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FRANCISCO, MAESTRO DE
ORACIÓN |
. | Capítulo XIV
El Cántico del hermano Sol es el escrito más famoso de san Francisco de Asís. El Cántico, una de las primeras manifestaciones literarias de la lengua italiana, está redactado en vulgar, la lengua hablada por el pueblo y que iba sustituyendo paulatinamente al latín, que era la lengua oficial. En esta misma lengua vulgar dictó Francisco la mayoría de sus escritos, que hermanos con una buena formación escolástica consignaban en latín. La lectura o la escucha del Cantico di frate Sole en su lengua original permite captar algo de su sonoridad y de su tonalidad. Ofrecemos, primero, el texto original, siguiendo la grafía de la edición crítica de V. Branca:[1]
Sobre el Cántico han escrito innumerables autores de todas las especialidades: filósofos, teólogos, psicólogos, filólogos y poetas. Y es que el Cántico pertenece a la literatura universal. Probablemente sea la obra poética más conocida y más traducida de la literatura cristiana, aparte la Biblia; «la poesía religiosa más hermosa después del Evangelio», según Renán. Por su lugar clave en la literatura italiana, por su valor artístico y, sobre todo, por su profundo contenido religioso el Cántico ha sido frecuentemente objeto de investigación y de meditación. Los músicos lo estudian continuamente, buscando captar y expresar musicalmente su contenido: existen numerosas musicalizaciones del Cántico, desde refinadas piezas de música de órgano hasta aires populares; el acompañamiento de guitarra parece adaptarse muy bien al texto, por lo que suele tener éxito en los coros y los grupos musicales juveniles. Y no es menor la cantidad de series de cuadros o pinturas, de frescos y mosaicos, de esculturas y relieves, de vidrieras y cerámicas inspiradas en el Cántico del hermano Sol. También existen imitaciones literarias, así como anti-textos en los que, en contraste con el Cántico de las criaturas, se lamenta la situación de amenaza que pesa sobre el mundo y sobre el medio ambiente. Sea cual fuere el juicio que se formule sobre cada una de estas actualizaciones en particular, de lo que no hay ninguna duda es de que todas ellas están evidenciando que el Cántico -una canción de la Edad Media- sigue siendo una obra fascinante y actual. Interpela, invita, incita. Parece como si estimulara la creatividad de quien lo lee o escucha, como si él mismo se preocupara de que su alabanza al Creador siga prolongándose y resonando a través de los tiempos. Contiene una fuerza, un atractivo que encanta y cautiva a quien lo escucha o lo lee. Y esta fuerza atractiva no se limita en modo alguno al ámbito de la cultura cristiana. Hay judíos, musulmanes e hindúes que admiran y aprecian el Cántico, y ven en él un puente de unión con el cristianismo. A su vez, la cultura africana, que posee un profundo y desarrollado sentido de lo sagrado y de lo simbólico, a cuya luz interpreta los acontecimientos de la naturaleza, se siente particularmente cercana al Cántico del hermano Sol, que puede ser un punto de partida del anuncio cristiano en el mundo africano. Distintas son, en cambio, las razones por las que Francisco y su Cántico fascinan a los japoneses, sobre todo en ambientes cultos. El Cántico contiene materia suficiente para escribir un libro, sobre todo para publicaciones con fotografías que acompañen y, por así decir, comenten gráficamente las distintas estrofas. Yo mismo he escrito una introducción al Cántico y un comentario a cada una de sus estrofas para un libro de este tipo;[2] por ello, me limito aquí a exponer algunos aspectos generales y a presentar, al final, algunas sugerencias prácticas para el trabajo en grupo y para la reflexión personal. PROSA RIMADA Y RÍTMICA La copia más antigua del Cántico se encuentra en un pergamino manuscrito, el Códex 338, escrito hacia 1250. Este famoso códice se conserva desde hace poco en su sede original, la Biblioteca del Sacro Convento de Asís, donde ha sido repuesto desde la Biblioteca Comunal de la misma ciudad, que lo conservó desde tiempos de Napoleón. El manuscrito tiene un espacio para notas musicales entre la primera y la segunda línea. Por desgracia, tales notas no han sido reproducidas en este manuscrito ni en ningún otro. Así pues, desconocemos la melodía que acompañaba originalmente al Cántico; debió de tratarse de una especie de tono sálmico, aplicable a todos los versículos. La época en que fue copiado el códice que nos ha transmitido el Cántico coincide con la época del apogeo de los lauda, que en Umbría, la tierra de san Francisco, fue en torno a los años 1260. Y como el Cántico fue compuesto bastante antes, se deduce claramente que Francisco de Asís fue uno de los primeros poetas creadores de laudas, género literario en el que ejerció una gran influencia. Que el Cántico pertenezca al género literario de los lauda o laude lo indica su mismo título: Laudes creaturarum - Alabanzas de las criaturas, o, según otro título, Laudes Domini de suis creaturis - Alabanzas de Dios por sus criaturas. La exclamación «Laudato si», con la que empiezan todas las estrofas, a excepción de la primera y la última, evidencia igualmente el carácter de lauda del Cántico. Por otra parte, en la estrofa introductoria encontramos la palabra «laude», y la estrofa final empieza con la palabra «laudate». Así pues, la alabanza es el tema que recorre el Cántico de principio a fin. El Cántico es una alabanza a Dios en acción de gracias por sus criaturas. En su forma literaria imita en parte los himnos latinos, pero tiene una sintaxis y una construcción propias de la lengua vulgar; está redactado en prosa rimada medieval, una forma intermedia entre la poesía lírica clásica y la simple prosa, con una métrica y un ritmo irregulares. Si se observa el final de los versos, se descubren distintas rimas que, en unos casos, unen de dos en dos los versos inmediatos (por ejemplo los vv. 10-11, 12-14, 20-22, 29-30), y, en otros casos, une a versos que se encuentran más distanciados uno de otro (por ejemplo, los vv. 1/8 y 2/9). Además de las rimas finales, algunos versos tienen también rimas internas (por ejemplo, los vv. 4, 7, 8, 16, 19). Asimismo, hay versos en los que varias palabras terminan con la misma vocal (por ejemplo, en el v. 11 todos los adjetivos terminan con la letra «e»). UN CANTO NACIDO EN LA NOCHE DEL DOLOR En el Códex 338, varias veces citado, se dice a manera de introducción: «Aquí empieza la Alabanza de las criaturas que el bienaventurado Francisco compuso, estando enfermo en San Damián, para alabanza y gloria de Dios». En su Vida primera (escrita en 1228-1229), Tomás de Celano relaciona el Cántico del hermano Sol con el Cántico de los tres jóvenes (Dan 3,57-90):
