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DIRECTORIO FRANCISCANOHistoria franciscana |
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I. LA ORDEN DE LOS HERMANOS MENORES HASTA 1517 Capítulo V Infiltración del joaquinismo La tragedia de los espirituales sobrepasa al ámbito de la historia interna franciscana para convertirse en un hecho eclesial de gran significado. El primer choque violento de los celantes con la "comunidad" se había producido bajo el gobierno de Crescencio de Jesi. La benevolencia de Juan de Parma y la prudencia de san Buenaventura habían logrado aquietarlos temporalmente. Pero al morir este último estalló el conflicto, que había de acabar en rebeldía y por fin en la separación de la orden y en la rebelión contra la Sede apostólica. Tan triste destino de la extrema derecha podía presagiarse desde que se vio infiltrado en sus filas el profetismo con la Introducción al evangelio eterno de Gerardo de Borgo San Donnino († c. 1276). Este escrito no hacía sino dar actualidad a la concepción escatológica del abad Joaquín de Fiore († 1202), que dividía la historia de la salvación en tres épocas: primera, la del Padre, dirigida por el ordo coniugatorum (de Adán a Cristo); la segunda, la del Hijo, dirigida por el ordo clericorum (de Cristo al tiempo del autor); la tercera, la del Espíritu Santo, que había de estar dirigida por el ordo monachorum. Esta tercera edad traerá un cambio radical y revolucionario en la historia del cristianismo: quedará superada la iglesia de la jerarquía, de los sacramentos, del derecho, sustituida por la Ecclesia spiritualis, asamblea del júbilo y del amor, en que el gozo será fruto de la libertad y la libertad fruto de la renuncia. Una nueva orden, compuesta por viri spirituales, pobres y "menores", dará el modelo de vida cristiana, bajo la guía de un santo papa, el pontifex angelicus. El anuncio de la nueva edad estará señalado por la aparición del ángel del sexto sello, que llevará "la señal del Dios vivo" y será portador del evangelio eterno para todos los pueblos (Ap 14,6), es decir, el evangelio de Cristo según el espíritu, ya que "el evangelio, como letra, no es eterno, sino temporal", explica Joaquín. El contenido explosivo del mensaje del genial místico aparece en esta formulación suya: "El Padre impuso el yugo de la ley, porque es temor; el Hijo quiso la ascesis de la disciplina, porque es sabiduría; el Espíritu Santo despliega el dominio de la libertad, porque es amor. Y donde hay temor, hay esclavitud; donde hay magisterio, hay disciplina; donde hay amor, hay libertad"1. Se comprende que semejantes ideas, dentro de la veste profética con que eran presentadas, calentaran las cabezas de muchos hijos de san Francisco, que muy pronto descubrieron en ese "ángel del sexto sello", adornado con "la señal del Dios vivo" (los estigmas) y portador del "evangelio eterno" (la regla), al santo fundador. El mismo san Buenaventura contribuyó a divulgar esta identificación con sus sermones y, sobre todo, con su Leyenda maior. La orden de los menores sería, pues, esa nueva orden anunciada por Joaquín, destinada a instaurar, bajo el signo de la pobreza, la esperada iglesia espiritual. Ahora, la denominación de "espirituales" adquiría un nuevo sentido. Se comprende también que, tomando ese rumbo, el partido de los celantes acabara por alzarse contra la iglesia institucional2. Los corifeos del partido Al esparcirse, durante el concilio de Lyon, la especie de que el papa intentaba obligar a los franciscanos a poseer en común, un grupo de zelanti de las Marcas, capitaneado por Pedro (Liberato) de Macerata († 1307), promovió violenta campaña, enseñando que la orden no debería someterse a un mandato injusto. El capítulo provincial les obligó a retractarse; algunos se obstinaron en su actitud, por lo que fueron privados del hábito y recluidos