación del lobo de Gubbio -poco importa si relacionado con un animal real o con un ladrón-, nos invita a cuestionarnos sobre nuestro compromiso como franciscanos en la construcción de la paz. Por vocación específica, el franciscano debe ser un mensajero de la paz. A propósito de esta vocación específica, nuestra reflexión puede tener varios aspectos: la concepción que tenemos de la paz, nuestro aporte real a la construcción de la paz, nuestra disposición personal para ser «hombres de paz», principiando por el nivel más íntimo de la vida fraterna, etc.

ENTRE FOLIÑO Y NARNI

CANNARA

Cannara es un pueblecito ubicado a unos 12 Km de Asís, en el centro del valle de Espoleto. Se la conoce así desde el siglo XII debido a la gran cantidad de cañas (canna) que había en sus alrededores. Es sede comunal perteneciente a la provincia de Perusa.

La iglesia de la Buena Muerte es el lugar en donde, según la tradición local, se dio comienzo a la Tercera Orden Franciscana con la imposición del hábito de la penitencia al beato Lucio Modestine. Frente a esta iglesia está el palacio de la familia Majolica, construido donde se encontraba el hospital atendido anteriormente por los hermanos menores. Todavía se señala el sitio donde quedaba antes la celdita habitada varias veces por Francisco.

Francisco estuvo varias veces en Cannara. El recuerdo más importante de sus visitas a este pueblo es sin duda la fundación de la Tercera Orden, según una de las tradiciones. Después de haber recibido de la hermana Clara y del hermano Silvestre la respuesta a sus inquietudes sobre el género de vida que debía seguir, se dirigió a Cannara con varios compañeros y predicó allí con tanto fervor, que hombres y mujeres querían formar parte de su Orden. Fue entonces cuando nació la iniciativa de crear una Fraternidad de penitencia para seglares. El capítulo 16 de las Florecillas habla primero de la predicación a los habitantes de Cannara, y luego de la predicación a los pájaros (Flor 16). En el relato paralelo de la LM 12,1-4, san Buenaventura coloca primero la predicación a las aves y luego la predicación a los habitantes de Alviano. Hay quienes afirman que es más verosímil el itinerario presentado por las Florecillas (cf. 1 Cel 59).

MONTEFALCO

Las noticias sobre los orígenes de este pueblo no son muy precisas. En el período romano ya se le menciona con el nombre de «Coccorone», que conservará hasta el año 1249, cuando fue destruido por las tropas de Federico II. Después de su restauración tomó el nombre actual. Formó parte de ducado de Espoleto y después de estar sometido a varias dominaciones de gobernantes vecinos, pasó a formar parte de los Estados pontificios desde mediados del siglo XV.

Edificada sobre una colina de 472 m. sobre el nivel del mar, goza de una vista maravillosa sobre el valle de Espoleto. No en vano ha sido llamada «el balcón de la Umbría».

Es particularmente célebre por los frescos que adornan sus iglesias. De entre todas ellas destacamos aquí la de San Francisco, hoy convertida en pinacoteca municipal. Fue edificada entre 1336 y 1338, pero sufrió algunas reformas en el siglo XVI. En el ábside central hay un interesante ciclo de la vida de san Francisco en doce cuadros pintados por Benozzo Gozzoli entre 1450 y 1452, lo mismo que la glorificación de san Francisco entre los santos de la Orden (en la bóveda) y las figuras de san Francisco y sus primeros compañeros (en los medallones bajo el arco triunfal). La obra fue encomendada por fray Jacobo de Montefalco, quien sugirió los temas y los retratos. Tiene un cierto influjo de fray Angélico, lo cual no le resta nada del carácter propio que le imprimió Gozzoli. El ciclo comienza en la parte baja de la izquierda.

FOLIÑO

Como centro de los pueblos umbros, Foliño tuvo una cierta importancia. Luego fue conquistada por los romanos en el año 295 a.C. Adquirió la categoría de prefectura y municipio romano, conocido como «Fulginiae». Después disminuyó su importancia. En el siglo XII llegó a ser comuna libre y a comienzos del siglo XIII pasó a los dominios de la Iglesia, pero en ocasiones peleó contra la güelfa Perusa.

Foliño fue cuna de algunos cristianos célebres, especialmente relacionados con la Orden franciscana: la beata Angela de Foliño († 1309), la beata Angelina de Marsciano († 1445) y el beato Paulucio Trinci († 1391), iniciador del movimiento de la Observancia. Fue también sede de una importante escuela de pintura, entre cuyos representantes se encuentran Bartolomé de Tomaso, Niccolò de Liberatore «el Alumno», Pier Antonio Mezzastris y Lattanzio. En Foliño surgió la segunda imprenta del centro de Italia (después de Subiaco), en donde se imprimió el primer libro en lengua italiana: La Divina Comedia.