En la Vida segunda (1245-1247) habla con detalle de las muchas enfermedades que Francisco sufría y a las que llamaba hermanas. Desde la juventud, dice Celano, estuvo afecto de una malaria crónica, que le producía escalofríos, náuseas y dolor de cabeza. En Oriente contrajo una enfermedad de los ojos. Sufrió de anemia, de úlcera gástrica y de úlcera intestinal; desde el otoño de 1224 tuvo las llagas, que le dificultaban caminar; por otra parte, estaba muy preocupado por el destino de la Orden, en la que existían fuertes tensiones internas y se rechazaba cada vez más el estilo de vida de los inicios. Francisco se sintió fracasado, sin fuerzas. En estas circunstancias, y estando acostado a causa de sus enfermedades en una cabaña construida con esteras de paja junto a San Damián, experimentó la bendición de Dios y escuchó esta promesa del Señor:
El relato de los primeros compañeros conservado en al Leyenda de Perusa es todavía más detallado:
A continuación se indica, al igual que en el relato de Celano, que una noche Francisco sintió compasión de sí mismo y suplicó a Dios que le ayudara. Éste le prometió un inmenso tesoro y le dijo:
El relato concluye indicando que Francisco alababa al Señor en los días de salud y en los de enfermedad, y que animaba a los demás a alabar a Dios. Más todavía,
Según la Leyenda de Perusa, el Cántico del hermano Sol fue redactado en el invierno de 1224-1225, junto a San Damián, el monasterio de las clarisas. Sólo las estrofas sobre la paz y sobre la muerte fueron redactadas más tarde: los versos sobre el perdón y la paz, para dirimir el conflicto existente entre el obispo y el podestà de Asís; los versos sobre la hermana muerte, poco antes de su propio fallecimiento. Algunos autores ponen en tela de juicio que esta composición gradual del Cántico -a la que no aluden las otras fuentes- responda a la realidad histórica; pero ese punto es un aspecto que no afecta en absoluto al contenido ni a la importancia del Cántico. En cambio, sí tiene importancia que Francisco no lo escribiera en un momento de alegría y euforia espiritual, como podría pensarse fácilmente al leerlo, sino en medio de la enfermedad y el dolor, tal y como atestiguan todas las fuentes. «Para nuestras propias vidas, lo esencial de esta tradición consiste en comprobar que, a pesar de la gracia extraordinaria que había recibido en el monte Alverna, Francisco no se vio libre de una nueva y profunda tribulación, en la que, por otra parte, experimentó una vez más la acción de la gracia del Señor. Con ello se nos indica que también nosotros podremos sufrir la tentación mientras vivamos, pero, a la vez, nos consuela saber que también podremos experimentar la infinita bondad del Señor».[3] ESTRUCTURA DEL «CÁNTICO» La estructura del Cántico es clara y transparente. El poema consta de diez estrofas de distinta extensión: la primera, la segunda, la octava y la nona son más largas que las demás; por eso, K. Esser las dividió, estructurando el Cántico en catorce estrofas;[4] pero como cada una de estas estrofas (I.ª, II.ª, VIII.ª y IX.ª) trata de un solo tema, hemos preferido reproducirlas sin ninguna subdivisión, dejando invariados su ritmo y su estructura, parecidos a los de los salmos y cantos litúrgicos, con los que Francisco estaba muy familiarizado. a) Traducción
b) Los versos-marco La primera y la última estrofa enmarcan todo el Cántico, confiriéndole la característica de lauda, de alabanza a Dios. Todo el honor pertenece al Señor altísimo, omnipotente y bueno. El hombre, pequeño, insignificante, se acerca a Dios omnipotente, cuyo nombre nadie es digno de pronunciar. Pero Dios no aplasta al ser humano, que puede cantar en la presencia del Omnipotente. La esencia del hombre consiste en alabar y servir al Señor. Por eso, el Cántico concluye con un llamamiento a la alabanza de Dios, al servicio al Señor. La primera y la última estrofa son como un canto introductorio y final; introducen y concluyen el lema de todo el poema, «la alabanza a Dios»; quien olvidara este lema, interpretaría incorrectamente el Cántico. c) Estribillo Entre el acorde inicial y el acorde final hay ocho estrofas; todas ellas empiezan con la exclamación: «Loado seas, mi Señor». Es como un estribillo que va invitando a todos los seres de la creación a unirse a la alabanza del Señor. Y esa loa, esa alabanza va dirigida a Dios, a quien se designa como « mi Signore», «mi Señor», expresión afectuosa que podría traducirse también correctamente diciendo «mi buen Señor», «mi amado Señor». Él es el Dador de todo bien, y Francisco le abraza y le nombra con cariño y respeto. Otra palabra que se repite varias veces en el Cántico es la partícula «per», que puede tener varios significados y matices: causal (por o a causa de), instrumental (por medio de), complemento local de medio (a través de), etc. Francisco alaba a Dios «con todas las criaturas» (v. 5), a causa de, por medio de y a través de todas ellas, a la vez que da las gracias por su belleza, utilidad y variedad. d) Variaciones sobre el mismo tema El estribillo « Laudato si» y la partícula «per» constituyen los puntos sobre los que se apoya el Cántico. Reflejan el tema de