DIRECTORIO FRANCISCANO

Historia franciscana

HISTORIA FRANCISCANA

por Lázaro Iriarte, OFMCap

LA ORDEN DE LA PENITENCIA (Tercera Orden)
II. LA TERCERA ORDEN REGULAR (TOR)1

El fenómeno de la vida regular en el seno de la orden de la penitencia

La tercera orden regular fue apareciendo como una condensación progresiva del programa de perfección evangélica contenido en la profesión del terciario secular. Semejante transformación no se hizo de golpe. Se comenzó por la adaptación de la vida común al compromiso de los hermanos de la penitencia. Era una exigencia de la metodización de las prácticas religiosas en iglesias fijas, de la organización estable de las obras de caridad y de las ventajas que reportaba la ayuda mutua para las necesidades de la vida. Los miembros de estas primeras comunidades se comprometían solamente a obedecer a su ministro, a guardar celibato y a depositar en la caja común una parte de sus ingresos. En el extremo opuesto, y dentro de las posibilidades santificadoras ofrecidas por la regla de los hermanos de la penitencia, está la vida eremítica. Desde los comienzos, buen número de ermitaños y mujeres reclusas se acogieron a esa regla para dar cauce a sus ansias de soledad o de expiación; ya vimos algunos de esos santos solitarios. Pero no fue esta tendencia la que dio origen a la vida regular de los terciarios, sino la atracción a la disciplina cenobítica y la necesidad de liberarse y organizarse para atender a las obras del grupo, en especial a los hospitales.

En 1295 Bonifacio VIII permitía a los hermanos de la penitencia de Alemania superior, que llevaban vida en común, levantar en sus residencias oratorios donde celebrar los oficios divinos. Casos parecidos abundaban a fines del siglo XIII; sobre todo aumentaron allí donde las comunidades de beguinas, suprimidas por el concilio de Vienne, hubieron de incorporarse a la orden de la penitencia para poder sobrevivir.

Una bula de Juan XXII de 18 de noviembre de 1324, de discutida autenticidad, salía en defensa de un grupo de hermanos de la penitencia, que llevaban vida eremítica en algunos lugares de Umbría y eran molestados como sospechosos de pertenecer a los beguinos, recomendando su género de vida de terciarios, con la profesión de los tres votos. Una vida "muy en conformidad con la voluntad de san Francisco" al instituir la orden de la penitencia.

En el curso del siglo XIV fue aumentando de tal forma el número de agrupaciones de uno y otro sexo, que fue preciso darles una organización más rígida y centralizada, uniformando los estatutos, el hábito y la observancia de la clausura, para las monjas; el carácter libre e incontrolado de los primeros tiempos dejaba paso a una mayor estabilidad. Al voto de obediencia, que se introdujo muy pronto, se añadieron luego los de pobreza y castidad. Varias comunidades de una misma diócesis, de una provincia o de una nación, formaban una congregación, y recibían, sea del ordinario diocesano, sea de los superiores de la primera orden, autorización para celebrar sus capítulos y elegir sus superiores.

Por ese camino se fue llegando a la autonomía de las agrupaciones. La fueron obteniendo los hermanos de Utrecht en 1401, los de Flandes en 1413, los de Colonia en 1427, la congregación de España en 1442, la de Lieja en 1443, la de Italia en 1447, la de Irlanda en 1456, la de Dalmacia en 1473.

La bula de Bonifacio IX de 1401, que autorizaba a los hermanos y hermanas de la diócesis de Utrecht para celebrar su "capítulo general" y darse estatutos propios, permitía asimismo emitir voto solemne de continencia. Más importante es la bula de Juan XXIII de 26 de agosto de 1413 concediendo a los hermanos y hermanas de Flandes la misma autonomía y aprobando los estatutos de la congregación; éstos contienen elementos de la regla de los hermanos menores y de la de los hermanos de la penitencia; establecen que a ninguno se admita a la profesión antes de los 18 años e imponen una fórmula de profesión muy significativa para apreciar el grado de identidad interna a que se había llegado: "Yo N. hago voto y prometo a Dios, a la Virgen santa María, a san Francisco, a todos los santos y a ti hermano N., para todo el tiempo de mi vida, ser obediente al señor papa Juan y a sus sucesores canónicamente elegidos, y vivir en obediencia, en pobreza sin propio, y en castidad, y observar la regla de la tercera orden de san Francisco, según la declaración y ordenación de la santa iglesia romana, hecha y dada por el señor papa Nicolás, y todo lo demás que conviene a este género de vida para salud de mi alma, conforme al criterio de mis superiores"2.

