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LA FORMACIÓN FRANCISCANA De las Constituciones de los Franciscanos (OFM) La formación franciscana tiene por objeto conseguir que todos los hermanos y todos los candidatos puedan, bajo la inspiración del Espíritu Santo, seguir incesantemente a Cristo en el mundo actual según la forma de vida y la Regla de San Francisco (art. 126). Todos los hermanos, en especial los que se dedican al cuidado pastoral de las vocaciones, traten de despertar en el pueblo de Dios la conciencia del deber que le corresponde respecto a las vocaciones en general, y ayuden a los que vienen a nosotros a encuadrar dentro del Reino de Dios su propio proyecto de vida (art. 144). Los hermanos, conscientes del fuerte atractivo de San Francisco, tomen con interés mostrar a todos los hombres su forma de vida y sus valores como elemento esencial de nuestra vocación, y vivan con tal fidelidad, autenticidad y alegría que los muevan a elegir y compartir esta vida (art. 145). La formación inicial comienza el día en que el candidato es admitido al Postulantado en nuestra Orden y dura hasta el día de su determinación definitiva, sancionada por la profesión solemne. La formación inicial en la Orden comprende tres etapas, a saber: Postulantado, Noviciado y período de profesión temporal (art. 148). La formación permanente de los hermanos es camino de toda la vida tanto personal como comunitaria, en el que se desarrollan de modo ininterrumpido las dotes propias, el testimonio evangélico y la opción vocacional, según el ejemplo de San Francisco, quien nos invita a que siempre «comencemos de nuevo a obrar el bien» (art. 135). Del Evangelio según San Lucas (Lc 5,1-11) Estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
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