en eremitorios. Entre los insubordinados se hallaba Pedro de Fossombrone, que después tomaría el nombre de Ángel Clareno (Angelo da Chiarino) († 1337). Hombre austero y exaltado, dotado de no escasa cultura, dejaría más tarde plasmadas sus ideas en una extensa Expositio Regulae y en la Historia septem tribulationum, así como en numerosos escritos polémicos3. Otro foco más importante y más culto apareció en Provenza. El iniciador fue Hugo de Digne († c. 1255) y su principal representante Pedro Juan Olivi († 1298), teólogo eminente, venerado como santo, pero imbuido de joaquinismo. Es considerado como el verdadero jefe ideológico de la reacción. Su influjo doctrinal fue enorme no sólo entre los espirituales, sino aun, más tarde, entre los observantes. Este grupo se manifestó en contra de la declaración Exiit qui seminat de Nicolás III, en especial por la doctrina sobre el uso pobre. El general, Mateo de Acquasparta (1287-1289) y el papa Nicolás IV procedieron duramente contra ellos. Olivi, que ya en 1283 y 1285 había debido defenderse ante el capítulo general por ciertas proposiciones denunciadas, se mostró siempre obediente y enemigo de toda ruptura con la comunidad4. El siguiente general, Raimundo Gaufredi (1289-1295), simpatizante con los rebeldes, los sacó de las cárceles y los envió a la misión de Armenia; entre estos misioneros se hallaba Ángel Clareno. En 1293 regresaron a Italia, donde sus provinciales se negaron a recibirlos. Cuando en 1294 fue elegido papa el santo monje Pedro de Morrone con el nombre de Celestino V, los espirituales lo saludaron como al papa angélico de las profecías del abad Joaquín, iniciador de la era de la iglesia espiritual. Acudieron a él y obtuvieron la autorización para separarse de la comunidad y vivir en eremitorios, observando la regla sin declaración alguna. Se dieron el nombre de pobres ermitaños. Pero aquel mismo año renunciaba Celestino V y le sucedía el Llevaba la voz cantante, en los ataques contra el papa, la orden y la iglesia jerárquica, el jefe de los espirituales de Toscana, Ubertino de Casale († 1329), hombre docto y contemplativo, "convertido" por Olivi al joaquinismo. En 1304, habiendo predicado contra la "iglesia carnal", fue confinado al eremitorio del monte Alvernia, donde escribió su gran obra Arbor vitae crucifixae Iesu. Este libro, llamado a tener una gran difusión, es una mezcla de ardorosas elevaciones místicas y de enconadas declamaciones contra todos los adversarios de los seguidores del "estado evangélico" llamado a renovar la iglesia5. Disputa de Avignon. La bula "Exivi" (1309-1312) Clemente V (1305-1314) se mostró condescendiente con los espirituales por reacción contra el pontificado de Bonifacio VIII. Ellos cobraron ánimo, apoyados por el influyente Arnaldo de Vilanova, médico de corte, que supo ganarles la protección de los reyes de Aragón y de Nápoles, así como la de varios cardenales, en especial Jacobo Colonna y Napoleón Orsini. El papa, ante las instancias que le llegaban de todas partes, se decidió a llevar a cabo una investigación imparcial. En septiembre de 1309 convocó primero al ministro general Gonzalo de Balboa (1304-1313) y luego a los representantes más significados de los espirituales, entre ellos al exgeneral Raimundo Gaufredi y a Ubertino de Casale. El papa nombró una comisión cardenalicia encargada de llevar adelante la investigación; ésta se centró sobre dos puntos: la ortodoxia de Olivi y la observancia de la regla. Los representantes de la comunidad, que fueron principalmente Raimundo de Fronsac y Bonagrazia de Bérgamo, pusieron todo su empeño en lograr la condenación del maestro que los espirituales veneraban como santo; mientras que Ubertino, que llevó el peso de la parte de los espirituales, ponía toda la fuerza de su argumentación en el alejamiento de la fidelidad a la regla por parte