La congregación de Flandes alcanzó gran prosperidad en el siglo XV, llegando a contar hasta 70 conventos de uno y otro sexo, con su respectivo ministro o ministra general, y unos 3.000 miembros3. Las monjas no profesaban clausura y su labor principal era la asistencia hospitalaria. Hombres y mujeres vestían hábito gris.

En muchas de las congregaciones las comunidades estaban jerárquicamente unidas a las de varones, pero ya desde el siglo XIII las había independientes, bajo la dirección de los hermanos menores.

Fundación de la beata Angelina

La institución más dinámica, que pudo haber anticipado en varios siglos el espíritu y la misión de las modernas congregaciones franciscanas, fue la de la beata Angelina de Marsciano († 1435). En 1397 fundó su primer monasterio en Foligno. Con autoridad de ministra general, recibida de Bonifacio IX y de Martín V, fue fundando hasta dieciséis nuevos monasterios. Cada uno de ellos podía elegir su propia ministra, a la cual competía la recepción de las novicias y la admisión a la profesión. La ministra general era elegida por las ministras locales y tenía poder para visitar todas las casas y para admitir a las hermanas pertenecientes a otras congregaciones similares. Así lo dispuso Martín V en 1428. Nada se determinaba sobre la clausura ni sobre los votos religiosos, fuera del de obediencia. La ocupación fundamental era la instrucción de la juventud femenina.

Ya en vida de la fundadora, las terciarias regulares de Italia se colocaron bajo la dependencia de los observantes, aunque conservando su propia organización. Extendida de un modo sorprendente la nueva institución dentro y fuera de Italia, pareció mal aquel continuo viajar de la ministra general visitando las casas y de las ministras locales para asistir a los capítulos, por lo cual Pío II suprimió para siempre, en 1461, el cargo de ministra general. Con ello la congregación perdió, no sólo la unidad de régimen, sino aun su fisonomía propia y su uniformidad. Los observantes, en efecto, se propusieron acabar con la libertad de que gozaban las religiosas de andar fuera del convento, para lo cual obtuvieron de Sixto IV la facultad para desentenderse de aquellas comunidades que rehusaran observar la clausura rigurosa. La decisión pontificia fue acatada por un número de comunidades -terciarias claustrales-, pero otras se pasaron bajo la dirección de los amadeítas o la jurisdicción episcopal.

La tercera orden regular masculina. Reconocimiento canónico. Florecimiento

Entre tanto se avanzaba en las congregaciones de varones hacia la vida religiosa plena. Como los de Flandes, también los terciarios regulares de España obtenían de Eugenio IV la autorización para emitir votos solemnes. Los historiadores de la orden tercera regular consideran como documento fundamental en el reconocimiento canónico la bula de Nicolás V de 20 de julio de 1447, por la que se quería unificar las comunidades de hermanos de la tercera orden regular extendidas por Italia en una congregación con sus capítulos generales y su ministro general; esta bula fue anulada por el mismo papa en 1449 ante la reacción de las mismas agrupaciones que vieron amenazada su autonomía. En realidad se trataba de una centralización similar a la realizada en las demás naciones de Europa. El mismo carácter espontáneo y esporádico de la aparición de las comunidades, no menos que el hecho de haberse propagado principalmente en los años del gran cisma, había sido causa de la falta de unidad y de disciplina que restaba prestigio a la institución. Por otra parte, no debe olvidarse que cada comunidad estaba ligada a los objetivos locales a los que respondía la fundación. No en todas las congregaciones se había llegado a la emisión de los tres votos. En este sentido fue decisiva la bula de Sixto IV de 1480 declarando que los votos emitidos por los terciarios regulares de uno y otro sexo debían considerarse como solemnes en todo el sentido de la palabra.