este opúsculo: la alabanza de Dios, un tema que va repitiéndose con variaciones distintas de estrofa en estrofa y al que van incorporándose gradualmente nuevas criaturas, por las cuales y mediante las cuales quiere Francisco alabar al Señor. El lector-oyente del Cántico es espectador de una escena en la que no cesan de aparecer nuevas criaturas, siguiendo un orden que unas veces va de mayor a menor y otras de arriba abajo. e) Del macrocosmos al microcosmos, de arriba abajo Las distintas criaturas van apareciendo en un orden descendente, del cielo a la tierra, para terminar concluyendo en el hombre. Primero se habla del universo, y luego se habla del hombre en cuanto microcosmos, en cuanto universo en pequeño, reflejo del universo entero. El cielo está representado en el sol, la luna y las estrellas; nuestro planeta, en cambio, está representado mediante los cuatro elementos: el aire, el agua, el fuego y la tierra. Según la antigua visión del mundo, estos cuatro elementos constituyen la materia primera de la que el mundo está hecho, son los elementos más simples a los que se reducen todos los demás elementos y materias. Por otra parte, los cuatro elementos evocan otras posibles agrupaciones cuatripartitas, como las que anota Isidoro de Sevilla ( 633) en sus Etimologías y que entraron a formar parte del acervo cultural desde la época carolingia:
Después del macrocosmos aparece el hombre, que es el microcosmos, enmarcado en el macrocosmos, y su compendio. Sin embargo, el Cántico no canta la fuerza, ni la belleza del hombre, ni su dominio sobre la naturaleza, sino su capacidad para perdonar, para soportar el sufrimiento y para ser artífice de paz. En el autodominio del hombre se revela la grandeza, la fuerza y el señorío del ser humano; Francisco está convencido de ello y da por ello gracias a Dios. Además, y aunque se encuentre gravemente enfermo, Francisco no olvida la muerte; la llama «hermana», porque es la puerta que conduce a la vida eterna. Francisco es consciente también de la posibilidad del fracaso eterno. Por eso emplea dos vocablos («Bienaventurados» - «¡Ay!») que se contraponen irreconciliablemente y que son el espejo del doble juicio último y definitivo que puede recaer sobre el hombre: quien viva según la sabiduría del sermón de la montaña, será coronado por el Altísimo; quien muera en pecado mortal, caerá en la «segunda muerte». En el lenguaje del Apocalipsis de san Juan, la segunda muerte no es otra que la condenación, el infierno: «Este lago de fuego es la muerte segunda» (Ap 20,15; cf. Ap 20,6); «El vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda» (Ap 2,11). Los ojos, la boca y el corazón de Francisco se abren para cantar eternamente: «Tú eres nuestra vida eterna» (AlD 7). De este modo el Poeta de Asís logra incluir en su Cántico a toda la realidad. Nada queda excluido. En el Cántico aparecen, junto con los seres más hermosos del mundo, el pecado, la muerte, la enfermedad y el sufrimiento. Todos los objetos y todos los seres van desfilando en el poema de Francisco, formando parte de ese coro universal que alaba a Dios, Dueño y Señor de todo, presente y palpitante en toda la realidad. La estructura del Cántico del hermano Sol, con sus diez estrofas y sus 33 versos, puede esquematirzarse como sigue:
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TEMAS DEL «CÁNTICO DEL HERMANO SOL» El cosmos, una gran familia Si nos fijamos en los géneros, masculino o femenino, de los sustantivos, descubrimos en el Cántico una estructura todavía más profunda y no menos interesante. El «sol», masculino, es el principio activo; la «luna», femenino, el principio pasivo que recibe su luz del sol. Observando los géneros, se ve cómo en el Cántico aparecen, intercambiándose regularmente, el género masculino y el femenino, «hermano» y «hermana». De ese modo el mundo de los astros y de los elementos queda ordenado armónicamente a la manera de una familia:
Consiguientemente, el cosmos queda estructurado en tres pares de hermanos. Y en ese conjunto ordenado las criaturas más pequeñas están colocadas en medio, como si fueran los hermanos menores, protegidas y abrazadas por el par cósmico mayor y más importante: «el SEÑOR hermano Sol» y «la hermana MADRE tierra». La visión de la creación como una gran familia fraterna queda reflejada igualmente en las propiedades que Francisco atribuye al sol, a la luna y a los elementos. Además, todo parece indicar que esta sucesión de géneros masculino-femenino, hermano-hermana, es algo elegido premeditadamente, puesto que no coincide con el orden seguido por los físicos de la antigüedad y del medievo, que presentaban los elementos ordenándolos según su densidad, a saber: tierra-agua-aire-fuego, o, en sentido inverso, fuego-aire-agua-tierra. Cambio de colores y tonos Los colores y tonos claros y serenos alternan con otros oscuros y serios, confiriendo cuerpo y sonoridad al Cántico. En la primera parte domina la luz clara del sol, la alegría por su irradiación, esplendor y grandeza; junto al sol tenemos la luminosidad de la luna y el brillo de las estrellas; se escucha el viento, contemplamos las nubes y el cielo azul; el hermano fuego se yergue robusto en la oscuridad de la noche; la tierra fecunda, con quien puede hablarse confiadamente como una hermana y una madre solícita, despliega ante nuestros ojos su polícroma diversidad y nos prepara una mesa abundante. En la segunda parte, en cambio, predominan los tonos y colores oscuros: la enfermedad, el dolor, la tribulación y la muerte, que puede convertirse en muerte eterna. Por consiguiente, en el himno de alegría y alabanza late una seria llamada a la penitencia y a la conversión. El ápice del Cántico no reside en la contemplación autosatisfecha de la naturaleza, sino en la alabanza y el servicio de Dios; por eso concluye con los imperativos: «load y bendecid», «dadle gracias y servidle». En paz con todas las criaturas y consigo mismo Tras la amplitud cósmica