La ciudad está ubicada a la izquierda del río Topino a una altura de 234 m. Hoy es un floreciente centro industrial y comercial. Su arquitectura es predominantemente moderna, aunque posee también interesantes edificios antiguos tanto civiles como religiosos. La Plaza de la República es el centro de la ciudad. Allí se encuentra el palacio comunal y la Catedral, construida en el siglo XII pero transformada varias veces.

En esta plaza de la República, sobre la pared de la esquina que da frente al palacio comunal, se puede ver una placa que recuerda la venta de las telas y del caballo que hizo el joven Francisco en el mercado de Foliño cuando se encontraba en los comienzos de su conversión. Impulsado por el efecto de su oración en la iglesita de San Damián, Francisco se dirige a Foliño, un centro comercial que seguramente él ya había frecuentado antes, y allí vende las telas que había sacado del almacén de su padre y el caballo (1 Cel 8; LM 2,1; TC 16; AP 7).

Otro lugar ligado indirectamente al recuerdo de Francisco es la iglesia de san Francisco, construida a mediados del siglo XIX en el sitio que ocupaba una iglesia del siglo XIII. En tiempo de Francisco sólo existía una capillita que, según la tradición, él frecuentaba cuando pasaba por Foliño.

Estando Francisco descansando algunos días en Foliño, «lugar para él tan querido», en compañía de fray Elías y de otros hermanos, recibió el anuncio de su muerte dos años antes (1 Cel 109; cf. LP 99; EP 121). Entre los milagros obrados por el Santo cabe destacar la curación del endemoniado Pedro de Foliño y del paralítico Nicolás (1 Cel 129. 137; LM milagros 8,4).

BOVARA

Era llamada así a causa de los bueyes (bovis) que eran purificados en las aguas sagradas del Clitunno antes de ser sacrificados a los dioses de los romanos.

La iglesia de San Pedro de esta localidad fue edificada en el siglo XII por un tal maestro Atto, quien dejó su nombre grabado en el rosetón. Inicialmente perteneció a los monjes de Sassovino y después a los Olivetanos. Actualmente es una iglesia parroquial de la diócesis de Espoleto. En la capilla de la izquierda (entrando) se conserva un crucifijo del siglo XII delante del cual oró san Francisco; este hecho y la visión de fray Pacífico son recordados en la inscripción que dice: «A Dios Optimo Máximo. A san Francisco de Asís que orando toda una noche en este sagrado templo, atacado cruelmente por los espíritus infernales y visto por el B. Pacífico en éxtasis ocupando la sede perdida por Lucifer, los monjes de este cenobio en prenda de devoción erigen este monumento en el año del Señor 1739».

A comienzos del siglo XIII había dos leproserías en las inmediaciones de Trevi y Bovara: la de Santo Tomás y la de San Lázaro. San Francisco y Fr. Pacífico se hospedaron en una de ellas una vez, según lo atestiguan las fuentes: Francisco se hospeda en una leprosería cercana de Trevi, lo que confirma su costumbre de visitar y servir a los leprosos (2 Cel 122; LP 65). Por otra parte, en la iglesia de San Pedro de Bovara tuvo lugar la tentación de san Francisco una noche que oraba allí, y cerca de ella, a la mañana siguiente, su compañero tuvo la visión del trono vacante dejado por Lucifer y reservado para Francisco, visión que fue representada por Giotto en la Basílica superior de Asís (2 Cel 122-123; LM 6,6 y 10,3; LP 65; EP 59).

ESPOLETO Y MONTELUCO

Los orígenes de Espoleto se remontan alrededor del siglo X a.C., cuando fue fundada por los pueblos umbros. En el siglo VII pasó bajo el dominio de los etruscos y en el III bajo los romanos, quienes hicieron de ella un importante centro militar, cultural y religioso.

A la caída del imperio romano, Espoleto fue muy codiciada por los pueblos invasores: ostrogodos, bizantinos y longobardos. Estos últimos hicieron de ella el centro de un ducado importante. Este ducado conservó siempre su prestigio, por lo cual fue muy codiciado por los francos, los alemanes y el papado.

Entre los siglos XI y XII, los emperadores concedieron frecuentemente el ducado en feudo a sus vasallos alemanes, uno de los cuales fue Conrado de Ürslingen, quien en 1198 fue obligado a entregarlo al papado en la persona del cardenal Gregorio Crescenzi. Otón IV lo retomó en 1210 y se lo entregó a Rinaldo, hijo de Conrado de Ürslingen. En 1231 el papa Gregorio IX obligó al emperador Federico II a deponer a Rinaldo después de muchas luchas y tensiones, y el ducado pasó definitivamente bajo el dominio del papado. Pero después de esto, no faltaron las luchas internas, las rebeliones y los deseos de independencia, especialmente durante los siglos XIV y XV.