El paso más importante hacia la unidad fue la Regla de León X, promulgada en 1521, común para las comunidades de hombres y de mujeres. Esta regla conservaba la de Nicolás IV en todo aquello que podía adaptarse a la vida de comunidad, el resto se suplía con nuevos estatutos. La novedad más importante la constituían los tres votos solemnes. Respecto de la clausura predominaba un criterio de amplia flexibilidad: se observaría rigurosamente en los monasterios donde fuera objeto de un voto expreso, en los demás podía introducirse, pero a condición de que no sufrieran menoscabo las obras externas de hospitalidad y de asistencia a los enfermos, sostenidas por la fraternidad. El punto más arriesgado era la sujeción en que quedaban los superiores de cada casa respecto de los ministros provinciales de la primera orden y de los visitadores enviados por éstos. Quedaban suprimidos los superiores generales de las congregaciones; la regla no reconocía otra categoría que el superior de cada comunidad local, denominado ministro para los varones y madre para las hermanas.

Como se deja entender, esta disposición, que denota claramente el empeño de los superiores de la observancia por evitar a todo trance la existencia de otra orden franciscana con régimen similar al de la primera, halló viva oposición en aquellas congregaciones que gozaban de gobierno centralizado autónomo, particularmente en la de España y la de Lombardía. Los españoles lograron por fin de Pablo III, en 1547, la promulgación de tres reglas, una para los hermanos que vivían en comunidad, otra para las monjas y otra para los terciarios seculares que vivían en sus casas o en las ermitas. Estas tres reglas tenían validez solamente para los terciarios de España, Portugal y ambas Indias, todos los cuales quedaban bajo la autoridad del ministro general de la rama de los hermanos.

A imitación de los españoles, los terciarios regulares de Italia, enclavados en su mayoría en la poderosa congregación lombarda, obtuvieron en 1549 constituciones propias y absoluta independencia bajo superiores generales y provinciales propios. Pío V, en 1568, volvió a someterlos a los superiores de la observancia, al mismo tiempo que imponía a todas las hermanas los votos solemnes y la clausura estricta. Pero nuevamente lograron relativa autonomía bajo Sixto V en 1586, concediendo a la congregación de Italia un visitador general interno, que sería elegido en un capítulo general trienal: gobernaría la congregación como verdadero superior. El ministro general de la observancia conservaba el derecho a confirmar el visitador y a visitar todas las casas de los terciarios cada cinco años, derecho que cayó muy pronto en desuso.

Para esta fecha la antigua congregación lombarda se había transformado en congregación de Italia, y se componía de once provincias. A ella se había incorporado, bajo Pablo III, la congregación de Sicilia y más tarde se incorporarían las de Dalmacia (1602) y Flandes (1650). La congregación de España se componía de tres provincias, que se resistieron también a aceptar el decreto de Pío V, pero mantuvieron algo mayor dependencia respecto de los observantes. Tenían sus propios visitadores provinciales, que desde 1625 tomaban parte en los capítulos generales de la observancia, y desde 1670 tuvieron derecho a un definidor general, que debía ser elegido de la congregación española y no de la francesa, más numerosa a la sazón. La congregación de Francia quedó constituida en siete provincias desde la reforma llevada a cabo con increíble tesón por Vicente Mussart († p. 1637), con el apoyo del rey. Esta reforma, que se denominó de la estrecha observancia, se regía por estatutos propios redactados a base de la regla de León X. Es la congregación que se mantuvo más adicta a la primera orden. Su gloria más preclara fue el célebre historiador de las órdenes monásticas Hipólito Hélyot († 1716). Tuvo también escritores espirituales de nota. Menos noticias tenemos de las demás congregaciones de la alta Alemania, de Bohemia, de Hungría, de Irlanda e Inglaterra.

En 1639 Urbano VIII aprobó las constituciones acordadas en el capítulo general.