y la abundante gama de colores y de tonos, en el Cántico puede percibirse a un hombre en paz consigo mismo, con Dios y con el mundo. Así lo recalcó hace una veintena de años Éloi Leclerc, OFM, que estudió el poema siguiendo el método de la historia de las religiones y de la psicología de C. G. Jung: el modo como el autor del Cántico une y hermana los elementos de la naturaleza es un reflejo de cómo anima a los seres inanimados, a los que infunde un alma, su propia alma. Los elementos de la naturaleza que Francisco alaba no son, por tanto, meros objetos, sino símbolos. Llamando hermano-hermana a todos y a cada uno de los seres, incluida la misma muerte, demuestra que está plenamente reconciliado con ellos; no teme ni siquiera a las fuerzas inconscientes y oscuras del alma. Está en paz con todos y con todo. En el Trovador de Asís se da una reconciliación cósmica, con todos los seres, y psíquica, es decir profunda y plena.[5] Esta reconciliación con los seres de la naturaleza se manifiesta sobre todo en el trato de «hermano» y de «hermana». Es un trato que aparece aquí por primera vez en la historia de la literatura cristiana y supone, sin ninguna duda, una ampliación del concepto neotestamentario de hermano. En un intercambio homogeneizador, cada criatura recibe un rostro fraterno. Con ternura y respeto Francisco se vincula con todo cuanto Dios ha creado y que, por tanto, es bueno (cf. 1 Tim 4,4). Además, y no obstante la amplitud cósmica del Cántico, en éste no falta tampoco la nota personal. El cantor no se pierde en la inmensidad ni en la multiplicidad de lo creado; al contrario, todo le es familiar y cercano, y por eso lo llama hermano-hermana. Esta vinculación fraternal confiere al Cántico su sello único y su impacto especial. Júbilo pascual en la noche del Viernes Santo ¿De dónde brota esta paz con uno mismo y con todos los aspectos de la vida, muerte incluida? Recordemos las numerosas enfermedades que sufría Francisco desde hacía años. También a éstas las llama «hermanas» (2 Cel 212). En aquellos días de otoño de 1225, Francisco estaba muy cerca del dolor absoluto, de la experiencia del desamparo de Dios, del vacío total, de la lejanía del Señor. Yacía en la cabaña como Job entre la basura; con una diferencia: Francisco no maldice el día de su nacimiento. Soporta el vacío y la oscuridad de la noche de su Viernes Santo. Con invencible certeza experimenta: «Dios está ahí! ¡Su amor me protege!». Y le invade el júbilo y, animado por una fuerza superior y por una inspiración irresistible, empieza a cantar: «Altísimo, omnipotente, buen Señor...». Llamar bueno a Dios en una situación semejante, supone valor y confianza. Supone una entrega total, como la de Jesús: «¡Abbá, Padre!... no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú» (Mc 14,36). Que el Cántico del hermano Sol haya sido compuesto durante una grave enfermedad no parece obvio; al contrario. Cuando alguien yace en el lecho de la enfermedad, por lo general le sobra con pensar en sí mismo, se le apaga el deseo de pensar en las cosas y de relacionarse con la naturaleza. En cambio, en el caso de Francisco, casi ciego, ocurrió diversamente: la luz del sol le hace daño a los ojos, y sin embargo alaba a Dios por el radiante hermano sol; a pesar de que su estómago apenas puede soportar alimento alguno, alaba a Dios por los frutos con que nos obsequia la hermana madre tierra; no se fija en el lado destructor de la naturaleza, ni menciona los desastres provocados por el sol o las desgracias que pueden producir las inundaciones. Sólo destaca el aspecto benéfico de las criaturas. Alaba a Dios no sólo por el tiempo sereno, sino por todo tiempo. El Cántico contempla la creación inmersa en la plenitud del tiempo final. En esto se parece a los himnos bíblicos triunfales que cantan la gloria de Dios (por ejemplo, el Salmo 98, o Ap 15,3s). El Cántico está lleno de júbilo pascual. En la carne de Francisco, enferma, débil, casi descompuesta y marcada con las llagas, se manifiesta como un reflejo de Cristo resucitado y se trasluce la fuerza de aquel que dijo: «En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Mística crística Con cuanto acabamos de afirmar hemos rozado ya ese estrato profundo de donde brota el Cántico, que es un poema místico, nacido de una relación profunda y viva con Cristo, una relación visible y palpable hasta en el cuerpo de Francisco, marcado con las llagas de Jesús crucificado. Esta relación puede advertirse con toda claridad en el Cántico, aunque no se cite expresamente ninguna vez el nombre de Cristo, ni se mencione explícitamente al Padre, ni al Hijo ni al Espíritu Santo, a diferencia de la mayoría de las oraciones de Francisco. Sin embargo, si se observa el Cántico con detención, puede percibirse una velada alusión a Cristo no sólo en la estrofa del sol, sino en el poema en su conjunto, que puede leerse como un criptograma.[6] Ya hablamos antes de la polaridad integrativa de los géneros masculino y femenino en el Cántico, de los contrastes de colores y tonos, así como de la oposición entre las palabras «Bienaventurados» y «¡Ay!». Además de ello, en el Cántico existe un arco que va desde la primera palabra, «Altísimo», hasta la última, «humildad». En efecto, las restantes palabras de los versículos primero y último pueden ordenarse correlativamente: así como a la sublimidad de Dios, Altísimo, corresponde, por parte del hombre, la humildad, así también a la omnipotencia corresponde el servicio, y a buen Señor corresponde la acción de gracias del hombre. Si «se transcriben ambos versículos y se unen los diversos conceptos con los respectivos trazos, nos hallamos ante el monograma de Cristo»:[7]