de la comunidad, y reclamaba a nombre de los suyos la libertad para observar la regla y, por lo tanto, la separación jurídica de la comunidad. Pero nada dejaba entrever de sus ideas joaquinitas y aun aceptaba las declaraciones pontificias. En la primera fase los espirituales parecían llevar ventaja, pero en la fase final, celebrada mientras tenían lugar las sesiones del concilio de Vienne, la comunidad logró imponerse no en el intento de ver condenado como hereje a Olivi -sólo lograron que fueran condenados cuatro de sus puntos doctrinales, pero sin nombrarlo a él-, pero sí en la postura jurídica oficial respecto de la regla. Con fecha 6 de mayo de 1312, en la última sesión del concilio, Clemente V promulgó la constitución Exivi de paradiso, en sentido totalmente opuesto a las pretensiones de los espirituales. Es una nueva declaración en que el papa va resolviendo, sobre la base de la Exiit de Nicolás III, todos los puntos en discusión. La importancia de este documento está en haber determinado el grado de obligatoriedad de cada uno de los preceptos de la regla. Al enviarla a la orden, el general Gonzalo de Balboa hizo saber oficialmente que la regla seráfica contiene 27 preceptos graves, 12 exhortaciones al bien, 6 consejos para evitar el mal y 12 condiciones para la admisión de los novicios. Seguramente que san Francisco, al redactar la regla en Fonte Colombo, no soñó en semejante vivisección de la forma de vida evangélica. Pero era un paso necesario para aquietar las conciencias6. La escisión (1312-1318) En un principio pareció que la unidad de la orden quedaba salvada. El papa tomó bajo su protección a los espirituales, el general visitó las provincias corrigiendo con rigor todo abuso contrario a la pobreza, en la esperanza de quitarles todo pretexto de separación; fueron destituidos los provinciales y guardianes que habían sido duros con ellos. Pero todo fue inútil: era ya demasiado profunda la zanja abierta entre los dos sectores. La rebelión de los espirituales fue abierta, sobre todo en Toscana, donde se dieron superiores propios; dispersados, muchos huyeron a Sicilia, donde formaron comunidades cismáticas que no se amedrentaron ante la excomunión. También los de Provenza se separaron de la orden. Excomulgados por Juan XXII, apelaron al futuro papa. En 1317 el pontífice hizo encarcelar y formar proceso a sesenta y dos de los más turbulentos; pero no pudo proceder contra Ubertino y Clareno, que contaban con buenos protectores. El 7 de octubre de 1317, mientras se desarrollaba el proceso, Juan XXII publicó la constitución Quorundam exigit declarando que toca solamente a los superiores determinar los puntos concretos en materia de pobreza. Y por la bula Sancta Romana de 30 de diciembre de 1317 lanzaba la condenación contra los espirituales de cualquier denominación7. De todos los encausados, cinco resistieron hasta el fin y murieron en la hoguera; uno fue emparedado en cárcel perpetua. Ubertino, ante la disyuntiva de volver a la orden o pasar a otra, optó por hacerse benedictino, pero en realidad siguió siendo franciscano rebelde hasta su muerte en 1329. Ángel Clareno, que en 1317 había tomado el hábito de los celestinos por orden del papa, se refugió en Subiaco, desde donde gobernó a los fraticelli della povera vita en calidad de ministro general. Fue entonces cuando compuso sus escritos. En la Apologia pro vita sua, enderezada a Alvaro Paes (Pelayo) a principios de 1330, aparece toda la ideología de fondo que obraba a la base del conflicto. Reacciona vivamente contra la acusación de cisma; protesta de su amor a la iglesia y de su obediencia al romano pontífice; hay que obedecer -dice- al papa y a los prelados de la orden en todo, "excepto en lo malo y en lo que lleva al mal". Se considera unido al cuerpo de la iglesia, porque "el que posee el Espíritu Santo, amor que