A pesar de los daños sufridos bajo la reforma protestante, había en Alemania más de 200 casas a principios del siglo XVII y en Irlanda unas 30 en los comienzos del XVIII. Una estadística de 1625 daba un total de 17 provincias con 327 conventos y 3.990 profesos. La congregación de Italia contaba con 124 conventos y 2.250 religiosos, la de España con 40 conventos y 860 religiosos, la de Francia con 60 conventos y unos 900 religiosos. Lo mismo que otras órdenes religiosas, los terciarios regulares perdieron buen número de conventos en Italia en virtud de las medidas adoptadas bajo Inocencio X. En 1680 las cuatro provincias de Francia y las tres de España y Portugal dependientes del general de los franciscanos, contaban con 86 conventos y 1.666 religiosos; en 1700 eran 101 los conventos y 1.761 los religiosos de esas provincias; toda la orden masculina contaba con 20 provincias, 217 conventos y 3.991 religiosos4. De las casas femeninas no es posible llegar a un cálculo ni siquiera aproximado.

Congregaciones femeninas (s. XVI y XVII)

La uniformidad, lograda muy a medias en la rama masculina, fue mucho más difícil entre las casas de terciarias regulares, sometidas unas a la jurisdicción episcopal bajo la regla de Nicolás IV o de León X, gobernadas otras por los observantes a tenor de especiales constituciones. En 1647, por ejemplo, había en Bélgica doce monasterios de terciarias regulares bajo clausura, dependientes de los observantes, y otras treinta y cuatro comunidades dedicadas a obras de caridad, que no habían podido ser reducidas a clausura, según el decreto del Concilio de Trento que imponía la clausura a todos los monasterios femeninos5, por la oposición de las autoridades comunales en razón del bien que hacían las religiosas6. Muchos monasterios dependían de los superiores de la tercera orden regular masculina.

En el curso del siglo XVI y XVII vinieron a añadirse nuevas congregaciones de terciarias regulares con votos solemnes y estricta clausura, que eran consideradas como reformas de más rígida observancia. Merece mencionarse la reforma de Pfanneregg, en Suiza, iniciada en 1587 por Elisabeth Spitzlin († 1611), bajo la dirección del capuchino Ludovico de Einsiedel de Sajonia; en 1591 logró que toda su comunidad de Pfanneregg adoptara el hábito y el espíritu de la reforma capuchina; rápidamente imitaron el ejemplo de Pfanneregg multitud de comunidades de terciarias regulares de Suiza y de Alemania; a fines del siglo XVII esta reforma agrupaba más de veinte monasterios. En Francia se propagó, asimismo, bajo la dirección de los capuchinos, la reforma llamada de Saint-Omer, cuya fundadora fue Francisca Taffin († 1642), el monasterio de origen fue el de Bourbourg, fundado en 1614; siguió el de Saint-Omer en 1620 y después otros hasta quince en Francia, Bélgica y Alemania; menor difusión alcanzó otra congregación de inspiración capuchina, la de Benedetta Wahherten Viganega († 1724), iniciada en Génova en 16907; finalmente, la reforma de las recoletas penitentes de Limburg, fundada por Juana Neerinck de Jesús († 1648); a su muerte dejaba dieciséis casas reformadas. Fue Bélgica el campo principal de estas reformas, que unían la vida claustral a la actividad docente, por regla general.

El fruto de santidad más saliente de la rama femenina es santa Jacinta Mariscotti († 1640), del monasterio de Viterbo, que después de unos años de vida aseglarada en el claustro, se convirtió y ejerció amplia influencia espiritual. Han recibido también el honor de los altares las beatas Lucía de Caltagirone († c. 1400), Isabel Bona de Reute († 1420) y María Crescencia Höss de Kaufbeuren († 1744).

Las supresiones. Resurgir moderno

La revolución francesa, en la que ofrendó su vida el beato Jorge Girault († 1792), y las posteriores supresiones liberales aniquilaron casi completamente la tercera orden regular masculina. Sólo sobrevivió, muy maltrecha, la congregación de Italia, que a principios del siglo XX estaba formada por cuatro provincias. En 1906 se incorporaron cuatro casas de una congregación de sacerdotes terciarios seculares fundada en 1878 en Mallorca por Antonio Ripoll († 1916), constituyendo la provincia de la Inmaculada Concepción de España. En 1908 hizo lo propio otra congregación franciscana de votos simples en Estados Unidos. De esta manera pudo la orden iniciar su nueva etapa con renovada vitalidad.