Si nos fijamos en la A y la O, las letras iniciales de las dos primeras palabras, «Altísimo, Omnipotente», vemos que son las mismas -sobre todo en el alfa y la omegagriegas, pero también la «a» y la «o» latinas- que el arte emplea tantísimas veces como monograma de Cristo. Por último, recordemos también el número de versos. Aun cuando el Códice 338 no enumera los versos ni divide el Cántico en estrofas, Branca lo dividió, ya en su primera edición crítica, en 33 versos, aunque sin aludir al valor simbólico de este número. Pero para un hombre medieval como Francisco los números no eran meras referencias matemáticas, sino que estaban cargados de simbolismo. El número 33 evocaba los años de la vida de Jesús. Lo que Anton Rotzetter reconoce de manera intuitiva, valga la expresión, como filigrana del Cántico, pueden confirmarlo los dos datos que hemos citado antes: las letras A y O y el número 33 apoyan su interpretación del Cántico como velado monograma de Cristo. Naturalmente esta interpretación no se basa sobre pruebas en sentido estricto, sino sólo en indicios. Pero son indicios contenidos en el mismo texto. Y no son menos convincentes que esa otra interpretación, más antigua y propuesta por diversos comentaristas, que ve a Cristo en la expresión «señor hermano Sol». De hecho, los himnos antiguos designan frecuentemente a Cristo como «Sol de justicia», «Sol invicto», «Resplandor del Padre». Por eso puede afirmarse que, para Francisco, el «hermano Sol» al que se refiere la estrofa del Cántico «es símbolo de Cristo, como lo fue de hecho siempre en la tradición cristiana».[8] Además de estos argumentos tomados del mismo Cántico, muchos testimonios de los biógrafos nos dicen clarísimamente que Francisco veía a Cristo en la creación:
Para entender la prohibición de cortar del todo los árboles, no sólo hay que pensar en Is 11,1, sino también en el hecho de que los árboles le recordaban el árbol de la cruz. Por eso los abrazaba. Las criaturas, sobre todo los corderos y los gusanos, la madera y las piedras, las flores y los árboles, le evocan a Cristo. Le hacen pensar en acontecimientos concretos de la vida del Hijo de Dios hecho hombre. «Esta experiencia inmediata del simbolismo de Cristo, que llega incluso a la compasión con el Señor sufriente en los animales, es quizás un caso único en la historia de la espiritualidad».[9] Esta visión mística, en virtud de la cual Francisco ve a Cristo reflejado en todas las cosas, convierte también al Cántico de las criaturas en un monograma transparente y diáfano de Cristo. Además, el Cántico es una acción de gracias por aquella experiencia mística en la que Dios le prometió a Francisco el reino de los cielos, en recompensa por sus sufrimientos. El Cántico del hermano Sol no nace de un lirismo ni de un misticismo de la naturaleza. Es un himno a Dios, cuya belleza se refleja en la creación y cuyo amor al mundo se manifiesta en la obra redentora de Cristo. Francisco coloca a Cristo en el centro de la creación, como lo hace Pablo en su himno a Cristo: «Todo fue creado por él y para él... Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (Col 1,17-20). Mediante la obra reconciliadora de Cristo, toda la realidad ha sido fusionada en una fraternidad cósmica. Todos los seres son hijos del mismo y único Padre. Como hermano de todas las criaturas, Francisco quiere alabar y dar gracias a Dios con ellas, por ellas y en nombre de ellas, en una liturgia cósmica. Y traza sobre el mundo entero el signo de la cruz, ese signo mediante el cual el mundo ha sido salvado y bendecido para siempre. Una predicación siempre actual El misticismo de san Francisco no da la espalda al mundo. La relación de Francisco con Dios le hace sensible al bien y al mal del hombre, a sus alegrías y a sus sufrimientos. La alabanza al Creador por sus criaturas contiene también una llamada a los hombres a la conversión. A quienes, por amor de Dios, perdonan, soportan la enfermedad y la tribulación, Francisco les anuncia las bienaventuranzas de Jesús (Mt 5,9-10); en cambio, grita un «¡Ay!» amonestador a quienes mueren en pecado mortal. La estrofa dedicada a la muerte concluye con una palabra de aliento y confianza: Bienaventurados quienes mueren en la voluntad y los mandamientos de Dios, pues no les hará ningún daño el juicio de la condenación, que es la muerte segunda y definitiva. La afirmación de Francisco es una promesa o una advertencia, según sea la situación moral en que se encuentre el oyente. De esta manera, el Cántico es también una llamada, una predicación. De hecho, el texto de la Leyenda de Perusa antes citado atestigua que el Cántico fue pensado como un canto de predicación. Dice, en efecto, la Leyenda:
Según este relato, el Cántico ha de entenderse en clave de alabanza a Dios y de llamamiento a los hombres. Ha de acompañar a los hermanos en sus predicaciones al pueblo. Cuando los hermanos cantan este canto y predican sobre él, no se limitan a alabar a Dios, sino que también invitan a los hombres a tomar decisiones que afectan a su comportamiento social y a su humilde servicio al Señor. El perdón, la paciencia, la actitud pacífica y pacificadora, la entrega de la propia vida y de la propia muerte en manos de Dios y cumpliendo su voluntad, afectan a la esencia de nuestra existencia y de nuestras relaciones sociales. Por eso, el Cántico del hermano Sol ha sido siempre actual. Y lo sigue siendo hoy. Como es bien sabido, nos hallamos inmersos en una crisis ecológica mundial. La explotación incontrolada de las reservas de las materias primas, la distribución injusta de las riquezas de la tierra y la amenaza atómica son un grave riesgo para la supervivencia de la humanidad. Ésta puede autoenvenenarse con la contaminación del medio ambiente y autodestruirse con la bomba atómica. En uno y otro caso el resultado sería el mismo. Nuestro futuro es problemático. La paz no puede garantizarse ya, como en otros tiempos, con una «guerra justa», sino mediante el desarme y la reconversión de los gastos militares en la promoción del hombre y en la defensa y la salvaguarda de la creación. Por ello se añade otro problema: nuestra sociedad se esfuerza cada vez más en enmascarar, ocultar y olvidar la realidad de la muerte, evitando enfrentarse con ella cara a cara. Todos estos problemas piden una respuesta franciscana. Ésta se encuentra en el Cántico del hermano Sol: es un atractivo y hermoso regalo que nos hace san Francisco; y es, sobre todo, una tarea inquietante y cada vez más urgente a la que están llamados todos los hombres de buena voluntad. SUGERENCIAS