Los comienzos de la vida franciscana en Espoleto están ligados a la iglesia de San Elías, la cual se encontraba sobre el cerro donde hoy se levanta la fortaleza (la Rocca). Una tradición afirma que fue junto a esta iglesia donde Francisco tuvo su famoso sueño. Por eso se edificó allí más tarde un convento franciscano que duró hasta cuando fue construida la fortaleza (siglo XIV).

Alrededor del año 1218 se suele fijar el comienzo del eremitorio franciscano en la altura de Monteluco, lugar frecuentado por los anacoretas desde el siglo V, cuando vinieron varios de ellos prófugos de Oriente. Fueron los monjes benedictinos de San Giuliano quienes dieron a Francisco la capillita de Santa Catalina, alrededor de la cual se inició el eremitorio franciscano. Este eremitorio fue frecuentado por varios hermanos de la Orden, entre los cuales se menciona a san Antonio de Padua, san Bernardino de Siena y Paulucio Trinci. El beato Leopoldo de Gaichis le dio un gran impulso a este eremitorio a fines del siglo XVIII.

Espoleto es un importante centro urbano de la región de la Umbría. Ocupa una posición privilegiada en una de las colinas que se desprenden de Monteluco, a una altura aproximada de 400 m. sobre el nivel del mar. Como centro cultural que es, anima un centro de estudios sobre la alta Edad Media, el teatro lírico experimental y el famoso festival de los dos mundos. Tiene numerosos monumentos civiles y religiosos, de los cuales aquí solo mencionamos:

La catedral, de estilo románico, construida sobre las ruinas de la anterior, destruida por Federico Barbarroja (1155). Fue consagrada en 1198. En el siglo XVII sufrió varias reparaciones y readaptaciones. En ella se conservan, entre otras obras de arte, algunas pinturas y el sepulcro de Filippo Lippi. En la historia franciscana esta catedral es memorable porque en ella fue canonizado san Antonio de Padua el 30 de mayo de 1232 por el papa Gregorio IX. En su archivo se encuentra uno de los escritos autógrafos de san Francisco, la carta a fray León, considerada como «la carta magna» de la libertad franciscana.

El eremitorio de Monteluco está a una altura de 804 m. sobre el nivel del mar, y constituye hoy el núcleo de la «montaña santa de Espoleto» (lucus = bosque sagrado). El lugar más primitivo del eremitorio es la capillita de Santa Catalina de Alejandría, edificada en piedra burda. Muy cerca de ella fueron construidas las celditas para los hermanos, de las cuales hoy se conservan siete; sus dimensiones y la pobreza del material empleado en su construcción (cañas liadas con bejucos y recubiertas de arcilla) nos hablan muy claramente de los «pobrecillos lugares» que servían de morada a los primeros hermanos. A los lados de estas celditas el convento sufrió algunas ampliaciones en tiempo de Paulucio Trinci y más tarde otras por orden de san Bernardino de Siena. Posteriormente se le han hecho nuevas adendas. En la iglesita que está junto a la entrada se encuentra el cuerpo de fray Leopoldo de Gaiche.

A la izquierda de la entrada del convento hay un hermoso bosque, en el cual se pueden observar varias grutas que recuerdan la presencia de varios hermanos famosos: san Antonio de Padua y el beato Francisco de Pavía ( 1456).

Acontecimientos franciscanos.- Espoleto está ligada a un acontecimiento de capital importancia dentro del proceso inicial de la conversión de Francisco: la así llamada «visión de Espoleto», narrada por varias fuentes primitivas, aunque no todas mencionan explícitamente la ciudad. Ávido de gloria, el joven Francisco decide partir para la Pulla y formar parte del ejército de Gualterio de Brienne. Hallándose en Espoleto, probable lugar de concentración y de primer adiestramiento, Francisco tiene una fuerte experiencia de Dios que lo lleva a desistir del proyecto iniciado y a regresar a Asís (2 C 6; LM 1,3; TC 6; AP 6-7). Por otra parte, la visita a Espoleto nos brinda la ocasión de hacer una lectura reflexiva de la Carta que Francisco dirigió al hermano León, cuyo original se conserva en la catedral.

Tanto la «visión de Espoleto» como la Carta a fray León nos ponen en un contexto de obediencia. El joven Francisco, al escuchar la voz de Dios («ob-audire»), renuncia a su proyecto personal para acoger el proyecto de Dios. Pero él no conoce todavía ese proyecto. Debe regresar a Asís para descubrir, lenta y confiadamente, el plan de Dios sobre su vida. La Carta al hermano León nos presenta a un Francisco con un sentido de la obediencia bastante amplio, en el que las únicas limitaciones son la conciencia de agradar a Dios y las exigencias del seguimiento de Jesucristo. Estos textos pueden quizás iluminar y reorientar nuestro sentido de la obediencia, en el que muchas veces mistificamos o racionalizamos hábilmente nuestros proyectos personales, haciéndolos aparecer como «voluntad divina»; en el que reclamamos la libertad personal sin ningún criterio teológico; en el que tal vez recurrimos a rigorismos legales para exigir a otros lo que a nosotros no nos exigimos.