Benedicto XV, en carta dirigida al ministro general, con ocasión de la celebración centenaria de la orden de la penitencia, el 20 de febrero de 1921, manifestaba su deseo de que "todas las familias religiosas de uno y otro sexo, que profesan votos simples, se unan a la tercera orden regular de votos solemnes para formar con ella un solo cuerpo fuerte y vigoroso"8. Pero de hecho no se ha realizado esa aspiración de los terciarios regulares.

Pío XI, con la bula Rerum conditio de 4 de octubre de 1927, promulgó la nueva regla para la tercera orden regular, base canónica no sólo de los regulares, sino de todas las congregaciones masculinas y femeninas franciscanas.

En 1929 los terciarios regulares obtenían la aprobación de nuevas constituciones con arreglo al Código de Derecho Canónico; en 1938 fueron ligeramente modificadas; y, con arreglo a las directivas del Vaticano II, se hizo en 1969 la nueva revisión, cuyo texto fue promulgado por el capítulo general en 1971.

Recientemente la orden regular ha ido entablando relación con las congregaciones franciscanas mediante congresos nacionales e internacionales. El primero de éstos se celebró en 1950 con asistencia de siete superiores generales, el segundo en 1955, el tercero en 1961, y en 1974 se tuvo en Madrid el cuarto congreso interobediencial; a las diez congregaciones masculinas se unieron religiosas representantes de las congregaciones femeninas de Estados Unidos, Alemania, Holanda, Italia y España. El fin principal de este congreso era el estudio de un texto espiritual común, de inspiración penitencial y franciscana, que pueda servir como base de la actual renovación.

Desde la restauración el movimiento estadístico de la rama masculina ha sido como sigue:

1905: 4 provincias, 20 casas y unos 200 religiosos.
1906: 5 provincias, 25 casas y 254 religiosos.
1908: 6 provincias, 27 casas y 360 religiosos.
1921: 7 provincias, 34 casas y 365 religiosos.
1942: 7 provincias, 40 casas y 397 religiosos.
1950: 8 provincias y 675 religiosos.
1971: 9 provincias, 139 casas y 889 religiosos.
1975: 9 provincias, 137 casas y 876 religiosos.

La distribución geográfica por naciones, en 1975, era la siguiente:

Italia: 2 provincias, 25 casas y 131 religiosos.
Yugoslavia: 1 provincia, 14 casas y 79 religiosos.
Alemania: 12 religiosos.
Austria: 4 religiosos.
Francia: 1 provincia, 4 casas y 15 religiosos.
España: 1 provincia, 15 casas y 123 religiosos.
USA, Puerto Rico, México: 2 provincias, 44 casas y 379 religiosos.
Brasil: 1 provincia, 12 casas y 29 religiosos.
Perú, Paraguay: 10 casas y 27 religiosos.
India: 1 provincia, 12 casas y 769.

En cuanto a los monasterios sui iuris de las monjas de la tercera orden regular, solamente después de la constitución de las federaciones se ha podido intentar una estadística aproximada. No pocos de esos monasterios han adoptado recientemente la regla y las constituciones de las clarisas. Actualmente suman unas 50 las comunidades con unas 1.300 religiosas, de ellas 521 capuchinas en 20 monasterios.

* * * * *

LA ORDEN DE LA PENITENCIA (Tercera Orden)
III. INSTITUTOS FRANCISCANOS APOSTÓLICOS

No toda la exuberancia de frutos de virginidad y de perfección religiosa, producida por la orden de la penitencia, quedó encauzada en la vida monástica. Desde el siglo XIII, como vimos, existieron agrupaciones masculinas y femeninas que se entregaron a obras de caridad y de apostolado, sin llegar nunca a ligarse con los votos solemnes y menos aún con la clausura regular. En Alemania, Francia y Países Bajos se propagaron las terciarias llamadas Hospitalarias o Hermanas Grises, una parte de las cuales abrazó la vida claustral en el siglo XVII. Del siglo XIII databan asimismo las Elisabethinas, que imitaban a santa Isabel de Hungría en el cuidado de los enfermos en los hospitales; recibieron también el nombre de Hermanas de la Misericordia y se extendieron por Austria, Alemania y Francia. A mediados del siglo XVI se calculaban en unas 3.800. Hoy cuentan aún con buen número de casas. Con espíritu franciscano y bajo la regla de la orden tercera de san Francisco fundó santa Ángela Mérici († 1540) su Compañía de santa Úrsula, que mucho después de la muerte de la fundadora evolucionó y se transformó en orden religiosa.