PRÁCTICAS 1.Si se trabaja con grupos, puede organizarse la reflexión de manera que muchas de las ideas aquí indicadas las descubra el grupo por sí mismo. Por ejemplo, se distribuye el texto del Cántico (sin la división en estrofas y versos) y se formulan las siguientes preguntas: a) ¿Cuántas estrofas tiene el Cántico? ¿Qué criterios podemos emplear para dividirlo en estrofas? b) ¿Qué es lo que hace que este texto sea una poesía? ¿Hay algún verso que enmarque a los demás? ¿Existe algún estribillo? ¿Se observa una progresión de ideas? ¿Hay rimas consonantes y asonantes? c) ¿Cuál es el lema de todo el Cántico? d) ¿Qué atmósfera predomina en el Cántico? ¿Aprecias algún contraste en los colores y tonos? ¿Existe alguna fisura en su línea ideológica? e) ¿Hay algún parentesco entre la estrofa introductoria y la estrofa final? ¿Ves alguna semejanza entre la estrofa introductoria y la estrofa que habla del sol? f) ¿Nombra el Cántico las criaturas siguiendo algún orden? En caso afirmativo, ¿cuál es ese orden? g) ¿Los cuatro elementos: «aire, agua, fuego y tierra», te sugieren alguna otra división cuatripartita? En caso afirmativo, ¿cuál? h) ¿Cómo considera al hombre el Cántico del hermano Sol? ¿Qué le exige? 2. Compara el Cántico del hermano Sol con el Cántico de los tres jóvenes (Dan 3,57-88), o con el Salmo 148: a) ¿En qué coinciden? ¿En qué se parecen? b) ¿Ves alguna diferencia formal, o de contenido, o de calificación de las criaturas, etc.? c) ¿Cómo se aúna lo vertical y lo horizontal, la alabanza a Dios y el compromiso en favor del hombre y de la creación? 3. Teilhard de Chardin (1881-1955), jesuita, geólogo y paleontólogo, vuelve a ser leído y estudiado desde hace unos cuantos años. Según él, la evolución es un concepto clave para comprender al hombre y al mundo. Fíjate en estos fragmentos de su Himno a la Materia:
a) ¿Qué es lo que te llama la atención en este Himno, comparado con el Cántico? b) ¿Cuál de los dos textos se parece más a una oración? ¿Por qué? 4. El 29 de noviembre de 1979, el papa Juan Pablo II nombró a san Francisco patrono de los ecologistas.[11] a) ¿Cuáles son los motivos por los que san Francisco ha sido nombrado patrono de los ecologistas? b) ¿Qué implicaciones presenta la figura de Francisco como punto de referencia ante los problemas ecológicos? c) Francisco interpela al hombre de hoy. ¿Qué debe escogerse y hacerse para salvaguardar y conservar nuestro «pequeño-gran» mundo? 5. Con el Cántico del hermano Sol puede organizarse una Celebración penitencial. Por ejemplo: un lector-cantor proclama-canta una estrofa; a continuación, él mismo u otro lee en voz alta unos puntos de reflexión, seguidos de un breve silencio; seguidamente cantan todos la última estrofa del Cántico: «Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad», o un estribillo apropiado. Y así con las restantes estrofas. Estrofa primera La fe no es hoy en día algo evidente y obvio, que se da por supuesto. Muchos piensan que Dios no existe o que no tiene nada que ver con nuestras vidas. - ¿Gira nuestra vida sólo en torno a valores terrenos? ¿Nos dejamos llevar por la falta de fe? - ¿Dedicamos tiempo a alabar a Dios? ¿Le damos gracias por su creación? - ¿Valoramos los mandamientos del Señor o nos resultan indiferentes? ¿Optamos en favor de la vida o contra la vida? [Silencio] [Estribillo] Estrofa del Sol y la Luna La vida necesita la luz del sol, el calor del amor y una cierta ayuda, que proporcione algo de seguridad. - Cuando nos ponemos sobre aviso unos a otros, con prejuicios y desconfianza, en la familia, entre vecinos, en el trabajo, con los amigos, con las personas a las que no conocemos, estamos obstaculizando la comunión de vida. - Si consideramos a los niños como una molestia insoportable: en casa, para nuestras exigencias de tranquilidad y de orden, a la hora de programar las vacaciones, estamos restringiendo las condiciones de vida. - No sólo se peca contra la vida cuando se defiende el derecho al aborto; también se peca cuando no se ayuda a las madres que necesitan un apoyo, cuando se desprecia y se convierte en objeto de mofa a quienes no se cierran a la posibilidad de tener hijos. [Silencio] [Estribillo] Estrofa del viento, el agua y el fuego El viento y el aire, el agua y el fuego son dones de Dios, sin los cuales no podemos vivir. - Somos, pues, culpables si estropeamos la creación, el marco de nuestra vida; - si arrojamos objetos sin ningún cuidado; si convertimos un camino en un basurero; - cuando obligamos a los demás a soportar ruidos, estrechez, calor, aire irrespirable; - cuando consentimos de brazos cruzados que la debilidad social se hunda por debajo del mínimum vital. [Silencio] [Estribillo] Estrofa de la tierra La tierra es el espacio vital que Dios ha dado al hombre para que lo cultive, no para que lo degrade. - Estropeamos el espacio vital cuando explotamos irresponsablemente el suelo y sus riquezas; - cuando sólo miramos nuestro propio provecho y el aumento de nuestro consumo; - cuando trabajamos menos de lo que debemos, o nos dejamos absorber por el trabajo; - cuando no compartimos justamente los frutos de la tierra; - cuando nos volvemos incapaces de disfrutar de las flores, las montañas, los valles, los ríos y los mares. [Silencio] [Estribillo] Estrofa de la paz La vida es más que la salud. El enfermo, el anciano, el impedido también tienen derecho a vivir. - Nos hacemos culpables ante Dios y ante el prójimo cuando, pudiendo atender a nuestros enfermos, ancianos o impedidos, los llevamos a la beneficencia pública; - cuando queremos suplir con dinero la ayuda personal que podemos prestar; - cuando