une a los miembros de Cristo, posee a Cristo y es miembro de la iglesia donde quiera que se halle"; más bien están fuera de la iglesia, por no tener el espíritu de Cristo, los hermanos de la comunidad. Por lo demás, añade, no es necesaria esa unidad para que la orden siga adelante: ¿por qué "la regla de san Francisco, siendo una, no ha de poder tener sus reformadores, por concesión del sumo pontífice, reconociendo a los hermanos que lo desean el derecho de observar la regla según la intención del fundador, con un general propio y bajo el nombre de hermanos menores"? Y esa intención del fundador no debe buscarse en las declaraciones pontificias, puramente "condescensivas" y arrancadas a la Sede romana para sustraerse a la pura observancia de la regla, sino en los escritos, dichos y ejemplos de san Francisco8. Clareno y Hubertino hubieran querido iniciar una reforma autónoma, legítimamente reconocida, como las que veremos más adelante; y tal vez lo hubieran logrado, si no hubiera habido de por medio un problema de ortodoxia. Ángel Clareno tuvo que huir en 1334 a Basilicata. Murió en 1337 a los 92 años de edad. Su facción perduró con el nombre de clarenos en varias regiones de Italia. Fueron fuertemente perseguidos bajo Urbano V y varios quemados vivos en 1367 y 1368; pero volvieron a cobrar fuerza. Martín V los expulsó de sus conventos en 1418; en 1426 nombró inquisidores contra ellos a san Juan de Capistrano y san Jacobo de la Marca; éste escribió un Dialogus contra fraticellos. Tal vez como consecuencia de esta campaña se reconciliaron con la iglesia. En el pontificado de Eugenio IV (1431-1447) aparecen bajo la jurisdicción de los obispos y son recomendados por la santa Sede. En 1473 Sixto IV, a petición de ellos mismos, los puso bajo la obediencia del ministro general de la orden, con un vicario general propio al igual que los observantes; eran miembros de la orden a todos los efectos. En 1517 fueron fusionados en virtud de la bula de unión9. NOTAS: 1. Expositio in Apocalypsim, Venetiis 1517, f. 180 v. 2. E. Benz, Ecclesia Spiritualis. Kirchenidee und Geschichtstheologie der franziskanischen Reformation. Stuttgart 1934.- L'attesa dell'età nuova nella spiritualità della fine del medioevo. Todi 1962.- Th. McVicar, The doctrine of the Franciscan Spirituals. Roma 1963.- M. Reeves, The influence of prophecy in the later Middle Ages. A study in Joaquimismo. Oxford 1969.- Stanislao da Campagnola, L'Angelo del sesto sigillo e l' "alter Christus". Genesi e sviluppo di due temi francescani nei secoli XIII-XIV. Roma 1971.- Spirituali e fraticelli dell'Italia centro-orientale, en Picenum Seraphicum 11 (1974) 7-447.- Chi erano gli spirituali. Atti dei Convegni della Soc. Int. Studi Francescani, III, Assisi 1976. 3. L. Berardini, Frate Angelo da Chiarino alla luce della storia. Osimo 1964. 4. F. Ehrle, Petrus Ioannis Olivi, sein Leben und seine Schriften, en Arch. f. Lit. und Kirchengesch. III, Berlin 1887, 409-552.- S. Gieben, Bibliographia Oliviana (1885-1967), en CF 38 (1968) 167-195. 5. F. Callaey, L'idéalisme franciscain spirituel au XIVe siècle. Etude sur Ubertin de Casale. Louvain 1911.- A. M. Ini, Nuovi documenti sugli spirituali di Toscana, en AFH 66 (1973) 305-377. 6. F. Elizondo, Disquisitio historica de praeceptorum descriptione et enumeratione in Regula franciscana, en CF 37 (1967) 250-285. 7. Gratien de París, Historia de la fundación y evolución de la Orden de Frailes Menores en el siglo XIII. Buenos Aires, Ed. Desclée de Brouwer, 1947, 377-444. 8. Apologia pro vita sua, ed V. Doucet, en AFH 39 (1946) 63-200. 9. Cf. L. Oliger, Documenta inedita ad historiam Fraticellorum spectantia, en AFH 3 (1910) 253-280; 4 (1911) 3-23. Cf. AFH 6 (1913) 714-720; 10 (1917) 239-249; 31 (1938) 59-72.- J. M. Pou y Martí, Visionarios, beguinos y fraticelos catalanes (siglos XIII-XV). Vich 1930. |