Congregaciones similares se formaron también entre los hombres. En España y Portugal fueron beneméritos en la asistencia a los enfermos pobres los Hermanos Mínimos, llamados Obregones, del nombre de Bernardino Obregón, que los fundó en 1566. Con la misma finalidad aparecieron en 1615 en Francia los terciarios llamados Bons-Fils, y algo antes se habían fundado en París los Penitentes Grises, que tenían como misión educar a los jóvenes pobres que aspiraban al sacerdocio. Del seno de la orden tercera franciscana brotó en Guatemala, en 1666, la congregación de los Betlemitas; en 1687 Inocencio XI les concedió acogerse a la regla de san Agustín para mejor salvaguardar su independencia respecto a los franciscanos; en 1710 Clemente XI elevó la congregación al rango de orden regular de votos solemnes; en la profesión los hermanos emitían un cuarto voto de hospitalidad. La orden alcanzó gran difusión en toda América española. Fueron suprimidos en 1820.

Pero la gran floración de institutos franciscanos de toda clase se produjo en el siglo XIX, y precisamente en el momento del mayor descenso numérico e institucional de las ramas de la primera orden, en muchos casos por obra de religiosos exclaustrados. Para salir al paso a las necesidades creadas en la nueva clase social del proletariado, producto del capitalismo liberal y de la industrialización, el Espíritu Santo suscitó una maravillosa germinación de formas de vida religiosa, adaptadas al ambiente, con objetivos muy concretos de asistencia a niños, ancianos, marginados, emigrantes, enfermos, de instrucción popular escolar y profesional, de atención a la juventud desviada, a la mujer arrastrada a la prostitución; puede decirse que no hubo necesidad pública que no recibiera respuesta en alguna nueva congregación religiosa. Así se abrió el siglo más vocacional que ha conocido la historia de la iglesia. Y la creatividad del espíritu franciscano tuvo parte importantísima en esa proliferación de instituciones.

Los miembros de las nuevas congregaciones emitían votos simples, temporales y perpetuos, para poder sustraerse a la ley tridentina de la clausura papal y mantener su libertad de acción, pero también por un reparo canónico que no les reconocía la categoría de verdaderos religiosos. Sólo a principios del siglo XX la santa Sede les dio carta de naturaleza en los cuadros de los institutos religiosos, pero a condición de agregarse a alguna orden religiosa de votos solemnes. Así es como, a partir de 1905, la mayor parte de las congregaciones de signo franciscano se fueron agregando a una de las ramas de la primera orden o a la tercera orden regular. Actualmente, los franciscanos dirigen 7 y tienen agregadas 11 masculinas y 270 femeninas; los conventuales tienen agregadas 4 congregaciones masculinas y 33 femeninas, los capuchinos 9 masculinas y 89 femeninas, los terciarios regulares 2 masculinas y 3 femeninas10.

No podemos detenernos a historiar el origen y la evolución de cada instituto, si bien valdría la pena poner de relieve figuras como la de Teodosio Florentini († 1865), fundador en Suiza de las hermanas terciarias franciscanas de la santa Cruz; de Honorato de Biala († 1916), que dio vida en Polonia a unas 27 congregaciones con otros tantos fines específicos, de las cuales 17 continúan con vida pujante; de Luis Amigó († 1934), fundador de las dos importantes congregaciones de Terciarias Capuchinas de la sagrada Familia y de Terciarios Capuchinos de la Virgen de los Dolores; y fundadoras como Angela Truszkowska († 1899), de las Hermanas de san Félix de Cantalice; la beata Francisca Chervier († 1876), de las Hermanas Pobres de san Francisco; María de la Pasión († 1904), de las Franciscanas Misioneras de María, y otras muchas.

A la multitud de congregaciones católicas habría que añadir la lista, bien considerable, de institutos religiosos franciscanos que han ido apareciendo en el seno de la iglesia anglicana y entre los protestantes de las varias confesiones11.