vivimos irreflexiblemente de espaldas a la situación de los necesitados; - cuando somos rencorosos y no queremos perdonar; - cuando discutimos, refunfuñamos, criticamos todo; - cuando somos unos quejicas, incapaces de soportar nada. [Silencio] [Estribillo] Estrofa de la muerte Quien enfoca su vida según la voluntad de Dios, no tiene por qué tener ninguna angustia ante la muerte. Puede incluso llamarla «hermana», puesto que es la puerta que conduce a la vida y a la felicidad eternas. - Pero con frecuencia cerramos los ojos ante la caducidad de esta vida y nos comportamos como si hubiéramos de permanecer siempre en este mundo. - Dejamos solos a los moribundos, damos la espalda a la muerte y a los muertos. - Cuando sólo pensamos en lo caduco: la seguridad material, el triunfo, el goce, el disfrute, estamos eligiendo la muerte. - Elegimos la muerte cuando traicionamos nuestro bautismo y vivimos una vida pecaminosa; pues «ningún impuro o codicioso -que es ser idólatra- participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios» (Ef 5,5). - Elegimos la vida y podemos mirar cara a cara a la muerte cuando permanecemos unidos a Dios y preguntamos cada día: «¿Señor, qué quieres que haga?». [Silencio] [Estribillo] (Para esta celebración penitencial puede ser también apropiada la oración por la paz: «Señor, hazme instrumento de tu paz»). 6.Se puede hacer una Celebración de acción de gracias, por ejemplo después de la recolección de la cosecha, tomando como base el Cántico. 7. El Cántico invita a la fantasía creativa: a cantarlo, pintarlo, representarlo mediante la danza, reproducirlo en arcilla, hacer un fotomontaje o un «collage» con fotografías y fragmentos de prensa... 8. Puede presentarse un paisaje alternativo al que nos muestra el Cántico, empleando para ello papel de deshecho, escombros, materiales viejos y sucios. 9. Puede redactarse un texto contrario, un Anti-Cántico. Reproducimos aquí un ejemplo, redactado por un grupo de jóvenes de Reute, en Bad Waldsee:
10. Otro grupo de jóvenes, con el que preparé una visita a Asís, reunió los siguientes pensamientos a partir del Cántico: Sol -hermoso y bueno... pero cuando quema despiadado la tierra y agosta las cosechas, cuando reseca el agua hasta el punto de que los hombres mueran de hambre y de sed...-, hermano Sol, ¿no es así? ¿Vamos por buen camino cuando te oscurecemos y apagamos con las bombas atómicas?... ¿Y quién es realmente el «altísimo»? El hombre moderno se constituye en medida de todo: queremos ser señores y no depender de nadie. ¿Cuánto tiempo serán la luna y las estrellas preciosas y bellas? Permanecen en el cielo, donde podemos contemplarlas, de noche, pero nuestra civilización no las ha asumido todavía. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar aún hasta que el hombre se someta a la luna y las estrellas, al conjunto del universo? ¿Cuánto tiempo habrá de pasar hasta que llegue el momento en que hagamos habitables los lejanos planetas y astros? Nos hemos convertido en agentes meteorológicos: hacemos caer la lluvia ácida y la venenosa contaminación sobre tus criaturas. El agua es muy útil. ¿Pero no provoca también enormes desgracias y males? ¿Cómo puede afirmarse que es «humilde», que es «casta», siendo así que a veces es capaz de desatarse y destruir tantos seres a su paso? Resulta difícil entenderlo. Y la lluvia que me enerva y me empapa. ¿Es realmente tan útil el agua? Es venenosa y está contaminada. Tenemos que filtrarla y purificarla para poder beberla sin peligro. ¿Hermano fuego? Cuando se produce un incendio no es hermoso ni alegre; entonces los hombres no lo gozan, lo sufren, pues arrasa sin compasión todo cuanto encuentra a su paso. «La hermana madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna». ¡Un momento! ¿Por qué existen frutos venenosos? Si los hombres no cultiváramos y abonáramos los campos, ¡cuántos no tendrían nada que comer! «La cual nos sustenta y gobierna». ¿Quién gobierna a quién? ¿Quién controla a quién? Mediante las ciencias y la investigación estamos en condiciones de poder inducir mutaciones en los genes. Hemos conseguido triplicar la producción de una hectárea y somos capaces de convertir la selva virgen en campos de cultivo. Y todo por los «diversos frutos». De las diversas malas hierbas no hablamos. ¿Qué pensamos de tantos hombres del Tercer Mundo sumidos en la tribulación y de tantos perseguidos por causa de su fe? En el Cántico repetimos muchas veces: «Loado seas...». ¿Qué diríamos sinceramente si nos halláramos en la situación de ellos? Alabamos a Dios por los que perdonan por amor y sufren enfermedad y tribulación. ¿Pero cómo nos comportaríamos nosotros en tales circunstancias? ¿Seríamos capaces de soportar por amor de Dios enfermedad y tribulación? ¿Seríamos suficientemente fuertes? ¿No será que alabamos a los hombres y sus ideales mientras no se meten con nosotros y nos dejan tranquilos? La enfermedad y la necesidad las hemos arrinconado en las clínicas y en los hogares para ancianos. La muerte la hemos fijado en una pantalla, distante, alejada. Además, casos como los de la Madre Teresa y Maximiliano Kolbe parece como si nos ayudaran a tranquilizar nuestra mala conciencia... «Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal». ¿Cómo se puede alabar a la muerte? ¿No nos ha arrebatado ya a demasiados seres queridos? ¿No nos ha causado ya demasiados sufrimientos? ¿Cómo puedo alabarla si significa el fin, y cuando la mayoría de los hombres la temen? «De la cual ningún hombre viviente puede escapar». Efectivamente, así es. «¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal! Bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad, porque la muerte segunda no les hará mal». ¿Qué quiere decir eso de que «la muerte segunda no les hará mal»? Me basta con una muerte. ¿Qué quiere decir eso de «nuestra hermana muerte»? Cuando observo a los hombres que hay a mi alrededor, tengo el sentimiento de que la muerte da miedo. Vivimos en el futuro, pensamos en lo que queremos hacer mañana, la semana próxima, dentro de años, como si nada pudiera desbaratar nuestros planes. «Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad». Sí, si soy sincero, también yo quiero alabar y glorificar a Dios. Intentémoslo juntos. 11. Se puede organizar con un grupo de jóvenes un programa de entrenamiento , para mantenerse en forma -por ejemplo, durante la cuaresma-. Hace unos años cayó en mis manos un folleto titulado: «Una semana con el Cántico». En él se proponían una serie de sugerencias para la reflexión y la superación personal, distribuidas a lo largo de los distintos días de la semana; las indico, resumidas, a continuación:
12. El Cántico no es fácil de imitar. Pero uno sigue su estela si, al final del día, o de la semana, da gracias a Dios por todo. Con frecuencia olvidamos dar las gracias por las cosas buenas y hermosas. Es, pues, lógico que nos resulte todavía más difícil dar gracias por la hermana enfermedad, por los hermanos sufrimientos, por la hermana angustia y por la hermana muerte. ¿Estamos dispuestos realmente a aceptar todo, alabando a Dios y dándole gracias? 13. Cuántas veces damos la prioridad a nuestras propias exigencias, en vez de olvidarnos un poco de nosotros mismos contemplando con asombro la belleza de la creación, insertando nuestro pequeño «yo» en el vasto conjunto del mundo. ¿Sabemos leer en la creación la escritura y la providencia de Dios, o nos fijamos sólo en la fatalidad, las desgracias y las catástrofes, la contaminación y la violencia? 14. Pasear por un jardín o por un parque, observando todos y cada uno de los seres que en él hay. No nos olvidemos de decir una palabra de reconocimiento y gratitud a la persona o personas que lo atienden. 15. Escuchar con suma atención una pieza musical; aguzar el oído para percibir los sonidos del viento o de la lluvia; observar una flor o un árbol; tocar y sopesar una piedra; respirar el aire fresco de la mañana; oler un perfume; saborear una fruta. Es decir: captar y sentir la creación con los cinco sentidos. 16. Rezar el Cántico, el Salmo 98 o el Salmo 140 al aire libre, enmarcando cuanto me rodea en una liturgia cósmica. 17. Buscar otras posibilidades personales de reflexionar sobre el Cántico.
NOTAS: [1] V. Branca, Il Cantico di Frate Sole. Studio delle fonti e testo critico, en Archivum Franciscanum Historicum 41 (1948), 1-87; véase A. Oxilia, Il Cantico di Frate Sole, Florencia 1984. Los lectores pueden encontrar el texto de V. Branca, así como la traducción, varios estudios y una amplia bibliografía sobre el Cántico en el núm. 13-14 (1976) de Selecciones de Franciscanismo, dedicado todo él al Cántico. Indicamos a mano izquierda, con numeración romana, las estrofas del Cántico, y a mano derecha, con numeración arábiga, los versos del mismo. [2] W. Ligges - L. Lehmann, Sonnengesang, Insbruck 1984, 3.ª edición, 1987; traducción italiana: Il Cantico di Francesco d'Assisi nello specchio della creazione, Milán 1990. [3] E. Jungclaussen, Die Fülle erfahren, Friburgo 1978, 114. [4] K. Esser, Die Opuscula des hl. Franziskus, Grottaferrata (Roma) 1976, 128-129. [5] E. Leclerc, El Cántico de las criaturas, Aránzazu 1977; sobre esta interpretación psicoanalítica, puede verse: D. Gagnan, en Collectanea Franciscana 47 (1977) 317-347, e I. Manzano, en Naturaleza y Gracia 29 (1982) 101-135. [6] Criptograma: Documento cifrado o escrito en clave. "Especie de crucigrama en el que, propuesta una serie de conceptos, se han de sustituir por palabras que los signifiquen, cuyas letras, trasladadas a un casillero, componen una frase" (DRAE). Véase Th. Zweerman, Timor Domini. Versuch einer Deutung der 27 Ermanhnung des hl. Franziskus von Assisi, en Franziskanische Studien 60 (1978) 202-233; Id., Über eine neue Deutungsweise der Schriften des hl. Franziskus von Assisi, en Wissenschaft und Weisheit 51 (1988) 213-218. [7] A. Rotzetter, Der Sonnengesang des hl. Franz als missionarisches Leid von aktueller Bedeutung, en A. Camps - G. Hunold (editores), Erschaffe mir ein neues Volk, Mettingen 1982, 44-61, 45. [8] E. Jungclaussen, Die Fülle erfahren. Tage der Stille mit Franz von Assisi, Friburgo de Brisgovia 1978, 114. [9] O. Schmucki, Das Leiden Christi im Leben des hl. Franziskus von Assisi, Roma 1960, 259-260. [10] T. de Chardin, Himno a la Materia, en Id., Himno del Universo, Madrid, Ed. Taurus, 1971, 68-71; ver, respecto a este trabajo, el artículo de L. Scheffczyk, El «Cántico del hermano Sol» de san Francisco de Asís y el «Himno a la Materia» de Teilhard de Chardin, en Selecciones de Franciscanismo núm. 13-14 (1976) 108-122. [11] Véase la bula Inter Sanctos, de 29-XI-1979, en Selecciones de Franciscanismo núm. 27 (1980) 295: «Entre los santos y hombres preclaros que apreciaron la naturaleza como un don maravilloso hecho por Dios al género humano, se incluye con toda razón a san Francisco de Asís. Pues él llegó a comprender de modo singular todas las obras del Creador e, inflamado por el espíritu divino, cantó aquel bellísimo Cántico de las Criaturas, por las cuales, especialmente el hermano sol y la hermana luna y las estrellas del cielo, tributó al altísimo, omnipotente y buen Señor, la debida alabanza, gloria, honor y toda bendición. Con muy buen criterio, pues, nuestro venerable hermano el cardenal Oddi... pidió a esta Sede Apostólica que san Francisco de Asís fuera declarado Patrono ante Dios de los ecologistas. Nos, pues, de acuerdo con el dictamen de la S. C. de Sacramentos y del Culto Divino, en virtud de estas Letras y a perpetuidad, nombramos a san Francisco de Asís celestial Patrono de los ecologistas, con todos los honores anejos y con los privilegios litúrgicos correspondientes, sin que obste nada en contrario...». [En Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIV, núm. 71 (1995) 179-207] [En L. Lehmann, Francisco, maestro de oración, pp. 247-279] |
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