SPECO DE SANT'URBANO (NARNI)

Está ubicado al sureste de Narni, sobre el monte San Pancracio, a una altura de 568 m. sobre el nivel del mar. Antes del siglo XIII existía allí una ermita dedicada a San Silvestre. Algunos cronistas afirman que Francisco llegó aquí en el año 1213 y le agradó sobremanera este sitio para la oración por lo retirado, por las cuevas y por el bosque.

Parece que desde el comienzo fue muy frecuentado por Francisco y por varios hermanos, aunque los hagiógrafos del siglo XIII sólo hacen una vez referencia a él. Así, una de las grutas está ligada a la memoria de san Antonio de Padua. Igualmente, se afirma que la capillita con la celda contigua, situada en la parte superior, cerca de la gran gruta, fueron construidas para que Francisco habitara allí.

El conventito actual fue edificado en tiempo de san Bernardino (primera miad del siglo XV). Las reformas y adaptaciones posteriores han sabido respetar la simplicidad del ambiente arquitectónico primitivo, conservándose hoy todavía como uno de los lugares que mejor nos pueden hablar por sí mismos del género de vida que llevaban los primeros hermanos.

Desde el claustro-terraza del conventito se tiene una visión espectacular del paisaje, con el camino serpenteante que lleva a Narni, las aldeas cercanas y las ruinas del castillo de Federico II, que desde comienzos del siglo XV pertenece a la familia Pacelli. Tornando la vista hacia la montaña, se goza de un precioso conjunto: los arcos del claustro, el juego de techos, el campanario y, al fondo, el ábside de la capillita de San Francisco rodeada del verde bosque.

La parte más antigua del convento es la capilla de San Silvestre, construida en el siglo XII. Un fresco posterior representa a Cristo rodeado de san Francisco, la Magdalena, san Juan y san Silvestre. En la bóveda están representados san Jerónimo, la Anunciación, santa Catalina de Alejandría y santa Clara.

Un sendero conduce a la capillita de Santa Clara, cerca de la cual se encuentran las grutas de San Antonio y San Bernardino.

Subiendo por el camino del Vía Crucis, se encuentra, en primer lugar, el castaño milagroso, nacido, según se afirma, de una vara clavada allí por san Francisco. Un poco más adelante está la capillita y la celda de San Francisco, con una rústica cama. Al frente de la celda hay un montículo de piedra, desde donde el ángel interpretó la música celestial, según la leyenda. Finalmente, avanzando un poco más se puede ver la gran caverna: una hendidura larga e irregular que penetra varios metros en la roca.

Según las fuentes, estando Francisco gravemente enfermo en este eremitorio, pidió un poco de vino, pero no había. Le trajeron entonces un poco de agua, la cual, al ser bendecida, se transformó en un vino extraordinario (1 C 61; LM 5,10).

De otra parte, una leyenda cuenta que estando Francisco enfermo en la celdita contigua al oratorio, preso de una gran melancolía, sintió necesidad de algún consuelo para su espíritu. La soledad de aquel lugar no le ofrecía más que silencio. Se dirigió entonces al Señor quien, escuchando su oración, le envió un ángel del cielo, el cual interpretó en su violín unas melodías tan hermosas que devolvieron a Francisco la alegría (cf. Wadding, Annales, 1213, n. 14).

La presencia de Francisco en Narni está ligada a estos dos acontecimientos de dimensiones muy humanas: el penitente y austero Francisco de Asís manifiesta su deseo de un poco de vino para fortalecer su cuerpo y de un poco de música para consolar su espíritu. Estos hechos nos permiten captar mejor las dimensiones de su espiritualidad y probablemente nos pueden ayudar a integrar mejor las llamadas «realidades terrestres» dentro de nuestra espiritualidad.

Tanto Francisco como las grandes figuras del franciscanismo primitivo frecuentaban los lugares solitarios para hacer períodos intensos de oración y contemplación. Allí encontraban seguramente la energía necesaria para su servicio de evangelización. Ellos sabían combinar muy bien la dimensión contemplativa con la dimensión activa de nuestra vida.

[Extraído de Fernando Uribe, O.F.M., Por los caminos de Francisco de Asís. Notas para el itinerario por los lugares franciscanos. Oñate (Guipúzcoa), Ed. Franciscana Aránzazu, 1990, pp. 9-22 y 119-149]

.