Sería empeño imposible el de querer ofrecer una estadística, aun incompleta, de cada uno de los institutos de derecho pontificio y diocesano. Un cálculo publicado en 1962 daba la cifra de 176.873 miembros de las congregaciones femeninas franciscanas. Probablemente se refería a solas las de derecho pontificio que, como vamos a ver, en 1975 sumaban más de 137.000, aun después de la notable flexión numérica experimentada por casi todos los institutos en el último decenio. A los institutos religiosos habría que añadir actualmente los numerosos institutos seculares franciscanos, la mayor parte de ellos todavía en período de experimentación.

Me limito a dar el cuadro general de los institutos de derecho pontificio, de cuya filiación franciscana consta, con la fecha de fundación, cuna de origen o sede central actual, título oficial y número de miembros en 1975, según el Annuario Pontificio de 197612.

En esta versión informática omitimos la lista de congregaciones masculinas y femeninas de derecho pontificio, que en el libro ocupa las pp. 554-576, así como el elenco de los santos y beatos de toda la familia franciscana, que en el libro llena las páginas 577-590, y el índice de personas, que figura en las pp. 591-610.


NOTAS:

1. R. Luconi - R. Pazzelli, Il Terz'Ordine Regolare di s. Francesco attraverso i secoli. Roma 1958.- R. Luconi, Comitia generalia Tertii Ordinis Regularis s. Francisci eorumque acta selecta. Roma 1944.- Th. Badurina, Iuridica approbatio T. O. R. s. Francisco de Paenitentia eiusque libertas per saecula. Roma 1953.- V. Petriccione, De origine Tertii Ordinis Regularis s. Francisci in Italia, en Analecta TOR 7 (1958) 606-617, 8 (1959) 644-655.- F. Amengual, "Sagrado Orden Tercero de Penitencia (T. O. R.)..." (Congregación española). Fuentes y materiales para su historia, ibid., 9 (1963) 932-939, 1043-1048.- G. Parisi, Il Terz'Ordine Regulare in Sicilia. Torino 1963.

2. Th. Badurina, Iuridica approbatio..., 61-67.

3. En 1483 se reunieron en capítulo las superioras de 24 monasterios femeninos; en 1487, 26; en 1528, 33. J. Goyens, Chapitres des soeurs Grises Hospitalières..., en AFH 14 (1921) 199-208.

4. F. Hueber, Menologium, 122, 154-187.- Annales Minorum, XXVI, 1626, 414; XXIX, 1650, 540-545; XXX, 1652, 74; XXXI, 1664, 169-178; XXXII, 1680, 552, 578, 597-599.- Pietro Antonio di Venezia, Giardino Serafico, I, 44s, 232s.- Analecta TOR 4 (1944) 586-606.

5. Conc. Trident. Sess. XXV de Regul. cap. 5; constitución de Pío V, 29 mayo 1566, en Gasparri, Fontes Iuris Canonici, I, 201.

6. Annales Minorum, XXIX, 1647, 413.

7. Felice da Mareto, Le cappuccine nel mondo. Parma 1970, 80-85, 86-109, 228-241, 255s, 267, 270-272.

8. Acta Apostolicae Sedis 13 (1921) 131.

9. Analecta TOR 13 (1976) 934-937.

10. Dizionario degli Istituti di Perfezione, II, Roma 1973, 195-198; III, 1976, 63; IV, 1977, 194.- Annuarium Ordinis Fr. Minorum, III, Roma 1968, 505-560.- Analecta OFMCap. 91 (1975) 47-50.

11. E. Kurten, OFM, Ordensleben im Protestantismus der Gegenwart unter besonderer Berücksichtigung franziskanischen Gestaltungen, en AFH 31 (1938) 235-275.- L. Praeger, Frei für Gott und die Menschen. Evangelische Bruder und Schwesternschaften der Gegenwart in Selbstarstellungen. Stuttgart 1959.- F. Biot, Communautés protestantes. La renaissance de la vie régulière dans le protestantisme continental. Paris 1959. Trad. esp. Barcelona 1963.

12. S. Congregazione dei Religiosi, Statistica degli Ordini e delle Congregazioni religiose... di diritto pontificio. Roma 1942.- Dizionario degli Istituti di Perfezione, vol. I, Roma 1974.- Annuario Pontificio 1976, Città del Vaticano 1976, 1143-1342.

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